Resumen de la serie: Daimon Michiko es una atractiva e independiente cirujano. No está afiliada en el departamento médico del hospital universitario, se mueve alrededor de distintos hospitales, mientras está conectada a un tipo sospechoso de 'agencia de médicos'. Observa la jornada laboral estrictamente, no acepta tareas donde la licencia médica no es necesaria, y también está interesada en las luchas de poder características de los hospitales. Su vida privada y su experiencia laboral están envueltas en el misterio, pero es una aguerrida cirujano de primer nivel con los instintos de una genio. Si bien hay rumores desagradables que abandonó la comunidad médica a causa de problemas económicos y negligencia médica, nadie conoce a la persona que realmente es.
Personajes: Michiko Daimon (46), Hiromi Jonouichi (43), Akira Kanbara (75), Hideki Kaji (58), Kondo Shinobu (47), Takashi Ebina (59), Takano Naoki (64), Mamoru Hara (48), Takashi Torii (58), Hikaru Morimoto (38), Shigatetsu Hiruma (71).
Capítulo
13: La Amenaza de un Futuro Perdido
Agotado, Kaji
se afirmó de espaldas contra la pared y se dejó caer lentamente al suelo
mientras Michiko trababa la puerta de la sala de enfermería del quinto piso.
Todo estaba muy oscuro y silencioso, solamente se escuchaba el leve tráfico de
la vida nocturna, aquella vieja zona de la ciudad no era muy frecuentada.
No se animaron
a prender la luz, puesto que así llamarían la atención de shida.
—¿Se siente
bien? —quiso saber, poniendo su mano sobre la frente de su compañero—. Tiene
algo de fiebre, buscaré algo para darle.
Él nada dijo,
pero mientras la escuchaba rebuscar cuidadosamente en el interior de los
armarios de las medicinas, recordó la ropa rasgada, el rostro lastimado y el
cabello revuelto… y el terror. La magnifica cirujana Michiko Daimon muerta de
terror.
Suspiró
profundamente.
—Cometí un
gran error al hacer un trato con ese tipo y meterla en esto, Deimon, soy
demasiado ambicioso como para medir las consecuencias de mis actos… Lo siento.
—¿Eh? ¿Qué
dijo? —preguntó mientras rebuscaba, ignorando deliberadamente lo que acababa de
escuchar—. ¡Argh! ¡No logro distinguir nada aquí!
—Olvídelo ya,
debemos pensar en la forma de salir de esto, de avisar a alguien o escapar.
La aludida se
detuvo y se quedó pensativa por unos minutos hasta que su rostro se iluminó.
—¡La alarma
contra incendios!
—¡Eso es! —se
animó—. ¿Habrá una cocina o algo parecido en este lugar?
—Esperemos que
haya cerillos, no hay electricidad para encender nada… ¡Ouch!
—¿Qué sucede?
—miró hacia la dirección por donde se la escuchaba andar.
—No es nada,
me golpee la rodilla con algo… —Michiko siguió buscando con cuidado con las
manos extendidas hasta que logró tocar una tetera—. ¡Encontré la cocina! Ahora
buscaré… ¡Aquí está la caja! ¡Los cerillos!
—¡Bien!
¡Encienda uno para buscar la alarma!
La cirujana
así lo hizo y, como si la suerte estuviera de su lado, la alarma contra
incendios estaba a medio metro sobre su cabeza, pegada a la pared. Apagó el
cerillo antes de quemarse los dedos, encendió otro y lo acercó al aparato,
segundos después, encendió una pequeña luz roja.
—¡Ya está!
—exclamó, sonriendo muy aliviada.
Kaji también
se sintió muy aliviado, soltando un profundo suspiro, pero, de pronto, la luz se
prendió, dejándolos cegados por unos segundos. En cuanto él se recuperó, se
puso trabajosamente de pie y se dirigió hacia su sorprendida compañera.
—No me gusta
esto… —apenas terminó de hablar cuando Kenzo Ishida abrió la puerta de una sola
patada y entró, yendo directo a la asombrada Michiko.
Kaji quiso
interponerse, pero éste lo hizo a un lado con un manotazo, golpeándolo contra
un estante y dejándolo aturdido en el piso. Michiko ni siquiera tuvo tiempo
para reaccionar, puesto que éste la tomó fuertemente del cuello, acercando su
rostro al de ella.
—Bien —le dijo—,
¿aprendiste a temerme ya?
—¿Q-qué?
—¿Me temes
ahora, Doctora X? ¿Comprendes que puedo hacerte lo que quiero cuando quiera? No
se te ocurra faltar a tu palabra o sino te ocurrirá algo mucho peor que esto,
¿entiendes? ¡Ah! Y la alarma contra incendios también está descompuesta —la
soltó y se volvió hacia el otro doctor.
—En cuanto a
usted… ¡Ese golpe que me dio no se lo voy a dejar pasar!
El yakuza hizo
el pie hacia atrás con la clara intención de darle una patada, por instinto, el
cirujano alzó las manos en un inútil intento por defenderse, pero ninguno de
los dos previó que la doctora Michiko Daimon reaccionara lanzándose sobre Kaji
para cubrirlo con su cuerpo.
—¡No lo haré!
—exclamó, mirándolo, desafiante—. ¡No permitiré que lo lastimes otra vez! ¡Es
mi paciente!
Asombrado,
Kenzo Ishida detuvo el ataque, bajando el pie, impresionado con la valentía de
aquella mujer, quien sólo había podido reaccionar con rapidez sólo para
proteger a alguien.
Bufó
fastidiado.
—Por esta vez
lo perdono, Kaji-chan, pero que no vuelva a ocurrir, se lo advierto, puesto que
no habrá una mujer para que lo proteja.
Se fue de
allí, dejándolos petrificados de miedo, pero también muy aliviados.
—… Daimon… Daimon…
¿Está bien…? —le escuchó decir a Kaji, despabilándola, se volvió hacia él y lo
ayudó a ponerse de pie.
—Estoy bien.
—… Ese sujeto
está loco… ¡Y usted también! ¿Cómo se le ocurre hacer semejante tontería?
Ella lo miró
con la determinación pintada en su rostro lastimado.
—Nunca
permitiré que lastimen a nadie frente mío, mucho menos a uno de mis pacientes…
Y mucho menos cuando usted ofreció su vida a cambio de Hiromi.
Kaji se le quedó
mirando, sorprendido.
—¿Cómo lo
supo?
—El mismo
Ishida me lo dijo.
—¡Pero,
idiota! ¡Ya le dije que una mujer no puede compararse con la fuerza física de
un hombre! Una patada no es nada graciosa, ¿sabe? La próxima vez no vuelva a
exponerse de esa manera, ¿entendido?
Michiko se le
quedó mirando por espacio de unos segundos, hasta que por fin soltó una sonrisa
que inmediatamente la cambió por una expresión terca y decidida.
—No. Lo haré
un millón de veces si es necesario.
—¡Ay! ¡Pero
qué cabezota! —hizo una mueca de disgusto.
Ignorando su
queja, ella le colocó la mano sobre la frente.
—Tenemos que
volver a su habitación; le pondré algo para la fiebre; me cambiaré de ropa y
arreglaré este desastre antes de que llegue Hiromi a suplantarme —Miró el
reloj—. Son las cinco menos diez, tenemos una hora más o menos.
—Nadie tiene
que saber lo que pasó, ¿verdad?
—No me
gustaría… —No dijo nada más, dada su personalidad orgullosa, se sentía
humillada por el trato que había recibido de parte de aquel loco.
El doctor
Hideki Kaji nada agregó, solo se quedó muy pensativo. Las manos de Deimon aún
temblaban sobre él y la culpa que sentía por ello había comenzado a crecer a
pasos agigantados.
XOX
Al día
siguiente, tratando de dejar atrás aquel desagradable incidente, la Directora
General suplente se estaba aburriendo con unos papeles cuando entraron a verla
los doctores Hiromi Jounouichi y Shinobu Kondo, visiblemente preocupados.
—¿Qué pasa
ahora? —quiso saber, sin levantar la vista de un dichoso informe que estaba trastornándola.
Kondo empezó:
—Los doctores
Torii y Takano estuvieron averiguando cómo el doctor Kaji consiguió este puesto
y descubrieron todo.
—¡Ahora se lo
están diciendo a todo el mundo —siguió la afligida Hiromi— y todo el personal
está huyendo del hospital!
—¡¿Qué?! —se
puso de pie, sorprendida.
En ese
momento, Torii y Takano entraron hechos una furia, haciendo a un lado a los
informantes.
—¿Dónde está
ese inconsciente? —exigió el primero—. ¡Nos puso en peligro a todos y estoy
seguro que usted estaba al corriente y no nos dijo nada!
—¡Venimos a
presentar nuestras renuncias! —secundó el otro.
Esta vez,
Michiko no supo qué decir.
Mientras
tanto, afuera, tal y como la anestesista había contado, doctores y enfermeras
bajaban raudamente las escaleras exteriores de la puerta principal del
hospital, hasta que, espantados, vieron que varios automóviles negros
comenzaron a rodear el edificio, evitando así su escape.
Eran los
yakuza.
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