Cada cultura tiene una forma especial de contarnos cuentos, pero,
de todas ellas, quizá sea la japonesa la que desprenda un encanto especial.
Como si de un dulce perfume se tratara, los cuentos de hadas
japoneses exhalan, con gran delicadeza, la esencia de todas las historias que
se vivieron en la Tierra del Sol Naciente hace muchos años, tantos, que nadie
se atrevería a jurar que fueron ciertas. Puede que estos cuentos en los que
aparecen bailarinas y geishas de largas cabelleras, cortejos y amores con
viejos samurais, dioses, diosas y seres sobrenaturales nos enseñen a sufrir y a
amar, como humanos que somos, y acabemos sabiendo más cosas que los inmortales.
La Leyenda de Kannon
En tiempos de los dioses, el Puente Flotante del Cielo era
conocido como Ama-no-Hashidate. A través de ese puente descendieron los dioses
a la Tierra, desde su morada en el Cielo. Llegaron con sus preciosas lanzas,
sus grandes arcos y sus exquisitas flechas de plumas y trajeron con ellos sus
maravillosos mantos y sus mágicos espejos. Tiempo después, cuando ese camino
que unía el Cielo y la Tierra quedó cerrado, y las deidades no volvieron a
caminar sobre la Tierra del Arroz, la gente continuó llamando Ama-no-Hashidate
a un cierto lugar, en memoria de otros tiempos. Ese lugar es uno de los Tres
Hermosos Paisajes de Yamato, una franja de tierra que se adentra en el azul del
mar, como un puente flotante cubierto de pinos.
Había un hombre santo en Kioto llamado Saion Zenji, que había
seguido el Camino de los Dioses desde su juventud. Discípulo de Buda, era un
hombre versado en filosofía y diversas doctrinas, conocedor de los peli gros de la apariencia y de
los inenarrables placeres del Nirvana. Pasaba horas y horas inmerso en
profundas meditaciones místicas o en las muchas Escrituras que conocía. En
cierta ocasión, yendo en peregrinaje, llegó a Ama-no-Hashidate, y dio gracias a
los dioses por la belleza que se le ofrecía ante sus ojos:
«Los ciegos y los ignorantes dan por sentado que los árboles, las
rocas y las verdes aguas del mar no tienen sentimientos, pero los sabios no
desconocen que los árboles, las rocas y las aguas son seres sensibles, que
cantan a viva voz y elogian el Tathagata. Aquí estableceré mi retiro y uniré mi
voz a la de ellos. No volveré jamás a mi hogar.»
Así pues, Saion Zenji, el hombre santo, subió a Na-riai-San, la
montaña que se alza sobre Ama-no-Hashi-date. Al llegar al lugar del Pino
Solitario, construyó un santuario en honor de Kwannon la Compasiva y también
una cabaña en la que guarecerse.
Durante todo el día, Saion Zenji cantaba los Sutras Sagrados,
desde el mismo amanecer hasta que su propio ser parecía elevarse y flotar en un
éxtasis glorioso. Entonces su voz se volvía tremendamente poderosa y nítida.
Las azules campanillas de las montañas inclinaban su cabeza en señal de
reverencia; los grandes lirios blancos lloraban incienso desde lo más profundo
de su corazón; la cigarra cantaba estridentemente y los pájaros silbaban largas
notas desde los matorrales. Sobre la ca-baña del ermitaño revoloteaban
innumerables libélulas y mariposas, las almas felices de los muertos en gracia.
En los valles lejanos, los campesinos atendían sus tareas sintiéndose
reconfortados, tanto a la hora de plantar el arroz verde como en el tiempo de
la recolección. El sol y el viento eran templados y la lluvia caía suavemente
sobre sus rostros. A menudo acudían para arrodillarse ante el santuario de
Kwannon la Compasiva y hablar con el hombre santo, cuyo caldero llenaban de
arroz o mijo, de cebada o judías. En ocasiones el hombre santo descendía hasta
los pueblos, donde consolaba a los enfermos y jugaba con los niños. Las gentes
decían que sus ropas resplandecían.
Entonces llegó a aquellas tierras un invierno como no se recordaba
en años. Primero llegó el viento, aullando salvaje desde el norte y después las
nieves, grandes copos que cayeron incesantemente durante nueve días. Todos los
habitantes de los valles se encerraron en sus casas, tratando de calentarse lo
mejor que podían, y aquellos que tenían buenas despensas pudieron capear la
situación. Pero, ¡ah, qué crudo fue el frío en la cima de Nariai-San! En el
Pino Solitario, y sobre la cabaña del ermitaño la nieve se acumulaba sin parar.
El santuario de Kwannon la Compasiva desapareció bajo un blanco manto y Saion
Zenji, el hombre santo, pudo vivir durante unos días de los alimentos que
guardaba en su caldero. Al acabarse éstos se abrigó con los cálidos ropajes de
sus pensamientos, y pasó muchos días en meditación, algo que para él era como
la comida, la bebida y el sueño. Pero aún así, a pesar de su fuerte espíritu,
el hombre santo no pudo disipar totalmente las nubes de la ilusión. Al fin
volvió a recobrar el sentido y todo su cuerpo tembló de febril debilidad.
«Perdóname, oh Kwannon la Compasiva», dijo Saion Zenji; «pero
ciertamente creo que si no consigo comida, moriré».
Se levantó lentamente y abrió la puerta de su cabaña con gran
esfuerzo. La nieve había cesado. Era un día limpio y frío. Las ramas del Pino
Solitario estaban blancas, y también lo estaba todo el Puente Flotante.
«Perdóname, oh Kwannon la Compasiva», dijo Saion Zenji; «no sé la
razón ni el por qué, pero no quiero dejar este mundo, ni llegar a las oscuras
Sombras de Yomi. Salva mi vida, oh Kwannon la Compasiva».
Al girarse, vio un ciervo moteado sobre la nieve, muerto
recientemente a causa del frío. El hombre santo inclinó su cabeza. «Pobre y
hermosa criatura», dijo, «no volverás a saltar y corretear por las colinas, ni
podrás mordisquear la hierba o las dulces flores». Golpeó con la mano el blando
costado del ciervo, lamentándose.
«Mi pobre ciervo, no comeré tu carne. ¿Acaso no está prohibido por
la Ley de los Hombres Santos? ¿Acaso no está prohibido por la palabra de
Kwannon la Piadosa? Se quedó inmóvil, pensativo. Al poco le pare-ció oír una
voz que le hablaba, una voz que decía:
«Oh, Saion Zenji, si mueres de hambre y de frío, ¿qué será de mi
gente, los pobres campesinos de los valles? Nunca más podrán ser reconfortados
por los Su-tras del Tathagata. Infringe la ley para guardar la ley, mi amado,
tú que te apartaste del mundo con tus divinas canciones».
Saion Zenji tomó un cuchillo y cortó un pedazo de carne del
costado del ciervo. Recogió unas cuantas piñas y encendió un pequeño fuego,
cocinando la carne de ciervo en una olla de hierro. Cuando estuvo a punto, se
comió la mitad. Sintió que volvía a tener fuerzas, y abrió los labios para
cantar alabanzas a Tathagata, y los propios rescoldos del fuego volvieron a
arder para poder escucharle.
«Debo enterrar a este pobre ciervo» se dijo Saion Zenji. Pero al
abrir la puerta de su cabaña miró allí donde había estado el animal y no vio
nada, ni siquiera la huella de su cuerpo en la nieve.
«Es muy extraño», dijo maravillado.
Tan pronto como pudieron salir de sus casas, los humildes
campesinos de los valles acudieron para conocer la suerte que había corrido el
ermitaño en medio de la nieve y la tormenta. «Quieran los dioses que no haya
muerto de hambre y de frío» dijo uno de ellos. Pero lo encontraron cantando en
su cabaña y él les contó cómo había sobrevivido gracias a la carne de un
ciervo.
«Apenas corté un palmo de carne», dijo, «y la mitad de él aún está
en la olla de hierro».
Pero al mirar en el interior de la olla, no encontraron carne de
ciervo, sino un pedazo de madera de cedro, uno de cuyos lados era dorado.
Maravillados, llevaron el pedazo de madera al santuario de Kwannon. Una vez
hubieron quitado la nieve que lo cubría, todos entraron para adorarla. Allí
estaba la sonriente imagen de la celestial dama, brillando entre flores
doradas. A su derecha había una hendidura en la madera dorada. Las gentes del
valle trajeron la pieza de madera que encontraron en la olla de hierro, y la
colocaron en la hendidura. De repente, la marca desapareció, y el lugar se
inundó de un resplandeciente reflejo dorado. Todos cayeron de rodillas, pero el
ermitaño se mantuvo de pie, cantando una gran alabanza a Kwannon la Compasiva.
El sol se puso. La gente de los valles descendió lentamente hacia
sus casas desde el santuario. La luna y las estrellas brillaban sobre el Pino
Solitario, sobre el Puente Flotante y el mar. Los rayos de la luna penetra-ron
en el santuario, a través de un agujero en el tejado, e iluminaron el rostro de
Kwannon la Compasiva, mostrando sus múltiples brazos de amor. Y Saion Zenji, su
siervo, estaba frente a ella, cantando en éxtasis, con lágrimas cayendo por sus
mejillas:
«Oh, mujer
maravillosa, fuerte y hermosa,
compasiva,
misericordiosa mujer de mil brazos
me
alimentaste con tu propia carne
¡misterio de
misterios!
Como un
ciervo muerto llegaste a mí
Desde el
fondo de mi corazón me hablaste
Para que
guardara la ley,
aunque fuera
quebrantándola
¡misterio de
misterios!
Kwannon,
Dama Compasiva, quédate conmigo
Guárdame de
los peligros de la apariencia
Haz que no
sienta temor ante la nieve
O ante el
Pino Solitario
¡misterio de
misterios!
Yo renuncié
al Nirvana
Ayúdame para
que deje este mundo, satisfecho,
Y cante la
Canción Divina»
Fin
Cuento extraído del libro
"Cuentos de Hadas Japoneses",
Colección Magoria, 1999,
por Ediciones Obelisco
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¡Nos
leemos en la próxima entrada!
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por visitar mi blog!
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Sayounara
Bye Bye!
Gabriella
Yu
¡Hola! ¡Qué hermoso cuento! ¡Cuánta magia! Me encanta la naturalidad con la que sucede todo y como la diosa definitivamente, hace honor a su nombre. Quizás, entre tanta compasión, llega al Nirvana.
ResponderBorrar¡Un abrazo!
Es un placer saber que te haya gustado tanto este hermoso cuento.
Borrar¡Besos y gracias por comentar!
Que lindo cuento!!!
ResponderBorrarLo de la diosa kannon lo escuche la primera vez en un epis de inuyasha XD y ahora vengo a leer un cuento de ella en tu blog XD y me parecio muy interesante!!!
Saludos!!
¿Así que viste Inuyasha? ¡Es un anime excelente! Sólo que me falta ver el final, je XD Ya veré cuándo me hago tiempo para verlo :)
BorrarMi personaje favorito es el monje Miroku XD
Siiiii lo estube viendo... me faltan como 15 epis para terminar el anime completo solo que me da pereza tener que leer los subtitulos XD.... cuando tenga tiempo y animos de arruinar mis ojitos con los subtitulos voy a ver los epis que me faltan... pues ya termine de ver las 4 pelis y creo que hay una ova aunque creo que es subtitulada tambien :(
BorrarEl monge miroku me encanta!!!!! Me mataba de la risa cuando hablaba de la "maldicion en su mano" je pero refiriendose a otra cosa y no al agujero XD... y entre las chicas me encanta sango, ah y no nos olvidemos de kirara su gatita es super lindaaaaaa!!!
¡Sango es mi preferida también! :>) ¡Y qué despierta que sos! Yo no me había dado cuenta lo de la mano, je, soy bastante despistada :))
Borrar¿Los episodios finales no están subtitulados? :(
Jejejeje XD a mi esa parte del monge era la que mas me gustaba me daba tanta risa!!!
BorrarSi estan subtitulados y es por eso que no me gusta verlos porque no quiero leerlos XD... menos mal estan haciendo de a poco los epis en audio latino ahora acaban de terminar de traducir el epis 182!!!
¡Qué bueno! Espero poder verlos algún día :)
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