Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 13

Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.



¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?


Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Publicación: 1 episodio cada miércoles (si se puede)
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Gabriella Yu

*Capítulo 13: Un Triste y Extraño Pasado*


/¡Hola a todos! ¿Cómo están? Como recordarán en el capítulo pasado, Anthony logró rescatar a Jeremy de las congeladas aguas de un río. Aunque seguramente Anthony no se enfermará de gravedad, el doctor aseguró que Jeremy sí lo haría… ¡Pobre Laurie! ¡Necesita tanto a Jo para que lo acompañe en estos momentos!/

Pero Jo no vino aquella noche, ni tampoco al día siguiente, mandó a un muchachito con un mensaje para nuestro angustiado Laurie diciéndole que no volvería en cuanto se asegurara de que Anthony no hubiera pescado una pulmonía que, por el momento, no parecía ser más que un resfriado.

Aquella noticia dejó bastante desanimado a Laurie, sintiéndose privado de tan importante compañía y apoyo, así que él y la señora Kirke se ocuparon de Jeremy turnándose cada tres horas, vigilando su estado, suministrándole los remedios recetados por el doctor y proporcionándole comida y bebida para fortalecerlo y así poder recuperar su salud perdida.

Laurie había alquilado una habitación para el enfermo, una con un hogar y bien apartada de las corrientes de aire para preservar mejor su salud. A pesar de que Jeremy había declarado que no deseaba recuperarse, poco a poco fue cediendo ante las esmeradas atenciones de sus improvisados
enfermeros, notando una verdadera y sincera amistad en Laurie y un gran cariño maternal por parte de la señora Kirke que le hacía recordar a su propia madre. Jeremy nunca hablaba gran cosa, pero sus ojos tristes eran tan expresivos que sus cuidadores jamás intentaron interrogarlo acerca de su presente o de su pasado, dejándolo tranquilo. Pero, a pesar de los cuidados y los remedios del doctor que venía a visitarlo todos los días, al tercer día se le declaró una fuerte neumonía, que, con seguridad, lo mandaría inexorablemente a la muerte, angustiando a Laurie y a la señora Kirke.

Desde aquel día, Jeremy no había vuelto a recuperar el conocimiento.

Al cuarto día, justo cuando Laurie se sentía mucho más desanimado que antes debido a la débil negativa de Jeremy a tomar un delicioso caldo de pollo, Jo hizo su aparición junto con un muy recuperado Anthony, quien únicamente había pescado un leve resfriado luego de haber guardado cama durante casi tres días y, según él, gracias a los esmerados cuidados de su querida amiga.

—¿Cómo está tu amigo? ¿Ha mejorado? —le preguntó Jo luego de saludarlo y tomarlo cariñosamente de las manos.

—No… —negó el pobre y afligido muchacho, bajando la mirada mientras sus labios temblaban—. No ha querido probar bocado el día de hoy… Ayer se le declaró la pulmonía y su salud ha empeorado… Tenía esperanzas de que se recuperara cuando se sobrepuso a sus deseos de morir…

—¡Oh! ¿Pero cómo es posible eso? —inquirió tan preocupada como sorprendida—. ¿Cómo alguien tan joven como él puede llegar a desear una cosa como esa?

—Puede haber muchas razones, Jo —intervino Anthony, quien había permanecido en completo silencio mientras observaba detenidamente al enfermo a través de la puerta entreabierta de su cuarto—: un pasado doloroso, un futuro sin esperanzas, una enfermedad incurable, la muerte de un ser querido, un corazón roto… ¡Hay tantos motivos! Hasta podría estar inmiscuido en algún delito...

—¿Un delito? —repitió Laurie muy ofendido—. Te equivocas en eso, Anthony; estoy seguro de que él jamás sería capaz de hacerle ni un rasguño a nadie.

El aludido volvió su rostro hacia él, y una conciliadora sonrisa iluminó su rostro siempre sereno.

—Veo que le tienes verdadero afecto a ese pobre chico, Laurie. ¿Qué sabes sobre él? Porque no vamos a poder ayudarlo si no sabemos el motivo por el que deseaba algo así.

—¿Qué sé sobre él? —Laurie no pudo evitar sorprenderse con aquella pregunta, después de todo él no sabía prácticamente nada acerca de Jeremy—. Yo… Bueno, lo único que sé es que se llama Jeremy Williams y es inglés…

—¿Eso es todo?

—Sí… —asintió un tanto avergonzado.

Anthony sonrió condescendientemente, caminó hacia el muchacho y colocó amistosamente la mano sobre su hombro.

—No te sientas mal, Laurie; eso es todo lo que necesito saber.

Y diciendo esto, corrió hacia las escaleras mientras Jo se volvía rápidamente hacia él y le preguntaba:

—¿En verdad eso es todo lo que necesitas saber?

—Claro, Jo —le respondió, deteniéndose para volver el rostro hacia ella y guiñarle el ojo—. Recuerda que soy periodista y sé cómo investigar con poca información.

Acto seguido, bajó raudamente las escaleras, dejando a Jo y a Laurie observándolo desde arriba, apoyados sobre la barandilla, impresionados por la desbordante energía del joven periodista.

—Espero que no sufra una recaída con tanto esfuerzo… —murmuró Jo bastante preocupada.

—No te preocupes, Jo —Laurie le sonrió, colocando su mano sobre el hombro de su amiga para tranquilizarla—, Anthony es muy fuerte y no creo que se enferme tan fácilmente. ¿No lo crees así?

Ella volvió su rostro hacia él y le sonrió, dándole las gracias por su apoyo, entonces, los dos jóvenes se quedaron mirando detenidamente el uno a la otra en completo silencio, como si estuvieran preparándose para decir algo muy importante y difícil para los dos.

—Mira, yo… —dijeron al mismo tiempo, callándose de inmediato para quedarse mirando otra vez, muy perplejos.

—Lo que pasa es que… —volvieron a hablar a la misma vez, lo que provocó que ambos sonrieran, un poco avergonzados por su propia impetuosidad.

—Habla tú primero, Jo.

—No, hazlo tú primero.

—Ah, ah. Las mujeres primero y los hombres después —insistió el muchacho con un dejo de burla en su voz y su mirada—. Ya sabes, Jo, que yo soy todo un caballero, así que te dejaré hablar primero.

—Tonto… —replicó ella con una media sonrisa.

Pero Jo dejó pasar unos segundos para poder reunir el valor suficiente como para decir lo que sabía que debía de decirle a su amigo. Aquella era una dura prueba para ella, puesto que era bastante orgullosa y le costaba muchísimo decir "lo siento".

—Laurie, yo… —bajó la vista, restregándose nerviosamente las manos sobre la falda de su vestido—. Yo… Yo quiero que me disculpes por lo de la otra noche… No debí haberte ofendido…

—No, Jo —la interrumpió, sonriéndole amistosa y conciliadoramente—. Yo soy el que tendría que disculparse porque llegué tarde y te preocupé por eso…

—¿Entonces, digamos que los dos fuimos unos tontos arrogantes? —propuso la sonriente muchacha.

—Así es, mi querida señora. Los dos somos unos tontos arrogantes y orgullosos amigos. ¿No te parece? —le guiñó el ojo juguetonamente.

—¡Me parece perfecto, señor! —asintió, sonriendo de oreja a oreja con aquella ocurrencia, extendiendo la mano hacia adelante—. ¿Amigos otra vez?

—Por supuesto, Jo —respondió, tomándola de la mano como si estuvieran haciendo un trato legal—. ¿Es que alguna vez dejamos de serlo?

Y así, luego de estar peleados durante casi un mes, ambos amigos rieron de buena gana por su propia estupidez, pues habían sufrido en silencio aquel distanciamiento y ahora era como si se hubieran sacado un terrible peso de encima.

—¿Por qué no vas a descansar, Laurie? Yo me ocuparé esta noche de cuidar a tu amigo Jeremy… —miró hacia la puerta entreabierta de la habitación del enfermo—. Veré si logro que coma algo…

Y mientras ella entraba al mencionado cuarto dispuesta a hacer otra vez de enfermera, Laurie se marchó a su habitación para descansar y pensar en la mejor forma de ayudar a su amigo, si éste sobrevivía a la neumonía. Ahora que ya no estaba peleado con Jo, se sentía con las fuerzas necesarias como para resistir cualquier cosa.

Los días fueron pasando y la enfermedad de Jeremy fue evolucionando, agravándose hasta llegar a su punto máximo en donde los síntomas de la enfermedad comenzaron a acentuarse con mucha más fuerza que antes, teniendo accesos de escalofríos, fiebre alta, flema que comenzaba a ser sanguinolenta, con el pulso y la respiración acelerados, quejándose de intensos dolores en el pecho. Muy a menudo se encontraba ofuscado, y justamente fueron en esos momentos en que su confusa mente divagaba, obligándolo a hablar entre delirios, revelando algo de su misterioso pasado:

—… Madre, lo siento… —gemía entre delirios—… Fanny, lo siento...

Jo y Laurie se le quedaron mirando al escuchar aquel nombre.

—¿Quién será Fanny? ¿Acaso su novia? —inquirió él, muy extrañado.

—No tengo ni la más mínima idea —respondió la muchacha igual de confundida que él.

—La fiebre ha subido hasta los 40 grados… —avisó el doctor mientras le tomaba la temperatura al enfermo.

—¡Oh! ¡Eso es mucho! Pobre muchacho… —comentó la señora Kirke, embargada por la tristeza, pues le había tomado mucho afecto al joven pianista. Había algo en él que despertaba gran simpatía en los corazones más dulces de las personas.

—¿Cree que pueda salvarse, doctor? —preguntó Jo muy preocupada.

El aludido nada dijo por algunos segundos hasta que por fin se decidió a hablar, volviendo su grave rostro hacia ellos.

—Si logra sobrevivir esta noche, tal vez consiga recuperarse. Pero si lo logra eso no significará que logre recuperarse del todo… Temo que no volverá a ser el mismo de antes.

Laurie y Jo se miraron muy angustiados, desbastados por aquella terrible noticia. A ella le parecía que nuevamente habían regresado aquellos horribles días en que su hermana Beth había enfermado gravemente de escarlatina y que había estado a un paso de convertirse en un ángel y partir hacia el cielo. Habiéndole tomado finalmente cariño al enfermo y tras el recuerdo de la enfermedad de su hermana, Jo se abrazó a Laurie y comenzó a sollozar mientras él también la abrazaba intentando mantenerse firme y fuerte ante la adversidad y proporcionarle un hombro en donde llorar.

Aquella misma noche, cuando Jo se encontraba cuidando al enfermo, su amigo Anthony entró a la habitación dándole una grata sorpresa con su visita.

—La señora Kirke me dijo que esta noche será fundamental para nuestro genio musical… —comentó en voz baja el periodista luego de saludarla—. ¿Es verdad eso?

—Sí… Es verdad… —asintió cabizbaja, mirando hacia el lecho del enfermo que respiraba dificultosamente, llenándosele los ojos de lágrimas—. Hace días que no ha recuperado la conciencia… La verdad es que temo que él no pueda… —se calló y ocultó su angustiado rostro entre las manos, tratando de no llorar.

Compadecido, Anthony se animó a abrazarla por detrás tras haber dudado unos momentos, tranquilizándose cuando notó que ella no lo rechazaba esta vez, aferrándose a sus brazos y apoyando la cabeza sobre su brazo izquierdo.

—Querida Jo —comenzó a decir con esa tranquila seriedad que se va adquiriendo con la experiencia de los años—, no te preocupes así. Este jovencito tenía un motivo muy fuerte por el que intentó suicidarse… No es que yo desee su muerte, pero él decidirá su destino tanto si logra vivir o no. Debes ser fuerte y aceptar lo que ocurra al final.

—¿Pero cómo es que un chico de tanto talento como él quiera semejante destino? No lo entiendo… —insistió la muchacha—. La vida es un don maravilloso, ¿por qué lo rechaza? ¡Oh! ¡Mi hermanita Beth luchó tanto para seguir con nosotros! ¿Por qué él no hace lo mismo?

—No lo sé… Aún no lo sé… —murmuró lastimeramente.

Y así permanecieron ambos jóvenes, abrazados en completo silencio durante varios minutos hasta que Laurie entró al cuarto, interrumpiéndolos.

La primera impresión que se llevó Laurie fue de sorpresa al verlos abrazados, después pasó al enojo, sintiendo celos en contra de su rival, luego se sintió muy triste al pensar que su querida Jo prefería a
Anthony en vez de a él. Pero muy pronto aquellos sentimientos negativos desaparecieron para darle paso a su habitual tranquilidad, pues se había dado cuenta de que aquel no era momento para pensar en el amor. Lo que veía ante él era una verdadera muestra de amistad y no otra cosa, concretamente resultaba estúpido sentir celos en un momento como ése.

Pero Anthony, tomado por sorpresa y sabiendo lo que Laurie sentía por Jo, no puedo evitar sentirse un poco nervioso, como si hubiera sido descubierto cometiendo alguna terrible falta. En cambio Jo, como no tenía nada qué ocultar ni amor qué demostrar, se puso de pie al lado de su amigo periodista, con la conciencia y el corazón tranquilos como un lago cristalino.

—Buenas noches, Anthony —lo saludó Laurie con cortesía, siempre en voz baja, acercándose a él para ofrecerle la mano—. Supongo que ya sabrás sobre el grave estado de mi amigo… —dirigió una triste mirada hacia Jeremy, quien aún permanecía inconsciente sobre su lecho, respirando dificultosamente.

—La señora Kirke me puso al corriente de todo —asintió el aludido, tomando amistosamente la mano que su rival le ofrecía tan caballerosamente—. Lo siento mucho.

Laurie soltó la mano del periodista y caminó lentamente hacia la ventana mientras Jo se sentaba otra vez al lado del enfermo y Anthony permanecía de pie a su lado, siguiéndolo con la mirada.

—Desde la primera vez que vi a Jeremy supe que era una persona muy especial… —comenzó a decir el adolorido muchacho—. Tal vez esto te parecerá bastante absurdo, pero es la primera vez que me sucede algo así con un muchacho, pues sentí lo mismo cuando vi a Jo por primera vez.

—No me parece extraño, Laurie —sonrió Anthony—. Creo que a eso lo llamaría "primera impresión" o "destino".

Laurie sonrió, aún mirando hacia la calle a través de los cristales, dándose cuenta del porqué aquel periodista era amigo de Jo a pesar de que ella siempre encontraba un motivo para pelearse con él: Anthony Boone era un joven con más de tres dedos de frente.

—¡Oh! ¡Me olvidaba el motivo por el que vine aquí! —exclamó el joven periodista, golpeando la palma de su mano con el puño para luego taparse la boca, recordando de golpe que estaba en la habitación de un enfermo, bajando el tono de voz—. ¡Conseguí un poco de información sobre Jeremy!

—¡Oh! ¿En serio? —inquirió Jo, mirándolo muy sorprendida al igual que Laurie—. ¿Y qué averiguaste? ¡No sabía que eras tan bueno investigando!

Anthony carraspeó en un vano intento de permanecer humilde. Siendo un joven algo vanidoso, aquel elogio tan sincero lo había hecho llegar hasta el cielo... Claro que aquel momento tan malo no era el indicado para ufanarse de sí mismo.

—No es para tanto, Jo. Lo que pasa es que Laurie, al haberme facilitado el nombre y la nacionalidad de su amigo, me fue fácil pedirle información a un colega mío de Inglaterra… —Miró hacia Jeremy y sus ojos se oscurecieron, lo que iba a decir a continuación tal vez cambiaría la opinión que tenía Laurie acerca de su amigo.

—¿Y bien? ¿Qué averiguaste? ¡Cuenta! —lo apremió Jo, poniéndose de pie siempre impaciente.

Anthony tragó saliva y comenzó con su relato, dirigiendo su vista hacia Jo y Laurie, alternativamente.

—Mi amigo periodista de Inglaterra me contó que Jeremy Williams proviene de una muy importante familia de la aristocracia devenida a menos del estado de Sussex. Su abuela, Lady Williams, desheredó a su hija, Caroline Williams y madre de Jeremy, de su cuantiosa fortuna cuando ésta se casó, en segundas nupcias, sin el consentimiento de Lady Williams, con un poeta bohemio de vida licenciosa, el cual la abandonó luego de cinco años de matrimonio, dejándola sumida en la más profunda pobreza y con tres hijos qué mantener: Alice, de cuatro años, hija del segundo matrimonio de Caroline; Fanny, de dieciséis y el mismo Jeremy, de dieciocho años, hijos del matrimonio anterior.

—¿Qué fue de su padre anterior? —inquirió Laurie.

—Sir Kent Williams murió cuando Jeremy tenía diez años de edad.

—Qué tragedia… Es muy triste… —murmuró tristemente Jo mientras Laurie miraba a su amigo con el mismo sentimiento.

—Espera, eso no es todo, Jo —le advirtió Anthony—. Mi amigo también me contó que después de que su segundo padre los abandonara, Jeremy y su hermana buscaron trabajo para mantener a su hermana pequeña y a su madre que había enfermado de tristeza. Pero, un año después de estos acontecimientos, justo cuando Jeremy estaba a punto de ingresar a una prestigiosa institución de artes musicales de Londres, abalado por un rico mecenas amante de la música y asegurado con una muy buena beca estudiantil, éste desapareció de repente, sin dejar rastro alguno. Un mes después de su desaparición, Jeremy reapareció en Nueva York y, como ustedes ya se darán cuenta, lo hemos conocido cuatro meses después de su llegada a nuestro país.

Los dos jóvenes que habían estado escuchándolo con toda su atención, se miraron desconcertados antes de volver su angustiada y extrañada mirada hacia Anthony.

—¿Y sabes por qué huyó de su casa? —volvió a preguntar Laurie.

El aludido negó pesaroso con la cabeza antes de contestar.

—Por más que intentó averiguar las razones por la que tu amigo actuó de esa manera, mi colega quedó tan desconcertado como tú, Laurie. Y como me pediste que no le diera aviso a su familia, pudo averiguar mucho menos aún… Solamente que ni ellos saben por qué él los abandonó.

Laurie nada más dijo, sólo se quedó allí parado con la cabeza gacha y los puños fuertemente apretados. ¿Por qué Jeremy había abandonado a su suerte a su propia familia? ¿Por qué abandonarlos como lo había hecho su padrastro? ¿Abandonarlos en la más profunda pobreza? No lo entendía, simplemente no lo entendía. ¿Acaso se había equivocado en su juicio al creerlo una persona de buen corazón?

Jo, en cambio, volteó la cabeza hacia el enfermo y frunció el entrecejo muy disgustada, dirigiéndose entonces hacia la ventana para apoyar sus manos sobre el marco del alféizar y mirar furiosa a través de la ventana.

—¿Por qué hizo algo tan horrible? —dijo—. ¿Cómo pudo abandonar a su familia cuando más lo necesitaba?

—Quizás por eso se sentía tan culpable que quiso suicidarse —adivinó Laurie.

—¡Pero hubiera sido mucho más fácil y respetable que regresara con su familia! ¡Lo que hizo fue una cobardía! —se quejó nuestra joven protagonista, girando sobre sus talones y extendiendo los brazos
mientras miraba a Laurie como si estuviera juzgándolo como el más duro de los jueces.

—Pues, no sabría qué responderte, Jo… —replicó tristemente el derrotado muchacho, sin saber ya en qué pensar.

Pero Anthony, siempre más sensato que ellos en cuanto al accionar de las personas debido a su experiencia como periodista, decidió que lo mejor sería calmarlos un poco antes de que llegaran a alguna conclusión apresurada.

—No deberían juzgar los actos de Jeremy sin antes haber escuchado su propia versión de los hechos —les advirtió con una actitud seria y tranquila a la vez—. Si logra sobrevivir a la neumonía sé que su estado tanto excitable como desesperado, lo obligará a revelarnos la verdad para quitarse un peso de encima. Ése mismo peso que lo obligó a llegar a hasta el límite del suicidio.

Los chicos se le quedaron mirando como un par de tontos atolondrados, encontrando sabiduría en sus palabras y sonrojándose por la vergonzosa actitud que habían tomado.

—Tienes razón, Anthony —dijo Jo, sentándose otra vez al lado del enfermo para cambiarle el paño por otro más húmedo para bajarle la temperatura—. Esperaremos a que se recupere para que él mismo nos lo cuente todo.

Laurie no dijo nada, en cambio suspiró muy aliviado sintiendo que le habían sacado un gran peso de encima, pues no estaba habituado a pensar mal de las personas. Él quería que su amigo se recuperara y que se lo contara todo. Deseaba con todo su corazón que se recuperara del todo lo más pronto posible.

—¡Eso es! —exclamó, provocando que Jo y Anthony, asustados, dieran un respingo.

—¿"Eso es" qué? —repitió su amiga un tanto enfadada—. ¡No grites así que estás en la habitación de un enfermo!

Tapándose la boca con la mano, Laurie corrió hacia Jo y la tomó por los hombros mientras exclamaba en vos baja muy emocionado:

—¡Sé lo que le dará a Jeremy la fuerza necesaria para seguir luchando, Jo!

Y sin decir nada más, el animado muchacho salió disparado de la habitación escalera abajo ante los sorprendidos y extrañados ojos de Jo y Anthony.

—¿Pero qué bicho le habrá picado ahora? —murmuró la jovencita.

Muy pronto sus cuestionamientos fueron contestados cuando escucharon las hermosas melodías del piano tocando /Claro de Luna/ desde el salón de abajo. Aquella había sido la idea de Laurie para darle fuerzas a su amigo, una que nadie en el edificio estaba dispuesto a contrariar porque sabían que aquella noche iba a ser decisiva para el joven pianista, por lo que nadie se quejó cuando nuestro Laurie tocó y tocó toda la noche partitura tras partitura hasta el amanecer, honrando así la pasión de su amigo por la música.

Jo, Anthony y la señora Kirke se quedaron en el cuarto del enfermo para cuidarlo y vigilar la evolución de su enfermedad, rezando por que éste lograra salvar su vida.

—¡Oh, Anthony! ¡Mira! —exclamó Jo con lágrimas en los ojos mientras se aferraba fuertemente a la mano de su amigo que se encontraba parado al lado suyo mientras le señora Kirke se ocupaba de atender al pianista enfermo remojando los paños para la fiebre.

Haciéndole caso a su amiga, el periodista miró hacia Jeremy y se sorprendió al verlo mover las manos sobre su regazo como si estuviera tocando el piano a pesar de estar completamente dormido.

—¡Está actuando igual que Beth cuando ella estaba gravemente enferma! ¡Oh! ¡Qué horribles recuerdos vienen a mi mente ahora! —sollozó la afligida muchacha, abrazándose fuertemente a su amigo y ocultando el rostro en su pecho en un vano intento de esconder sus lágrimas.

Anthony la abrazó también, pero sin dejar de mirar al enfermo y desmejorado intérprete, atónito ante semejante escena.

Luego de haber tocado el piano durante toda la noche, Laurie se quedó completamente dormido sobre aquel noble instrumento, deseando entre sueños la recuperación de su amigo. De pronto, justo cuando los pajaritos comenzaban a dar los buenos días a la luz del sol que comenzaba a iluminar la ciudad, sintió que alguien lo sacudía desesperadamente por el hombro.

—¡Laurie, Laurie! ¡Despierta! —escuchó a una muy emocionada Jo diciéndole—. ¡Parece que Jeremy lo logró! ¡Por fin le ha bajado la fiebre!

/¡Hurra! ¡Parece que Jeremy lo logró! ¿Pero cómo seguirá esto ahora? ¿Les contará sobre su pasado a mi hermana y a Laurie? ¿Cuál fue la razón por la que Jeremy abandonó a su familia? ¡Muy pronto sabremos la verdad!/


*Notas de Una Autora Descuidada:*

Espero que este capi les haya gustado : ) Jeremy, como habíamos adivinado, tiene un
pasado muy desgraciado, pero su actitud sigue siendo un misterio… ¿Lograrán Jo, Laurie y Anthony averiguar el motivo por el que abandonó a su familia? ¡Muy pronto lo leeremos! : )*


Continuará el próximo miércoles...



Notas de una Bloguera Descuidada:
¡Hola, mis queridos arrinconados! ¿Cómo están? Espero que bien. ¿Les va gustando la historia?
Algunas pelis que vi fueron Shakespeare Enamorado, Resident Evil 1, 3 y 5. 
Sigo leyendo el cómic Los Cuatro Fantásticos: La Llegada de Ultron. También sigo viendo el drama coreano Contrato Para una Boda, y viendo el anime Fairy Tail, y editando el drama coreano Apuesta Final.


¡Gracias por visitar el blog!
¡Nos leemos en la próxima entrada!
¡Cuídense!

Sayounara Bye Bye!!!

Gabriella Yu

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