Resumen de la serie: Daimon Michiko es una atractiva e independiente cirujano. No está afiliada en el departamento médico del hospital universitario, se mueve alrededor de distintos hospitales, mientras está conectada a un tipo sospechoso de 'agencia de médicos'. Observa la jornada laboral estrictamente, no acepta tareas donde la licencia médica no es necesaria, y también está interesada en las luchas de poder características de los hospitales. Su vida privada y su experiencia laboral están envueltas en el misterio, pero es una aguerrida cirujano de primer nivel con los instintos de una genio. Si bien hay rumores desagradables que abandonó la comunidad médica a causa de problemas económicos y negligencia médica, nadie conoce a la persona que realmente es.
DOCTOR X
EL DEMONIO EN LAS TINIEBLAS
Tres semanas después del final del incidente con Kenzo Ishida, los cirujanos Michiko Daimon y Hideki Kaji regresaron a trabajar al Hospital Universitario de Naro, ahora regentado por el Director Shigatetsu Hiruma, y se encuentran con una nueva cirujana tanto o más competente que la misma Doctora X, con quien iniciará una rivalidad que la llevará al borde de las tinieblas. Una oscura venganza que caerá rápidamente sobre Michiko para destruirla, alejándola de sus seres queridos y de la profesión que tanto ama, cuya única salvación quedará en manos de su compañero y rival, el Doctor Y, sólo si él sobrevive a su propia enfermedad... ¿Una enfermedad que realmente fue causada por la propia Doctora X?
Personajes: Michiko Daimon (46), Hiromi Jonouichi (43), Akira Kanbara (75), Hideki Kaji (58), Kondo Shinobu (47), Takashi Ebina (59), Takano Naoki (64), Mamoru Hara (48), Takashi Torii (58), Hikaru Morimoto (38), Shigatetsu Hiruma (71).
Capítulo
4: Y el Enemigo es… ¡Shigatetsu Hiruma!
Todo el mundo dejó escapar una exclamación de asombro,
el doctor Hikaru Morimoto salió disparado de la sala por la única puerta
principal.
—¿Doctora Aino, qué acaba de decir? ¿Quiere competir
contra la doctora Daimon? —el Director General Shigekatsu Hiruma se levantó de
su asiento de la mesa examinadora, estupefacto pero complacido.
Ella volvió la cabeza hacia él.
—Así es, quiero competir contra su mejor cirujano, y
he escuchado que sus cirugías son prácticamente perfectas, ¿no es así, doctora
Daimon? ¿O me equivoco? —volvió su atención hacia la aludida, quien torció el
gesto, molesta.
Kaji estaba furioso. ¿Otra vez se atrevía a atacar las
capacidades del demonio?
—Doctora Aino, disculpe, pero esto no es un juego —le
avisó el doctor Takano—. Son pacientes que…
—Ya sé que esto no es un juego —le cortó fríamente—,
si opero, operaré como la profesional que soy, pero también soy una jugadora y
quiero competir contra su mejor jugador.
—Pero…
—Ya basta, doctor Takano —lo interrumpió el Director
Hiruma, levantando la mano—. Sé que no es el procedimiento adecuado, pero me
gustaría ver de lo que es capaz esta señorita contra nuestra mejor cirujana,
así que, doy mi consentimiento para que se lleve a cabo esta doble cirugía con
la doctora Daimon y la doctora Aino como cirujanas principales.
Kaji esbozó una media sonrisa.
—¡Bah! Es obvio que el demonio le ganará al ángel Bien
merecido se lo tendrá por habernos ofendido ayer. Disfrutaré cada segundo de su
derrota.
—No lo haré —replicó tajante la doctora Daimon.
—¿Cómo? —exclamaron al
unísono Kaji, Ebina y Hara, volviéndose hacia ella, estupefactos. En ese
momento, el doctor Morimoto llegó con la anestecista Hiromi Jonouichi, a quien
había ido a buscar para que presenciara lo que estaba ocurriendo.
—¿No lo hará? —se molestó Hiruma—. Usted no está en
posición de negarse a nada, doctora Daimon.
—¿A qué se refiere con eso?
—No… —sonrió el director—. Esto tenemos que hablarlo
en privado, doctora Daimon. Vamos a mi oficina y la pondré al corriente de
todo.
La aludida se le quedó mirando un tanto preocupada,
¿qué se traía entre manos ese tipo?
—Michiko… —murmuró Hiromi, sin poder comprender nada
pero con una sensación desagradable en su corazón.
Y mientras se marchaban de allí, un preocupadísimo
Hideki Kaji los vio desaparecer por la puerta, luego, volvió su atención hacia
la joven doctora, sorprendiéndose al ver su rostro lleno de malicioso regocijo.
—¿Pero qué diablos está pasando aquí? —murmuró—.
Siento como si estuviéramos siendo rodeados por una red de pura maldad… Daimon…
XOX
Michiko estaba de pie frente al escritorio de Hiruma,
con las manos en los bolcillos de la bata y con una expresión de absoluto
hastío que ni por asomo intentaría disimular.
—Bien. Ya estamos aquí, ¿qué sucede ahora?
—Mire, doctora Daimon —sonrió, entrelazando los dedos
frente a él—, sé de muy buena fuente que nadie quiere contratarla aquí en Japón
porque la consideran demasiado problemática a pesar de sus extraordinarias
habilidades como “Doctora X”, y también sé que el doctor Kaji, quién sabe por
qué, quiso ayudarla y terminó haciendo negocios con los yakuza y ya ve usted
cómo acabó todo. Si no hubiera sido por mí, que acepté tomar el control de este
hospital, todos los doctores se habrían ido por miedo a los yakuza o por odio
hacia ustedes dos por lo que hicieron, claro que no saben que sólo es por un
año, y cuando termine ese año, dudo mucho que se queden cuando el doctor Kaji
tome de nuevo el control del hospital, y dudo mucho también que ambos
encuentren trabajo en este país cuando todo el sistema médico ya sabe que se complicaron con la mafia.
Michiko se estaba preocupando en serio. ¿A dónde
quería llegar Hiruma con todo eso?
El Director General se levantó de su asiento y caminó
hasta la ventana, mirando a través de ella con las manos en la espalda.
—Creo, doctora Daimon, que debería estar agradecida
por mi generosa ayuda para con ustedes dos, y que por lo menos, trate de
brindarme un poco de su apoyo cuando le pida un favor.
—O bien podría irme a trabajar fuera de Japón —terció,
orgullosa como siempre.
—Bien, váyase si lo desea, yo no la detendré —se
volvió y caminó hacia ella, metiendo las manos en los bolsillos de su bata de
doctor—, ¿pero cree usted que el doctor Kaji recuperará su trabajo en este
hospital estando aquí la nueva interna? No lo creo, él será bueno en su
técnica, pero ella es mucho mejor que él, ¿lo sabe? ¡Es brillante! —Extendió
las manos como si estuviera presenciando una maravilla, luego, bajó los brazos
y se detuvo al lado de Michiko.
—Tan brillante como lo es usted… —regresó a su asiento
y se sentó, tirándose sobre el respaldar y entrelazando los dedos sobre su
abdomen—. Pero usted y yo sabemos que el doctor Kaji está enfermo y no podrá
operar hasta que se recupere…
Volvió a apoyarse sobre el escritorio, se llevó la
mano al pecho y con tono melodramático, agregó:
—¡Su débil corazón no resistirá la presión de la
responsabilidad de tener una vida entre sus manos por largas horas! ¡Y todo por
ayudarla a usted, y usted únicamente piensa en irse sólo porque no quiere
demostrar sus famosas habilidades a una principiante!
—Yo no le pedí a Kaji que me ayudara —replicó,
molesta.
—No, pero usted decidió seguir su plan y salvarle la
vida cuando fue agredido, y ahora su vida le pertenece a usted… sobre todo
cuando no salió del todo bien esa cirugía.
—¿Qué quiere decir con eso? —sacó las manos de los
bolcillos, furiosa y a la defensiva.
—Que usted falló, mi querida Daimon, falló en la
cirugía del doctor Kaji. ¿Acaso salió bien de ella? No lo creo, mi estimada
“Doctora X”. Una afección cardíaca grave que puede mandarlo a la tumba en
cualquier momento no es algo que sea digno de alabanza, ¿no cree usted?
Agradezca que resistiera esa agresión y esa cirugía, pero no creo que pueda
resistir por más tiempo, ¿lo sabe? ¿Cuántos años tiene ya ese hombre? ¿57? ¿58?
Ya no es un jovenzuelo, ¿verdad? Una edad en la que el corazón ya no es tan
fuerte como antes… ¿Y usted piensa irse y dejar a su paciente a la deriva
cuando fue usted quien no pudo evitar semejante daño? Y no olvidemos que,
haciendo a un lado sus amistades, casi todos los del hospital lo odian, lo
mismo que a usted, aclaremos, por el tema de poner a todos en peligro por culpa
de los yakuza, lo sabe usted, ¿no es así? Váyase y déjelo solo con los lobos, le
aseguro que no resistirá por mucho tiempo… Y tampoco le aseguro que pueda
volver a ser el director de este hospital… ¿Usted cree realmente que alguien se
quedará a trabajar aquí con ese hombre como su director? Sinceramente, lo dudo
mucho… ¡Su futuro es tan incierto y a usted no le importa!
Michiko Daimon apretó con verdadera ira tanto los
dientes como los puños. Nunca había sentido tanto odio contra alguien. ¿Qué
diantres sabía ese desagradable Hiruma sobre la cirugía de Kaji? Una sala de
cirugía escasamente equipada, una carrera contra el reloj, la vida de su
compañero pendiendo de un hilo… ¿qué otra cosa podría haber hecho más que un
procedimiento apresurado y lleno de contratiempos? ¡Maldito Kenzo Ishida!
¡Maldito Kaji y su maldito trato con la mafia!
—Bueno. Márchese. La estoy despidiendo, doctora
Daimon. Fue un placer haberla tenido de nuevo entre nosotros. ¡Ah! Y no olvide
despedirse de ese traidor de Kaji. Dígale que no tiene de qué preocuparse,
tanto la doctora Aino como yo, nos encargaremos tan rápido de su recuperación
que no sabrá lo que le pasó.
Si Michiko hubiera sido un hombre, ya le hubiera
partido el rostro de un buen puñetazo.
—Olvídelo. ¿Q-qué quiere que haga? —apenas pudo
pronunciar aquellas palabras, derrotada, furiosa y herida en su orgullo.
Shigatetsu Hiruma sonrió triunfante para sus adentros.
¡Por fin la tenía entre sus manos!
—Sólo quiero que compita con Aino, doctora Daimon,
sólo eso.
Pasaron unos tensos segundos antes de que ella
respondiera.
—Está bien, lo haré.
Cuando Michiko Daimon se hubo marchado, el nuevo
Director General, Shigatetsu Hiruma, apretó el botón del intercomunicador y le
pidió a su secretaria que le reservara una cena en un restaurante exclusivo de
Ginza. Semejante triunfo había que celebrarlo con lo mejor. Luego, se recostó
nuevamente sobre el asiento, muy satisfecho de sí mismo.
—Ahora sí lograré destruirte, Michiko Daimon.
XOX
Hiromi
Jonouichi llevaba bastante rato esperando a su amiga en el pasillo que llevaba
hacia el Departamento de Cirugía, pero ésta nunca pasó por ahí. Preocupada,
comenzó a buscarla por los lugares donde Michiko frecuentaba: la cafetería, las
salas de cirugía, sus pacientes, hasta que finalmente la encontró en la
terraza, apoyada en el balcón, tan ensimismada que no se dio cuenta de su presencia
hasta que ella se detuvo a su lado.
—Te ves
preocupada, ¿pasa algo? —le sonrió para animarla—. No creo que te preocupe que
una desconocida te haya retado a un “Duelo de Cirugías”, ¿verdad?
Michiko volvió
su mirada hacia la ciudad, con el mentón apoyado en la mano, suspirando
quedamente.
—No… Eso me
tiene sin cuidado.
No dijo nada
más, pero aquella respuesta no tranquilizó a Hiromi, quien metió las manos a
los bolsillos y sonrió a medias. Desde el día anterior la había notado un poco
extraña y no solía ser así.
—Entonces…
¿qué es?
La aludida
volvió a suspirar, un poco más fuerte, pero se volvió a su amiga y le sonrió,
colocando su mano en el hombro mientras hacía un claro esfuerzo por verse bien
y despreocupada, tratando de ocultar que su orgullo había recibido un buen
sacudón.
—No te
preocupes, es sólo que no me siento bien del estómago. Creo que comí de más
anoche. ¡El estofado estaba tan bueno que me comí todo! —se rió, apartándose de
ella para dirigirse hacia el interior del edificio.
Jonouichi se
le quedó mirando, consternada, a su amiga jamás le caía mal una comida así se
comiera un elefante completo.
Michiko se
detuvo y giró hacia ella con una gran sonrisa, agitando la mano a lo alto.
—¡Vamos adentro,
Hiromi! ¡Hay trabajo qué hacer!
—Si, claro
—sonrió, siguiéndola, pero con un dejo de preocupación en su corazón.
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