Resumen de la serie: Daimon Michiko es una atractiva e independiente cirujano. No está afiliada en el departamento médico del hospital universitario, se mueve alrededor de distintos hospitales, mientras está conectada a un tipo sospechoso de 'agencia de médicos'. Observa la jornada laboral estrictamente, no acepta tareas donde la licencia médica no es necesaria, y también está interesada en las luchas de poder características de los hospitales. Su vida privada y su experiencia laboral están envueltas en el misterio, pero es una aguerrida cirujano de primer nivel con los instintos de una genio. Si bien hay rumores desagradables que abandonó la comunidad médica a causa de problemas económicos y negligencia médica, nadie conoce a la persona que realmente es.
Personajes: Michiko Daimon (46), Hiromi Jonouichi (43), Akira Kanbara (75), Hideki Kaji (58), Kondo Shinobu (47), Takashi Ebina (59), Takano Naoki (64), Mamoru Hara (48), Takashi Torii (58), Hikaru Morimoto (38), Shigatetsu Hiruma (71).
Capítulo
8: Entre la Vida y la Muerte. Hideki Kaji Paga el Precio
Se hizo un
silencio que pareció eterno. A pesar de que se moría de miedo, el doctor Kaji
no apartó la mirada de los ojos de Ishida.
—Yo —dijo al
fin.
Kenzo Ishida
sonrió y caminó pausadamente hacia el tembloroso cirujano que no se había
movido ni un centímetro de donde estaba parado. Le colocó una mano en el
hombro, sobresaltándolo ligeramente.
—¿Está seguro?
Esto le va a doler bastante.
Kaji lo miró,
molesto.
—Todo esto es
por la doctora Daimon, ¿verdad? Aceptó mi propuesta porque sabía que yo conocía
al Doctor X y sospechaba que era ella. ¿No hubiera sido más fácil invitarla a
salir como cualquier otra persona normal antes de complicar de esta manera las
cosas?
—Yo no soy una
persona común y corriente, doctor Kaji, usted debería saberlo, soy un yakuza y
las cosas las hago a mi manera…
Comenzó a apretarle el hombro hasta hacerlo
arrodillar de dolor entre la silla y el escritorio.
—¡Ma-maldito…
idiota! —gimió.
—¿Se queja tan
pronto, Kaji-chan? —se burló despiadadamente, tomándolo del cuello de la camisa
para obligarlo a ponerse de pie—. Esto no es nada… ¡recién comenzamos!
Lo empujó de
espaldas contra la pared, presionando los dedos sobre su garganta como si
fueran una garra, cortándole poco a poco la respiración. Acercó su boca al oído
del desesperado Kaji y murmuró:
—Le doy una última
oportunidad: ¿usted o Jonouichi? —aligeró la presión para que pudiera contestar,
pero sin apartarse un milímetro de él—. Vamos, sé que usted no es de esos que
se sacrifican por los demás, no sufra en vano… porque va a sufrir mucho, se lo
aseguro… Deje que me divierta con la mujercita, sea bueno.
Jadeando, pero
sin volverse a mirar a su agresor y temblando como nunca en su vida, con el
corazón a punto de explotarle en el pecho, declaró con voz débil:
—… Y-yo ya
elegí, ¿o acaso es un maldito sordo cobarde?
—¡Eres un
estúpido! —gritó, clavándole sorpresivamente una navaja en el abdomen, moviéndola
un poco hacia un costado para luego sacarla sin ningún cuidado. Vio caer a su víctima
lentamente al suelo, de rodillas, con los ojos abiertos de par en par y con
ambas manos sobre la sangrante y profunda herida, con una expresión de
incredulidad.
Aprovechó para
darle una patada en el estómago, tirándolo de lado sobre el piso, muerto de
dolor.
—Esto es
porque ella me rechazó. Ya veremos qué tan buena es su “Doctora X” salvándole
la vida, y si lo logra, aconséjele que la próxima vez no me rechace o voy a
escoger a su amiga o a ese viejo para desquitarme —lo tomó del cabello con
renovada furia, provocando un quejido de dolor de parte de Kaji, y acercó los
labios viperinos a su oído—. Con esto aprenderá a respetarme y a temerme. Los
yakuza no somos un juego.
Lo soltó con
desprecio y se volvió hacia sus hombres mientras caminaba hacia la puerta y
limpiaba la navaja con un pañuelo y la metía en su bolsillo.
—Terminen con
el trabajo.
—¡Sí, señor!
—asintieron con exagerada venia y se encaminaron hacia su indefensa víctima que
se encontraba en posición fetal tratando de soportar el dolor y perdiendo mucha
sangre entras los dedos.
XOX
—Michiko, ya
quédate quieta y come de una vez, me estás mareando —se quejó Akira Kanbara,
tratando de comer su cena—. Debí haberte pedido que te fueras a casa, ya van a
ser las seis de la tarde y es increíble que aún te encuentres aquí.
—Hay algo que
está mal… —murmuró ella, muy nerviosa, mirando hacia todas las direcciones.
—Exageras,
estás así porque ese hombre amenazó a Hiromi. Ya verás cómo el doctor Kaji
solucionará todo.
—No lo creo,
es un inútil… —apenas terminó de decir esto, sus ojos se fijaron en un
sonriente Kenzo Ishida, quien se había sentado en una de las mesas que estaban
apartadas a un costado, observándola fijamente.
La saludó
levantando una copa de agua, satisfecho, burlón, malicioso.
—¿Qué te pasa
Michiko? —se alarmó su representante—. ¡Parece como si hubieras visto un
fantasma!
Sin tomarse la
molestia en contestarle, la aludida tomó el teléfono de su costoso bolso y
llamó a Hiromi, aliviándose de que estaba bien y con su hija, que estaba de
vacaciones en ese momento. Pero, de repente, se quedó dura como piedra, una
terrible idea había cruzado por su mente.
—Vámonos
—ordenó, levantándose de su silla y tomando su bolso.
—¿Qué? ¿Por
qué? ¿Qué sucede Michiko?
—¡Vámonos! —se
dirigió corriendo hacia el pasillo para tomar el ascensor hacia el tercer piso.
Sin comprender
nada, Kanbara dejó todo y la siguió.
Sólo tardaron
unos minutos en llegar al despacho del Director, pero a Michiko Daimon le
pareció una eternidad. Todo estaba demasiado silencioso para su gusto. Cuando
abrió la puerta, nada la había preparado para lo que encontró.
Casi todos los
muebles estaban volcados, las hojas de papel estaban desparramadas por todos
lados, las cortinas caídas y las macetas tiradas. Su estupefacta mirada cayó
sobre un rastro de sangre y lo siguió hasta que vio un cuerpo que estaba boca
abajo sobre la ensangrentada alfombra, en una posición como si se hubiera
estado arrastrando. La bata de doctor, otrora blanca, ahora estaba sucia,
manchada de sangre y rota.
—¡Doctor Kaji!
—exclamó Akira Kanbara, aterrorizado, sacando a Michiko de su estupor, quien
corrió de inmediato hacia su jefe y compañero.
Arrodillándose
a su lado, sin importarle que la sangre manchara sus rodillas, lo dio vuelta
lentamente hasta ponerlo de costado, sólo así visualizó todo el daño que le
habían hecho: lo habían golpeado ferozmente y herido gravemente, por fortuna
aún estaba vivo, pero su pulso era muy débil al igual que su respiración.
—¡Akira-san!
¡Que acondicionen la sala de cirugía número cuatro y manda a llamar a Hiromi y
al doctor Kondo!
—¿Al doctor
Kondo?, pero…
Michiko volvió
el rostro furiosa.
—¡Él ya lo
sabe todo! ¡Haga lo que le digo! ¡Ya casi no hay tiempo!
—¡S-si, de
inmediato!
Y desapareció
a través de la puerta para hacer los llamados correspondientes y traer una
camilla.
Un débil
gemido hizo que la doctora volviera su atención hacia su compañero que aún no
había abierto los ojos.
—No hables,
Kaji-chan, trata de no desperdiciar energía —le pidió con una suavidad que él
nunca había escuchado de parte de ella, pero igualmente intentó hablar, tomando
con mano trémula y manchada en sangre la mano de la sorprendida doctora.
—… Sál… vame…
—susurró. Ella acercó el odio a su boca.
—¿Qué dijiste?
—… Él… dijo…
que no… podías… salvarme… —se quejó, encogiéndose de dolor.
Notando su
agonía, Michiko apretó ligeramente su mano, en un intento de infundirle valor.
—Oye, Kaji, yo
nunca fallo, no te preocupes, ya verás cómo sales de esta con vida. Te lo
prometo.
Él sonrió
dolorosamente, siempre con los ojos cerrados y sin soltar la mano de la mujer.
Tanto él como ella mantenían las manos libres sobre la herida de arma blanca,
intentando detener la hemorragia.
—… Demonio…
—No hables.
—… Ahora eres…
—volvió a quejarse y las lágrimas comenzaron a caer—… la Directora General…
Michiko se
quedó como piedra, sorprendida, sintió cómo sus ojos comenzaban a llenarse de
lágrimas pero intentó con todo su ser evitar que salgan.
—Lo seré hasta
que te recuperes, ¿lo entiendes, Kaji? Ya sabes que odio esos puestos.
Él asintió, ya
casi sin fuerzas para seguir hablando.
—… Me estoy
congelando… —murmuró.
Preocupada,
Michiko notó que se estaba poniendo muy pálido y la sangre ya había comenzado a
correr por su boca.
—No te duermas
o entrarás en shock, trata de soportar hasta que llegue Akira-san y los demás.
Volvió a
asentir, muy imperceptiblemente, pues sentía que poco a poco iba sumiéndose en
un profundo sueño, una profunda oscuridad. Oyó a Michiko Daimon llamarlo varias
veces por su nombre y, antes de perder el conocimiento, escuchó que llegaban
los demás.
“Demasiado tarde…”. Pensó, y su conciencia se esfumó.
Sigo viendo el anime One Piece, el drama coreano Big, editando el drama coreano Papá es Extraño, escribiendo el nuevo fanfic de Doctor X, leyendo la novela Poirot Investiga y estudiando Secretariado Administrativo.
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