Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 6

Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Publicación: 1 episodio cada miércoles (si se puede)
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Gabriella Yu

*Capítulo 6: El Triunfo de Jo y Laurie*

/¡Hola a todos! ¿Cómo están? Soy Amy March. ¡Por fin aparezco en éste capítulo! ¿Me extrañaron? Mi hermana Jo está dispuesta a triunfar en la gran ciudad de Nueva York y nosotros ya nos hemos enterado de que ella se está hospedando en casa de Anthony y, como todos sabemos, Laurie fue quien peor se tomó la sorprendente noticia…/

Jo no podía evitar ponerse nerviosa cada vez que Anthony leía uno de sus escritos, pues la primera vez que lo había hecho, ella se había llevado un terrible disgusto cuando él le dijo que no le interesaba leer lo que había escrito una "chiquilla sin experiencia". Su primera crítica la había enfurecido y hasta desanimado de ser escritora, pero cuando se hubo sobrepuesto y vuelto a la escritura una vez más, había conseguido que Anthony la elogiara en su tercer intento y le diera la inolvidable sorpresa de que su cuento fuera publicado en el diario en dónde él trabajaba.

Al recordar el momento en que había corrido detrás de él cuando Laurie le había avisado que era Anthony el que había traído el periódico, la hizo sonreír a pesar de su nerviosismo.

—Escúchame, Jo… —le dijo su amigo, sacándola súbitamente de aquellos recuerdos.

—¿Eh? ¿Sí, Anthony? —la chica trató de disimular su nerviosismo mientras se acercaba hasta donde él se encontraba sentado, pero al ver la forma tan severa con que la miró, la hizo detenerse de golpe y ponerse a la defensiva.

—¡Bueno! —declaró molesta mientras ponía los brazos en jarra y giraba la cabeza hacia un costado—. ¡Me importa un comino lo que tú pienses acerca de mi obra teatral! ¡Voy a presentarla te guste o no!

—Pues me alegro; es una obra magnífica, Jo —le dijo, sonriendo de oreja a oreja.

Jo se quedó boquiabierta, mirándolo con los ojos bien abiertos, sorprendida.

—¡Oh! ¿Por qué siempre me estás tomando el pelo, Anthony Boone? ¡Te odio! —se quejó, cruzándose de brazos muy enojada.

Soltando una carcajada, el aludido dejó el manuscrito sobre la mesa y se dirigió hacia la puerta mientras se ponía el saco y el sombrero.

—Tengo que irme a trabajar, Jo. Nos vemos mañana —se despidió abriendo la puerta.

—Bien, vete ya —le dijo secamente sin siquiera mirarlo.

Una vez afuera, Anthony metió las manos a los bolcillos y comenzó a caminar alegremente sin volverse a mirar hacia atrás.

—…3… 2… 1… —contó hasta que escuchó que alguien abría de golpe la puerta de calle del edificio en donde vivía.

—¡Anthony! ¡Anthony! —escuchó que lo llamaban.

Al darse vuelta, vio a Jo correr hacia él con su característica alegría estrepitosa. Ella recién se había dado cuenta de lo que él le había dicho.

—¿De verdad te gustó mi obra? —le preguntó jadeante una vez que lo alcanzó, mirándolo con los ojos brillantes por la emoción.

—Ya te lo dije, Jo: es una obra magnífica. Estoy seguro de que les gustará —le sonrió amistosamente para luego darle la espalda para seguir su camino.

—Lleva tu obra al teatro, Jo —le dijo mientras levantaba la mano para despedirse de su amiga pero sin volver la cabeza para mirarla—, estoy seguro de que será todo un éxito. ¡Ah! Y vuelve adentro o vas a pescar un resfriado; hace demasiado frío afuera. En Nueva York la primavera es mucho más fría que en NewCord… ¡Hasta la vista, Jo!

—¡Adiós, Anthony! ¡Hasta la vista! —se despidió alegremente con la mano en alto para luego volverse a los grandes zancos hacia el departamento para prepararse a salir y llevar su obra al teatro.

Cuando llegó al edificio, grande fue su sorpresa cuando se encontró con que había mucha gente antes que ella, con los mismos propósitos de entregar su propio manuscrito y audicionar para algún papel en dicha obra. Aquello no lo había previsto y sus posibilidades de que aceptaran su obra habían disminuido considerablemente. Frunciendo el entrecejo, se unió a la fila para esperar su turno.

Luego de más de una hora de espera y después de haber trabado amistad con las personas que se encontraban a su lado, llegó el turno de Jo para presentar su obra.

—¡El siguiente! —exclamó un pequeño hombrecillo de graciosos bigotillos negros una vez que éste saliera del salón en donde los aspirantes entraban para ser entrevistados.

Tragando saliva y reacomodando los hombros, nuestra decidida protagonista lo siguió con paso firme y ambos ingresaron al salón después de traspasar una enorme puerta de dos hojas. Grande fue la sorpresa de la muchacha cuando se encontró en el enorme salón en donde se representaban las obras de teatro, que, a pesar de no ser uno de los más grandes, poseía una enrome cantidad de cómodos asientos dispuestos en filas, balcones para los que pudieran pagarlos, elegantes candelabros dorados distribuidos adecuadamente en las altas paredes pintadas de color mostaza bordeadas con toques dorados. Justo al frente de todo eso, extendiéndose con todo su esplendor, se encontraba el escenario,
exquisitamente cubierto por varias capas de elegantes telones de terciopelo rojo o dorado.

En ese momento, el telón se encontraba descorrido.

—Pase al frente, señorita March —le pidió el hombrecillo de bigotes graciosos.

Obedeciéndolo, Jo recorrió el largo pasillo cubierto de alfombras rojas hasta que llegó a las primeras filas en donde divisó a cuatro personas: dos mujeres y dos hombres de más o menos la edad de sus padres.

—La señorita Josephine March, supongo —dijo uno de ellos en cuanto la joven se detuvo.

—Así es, señor —le dijo haciéndole una casi imperceptible reverencia—. He venido a presentarles mi obra.

—¿Cuántos años tienes, jovencita? —le preguntó suavemente una de las mujeres, una señora algo regordeta que usaba anteojos y poseía un pésimo gusto para la moda, pero que, a juzgar por su rostro bondadoso, era una persona muy amigable.

—Diecisiete años.

—¿Diecisiete años? Eres muy jovencita… —comentó la otra, una mujer delgada y vieja que también usaba anteojos y que parecía ser algo arrogante

—Disculpe, pero la edad no tiene nada que ver con el talento —replicó un tanto ofendida, recordando sin querer la primera vez que se encontró con Anthony.

—Puede ser… —asintió la mujer, atraída por el temperamento de la muchacha—. ¿Vienes a presentar una obra o audicionar para un papel?

—… Ambas cosas, si me permite.

—¿Ambas cosas? —se sorprendió el primer hombre que había hablado, alguien muy alto, de facciones duras, bigotes y patillas, quien vestía un llamativo traje a cuadros y fumaba habanos—. ¿Y ya ha participado en alguna obra de teatro, señorita March?

—Bueno… yo… —respondió dubitativamente—. Mis hermanas y yo hemos recreado mis propias obras de teatro, señor.

—¡Ja, ja, ja! —se rió el hombre que era bastante gordo y risueño—. ¡Esas no son actuaciones serias, señorita March!

Ofendida en su orgullo, Jo no pudo evitar replicarle con la vehemencia que la caracterizaba cada vez que se sentía agredida.

—En eso se equivoca, señor —le dijo—. Bajo mi dirección, mis hermanas y yo nos tomábamos muy en serio nuestros papeles, representando nuestras obras lo mejor posible frente a cualquier público que nos honrara con su presencia.

Los cuatro comenzaron a mirarse interrogadoramente hasta que la mujer delgada se volvió hacia ella.

—¿Y en dónde representaban sus obras de teatro? —preguntó.

—En casa.

—¿Y aún así pretende que se la tome en serio, señorita?

—Claro que sí —respondió con toda la seriedad que solamente un profesional ofendido podía expresar.

Los tres entrevistadores se miraron detenidamente, como si se pasaran silenciosos mensajes que sólo ellos podían entender. Entonces, el hombre alto, se volvió hacia Jo y la miró muy interesado.

—Bien, señorita, la tomaremos en serio. ¿Por qué no sube al escenario y nos comenta de lo que trata su historia para que después nos haga una representación de alguna escena que considere muy importante para su obra?

—¿Eh? ¿Ahora? —exclamó sorprendida.

—Sí. Ahora —repitió.

Jo se quedó con la boca abierta y no pudo evitar ponerse más blanca que un fantasma, pero como aquella era la oportunidad más grande de su vida, en cuanto a sus ambiciones teatrales, se decidió y subió las escaleras con los puños cerrados hasta colocar sus pies en el escenario, deteniéndose frente a aquellas exigentes personas.

—¿Está lista? —preguntó el hombre alto mientras fumaba uno de sus habanos.

—Estoy lista, señor… —respondió, dominando su repentino nerviosismo. ¡No iba a permitir que Anthony la acusara de cobarde!

—Bien, comience.

XOX

A todo eso, en la ciudad de NewCord, Laurie recibía lo que para él era la peor noticia que había recibido en su vida.

—¿Es cierto lo que dices, Amy? —preguntó entre molesto y muy preocupado, tomando a la hermana menor de Jo por los hombros para mirarla a los ojos—. ¿Es cierto que Jo está quedándose en el departamento de ese periodista?

—Estoy segura —asintió con la cabeza, bastante extrañada y hasta un poco asustada por la actitud del muchacho—. Jo nos contó todo en su carta. Dijo que los Kirke habían tenido problemas /incredibles/ en su casa y que no iban a poder recibirla sino dentro de un par de semanas…

—¡Agggh! —Laurie gritó mientras se llevaba ambas manos a su morena cabeza y comenzaba a caminar de aquí para allá en el jardín de los March—. ¡Ya sabía yo que era un grave error dejar marchar a Jo a la misma ciudad en la que está ese tipo!

La pequeña jovencita entrelazó las manos hacia atrás y se dedicó a mirarlo andar de un lado a hacia el otro, gesticulando como un loco.

—Eso mismo dice tía March —agregó ella—, pero mamá y papá prefieren confiar en Jo y en Anthony.

—Bueno, yo también prefiero confiar en Jo —declaró deteniéndose de golpe—, pero no puedo decir lo mismo de ese periodista…

—Pero Anthony parece un caballero… Un día elogió mis dibujos, y alguien así no puede ser malo, ¿verdad?

—Puede ser, Amy, pero Anthony siempre ha estado detrás de Jo y… —se llevó la mano a la boca en actitud pensativa. De pronto, su rostro se iluminó al ocurrírsele una maravillosa idea.

—¡Eureka! —gritó dando un brinco, asustando a su interlocutora—. ¡Voy a pedirle al abuelo que me deje ir a estudiar a la universidad de Nueva York en vez que a la de Boston! ¡Allá me reuniré con Jo y la pasaremos estupendo!

Y diciendo esto, salió disparado hacia su elegante y enorme casa, dando brincos de alegría y corriendo como una gacela con sus largas piernas. Con sus ya diecisiete años, Laurie comenzaba a convertirse en un joven muy apuesto, lleno de entusiasmo y vitalidad.

Amy, quien a sus doce años de edad apenas comenzaba a convertirse en una hermosa señorita llena de sueños y ambiciosas pretensiones propias de su edad sin que todavía dejara de lado sus juegos infantiles, seguía siendo una jovencita mimada, y aunque veces se comportaba como una niña caprichosa y pretenciosa, poseía un buen corazón.

Alzándose de hombros, Amy le restó importancia al asunto y entró a su casa con la intención de dibujar y chismosear con su hermana Beth acerca del extraño comportamiento de su vecino y amigo.

—Lo que pasa es que Laurie quiere mucho a Jo, Amy —le respondió ésta luego de haber escuchado el chismecito de su hermana.

—Eso ya lo sé, Beth. Salta a la vista lo mucho que quiere a Jo y la tonta ni cuenta se da —se quejó la aludida, quien se encontraba sentada en el sillón del salón retratando a su hermana mientras ésta se
encontraba tocando el hermoso piano que el señor James Laurence le había regalado.

—Es porque Jo lo ve como a un amigo y nada más —fue la acertada respuesta de la sensata Beth, cuyo aspecto era simple y angelical, y que, a pesar de sus quince años, seguía pareciendo una niña. Su alegría y su humildad era la paz de aquella casa, la paz que casi se había perdido cuando ella se había enfermado gravemente de fiebre escarlatina. Ahora, Beth ya estaba casi completamente repuesta y sus colores sonrosados habían regresado a sus mejillas.

—Pues es una tonta —Amy volvió a afirmar su punto de vista haciendo una mueca de disgusto—, si un muchacho como Laurie quisiera ser mi novio, yo lo aceptaría sin pensarlo dos veces.

—¿Te refieres a su aspecto, su forma de ser o su posición social?

—Me refiero a todo en general.

Beth se volvió y le sonrió llena de felicidad.

—Me alegra que tengas tan buen gusto, Amy; pero creo que lo más importante sería su forma de ser más que todas las otras cosas, ¿no te parece?

—¡Oh, no! ¡Para nada, Beth! —negó efusivamente dejando la tabla de dibujo sobre la mesa—. Para mí tooodo es importante. Mi novio debe ser perfecto.

—¡Oh! Pues creo que me apresuré a juzgarte… —replicó desencantada mientras volvía su atención a las teclas del piano y comenzaba a tocar una hermosa melodía de Beethoven.

—¿Qué tiene de malo tener grandes /espiraciones/, Beth? —rebatió, dirigiéndose hacia su hermana con los brazos en jarra—. ¿Acaso tú no te pones a pensar en cómo te gustaría que fuera tu futuro esposo?

Beth se rió con esa delicada risa que la caracterizaba.

—Supongo que quisiste decir "aspiraciones", ¿verdad, Amy?

—Tal vez, pero no te hagas la tonta y respóndeme la pregunta que te hice, Beth —se paró a su lado, sonriéndole pícaramente mientras entrelazaba los dedos por detrás.

La aludida pareció sonrojarse levemente, desviando la mirada de su hermana y carraspeando tímidamente.

—… La verdad es que nunca he pensado en eso, Amy…

—¡Mentira! —exclamó su hermana con entusiasmo mientras la tomaba por las manos—. ¿Crees que voy a creerme eso, Beth? Una chica de tu edad ya sueña con su futuro esposo. ¡Anda! ¡Vamos! ¡Cuéntame! —insistió.

—¡Oh, Amy! ¡Te estoy diciendo la verdad!

—Vamos, Beth, sé que eso no es verdad. ¿Es que no puedes ser sincera con tu querida hermana alguna vez en tu vida? ¿Eh?

Se le quedó mirando por unos segundos hasta que, dando un suspiro de fastidio, Beth se dio por vencida.

—Está bien, te lo diré. Pero prométeme que no se lo dirás a nadie, Amy, ni siquiera a mamá y papá.

—¿Ni siquiera a ellos? —se sorprendió—. Está bien, desde el momento en que me reveles tu secreto seré tan silenciosa como una tumba —Le aseguró mientras fingía cerrar sus labios con un candado.

Entonces, sin poder evitar ruborizarse un poco y mientras comenzaba a retorcer sus dedos, Elizabeth March bajó la cabeza y juntó todo su valor para sincerarse con su hermana.

—Yo… A mí…. A mí… —tartamudeó.

—¿Sí? —Amy la alentó a hablar, acercándose más a ella.

—A mí… A mí me gustaría que a mi futuro esposo le…, le… —alzó la cabeza y su delicado rostro pareció sumergirse en uno de sus más preciados sueños—…, le guste la música… tanto como a mí...

—¿Eh? —se sorprendió su hermana, pero enseguida comenzó a reírse con muchas ganas, llena de felicidad—. ¡Ja, ja, ja! ¿Cómo no me di cuenta de eso antes? ¡Es tan obvio! ¡Ja, ja, ja!

—¡Oh! Yo no le encuentro la gracia, Amy… —protestó Beth muy avergonzada y molesta mientras se retorcía el vestido con la cabeza gacha.

La chica se dio cuenta que estaba siendo atrevida y dejó de reírse, carraspeando un poco abochornada.

—Lo siento, Beth; no quise ofenderte… —se disculpó—, pero es que era algo que tendría que haber esperado de ti y no me di cuenta.

—Está bien, Amy; no importa —le sonrió cariñosamente para luego volver su atención al piano y comenzar a tocar una de sus piezas favoritas con la tranquila alegría que la caracterizaba.

Esbozando una sonrisa, su hermana también regresó a su pasión artística y seguir retratando a la pianista de la familia.

—¿Sabes, Beth? —le dijo, mientras le daba más profundidad al dibujo aplicando algo de sombra—. No tiene nada de vergonzoso en que te gusten los chicos…

—Da igual, pero no quiero que se lo cuentes a nadie, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —contestó sonriendo, prometiéndose sinceramente a sí misma a no dejarse caer en la tentación de ir contando por ahí el íntimo secreto de su hermana Beth por más tentador que fuera.

XOX

Mientras tanto, en la mansión de los Laurence, el joven Laurie había terminado de exponer a su abuelo su idea de asistir a la universidad de Nueva York, propuesta que al viejo James Laurence no le cayó del todo bien.

—Dime, Laurie —comenzó a decir mientras dejaba de lado los papeles que estaba leyendo sentado frente al escritorio de su despacho—, ¿esa chica Jo tiene algo que ver con esta repentina decisión tuya?

—¿Eh? Pues bueno, yo… —no pudo evitar ponerse colorado como un tomate mientras metía las manos al saco y comenzaba a jugar con su pie.

—Si ésa es tu razón, jovencito, mucho me temo que no podré permitírtelo. Irás a la universidad que yo he elegido para ti.

—¡No! ¡No puedes hacerme esto, abuelo! —exclamó muy alarmado el muchacho, dirigiéndose rápidamente hacia su abuelo y colocando firmemente sus manos sobre el escritorio, con sus ojos negros echando chispas—. ¡Jo está sola en esa enorme ciudad! ¡Y… y…. y también está ese tipo que siempre andaba detrás de ella!

Su abuelo no pudo evitar soltar una disimulada risita.

—Veo que realmente te gusta esa jovencita, ¿verdad, muchacho?

—¡Oh! Bueno…, yo… —ahora sí que no pudo disimular su sonrojo, por lo que se vio obligado a bajar la vista nuevamente.

—Mira, Laurie —el caballero se levantó de su asiento y se paró delante de su nieto mientras le ponía amabas manos en los hombros y lo miraba lleno de orgullo y preocupación—, sé que te interesa mucho aquella muchachita, pero tampoco quiero que descuides tus estudios. Ya sabes que espero que tomes mi lugar en los negocios algún día y no quiero que nada ni nadie interfiera con ello.

Laurie alzó la vista y lo miró con esa intensidad de sentimientos que lo caracterizaba.

—Abuelo, ya sabes que he tenido que renunciar a mis sueños de convertirme en un gran pianista como lo era mi madre para cumplir tus deseos, pero mucho me temo que esta vez no podré cumplir con lo que me estás pidiendo… —sus ojos negros brillaron con una determinación inusitada en él—. El estar lejos de Jo me impedirá concentrarme en mis estudios, aún más sabiendo que ella está en la misma ciudad en la que está Anthony… ¡Oh, abuelo! —exclamó aferrándose fuertemente de los
brazos de su abuelo—. ¡No sé qué sería de mí si perdiera a Jo! ¡Ella ha sido tan buena conmigo que yo no sabría vivir sin su presencia! ¡Oh! ¿Cómo podrías entenderlo, abuelo? ¡Puedo renunciar a la música, pero jamás me atrevería a renunciar a Jo!

Y así, sin quererlo, un par de lágrimas brotaron de sus ojos. Por primera vez en su vida, Laurie Laurence, había tenido el valor de sincerarse con su recto abuelo, quien, al notar aquella enorme muestra de emoción, le volvió la espalda y carraspeó algo alterado.

—Limpia tus lágrimas, muchacho; no es propio de un caballero llorar así —le aconsejó mientras Laurie acataba su consejo secándose las lágrimas con el pañuelo.

—Perdón, abuelo, yo… yo no sé lo que me pasó… —trató de excusarse, pero el señor Laurence lo interrumpió.

—No tienes por qué disculparte, muchacho —le dijo sin volverse a mirarlo—, aunque tú no lo creas, entiendo muy bien lo que estás sintiendo… Yo también amé así a tu abuela… —Se le hizo un nudo en la garganta al recordarla, pero logró mantener la compostura y se volvió hacia Laurie, colocando las manos sobre sus hombros y mirando fijamente a aquellos sinceros ojos negros, pero, esta vez, notó que el rostro de su nieto reflejaba una intensa determinación que estaba lejos de ser un capricho.

—Ve a estudiar a Nueva York, muchacho, te doy mi permiso —fue la sorprendente proposición del señor Laurence—. Pero prométeme que no descuidarás tus estudios y, cuando te recibas y regreses a hacerte cargo de mis negocios, traigas a Jo convertida en tu esposa, ¿de acuerdo?

El asombro de Laurie no tuvo límites, miraba a su abuelo como quien mira algo que nunca se hubiera imaginado ver alguna vez en su vida, pero, cuando aquel sentimiento pasó para dar lugar a uno de extrema felicidad, tomó a su abuelo de las manos y exclamó con gran emoción en su voz:

—¡Estudiaré con todas mis fuerzas, abuelo! ¡Jamás lamentarás haber tomado esta decisión!

Y soltando aquellas manos viajas y bondadosas, corrió hacia las escaleras brincando como una liebre mientras exclamaba lleno de júbilo:

—¡Un millón de gracias, abuelo! ¡Hurra! ¡Iré a Nueva York! ¡Iré a ver a Jo!

Sonriendo y entrelazando las manos hacia atrás, James observaba felizmente a su nieto mientras éste subía a su cuarto para hacer inmediatamente las maletas para el viaje. Oraba porque su decisión haya
sido la correcta. Pero… ¿quién era él para interponerse entre Laurie y su gran amor? Solamente le cabía esperar que todo resultara como lo planeado.

XOX

A todo eso, en la lluviosa ciudad de Nueva York, cuando ya la noche había caído sobre ésta, el joven periodista Anthony Bonne se encontraba parado en el cordón de la acera del teatro bajo el refugio de un paraguas, esperando a que Jo saliera para darle las buenas nuevas porque él estaba seguro de que elegirían su obra. Aunque él le había dicho que se verían a la mañana siguiente, al ver que llovía a cántaros, fue a esperarla con el paraguas para que no se mojara con la lluvia.

—¡Atchiiisss! —estornudó inesperadamente, provocando que su sombrero cayera en la calle y se empapara con el agua que corría sobre ella.

—¡Oh! ¡Maldita sea! —se quejó mientras alzaba su sombrero para comenzar a limpiarlo con la manga de su sobretodo—. ¿Qué más puede pasarme hoy?

De pronto, las puertas del teatro se abrieron para dejar salir a los aspirantes a actores y guionistas; en el rostro de la mayoría de ellos revelaba su gran pesar por no haber sido elegidos, otros estaban tristes, algunos enojados y a la minoría se la veía con la típica sonrisa de la aceptación.

Los ojos azules del muchacho buscaron nerviosamente a su amiga en cada joven que salía de allí, esquivando una y otra vez a los que habían participado en aquella empresa que les había resultado infructuosa. Pronto la acera quedó completamente vacía, quedando tan sólo Anthony, quien seguía de pie frente a la entrada del teatro.

Los minutos pasaron y el joven periodista comenzó a temer que los entrevistadores habían sido muy duros con Jo y que ésta no lo había resistido y se había marchado de allí antes de que él llegara.

Dando un triste suspiro de frustración, Anthony se colocó el sombrero y, luego de darle una última mirada al teatro, comenzó a caminar rumbo a casa con la idea de consolar a su amiga, animarla a que lo intentara otra vez y escribir un artículo en el diario en donde trabajaba acerca de la estupidez de los dueños del teatro.

—¡Anthony!

Escuchó que lo llamaban, era la voz de Jo, su querida Jo. Lentamente el muchacho giró sobre sus pies hasta que divisó a su amiga parada bajo la lluvia, recién salida del edificio. No sabía explicar el por qué, pero el rostro de la joven era una mezcla radiante y hermosa de entusiasmo, emoción y alegría, y a pesar de que ella no era muy atractiva, bajo la lluvia se la veía simplemente hermosa.

—Anthony… —Jo volvió a repetir su nombre mientras las lágrimas comenzaron a mezclarse con las gotas de lluvia que caían sobre sus arreboladas mejillas—… ¡Me aceptaron! —dijo—. ¡Aceptaron mi obra y yo tendré el papel principal!

—¡Oh, Jo! —replicó el emocionado joven mientras bajaba lentamente el paraguas y extendía los brazos—. ¡Sabía que lo lograrías! ¡Lo sabía!

Y entonces, ya sin poder dominar su emoción, la muchacha corrió con todas sus fuerzas hacia Anthony y saltó sobre él colgándose de su cuello, llorando de alegría. Lleno de orgullo y dicha por su amiga, Anthony la abrazó por la cintura y ambos comenzaron a girar sobre sí mismos entre risas de alegría.

—¡Gracias, Anthony! ¡Gracias! —exclamaba Jo con su cabeza apoyada en la de él—. ¡Jamás olvidaré todo lo que estás haciendo por mí! ¡Te debo tanto!

—¡No te preocupes por eso, Jo! —replicó, estrechándola contra su cuerpo—. ¡Mientras tú seas feliz yo también lo seré y esa será la mejor recompensa de todas!

—¡Oh! ¡Pero qué cursi eres, Anthony Boone! —se rió la chica, apartándose un poco de él para mirarlo detenidamente mientras lo tomaba de las manos—. Soy muy feliz ahora, ¿sabes? Y todo gracias a ti que siempre me das ánimos para emprender grandes cosas…

—Vamos, Jo, no sigas o vas a echarme a perder… —sonrió un tanto acalorado—; pero si no regresamos a casa pronto, serás una actriz y escritora feliz y acatarrada.

Luego de soltar una carcajada con aquella ocurrencia, Jo se colgó del brazo que Anthony le ofrecía, y mientras se marchaban caminando bajo la protección del paraguas, Jo comentó con gran alegría:

—En casa se caerán de espaldas cuando sepan que seré una actriz…

—De eso no tengo dudas, Jo; tú sorprendes a cualquiera.

—Que tonto eres… —replicó frunciendo la boca pero con los ojos brillantes por aquel alago.

Para Anthony, aquella era una noche maravillosa a pesar de los sinsabores que había pasado durante todo el día. Jo siempre sabía cómo darle un toque especial a su vida y él estaba muy agradecido por eso. ¡Pero no tenía idea de que muy pronto estaría en camino su máximo rival en la lucha por el amor de aquella jovencita!

/¡Ah! Dos lindos muchachos enamorados de Jo… ¿quién lo diría? Pero yo estoy segura de que la superaré en cantidad de admiradores porque soy mucho más hermosa que ella… ¡y porque yo no soy como un chico! Estoy segura que entre Laurie y Anthony habrá una enorme rivalidad a pesar de que ambos no se llevan mal. ¡Nos leemos en el próximo capítulo!/

Continuará el próximo miércoles...


Nota de una Bloguera Descuidada:


¡Hola, mis queridos arrinconados! ¿Cómo están? Espero que bien. La peli que he visto es la legendaria "El Exorcista" que a pesar de su edad es una de las pelis más "feas" que he visto de terror, o sea, es una de las mejores pero tiene cosas muy pesadas... no apta para el público sensible. También he visto la película "Death Note" versión Netflix, la cual me gustó mucho. Conozco la Death Note original, o sea, el manga y el anime; he visto las pelis japonesas y el dorama. Todas me gustaron y no le vi nada de malo a la versión occidental, está hecha justo para el público que no conoce la historia y que seguramente se interesará en conocerla después de verla :)

¡Gracias por visitar el blog!
¡Nos leemos en la próxima entrada!
¡Cuídense!

Sayounara Bye Bye!!!

Gabriella Yu
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