Resumen de la serie: Hideki Kaji es un cirujano famoso por su trabajo de cirugía laparoscópica, por lo que se ha ganado el apodo de "mago del laparoscopio". Es hábil pero codicioso, por lo que prefiere a los pacientes VIP. Debido a que eligió el dinero sobre el título y el poder, la progresión de su carrera ha sido más lenta que la de sus compañeros, sobre todo cuando la genio cirujana Michiko Daimon, también conocida como Doctora-X, destruyó su carrera. Este cirujano siempre deberá escoger entre hacer lo correcto como médico o seguir su amor por el dinero, ganándose tanto amigos como enemigos en el proceso. Hideki Kaji, también conocido como Doctor Y, cuyas únicas armas son sus habilidades laparoscópicas y su astucia... ¿Cuál camino tomará?
DOCTOR Y
LA CIRUGÍA MALDITA
. El doctor Hideki Kaji, convertido en el exitoso director de hospital Naro junto a los directores Michiko Daimon y Takashi Ebina, comenzará a ser perseguido por el fantasma de una joven paciente que murió durante una cirugía que él realizó en su pasantía 30 años atrás. Una vez que las agresiones comienzan a volverse físicas, la doctora Daimon deberá ayudarlo a calmar al fantasma vengativo de la chica antes de que todos queden atrapados en el limbo y el espíritu de Kaji ingrese al infierno junto a la de su expaciente.
. Capítulo
2: ¡La Preocupación de un Amigo! ¿Y si te Invitamos a Salir?
Inicio de flashback
Año 1992…
La joven Suzume de 16 años estaba en la cama de su
habitación VIP del hospital leyendo uno de sus libros favoritos cuando
ingresaron su doctor y un nuevo y joven acompañante.
—Le presento al doctor Hideki Kaji. Es un pasante
brillante y será el primer asistente en su cirugía, señorita Suzume.
—Muchas gracias por su ayuda, doctor Kaji —sonrió la
adorable y hermosa jovencita, sonrojándose ligeramente. ¿Acaso aquello era lo
que se llamaba amor a primera vista?
Kaji no pudo evitar sonrojarse por la intensa mirada de
interés por parte de aquella dulce jovencita, se inclinó ligeramente,
demostrándole su respeto.
—Haré lo mejor que pueda, señorita Asamiya.
—Lo sé —se rio por lo bajo, cubriéndose tímidamente la
boca con la mano.
Él también quiso reírse, pero logró guardar la
compostura porque sabía muy bien que ella era su paciente y también una menor
de edad, por lo tanto no debía enredarse con ella bajo ninguna circunstancia.
Aunque, claro, no podía dejar de sentirse alagado al ser el objeto de interés
de una colegiala.
Fin de flashback
Año 2022…
—Oiga, Ebina-kun, ¿no nota a Kaji un poco… digamos…
deprimido? —le preguntó el doctor Mamoru Hara mientras almorzaban en la
cafetería del hospital.
—¿Te diste cuenta? Entonces no era sólo mi impresión
—Le echó un poco de picante a su tokayi—. Si, lo he notado. Está como asustado…
No sé. Aunque intenta disimularlo. El otro día lo saludé por la espalda y dio
tal brinco que se metió de golpe al tocador de las mujeres —Sonrió divertido,
recordando aquel suceso, rascándose la cabeza—. No quisieras saber lo que le
pasó allí con esas mujeres histéricas, tuve que ir a rescatarlo y me golpearon
a mí también.
Hara suspiró, preocupado.
—Es raro verlo así, siempre está lleno de proyectos,
entusiasmado con el dinero o discutiendo con Daimon…
—O haciendo rabietas como un niño malcriado.
—¡Eso! —Hara lo señaló, asintiendo con la cabeza,
dándole una mordida a su crepé—. Ni siquiera eso, sólo trabaja y trabaja sin
parar, si no está en la sala de cirugía está en la Dirección hasta tarde o sino
hay días en que simplemente se la pasa durmiendo sobre su escritorio, además de
que tiene esas ojeras impresionantes... Ya ni siquiera sale a tomar un trago de
sake con nosotros.
—¿Hace cuánto tiempo ya?
—No sé… ¿Cómo tres meses quizá?
—Tres meses… Desde que se inauguró la sala de terapia
intensiva.
—¡Es verdad! Cuando se quedó mudo, ¿no?
—Si, se quedó mirando hacia un lugar determinado, pero
no noté más que periodistas.
Entonces, Hara sonrió pícaramente y murmuró,
guiñándole un ojo:
—Tal vez vio a un viejo amor, ¿no cree?
—¡Ay! ¡No sea tan coqueto que me incomoda! —se quejó
Ebina, removiéndose sobre su silla —. De todos modos, es mucho tiempo ya y
debemos hacer algo.
—Pues podríamos invitarlo a salir a tomar unos tragos
y a divertirnos en algún club nocturno, ya sabe a lo que me refiero.
—¿Mu-mujeres? —se rascó la cabeza, nervioso pero
emocionado con la idea.
—Sí, mujeres. Tal vez le hace falta alguna diversión,
y de paso, nos divertiremos nosotros también. ¿Qué le parece mi idea?
—Pu-pues, muy buena. ¡Hagámoslo esta noche!
—¡Sí! ¡Cambio y desafío! —alzó el puño, igualmente
entusiasmado.
—Oiga, no use esa frase para salir de fiesta, es sólo
para uso médico —lo corrigió Ebina, muy serio.
—Si, lo siento, Director Ebina. —Se disculpó, y procedió
a seguir comiendo.
En la otra mesa, justo al lado, estaban las doctoras
Michiko y Jonouichi almorzando lo mismo que estaba comiendo Ebina. Habían
escuchado con mucho interés la conversación de ambos cirujanos.
—Hombres, ¿qué se puede esperar de ellos? —comentó la
anestesista.
—Cierto, son como animales en celo —se burló Michiko,
quien iba por la sexta media docena de tokayi—. ¡Mmm! ¡Esto está delicioso!
—Oye, pero es verdad lo que dijeron sobre el director
Kaji, aunque lo oculte, se le nota un poco nervioso y agotado. ¿Qué le pasará?
—No tengo idea —se alzó de hombros.
—Podrías preguntarle.
—No. No me interesan sus problemas personales, a menos
que sea del tipo quirúrgico.
—A veces eres muy insensible, amiga… —apoyó la
mandíbula sobre su mano, observándola con tristeza—. Tienes que aprender que no
todos pueden ser como tú.
—¡Aish! No quiero hablar sobre esto, mejor conversemos
de otra cosa, ¿sí? No quiero hacer una mala digestión.
—Está bieeen —asintió Hiromi, de mala gana.
XOX
Kaji estaba sentado en unos de los bancos de la azotea
del hospital, con las manos metidas en los bolsillos de la bata El viento
estaba soplando bastante fuerte y revolvía el cabello, pero no se había dado
cuenta de ello, puesto que estaba muy ensimismado, mirando sin mirar hacia el
cielo cubierto de nubes y smog, con la mente en el pasado mientras el fantasma
de Suzume estaba detrás suyo, vigilándolo en un macabro silencio.
—¿Así que aquí estabas? —lo sorprendió la voz de
Michiko, quien caminó hacia él para sentarse en el banco que había al frente.
Suzume ya no estaba.
Kaji la miró un poco molesto pero visiblemente
agradecido. Parecía ser que el fantasma de Suzume le temía a Daimon… ¿Y quién
no?
—¿Qué hace aquí, demonio?
—Le traje tokayi, están deliciosos —le extendió la bandejita.
Kaji la miró sin mucho entusiasmo.
—No, gracias. Ya almorcé.
Apenas terminó de decir esto, que su estómago sonó,
hambriento, sonrojándolo.
—¿No que ya almorzó? Mentiroso. Coma. Debería
aceptarlo, me costó muchísimo apartárselos porque están deliciosos.
—No me sorprende… —la fulminó con la mirada—. Mejor
cómalos usted si tanto le cuesta desprenderse de ellos.
—No se haga el tonto y coma —se levantó y se los dejó
sobre las piernas para luego volver a sentarse en el banco, acomodándose el
cabello mientras miraba a su alrededor.
Él simplemente le lanzó una triste mirada a las
bolitas y volvió su atención hacia un lugar distante de su mente. Sí, aquel día
aún no había almorzado, pero últimamente había estado comiendo como si
estuviera alimentando a un ejército pero al final siempre le parecía que le
faltaba energía y no subía un gramo de peso siquiera.
Michiko comenzó a preocuparse de verdad, pues nunca lo
había visto taciturno. Aquello parecía ser muy serio.
—Oye, Kaji-chan, ¿estás enfermo?
Él la miró, sorprendido por la pregunta.
—No, no lo estoy, ¿Por qué lo pregunta?
—Porque te ves un poco diferente de lo habitual.
—¿De verdad? —Se puso de pie, con la bandejita de
tokyi en la mano y se le quedó mirando por unos segundos, poniendo a Michiko un tanto
incómoda.
—¿Qué pasa? ¿Por qué me mira así?
—Usted nunca falló en ninguna cirugía, ¿no? —fue la
inesperada pregunta.
—No, ya sabe que nunca fallo. ¿Por qué?
Kaji sonrió, decepcionado, devolviéndole la bandejita
que ella tomó bastante confundida.
—Por nada —se dirigió hacia la puerta, estriando los
brazos para desperezarse—. ¡Ah! Vámonos adentro, demonio, está comenzando a
soplar un viento frío y tenemos cirugías pendientes.
Ella pestañeó un par de veces un poco desconcertada,
pero se puso de pie y lo siguió.
Mientras caminaban, Kaji pensó con tristeza:
“Entonces usted nunca va a entenderme…”.
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