Resumen de la serie: Daimon Michiko es una atractiva e independiente cirujano. No está afiliada en el departamento médico del hospital universitario, se mueve alrededor de distintos hospitales, mientras está conectada a un tipo sospechoso de 'agencia de médicos'. Observa la jornada laboral estrictamente, no acepta tareas donde la licencia médica no es necesaria, y también está interesada en las luchas de poder características de los hospitales. Su vida privada y su experiencia laboral están envueltas en el misterio, pero es una aguerrida cirujano de primer nivel con los instintos de una genio. Si bien hay rumores desagradables que abandonó la comunidad médica a causa de problemas económicos y negligencia médica, nadie conoce a la persona que realmente es.
Personajes: Michiko Daimon (46), Hiromi Jonouichi (43), Akira Kanbara (75), Hideki Kaji (58), Kondo Shinobu (47), Takashi Ebina (59), Takano Naoki (64), Mamoru Hara (48), Takashi Torii (58), Hikaru Morimoto (38), Shigatetsu Hiruma (71).
Capítulo
16: El Valor de Michiko Daimon. ¡Nunca Me Doblegaré Ante Ti!
Al día
siguiente, todo el personal del hospital supo que el Director General Hideki
Kaji había vuelto a sus funciones reemplazando a la doctora Michiko Daimon. Nadie
se decidía a cuál de los dos iban a odiar más.
Bajo la
furiosa mirada de sus compañeros, la doctora Daimon volvió a su antiguo
escritorio del Departamento de Cirugía.
—¿Kaji ya se
encuentra en su oficina, Daimon? —quiso saber el doctor Torii.
Fastidiada,
apoyó la sien izquierda sobre la palma izquierda de su mano mientras que con la
otra escribía en la computadora.
—Si...
—Bien, vamos a
ponerle los puntos —le dijo al doctor Takano, quien estaba a su lado, quien
asintió muy decidido pero, antes de que se pusieran en camino, Michiko habló
sin volverse a mirarlos:
—El Director
no está en condiciones de discutir, sean prudentes, tuve que realizarle una
anastomosis de urgencia, estuvo en UTI por cuatro días y también sufrió cuadros febriles recurrentes y
su corazón quedó muy debilitado. Fue un ataque adrede para matarlo
en minutos, pero como “yo nunca fallo”, logré salvarle la vida. ¿Entienden?
¿Con eso se conforman?
Todos se le
quedaron mirando, excepto el doctor Shinobu Kondo, quien obviamente estaba al
tanto de todo eso. Takano se rehízo.
—Ya veremos
—dijo, y se fueron.
Michiko
suspiró y volvió su atención a la pantalla. Hara, Ebina y Morimoto se acercaron
a ella.
—¿Es verdad
que Kaji estuvo tan grave? —preguntó Ebina, asustándola con su cara a su
compañera por enésima vez.
—¿Por qué
siempre me asusta? ¡No se acerque así con esa cara que da miedo! —se quejó
ésta.
—¡Vamos,
Daimon, responda! —pidió Hara—. ¿Entonces es verdad que ese tipo casi lo mata?
—Tú lo dijiste,
Akyo-chan —asintió ésta de mala gana, volviendo a su trabajo.
—¡Que soy
Mamoru Hara! —replicó, histérico.
—¡Ay!
¡Entonces esto es peor de lo que pensé! —Se quejó Morimoto—. ¡Vamos a morir si
intentamos renunciar! ¿Por qué volví de Estados Unidos?
Todos
comenzaron a quejarse y cada uno regresó a su escritorio a seguir lamentándose,
excepto el doctor Ebina.
—¿Kaji está lo
suficiente fuerte como para volver al trabajo? —quiso saber, muy preocupado por
la salud de su amigo.
—No, pero como
todos lo pusieron entre la espada y la pared, tuve que darle de alta antes de
lo indicado.
—Es que... Lo
que hizo estuvo mal...
—Lo sé, no lo
pensamos bien —se volvió para mirarlo—. Ni a él ni a mi nos importó con quién
estábamos haciendo un trato con tal de conseguir lo que queríamos, pero no
estaba en nuestros planes que ese maniático quisiera meterse conmigo, si no
fuera por eso, todo esto hubiera terminado en paz y ninguno de ustedes lo
hubiera sabido jamás.
—Sí, pero… —se
rehízo, parándose muy derecho, con una determinación infantil pintada en su
duro rostro—. ¡Yo he decidido apoyarlos no importa qué!
—¿Eh? —se
sorprendió Michiko.
—¿Cómo? —se
asombraron Hara y Morimoto.
Pero, el
repentino regreso de Torii y Takano los interrumpió.
—¿Qué pasó?
Están pálidos —se preocupó Mamoru Hara—. ¿Discutieron con Kaji?
—No —Torii se
dejó caer sobre el sillón mientras que Takano se apoyaba en la pared—, está en
una reunión con ese tal Ishida.
Y antes de que
alguno de ellos pudiera reaccionar, Michiko se levantó en un segundo, metió las
manos en los bolsillos de la bata, y salió de allí ante la expectante mirada de
todos sus compañeros.
—¿Creen que
irá para allá? —quiso saber el doctor Ebina.
—Es más que
seguro —asintió Mamoru Hara—. Creo que va a hacer que la maten.
Kondo nada
dijo, pero también se levantó y fue tras ella.
En su camino,
Michiko y Hiromi se cruzaron, deteniéndose una al lado de la otra, hombro con
hombro, sin mirarse.
—Sé que estás
molesta con nosotros, Hiromi —dijo la primera—, fuimos muy inconscientes, pero
no te preocupes, lo arreglaremos.
—Espero que
sea así —replicó con frialdad.
—Yo nunca te
fallaré —rebatió con tanta seguridad que dejó a su amiga un tanto perpleja.
Pero luego,
ambas siguieron con su camino.
XOX
Cuando Michiko
entró a la oficina del Secretario General, encontró a su viejo representante con
la oreja pegada a la puerta del Director General.
—¿Qué está
pasando ahí dentro, Akira-san? ¿No te dejaron quedarte adentro?
—¡Shit! Baja
la voz… —le hizo un ademán con la mano—. Kaji le está suplicando para que no
tengas que salir con Ishida esta noche.
—¡¿Qué?! ¡No
tiene por qué hacer eso! ¡Ese idiota sigue sin confiar en mi! —enojada, apartó
a su mentor, abrió la puerta y entró al cuarto, sólo para ver a Hideki Kaji
arrodillado en posición de súplica frente a un sonriente y detestable Ishida
cruzado de brazos.
—¡Ni siquiera
se te ocurra suplicar por mi! —exclamó furiosa, llegando hasta su sorprendido
compañero con un par de pasos y lo obligó a ponerse de pie tomándolo por el
brazo.
—¡Idiota! ¡Me
prometió que si le suplicaba iba a desistir en salir con usted! —se quejó mientras
se levantaba trabajosamente para luego agregar en un murmullo:
—Con lo que le
costó a mi orgullo hacerlo…
—¡No lo harás!
—le ordenó, enmudeciéndolo con una mirada salvaje. Luego, sin soltarlo, se
volvió hacia Kenzo Ishida, quien observaba todo muy divertido.
—¿Ya te pagó,
verdad? Ya saldamos la deuda. Ahora saldré contigo a cenar esta noche como te
lo prometí y para que no dañes a nadie más.
—Por supuesto,
pero tu jefe insistía en hacerme desistir de la cena y quise divertirme con su
desesperación dándole falsas esperanzas de que si se arrodillaba ante mí te dejaría en paz... ¡Y como
todo buen perro obedeció!
—Maldito
idiota… —murmuró Kaji, poniéndose colorado, pero también sintió que los dedos
de Deimon se le clavaron en su brazo.
—Ni tú ni él
ni nadie van a decidir por mi. Y tampoco le permito a nadie, sea quien sea, que
maltrate a un convaleciente. ¡Es de cobardes!
—Daimon…
—murmuró Kaji, sin poder evitar que su escondida admiración por ella creciera
aún más.
Kenzo Ishida
estaba furioso, pero supo disimularlo muy bien bajo su risueña máscara
encantadora.
—Como quieras,
mujer. Nos vemos esta noche, entonces, pasaré a buscarte a las seis.
—Bien…
—asintió de mala gana, apartando la vista de él y poniendo el brazo libre en
jarra.
En cuanto se
fue, Michiko sintió que Kaji parecía desvanecerse.
—¿Qué pasa?
—preguntó, preocupada.
Este se llevó
la mano a la cabeza.
—Sólo es
hipoglucemia… por la medicina… Ayúdeme a sentarme…
Una vez
sentado en el sillón, Mchiko le ofreció uno de sus jarabes de chicle para que
se recuperara, cosa que sucedió en unos cuantos minutos.
—Te dije que
no estabas listo para regresar —le amonestó al tiempo que entró Akira Kanbara y
el doctor Shinobu Kondo, ambos con cara de preocupación.
—¿Qué sucedió?
¿Al final decidiste cenar con ese hombre? —quiso saber el primero, ella lo miró
de reojo, divertida.
—¿Para qué
preguntas algo que ya sabes que pasará, Akira-san?
Su jefe se rió,
pero Shinobu no cambió su expresión.
—¿De verdad
vas a salir con él?
A Michiko se
le borró la sonrisa y se sentó al lado de Kaji, quien se había quedado
increíblemente tranquilo.
—Sabes que
debo hacerlo, o sino, todos ustedes me crucificarán.
Kondo
comprendió. No tenía derecho a sentirse preocupado por ella cuando estaba
acusándola por todo aquello.
Ella se
levantó y se dirigió hacia el escritorio para tomar unos cuantos papeles de
tantos que estaban allí y se lo entregó a un confundido Hideki Kaji mientras
decía:
—Ustedes
regresen a sus tareas, yo me quedaré con el doctor Kaji para ayudarlo con estos
aburridos informes.
Los tres la
miraron perplejos, ¿acaso habían escuchado bien? ¿Ella iba a ayudar a Kaji con
una tarea tediosa que no requería de licencia médica?
—¿Qué pasa?
—replicó Michiko de mala gana—. ¿Ahora no puedo ayudar a mi paciente? ¡Váyanse,
ya que tengo bastante para hacer!
—¡Hug! Está de
mal humor —murmuró Akira Kanbara, achicando aún más sus ojos—.Mejor vámonos de
aquí, doctor Kondo o empezará a echar fuego por la boca.
Una vez que se
fueron, Michiko y Kaji comenzaron a trabajar en absoluto silencio, él en el
sillón y ella en el escritorio, pero éste no podía concentrase, mirando a su
compañera de tanto en tanto hasta que ella lo notó.
—¿Qué quieres
ahora? —Quiso saber, de muy mal talante.
Kaji parpadeó
un par de veces antes de contestar.
—… ¿Qué le
parece si pedimos sushi?
—¿Eh? ¿Cómo un
tentempié? ¡Oh! ¡Qué buena idea! —aplaudió, llena de felicidad, su malhumor
había pasado en un segundo con la sola mención de la comida—. ¿Recuerda a aquel
hombre que operamos aquella vez, el maestro de sushi? ¡Le pediré a Akira-san
que le haga el pedido! ¡Yuju! ¡Sushi! ¡Ya vuelvo!
Y se fue,
dejándolo solo por unos momentos. Kaji comprendió al fin, que no era el dinero
lo que motivaba a esa mujer, sino la comida.
—Qué mujer tan
endemoniadamente simple y complicada a la vez… —murmuró, luego se quedó
pensando en la cena con el gánster, ¿sería una buena idea dejar a Daimon sola
con ese hombre tan peligroso?
XOX
Eran las seis
de la tarde cuando llegó la limusina y se estacionó frente a la entrada
principal del hospital y, de muy mala gana, la doctora Michiko Daimon entró al
vehículo luego de que el chofer le abriera la puerta bajo la atenta mirada de
los doctores Kondo y Hiromi Jonouichi, quienes estaban espiando desde la
mencionada puerta principal.
—Estoy molesta
con ella, pero tampoco quiero que le suceda nada malo… —comentó la anestesista,
con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Y si no volvemos a verla nunca más? Me
arrepiento de haber sido tan dura con ella…
—El Director
Kaji y Kanbara-san están locos si
piensan permitir esto —murmuró Kondo, molesto.
Mientras
tanto, mirando a través del cristal de la venta de su oficina, Kaji observó con
resignación cómo se iba la limosina con Daimon adentro. Suspiró y se dirigió
hacia la oficina de Akira, a quien, para su sorpresa, encontró sentado al
escritorio, acariciando Ben Cassey, con cara de preocupación.
—Pensé que iba
a seguirla o algo así, Akira-san —dijo.
Él lo miró, y
trató de sonreír.
—Michiko me
pidió que me quedara con usted por si me necesitaba —le informó.
—¡Oh! Lo
lamento…
Akira se alzó
de hombros, restando importancia al asunto.
—Es sólo una
cena con un yakuza, nada que MIchiko no pudiera manejar, ¿verdad? No se
preocupe y vaya a recostarse en el sillón, se lo ve pálido, necesita descansar.
Sin ánimo para
rebatir, Kaji obedeció.
Un
preocupadísimo Akira Kanabara se recostó sobre su asiento, con Ben Casey en su
regazo, ronroneando cariñosamente. Aquel asunto debía terminar lo más rápido
posible, Kaji había dejado de mejorar y seguramente la causa era el estrés de
la situación. Si llegara a pasarle algo malo, Michiko se lo tomaría muy
personal hasta el punto de venirse abajo, pues ahora ella era la responsable de su salud.
Ese Kenzo
Ishida había sido muy astuto escogiendo a su víctima. Un rehén lo
suficientemente fuerte como para que no muriera de inmediato en el ataque, así
Michiko podría tener tiempo de actuar y salvarle la vida sólo como ella sabría
hacerlo. Si la victima hubiera sido él o Hiromi, la historia hubiera sido
distinta, pero era con Kaji con quien había hecho el trato y así asustaría a
todo el hospital, incluyendo a Michiko. Estaba seguro que si fallaba con manipular a Michiko a través del estado de salud de Kaji, los siguientes podrían ser él o Hiromi... con un final no muy prometedor para ambos.
—Él es muy astuto y cruel, Michiko, ten mucho cuidado… —murmuró.
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