Resumen de la serie: Daimon Michiko es una atractiva e independiente cirujano. No está afiliada en el departamento médico del hospital universitario, se mueve alrededor de distintos hospitales, mientras está conectada a un tipo sospechoso de 'agencia de médicos'. Observa la jornada laboral estrictamente, no acepta tareas donde la licencia médica no es necesaria, y también está interesada en las luchas de poder características de los hospitales. Su vida privada y su experiencia laboral están envueltas en el misterio, pero es una aguerrida cirujano de primer nivel con los instintos de una genio. Si bien hay rumores desagradables que abandonó la comunidad médica a causa de problemas económicos y negligencia médica, nadie conoce a la persona que realmente es.
Personajes: Michiko Daimon (46), Hiromi Jonouichi (43), Akira Kanbara (75), Hideki Kaji (58), Kondo Shinobu (47), Takashi Ebina (59), Takano Naoki (64), Mamoru Hara (48), Takashi Torii (58), Hikaru Morimoto (38), Shigatetsu Hiruma (71).
Capítulo
14: Rehenes de Kenzo Ishida. ¡No Hay Escape! El Dolor de una Amiga
—Díganos de
una vez, ¿en dónde está el doctor Hideki Kaji? ¿Es tan cobarde que no puede
enfrentarnos y darnos una explicación de todo esto? —Insistió el doctor Torii—.
Sabía que era ambicioso, pero no hasta el punto de ponernos a todos en peligro.
—Y no nos
mienta —advirtió el doctor Takano—. Sabemos muy bien que usted sabe más de lo
que pretende, sino no, no hubiera tenido tantos beneficios de parte de él.
La doctora
Daimon torció el gesto, le hubiera encantado darle un buen golpe a Kaji por
imprudente, pero ya era hora de aclararlo todo de una vez.
—Él está…
—Al Director
General Hideki Kaji lo indispuse yo.
Se escuchó a
sus espaldas una voz muy conocida por Michiko.
Todos giraron
hacia la puerta y vieron a un hombre muy elegante con las manos en los
bolcillos, con una sonrisa muy desdeñosa acompañada por un cigarrillo y con una
mirada penetrante llena de maldad. El doctor Shinobu Kondo se puso delante de
la asustada anestesista en un intento por protegerla.
—¿Quién es
usted? —quiso saber Takano—. ¿Y qué quiso decir con que indispuso al doctor
Kaji?
Ishida sonrió
y se dirigió hacia la salita de espera y se sentó en uno de los sillones. Soltando
un poco de humo bajo la ansiosa mirada de todos, dijo:
—Primero me
presentaré. Soy Kenzo Ishida, uno de los jefes de la organización criminal más
poderosa y peligrosa de todas: los yakuza.
—¡Oh! —dijeron
todos. Michiko no le quitaba su furiosa vista de encima.
—Hace más de
medio año el doctor Hideki Kaji recurrió a mi para que lo ayudara a obtener
poder y liderazgo dentro de la organización médica a cambio de un generoso pago
—extendió los brazos y miró a su alrededor con actitud triunfal—. ¡Y le
conseguí esto después de “negociar” con ellos y tanto él como la doctora Daimon
hicieron un trabajo excelente sacando este trasto viejo adelante!
—L-lo siento
—comenzó a decir Takano ante el asombro de todos—, pero no puedo permanecer
aquí sabiendo eso.
Se volvió
hacia Michiko y dijo:
—Renuncio.
—¿No quiere
saber cómo indispuse al Director, doctor Takano? —más que pregunta fue una
advertencia, dejando al aludido petrificado de miedo—. Lo mandé a una sala de
cirugía, y no como un doctor sino como un paciente, ¿no es así, doctora Michiko
Daimon?
Ella lo fulminó
con la mirada.
—Lo hice para
educar a esta mujer y para comprobar que ella realmente es el famoso y
misterioso “Doctor X”, ¡y le salvó la vida con gran habilidad! Hubieran visto
cómo lo dejé… Un desastre.
Michiko Daimon
apretó los dientes con rabia y Jounouichi estaba tan estupefacta con la fría crueldad
de aquel sujeto como Kondo.
Ishida se
levantó y caminó hacia los atemorizados Takano y Torii, les colocó a cada uno
una mano en la espalda a cada lado de él y los obligó a aproximarse a la
ventana.
—Miren abajo
—Les ordenó.
Así lo
hicieron, y grande fue su sorpresa cuando vieron una fila de automóviles negros
estacionados afuera del hospital, cortando la huida tanto del personal médico
como el de mantenimiento y servicio.
Afuera, entre
el asombrado personal que vio frustrada su huida, estaban los doctores
Morimoto, Hara y Ebina, tan sorprendidos como muertos de miedo.
—¡Los rumores
son ciertos! ¡El doctor Kaji hizo un trato con los yakuza! ¡Somos hombres
muertos! —exclamó el aterrado Mamoru Hara, aferrándose del brazo de su nervioso
compañero.
—No debí de
haber regresado de los Estados Unidos… —se quejó este.
—¡E-estamos
rodeados! —tartamudeó Ebina Kei, observando a todos los gánsters que habían
salido de los automóviles y se habían apoyado sobre ellos con un aire que
mezclaba despreocupación y amenaza.
Mientras
tanto, los doctores Torii y Takano, desmoralizados, se apartaron de la ventana
junto a Ishida.
—¿Lo ven?
—preguntó éste—. No les queda otra que aceptarlo y seguir trabajando en éste
lugar para mi hermosa y flamante Directora.
Había un dejo
de amenaza en su voz que no pasó desapercibido, haciéndoseles un nudo en la garganta.
—¿P-por cuánto
tiempo? —Quiso saber Ben Takano.
Ishida miró a
Michiko y dijo:
—Para siempre.
—¿¡QUÉ!? —exclamaron
todos, estupefactos.
—Muy bien, es
hora de retirarme —declaró Kenzo Ishida, rompiendo el silencio con su mordaz
tono de voz—. Los dejo trabajar para mí
en paz. Les diré a mis hombres que se retiren, pero les advierto que nadie
deberá huir o renunciar, sino lo lamentarán, no quiero perder mi inversión y
asegúrense de ello con su personal.
Una vez que
desapareció tras la puerta, tanto Takano como Torii se abalanzaron hacia la
doctora Daimon.
—¡Mire lo que
han provocado usted y el imbécil de Kaji! —se quejó Takashi Torii, apoyando las
manos sobre el escritorio.
—¡Somos sus
rehenes! ¡Peor! ¡Sus esclavos! —exclamó Ben Takano.
—¿Cómo pudiste
hacernos esto, Michiko? —fue lo que preguntó Jonouchi de repente, sin atreverse
a mirar a su amiga, dándole la espalda—. ¿Cómo fuiste capaz de apoyar a Kaji en
esto? Tú de entre todos nosotros… ¿Seguirle el juego junto a ese asesino? ¿Te
das cuenta de lo que hiciste? Tú sabes que tengo una hija… ¡Esto no te lo
perdonaré jamás!
Sin poder
decir nada más, salió de la sala, dejando a todos enmudecidos y, a la misma
Michiko Daimon, muy dolida.
—Es verdad —la
secundó el doctor Shinobu Kondo—. Ustedes dos fueron muy imprudentes, hacía
tiempo que quería decírselos.
Y se fue
también.
Pasaron unos
minutos antes de que Torii pudo recuperar el habla después de tanta tensión,
sintiendo algo de compasión por la cirujana.
—La culpa de
todo esto es del propio Kaji, ¿cómo se le ocurre meterse con esa gente? De
todas formas, fue él el que hizo el trato, ¿no? —insistió.
—Tenemos que
hablar con él, ¿en dónde está? —secundó Takano.
—Ya lo dijo
ese sujeto, está indispuesto —Michiko habló por fin, mirándolos muy fijo
mientras metía las manos a los bolsillos, tratando de recomponerse—. Como ahora
soy la Directora, quiero que se marchen a su departamento y pongan a todo el
mundo a trabajar como si nada de esto hubiera pasado. Yo veré la forma de salir
de esto.
—¿Acaso se
volvió loca? —protestó el doctor Takano de inmediato—. ¿Cómo pretende que
trabajemos en estas condiciones?
—¿Entonces
quieren trabajar en las mismas condiciones que el doctor Kaji? Si quieren
pueden hacerle compañía en terapia intensiva. ¿Qué prefieren?
Tanto Torii
como Ben Takano no supieron qué decir más que balbuceos sin sentido, así que
decidieron obedecerla y se marcharon de allí.
De inmediato,
la doctora Michiko Daimon se dejó caer sobre el asiento y soló un profundo
suspiro. Se quedó así por un buen tiempo, mirando sin mirar hacia un punto invisible
sobre la puerta, con la cabeza y el corazón a punto de explotarle al recordar
las duras palabras de su amiga.
—Perdóname, Hiromi…
Te fallé…
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