Resumen de la serie: Hideki Kaji es un cirujano famoso por su trabajo de cirugía laparoscópica, por lo que se ha ganado el apodo de "mago del laparoscopio". Es hábil pero codicioso, por lo que prefiere a los pacientes VIP. Debido a que eligió el dinero sobre el título y el poder, la progresión de su carrera ha sido más lenta que la de sus compañeros, sobre todo cuando la genio cirujana Michiko Daimon, también conocida como Doctora-X, destruyó su carrera. Este cirujano siempre deberá escoger entre hacer lo correcto como médico o seguir su amor por el dinero, ganándose tanto amigos como enemigos en el proceso. Hideki Kaji, también conocido como Doctor Y, cuyas únicas armas son sus habilidades laparoscópicas y su astucia... ¿Cuál camino tomará?
DOCTOR Y
LA CIRUGÍA MALDITA
. El doctor Hideki Kaji, convertido en el exitoso director de hospital Naro junto a los directores Michiko Daimon y Takashi Ebina, comenzará a ser perseguido por el fantasma de una joven paciente que murió durante una cirugía que él realizó en su pasantía 30 años atrás. Una vez que las agresiones comienzan a volverse físicas, la doctora Daimon deberá ayudarlo a calmar al fantasma vengativo de la chica antes de que todos queden atrapados en el limbo y el espíritu de Kaji ingrese al infierno junto a la de su expaciente.
Capítulo
4: La Promesa Sellada con un Libro Manga. ¡Kaji se Tropieza y Michiko se Cae!
Inicio de flashback
Hideki Kaji y Suzume se estaban riendo de lo que leían
en sus respectivos libros manga, ella semi acostada en su cama y él sentado en
una silla a su lado.
—Tenía razón, doctor Kaji, estos libros son muy
divertidos —dijo la adolescente, aun riendo cuando dejó el libro sobre su
regazo.
—Por supuesto que sí. A veces hay que distraerse un
poco de las obligaciones diarias, ¿no le parece, señorita Asamiya? —Le dijo,
dejando su libro de lado para poner toda su atención a la jovencita.
Se había enterado que la niña, a pesar de proceder de
una familia económicamente poderosa, había tenido una vida triste. Su madre
había sufrido su misma enfermedad y muerto cuando Suzume era aún una pequeñita
y luego su padre, no pudiendo soportar el dolor de su pérdida, se había
suicidado dejándola sola en el mundo. Sólo se ocupaba de ella una tía-abuela
paterna lejana cuyo cariño le era inexistente, sólo le importaba que sacara
buenas notas y se comportara como una dama de sociedad, estando siempre
encerrada en su lujosa mansión, estudiando sin cesar y sin realizar ninguna
otra actividad o distracción. Obviamente, no tenía amigos porque era muy
tímida. Su tía-abuela, al ser vieja y
lisiada, nunca visitaba a su sobrina-nieta, por lo que mandaba al mayordomo
personal a verla y preguntar por su salud y su atención médica.
Sintiendo compasión por la jovencita, Kaji se había
dado el tiempo de visitarla y entretenerla con sus historias sobre su propia
vida y mostrarle el divertido mundo del manga, cuya existencia para ella le era
casi desconocida.
—Debe estar feliz. Mañana termina su tratamiento de
radioterapia y, como hubo mejoría, podrá regresar a su vida normal, aunque sea
por un tiempo, hasta que esté programada su fecha para la cirugía.
—Si… —Asintió, poniéndose muy triste para sorpresa de
Kaji.
—¿Qué sucede?
—Lo voy a extrañar… —No pudiendo soportar la idea de
la separación, se puso a llorar desconsoladamente, cubriéndose el rostro con la
frazada, muy avergonzada.
Sin saber muy bien qué hacer, el abochornado cirujano
pasante, carraspeó nervioso y se restregó la nuca.
—No llore, señorita Asamiya, nos volveremos a ver, se
lo prometo. ¿Qué le parece si voy a esperarla afuera del colegio de vez en
cuando para prestarle algunos libros manga?
Aquello último llamó la atención de Suzume, lo que
hizo que dejara de llorar.
—¿Prestármelos? —Lo miró muy extrañada—. ¿No me los
regalará?
—¿Para qué? —Le sonrió picaronamente—. Tendrá la
obligación de devolvérmelos. Será un motivo muy importante para seguir luchando
contra su enfermedad hasta ganarle, ¿no le parece? Así que de lo mejor de usted
para que pueda cumplir conmigo o si no nunca se lo perdonaré. ¡Adoro esos
libros!
—¿Eh? —Pestañeó perpleja, pero inmediatamente comenzó
a reírse de la ocurrencia al igual que su doctor.
Luego, él se puso muy serio y extendió el dedo meñique
ante ella.
—¿Lo promete? —Preguntó.
Ella parpadeó ante ese gesto y asintió con firmeza.
—¡Lo prometo!
Los dedos meñiques de ambos se cruzaron, sellando así
su promesa.
Fin de flashback
Cuando Kaji se despertó a la mañana siguiente, se
encontró en su cama, abrazado a su almohadón anti estrés. Sus amigos lo habían
llevado a su departamento y lo habían acostado sacándole los zapatos, el
sobretodo y el saco.
No se había dado cuenta que Suzume estaba de pie al otro
lado de la cama, observándolo detenidamente con su mortal expresión de siempre.
Se incorporó lentamente y, soltando un quejido se llevó la mano a la cabeza.
—¡Qué horrible resaca! —se quejó, poniéndose
endeblemente de pie—. Ya no tengo edad para esto… ¡Estoy tan cansado maldita
sea!
Se fue derecho al baño, tabaleándose.
Una hora más tarde, se estaba abotonado una nueva
camisa, ya más repuesto y aseado, disponiéndose a ir al hospital para comenzar
un nuevo día de trabajo. Seguramente el buen Akira estaba suplantándolo a él y
a Ebina en la dirección, puesto que Daimon siempre rehuía en desempeñar aquel
trabajo que le correspondía también.
Sus manos se detuvieron en el último botón de la
camisa, recordando de golpe la desquiciada conversación que había tenido con
sus amigos la noche anterior cuando salieron del club.
—Idiotas… Están locos si creen que me gusta esa mujer insoportable… ¿Pero cómo pudimos hablar así de ella? ¡Qué vergüenza!
*¡Alerta spoiler del fanfic de El Demonio en las Tinieblas!
Tomó el saco y se lo puso, luego fue por su abrigo y
el pañuelo, cosa que, en cuanto la tomó, recordó a Daimon llorando aquella vez
que la desquiciada Aino le había hecho creer que había matado a aquel pobre
muchacho.
—No era una mala praxis después de todo, no como la mía… En verdad nunca podrás entenderme, demonio, tú nunca pasaste por eso.
Fin de spoiler.*
Terminó de vestirse y salió rumbo al garaje del
edificio.
—Enamorado de ese demonio, pero qué ocurrencia… —Se
detuvo de pronto, recordando inesperadamente lo último que había visto la noche
anterior.
Comenzando a temblar y después de cerciorarse de que
no había nadie cerca mirándolo, se hincó para ver sus tobillos, horrorizándose
con lo que vio, cayó al suelo sentado.
Al correr las medias vio las marcas oscuras de las
manos de Suzume sobre sus tobillos.
—¡Dios mío! —Exclamó, aterrorizado.
XOX
Más tarde, ya algo repuesto del susto y aceptando un
poco más su destino, grande fue su sorpresa cuando encontró a la mismísima
Michiko Daimon haciendo el trabajo administrativo en el despacho de la
dirección.
—¡Daimon! ¡Increíble! ¿Usted ejerciendo de directora?
¿Qué pasó con Akira-san? —se burló, colgando el sobretodo en el perchero de pie
para luego ponerse la bata de médico.
El perchero se encontraba justo al lado del escritorio.
Con la cabeza sobre la palma de la mano y con el codo
apoyado sobre el escritorio, la aludida lo fulminó con la mirada, molesta.
—Una enfermera lo invitó a desayunar y me pidió que lo
suplantara por una hora —Le respondió de mala gana, luego se estiró como un
gato y se levantó—. Pensé que no iba a trabajar hoy después de pasar toda la
noche de fiesta.
—¿Está de broma? Sólo tomamos un par de copas y
cantamos karaoke en compañía de verdaderas bellezas, pero pasar toda la noche
de fiesta en medio de la semana laboral es una locura, demonio, hay mucho por
hacer y yo ya no puedo.... ¡¿Qué demonios está haciendo?! —se sorprendió cuando
ella le puso la mano en la frente.
—Estaba comprobando si no está sufriendo un cuadro
febril —le dijo, frunciendo el ceño y sin sacar la mano de su frente—. No,
nada. Qué extraño. ¿Un hombre tan primitivo como usted rechazando pasar la
noche con una mujer sólo por no faltar el trabajo? ¡Háyase visto semejante
cosa!
—¡Aish! ¡No sea ridícula y sáqueme su mano de encima,
demonio! —se quejó, dando un paso hacia atrás mientras corría la mano de su
compañera con un manotazo, pero con tan mala suerte, que se enredó con las
patas del perchero de pie y cayó hacia atrás, llevándose a Daimon consigo.
Dando un grito de sorpresa, ambos cayeron al suelo tan
fuertemente que les tomó un par de segundos entender lo que había pasado y en
qué posición comprometedora habían quedado: Kaji había caído de espaldas con
Michiko encima de él. El cirujano, con los ojos fuertemente cerrados y los brazos
apoyados en la alfombra y las manos suspendidas a los costados de su compañera,
quien estaba aferrada a sus hombros y con la cabeza al lado de la suya, con el
rostro a centímetros del suelo y los ojos bien abiertos.
—¡Ouch! Eso dolió como el diablo… —gimió el cirujano
sin abrir los ojos, tratando de soportar el dolor de espalda.
Las piernas desnudas de Michiko estaban enredadas
entre las piernas flexionadas de su compañero en una posición demasiado intima
para los dos, quienes se habían quedado muy quietos tras la caída, pero fue
ella quien poco a poco se levantó, poniendo las palmas de sus manos a los
costados de la cabeza del sorprendido Kaji, que ya había abierto los ojos,
comenzando a darse cuenta de lo que había pasado sin poder pronunciar palabra alguna
tras el embarazoso incidente, situación que empeoraba al tener el hermoso
rostro enfurecido de su compañera a centímetros del suyo.
—Oh, no… Maldita sea… —Murmuró Kaji al percatarse del
grave problema en el que se había metido.
Y tal y como lo había sospechado, Michiko perdió la
cabeza y se sentó encima de él, tomándolo por el cabello con ambas manos,
frenética.
—¡Pervertido! ¡Esto es acoso sexual! ¡Te denunciaré!
—¡Ouch! ¡Suéltame, bestia! ¡No lo hice adrede! —se
quejaba mientras intentaba agarrar las muñecas de su compañera para detener el
doloroso ataque.
En ese momento, entró Akira Kanbara junto a Hiromi Jonouichi,
quienes se quedaron como piedra al ver semejante escena.
—¡Director Kaji! ¡Este no es el lugar para hacer esto,
llévela a un hotel! —se escandalizó Kanbara.
—¡Pero, Michiko! ¿Qué poses son esas? ¡Tienes puesta
una falda, por amor de dios, se te ve todo! —se escandalizó Hiromi.
Los dos cirujanos se les quedaron mirando por espacio
de unos segundos, subiéndoseles todos los colores al rostro. Él con sus manos
en las muñecas de Michiko y ella con las manos aferradas al cabello de Kaji,
sentada sobre él.
—¡Él comenzó! ¡Fue su culpa que me haya caído sobre
él! —se levantó torpemente, pisándolo casi en la entrepierna y apuntándolo con
el dedo acusadoramente, con la expresión de una niña llorosa.
—¡Le dije que fue sin querer! ¡Me tropecé con las
patas del perchero y a usted se le ocurrió caer sobre mí, animal! —se defendió,
poniéndose trabajosamente de pie con una mueca de dolor mientras se tomaba la
zona lumbar.
—¡Pervertido! —lo acusó, plantándole cara.
—¡Loca! —se defendió, plantándole cara también.
Y mientras se insultaban como dos adolescentes
pescados in fraganti por sus padres, Akira se llevó la mano a la cabeza
mientras Hiromi negaba con la suya.
—Ahora van a estar así por días…
—Esos dos no maduran más… —se quejó su representante.
—¡Oiga, Akira-san! ¿Y qué es eso de “llévela a un hotel”?
¡Usted también es un pervertido! —se quejó su pupila, apuntándolo con mirada
acusadora.
—¡Era sólo un decir! ¡No grites, Michiko que me
perforas los oídos! —exclamó, tapándose los oídos.
—Más bien tú serías la pervertida, amiga —intervino
Jonouichi, poniendo los brazos en jarra—. Estabas sentada sobre el director
Kaji con las piernas abiertas y usando falda.
—¡Oh! ¡No me lo recuerdes! ¡Estaba tan furiosa que no
sabía lo que estaba haciendo! —se puso colorada como un tomate, entre ofendida
y avergonzada.
Negando con la cabeza y el cabello hecho un desastre,
Hideki Kaji se dirigió a duras penas a su asiento para poder tomarse un
descanso de semejante locura, cuando vio, para su horror, un viejo libro manga
sobre el mueble, uno de los últimos que le había prestado a Suzume antes de su
muerte, lo reconocía porque lo había firmado él mismo en la tapa.
Se le llenaron los ojos de lágrimas al recordar
aquella promesa que había olvidado hacía mucho tiempo ya.
Con mano trémula, alargó el brazo para tomar el libro,
pero, de repente, la mano de Suzume salió de la tapa y lo tomó fuertemente por
la muñeca, sorprendiéndolo con su tacto frío y mortal.
Entonces, una voz muy conocida resonó en su cabeza:
—Ya es hora, ven conmigo…
Aterrorizado, Kaji se llevó la mano izquierda a la
boca en un intento por ahogar un grito, luego puso los ojos en blanco y se
desmayó.
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