Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 22

Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Publicación: 1 episodio cada sábado (si se puede)
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Gabriella Yu

*Capítulo 22: La Partida de Beth*

/¡Hola a todos! Mi hermana Beth se ha enamorado completamente de ese chico rubio tan apuesto y de mirada muy triste, pero a Jo no le gusta ni pisca eso… Mmm, yo me quedaría con él si no se quedara ciego… ¡Tendría dinero a montones! ¿Qué harán Beth y Jo cuando se enteren de que perderá la vista?/

Al amanecer del día siguiente, cuando Beth despertó acompañada por los melodiosos trinos de los pajarillos y los desacompasados ruidos de una ciudad que recién comenzaba a animarse, lo primero que vino a su mente fueron los agradables y cálidos recuerdos con Jeremy después de que tocaran juntos el piano durante una hora para luego irse a cenar al comedor. Como esperaba, su hermana Jo estuvo insoportable, hasta casi insolente con Jeremy. Beth sonrió, sabía que su hermana estaba celosa, frustrada y enojada al darse cuenta de que ella y Jeremy se llevaban muy bien, que disfrutaban de su mutua compañía. Beth la comprendía, el amor que Jo le profesaba a su familia era casi medieval y le mortificaba la idea de que algún día tendrían que separarse. Siempre había sido así.

A pesar de que Jo se había sentado deliberadamente entre ellos dos, no pudo evitar que Jeremy le dirigiera la palabra y ella, tímida como siempre, le respondiera como pudiera. También vio a Laurie muy divertido con la situación, sentado frente a ellos para observar mejor aquella cómica escena, pues cada vez que ella y Jeremy intentaban conversar sobre algo, Jo siempre intervenía, pero como el pianista también era un chico muy terco, siempre insistía en dirigirle la palabra a ella con toda amabilidad, ignorando deliberadamente a Jo.

Luego de la cena, ella, Jo, Laurie, Jeremy, la señora Kirke y una amiga suya volvieron a la sala de estar, en donde se sentaron en los sillones para conversar un rato antes de que Laurie llamara un carro para que la llevara hasta el hotel en donde se encontraba hospedada. Jo, como era de esperar, también se había sentado entre ellos dos para interferir en su conversación. Así estuvieron gran parte del tiempo hasta que la señora Kirke le pidió a Jo que se encargara de hacer acostar a sus hijas. A duras penas su hermana logró contener su molestia y, luego de dirigirle una terrible mirada de advertencia a Jeremy, subió presurosamente las escaleras para realizar su trabajo lo más pronto posible, pero aquella noche parecía que las niñas estaban dispuestas a darle trabajo, puesto que la pobre Jo tardó más de media hora para lograr su cometido luego de haberle contado un par de cuentos y detenido un interminable combate de almohadas. Para cuando regresó al salón, se sorprendió al encontrarla dormida, con la cabeza apoyada sobre el hombro de Jeremy, quien se había quedado muy quieto para no despertarla.

Beth, esbozando una gran sonrisa, se llevó las manos a las mejillas, ruborizándose al recordar aquel vergonzoso incidente, pues no había sido su intención quedarse dormida ni mucho menos apoyar su cabeza sobre el brazo de su querido Jeremy. ¡Pero se sentía tan segura y amada a su lado!

Lo que ella no sabía, era que en el momento en que su hermana había bajado a la planta baja y descubierto semejante escena había llegado el carruaje que Laurie había hecho llamar para llevarse a la "bella durmiente" a su hotel, y Jeremy, para no despertarla, la había alzado delicadamente en sus brazos –a pesar de que su fuerza había disminuido considerablemente con la enfermedad- y la había llevado al coche, acomodándola cuidadosamente en uno de los asientos para la alegría de Laurie y la furia de Jo, quienes se subieron al carruaje para acompañar a Beth en su viaje. ¡Tan cansada estaba que había dormido durante toda la travesía! Llegaron al hotel pasadas las nueve de la noche y mientras Beth se preparaba para acostarse, su hermana y Laurie se habían quedado con el resto de la familia March para conversar. Nunca les contaron sobre lo que había hecho ella aquella noche, puesto que Jo consideraba que ella y Jeremy jamás iban a reencontrarse y que pronto pasaría aquel capricho y que no valía ni comentar sobre el asunto. Laurie, en cambio, no dijo pada para no preocupar a los March, sintiéndose una especie de cómplice para con los enamorados.

Para cuando volvieron a la pensión, Jo, decidida a hablar terminantemente con Jeremy y preguntarle qué intenciones tenía hacia Beth, se desilusionó al saber que se había ido a dormir porque había sufrido una ligera recaída en su convalecencia, así que decidió dejar la discusión para el día siguiente.

Llena de felicidad como cuando alguien descubre un nuevo y maravilloso motivo para vivir, la jovencita extendió los brazos y las piernas cuan largas eran y exhaló un suspiro para luego sentarse y recoger las piernas mientras apoyaba el mentón sobre las rodillas. Abrazando las piernas, miró hacia la ventana con ojos soñadores, pensando en su querido Jeremy.

Le costó muchísimo darse cuenta de que la estaban llamando.

—¿Perdón? ¿Qué dijiste, Amy? —logró decir después de volver a la realidad, no sin cierta dificultad.

—Te pregunté si ya tenías el equipaje preparado, Beth —repitió su hermana menor con los brazos en jarra, entre extrañada y molesta, parada al lado de la cama, observándola de reojo—. ¿Qué te sucede? Has estado actuando muy raro últimamente, ¿sabes?

—¿Ah sí? —las mejillas de la interpelada se sonrojaron rápidamente, tratando de encontrar rápidamente una respuesta creíble para evitar que Amy descubriera el verdadero motivo de su ensoñación. ¡Sería terrible si ella se enterara! Estaba segura que se lo contaría a todo el mundo—. Bueno, lo que pasa es que… Ya sabes, me pongo muy nerviosa y asustada cuando estoy en un lugar que no conozco… ¡Y New York es una ciudad tan grande llena de gente extraña! Me resulta muy difícil acostumbrarme a ella.

—Eso es verdad —asintió Amy, incorporándose y frunciendo la boca, convencida con la explicación de su hermana—. Hasta yo misma no puedo acostumbrarme del todo a este lugar tan ruidoso. ¡Es tan diferente a NewCord! No sé cómo Jo pudo acostumbrarse tan rápido…

Se calló, quedándose pensativa unos momentos hasta que exclamó alegremente con los brazos extendidos:

—¡Pero de todos modos me encantaría quedarme aquí unos días mas! Hay tantas cosas que aún no hemos visto…

—Eso será imposible, Amy. Ya sabes que nos vamos hoy al mediodía —replicó Beth mientras tendía la cama, tratando de no entristecerse con el hecho de que pronto se separaría de Jeremy y que tal vez no lo volvería a ver nunca más—. ¡Ah! ¡Cómo anhelo llegar a casa y tocar mi piano! —exclamó con verdadera vehemencia, entrelazando los dedos con mirada soñadora, pues ahora no sólo le encantaba tocarlo, sino también, sino que también mantendría una conexión especial con Jeremy.

—Oye, Beth, pero sí Laurie me contó que anoche te la pasaste tocando el piano con ese apuesto chico rubio —opinó, sentándose sobre la cama. El chico no había soportado del todo mantenerse callado, así que se lo había contado todo a ella sola en un lugar aparte.

La aludida se rió un tanto avergonzada.

—Eso es verdad, y he de confesar que ése muchacho tiene un talento extraordinario, ¡me supera por mucho!

—Ah no. De ninguna manera. Yo creo que tú eres una magnífica pianista, Beth —replicó Amy, convencida de sus palabras y tan orgullosa de su propia familia como su hermana Jo.

—¿Tú crees? —pestañeó incrédula, pero con una leve sonrisa de afecto—. Ay, Amy, ¡tú y Jo son tan parecidas! Testarudas, orgullosas, apasionadas y optimistas por igual.

La aludida frunció el entrecejo y, a pesar de que en su interior idolatraba a Jo, no estaba dispuesta a que la compararan con una completa marimacho.

—¿Te has golpeado la cabeza o qué? Yo no me parezco en nada a esa "rompelotodo" —y se cruzó de brazos muy ofendida, por lo que su hermana no pudo reprimir una suave carcajada.—Además —agregó—. No tienes por qué hacer la cama cuando hay mucamas en este hotel que se /ancargan/ de hacerlo por una.

—Se dice "encargan", Amy. Y prefiero tender mi cama yo misma a que esa gente piense que los March somos unos haraganes y servidos como el resto de los hospedados.

Amy se le quedó mirando, pensativa.

—Mmm… Tienes razón, Beth. ¡Mejor me voy a hacer mi cama yo también! —exclamó llena de energía, poniéndose de pie de un brinco.

Y para la alegría de Beth, Amy comenzó a tender su cama, dejándola impecable.

XOX

—¡Date prisa, Laurie o llegamos tarde para despedir a nuestras familias! —gritó Jo desde la planta baja con muy poca feminidad mientras terminaba de enrollarse la bufanda al cuello.

—¡Ya voy! —respondió éste, que, para cortar camino, se trepó a la baranda de la escalera y se dejó deslizar desde la planta alta a la baja, cayendo hincado ante su amiga.

—Aquí me tiene, mi bella dama —declaró burlonamente, extendiendo los brazos.

—¡Bah! Pero qué bobo eres, Laurie —se quejó la malhumorada chica, tomándolo por el brazo para levantarlo—. Vámonos ya antes de que sea demasiado tarde, ¿quieres?

—¿Y por qué el apuro? Aún falta media hora para que parta el tren.

—No quiero que /cierto individuo/ se cole con nosotros —respondió mientras se lo llevaba casi a rastras por detrás de ella.

Arriba, en el primer piso, Jeremy se encontraba mirando atentamente aquella escena, y cuando escuchó que la puerta de calle se abría y se volvía a cerrar, frunció el entrecejo, tomando una decisión.

Había pasado cerca de cinco minutos cuando la señora Kirke subió a la habitación de Jeremy y llamó a la puerta, preguntándole qué le gustaría almorzar, si estofado o asado, pues la buena señora ansiaba despertarle el apetito al convaleciente y delicado muchacho. Extrañada de que no recibía respuesta alguna, abrió la puerta lentamente para darse con la sorpresa de que él no se encontraba allí.

Mientras tanto, en la calle, Jeremy intentaba detener algún taxi para que lo llevara a la estación, y luego de varios intentos infructuosos, uno de detuvo al fin.

—¿Hacia dónde, señor? —le preguntó el cochero una vez que Jeremy entró al coche.

—A la estación, ¡rápido! —respondió lleno de ansiedad, con la mala fortuna que su acento inglés y su natural prepotencia le cayera muy mal al cochero, quien frunció el entrecejo un tanto ofendido.

—Son cincuenta centavos, señor.

Jeremy se quedó tieso al escucharlo, pues se había dado cuenta de que no llevaba ni un centavo encima, pero como quería despedirse de Beth como fuera, estaba dispuesto a tragarse su orgullo para lograr su cometido pidiéndole a Laurie que lo ayudara.

—¿Puedo pagarle cuando estemos de regreso?

—¿Crees que nací ayer, jovencito? —se molestó aún más el hombre, inclinándose sobre la ventanilla—. ¡Vas a escaparte en cuanto estés en la estación!

—Yo nunca haría una cosa como esa, caballero. ¿Quién se ha creído que soy yo? —refutó ofendido.

—¡Un chiquillo engreído y sin nada qué hacer! ¡Bájese inmediatamente de mi coche!

Jeremy estaba furioso, pero la urgencia de ver a Beth era mucho más fuerte que su propio orgullo.

—Si quiere puedo manejarle el coche durante una semana para pagarle el pasaje.

—¿Está loco? ¿Cree que no puedo guiar mi coche yo sólo? ¡Deje de decir tantas estupideces y bájese inmediatamente de mi coche!

—¡Pero…!

—¡Baje entes de que llame a la policía!

Alarmado y acicateado con aquella amenaza, Jeremy bajó del coche, furioso y maldiciendo su mala fortuna. Mientras veía cómo el carro se alejaba de él, su resolución de ver a Beth se encontraba más firme que antes, ocurriéndosele entonces una solución desesperada y hasta muy peligrosa para su salud.

Resopló, su mirada llena de resolución y los puños cerrados. Era ahora o nunca, y echó a correr con todas sus fuerzas rumbo a la estación.

XOX

Diez minutos más tarde, en la estación del tren, Jo y Laurie se reunieron con sus respectivas familias antes de que partieran hacia NewCord. Ansiosas, tanto Sally como Beth buscaron a Jeremy con la mirada, la segunda lo hacía con marcado disimulo, sonrojándose ligeramente.

—¡Oh, mamá! ¡Te voy a extrañar tanto! —exclamó la joven escritora abrazándola afectuosamente luego de haberse despedido de su padre.

—Yo también, queridita; te he extrañado siempre desde que te fuiste de casa —replicó la madre.

—Vuelve pronto a casa, por favor, hermanita, nada es lo mismo sin tí —pidió Meg, con lágrimas en los ojos.

—¡Oh, Meg! Te prometo que en un año y medio volveré a casa, ya lo verás —le prometió Jo, emocionada, abrazándola con todas sus fuerzas y besándola en la mejilla.

—Aunque no lo creas, yo también te he extrañado muchísimo, querida —le reveló la tía March con una expresión de triste ternura poco vista en ella.

Jo la miró con la misma expresión y, acercándose a ella, la besó en la frente.

—Yo también la extraño mucho, tía Martha —sonrió maliciosa—. Supongo que usted todavía sigue leyendo el Conde de Montecristo, ¿verdad?

—Por supuesto, querida, por supuesto.

—¿Y en qué parte va?

—Ya estoy por el final.

—¿En serio? ¡Qué bien! ¡Qué bien! —asintió vehementemente con la cabeza, riéndose con todas sus ganas.

—¿En dónde está Jeremy, Jo? Pensé que iba a venir a despedirse de nosotros… —le preguntó Sally, bastante preocupada.

—¿Él? Bueno, ya sabes que está convaleciente y no le conviene salir a la calle con éste frío, Sally —respondió Jo un tanto reticente, pues no tenía deseos de hablar sobre él.

—Sí, claro… Es verdad… Pero me hubiera gustado mucho verlo una vez más… —asintió la entristecida muchacha.

Beth, acongojada, también pensaba lo mismo, pero le daba muchísima vergüenza decirlo a viva voz.

XOX

Jeremy había corrido ya la mitad del camino cuando comenzó a sentir que se quedaba sin aliento, las piernas le temblaban y le daba vueltas la cabeza. Se vio obligado a detenerse, estaba a punto de desmayarse y tuvo que apoyar su mano sobre el escaparate de una tienda para no caerse.

Limpiándose el sudor de la frente con la manga de su abrigo, notó aterrorizado que su visión se oscurecía, volviendo luego a ver casi como antes, sólo que ahora veía más borroso.

Jeremy se asustó muchísimo al darse cuenta de que su vista comenzaba a empeorar tal y cómo le había dicho su médico, pero también pensó que ahora aquello no tenía importancia, debía ver a Beth a toda costa. Así que, volviendo a ponerse los anteojos, miró su reloj de bolcillo y frunció el entrecejo: ya faltaba quince minutos para que el tren de Beth partiera. Fortaleciendo tanto su espíritu como sus músculos, retomó nuevamente su camino, corriendo a toda prisa, abriéndose paso entre los transeúntes, quienes, extrañados, se volvían para observarlo.

XOX

El silbato del tren sonó con toda su potencia, anunciando a todos su partida, y mientras el guarda le pedía a los pasajeros que abordaran, la familia March y los Laurence volvieron a despedirse muy emocionados. Los que se iban aconsejaban a los que se quedaban y los que se quedaban les prometían que muy pronto volverían a estar juntos.

—Oye, hermanita, ¿es que no vas a despedirte de tu Jo? —le preguntó ésta, sonriendo irónicamente mientras veía a Amy subir al tren.

La aludida se quedó quieta, con el pie sobre el primer escalón y la mano sobre el pasamano, dándole la espalda, pues aún estaba enfadada con ella por la discusión del otro día acerca de sus enamorados.

—No sé. ¿Eso te importa?

—No sé. ¿Te importa a ti? —replicó, cruzándose de brazos, obstinada.

Amy no respondió, se moría de ganas por abrazarla y despedirse de ella, pero su orgullo no se lo permitía.

—No sé. ¿Y a ti?

—No sé.

Nada más se dijo entre ellas, y cuando la señora March había decidido intervenir para que las hermanas no se separan enojadas, el guarda anunció la definitiva partida del tren, lo que alarmó a amabas chicas, animándolas a actuar de una vez.

—¡Oh, Jo! ¡Te voy a extrañar tanto! —exclamó llorando la pequeña Amy, lanzándosele encima de un salto.

—Yo también te voy a extrañar muchísimo, Amy —replicó, abrazándola también, apoyando su mejilla contra la de su hermana menor—. ¡Me acostumbré tanto a tus intromisiones!

—¿/Intro/ qué? —la miró desconcertada.

Jo sonrió condescendientemente y le refregó cariñosamente la cabeza con su habitual rudeza, despeinándola.

—Nada, nada. ¿Por qué no subes ya al tren? Mamá y papá te están esperando.

—Bueno… —dijo Amy un tanto confundida, pero enseguida recuperó su alegría y se despidió de Laurie agitando el brazo con todas sus ganas mientras subía al tren—: ¡Adiós, Laurie! ¡Cuídate mucho!

—¡Adiós, Amy! ¡Procura estudiar mucho!

—¿Eh? ¡Eso no vale! —frunció la boca bastante disgustada, pues a ella tampoco se le daban bien los estudios, pero estaba decidida a contraatacar, así que, llevando sus manos a la boca como si fuera una especie de altavoz, le gritó mientras el tren comenzaba a moverse:

—¡Tú también estudia mucho, Laurie! ¡Que te hace falta!

—Qué cruel… —suspiró el derrotado muchacho mientras los demás se reían por la ocurrencia de Amy.

—¡Adiós, Meg! ¡Dale mis saludos al señor Brooke! —se despidió Jo, comenzando a caminar al ritmo de la monstruosa máquina al igual que Laurie, quien no paraba de despedirse de su abuelo.

—¡Adiós, Jo! ¡Y pórtate bien! ¡Y ya no le digas "señor Brooke" a John que ahora es como tu hermano! —le pidió Meg.

—¡Sigue soñando, Meg! ¡Sigue soñando! ¡Jamás le perdonaré que te haya separado de mí! —replicó burlona.

—¡Oh, Jo! ¡Qué cosas dices! —se rió su hermana.

Pero la sonrisa de Jo se esfumó cuando notó la expresión de desesperada angustia de Beth, quien miraba insistentemente desde su ventanilla hacia la entrada de la estación al igual que Sally. Frunció el entrecejo, comprendiendo enseguida a quién esperaban ver.

—¡Oye, Beth! —exclamó, pero ella no la había escuchado, por lo que Jo tomó mucho aire y gritó:

—¡Beeeth!

—¿Eh? —por fin volvió a la realidad, fijando sus oscuros ojos en ella.

—¡Te olvidaste de decirme adiós, hermanita! —le avisó la joven escritora, ya corriendo al lado del tren que comenzaba a tomar más velocidad.

—¡Oh! ¡Es verdad! ¡Perdóname! —le pidió, visiblemente compungida.

—¡No importa! ¡Adiós y quita esa cara de tristeza! ¡Quiero verte sonreír!

Al escuchar aquel consejo muy propio de su hermana, Beth se animó un poco y sonrió. ¡Jo siempre sabía cómo confortarla!

"Jeremy no vino a despedirse de mí… —pensó desilusionada, sentándose sobre el asiento con los ojos llenos de lágrimas—. Seguramente no le gusté como él me gustó a mí…".

Sally también había comenzado a pensar lo mismo, así que, entristecida, pensó en sentarse ella también hasta que sus ojos se fijaron en alguien que se había abierto paso bruscamente entre la gente del andén, corriendo a toda velocidad para alcanzar el tren.

Los ojos color café de Sally se abrieron enormemente y, pálida como un papel, exclamó incrédula:

—¡E-es Jeremy!

/¡Ah! ¡Cómo me gustaría que mi amado corriera tantas calles por mí! Eso demuestra lo mucho que ama a mi hermana… ¡Jo, por favor! ¡No seas tan dura y acepta a Jeremy como prometido de Beth! /

Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 21

Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 23



Notas de una Bloggera Descuidada:
¡Hola, mis queridos arrinconados! ¿Cómo están? Espero que bien.
Jeremy, a instancias de caer enfermo nuevamente, hizo un enorme acto de amor por Beth… pero a la misma vez sabe que no podrá quedarse con ella debido a su latente ceguera… ¿Cómo terminará esta historia de amor?
Sigo viendo el anime Zatch Bell y el drama coreano Papá es Extraño; sigo editando el drama chino Princesa Valiente y subtitulando la 6ta temporada de Doctor-X.

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Sayounara Bye Bye!


Gabriella Yu 💖
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