Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!
PIRATAS DEL CARIBE: LA MALDICIÓN DEL ANILLO DE LA CALAVERA
PRIMERA PARTE: LA NUEVA CAPITANA DEL PERLA NEGRA
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Capítulo 3: Problemas Femeninos
El capitán Jack Sparrow, ya
en la tranquilidad de su camarote y completamente espabilado, no podía creer lo
que estaba viendo en el espejo, no tenía aquellos bigotes y barba insipiente bifurcada,
trenzada y adornada con cuentas, ni tampoco sus cejas eran las mismas, eran más
bien delgadas, y ni siquiera su nariz era la misma, sino más fina, al igual que
su rostro, que ahora era más delgado y delicado, pero seguía teniendo su sucia piel
morena de antes, pero... ¡Igualmente tenía rostro de mujer! Ahora, mucho más
nervioso y preocupado que antes, se llevó las manos al pecho, y comprobó con
horror ¡que tenía busto femenino! Jack de inmediato se abrió la raída y vieja
camisa para comprobar lo que había tocado, y sí, tenía un buen par de turgentes
y hermosos pechos de mujer. El pobre ex hombre se quedó con los ojos bien
abiertos y comenzó a temblar pensando en lo que encontraría más abajo. Muy pero
muy nervioso y asustado, procedió a comprobar lo que más estaba temiendo, y poco
a poco introdujo su mano derecha dentro de sus pantalones hasta que… se tocó.
-¡¡¡AAAAAAAAAAAAAH!!!
Toda la tripulación del
Perla Negra escuchó aquel alarido desgarrador de su capitán, bueno, realmente
fue el grito de una mujer, y eso los dejó bastante preocupados.
-Esto se va a poner muy
feo… -opinó Gibbs haciendo una mueca de preocupación.
E inmediatamente el capitán
Jack Sparrow salió disparado de su camarote completamente histérico.
-¡¡Soy una mujeeer!! ¡¡Qué
terrible maldición cayó sobre míii!! ¡¡Maldito anillooo!! ¡¡Sé que es por culpa
de este anillo!! ¡¡Ya no tengo el orgullo de un hombreee!!
Jack dejó de gritar de
repente al ver que todos los miembros masculinos de su tripulación lo miraban
con cierto interés y asombro.
-Oigan –dijo un tanto
extrañado, -¿por qué están tan mudos? Si ustedes ya me vieron hace un rato con
este aspecto.
-Lo que pasa, mi querido
capitán, -dijo Gibbs con dificultad –es que…, estamos viendo sus pechos…
-¡¿Eh?! –exclamó intrigado el
aludido, bajó su mirada y descubrió sorprendido que su camisa estaba
desabotonada y mostraba sus recién adquiridos tributos.
Tan colorado como un tomate
y mientras se tapaba los pechos cruzando sus brazos sobre ellos, Jack dijo un
tanto molesto:
-Pero qué vergüenza
caballeros, ¿acaso no tienen educación? Espero que se disculpen, ofendieron a
una fina dama. Con permiso -. Y dicho esto, se fue rápidamente hacia su
camarote, de donde no volvió a salir, dejando a todos estupefactos.
-Demonios… -fue lo único
que dijo Ana María, la ex única mujer a bordo.
-¿Qué vamos a hacer ahora?
–preguntó uno de los piratas.
-Creo que tendremos que
buscar ayuda –respondió Gibbs.
-¿La de quién?
-La de William Turner.
Jack Sparrow se había
quedado encerrado en su camarote por todo un día completo, y sólo se dedicaba a
su afición por el ron, tratando así de olvidar su serio problema. De tanto en tanto
llevaba una de sus manos hacia sus flamantes pechos femeninos y decía:
-Bueno, por lo menos son
bonitos…
Varios golpecitos a la
puerta lo sacaron de su nueva y placentera actividad.
-¿Quién diablos es? ¡Rayos!
¿Así hablo ahora? –maldijo el capitán al darse cuenta por fin de su dulce voz
femenina.
-Soy yo, capitán, Gibbs.
-¿Qué quieres? ¿No ves que
estoy ocupado bebiendo y haciéndome cariñitos?
El pobre de Gibbs se quedó
mudo por un momento al haber escuchado tamaña declaración de su capitán, pero
tragó saliva y procuró seguir hablando con claridad.
-Tenemos que hablar de lo
que vamos a hacer ahora para volverlo a la normalidad.
Pasaron unos minutos en
completo silencio antes de que Gibbs escuchara a su capitán tropezarse y
maldecir, para luego, finalmente, abrir lentamente la puerta y apenas sacar la
cabeza.
-¿Qué pasa, Gibbs? ¿Acaso
no les gusto así como estoy? –dijo Jack bastante molesto, se veía que estaba de
muy mal humor.
-Eso fue un sarcasmo,
¿verdad, señor? –preguntó el aludido tratando de verse tranquilo. Ver a su
querido capitán convertido en mujer, era algo que podía provocarle cierta
gracia a cualquiera.
-Sí –respondió Jack
mientras se hacía a un lado y dejaba a su segundo al mando ingresar a su
camarote.
El capitán y su lugarteniente
tomaron asiento en un par de sillas que en medio se ubicaba una mesa de madera
bastante rústica, en la cual se encontraban varias botellas de ron vacías y una
cuantas llenas. Jack sirvió a ambos un
poco de ron en un par de vasos rústicos y dijo:
-Te advierto, Gibbs, que a
pesar de mi apariencia de pirata, soy una mujer completamente decente y no
acepto ningún tipo de insinuación.
-No vine a eso, señor,
digo, lo sé señor –dijo el aludido un tanto nervioso pues no sabía si su
capitán hablaba en serio o no, mientras lo veía poner los pies sobre la mesa.
-Perdón, Jack, pero creo
que no es correcto que una mujer haga eso.
Jack, muy molesto, le clavó
los ojos apenas terminó de oír esa tonta advertencia.
-¡Perdón, mi capitán! –Gibbs
pidió disculpas rápidamente.
-¡Sssshhhh! –Lo calló e
hizo un además de desinterés agitando la mano, sacó sus pies de sobre la mesa
para luego se acercarse a él y preguntarle por lo bajo:
-¿Qué dice toda la
tripulación sobre mi apariencia?
Gibbs lo miró un tanto pensativo por unos
momentos, para luego responder al fin:
-Algunos dudan que sea
usted realmente, pero otros, conociéndolo a usted y a su fama de atraer
problemas, están convencidos de que le cayó una maldición… Y hay otros que
opinan que es usted bastante atractivo…
-¿En serio lo soy? Vaya,
eso es realmente interesante…
El pobre de Gibbs se le
quedó mirando otra vez, no sabía si su capitán hablaba en serio o no.
-Respecto a la maldición,
señor… ¿Qué haremos?
-Romperla, claro está.
-¿Pero cómo? No sabemos
nada sobre esa maldición.
-Podríamos ir a preguntarle
a tía Dalma si sabe algo al respecto.
-¿Y si no sabe?
-Pues ya veremos qué
hacemos, Gibbs. No pienso quedarme así para siempre.
-Eso me tranquiliza -dijo
mientras resoplaba-, comenzaba a pensar que le gustaba estar así.
-Y bueno, tiene sus
pequeñas ventajas –dijo tranquilamente mientras se servía un poco más de ron-,
pero en realidad yo soy el capitán Jack Sparrow, un pirata bien macho, no lo
olvides, Gibbs.
A Gibbs no le quedaba otra
que aguantar la risa al escucharlo hablar así, teniendo la apariencia de una
mujer, resultaba un poco difícil considerarlo como un verdadero hombre.
-¿Y también le pediremos
ayuda a al señor Will y a la señorita Elizabeth? –aventuró el viejo pirata.
-¡¿Acaso te has vuelto
loco, Gibbs?! –exclamó Jack horrorizado con los ojos bien abiertos y poniéndose
de pie-. ¡Esos dos no tienen que enterarse de nada! ¡De seguro aprovecharán la
ocasión para burlarse de mí! No, olvídate de esa tonta idea.
-Entendido, señorita… digo,
¡señor! ¡Quise decir señor! –el pobre de Gibbs quiso enmendar su ya irreparable
error de género.
Jack Sparrow lo miró
bastante molesto por esa confusión, luego se miró el anillo y murmuró:
-Estos días van a ser
bastantes largos…
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