Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 44

  Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Yu-Chan

*Capítulo 44: Europa*


/¿Qué puedo decirles ahora? Estoy triste, muy triste… Cuando pienso que no volveré a ver nunca más a mi hermanita Beth me parece algo difícil de creer cuando todavía me parece que fue ayer cuando nos despedimos en Nueva York… ¡Aun creo que algún día atravesará la puerta de casa recién casada con Jeremy! … No, no es justo… Ella no pudo haber muerto…/

Desbastado, Jeremy cayó al suelo de rodillas y comenzó a llorar entre gritos, golpeando repetidamente el suelo con los puños. Caroline y Fanny, alertadas por aquellos sollozos, entraron al cuarto y se quedaron como petrificadas en la puerta, temiendo lo peor.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó la madre del pianista, llevándose la mano a la boca. Fanny, en cambio, se echó a llorar desconsoladamente.

—¡Maldita sea! —exclamó furioso el doctor Julian Evans, y soltó al médico chino quien aún no podía creer lo que había pasado—. ¡No puede ser!

Se inclinó sobre el cuerpo de la jovencita, le colocó la mano en la frente y luego le tomó el pulso; finalmente dejó suavemente la mano de Beth sobre la cama, se arrodilló pesadamente sobre el suelo y agachó la cabeza.

—No puedo creerlo… ¡Sólo está durmiendo profundamente!

—¡Oh! —exclamaron ambas mujeres y Jeremy dejó de llorar, quedándose completamente inmóvil, con los ojos abiertos como platos.

Rápidamente el doctor Wong se acercó a su paciente, le tomó el pulso y acercó su oído a la boca de la joven para escuchar su respiración. Esbozó una pequeña sonrisa de satisfacción y sus ojos brillaron ante el triunfo.

Se incorporó y se giró victorioso hacia los demás.

—Ha superado su enfermedad. En un mes habrá recuperado todas sus fuerzas —su mirada se cruzó con la de Jeremy—. No se preocupe más, señor Williams, desde ahora en adelante, su prometida será tan saludable como cualquier nosotros aquí presente.

—¡Gracias a Dios! —exclamó, e hincó una rodilla en el suelo y se inclinó sobre Beth, tomándola cariñosamente de la mano.

Poco a poco la convaleciente muchacha fue abriendo los ojos y lo primero que vio fue el macizo rostro del doctor Evans, quien la estaba escudriñando atentamente con la mirada.

—… Señor Evans… —susurró intrigada—… ¿Qué le ha pasado a su nariz?

Sobresaltado con la inesperada pregunta, el aludido se llevó la mano a la nariz mientras todo el mundo estallaba en carcajadas, al final todo había salido mucho mejor de lo que esperaban.

Sin que ninguno de ellos se diera cuenta, el joven medico se había retirado a su oficina para estar un momento a solas. Cuando llegó allí, se dejó caer pesadamente sobre la silla y permaneció allí por un buen rato, aliviado y radiante de felicidad. ¡No se había equivocado con el tratamiento, después de todo!

A la mañana siguiente, Caroline Williams mandó dos telegramas: uno a los March y el otro a su suegra, informándoles sobre la asombrosa recuperación de Beth. Una semana después, la paciente fue dada de alta; y un mes después, se había recuperado por completo, ¡nunca en su vida se había sentido tan sana y tan llena de energía! Ya no estaba pálida ni sus ojos estaban ya apagados ni tampoco sentía aquel cansancio mortal que había estado sintiendo desde el año pasado; ahora su piel tenía un hermoso tono rosado, sus ojos brillaban llenos de vida y sus energías parecían interminables, ¡ni siquiera un sentía la amenaza de un resfriado!

Por su parte, Jeremy era el muchacho más feliz sobre la Tierra. Al contemplar a su amada Beth tan llena de vida y con una salud inquebrantable, le había dando una fuerza de voluntad que jamás había imaginado tener, influyendo enormemente sobre su deterioro visual y el tratamiento del mismo. El maestro Wong Fei Hung había logrado detener el avance de su enfermedad y desde hacía tres meses no había mostrado ninguna evolución en dicha afección, así que dio por terminado el tratamiento.

A pesar de que tendría que usar anteojos toda su vida, estaba agradecido que su vista no iba a seguir deteriorándose hasta alcanzar la ceguera, ahora podría estar seguro de que admiraría la delicada y sencilla belleza de Beth durante el resto de su vida, tocaría el piano como un profesional y recibiría a sus futuros hijos cuando vinieran al mundo, era más de lo que podía pedir.

Después de haber permanecido en Hong Kong durante casi dos años, estaban listos para regresar a casa, pero no se irían sin antes darle las gracias al maestro Wong Fei Hung por todo lo que había hecho por ellos. La noche antes del día de la partida, invitaron al joven médico al lujoso hotel en donde estaban alojados y, luego de la cena, Jeremy interpretó una de las melodías más hermosas que el médico chino había escuchado jamás. Aquello había sido el agradecimiento más sincero y conmovedor que le había hecho nadie. Aunque no dejó de mostrarse serio, esbozó alguna que otra sonrisa de agradecimiento a sus anfitriones.

A la mañana siguiente, Fei Hung y algunos de sus discípulos, se dirigieron hacia el puerto para despedirse de los viajeros.

—Que su Dios los acompañe en un viaje afortunado —les deseó, inclinándose ligeramente como muestra de respeto.

—Nunca olvidaremos todo lo que hizo por nosotros, maestro Wong, le estaremos eternamente agradecido —le dijo Jeremy, imitándolo.

—Puede visitarnos cuando quiera en Inglaterra, las puertas de nuestra casa estarán siempre abiertas para usted, maestro Wong —le ofreció Caroline con sincera amistad.

—Y yo regresaré dentro de un año para estudiar su medicina, maestro Wong —fue la sorprendente declaración del doctor Evans. Todos lo miraron atónitos, pues se suponía que odiaba a los chinos y a su medicina.

Luego de que Fanny también se hubo despedido, el grupo comenzó a subir por la rampa hacia el barco, sólo Beth permaneció paradita sobre el muelle, calladita como una laucha asustada, jugando con sus dedos y con la mirada fija en ellos.

Wong Fei Hung la contempló en absoluto silencio, tranquilo como un lago cristalino, esperando pacientemente a que ella se animara a hablarle.

—Yo… —comenzó a decir la tímida joven, parecía que de un momento a otro iba a ponerse a llorar o a desmayarse—. ¡Yo le agradezco tanto todo lo que hizo por mí! —para sorpresa de todos, se lanzó sobre él, lo abrazó por el cuello y le dio un suave beso en la mejilla—. ¡Que Dios lo proteja por siempre, maestro Wong!

Y se fue corriendo a reunirse con los suyos, dejando al muchacho con el rostro sonrojado, los ojos como platos y la mano sobre la mejilla. Sus discípulos no paraban de elogiarlo y hacerle bromas sobre el beso.

Quince minutos después, el barco se hizo a la mar acompañado con el atardecer, los viajeros se habían quedado en la cubierta para despedirse del maestro Wong Fei Hung y su gente hasta que la distancia entre ellos se ensanchó tanto que ya no pudieron verse.

—… Y que tus ancestros te protejan a ti, mi querida señorita March, y que tengas una vida larga, plena y llena de felicidad —se despidió con una gran sonrisa de gratitud, luego se dio media vuelta, les lanzó una severa mirada a sus discípulos para que guardaran la compostura y se fue ellos hacia la escuela.

Mientras tanto, en la proa del barco, Beth se encontraba de pie al lado de Jeremy, contemplando el horizonte marino. Estaba radiante de felicidad porque muy pronto regresaría a casa para ver a los suyos. Al final, todo había terminado muy bien, tal y como le había prometido su ángel guardián.

XOX

Un mes después, los March recibieran una inesperada carta por parte de Beth en donde les contaba todo lo que había pasado, lo bien que había terminado todo y que dentro de pocos meses estaría de regreso, así que la familia volvió a su rutina habitual, sin olvidar agradecer a Dios por su ayuda.

Un tiempo después, Jo estaba en su cuarto escribiendo otra de sus novelas cuando Amy la interrumpió entrando sin llamar, como era casi su costumbre.

—Bueno, bueno —se burló Jo un tanto molesta, volviéndose desde su silla hacia la recién llegada—, ¿con que la señorita de quince años aún no aprende a llamar a la puerta, eh? ¡Háyase visto tamaña cosa!

Amy bufó fastidiada, se dio media vuelta y salió del cuarto cerrando la puerta tras ella.

Tocaron a la puerta y Jo revolvió los ojos.

—¿Quién es?

—Amy. ¿Puedo pasar?

—Mmmnnno sé…

—¡Qué mala eres! Si me dejas pasar, tengo un notición para contarte.

—Bueno, qué se le va ha hacer. Pasa.

Y sin demorar un segundo más, la hija menor de los March entró como una centella, radiante de felicidad.

—¡A que no adivinas, Jo! —se sentó a horcajadas sobre la cama.

—¿Sacaste diez en tu examen de matemáticas?

—¡Oh! ¡No te burles, Jo! ¡Esto es importante! —se cruzó de brazos, molesta.

—¡Bien, bien! Tampoco es para que te lo tomes así, Amy. ¡Qué seria te estás volviendo! —se quejó tranquilamente—. Ya sabes que no me gusta que me interrumpan cuando estoy escribiendo.

—Bueeeno, si no quieres que te lo cuente, tú te lo pierdes… —se levantó de la cama y se dirigió a la puerta muy campante con las manos entrelazadas detrás de la espalda.

—¡Ah, no, señorita! —Jo corrió rápida como un rayo y con los brazos abiertos se plantó en medio de su hermana y la puerta, obstruyéndole el paso—. ¡Ya me interrumpiste y no vas a dejarme así nada más! ¡Vamos! ¡Desembucha de una vez!

—¡La tía Marta quiere llevarnos a las dos a Europa el mes que viene! ¿Qué te parece, Jo? ¡Vamos a ir a Europa! —exclamó al fin sin poder contenerse por más tiempo, saltando de la alegría por todo el cuarto—. ¡Conoceremos Londres, París, Viena, Roma! ¿Te lo imaginas? ¡Será fantástico!

—¡Europa…! —murmuró la sorprendidísima Jo, casi sin habla. ¡Por fin iba a conocer Europa!

—¡Oh, Amy! ¡Eso es sencillamente estupendo! ¿Te imaginas las cosas que haremos juntas? —corrió hacia su hermana menor, la tomó de ambas manos y las dos comenzaron a danzar locas de alegría por todo el cuarto.

Durante varios días no hablaron más que del viaje a Europa, prepararon sus valijas con anticipación y trazaron y destrazaron planes acerca de lo que harían y los lugares que visitarían. El día de la partida se hizo de esperar según la ansiedad de cada una, pero llegó cuando tenía que llegar y muy pronto se hicieron a la mar rumbo a Inglaterra. Como siempre, David Forrest se quedó en la casa de su tía para hacerse cargo de todo, menos del dinero, claro está, para la desilusión del muchacho. De ello se encargaron Meg y su esposo.

Según el itinerario del viaje trazado por tía March, irían a Inglaterra, Francia, España, Alemania, Austria e Italia. Luego regresarían a casa a través del Mediterráneo. Todo ello les tomaría cerca de un año.

En Inglaterra visitaron teatros, el Palacio de Westminster, el Big Ben y Stonehenge, entre otras cosas; en Francia visitaron el museo de Louvre, galerías de arte y cafés (aún faltaban cerca de 20 años para que se construyera la torre Eiffel), en España visitaron balnearios, baños termales y se escandalizaron con las corridas de toros; en Alemania visitaron pueblos antiguos, museos y las cuevas prehistóricas; en Austria no hicieron más que asistir a bailes (para el encanto de Amy y la indiferencia de Jo) y escucharon música en las salas de concierto; pero fue en Italia en donde por fin se decidió el destino de Jo.

Todo comenzó el primer día en que llegaron a la fabulosa e histórica Roma, el 30 de Noviembre de 1969, estaban paseando por la zona antigua observando muy embelesadas el gran coliseo romano cuando un hombre muy alto pasó al lado de Jo y se detuvo de golpe, volviéndose hacia ella para finalmente llamarla por su nombre. Sorprendidas, Jo, Amy y tía Martha se volvieron hacia el supuesto extraño.

—¡Josephine March! ¿Pero quién hubiera imaginado encontrarte en la gran ciudad de Roma? —sonriente, le estrechó la mano luego de haber tomado el habano con la otra.

—¡Señor Hill! ¡Qué gusto verlo de nuevo! ¿Qué hace usted por aquí? —le tomó la mano con un gesto varonil y lleno de confianza.

—Estoy estrenando tu obra en uno de los pequeños teatros de este lugar.

—¿Es verdad lo que me dice? ¿Mi obra? —parpadeó, sinceramente sorprendida. Amy y tía March tampoco lo podían creer.

—Claro que es verdad… —le gustó lo que veía en Jo, era la misma, pero con un toque muy diferente—. ¿Cuántos años tienes ya, Jo? ¿Veinte?

—Recién acabo de cumplir los veintiuno, señor Hill… ¡Ah! ¡Es verdad! —se hizo a un lado—. Le presento a mi tía Martha Forrest y a mi hermana menor Amy March, de dieciséis años—. Se volvió hacia ellas—. Él es el dueño del teatro en donde se presentó mi obra, ésa que ustedes asistieron el otro año cuando yo estaba en Nueva York.

—Es un gusto conocerlas —les hizo una venia gallarda quitándose momentáneamente el sobrero de copa—. ¿Les gustaría asistir una vez más a la obra de teatro que escribió esta talentosa señorita? Será interesante escucharla en italiano.

—¡Me encantaría! —Amy festejó con un suave aplauso, orgullosa por tener una hermana famosa.

—¿Qué dice usted, tía Martha? ¿Vamos? Así también podríamos mejorar nuestro italiano —le preguntó la ansiosa Jo.

La anciana no respondió de inmediato, frunció el rostro un poco pensativa, preocupando seriamente a las chicas.

—Pues nada me gustaría más que ver de nuevo tu preciosa obra, hija —le respondió con una gran sonrisa, así que las dos chicas se abrazaron alborozadas y el director sonrió agradecido.

El teatro en donde estrenaban la obra de Jo era sólo un poco más grande que el teatro de Nueva York, pero poco importaba a su escritora porque la dicha que sentía al ver que su historia escrita con tanta pasión y sacrificio estaba haciéndose conocida mundialmente era más que suficiente aunque fuera estrenada en teatros de clase B.

Las tres cuartas partes de las butacas estaban llenas cuando la obra comenzó. Las invitadas especiales estaban ubicadas en primera fila y la orgullosa Amy no podía evitar contarle a la persona que estaba sentada a su lado que ella era la hermana de la autora; tía Martha estaba seriamente concentrada en la obra y Jo no cabía en sí de gozo… aunque de tanto en tanto pensaba que podría haberle hecho algunos pequeños cambios al argumento para hacerlo más interesante... Tan concentrada estaba que Amy tuvo que volver a golpearla fuertemente con el codo para llamar su atención.

—¡Ouch! ¿Qué te pasa, Amy? ¿Es que quieres romperme una costilla? —se quejó, volviéndose hacia su hermana.

Pero Amy no le prestó atención a su estado de ánimo y le indicó sigilosamente con la cabeza hacia atrás.

—No te des vuelta como un trompo, Jo, pero creo que el hombre que está sentado cerca de la puerta de entrada, es Anthony.

—¿Anthony? —Jo abrió los ojos como platos, quedándose dura como una piedra. Lenta y sigilosamente giró la cabeza hacia la dirección que le indicaba su hermana y grande fue su asombro cuando verificó que aquel hombre era el mismísimo Anthony Boone. Rápidamente volvió la cabeza antes de que él se diera cuenta que lo estaban observando, su corazón marchaba a mil y sus manos estrujaron el programa. ¡Estaba tan emocionada! ¡Hacía tres años que no lo veía y seguía pareciéndole tan guapo y maduro como la última vez! Durante toda la obra casi no pudo respirar, los nervios la estaban matando y no dejaba de preguntarse si él había venido a ver la obra sólo porque lo había escrito ella. Tal vez la extrañaba tanto como ella a él… o tal vez estaba completamente equivocada…

Amy no dejaba de observar de reojo a su hermana, pues ésta ya le había contado en Francia todo lo que había pasado con Anthony la noche en que él se le declaró. Sabía lo mucho que su hermana había sufrido y lo mucho que ahora estaba sufriendo, y estaba muy preocupada por eso. Por fin se le había presentado una oportunidad entre mil de disculparse con él, pero… ¿tendría el valor para hacerlo?

Y así, el transcurso de la obra pasó como un suspiro o como una eternidad depende de las emociones de las jóvenes, pero grande fue la sorpresa cuando el director de la obra apareció junto a sus aclamados actores cuando calló el telón y llamó a Jo a escena, presentándola como la escritora de la obra. La pobre Jo se quedó petrificada en su asiento, pues lo que menos hubiera deseado era mostrarse ante Anthony de esa manera. Muy a pesar suyo, tuvo que acudir al escenario ante la insistencia del director, los actores y el público. Amy se dio vuelta y contempló el rostro pálido de Anthony, quien, al reconocer que la chica que había subido al escenario no era otra más que la mismísima Jo y no otra señorita con el mismo nombre, se levantó de su asiento y se escabulló por la puerta principal. Al ver esto, Jo tomó finalmente una decisión y saltó del escenario para el asombro de todo el mundo y se marchó corriendo por detrás de él.

Afuera, la noche ya había caído sobre la ciudad cuando Jo salió a la calle, miró hacia ambos lados y logró divisar a Anthony no muy lejos de allí: iba caminando muy de prisa, pero Jo no era mujer de darse por vencida, así que frunció el ceño, agarró la falda de su vestido y salió disparada hacia él, corriendo con todas sus fuerzas.

—¡ANTHONY! ¡ESPERA POR FAVOR! ¡SOY YO, JO! ¡JOSEPHINE MARCH! ¡QUIERO HABLAR CONTIGO!

Anthony se detuvo de golpe y giró hacia ella, así que Jo también se detuvo, quedándose ambos mirándose fijamente. La distancia entre ellos era como de diez metros, pero la calle estaba vacía y se hacía fácil hablar desde esa distancia.

—… ¿De verdad quieres hablar conmigo, Jo? —le preguntó, parpadeando muy confundido—. Pensé que ya no querías tener nada más conmigo desde aquella noche.

—¡Oh, Anthoy! ¡Qué tonto eres! —Sonrió a pesar de las lágrimas que comenzaron a caer por sus arreboladas mejillas—. ¿Cómo se te ocurrió irte así sin decirme nada? ¡Te he extrañado tanto!

—¡Jo…! —murmuró el joven periodista, visiblemente sorprendido. Si ella de le declaraba ahora, ¿aún estaría dispuesto a aceptarla?

/¡Wow! ¡Por fin mi hermana Jo y Anthony se encontraron después de tantos años! (Para mí es mucho tres años…). ¿Qué pasará ahora? Presiento que una personita en Estados Unidos se sentiría muy mal si todo termina más que bien entre ellos dos…/


*Notas de una Autora Descuidada:*

*¡Hola de nuevo! ¿Cómo han estado? ¡Ya hemos llegado al penúltimo episodio de esta historia! ¿Cómo terminará todo? ¿Qué pasará con Laurie? ¡Eso lo leeremos en el episodio final: el Epílogo! Y por si ustedes no lo saben, mis epílogos suelen ser cortos, más o menos entre una o dos hojas como mucho y es allí donde se define el verdadero final de mis historias XD Sí, sí, soy malvadísima, je, je, je… XD*


Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 43




Notas de una Bloggera Descuidada:
¡Hola! ¿Cómo están? Espero que bien 😉
Sigo viendo el anime 7 Seeds, el drama japonés Escuela Técnica Asuko, terminé de editar el drama japonés Kami Tunes, sigo subtitulando la miniserie japonesa Inspector Zenigata y el especial de Doctor-Y 2021, estudiando japonés, repasando inglés y dibujando mi webtoon Anshel y escribiendo mi novela ligera Fenómenos. ¡Siempre ocupada mientras trabajo!

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Sayounara Bye Bye!

Yu-Chan 💖
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