Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 11

Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.



¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?


Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Publicación: 1 episodio cada miércoles (si se puede)
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Gabriella Yu

*Capítulo 11: Al Borde de la Desesperación*

/¿Les parece que Laurie deba mezclarse con ese tal Jeremy Williams? A mí me parece algo peligroso… ¡Uno nunca sabe cómo va a reaccionar alguien como él! Pero, por otro lado… ¡él es tan guapo!/

Luego de entregarle un poco de dinero a la mendiga con el bebé y caminar durante veinte minutos a través de calles atestadas por gente humilde, perros y gatos callejeros; las viejas casas y los antiguos edificios comenzaban a tomar un aspecto lúgubre en cuanto iba anocheciendo, atemorizando a Laurie, quien estaba a punto de volver sobre sus pasos cuando por fin vio que su compañero Williams llegaba a un viejo edificio en donde fue recibido en la puerta de entrada por un hombre obeso y de mal aspecto.

—¿En dónde está el pago de la renta que me debes, chico? ¡Quiero que me des el dinero ahora mismo! —le exigió en cuanto lo tuvo en frente suyo.

Jeremy se le quedó mirando como si hubiera visto un fantasma, pálido y con la boca levemente entreabierta. ¡Se había olvidado por completo del pago de la renta! Pero orgulloso como era, solamente se dignó a soltar un bufido de fastidio.

—Ya se lo entregaré en cuanto pueda, señor Marconi. Ahora déjeme entrar que estoy muy cansado… —le dijo, intentando entrar, pero el hombre no lo dejó, empujándolo bruscamente hacia la calle.

—¿Quién demonios te crees, imbécil? ¿Crees que esto es un hogar de caridad para vagos como tú? ¡O me pagas ahora mismo o te echo a la calle con todas tus porquerías!

Furioso, el chico le lanzó una mirada tan fría que lo dejó momentáneamente impresionado, silenciándolo con su fuerte personalidad.

—Se lo advierto, señor Marconi: no vuelva a decirle "porquerías" a mis pertenencias o juro que lo lamentará.

Pasaron algunos segundos hasta que el aludido saliera de su estado catatónico, volviéndose mucho más colérico que antes debido a la osada impertinencia de aquel atrevido muchacho.

—¡Chico estúpido! ¡No vuelvas a hablarme de esa manera nunca más! —y entonces, sorpresivamente, le propinó un terrible golpe en la cara, tumbándolo al suelo de espaldas. Luego, tomando las pocas pertenencias que Jeremy tenía y que él había bajado hasta la puerta, se las lanzó encima con marcada malevolencia—. ¡Si vuelvo a verte por aquí juro que ese golpe será una caricia comparado con los que te daré! ¡Y ahora vete de aquí maldito vago!

Con la temblorosa mano sobre su nariz rota, Jeremy comenzó a buscar con desesperación los anteojos que se la habían caído tras haber recibido aquel formidable golpe. Pero, cuando por fin logró ubicarlos sobre la escalinata del edificio, su antiguo casero los pisó deliberadamente antes de que él lograra tomarlos, rompiéndolos.

Poco a poco el joven pianista alzó la vista hacia aquel detestable sujeto que se reía groseramente de él, sintiendo cómo su flemática sangre inglesa comenzaba a hervirle furiosamente en las venas.

—¡Miserable! —gritó, lanzándosele encima con la intención de darle su merecido, pero el otro sujeto era más alto y corpulento que él, así que éste lo tomó fuertemente de ambas muñecas y volvió a empujarlo hacia la calle, en donde el muchacho nuevamente cayó de bruces.

—Eres un patético inglés arrogante… —lo insultó aquel horrible hombre, escupiéndolo con desprecio—. Regresa a tu casa antes de que alguien decida ponerle fin a tu inservible vida.

Y diciendo esto, el sujeto entró al edificio, cerrando la puerta tras de sí y dejando al insultado y golpeado joven sentado en la calle, tiritando de frío y con el rostro ensangrentado.

Como si se sintiera inmerso en una horrible pesadilla, Jeremy miró todas sus cosas dispersas alrededor suyo. Sentía unos enormes deseos de llorar y gritar su infortunio, pero, como siempre, logró dominar sus sentimientos y se obligó a sí mismo a ponerse penosamente de pie, comenzando a recoger lentamente sus pertenencias, una por una, metiéndolas todas dentro de un saco: ropa, libros, partituras y algunos pequeños cuadros. Sus hermosos y tristes ojos celestes brillaban intensamente con la luz de la luna, como si estuviera a punto de llorar, cansado ya de todo.

—¿Estás bien? ¿Quieres que te ayude? —le preguntó repentinamente una amistosa voz masculina—. Ese sujeto es una verdadera bestia… Deberías denunciarlo a la policía.

Sorprendido, Jeremy alzó la vista y vio al nuevo integrante de su salón mirándolo compasivamente, y justamente ésa era la clase de mirada que jamás había tolerado que le dirigieran.

Levantándose de golpe, hizo bruscamente a un lado la generosa mano de Laurie y le dijo:

—¡No necesito de tu ayuda ni la necesitaré jamás! ¿Entiendes? ¡Ahora aléjate de mí y ya no me sigas más! —y le dio la espalda para alejarse de él, pero se detuvo unos instantes y le habló con un tono muy suave, casi como si estuviera suplicándole:

—No se lo digas a nadie, por favor… Tocar el piano es lo único que me importa…

—¿Y hacer amigos? ¿Eso no te importa? —inquirió Laurie.

Jeremy lo miró por sobre su hombro por algunos segundos, con una mezcla de tristeza y desdén en sus bellísimos ojos celestes.

—Yo no necesito amigos —fue la fría sentencia del joven pianista.

Y mientras éste se alejaba de él, mezclándose entre la gélida niebla que comenzaba a dominar la ciudad, Laurie se preguntó si aquella sentencia era realmente lo que Jeremy pensaba en verdad.

XOX

Eran casi las diez de la noche cuando Laurie llegó a bordo de un taxi a la pensión de los Kirke, y Jo, que lo estaba esperando en la puerta, lo recibió entre molesta y preocupada, preguntándole qué era lo que había estado haciendo hasta esas altas horas de la noche en una ciudad que no conocía, por lo que él se vio obligado a explicarle todo desde principio a fin.

—Creo que estás perdiendo el tiempo con ese chico, Laurie —opinó Jo, sentándose pesadamente sobre uno de los sillones de la sala de estar, con una pose muy poco femenina—. Es un sujeto que se cree más de lo que es, y con esa clase de gente jamás llega uno a congeniar verdaderamente.

—No coincido con lo que dices, Jo —rebatió, sentándose en el otro sillón con una actitud obstinada y preocupada a la vez—. Dices eso porque no lo has visto. Jeremy puede aparentar ser un tipo muy arrogante y frío, pero estoy seguro que en su interior existe un muchacho muy sensible y bueno… ¡Si miraras directamente a sus ojos podrías notar una profunda tristeza en su interior!

—¿En serio? Pues yo no lo creo; pienso que te equivocas de medio a medio con tus sentimentales conjeturas. Eres demasiado romántico, ¿sabes? —rebatió despectivamente, pues la angustiante espera la había puesto de muy mal talante. Y como siempre ocurre en una pelea, el atacado se vio en la imperiosa necesidad de defenderse atacando de la misma manera sin medir las consecuencias de lo que eso acarrearía.

—Y yo pienso que tú eres demasiado prejuiciosa, Jo.

—¿Prejuiciosa yo? ¿Pero qué estás diciendo, Laurie? ¡Yo no soy prejuiciosa! —replicó muy enfadada.

—¡Claro que lo eres! ¡Siempre estás juzgando a las personas sin conocerlas primero! ¡Eso es ser prejucioso!

—¿Ah sí? —la chica se levantó de su asiento como un volcán en erupción, terriblemente enojada—. ¡Pues yo prefiero ser una prejuiciosa que una chismosa que le gusta meter las narices en donde no le importa!

—¡¿Cómo dijiste? —y esta vez fue él quien se levantó de su asiento, dispuesto a defender con tenacidad su punto de vista—. ¡Tal vez sea un chismoso pero estoy completamente seguro de que ese tipo es un buen sujeto a pesar de su comportamiento y estoy dispuesto a demostrártelo!

—¡Pues si ese sujeto no es realmente un arrogante como tú aseguras, se lo tiene muy bien estudiado y eso es algo que me importa un comino, Theodore Laurence!

—¿¡Me dijiste "Theodore"! ¡Tú sabes muy bien que no me gusta que me llamen así!

—¿Y entonces por qué crees que te lo dije, ¿eh? —replicó con sarcasmo.

—¡Pues entonces yo te diré Josephine!

—¡Uf! ¡Haz lo que tú quieras, Theodore Laurence! ¡Me voy a dormir! ¡Buenas noches! —se despidió, fastidiada ya de tanta discusión, dirigiéndose inmediatamente hacia las escaleras, enfurecida.

—¡Buenas noches, Josephine March! —rebatió el muchacho, también muy disgustado, siguiéndola con la mirada hasta que la chica desapareció tras la puerta de su habitación.

"Ya verás, Jo —pensó lleno de determinación—; ya verás cómo tengo la razón y tú no".

Durante todo el domingo ninguno de los dos se dirigió la palabra, evitándose cada vez que podían e ignorándose si se cruzaban, preocupando sobremanera a la señora Kirke, pues ésta había creído que ambos chicos eran muy buenos amigos. Lo mismo sucedió todo el resto de la semana hasta que finalmente llegó el sábado, día en que Jo y Laurie tenían que asistir a sus respectivos salones.

Ansioso, nuestro protagonista llegó corriendo hasta el salón de música en donde ingresó veloz como un rayo. Miró ansioso a su alrededor buscando a Jeremy, pero, para su desencanto, no lo encontró entre ninguno de sus compañeros. Y en tanto la tarde transcurría, el esperado pianista no hizo acto de presencia, extrañando tanto a él como a todo el mundo.

—Resulta rarísimo que el pesado de Williams no haya venido —comentó James, mirando hacia el reloj de pie que se encontraba al lado de la estufa de leña que calentaba todo el salón. En aquel momento las agujas estaban a punto de indicar las siete de la noche.

—¿Es que nunca ha faltado antes? —quiso saber Laurie.

—No desde que yo ingresé a este salón —Miró inquisitivamente a su otro amigo—Oye, Dany —le dijo—. Tú has venido a este lugar desde que se fundó. ¿Alguna vez Williams faltó como ahora?

—No, nunca —fue la extrañada respuesta.

Sí, todos se encontraban muy intrigados por la inesperada ausencia del pianista más talentoso de todos, pero ninguno quería admitirlo, por lo que su curiosidad pronto se convirtió en preocupación cuando observaron que Jeremy faltó también a las siguientes tres reuniones.

Durante todo ese tiempo, Jo y Laurie apenas cruzaron una que otra palabra, ignorándose la mayoría del tiempo. Tampoco Anthony apareció en esos días, tornando la vida de Jo muy aburrida y angustiante, llegando a desear fervientemente que éste apareciera de un momento a otro o hasta volver a amigarse con Laurie. Pero, como era muy orgullosa y testaruda, se le hacía muy difícil tener que deponer las armas con cada día que pasaba.

Entretanto y para sorpresa de todos los integrantes del salón de música, Jeremy Williams volvió a aparecer cuando faltaba poco para que se cumpliera un mes de su misteriosa ausencia.

Laurie se encontraba tocando el piano cuando lo vio ingresar a la habitación, sorprendiéndolo sobremanera su deplorable aspecto otrora lleno de vitalidad.

No era que tuviera un aspecto desarreglado, su ropa elegante estaba impecable, como siempre, pero su rostro y su fisonomía habían desmejorado completamente: estaba muy delgado, su palidez era ahora demasiado acentuada, unas marcadas ojeras dejaban entrever un cansancio mortal. Pero a pesar de todo aquel conjunto de señales alarmantes, su andar era como siempre, arrogante y lleno de aparente energía.

Jeremy no se fijó en nadie a su alrededor, sus ojos se encontraban fijos en uno de los pianos, dirigiéndose con paso firme hacia él como si fuera lo único que le importaba alcanzar en la vida. Todos los presentes guardaron silencio ante aquel joven que, a pesar de su aspecto enfermizo, seguía manteniendo una dignidad inquebrantable, cediéndole paso para que éste llegara hasta el objeto de su deseo y se sentara en el banquito, dispuesto a interpretar alguna maravillosa pieza musical que ellos estaban preparados para escuchar, porque, a pesar de su arrogancia, su talento era extraordinario.

Un inmenso y profundo silencio se hizo en todo el salón, todos se encontraban expectantes ante aquella omnipotente escena, intuyendo que estaban a punto de presenciar algo asombroso.

Jeremy, como si estuviera despidiéndose de su querido piano, acarició suave y lentamente las delgadas teclas con la yema de sus dedos, como si quisiera transmitirle todo su amor y devoción. Sus hermosos ojos se llenaron de lágrimas y sus delicados pero atractivos labios temblaron, su corazón desbordaba un inmenso dolor que su semblante apenas lograba mostrar tras una máscara de ruda insensibilidad. Entonces, de repente, comenzó a tocar como nunca antes lo había hecho; una explosión de genialidad y talento deslumbró a todos los presentes, quienes escucharon extasiados una melodía que nunca antes habían escuchado, una que Jeremy había escrito por su propia mano, dándole libertad a su atribulada alma y talento a sus manos.

Su melodía era una hermosa y bien equilibrada mezcla de delicadas y armoniosas notas por momentos y explosivas y salvajes en otros, provocando diferentes e intensos sentimientos en cada uno de sus compañeros: algunos se quedaron completamente atónitos, las jóvenes comenzaron a llorar y otros se sintieron sobrecogidos. Todos ellos estaban siendo transportados a un mundo mágico, armonioso; triste y alegre a la vez, provocando una oleada de júbilo y excitación en sus conmovidos espíritus.

Nunca nadie había demostrado tanta pasión como en aquel momento.

Cuando Jeremy terminó de tocar, nadie logró reaccionar, aún se encontraban considerablemente impresionados por lo que habían acabado de escuchar, pareciéndoles como si el tiempo y el espacio se hubieran detenido por completo dentro de aquel salón. Nadie era capaz de respirar siquiera, como si sus almas hubieran sido arrebatadas de sus cuerpos por una fuerza sobrenatural.

Sin decir una sola palabra y sin mirar a nadie, Jeremy se levantó del banquillo y se dirigió hacia la puerta, saliendo de la habitación y desapareciendo en un segundo como si fuera un fantasma, como si nunca hubiera estado allí.

Poco a poco todos los presentes comenzaron a volver en sí, preguntándose si lo que había acabado de pasar era realidad o ficción. Nadie logró entender por completo la extraña actitud de Jeremy, que pasó a ser el tema principal de conversación de todos ellos, olvidándose por completo de su aspecto enfermizo, pero Laurie fue uno de los pocos lo que se interesó por aquello último.

—¡Nunca escuché semejante maravilla! —exclamó un muchacho—. ¡Williams es un genio!

—Siento que mi alma desea llorar, y no sé por qué… —murmuró una de las chicas, llevándose tristemente la mano al pecho, a punto de ponerse a lloriquear.

—¿Notaron lo desmejorado que estaba? —preguntó otra—. ¿Qué le habrá sucedido? ¿Estará bien?

—¡Oh! No te preocupes por ese tipo, Fanny —le respondió otro de sus compañeros, haciendo un ademán despectivo—. Gente como esa es muy excéntrica y resulta bastante común verlos en ese estado.

Pero Laurie no estaba convencido con esa explicación, ninguno de sus compañeros había visto lo que él hacía ya un mes, por lo que temió que aquella repentina aparición y desbordada exaltación de talento prometía ser más un acto de desesperada despedida que un excéntrico acto de genialidad.

Y así, sin que nadie se percatara de ello, Laurie salió corriendo de la sala, intuyendo que Jeremy William estaba en grave peligro y que necesitaba ayuda desesperadamente. Pero, cuando salió a la calle, se exasperó al no saber por cuál dirección había tomado el muchacho.

Mientras tanto, Sandra había pedido a Jo que comprara galletas para todos en alguna tienda de abarrotes cercana, pues el frío había comenzado a arreciar y todos anhelaban comer algo seco acompañado por una deliciosa taza de chocolate mientras recitaban alguna poesía de interés. Ya cerca de un solitario puente de piedra en donde el helado viento parecía soplar con más fuerza, la muchacha notó alarmada a un joven rubio, alto y delgado que se encontraba en el puente y subía penosa pero decididamente al pasamano.

—¿P-pero qué está por hacer…? —murmuró asustada.

A todo eso, el temeroso Laurie se apresuró a través de las calles, siguiendo la serpenteante trayectoria que el perturbado pianista había tomado. La gente que lo había visto pasar le dijo que el confundido
joven había vagado por aquellas calles como si estuviera perdido, como si fuera un alma en pena. Laurie torció el gesto, aquello no era un buen presagio. Por lo poco que había conocido a Jeremy, éste parecía ser una persona con mucho dominio sobre sí misma, pero su lamentable aspecto parecía revelar que pasaba por una horrible y peligrosa etapa de depresión.

No muy lejos del lugar en donde se encontraba Laurie, Jeremy, quien era el muchacho que se había trepado al pasamano del puente, sentía que su corazón le golpeaba fuertemente en el pecho. Temblaba de pies a cabeza, respiraba agitadamente y sentía que la transpiración comenzaba a recorrerle la espalda. Una fuerte brisa helada atravesó su cuerpo con crueldad, provocando que se encogiera y tiritara de frío. Sentía que su calenturienta mente comenzaba a darle vueltas y más vueltas, los recuerdos de su pasado y su agonía lo carcomían. La espera de un futuro que jamás vendría lo atormentaba como nunca antes lo había hecho. La nostalgia por su familia lo afligía terriblemente. La música que tanto amaba jamás volvería a tocarla… ¿Por qué dudaría entonces en acabar con su vida? No había nada para él y jamás lo habría. Ya todo estaba perdido…

—Mamá… —susurró en su delirio, extendiendo su temblorosa mano hacia la nada—. Mamá… ¿quieres que toque el piano para ti…?

Con su mente terriblemente confundida dentro de un fuerte torbellino de emociones, Jeremy, en un instante fugaz de claridad mental, finalmente tomó una decisión y levantó un pie hacia adelante, contuvo la respiración y se dejó caer hacia el vacío, hacia las oscuras y frías aguas del río justo al mismo tiempo que alguien gritaba y se aferraba fuertemente de su abrigo.

Durante un instante que le pareció eterno, Jeremy colgó de su asimiento, sorprendido, con casi toda su lucidez recuperada por el impacto de la realidad. Con una pálida expresión de miedo en su rostro generalmente estoico, miró hacia arriba y se sorprendió al ver a una jovencita sujetada fuertemente de su abrigo, casi arrastrada con él por su peso.

—¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame ya! —le gritó desesperada pero enérgicamente.

—¡No! —Jo apenas pudo negarse, aferrándose con todas sus fuerzas al abrigo de aquel alterado muchacho, único eslabón que lo sujetaba a la vida.

—¡Suéltame!

—¡No! ¡Jamás lo haré! —se negó nuestra aterrorizada pero determinada protagonista.

—¡Pero caerás conmigo!

—¡No me importa! —insistió con su habitual testarudez, sonriéndole al mirarlo—… N-no puedo permitir que alguien se suicide frente a mí sin hacer nada para evitarlo… ¿Es que no tienes a nadie quien te llore…?

A Jeremy le impactó profundamente aquella pregunta, pero aunque ella estuviera en lo cierto, él no segó en su decisión, comenzando a desabrocharse rápidamente los botones del abrigo para liberarse de aquella entrometida.

—¡No lo hagas! —pidió Jo, quien apenas lograba sujetarlo.

—¡No tengo otra alternativa! ¡Si no lo hago te arrastraré conmigo y podrías morir por mi culpa!

—¡NO! —chilló aterrorizada al sentir que el joven se deslizaba del abrigo.

Pero, justo en ése crucial momento, Laurie apareció y logró aferrarse fuertemente del suicida, pero, con tan mala suerte, que lo hizo también del abrigo, por lo que Jeremy finalmente cayó al río ante los atónitos ojos de nuestros protagonistas, hundiéndose en él.

—¡Nnnnnnoooooooooooo! —gritó Jo, cayendo de rodillas y aferrándose al pasamano, a punto de ponerse a llorar.

—¡JEREMY! —gritó Laurie, desesperado, extendiendo inútilmente la mano
hacia el río.

En aquella época, especialmente cuando el clima era muy frío, resultaba un suicidio lanzarse a las aguas congeladas de un río. Si no se moría por ahogamiento o hipotermia, se podría enfermar uno de pulmonía, lo que casi siempre resultaba ser una sentencia de muerte.

Sabiendo que el tiempo comenzaba a correr en contra de su compañero, Laurie tomó una rápida decisión y procedió a quitarse el abrigo, el saco y los zapatos para lanzarse él también al río para rescatarlo de una muerte segura. Pero, para su sorpresa, otro joven que se encontraba oportunamente a la orilla del río y que había visto lo ocurrido, se lanzó inmediatamente a las frías aguas del río luego de haberse quitado el abrigo, nadando inmediatamente hacia la zona en donde el pianista se había hundido.

—Anthony… —murmuró Jo con un hilo de voz al reconocer al muchacho que se había lanzado al río.

/Anthony apareció por fin, y no sabría decir si afortunada o desafortunadamente… ¡podría enfermarse de pulmonía o morirse ahogado! Por otro lado… ¿por qué quiso suicidarse ese chico? /

Continuará el próximo miércoles...



Notas de una Bloguera Descuidada:
¡Hola, mis queridos arrinconados! ¿Cómo están? 
Espero que bien.  Esta historia se pone cada vez más interesante (creo yo, je). Laurie y Jo han tenido su primera pelea y ¡por fin apareció Anthony otra vez! Y no podría ser en un momento más justo que éste. ¿Por qué Jeremy quiso poner fin a su vida? Siendo un chico muy difícil de tratar, resultará muy complicado saber sus motivos, ¿no? ¿Anthony y él saldrán bien de este incidente? ¿Jo y Laurie averiguarán los motivos por el que Jeremy quiso suicidarse y volverán a hacerse amigos? ¡Muy pronto lo leerán!
Vi las pelis Halloween y El Gran Dragón Blanco.
Sigo leyendo el cómic Thor: Historias de Asgard, terminé de ver el drama coreano Astuta y Soltera y comenzaré a ver el drama coreano Contrato Para una Boda, y sigo viendo el anime Fairy Tail, y editando el drama coreano W Dos Mundos.


¡Gracias por visitar el blog!
¡Nos leemos en la próxima entrada!
¡Cuídense!

Sayounara Bye Bye!!!

Gabriella Yu

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