Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 9

Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.



¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?


Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Publicación: 1 episodio cada miércoles (si se puede)
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Gabriella Yu

*Capítulo 9: Laurie Comienza una Nueva Vida*



     Como las intenciones de Laurie era hospedarse en la pensión de los Kirke, le vino muy bien el percance que ellos habían tenido unos meses atrás con el edificio, pues algunos de sus antiguos inquilinos no habían regresado y habían habitaciones disponibles.

     De más está decir que Jo estaba encantada con la idea de que su mejor amigo se quedara viviendo en el mismo edificio que ella porque ambos seguirían siendo vecinos y amigos, como antes.

     —Me alegra muchísimo tenerte otra vez de vecino, Laurie —comentó llena de felicidad—. ¿Pero tu abuelo estará de acuerdo con esto?

     —Mientras estudie sé que no pondrá ninguna objeción al respecto —la calmo con una amistosa sonrisa.

     —¿Y qué estudiarás? —le preguntó mientras se afirmaba al pasamos de la escalera.

     —Estudiaré Derecho —infló su pecho y agregó muy orgulloso de sí mismo—: seré un gran abogado y más adelante me encargaré de los negocios de mi abuelo.

     —Eso me parece digno de alabanza, Laurie, ¿pero qué pasará con tus sueños de ser un pianista famoso?

     —¡Oh! ¿Eso? —su rostro se oscureció de repente y su mirada se volvió muy triste.

     Y, apoyándose también sobre el pasamano, declaró deprimido:

     —Pues creo que tendré que olvidarme de ese sueño por completo… A veces hay que renunciar a tus sueños para hacer lo correcto…

     —Eso es verdad… —asintió Jo muy apesadumbrada por él, quedándose callada y mirando tristemente hacia los escalones. De pronto, una maravillosa idea vino a su mente.

     —¡No, Laurie! ¡No todo tiene que ser exactamente así! ¡De alguna manera se podrán realizar tus sueños! —declaró con su habitual impetuosidad,volviéndose hacia el sorprendido muchacho.

     —¿A qué te refieres con eso, Jo? —preguntó interesado.

     —Mira, te lo explicaré. Resulta que conozco a una chica que dirige un salón de lectura y que tiene un conocido que ha fundado también un salón de música muy cerca del edificio en donde ella tiene su salón. Laseñorita Hamilton me ha contado que su amigo se encarga de difundir la música entre jóvenes talentosos y restringidos por sus obligaciones como tú o por su pobreza, o sea, allí pueden dedicarse a lo que más le gusta sin que nadie se los esté prohibiendo. ¿No te gustaría unirte a ellos? No creo que un poco de esparcimiento interfiera con tus estudios…

     Los hermosos ojos negros del muchacho brillaron maravillados como nunca antes lo habían hecho, dándose cuenta de que ahora iba a comenzar una etapa nueva y diferente de su vida, una en que él mismo iba a ser dueño de su propia existencia. Su independencia había comenzado, ya no era más un niño, ahora iba en camino de convertirse en un joven hombre listo para concretar sus sueños y elegir su destino.

     Miró a Jo, miró hacia aquellos alegres ojos grises y supo que, si ella quisiera, juntos podrían emprender una maravillosa vida juntos para cumplir todos sus sueños.

     —¿Si me gustaría unirme a ellos? ¡Por supuesto que sí! —exclamó con alegría.

     —¡Maravilloso! Como mañana es sábado y tengo que asistir al salón de lectura, te presentaré a la señorita Hamilton y ella te presentará al fundador del salón de música, ¿te parece?

     —¡Claro, Jo! —sonrió satisfecho, luego, sin poder evitar que desde sus ojos salieran un par de lágrimas, agregó muy emocionado:

     —Jamás imaginé que el venir aquí me depararía tantas alegrías… Muchas gracias por todo, Jo.

     La muchacha lo miró desconcertada.

     —¿Me lo agradeces? ¡Pero si solamente te he planteado una cosa!

     —Sí, pero no tienes idea de lo que esto significa para mí… Siempre he estado tan solo… —murmuró tristemente.

     El bondadoso e impulsivo corazón de Jo se conmovió profundamente con aquellas tristes palabras y, colocando su mano sobre la de él, le dijo con suavidad:

     —Ya te dije que con nosotras nunca estarás solo, Laurie.

     Él la miró muy agradecido, lleno de ilusión.

     —Gracias, Jo. Nunca me sentiré solo mientras tú estés a mi lado —y colocó su otra mano sobre la de la chica, mirándola con eterna dulzura.

     Jo se le quedó mirando entre sorprendida y consternada, jamás la habían mirado de aquella manera tan profunda y eso la dejó completamente impactada. Pero pronto recuperó el dominio de sí misma y retiró rápidamente su mano de las de su amigo.

     —¡Oh! ¡No seas tonto, Laurie! —se quejó sin poder evitar ponerse ligeramente colorada—. ¿Por qué mejor no vamos a traer tus cosas del coche y te ayudo a instalarte en tu nuevo nido? ¡Apuesto a que bajo las escaleras más rápido que tú!

     —No lo creo. Yo también soy un experto bajando las escaleras —se burló, cruzándose de brazos y mirándola muy ufano.

     —Bueno, entonces… ¡Demuéstralo! —y bajó corriendo las escaleras entre alborotadas carcajadas.

     —¡Eh, Jo! ¡Eso es trampa! ¡Empezaste antes que yo! —se quejó Laurie, comenzando él también a bajar las escaleras con grandes zancadas.

     Como a esa hora estaban todos los habitantes de la casa cenando en el comedor, no había peligro que los chicos atropellaran a alguien, pero, como siempre le había pasado en su casa de Gettysburg, Jo se resbaló poco antes de finalizar su carrera y cayó sentada sobre las escaleras, deslizándose dolorosamente sobre los escalones hasta caer de cola al suelo.

     —¡Jo! ¿Estás bien? ¿Te hiciste daño? —inquirió Laurie muy preocupado, bajando rápidamente por la baranda de la escalera, cubriendo así en pocos segundos lo que le faltaba por recorrer.

     —¡Ouch! No te preocupes, Laurie, no es nada —le respondió ella mientras se levantaba penosamente del suelo con la ayuda de su amigo—. Esto me trajo algunos recuerdos… ¡Hace dos años que no me caía de esa manera! ¡Cómo ha pasado el tiempo! —exclamó con añoranza, recordando aquella
simple época en que era una niña que corría de aquí para allá sin más preocupaciones que parecerse a un chico.

     A Laurie le encantó aquella mirada llena de nostalgia. Era dulce, hasta femenina… pocas veces vista en ella.

     —Bueno —dijo Jo, sonriéndole mientras aún lo tomaba de las manos—, pero ese tiempo ya pasó y ahora somos un par de jóvenes llenos de ilusiones, con grandes deseos de convertirnos en adultos de provecho, ¿verdad?

     —Aún así, creo que no tiene nada de malo "jugar" de vez en cuando, ¿no te parece?

     —Sí, y Anthony es de la misma opinión a pesar de ser mayor que nosotros —le replicó con una sonrisa sincera, borrando inmediatamente la de Laurie, quien no pudo evitar ponerse serio, hasta un poco celoso.

     —¿Anthony Boone? ¿El periodista, verdad? Me había olvidado que él también se encontraba viviendo en esta ciudad… —¡Mentira! ¡Sabía perfectamente eso! Pero como también sospechaba que él andaba por detrás de Jo, intentó sacarle toda la información a su amiga para saber qué tan lejos había llegado su contrincante con respecto a ganar su corazón—. ¿Y viene a visitarte muy a menudo?

     —No tan a menudo como a mí me gustaría. Él siempre está trabajando, andando de aquí para allá sin parar. ¡Ser un periodista de la gran ciudad es un trabajo muy duro! —respondió con admiración.

     —Me lo imagino… —asintió Lauire sin poder evitar ponerse celoso otra vez. ¡Jo siempre había admirado al hombre trabajador!—. Yo también espero trabajar duro cuando sea un verdadero abogado.

     —Estoy segura de que lo harás, Laurie. ¡Estaré tan orgullosa de ti que le gente se cansará de escucharme declarar a viva voz lo mucho que te admiraré! —declaró alegremente, girando en el mismo lugar con los brazos abiertos, dedicándole una hermosa y amistosa sonrisa al detenerse.

     El pobre muchacho se puso tan colorado que no pudo hacer otra cosa que bajar la mirada y comenzar a jugar con sus propios dedos.

     Sin reparar en ello, Jo lo tomó de la muñeca y, tirando de ella, dijo:

     —Vamos a recoger tus cosas, Laurie, o vas a tener que pagarle una fortuna al cochero.

     Obediente, el sonriente muchacho la siguió con el corazón rebosante de alegría. ¡Pronto le declararía su amor a Jo y no habría nada ni nadie que los separe!

     A la tarde del día siguiente, como Jo lo había prometido, llevó a Laurie al salón de lectura, presentándolo con todos sus integrantes. Cabe destacar que, como el muchacho era tímido, le fue un poco difícil interactuar con cada uno de ellos que a Jo, quien era una chica mucho más sociable que él.

     —Mucho gusto en conocerlo, señor Laurence. Soy Sandra Hamilton, la fundadora de este salón de lectura —se presentó, tendiéndole la mano, y Laurie, como el caballero que era y con las mejillas algo coloreadas, se la tomó suavemente para corresponder a su saludo.

     —El gusto es mío, señorita Hamilton.

     —¿Usted es de aquí, señor Laurence? —preguntó la antipática Betty, quien, sentada en su asiento, lo miraba con altanería mientras que los otros miembros lo miraban con gran curiosidad.

     —No. También vengo de la misma ciudad que Jo: NewCord, señorita.

     —¿Entonces usted es familia del señor James Laurence? —inquirió sorprendida.

     —Así es. Soy su nieto.

     Aquella afirmación provocó un cambio repentino en la actitud de Betty hacia él, puesto que enseguida se transformó en una joven agradable y simpática, obviamente, muy interesada en su fortuna y edad.

     —¡Oh, señor Laurence! ¿Por qué no lo dijo antes? —se levantó, dirigiéndose hacia él para tomarlo del brazo y conducirlo hacia uno se los dos sillones del salón—. ¡Qué agradable será el tenerlo aquí! ¿Quiere algún bocadillo?

     —¡Oh! ¡La interesada en acción! —se burló Robert, quien nunca perdía una sola oportunidad para hacerla quedar en ridículo, evidenciando la gran antipatía que sentía hacia ella.

     Betty reaccionó clavándole la mirada, furiosa, pero cuando estaba a punto de replicarle, Laurie se llevó la mano a la nuca, un tanto avergonzado, y declaró:

     —La verdad, señorita, es que solamente estoy de paso. Jo va a llevarme a un salón de música que tiene un amigo de la señorita Hamilton…

     De más está decir que todo el mundo comenzó a reírse con ganas al ver la graciosa reacción de Betty al escuchar esa noticia: se quedó congelada y todo el color se había esfumado de su hermoso rostro, quedándose con la boca bien abierta, sintiéndose rechazada y horriblemente ridiculizada.

     Laurie, aprovechando que ella había aflojado la presión de la mano sobre su brazo, se escabulló y regresó rápidamente al lado de Jo, quien lo miraba llena de satisfacción.

     —… Le has dado su merecido… —le susurró al oído.

     —Lo sé… —asintió divertido, tratando de aguantarse la risa.

     Sandra, como la presidenta del salón, a duras penas logró contenerse para no romper en carcajadas como sus compañeros, así que, cuando al fin sintió que podía hablar sin correr el riesgo de echarse a reírse, se volvió hacia Jo y Laurie.

     —¿Así que piensas formar parte del salón de música de mi amigo Adler? ¿Y qué es lo que tocas?

     —El piano.

     —¡Y lo hace maravillosamente! —exclamó Jo con su acostumbrada efusividad.

     Laurie no pudo evitar ponerse colorado, encogiéndose de hombros y bajando la vista, conmovido por la franqueza de Jo. Pero, de repente, alguien se encargó de bajarle los ánimos de un solo golpe, sorprendiendo a todo el mundo.

     —Esa ridícula actividad es propia de señoritos ricos y remilgados que se parecen más a una mujer que a un hombre —atacó de improvisto el revolucionario y peligroso Mario Mazzini, apareciendo de entre las sombras de un rincón de la habitación, mirando a Laurie de una manera terriblemente amenazadora, paralizándolo tanto a él como a los demás—. ¿No es la verdad, dandi?

     —Señor Mazzini… —murmuró Sandra, estupefacta. Él jamás había sido tan descortés como en ese momento.

     Como a Laurie nunca le habían hablado de esa manera tan amenazadora, tuvo el valor suficiente como para responderle, entre asustado y ofendido, con inteligencia:

     —No soy un dandi; y tocar el piano es una actividad que usted debería practicar de vez en cuando para dominar su furia, señor.

     Si Laurie le hubiera propinado un buen golpe de puño en la nariz, Mario no se hubiera sentido tan ofendido como en ese momento. Aquel chico moreno había utilizado una buena combinación de ataque y defensa utilizando las palabras en vez de los puños, demostrando así que era mucho más inteligente y caballero que él, empequeñeciéndolo y embruteciéndolo. Lo había hecho quedar en ridículo frente a sus compañeros de salón y eso jamás se lo perdonaría.

     Al ver cómo las morenas manos del italiano se cerraban fuertemente, Betty, Michelle, Robert, Isaías y Fei Long se pusieron de pie, amontonándose todos detrás de uno de los sillones, como si quisieran
protegerse de la barahúnda que se aproximaba, pero, al mismo tiempo, desenado ver lo que iba a pasar. No todos los días se veía una pelea en vivo y en directo…

     Luego de que Mario diera un terrible bufido de fastidio, se acercó amenazadoramente a Laurie, quien, a pesar de que no paraba de temblar, mantenía los puños bien cerrados y los músculos tensionados, preparado para hacer a un lado a Jo para que no recibiera ningún golpe y defender su honor.

     Pero justo cuando el italiano se plantó frente al muchacho dispuesto a descargarle una andanada de puñetazos, Jo se interpuso rápidamente entre ellos, sorprendiéndolos, extendiendo los brazos y mirando al agresor con marcada determinación y valor.

     —¡No! —Fue lo único que dijo, pero el joven italiano se paró en seco, quedándose realmente impresionado por el coraje de la joven.

     Sonriendo, Mario aflojó toda la tensión de su cuerpo y le dijo con una media sonrisa, mostrando parte de sus blanquísimos dientes:

     —Veo que no me equivoqué contigo, señorita "Huracán", eres una chica muy valiente —y diciendo esto, los hizo bruscamente a un lado para dejar libre la puerta.

     Antes de marcharse, se volvió hacia ellos y declaró, mirando a Laurie de una manera terriblemente amenazadora pero con un dejo de sincera admiración:

     —Eres muy valiente para ser un dandi, chiquillo, pero si vuelves a enfrentarme como lo hiciste, juro que no te dejaré un solo diente sano, ¿entendiste?

     Y se fue, dejando a todo el mundo petrificado por la tensión que había provocado. Dando un suspiro de alivio, Laurie comentó mientras miraba hacia la puerta cerrada:

     —¡Vaya carácter! ¿Y ésa es la clase de personas que participa en este tipo de cosas? ¡Qué extraño!

     —Sí, es realmente extraño… —asintió Sandra bastante consternada—. Él nunca había sido tan agresivo en éste lugar… Le ruego que lo disculpe, señor Laurence, Mario lleva una vida muy dura y difícil sobre sus espaldas que a veces le resulta una carga muy pesada de llevar.

     Laurie, como era un chico muy observador, sobre todo en lo que se refería a los sentimientos y el amor, pronto se dio perfecta cuenta del excesivo desencanto y preocupación en el rostro de la muchacha.

     —¡Oh! No tiene por qué disculparse por él, señorita Hamilton —le sonrió conciliadoramente—. Debe de haber tenido un mal día y no pudo evitar dar rienda suelta a su enojo, ¿no le parece? Si fuera tan malo como quiso parecerlo hoy, no creo que sería ya miembro de este salón de lectura.

     La joven lo miró con sus ojos verdes bien abiertos, asombrada por la diplomacia de aquel chico tan encantador. Nadie había sido tan comprensivo con las agresivas actitudes de Mario Mazzini.

     —¡Oh, señor Laurence! —lo tomó de las manos muy emocionada—. ¡Nunca he visto tanta generosidad en un hombre! Sepa que está usted cordialmente invitado a nuestro humilde salón de lectura. Le prometo que el señor Mazzini no volverá a serle irrespetuoso otra vez. ¡No sabe lo mucho que nos hace falta personas como usted!

     —Muchas gracias por su invitación, señorita Hamilton. Le prometo asistir cada vez que pueda a su salón de lectura —le respondió humildemente, aunque sus ojos negros brillaban con una nueva idea que había nacido en su romántica cabeza morena.

     Mientras todos se despedían afectuosamente de él, Jo lo contemplaba con enorme orgullo: Laurie había ganado una batalla sin pelear y había conquistado a todos los miembros del salón, como todo un héroe de la antigüedad.

     Luego de que Sandra les hubiera indicado en dónde se encontraba ubicado el salón de música, Jo y Laurie se dirigieron hacia allí con el característico paso rápido y seguro de quien ha ganado más confianza en sí mismo luego de haber salido victorioso de una situación difícil.

     —¡Oh, Laurie! —exclamó Jo maravillada—. ¡Estuviste magnífico allá! ¡Ese Mario Mazzini lo pensará dos veces antes de intentar volver a trabarse en lucha contigo! —y soltó un puñetazo al aire, como si ella misma estaría peleando con el italiano.

     —Vamos, Jo, no es para tanto —Laurie se alzó de hombros muy divertido—. Tú eres la que debería haberse llevado todo el crédito, puesto que fuiste tú la que se interpuso valientemente entre él y yo. Si no lo hubieras hecho estoy seguro de que nos habríamos dado unos buenos golpes y de que yo hubiera resultado ser el perdedor de esa pelea.

     —¡Bah! ¡Pamplinas! ¡Tú le hubieras ganado!

     —Lo dudo mucho —le replicó tranquilamente—, yo estaba tan asustado que mis piernas no paraban de temblar…

     Jo se le quedó mirando bastante sorprendida, pero enseguida se llevó la mano a la nuca y declaró sinceramente abochornada:

     —Si he de decir la verdad, yo también estaba muerta de miedo, Laurie, ya que mis piernas tampoco dejaban de temblar…

     Entonces, los dos se miraron a los ojos y rompieron en carcajadas tras parecerle todo aquel asunto muy curioso y particular.

     —¡Menuda pareja de valientes que somos! ¡Ja, ja, ja! —declaró la jovial muchacha.

     —¡Ssshit! Será mejor que lo mantengamos en secreto para que nuestra imagen de héroes no se empañe ante nuestros fieles seguidores —le advirtió el bromista de Laurie, y pronto los dos volvieron a reírse con ganas con aquella divertida idea.

     Pero luego, el muchacho cambió de expresión y se puso muy serio, deteniéndose de golpe.

     —¿Qué te pasa? ¿Por qué te detienes? Ya falta poco para llegar —inquirió la extrañada Jo, parándose también.

     Entonces, Laurie la miró fijamente a los ojos y colocó ambas manos en los esbeltos hombros de su amiga.

     —Por favor, Jo —le rogó con seriedad—, no vuelvas a interponerte así nunca más. Me aterroriza la idea de que llegara a ocurrirte algo malo.

     La chica se quedó sorprendida en un principio, pero enseguida se puso a la defensiva, alzó su orgullosa cabecita castaña y puso los brazos en jarra, ofendida.

     —¡Oh! ¡Pero qué cursi era Laurie! ¿Por qué no te dejas de decir tonterías? Sé que Mario nunca se atrevería a lastimar a una mujer porque es alguien que ama la literatura. Además, si yo quiero interponerme será asunto mío y el de nadie más, ¿entendido? —Le dio la espalda y declaró con aspereza—: Ya estamos muy cerca de la dirección que Sandra nos indicó, ¿nos vamos?

     Y se alejó de él con paso firme y decidido, demostrando toda su fortaleza como cada vez que se sentía disminuida por su condición de mujer. Laurie se le quedó mirando por algunos segundos, atónito y confundido, pero volvió a sonreír y corrió por detrás se su amiga, sintiéndose muy dichoso porque por fin estaban juntos una vez más, jurándose que, mientras estuviera a su lado, jamás permitiría que ella se interpusiera entre él y la adversidad, siendo él el que la protegiera de todo mal.

/¡Hola! ¿Cómo han estado? ¡Soy Amy! Todos estamos felices con la aparición de Laurie, pero creo que también nos llamó la atención la actitud tan fea de ese chico italiano… ¿Qué le sucederá con Laurie? ¡Él es un chico tan encantador!/

Continuará el próximo miércoles...


Nota de una Bloguera Descuidada:
¡Hola, mis queridos arrinconados! ¿Cómo están? Espero que bien. Las cosas siguen más o menos igual por casa, sólo que últimamente me estoy animando a entrar a la carrera de profesorado de inglés, pero como trabajo y no soy muy dada al estudio, pues no sé, me costará muchos años recibirme, aunque me gusta el inglés y me gusta enseñar, por eso no sé qué hacer XD
Me enteré de que mi prima Florencia viajó a mi ciudad para la cena de egresado de su hermano... Me lastima pensar en que después de tantos años de amistad no hayamos peleado por una tontería. Ella sabe que no soy de las redes sociales, nunca estoy conectada, pero no por eso significa que no me interesan sus cosas o ella... o que tengo mala intención y no quiero hablarle... ¿Por qué tenía que pensar tan mal de mí? "Ese asunto ya no me interesa", me cortó por whatsapp cuando quise disculparme y que no era mi intención dejarla a un lado y no me mensajeó nunca más. Duele cuando nunca fue tu intención... Ahora yo soy la que está enojada con ella, quise explicarle y disculparme varias veces pero ese último mensaje me mató... En fin, es mi derecho ahora decir: ¡A mi tampoco me interesa alguien que no sabe perdonar!!!
Sigo leyendo el cómic Thor: Historias de Asgard, viendo el drama coreano Astuta y Soltera, y el anime Fairy Tail, y estoy terminando de editar el drama coreano De Nuevo un Final Feliz.


¡Gracias por visitar el blog!
¡Nos leemos en la próxima entrada!
¡Cuídense!

Sayounara Bye Bye!!!

Gabriella Yu
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Comentarios

  1. Una pena quería seguir viendo los capítulos de conan

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    Respuestas
    1. Siguen estando. Búscalos en la pestaña que dice Lista de Anime y Dramas. Cuando entres a la entrada de Conan, dale clic a la imagen que está al final 😉

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