Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 21

Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Publicación: 1 episodio cada miércoles (si se puede)
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Gabriella Yu

*Capítulo 21: Una Pareja Muy Especial*



/Parece que mi hermana Beth y el guapísimo Jeremy están prendados el uno al otro, ¡qué romántico! Pero creo que Jo no piensa lo mismo… ¡Ni tampoco Sally! ¿Qué hará ella cuando sepa que el corazón del joven pianista pertenece a Beth?/

Beth se secó rápidamente las lágrimas de los ojos con el puño del vestido, descuidando toda esmerada educación que su madre le había enseñado, pues no quería que Jeremy notara que estaba llorando. ¡Se
moriría de la vergüenza si él llegaba preguntarle el motivo de su tristeza! ¿Qué podría contestarle? ¿Cómo se atrevería a decirle que lo amaba y no quería separarse de él?

Había hecho bien, pues en ese preciso momento Jeremy había alzado la vista instintivamente, sorprendiéndose al verla frente suyo, por lo que dejó de tocar el piano instantáneamente.

—Miss Elizabeth… —exclamó, apenas con un hilo de voz, pues se le antojaba que en vez de ver ante él a un ser mortal común y corriente, veía a un hermoso y delicado ángel celestial.

—S-señor Williams… —saludó ella también, casi sin aliento.

Nada más se dijo entre ellos, pues el silencio revelaba lo que sentían mucho más que mil palabras, y fue ese silencio lo que a Jo le pareció intolerable, pues en su duro corazoncito aún no tenía cabida el amor ni la ternura. En su mente no había otra cosa más que la horrible idea de que aquel trastornado muchacho pudiera arrebatarle a su querida hermanita. ¿Pero cómo se había atrevido Jeremy siquiera de pensar en codiciar a su Beth? ¡Eso jamás lo permitiría!

Furiosa, dio un paso hacia adelante con la intención de arrastrar a Beth hacia su cuarto, pero justo en ese momento entraron a escena Laurie y la señora Kirke. Uno recién llegado de la universidad y la otra trayendo una bandeja con té y galletitas.

—¡Buenos noches, señora Kirke! ¿Cómo ha estado su día? ¡Eh, Jo! ¿Ya llegaste de tu aventura literaria? ¿Cómo te ha ido? ¡Eah! ¡Trajiste a Beth! ¿Cómo has estado, Beth? ¿Bien? ¡Hola, Jeremy! Veo que has estado martirizando el piano otra vez, ¿verdad? —Laurie había dicho todo aquello en un santiamén con su habitual alegría y buen humor, saludando a todos con su afable naturaleza y una amistosa sonrisa, desbaratando los planes de Jo de separar a su hermana Beth de Jeremy.

—Hola, Laurie… —lo saludó entre dientes, furiosa.

Beth dejó escapar una tímida pero armoniosa risita.

—¡Oh! Hola, Laurie. Siempre estás tan animado como Amy... Me pregunto cómo lo logran.

—¡Oh! Eso es un misterio, mi querida señorita —le respondió con una graciosa venia que hizo reír a todo el mundo, excepto a Jo.

—Supongo que hoy te ha ido muy bien el la universidad, Laurie, ¿o me equivoco? —inquirió Jeremy con una diminuta pero amistosa sonrisa.

—Diste en el clavo, mi querido pianista —asintió el alegre muchacho mientras se dejaba caer sobre uno de los sillones—. Y no pudo haber sido en mejor momento, puesto que mi abuelo había ido a preguntar sobre mis calificaciones… Se fue luego muy contento por el resultado, ¿sabes, Jo? —la miró ansioso, esperando alguna felicitación de parte suya.

La chica apenas pudo contestarle de buena manera, puesto que su mente se encontraba muy ocupada pensando en el desagradable secreto que había descubierto.

—¿Eh? Sí, sí… Seguro que ahora no tendrá motivos para enfadarse contigo…

Laurie se le quedó mirando un tanto desconcertado, pues recién ahora había notado algo extraño en la actitud de su amiga. Preocupado, estuvo apunto de preguntarle qué le ocurría, pero la señora Kirke se le adelantó.

—Me alegra muchísimo que le haya ido tan bien, señor Laurence. ¿Qué le parece si lo festejamos con té y galletas recién salidas del horno?

—¡Magnífico! —festejó el muchacho, olvidándose momentáneamente del motivo de su preocupación.

—Muchas gracias —agradeció Beth mientras se sentaba frente a la mesita ratona, deseosa de probar los alimentos que la buena señora le ofrecía, puesto que la caminata le había despertado el apetito.

Jo se dejó caer también en el otro sillón al ver que su hermana profesaba verdadero anhelo por merendar algo, rindiéndose ante la idea de llevársela arriba, lejos de los tentáculos de Jeremy.

—Venga a tomar el té usted también, señor Williams —lo invitó la señora Kirke mientras dejaba la bandeja sobre la mesa ratona y se sentaba en una de las sillas.

—Muchas gracias por su invitación, señora Kirke, pero no tengo apetito. Prefiero seguir tocando el piano si no les es mucha molestia…

—¡Pero, señor Williams! ¡Está usted tan delgado! Debería cuidarse más ahora que está convaleciente. No quisiera que volviera usted a sufrir otra recaída… ¡Eso sería desastroso! —protestó la mujer.

—Siento mucho si la preocupo, señora Kirke, pero no siento deseos de merendar nada en este momento —replicó, testarudo como siempre.

—Pero… —quiso insistir, pero, para sorpresa de Jo y Laurie, Beth intervino.

—Por favor, señor Williams, debe usted comer un poco; no quisiera marcharme mañana pensando en que usted no se cuida… No cuando sé lo maravilloso que toca el piano.

Todos dirigieron sus miradas hacia el boquiabierto muchacho que, con sus pálidas mejillas levemente sonrojadas, no pudo hacer otra cosa que carraspear para intentar volver a tomar el dominio de sí mismo.

—¡Ejém! Sólo aceptaré tomar una taza de té y un par de galletas si usted accede tocar el piano para mí, miss Elizabeth.

Todos volvieron sus ansiosas y escrutadoras miradas hacia la avergonzada chica, quien parecía hundirse más y más en la silla en donde estaba sentada, como si quisiera desaparecer de la faz de la Tierra.

—¿E-entonces comerá algo si yo toco el piano para usted?

—Sí. Se lo pido por favor.

Aquella última súplica fue tan suave y humilde que Beth no tuvo el valor ni el corazón de negarse a su pedido, así que accedió con un leve asentimiento de su cabeza.

—No debes tocar si no te apetece Beth. Nadie tiene derecho a obligarte a hacerlo —protestó Jo de inmediato.

Su hermana se volvió hacia ella y le sonrió cariñosamente.

—No te preocupes, Jo, ya sabes que a mí me encanta tocar el piano; y si con esto logro que el señor William meriende, con gusto accederé a lo que me pide.

Y así, ante la atónita mirada de Laurie sobre Beth y la enfurecida mirada de Jo sobre Jeremy, la joven pianista se dirigió hacia el piano al mismo tiempo que él lo abandonaba y se sentaba en otra silla disponiéndose a merendar y escuchar buena música por parte de aquella niña tan delicada, quien lograba hacerle olvidar todas sus penas.

Beth, sintiéndose honrada y dichosa por ayudar a su adorado pianista, interpretó varias piezas de Mozart y Beethoven con una magnífica destreza, logrando que Jeremy consumiera más de una taza de té y media docena de galletas de tan embelesado estaba con su música.

Laurie, quien era un muchacho muy atento en cuestiones del amor, enseguida se dio cuenta de la estupenda química que había entre los dos pianistas, lo que, por cierto, lo llenó de felicidad y sueños
románticos. Muy contento con su descubrimiento se volvió hacia Jo para hacerle un comentario al respecto, pero grande fue su sorpresa cuando notó que su amiga tenía uno de los peores semblantes que había visto en su vida, las manos crispadas sobre la falda de su vestido y una mirada asesina sobre Jeremy.

—Jo… —murmuró muy preocupado al darse cuenta de que ella ya había descubierto lo que pasaba entre Beth y Jeremy y, por lo visto, aquello no le agradaba ni pizca, como le había ocurrido al saber sobre el compromiso entre su hermana Meg y John Brooke.

Cuando Beth terminó de tocar la última pieza, Jeremy se puso de pie y le propuso, amablemente, que interpretaran juntos otra pieza. La chica no pudo evitar sonrojarse con semejante proposición, el corazón le latía muy rápido y parecía que le faltaba el aliento. Se moría de la vergüenza, pero estaba decidida a responderle.

—S-señor Williams, yo…

—Mi hermana es demasiado tímida para cantar, Jeremy —la interrumpió Jo de manera muy poco educada, dirigiéndole una terrible mirada al aludido—. Toda mi familia lo supone una lástima puesto que Beth, junto con mi hermana mayor, Meg, posee una hermosa voz para el canto.

—Pero, Jo… —Beth la miró interrogante, sorprendida por la impertinencia de su hermana.

Más Jeremy no era un muchacho que se diera por vencido tan rápido ni tampoco le atemorizaban las miradas de puñal, así que decidió demostrarle a Jo que su hermana menor podía tomar decisiones por sí misma.

Dirigiéndole una mirada desafiante a nuestra escritora, declaró con una tenue sonrisa:

—¡Oh! Eso es una verdadera lástima, miss Jo. Sin embargo, si miss Elizabeth no se anima a cantar, podría tocar el piano conmigo… Un dueto, por así decirlo. ¿No le parece, miss Elizabeth? ¿Se animaría a hacerlo? —volvió su atención hacia Beth, tan decidido como seguro de sí mismo.

Jo, furiosa por el abierto desafío de Jeremy, estuvo a punto de protestar, pero fue Beth quien esta vez contestó por sí misma, dejando a su hermana atónita.

—Sería un honor, señor Williams. Acepto su pedido.

Beth nunca supo de dónde había sacado el valor para aceptar semejante propuesta, tal vez, había sido contagiada por la gran seguridad que el joven pianista irradiaba, sintiéndose protegida de todo mal externo.

Pero cuando Jeremy se dirigió hacia ella, todo le pareció como si sucediera en cámara lenta, como si el sonido no existiera, como si nadie más existiera alrededor suyo, escuchando solamente el ansioso sonido de su respiración, el incesante golpeteo de su corazón y los largos pero elegantes pasos del muchacho. Con la mirada fija en los hermosos ojos de Jeremy, Beth sentía que la cabeza le daba vueltas y más vueltas dentro de una terrible confusión de sentimientos y pensamientos.

—¿Me permite? —le preguntó suavemente mientras se inclinaba galantemente a su lado.

—¡Oh, sí! Por supuesto —respondió apresuradamente, horrorosamente nerviosa, deslizándose sobre al taburete hasta dejarle el espacio suficiente para que él también se sentara.

Una vez instalado, codo a codo con la jovencita que parecía idiotizarlocon tan sólo una mirada, Jeremy volvió sus ojos hacia ella una vez que logró dominar sus propios nervios, el temblor de su cuerpo y los rápidos latidos de su corazón.

—¿Le parece adecuado tocar el /Himno a la Alegría/, miss Elizabeth?

La cálida mirada que él le dedicó, la suave atención en su voz le dio a Beth el valor y la confianza necesarios como para sentirse por fin a gusto con él. De alguna manera, con el tenue contacto de su cuerpo contra el suyo, la hacía sentir muy segura de sí misma, otorgándole un valor que nunca antes había soñado poseer.

—¿Habla usted de la /Novena Sinfonía/, no es así, señor Williams? ¡Me gusta tanto esa sinfonía! —y se rió, una risa tímida, sencilla y muy simpática, sintiéndose por fin a sus anchas con él.

Para el apesadumbrado Jeremy aquella risa fue un bálsamo para su adolorida alma.

—¿De verdad? ¡Magnífico! —el triste semblante del joven de pronto pareció iluminarse de felicidad, haciendo de Beth la chica más feliz del mundo.

Jeremy extendió las manos sobre las teclas y volvió su atractivo y animado rostro hacia Beth, y le sonrió tan encantadoramente que ella se convenció definitivamente que quería pasar el resto de su vida a su lado. ¡Estaba enamorada de él! ¡Y qué maravilloso era ese sentimiento!

—¿Lista? —le preguntó.

Beth le sonrió también, extendiendo las manos sobre las teclas.

—Lista.

Y así, para la grata sorpresa y admiración de Jo, Laurie y la señora Kirke, Beth y Jeremy unieron sus maravillosos talentos musicales en uno solo, envolviendo con su música a toda la casa y atrayendo a los demás inquilinos a la sala de estar para escucharlos tocar el piano.

Jeremy, en el momento indicado, comenzó a cantar con su flemática pero bien equilibrada voz el /Himno a la Alegría/ mientras tocaba y, luego de unos minutos, animada por la seguridad que él le transmitía, Beth también comenzó a cantar con su suave y armoniosa voz, dejando a su hermana y su amigo boquiabiertos, completamente estupefactos. ¡Jamás habían imaginado a la tímida Beth tocar y cantar frente a un buen grupo de desconocidos!

—¡N-no lo puedo creer! ¿E-esa es nuestra Beth? ¡Nunca en mi vida la había escuchado cantar! —exclamó Laurie con los ojos bien abiertos por la impresión.

La señora Kirke batió las manos animadísima.

—¡Oh! ¡Pero qué bellísima escena! ¡Jamás me hubiera imaginado que aquellos niños hicieran un dueto tan perfecto! —se volvió hacia Jo, excitadísima—. ¿No le parece una pareja encantadora, querida? ¡Son tal para cual! No me extrañaría que en un par de años hablen de matrimonio…
—enmudeció al ver el lívido rostro desencajado de la joven, inquietándola…, tal vez había hablado de más—. ¡Pero, querida! ¿Se siente usted bien? ¿Qué le ocurre?

Pero Jo no respondió, se levantó de golpe y se abrió paso entre sus compañeros de hospedaje, subiendo rápidamente las escaleras rumbo a su cuarto, en donde se encerró. Laurie, preocupado, había observado todo aquello, así que, después de unos segundos, él también subió para averiguar lo que le ocurría a su amiga.

Grande fue su sorpresa cuando abrió lentamente la puerta y encontró a Jo llorando de rabia sobre la cama.

—¡Por Dios, Jo! ¿Qué es lo que sucede ahora? ¿Por qué lloras? Si hay algo que yo pudiera hacer por ti… —le preguntó lleno de angustia, sentándose sobre la cama, a su lado, pues le partía el alma verla llorar así.

Entre sollozos y sin alzar el rostro de la almohada, Jo logró hablar.

—¡Oh, Laurie! ¿Es que no te has dado cuenta? ¡Acabo de perder a mi hermanita!

—¿Y por qué dices semejante cosa? —inquirió sorprendido.

Molesta, Jo se volvió hacia él con los ojos empañados en lágrimas y las mejillas coloradas.

—¿Es que no ves lo bien que se llevan los dos? ¡Beth y Jeremy son tan felices juntos! —y volvió a echarse sobre la almohada para seguir llorando.

Laurie sonrió tiernamente, sintiéndose aliviado ahora que sabía que nada grave le sucedía a Jo.

—Pero, Jo —le dijo, colocándole la morena mano sobre la esbelta espalda de su amiga—, eso es muy bueno, ¿no te parece? ¿No te sientes feliz por ella? Por fin encontró a alguien que parece valorarla todo lo que se merece.

—¡Si!

—¿Y por qué lloras, entonces?

Nuevamente Jo volvió el rostro hacia él, entre gimoteos e hipidos.

—¡Porque soy una tonta egoísta! —y se lanzó hacia los brazos del atónito Laurie para volver a llorar con todas sus fuerzas. El muchacho también la abrazó lentamente luego de algunos amagues, feliz por aquel contacto tan íntimo con su amiga. No muchas veces había tenido la oportunidad de abrazarla—. ¡Mi Beth es una niñita tan, inocente y delicada! ¿Cómo se le ocurre a ese tonto de Jeremy fijarse en ella?

—Yo no le veo nada de malo en que él se haya fijado en ella…

—¡Pues en cambio yo sí! —rebatió enojada, desembarazándose de él para mirarlo a los ojos—. ¿Es que no te has dado cuenta de que Jeremy no sabe ni el lugar en dónde está parado? ¡Su estado emocional es desastroso, no lo conocemos como deberíamos y no sabemos nada del motivo por el que abandonó a su familia! No permitiré que Beth se enamore de alguien como él —sus ojos centellaron, demostrando la determinación de sus palabras—. Jamás lo permitiré.

—¿Te das cuenta de lo que estás diciendo, Jo? —replicó Laurie, tan ofendido como molesto—. ¡Le niegas a tu hermana la oportunidad de amar! Yo no opino igual que tú sobre Jeremy, sé que él es un buen muchacho y aunque haya pasado o esté pasando por momentos difíciles y se sienta deprimido, tiene derecho a idolatrar a Beth y sentirse amado por ella.

—¡Bah! ¡No dices más que tonterías! —exclamó poniéndose de pie, con los puños fuertemente cerrados—. Eres tan sentimental que no ves más allá de tus narices. A mi Beth no le conviene un tipo trastornado como ése… —Lo miró anhelante, como si la solución a ese problema estuviera frente suyo—… A ella le conviene mejor un muchacho bueno, que le guste la música y que sea muy sentimental…

Sólo había faltado que dijera "como tú" para completar la oración, pero Laurie comprendió inmediatamente la indirecta, sintiéndose terriblemente ofendido, poniéndose él también de pie, enfrentando a Jo. ¿Cómo podía ser ella tan insensible como para no darse cuenta de que era a ella a quién él amaba con pasión?

—¡No tienes derecho a plantearme algo así otra vez! ¡Primero Meg y ahora Beth! ¡Lo único que falta es que me propongas a Amy también!

—¿A Amy? ¡Ja! ¡Por favor, Laurie! ¡Si Amy es tan sólo una niña mimada y egoísta! —replicó con tono de desprecio— ¿Es que no te das cuenta de que eres el partido más indicado para mis hermanas? Meg ya no tiene caso pero Beth, dentro de tres años, será una linda mujercita y tú serás un excelente abogado. ¿Qué tiene de malo que se queden juntos? Beth es una chica estupenda.

—No niego que Beth sea una chica estupenda, Jo, en eso tienes mucha razón, pero en cuanto a tu juicio sobre Amy y Jeremy y tu idea de que yo me quede con Beth me parece de lo más desacertado.

—Bueno, como digas. No voy a obligarte si no quieres —rebatió testaruda, cruzándose de brazos y dándole la espalda.

—¡Pues no quiero! —refutó muy molesto, volviéndose rápidamente hacia la puerta y, antes de salir, volvió su rostro hacia Jo y le dijo:

—Eres una chica muy lista, Jo, y te admiro por eso, pero cuando se trata de la felicidad de tus hermanas y la tuya, te pones más ciega que un topo y tan testaruda que no ves más allá de tus narices.

—Eres tú el que se pone más ciego que un topo y el que no ve más allá de sus narices —replicó sin volverse.

—¿Ah, sí? —el chico sonrió maliciosamente, brillándole los ojos de picardía—. Pues dime quién de nosotros tuvo razón acerca de Meg y el señor Brooke.

—¡Oh! —exclamó al darse cuenta que había sido derrotada por la astucia del travieso Laurie, por lo que tomó rápidamente la almohada de la cama y se la lanzó, furiosa, pero él pudo esquivarla cerrando la puerta tras de sí.

Jo, exhausta, sola y deprimida, se sentó pesadamente sobre la cama sin saber qué hacer ni qué pensar. Sabía, muy dentro de ella y por más que no quisiera admitirlo, que Laurie tenía razón y ella no: a Beth se la veía muy feliz al lado de Jeremy, ¿cómo negarlo? Debía sentirse muy contenta por ella, pero no podía confiar en Jeremy, había algo en él que no le inspiraba confianza, como si estuviera ocultándole algo muy importante.

De pronto, la joven escritora se puso de pie y, alzando su puño con determinación, declaró:

—Bueno, admito que me excedí un poco… Después de todo Jeremy no parece ser un mal chico… ¡pero juro que averiguaré por qué intentó suicidarse, sólo así sabré si él es digno de ser novio de mi hermana!

Y olvidándose por completo de su ridícula pelea con Laurie, Jo volvió a bajar a la planta baja, sentándose al lado de su amigo, quien la miró perplejo al notarla llena de energía y decisión.

—¿Y bien? —preguntó—. ¿Qué pasa ahora?

Jo, orgullosa y terca como siempre, se cruzó de brazos y le respondió:

—Le daré una oportunidad a Jeremy, pero tendrá que esperar por lo menos dos años para ponerse de novio con Beth.

—Perfecto —sonrió, pues aquello era la actitud más tolerante que podía esperar de Jo.

/¿Escuché bien? ¿Jo volvió a llamarme "mimada y egoísta"? ¡Las cosas que dice esa arpía cuando está enfadada! Mamá dice que no me tome en serio lo que Jo dice cuando está molesta, ¡pero yo no voy a permitir que me llame así y Anthony debería hacer lo mismo! ¡Sí, señor! … Eeeeeh… ¿Ustedes creen que yo sea mimada y egoísta?/

*Notas de una Autora Descuidada:*

*¡Hola! ¿Cómo han estado? Jo está determinada a conocer el motivo por el que Jeremy intentó suicidarse, pero cuando por fin sepa el motivo, ¿querrá ella que Beth se quede con él? ¿Qué sucederá con Anthony? Jo pronto se enterará de su inesperada y sorprendente decisión.*



Notas de una Bloguera Descuidada:
¡Hola, mis queridos arrinconados! ¿Cómo están? Espero que bien. ¡Hoy se cumplieron 3 meses de mi cirugía! :D
Estoy a punto de terminar el drama coreano El Rey de la compras, sigo viendo Naruto y editando el drama chino Princesa Valiente.

La próxima actualización será el siguiente miércoles 7 de Agosto con 20 episodios más del anime Detective Conan.

¡Gracias por visitar el blog!
¡Nos leemos en la próxima entrada!
¡Cuídense!

Sayounara Bye Bye!!!

Gabriella Yu

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