Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 20

Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.



¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?


Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Publicación: 1 episodio cada miércoles (si se puede)
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Gabriella Yu


*Capítulo 20: Revelaciones*



/¡Hola, chicos, soy Amy! Es bien sabido que Jo y yo somos las más orgullosas de nuestra familia, orgullos muy diferentes, pero orgullo al fin… Y el dejarse llevar por nuestras emociones también es una de nuestras debilidades… Ambas cosas combinadas muchas veces provocan dificultades y Jo aprenderá por las malas esta lección…/

Sentado cómodamente en su silla, con las manos entrelazadas en la nuca y con los pies apoyados en el alféizar de la ventana, el joven periodista Anthony Boone se encontraba aparentemente haraganeando, pero en realidad estaba pensando seriamente en su tormentosa relación con Jo. ¿Por qué siempre lograba enfadarla cada vez que se veían? Desde el momento en que se habían conocido habían tenido muy pocos momentos en los que realmente se llevaron bien. ¿Acaso nunca podrían estar de acuerdo en algo? Ella lo escuchaba, sí, pero siempre tardaba demasiado tiempo en comprender lo que él le aconsejaba… Jo era una muchacha de buenas intenciones, pero estaba claro que, en cuanto a los temas del corazón, era demasiado inmadura. No, realmente no podía dejar de verla, ella era una persona demasiado valiosa en su vida como para olvidarse de ella… Pero igual resultaba una relación muy dolorosa…

Suspiró muy abatido al llegar a una conclusión: si no lograba casarse con Jo, estaba dispuesto a ser su amigo fiel e incondicional, aún si su corazón seguía latiendo por ella. Estaba dispuesto a verla casada con otro hombre siempre y cuando ella fuera feliz, después de todo, él no era capaz de obligarla a amarlo si no era eso lo que Jo sentía por él.

Anthony suspiró profundamente otra vez, llamando la atención de su amigo Stephen, quien se encontraba trabajando en el escritorio vecino.

—¿Qué te pasa hoy, Anthony? Te he visto suspirar toda la mañana y no has hecho otra cosa que haraganear y mirar por la ventana… —achicó los ojos, mirándolo suspicazmente—. ¿Acaso tu, espero, temporal estado de abandono se debe a una señorita temperamental que responde al nombre de Josephine March?

—¡Bah! Deja de molestar, Steve —replicó muy malhumorado.

—¡Ah! Veo que tengo razón —sonrió el pícaro fotógrafo, hechándose hacia atrás sobre la silla, muy interesado con aquel asunto—. ¿Qué pasó esta vez? ¿Se enojó porque no llegaste a tiempo para ver su debut en las tablas?

El aludido solamente se limitó a lanzarle una mirada asesina para luego volver su atención hacia la ventana.

—¡Ajá! Otra vez tengo razón, ¿verdad? ¿Pero no te has puesto a pensar que ella se molestó tanto porque le interesaba muchísimo que tú estuvieras allí? ¡Eso quiere decir que te estima mucho más de lo que tú piensas!

Anthony, con los ojos como platos, se quedó como piedra al escuchar las agudas conclusiones de su amigo. Tal vez lo que decía no era tan descabellado, tal vez Jo sí sentía algo por él después de todo.

—¿Tú crees que así sea? —volvió la cabeza hacia su amigo, esperanzado.

—Bueno, también podría ser que ella siempre te trata mal porque no te valora lo suficiente o simplemente porque no le importas demasiado
—replicó, encogiéndose de hombros.

—Creo que me gustaba más la primera opción… —rebatió, desanimándose otra vez..

—¿Sabes qué? —siguió Stephen, ignorando la queja de Anthony—. Yo que tú no me daría por vencido tan rápido. ¿Acaso no me dijiste el otro día que estabas dispuesto a tolerar sus desplantes y luchar por su amor? En tu lugar trataría de darle una linda sorpresa asistiendo a una de sus funciones, sentado en primera fila. Te apuesto que ella se olvidará de todo y te agradecerá infinito por tu presencia.

Anthony, que lo había escuchado atentamente, se le había quedado mirando como un tonto, analizando cada una de sus palabras, iluminándose otra vez su camino y volviendo a tener una actitud más positiva.

—¡Tienes razón, Steve! —exclamó, poniéndose de pie y golpeando su puño contra la palma de su otra mano con gran determinación—. ¡Es hora de que deje de auto compadecerme y arregle todo este asunto de una sola vez! ¡Iré ahora mismo a comprar un boleto y veré actuar a Jo mañana mismo!

—¡Bien dicho, compañero! ¡Demuéstrale que no eres ningún trapo de piso al que pueden pisotear sin piedad! —lo apoyó enérgicamente.

Anthony le lanzó una mirada de puñal antes de continuar con su monólogo, volviendo su rostro hacia la ventana.

—Fingiré que no escuché eso último, Steve, pero te aseguro que Jo se enterará de mí., ya lo verás.

—¿Puedo acompañarte a la boletería? Ya estoy harto de todo este papeleo y me vendría muy bien un poquito de aire fresco —le propuso, poniéndose de pie mientras bostezaba y estiraba sus brazos cuan largos eran—. Además podríamos toparnos con alguna noticia… ¿Quién sabe?

—De acuerdo. Vamos —le guiñó el ojo mientras se colocaba el abrigo.

—¡Estupendo! —festejó, poniéndose él también su abrigo—. De paso me aseguraré de que no vuelvas a huir como un cobarde.

—Ja, ja, qué gracioso… —replicó de mala gana.

Una vez listos y muy bien abrigados, ambos muchachos bajaron por las escaleras llenos de entusiasmo por la expectativa de un proyecto bien planeado, pero grande fue su sorpresa cuando salieron a la calle y vieron pasar frente a ellos a la mismísima Jo acompañada por otra jovencita.

—¡Son Jo y Beth! —exclamó Anthony, sorprendido—. La llamaré y le diré que iré a verla mañana.

Pero cuando alzó la mano para llamar la atención de las chicas, Stephen lo interrumpió tomándolo del brazo.

—¡Shiiith! ¡No seas tonto, Anthony! ¿No se supone que era una sorpresa?

—Es cierto… Me había olvidado… —comentó un tanto desconcertado.

—De verdad que esa chica te vuelve loco, ¿verdad, amigo? —le guiñó el ojo lleno de picardía.

—¡Claro que no! —se negó, rojo como un tomate.

—Vamos, amigo, es inútil que lo niegues —le colocó el brazo alrededor de los hombros, apoyándose confianzudamente sobre él—. Se te nota a 100 km de distancia… ¿Qué te parece si la seguimos y le damos el susto de su vida sorprendiéndola por detrás?

—¿Te volviste loco? ¡Jo se pondrá hecha una furia! —replicó tan escandalizado como preocupado—. Lo que quiero es arreglarme con ella, no que me mate.

—¡Bah! Te preocupas demasiado, ¡vamos! —y lo tomó de la muñeca para comenzar a caminar apresuradamente a través de los transeúntes hacia las inocentes muchachas, jalando a un aprensivo Anthony por detrás suyo.

—Comienzo a dudar seriamente de tu madurez, Steve —le dijo mientras intentaba liberarse de su infantil amigo, a quien, como vemos, le gustaba jugar bromas pesadas.

—¿Qué dices? ¡Me muero por conocer a tu iracunda damita! "Jo esto; Jo lo otro" Con tanta propaganda nada me detendrá para que me la presentes.

En muy poco tiempo lograron acortar la poca distancia que los separaba de las chicas, y justo antes de que Stephen intentara tomar a Jo por el hombro, el siguiente diálogo lo detuvo de golpe.

—Dime, Jo: ¿acaso no era aquel edificio la editorial en dónde Anthony trabaja? —quiso saber Beth.

—Sí —le respondió de mala gana, pues no se sentía con ánimos de conversar sobre Anthony tras descubrir las serias intenciones de Jeremy para con su hermana.

—¿Y por qué no entramos allí primero? Dijiste que querías ofrecer tu novela a todas los diarios.

—Sólo tengo una copia de mi novela y únicamente podré presentarla en un lugar a la vez. Tienen que tener tiempo para leerla, ¿sabes? —Jo intentó eludir la pregunta de su hermana.

—Claro, pero me llama la atención que no quieras dejársela primero a Anthony. Como él siempre se tomó la molestia de leer las anteriores para aconsejarte…

—¿De verdad quieres saber por qué no quiero dejarle mi manuscrito a ese tonto bueno para nada, Beth? —el corazón de Anthony se detuvo.

—Sí… —respondió la aludida, sorprendida por las duras palabras de su hermana.

—Pues verás, hermanita —Jo, quien aún se sentía defraudada por el desaire de Anthony por no haber ido a presenciar su debut como actriz, comenzó a hablar sin medir sus palabras, dejándose llevar por su orgullo y su pretensión de tener siempre la razón a pesar de que, en su interior, sabía que estaba siendo injusta—, por si no lo habías notado, Anthony es un tipo arrogante, creído y estúpidamente vanidoso. Se cree más de lo que es y siempre ha criticado mis novelas de la forma menos cortés posible. ¿Qué crees que opinará de ésta? Dirá: "Lo siento, Jo, vuelve a tu casa y trata de dedicarte a ser una simple ama de casa, tú no tienes ni pizca de talento".

—¿Pero no fue él quien había dado el visto bueno para que el director del /New Cord Times/ publicara tu novela anterior?

—¡Bah! En estos momentos estoy dudando si realmente lo hizo para darme gusto o porque realmente valía la pena publicarla —metió las manos a los bolsillos mientras se alzaba de hombros, obstinada.

—¿Pero cómo dices algo tan horrible, Jo? —Beth se escandalizó—. Tu novela era maravillosa, por eso la publicaron.

—¿Tú crees? ¡Pero qué ingenua que eres, hermanita! ¿Es que no te das cuenta de que publicó mi novela con otras intenciones? El muy tonto creeque terminaré enamorándome de él algún día de estos si sigue siendo taaan "atento" conmigo. ¿Pero sabes qué, Beth? ¡Eso jamás ocurrirá porque no soy ninguna niñita ingenua que caerá rendida a sus pies con aquellos intentos tan absurdos y egoístas! Así que puedes ir diciéndole a la entrometida de Amy que sus absurdas conjeturas acerca de Anthony jamás se realizarán porque jamás de los jamases me enamoraré ni me casaré con alguien tan patético como él. ¡Así que ni loca le llevaré mi manuscrito! Esta ciudad está poblada de gente mucho más capacitada que Anthony y yo ya no lo necesito para nada.

Anthony, desbastado al descubrir lo que Jo realmente opinaba sobre él, se detuvo, tan pálido como un muerto y con el corazón desgarrado y la mirada perdida.

El preocupado Stephen se detuvo también, volviendo sus ojos hacia su amigo.

—Anthony… —pronunció su nombre con sumo cuidado, como si temiera romperle el corazón en mil pedazos, pero él lo interrumpió de inmediato.

—Vámonos.

Su voz había sonado fría, muy fría. Distante. Tanto el dolor y la furia luchaban por dominar sus emociones. El primero lo obligaba a salir huyendo de allí lo más rápido posible para ocultarse en su departamento y llorar su pena; el otro lo impulsaba a enfrentarse a Jo y decirle todo lo que se merecía y olvidarse definitivamente de ella.

—¿Adónde? —quiso saber su amigo, volviéndolo de sus confusos sentimientos a la realidad.

—A la oficina —respondió, girando sobre sus pies, dirigiéndose inmediatamente hacia al /New York Chronicle/ con paso decidido, pues ya sabía qué hacer.

Stephen lo siguió en silencio, turbado por su amigo y sin tener la menor idea de lo que éste haría.

Ignorando que el mismo Anthony había escuchado sus absurdas palabras llenas de desdén, Jo caminaba en silencio junto a su hermana, dirigiéndose hacia otro periódico para probar suerte. A Beth no la convencía todo lo que le había dicho Jo, pues no podía creer que su hermana fuera tan insensible, y así se lo hizo saber:

—¿En verdad piensas todo eso de Anthony, Jo?

La aludida volvió su rostro hacia su hermana y, a pesar de notar en ella una mirada anhelante y preocupada, Jo no quiso retractarse enteramente de sus palabras tan abiertamente, después de todo, sabía que había exagerado bastante las cosas y se pondría en ridículo si se desdecía de inmediato.

—Tal vez —respondió, volviendo su recta mirada hacia adelante, aparentando estar muy segura de sí misma con las manos metidas en los bolsillos y el paquete bajo el brazo.

Beth no pudo hacer otra cosa que esbozar una diminuta sonrisa, sabía que su hermana a veces era demasiado orgullosa y arrebatada como para tomarse en serio todo lo que ella decía. Daba gracias a Dios y a la misma vez le pedía que Anthony jamás se enterara de semejante conversación, pues sabía que saldría terriblemente herido.

—¿Y si fuera cierto que él y Laurie estuvieran enamorados de ti, qué harías, Jo?

—Pues les diría que no estoy ni pizca interesada en ellos y que dejaran de perder el tiempo conmigo y que se busquen una chica que realmente los quiera; que yo estaré muy bien sola, ¿sabes?

—¿Es que no te da miedo estar sola cuando llegues a vieja?

Jo se alzó de hombros.

—No. Para ese entonces estaré ya acostumbrada a estar sola, como ahora.

Tras escuchar esa respuesta tan practica propia de Jo, Beth decidió dejar de insistir con el asunto y disfrutar del paseo a pesar de que se moría de sueño y de que parte de sus pensamientos estaban puestos en Jeremy.

Las dos hermanas recorrieron una parte de la ciudad visitando las oficinas de tres diarios con la esperanza de que alguno de ellos aceptara el trabajo de Jo. Al final, la tercera editorial aceptó su
manuscrito sólo porque el jefe del diario la había visto actuar la otra noche, decidiéndose a darle una oportunidad. Claro que primero lo leería para hacerle algunas posibles correcciones.

Y así, con el plan de Jo completo a medias, las dos jovencitas regresaron muy contentas hacia la pensión de los Kirke, en donde tomarían el té antes de dirigirse hacia el hotel, puesto que Beth tenía que preparar su equipaje para la inminente partida.

—Los voy a extrañar mucho, Beth. Hubiera deseado que se quedaran un poco más… —le contó embargada por la tristeza en cuanto divisó el edificio de la pensión en la lejanía.

—Yo también te voy a extrañar, Jo —le confesó, bajando la mirada con los ojos llenos de lágrimas—. A veces me haces mucha falta, ¿sabes?

—¡Oh, Beth! —Jo la abrazó cariñosamente, atrayéndola hacia sí con la fuerza que la caracterizaba—. Tú también me haces mucha falta tanto como los demás, pero te prometo que regresaré a casa dentro de un año medio, y, mientras tanto —se detuvo, parándose frente a la jovencita y le tocó cariñosamente la punta de la nariz con el dedo índice—, sé que Amy hará un muy buen trabajo haciéndote compañía tanto como Meg lo hacía para mí. Debes ser paciente, ya verás cómo el tiempo pasa volando y muy pronto volveremos a estar juntas, hermanita.

—Sí, creo que tienes razón, Jo —Beth sonrió agradecida por las consoladoras palabras de su hermana.

Nuevamente las dos jovencitas se pusieron en marcha, felices, pero en cuanto estuvieron a poca distancia de la pensión, las armoniosas notas musicales del piano llegaron a sus oídos, dejando a Beth sencillamente paralizada.

Jeremy estaba tocando el piano. No había duda. Era una melodía bellísimamente interpretada.

—¡Beth! ¡Beth! ¿Estás bien, Beth? ¿Te ocurre algo? —inquirió Jo, preocupada al darse cuenta de que su hermana ya no estaba a su lado. Ya no estaba con ella.

Pero Beth ya no la escuchaba, su mente estaba cerrada a todo lo que la rodeaba, encontrándose únicamente abierta hacia la esplendorosa música que su amado Jeremy se encontraba interpretando. Sí. Ella había descubierto en aquel mismo instante que amaba a aquel pianista entristecido y extravagante. Lo amaba como nunca antes había amado o imaginado amar a nadie en su vida. Ahora que sabía que pronto partiría le desgarraba el corazón. ¡Oh! ¡Cómo le gustaría quedarse a su lado para
siempre! ¡Tocando junto con él las partituras más maravillosas del mundo de la música! Conocer el origen de su dolor y consolarlo…, amarlo por el resto de sus vidas… No. No quería separarse de él, pero tampoco podía evitarlo… Jamás se animaría a revelarle a nadie su amor, ni a sus padres y ni tampoco al propio Jeremy. Era demasiado cobarde para hacerlo, su timidez era ahora mucho más grande que su amor por él. ¿Cómo entonces encontraría fuerzas para pelear por su amor?

—¿Beth? —volvió a preguntar la alarmada Jo al notar que de los ojos pardos de su hermana comenzaban a salir lágrimas que recorrían sus arreboladas mejillas—. ¡Oh, Beth! ¿Qué te sucede? ¿Te duele algo? ¡Dios mío, hermanita! ¡Dime algo! —pidió casi al borde del histerismo, aferrándose a los brazos de la muchacha, sacudiéndola para que le respondiera.

Pero Beth estaba tan inmersa en su propios sentimientos que apenas sí logró prestarle atención a su afligidísima hermana.

—Quiero verlo… —dijo—. Quiero verlo antes de irme...

Y así, sin decir nada más, Beth se apartó de Jo y comenzó a caminar mecánicamente hacia el edificio, dejándose llevar únicamente por el sonido de la música mientras que su hermana se le había quedado mirando con cara de consternación.

—¿Ver a quién? —se preguntó, rascándose la cabeza para luego echar a andar por detrás de Beth, extrañadísima por su anormal comportamiento.

Jeremy Williams estaba tan sumido en su propia música que ni siquiera se dio cuenta de que las hermanas March habían ingresado a la sala de estar en donde él se encontraba, y tampoco se había dado cuenta de que Beth se había detenido frente al piano, con las manos crispadas por los nervios y los ojos arrasados en lágrimas, temblando como una frágil hoja otoñal.

Jo, quien se consideraba a sí misma muy observadora, pronto descubrió lo que estaba ocurriendo allí, y no le gustó nada de nada.

"¡Oh, por Dios! —pensó horrorizada—. ¡Beth ama a Jeremy!".

XOX

Mientras tanto, en la oficina del editor en jefe del /New York Chronicle/, Anthony Boone revelaba el asunto por el que le había pedido que lo recibiera.

Luego de que su jefe lo mirara con cara de incredulidad y sorpresa durante interminables segundos de silencio, le dijo:

—¿Es cierto lo que me estás diciendo, muchacho? No lo entiendo… No he visto a nadie ponerle tanto empeño a su trabajo como tú lo has hecho durante todos estos meses… Si hay algo que yo pudiera hacer para que no…

—No, señor. No hay nada que usted pueda hacer por mí —lo interrumpió el decidido periodista—. Ya hizo lo suficiente al haberme dado esta maravillosa oportunidad, pero siento decirle que ya estoy decidido y no habrá nada que me convenza.

—¿Entonces ya no hay nada qué hacer? ¿Estás completamente convencido de que ésta es la decisión correcta? Podría ser muy peligroso, ¿sabes?

—Sí, señor. Mi decisión es la correcta: iré a la India como corresponsal exterior.

/¡¿Qué? ¡Anthony se irá a la India! ¿Será por Jo? Estoy segura de que fue por Jo y todas las tonterías que dijo… ¿Cuándo aprenderá a no ser tan boca floja? Y ahora que ella descubrió que Beth ama a Jeremy no sé lo que pasará…/




Notas de una Bloguera Descuidada:
¡Hola, mis queridos arrinconados! ¿Cómo están? Espero que bien. Yo estoy tratando de volver al ruedo a pesar de mis percances sanitarios XD
Ahora estoy viendo el drama coreano El Rey de la compras, estoy a punto de terminar de ver el anime Inazuma Eleven Go y sigo editando el drama coreano Volver a Amar.
La siguiente publicación será la continuación de Detective Conan online :)


¡Gracias por visitar el blog!
¡Nos leemos en la próxima entrada!
¡Cuídense!

Sayounara Bye Bye!!!

Gabriella Yu

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