Resumen de la serie: Daimon Michiko es una atractiva e independiente cirujano. No está afiliada en el departamento médico del hospital universitario, se mueve alrededor de distintos hospitales, mientras está conectada a un tipo sospechoso de 'agencia de médicos'. Observa la jornada laboral estrictamente, no acepta tareas donde la licencia médica no es necesaria, y también está interesada en las luchas de poder características de los hospitales. Su vida privada y su experiencia laboral están envueltas en el misterio, pero es una aguerrida cirujano de primer nivel con los instintos de una genio. Si bien hay rumores desagradables que abandonó la comunidad médica a causa de problemas económicos y negligencia médica, nadie conoce a la persona que realmente es.
Personajes: Michiko Daimon (46), Hiromi Jonouichi (43), Akira Kanbara (75), Hideki Kaji (58), Kondo Shinobu (47), Takashi Ebina (59), Takano Naoki (64), Mamoru Hara (48), Takashi Torii (58), Hikaru Morimoto (38), Shigatetsu Hiruma (71).
Capítulo
15: ¡Sin Salida! ¿Puedes Ayudarnos, Akira-san?
—¿Sucede algo?
—quiso saber el doctor Kaji, notando a su compañera un tanto diferente aquella
noche—. Parece que algo muy malo la tiene preocupada, demonio.
—No, no pasa
nada.
Michiko Daimon
suspiró y se levantó del sillón con gran desgano para comenzar a dar unas
vueltas por la habitación VIP.
Kaji la
observaba en silencio, sentado en su cama. Había mejorado considerablemente: ya
no había padecido ningún cuadro febril y le habían cambiado una dieta más
nutritiva para ayudar a mejorar condición.
Suspiró y dejó
caer el manga entre sus manos sobre su regazo.
—Dígame de una
vez qué pasó ahora.
Ella se detuvo
y se le quedó mirando muy fijo, tenía ganas de tomarlo por el cuello y
ahorcarlo por lo que había hecho, pero no podía hacerlo porque sabía que no lo
había hecho con mala voluntad y ella le había seguido el juego a voluntad.
—No es nada.
Kaji torció el
gesto, cuando esa mujer no quería hablar…
—Pues vaya a
descansar a su casa —se recostó, levantando sobre sus ojos el libro,
disponiéndose a continuar con su lectura—. Estoy mucho mejor y ya no la
necesito aquí. Puede retirarse.
—Serás…
—murmuró Michiko, furiosa.
La miró fijo.
—¿Qué está
esperando? Váyase de una vez, demonio —Insistió, de mal talante.
—Está bieeen…
—asintió de mala gana, así que tomó su bolso y se dirigió hacia la puerta pero,
la duda cruzó por su mente y se volvió para mirarlo un tanto preocupada—. ¿Está
seguro?
—¡Claro! ¡Váyase
ya! ¡Fuera! —replicó como si estuviera corriendo a un cachorro—. Y tome un
taxi, estas no son horas para que una mujer decente ande por la calle… a menos
que usted no lo sea…
—¡Aish! Cierra
la boca, Kaji-chan —fue todo lo que dijo y, molesta, cerró la puerta tras de
sí, dejándolo solo por primera vez después de dos semanas desde que se había
despertado de la cirugía.
Hideki Kaji
miró en silencio la puerta, luego miró hacia el sillón en donde su compañera
había dormido todas aquellas noches en que lo había cuidado personalmente,
haciéndole compañía, discutiendo, conversando y hasta a veces reírse de algo.
Era una gran compañía después de todo.
—Quién lo hubiera dicho… —dijo, incrédulo, y
continuó con su lectura.
Abajo en la
calle, Michiko Daimon miró hacia el quinto piso un tanto preocupada mientras
esperaba el taxi que había llamado desde la recepción, a cargo de la Dirección,
por supuesto. No podía evitar sentirse un poco extraña al dejarlo solo, sobre
todo después de aquella noche en que Ishida los atacó. ¿Y si lo hacía de nuevo?
—¿Qué hago?
—se preguntó, dubitativa.
Pero en el
momento en que llegaba el taxi, la luz del cuarto de Kaji se apagó, permitiéndole
decidirse al fin, así que entró al taxi y se fue a casa a dormir después de no
hacerlo por más de diez días.
XOX
Akira había
bajado por un poco de agua cuando escuchó que alguien entraba a la casa por la
puerta principal. Se dirigió hacia la pequeña sala con el vaso en la mano y vio
que la recién llegada era su protegida.
—¿Por fin tu
carcelero te dejó ir, Michiko? —se burló el anciano, pero pronto cambió su
expresión por una de preocupación cuando notó que ella lo miró con los ojos
llenos de lágrimas—. ¿Qué pasa?
Sin siquiera
responder, la mujer se dirigió hacia él y lo abrazó, rompiendo a llorar.
—Ya, ya —la
calmó con una palmaditas en la espalda, abrazándola también—. Dime por qué
lloras, tú no sueles llorar a menos que sea algo importante.
—¡Odio a Kaji
y me odio a mi misma! —declaró, sin apartarse de su mentor y sin dejar de
llorar de furia—. ¡Yo no le pedí su ayuda y yo fui quien aceptó hacer todo
esto! ¡Fuimos tan egoístas! ¡Pusimos en peligro a todos, a Hiromi! Y si no
fuera por Kaji, ella habría muerto… Y él casi se muere por mi culpa porque
rechacé a ese loco de Ishida… Lo desprecio, ¡es tan egoísta! pero salvó a Hiromi
a costa de su propia vida… ¡Y odio sentirme en deuda con un hombre así!
—Tranquila,
Michi, el doctor Kaji hizo lo que correspondía a cualquier hombre, no te
sientas culpable ni en deuda por eso. Él confió en ti. Se ofreció a cambio de
Hiromi confiando en que salvarías su vida.
—¿De veras lo
piensas así, Akira-san? —se enjuagó las lágrimas y se apartó unos centímetros
de él.
—¡Por
supuesto! Pero si alguna vez se le ocurre sobornarte con eso, ¡lo pondré en su
lugar! —alzó el puño muy decidido, haciendo que Michiko se riera, aliviando su
angustia—. Ahora vete a descansar que lo necesitas.
—Si, gracias,
Akira-san, ya me siento mejor —le dio un tierno beso en la frente como muestra
de agradecimiento y se fue muy contenta a su habitación.
—Michiko.
—¿Si? —se
detuvo de inmediato, agachándose bajo el pasamanos.
—Sé que
actuaron imprudentemente, pero no lo hicieron de mala voluntad… Ya no te
tortures más, pronto encontraremos la solución para esto.
A la mujer se
le llenaron nuevamente los ojos de lágrimas, pero de agradecimiento.
—Muchas
gracias, Akira-san. Me puse a llorar como una tonta, ¿verdad?
—A veces
necesitamos algunas lágrimas para aliviar los pesares del corazón, Michiko, no
te avergüences por eso.
—¡Oh,
Akira.san! ¿Qué haría yo sin usted?
—Pues dormir.
Vete ya.
—¡Claro!
Viéndola
desaparecer por las escaleras, el ex cirujano suspiró un tanto preocupado.
Sabía que ella había hablado con sinceridad, pero también sabía que estaba muy
preocupada por la salud de Kaji y la seguridad de Hiromi, y si aquella
situación continuaba, se iba a hacer pedazos.
XOX
Al otro día, la
doctora Hiromi Jonouichi llegó bastante tarde a su turno. Su rostro trasnochado
y sus maneras frías llamaron la atención de Kaji.
—¿Pasó algo?
—preguntó, extrañado.
Ella suspiró,
cansada.
—¿Por qué lo
hiciste? —soltó, tomándolo por sorpresa, pues sus ojos se habían llenado de
lágrimas y su bello rostro se había endurecido.
—¿A-a qué se
refiere, doctora Jonouichi?
—¿Por qué
hiciste un trato con ese hombre tan peligroso? Ayer… Ayer vi de lo que es capaz
ese hombre…—comenzó a llorar sin quitarle la vista de encima. Estaba furiosa,
le crispaban los puños a los costados de su cuerpo—. ¿Es que no pensaste en las
consecuencias? ¿No pensaste en lo peligroso que era? ¿Acaso no te detuviste a
pensar que yo tengo una hija? ¿Y si nos matan? ¿Qué sería de ella? ¡Fuiste un
inconsciente, Kaji! ¡Por culpa de tu ambición mi hija podría quedar huérfana o
morir! ¿Y no pensaste en tu madre? ¡Los yakuza son gente peligrosa, por Dios!
¿Qué nos hiciste?
Hideki Kaji,
nada dijo, simplemente se quedó callado con la mirada fija hacia los pies, muy
serio.
Sin decir nada
más, la anestesista se retiró en un segundo, dejando la habitación sumida en
una atmósfera de sombrío pesar.
Hiromi no
volvió, horas más tarde, le tocó lidiar con el doctor Shinobu Kondo.
—Hace tiempo
que quería preguntarle algo, Director —le dijo éste en cuanto alzó la bandeja
de comida de la que Kaji apenas había probado.
Kaji, suspiró,
frustrado y muy agotado.
“Aquí vamos”
Pensó.
—¿Si? ¿Qué
quiere saber, doctor Kondo?
—Yo también quería
hacer algo así.
—¿A qué se
refiere?
—Obtener la
Dirección de un hospital bajo mis propias reglas y contratar a la doctora
Daimon para que sea libre de actuar e ir juntos contra la corrupción de la
Institución Médica.
Kaji sonrió
con triste desdén.
—Lo hace ver
demasiado fácil, doctor Kondo… Es un ingenuo.
—¿Entonces fue
por eso que se metió con esa gente tan peligrosa? ¿Por qué no tuvo el valor ni
la capacidad de hacerlo por usted mismo? —le espetó.
—Usted aún
tiene tiempo que perder, en cambio, yo ya no lo tengo.
—Yo no hubiera
ido tan lejos como para hacer un trato con la mafia —replicó molesto—, y mucho
menos si eso supusiera poner en riesgo el futuro de la doctora Daimon y de
todos nosotros.
—¿Qué quiere
decir, doctor Kondo? —aquello ya no le gustaba.
El aludido sonrió
con desprecio.
—Los doctores
Takano y Torii descubrieron la verdad de cómo usted había obtenido el puesto de
Director General, se lo dijeron a todos y quisieron desertar, pero su socio,
Kenzo Ishida, los convenció de lo contrario bajo la amenaza de matarlos a todos
si lo hacían, así que, resumiéndolo, seremos sus rehenes para siempre, aunque
paguemos la deuda.
—¿Qué…? —fue
todo lo que pudo decir, aquello se había puesto peor de lo que creía..
—Me retiro, y
váyase al diablo.
Y se fue,
dejándolo sólo con sus pensamientos.
Tampoco
Shinobu volvió, y como era de esperarse, a las seis de la tarde, apareció Akira
Kanbara, quien se sorprendió al encontrarlo completamente desprovisto de su
fuerte personalidad, estaba triste y deprimido, y tan ensimismado que ni
siquiera se había dado cuenta de su presencia cuando entró al cuarto.
—¿Ya se lo
dijeron? —lo volvió a la realidad.
—¿Eh? —lo miró
sorprendido, pero luego, el brillo de sus ojos volvieron a desaparecer—. Si, ya
me dijeron todo lo que tenían para decirme.
Akira torció
el gesto. Sí, Hideki estaba completamente triste y deprimido, como Michiko.
Habían comenzado a pagar mental y emocionalmente las consecuencias de sus
actos.
—¿Y qué piensa
hacer?
—Pues, por mi
parte, pagarle a Ishida mi deuda y la doctora Deimon, aunque no me guste la
idea, tendrá que cenar con él para que no lastime a nadie más. Es lo que
acordamos. Luego veré la forma de que nos libere… ¡Maldita sea! —se tomó la
cabeza, histérico, al borde de la desesperación—. ¡Esto se está complicando
todavía más! ¿Qué voy a hacer ahora? ¡Maldigo el momento en que se me ocurrió
esta maldita idea!
Se cubrió el
rostro con el brazo derecho, tratando de contener sus emociones. Sintiendo
compasión, el buen Kanbara se acercó y le colocó la mano sobre el hombro para
calmarlo.
—Debe ser
fuerte, Director Kaji, no debe perder la cabeza, ¿entiende? Michiko lo necesita
así como usted la necesita a ella para que juntos puedan encontrar la solución
a este problema. Aún si usted fue el que empezó todo esto, ella aceptó entrar
al juego sabiendo en lo que se estaba metiendo. Ambos se comportaron como unos insensatos.
Pero no están solos, yo los apoyaré en todo lo que pueda.
Un poco más
calmado, el cirujano bajó el brazo, pero no se atrevió a mirarlo, su dolor y su
orgullo no se lo permitían.
—Tiene razón, Akira-san, yo lo empecé y metí a
Daimon en esto —alzó la vista al fin, con un dejo de su antigua determinación
en su rostro—. Le prometo que saldremos de esta como sea.
—Así se habla
—asintió, satisfecho, pero en su interior aún estaba muy preocupado.
“Debo hacer
algo de inmediato. Ambos se están derrumbando”. Pensó.
Seis horas más
tarde, la doctora Michiko Daimon reemplazó a su mentor. A pesar de la
conversación que tuvo con él la noche anterior, se la veía bastante cabizbaja,
así que ella y Kaji formaban un dueto muy patético cuando se sentaron juntos en
el sillón de dos plazas.
No dijeron
nada por mucho tiempo hasta que el cirujano se animó a decir algo, sin dejar de
ver la puerta frente a él.
—Daimon, mañana
volveré a mis funciones como Director General.
—Aun no está
completamente recuperado —replicó ella, sin volverse—, ¿por qué no espera un
poco más?
—No puedo
—rebatió, bajó la vista al suelo—. Tengo que hacerme cargo del lío en que los
metí a todos ustedes… No sé cómo lo haré, pero le prometo que la sacaré de
esto, Daimon.
Michiko puso
los ojos en blanco.
—¿Ya le fueron
con el chisme?
—Fuimos unos
inconscientes, Daimon, pusimos en peligro a todos, incluyendo a la pequeña hija
de la doctora Jonouichi. A mi madre, a Akira-san, y a tantos inocentes más… Y
todo por el dinero y la fama…
—Eso será en
tu caso —replicó—, yo acepté esto con la idea de actuar en libertad…
—Lo sé…
Volvieron a
quedarse en completo silencio. De pronto, la puerta se abrió y Akira Kanbara
entró a la habitación con una sonrisa que iluminó todo el lugar, sorprendiendo
a los deprimidos doctores.
—¡Ah!
¡Michiko! ¡Qué bueno el haberte encontrado aquí antes de que te marcharas! Doctor
Kaji, tengo algo muy interesante para contarles y que será seguramente nuestro
boleto hacia la libertad.
Michiko y Kaji
se miraron el uno a la otra para luego volver su atención hacia Akira,
consternados.
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