Resumen de la serie: Hideki Kaji es un cirujano famoso por su trabajo de cirugía laparoscópica, por lo que se ha ganado el apodo de "mago del laparoscopio". Es hábil pero codicioso, por lo que prefiere a los pacientes VIP. Debido a que eligió el dinero sobre el título y el poder, la progresión de su carrera ha sido más lenta que la de sus compañeros, sobre todo cuando la genio cirujana Michiko Daimon, también conocida como Doctora-X, destruyó su carrera. Este cirujano siempre deberá escoger entre hacer lo correcto como médico o seguir su amor por el dinero, ganándose tanto amigos como enemigos en el proceso. Hideki Kaji, también conocido como Doctor Y, cuyas únicas armas son sus habilidades laparoscópicas y su astucia... ¿Cuál camino tomará?
DOCTOR Y
LA CIRUGÍA MALDITA
. El doctor Hideki Kaji, convertido en el exitoso director de hospital Naro junto a los directores Michiko Daimon y Takashi Ebina, comenzará a ser perseguido por el fantasma de una joven paciente que murió durante una cirugía que él realizó en su pasantía 30 años atrás. Una vez que las agresiones comienzan a volverse físicas, la doctora Daimon deberá ayudarlo a calmar al fantasma vengativo de la chica antes de que todos queden atrapados en el limbo y el espíritu de Kaji ingrese al infierno junto a la de su expaciente.
Capítulo
1: Una Sesión de Belleza Improvisado. ¡Aparece el Fantasma de Suzume!
Al día siguiente del primer suceso, Michiko Daimon, la
Directora General Adjunta y dueña de la mitad del hospital público y privado
Naro, entró a la Dirección sin golpear y sin ser detenida por su ahora
secretario general y accionista Akira Kanbara, quien se había tomado un día de
descanso. No se sorprendió al ver a su compañero Hideki Kaji dormir
profundamente sobre el escritorio con la cabeza apoyada sobre los brazos
cruzados.
—Bueno, alguien que salió de fiesta anoche —dijo,
torciendo el gesto y cruzándose de brazos.
Se inclinó sobre el escritorio hasta que su cabeza
casi tocó el mueble, quedando a la altura del rostro de su compañero, mirándolo
detenidamente.
—¡Vaya! ¡Tiene unas ojeras impresionantes!
Inesperadamente, Kaji abrió los ojos como platos y
gritó al mismo tiempo que Michiko al verse cara a cara tan de repente.
—¡Maldita sea, demonio! ¿Me quiere matar de un susto?
—se quejó con la mano en el pecho, incorporado sobre su asiento.
—¡Aish! ¡Lo mismo digo! —exclamó, también con la mano
en el pecho—. En media hora tenemos que inaugurar la nueva sala de terapia
intensiva y usted aquí durmiendo la mona. El director Ebina lo está esperando y
está hecho un manojo de nervios.
—¡¿En media hora?! —se llevó las manos a la cabeza,
histérico—. ¡Akira-san! ¿Justo hoy tenía que tomarse el día?
Se levantó de un salto y comenzó a arreglarse
apresuradamente la bata.
—No se la tome con Akira-san, tonto, usted ya es
bastante grandecito como para valerse por si mismo —puso los brazos en jarra,
molesta.
—Miren quien habla…—murmuró, fulminándola con la
mirada mientras se dirigía al cuarto de baño.
Sin darle la más mínima importancia, la aludida metió
las manos a los bolsillos y comenzó a mover sus pies con impaciencia hasta que
el grito de Kaji la sorprendió.
—¿Qué pasa? —preguntó, corriendo hasta la puerta del
sanitario.
—¡Parezco un mapache! —se volvió hacia ella con cara
de espanto tras mirarse al espejo—. ¡No puedo salir así ente la prensa!
—¡Aish! ¿Gritó sólo por eso? Póngase un poco de
maquillaje y ya.
—¿Maquillaje? ¿Acaso le parezco una mujer?
—Pues no saldrá así frente a los reporteros, ¿no? ¿Qué dirían si descubrieran que sale de fiesta el renombrado director de este
hospital? Enseguida regreso.
Kaji suspiró frustrado en cuanto la vio desaparecer.
—Ojalá fuera por eso… —volvió su atención hacia el
espejo y se dispuso a peinarse.
Al poco tiempo regresó su compañera con el bolso, lo
dejó sobre uno se los sillones y sacó de él un neceser del cual extrajo su set
de maquillaje.
—Venga y siéntese —le ordenó.
—¡Claro que no! ¿Está loca?
—¡Aish! ¡Ya siéntate de una vez, tonto! ¡Ya casi no
tenemos tiempo! ¿Quiere verse bien o no?
—Idiota… —se quejó, sentándose en el sillón de dos
plazas, dándose por vencido.
Entonces, Michiko se inclinó frente a él con el
corrector en la mano.
—Cierra los ojos y cálmate un poco —le ordenó.
Kaji hizo una mueca de desagrado, pero obedeció. Sin
perder el tiempo, la cirujana lo tomó de la barbilla, provocando que él diera
un respingo.
—¿Qué hace? —preguntó, abriendo los ojos, sorprendido
y a la defensiva.
—¡Uh! ¡Pero qué nervioso! Cierra los ojos y no te
muevas —le exigió, a lo que él volvió a ceder, no sin cierto malestar.
Y así, con gran maestría, Michiko le cubrió las ojeras
con el corrector y un tono adecuado para su piel. Sorprendentemente, aquello
relajó mucho a Kaji, quien lamentó el momento en que la sesión de belleza
improvisada terminó.
—¡Listo! Ahora mírese al espejo y verá el resultado.
Así lo hizo, y se sorprendió al ver que sus ojeras
prácticamente habían desaparecido.
—¡Wow! ¡Hasta parezco más joven! ¡Maravilloso!
—¿Lo ve? Yo nunca fallo.
—Ya lo sé, presumida…
En ese momento entró Takeshi Ebina, bastante nervioso.
—¿Ya están listos? Faltan quince minutos para que
empiece la inauguración.
—Todo listo, vamos —declaró Kaji, dirigiéndose hacia
la puerta con Michiko por detrás.
Su amigo lo miró con extrañeza mientras caminaban por
el pasillo.
—Es raro, te veo más… ¿rejuvenecido?
Kaji, sonrió, vanidoso.
—Se lo debo al demonio.
—¿Cómo? ¿Están saliendo? —inquirió, sorprendidísimo.
—¡¡¡Nooo!!! ¡¿Cómo se le ocurre?! —exclamaron los dos
al unísono, ofendidos, provocando que el pobre Ebina se pusiera más nervioso de
lo que ya estaba.
XOX
Los fotógrafos estaban muy entretenidos sacando fotos
mientras los tres directores generales del hospital les mostraban la nueva sala
de terapia intensiva capacitada con la mayor tecnología del Japón, todo
comprado con las inversiones del gobierno y de los accionistas del hospital.
Luego de la demostración, el director general, Hideki
Kaji, comenzó con su discurso, flanqueado por Michiko Daimon y Takeshi Ebina.
—… como les he dicho en el comienzo de mi discurso,
todo esto lo hacemos por nuestros pacientes, quienes son nuestro mayor tesoro
—decía, sonriendo de oreja a oreja—. Estamos dispuestos a brindar toda nuestra
capacidad como doctores para hacer de su estadía lo más cómoda posible,
tratados como individuos, no como uno más del montón…
Enmudeció de pronto, poniéndose muy pálido y con la
boca y los ojos completamente abiertos, con la mirada fija sobre una extraña y
fantasmagórica estudiante de secundaria que estaba mezclada entre los periodistas,
quien era igual a aquella jovencita que había muerto en sus manos 30 años
atrás.
Llevaba el mismo uniforme, su cuerpo era esbelto, y
parecía estar suelto como el de un títere, su largo cabello oscuro le cubría
medio rostro y el ojo que no estaba oculto era completamente negro y sin vida,
pero que permanecía fijo sobre él, mirándolo acusadoramente.
—¡Suzume…! —murmuró, sintiendo que iba a desmayarse de
un momento a otro al sentir que su energía menguaba de repente. Comprendió que era ella quién lo había visitado la noche anterior… ¡Había venido
finalmente por él para hacerle pagar su deuda de muerte!
Tanto los periodistas como sus compañeros, se quedaron
perplejos al notar su extravío mental, por lo que Michiko tuvo que intervenir
puesto que Ebina estaba tan sorprendido que no podía reaccionar. Así que tomó
el micrófono que le correspondía y dijo, sonriendo a toda la audiencia.
—Por favor, disculpen al director general Kaji, el
sólo hecho de saber que podrá proporcionar una mejor atención a sus amados
pacientes, lo deja sin habla por la emoción.
Nunca se hubiera imaginado hablar así.
Todos se rieron encantados, momento que ella aprovechó
para pellizcarle la cintura a su compañero para volverlo a la realidad.
—¡Ouch! ¿Pero qué está haciendo? —se quejó de
inmediato, saliendo de aquel estado catatónico.
—Tú qué estás haciendo —le susurró molesta—. Baja de
la luna y sigue con tu discurso.
—¿Eh? —parpadeó confundido, y miró hacia el lugar en
donde creía haber visto a Suzume, pero ya no estaba allí o, tal vez, nunca lo
había estado.
Rehaciéndose, Kaji continuó con su discurso como si
nada hubiera sucedido, pero tanto Michiko como Ebina, notaron que sus manos
estaban temblando.
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