Cuentos de Hadas Japoneses: La Dama de la Luna

Cada cultura tiene una forma especial de contarnos cuentos, pero, de todas ellas, quizá sea la japonesa la que desprenda un encanto especial.
Como si de un dulce perfume se tratara, los cuentos de hadas japoneses exhalan, con gran delicadeza, la esencia de todas las historias que se vivieron en la Tierra del Sol Naciente hace muchos años, tantos, que nadie se atrevería a jurar que fueron ciertas. Puede que estos cuentos en los que aparecen bailarinas y geishas de largas cabelleras, cortejos y amores con viejos samurais, dioses, diosas y seres sobrenaturales nos enseñen a sufrir y a amar, como humanos que somos, y acabemos sabiendo más cosas que los inmortales.

La Dama de la Luna


Había una vez un viejo leñador de bambú llamado Také Tori. Era un hombre honesto y anciano, muy pobre y trabajador, que vivía con su anciana esposa en una casa en las colinas. No tenían hijos y, a pesar de su edad, disfrutaban de pocas comodidades.
Také Tori se levantó temprano una mañana de verano y fue a cortar bambús como de costumbre; luego los vendería a un buen precio en la ciudad. De este modo, se ganaba humildemente la vida.
Subió por la abrupta colina y llegó al campo de bambú prácticamente extenuado. Cogió un tenegui azul y se secó la frente. «¡Demonios, mis viejos huesos!››, se dijo. «Yo ya no soy tan joven como antes, como tampoco lo es mi buena esposa; pero lo peor de todo es que no tenemos hijos que nos puedan ayudar en nuestra vejez.›› El pobre Také Tori suspiró y empezó a trabajar. Al cabo de un rato, vio una luz resplandeciente que brillaba entre los verdes tallos de los bambús.
«¿Qué es esto?››, se preguntó Také Tori, pues normalmente la luz en el campo de bambú era mortecina, ya que se filtraba entre sombras. «¿Será el sol? No, no puede ser el sol, pues proviene de la tierra.›› Intrigado, se abrió camino entre los tallos de bambú para ver de dónde provenía la brillante luz. Y descubrió que salía de la raíz de un enorme bambú verde. Také Tori tomó su hacha y arrancó de cuajo el gran bambú; cuál no sería su sorpresa cuando descubrió que, justo allí, había una hermosa joya de un verde refulgente y del tamaño de sus dos puños juntos.
«¡Oh maravilla de las maravillas!››, gritó Také Tori. «¡Maravilla de las maravillas!››, repitió, tan grande era su asombro. «He cortado bambús durante treinta y cinco años, y ésta es la primera vez que encuentro una gran joya verde en la raíz de uno de ellos.›› Diciendo esto, tomó la joya en sus manos y, ¿os lo podéis creer?, la joya se partió inmediatamente en dos con un fuerte estrépito; de su interior salió una joven criatura que se posó en la mano de Také Tori. La joven criatura era pequeña, pero muy hermosa. Toda ella iba vestida con seda verde.
─Saludos, Také Tori ─dijo la criatura.
─¡Cielo Santo! ─exclamó Také Tori─. Espero no ser demasiado atrevido si afirmo que eres un hada.
─Tienes razón ─dijo ella─. Un hada: eso es lo que soy, y he venido para vivir un tiempo contigo y con tu bondadosa esposa.
─Bueno, esto… ─titubeó Také Tori─. Lo siento, somos muy pobres. Nuestra morada es acogedora, pero me temo que no habrá muchas comodidades para una dama de su categoría.
─¿Dónde está la gran joya verde? ─preguntó el hada.
─¡Está llena de piezas de oro! ─exclamó Také Tori, recogiendo las dos mitades.
─Bueno, pues con eso habrá para ir tirando ─aseguró el hada. Y añadió─: Ahora, Také Tori, vayamos a casa.
Y se fueron a casa.
─¡Esposa! ¡Esposa mía! ─gritó, Také Tori nada más llegar─. Un hada ha venido a vivir con nosotros y ha traído una joya tan grande como una naranja, una joya llena de piezas de oro.
La buena esposa corrió hacia la puerta. Apenas podía creer lo que oía.
─¿Qué es eso de una naranja y piezas de oro? ─preguntó, exaltada─. He visto muchas naranjas, pues estamos en la época, pero lo de encontrarse piezas de oro…
─Calla, mujer ─le dijo Také Tori─: no seas necia.
Y entró, junto con el hada, en la casa.
Pasaron algunos días y el hada comenzó, prodigiosamente, a crecer. A las pocas semanas ya se había convertido en una dama alta y esbelta, preciosa y pura como la mañana, alegre como el mediodía, dulce y apacible como el atardecer e intensa como la noche. Také Tori la llamaba La Dama Resplandeciente, porque había salido del interior de la joya que irradiaba luz.
Také Tori sacaba cada día de la joya algunas piezas de oro.  Se volvió rico y gastaba su dinero sin medida; sin embargo, había tantas monedas de oro que parecía imposible gastarlas todas. Se construyó una hermosa vivienda y tenía criados que le servían. La Dama Resplandeciente fue alojada en la casa como si se tratara de una emperatriz. Su belleza era conocida en todo el lugar, y cientos de enamorados y pretendientes llegaban a la casa para pedir su mano; pero ella no escogía a ninguno. «Také Tori y su amada esposa son mi auténtica familia; ellos me aman y yo los amo››, decía siempre. «Viviré con ellos y seré su hija.›› Y de este modo transcurrieron tres felices años.
Al tercer año, el Mikado en persona llegó a la casa para cortejar a la Dama Resplandeciente. Sin duda, se trataba de una pretendiente y amante espléndido.
─Mi Dama ─dijo─, me inclino ante ti; mi corazón te saluda. Dulce Dama, sé mi Reina.
Y entonces la Dama Resplandeciente suspiró; en sus ojos aparecieron lágrimas, y escondió su rostro entre las mangas de su vestido.
─Mi Señor, no puede ser ─contestó ella.
─¿No puede ser? ─preguntó, sorprendido, el Mikado─. ¿Y por qué no, mi amada Dama Resplandeciente?
─Aguardad y lo sabréis, mi Señor ─respondió ella.
Y durante siete meses, el dolor la embargó. Ya nunca salía de casa; paseaba por los jardines de la casa de Také Tori y allí permanecía durante todo el día, cavilando taciturna. Por las noches, contemplaba fijamente las estrellas y la luna en el firmamento.
Una noche de luna llena, la Dama Resplandeciente se había quedado en el jardín con sus doncellas; la acompañaban Také Tori, su mujer y el propio Mikado, su magnífico pretendiente.
─¡Cómo brilla la luna! ─exclamó Také Tori.
─Es cierto ─dijo su bondadosa mujer─. Parece una olla de latón recién pulida.
─Observad qué pálida y triste está ─señaló el Mikado─. Tiene la apariencia de un amante desesperado.
─¡Qué rayo de luz tan extenso y brillante! ─dijo Také Tori─. Es como un gran sendero que llega a nuestro jardín desde la luna.
─¡Oh, querido padre adoptivo! ─lloró la Dama Resplandeciente─. Lo que dices es cierto, se trata realmente de un sendero. Y a lo largo de este camino llegan incontables seres celestiales, veloces, veloces, para llevarme a casa. Mi padre es el Rey de la Luna. Yo desobedecí su voluntad, y él me castigó enviándome al exilio en la Tierra durante tres años. Y ahora que esos tres años han pasado, yo tengo que volver a mi país. ¡Oh, me siento tan triste por tener que partir…!
─La neblina desciende ─dijo Také Tori.
─No ─replicó el Mikado─. Son las legiones del Rey de la Luna.
Descendían cientos, miles de seres celestiales que portaban antorchas. Llegaron en silencio, iluminando todo el jardín. Aquel que los comandaba llevaba un celestial manto de plumas. Hizo levantar a la Dama Resplandeciente y puso el manto de plumas sobre sus hombros.
─Adiós, Také Tori. Adiós, madre adoptiva. Os dejo mi joya como recuerdo… y en cuanto a vos, mi Señor, querría que pudierais venir conmigo, pero no hay manto de plumas para vos. Os dejo un frasco del más puro elixir de la vida. Bebed, mi Señor, y convertíos en inmortal.
Y entonces desplegó sus resplandecientes alas y las cohortes celestiales se unieron a ella. Juntos ascendieron por el sendero que llevaba a la luna y, al fin, desaparecieron.
El Mikado tomó el elixir de la vida en sus manos y subió a la montaña más alta del país. Una vez allí, encendió un gran fuego en el que arrojó el elixir de la vida, mientras de lamentaba: «¿De qué puede servirme vivir eternamente, si estoy tan lejos de la Dama Resplandeciente?››.
El elixir de la vida se consumió y sus azulados vapores ascendieron al cielo. Entonces, el Mikado dijo: «Que mi mensaje vaya flotando en estos vapores y llegue a los oídos de mi Dama Resplandeciente››.   

Fin
   
Cuento extraído del libro "Cuentos de Hadas Japoneses",
 Colección Magoria, 1999,  por Ediciones Obelisco


Un cuento triste, ¿verdad?
Por si alguien no lo notó, esta hermosa Dama Resplandeciente, protagonista del cuento, es la famosa Princesa Kaguya. La recuerdo más de una película de Sailor Moon: El Amor de l Princesa Kaguya que vi cuando era adolescente :)

¡Nos leemos en la próxima entrada! 
¡Gracias por visitar mi blog!
¡Cuídense!
Sayounara Bye Bye!

Gabriella Yu
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Comentarios

  1. Hola, no se si dejaste de escribir en este blog pero admito que cada información que tienes me llena de alegría y tristeza, me inspira mucho, ojalá hubiera visto tu blog antes <3 no lo dejes :(

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  2. Que lindo cuento!!! Aunque tiene un final triste y de desamor por lo menos no murio nadie XD
    Ah por cierto en una peli de inuyasha hablan de la princesa kaguya!!! La peli creo que se llamaba el castillo del sueño en el espejo o algo asi jejeje fue la primera vez que escuche de ella y me gusto mucho este cuento que no tiene el final que tiene los otros!!

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    Respuestas
    1. ¡Cómo te acuerdas! Sé que vi esa peli hace un par de años como mucho pero no me acuerdo de nada!!!! XD

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