Resumen de la serie: Daimon Michiko es una atractiva e independiente cirujano. No está afiliada en el departamento médico del hospital universitario, se mueve alrededor de distintos hospitales, mientras está conectada a un tipo sospechoso de 'agencia de médicos'. Observa la jornada laboral estrictamente, no acepta tareas donde la licencia médica no es necesaria, y también está interesada en las luchas de poder características de los hospitales. Su vida privada y su experiencia laboral están envueltas en el misterio, pero es una aguerrida cirujano de primer nivel con los instintos de una genio. Si bien hay rumores desagradables que abandonó la comunidad médica a causa de problemas económicos y negligencia médica, nadie conoce a la persona que realmente es.
Personajes: Michiko Daimon (46), Hiromi Jonouichi (43), Akira Kanbara (75), Hideki Kaji (58), Kondo Shinobu (47), Takashi Ebina (59), Takano Naoki (64), Mamoru Hara (48), Takashi Torii (58), Hikaru Morimoto (38), Shigatetsu Hiruma (71).
Capítulo
18: Nuestro Destino en Manos del Demonio, el Maligno y el Diablo
Akira Kanbara
entró a la oficina en penumbras de Kaji, quien aún permanecía recostado en el
sofá, con un brazo sobre los ojos y la otra mano sobre su abdomen.
—Está hecho
—anunció—, Ishida ingresó de urgencia a la sala de cirugía y Michiko ya está
finalizando la primera intervención.
Hideki Kaji
suspiró y se sentó.
—Vaya que es
rápida… Ella tenía razón después de todo —dijo—. ¿Es que nunca se equivoca?
Akira sonrió.
—Ella nunca
falla, ya debería saberlo, Director Kaji.
—Entonces
nuestro futuro está en manos de ese demonio.
—Y en el de
Ryoma Ishida también.
—¿Ese hombre ya
está en camino?
—Si.
—Bien… —se
levantó con cierto esfuerzo—, en cuanto llegue iremos a presenciar la cirugía
del loco de su hijo y, con un poco de suerte, las cartas se pondrán a nuestro
favor esta vez.
Cuando
salieron de allí, se dieron con que el doctor Takashi Ebina los estaba
esperando.
—Doctor Ebina,
¿qué está haciendo aquí? —quiso saber Kaji, sorprendido.
—Vi-vine a ver
si estaba bien… —respondió, un tanto nervioso pero obviamente muy preocupado,
sus ojos brillaban por las lágrimas al notarlo tan desmejorado—. La doctora
Daimon nos dijo lo que le pasó y…
—Si vino a
recriminarme algo, ya escuché todo lo que necesitaba escuchar —respondió el
aludido, poniéndose a la defensiva.
—No, no es
eso… —replicó de inmediato, mirándolo de arriba hacia abajo—. Quiero ayudarlo,
Kaji-kun.
E
inmediatamente dio un largo paso hacia él y lo tomó por el brazo para ayudarlo
a andar con más seguridad.
—Por supuesto,
gracias, Ebina-kun —sonrió agradecido y un tanto avergonzado.
Akira sonrió
también.
—En ese caso
iré a esperar al señor Ishida —declaró, y se fue.
XOX
Ryoma Ishida,
a pesar de tener setenta años de edad, era un hombre alto y bien fornido. Su
presencia era atemorizante y poderosa, tal y como debería ser un auténtico
líder de un clan yakuza.
Hideki Kaji y
Takashi Ebina lo saludaron como era debido en cuanto éste entró a la sala de
observación acompañado por dos de sus hombres, que lo flanqueaban y Akira
Kanbara.
—¿Mi hijo ya
se encuentra bajo el bisturí?
—En unos
minutos comenzarán las cirugías, señor —Kaji le informó con su actitud más
servil posible—, nuestra mejor cirujana será quien las realizará.
Ryoma se
volvió hacia Akira.
—Dijiste que
tu protegida es la mejor en su campo, ¿verdad, Akira? ¿Podrá realizar las tres
cirugías sin perjudicar la vida de mi hijo?
—Por supuesto,
ella nunca falla.
Los cuatro
hombres se asomaron al vidrio y vieron a todo el equipo quirúrgico alrededor de
un anestesiado Kenzo Ishida. Como era de esperarse, la doctora Michiko Daimon
estaba a la cabeza junto a su amiga anestesista Hiromi Jonouichi.
Con las manos enguantadas
en alto, Michiko miró hacia los espectadores y declaró:
—Le salvaré la
vida a su hijo y usted le ordenará que nos deje en paz, ¿correcto?
A través del
micrófono, el aludido respondió:
—Y si falla, todos
ustedes morirán.
Ebina por poco
se fusionó a la pared al escuchar semejante sentencia.
—Yo nunca
fallo —declaró firmemente, luego, volvió su atención hacia el paciente y
anunció:
—Comienza la
neumonectomia con cardiectomía total. Bisturí.
—Si —la
instrumentista obedeció en el acto.
Luego de unos
minutos, el jefe yakuza, sin quitar la vista del procedimiento quirúrgico,
dijo:
—Es rápida,
como dijiste, Akira.
—Así es.
—Impresionante.
Sacó toda la piel del pecho como si fuera una armadura.
—Ella sabe lo
importante que son los tatuajes en un yakuza.
—Valoraré ese
detalle. Mi hijo es terco, le advertí que su condición empeoraría tarde o
temprano. Pero no quería hacerse ninguna cirugía que dañara sus tatuajes. Espero
que no sea demasiado tarde.
—Confíe en
ella —insistió, también sin quitar su atención de la escena que se realizaba
abajo—. Terminará todo en menos de cinco horas y su hijo quedará perfecto.
Ryoma se
volvió, mirándolo fijamente.
—¿Es una
apuesta?
Akira lo miró
y sonrió.
—No, pero si
tú lo quieres, Ryoma…
El aludido
sonrió también.
—Hecho,
entonces, Akira.
Y volvieron su
atención a la cirugía, Daimon ya estaba finalizando la tarocotomía. Ebina,
sorprendido, se acercó a Kaji para hablar en voz baja con él.
—Kaji-kun,
¿ellos ya se conocen?
Sin desviar la
mirada de la cirugía, el aludido contestó:
—Kanbara-san
me sorprendió cuando me comentó que él y el padre de Ishida habían crecido en
el mismo barrio. Eran amigos, pero cada uno hizo su camino en la vida, como
verás, uno se convirtió en médico y el otro en gánster, así que no se han
vuelto a ver por décadas. Afortunadamente para nosotros, a Kanbara-san se le
ocurrió investigar a Kenzo Ishida y descubrió que sufría un grave enfisema que
había afectado a ambos pulmones y el corazón, aunque debo admitir que ese tipo
es muy fuerte y resistente a pesar de eso… Nunca me hubiera imaginado que
estuviera tan enfermo… —No pudo evitar recordar el ataque que sufrieron la otra
noche él y Michiko—, pero lo que realmente le sorprendió fue descubrir que su
antiguo amigo era su padre, quien nunca había podido convencer a su hijo que
dejara de fumar y hacerse una cirugía a causa de su grave condición de salud.
Hizo una breve
pausa, Ebina notó que el tono que se estaba cansando.
Kaji siguió
explicando:
—Fue así que
Kanbara-san, Ryoma Ishida y Daimon idearon un plan para acorralarlo y llevarlo
al límite antes de que pasara más tiempo y así poder practicarle un trasplante
cardio bipulmonar… —sonrió—, fue así que a ese demonio se le ocurrió usar la
cita para exasperarlo, cosa que logró sin duda. Nunca falla en crispar a la
gente… Teníamos que hacerle creer hasta el final que tenía todo el control
sobre nosotros para que el shock fuera lo más fuerte posible.
Torció el
gesto con disgusto al recordar haberse humillado ante Kenzo Ishida. Todo aquel
circo con Daimon… Pero por fortuna, el arriesgado plan había resultado.
Ebina asintió,
colocándole suavemente la mano en el hombro.
—Sí, claro.
¿Por qué mejor no tomas asiento y descansas un poco?
—Si —asintió
sin percatarse de la preocupación de su amigo—. Sólo espero que Daimon no se
equivoque o estaremos perdidos.
—Ya sabes que
ella nunca falla —sonrió Ebina, de pie a su lado, tan confiado como un niño,
admirando las destrezas de su compañera.
—… Ese demonio…
—murmuró Kaji con una media sonrisa—… Ojalá nunca la hubiera conocido…
Mientras
tanto, en la sala de cirugía, todo iba sobre ruedas.
—Comienza el trasplante
del pulmón derecho —declaró Michiko mientras la enfermera quirúrgica le
acercaba dicho órgano—. Separador.
La enfermera
obedeció.
—Pinzas.
¿Signos vitales?
—Pulso
noventa; Respiración diecinueve; Temperatura treinta y siete; Presión arterial
setenta —respondió Jonouichi con rapidez, siempre atenta a los signos vitales
del monitor.
—Es un buen paciente.
Muy fuerte —murmuró Daimon—. Mosquito.
—Si.
—Pinzas.
Drenaje.
—Si —Kondo
obedeció en el acto drenando la zona.
—Tijeras.
—Si —Respondió
la enfermera.
—Terminado el
trasplante del pulmón derecho. Doctor Kondo, el paciente queda en sus manos, realizaré
la neumonectomia en el otro paciente. Regresaré en media hora.
Mientras
esperaban, Akira Kanbara sintió que su teléfono celular vibraba en el bolsillo
de su saco, leyó el mensaje y miró hacia donde estaba el doctor Kaji, quien se
había llevado la mano al corazón, notándose muy pálido y agitado. Aquello, no
podía haber sido más oportuno.
Se acercó a
Ebina y le pidió que se lo llevara a una habitación VIP para que pudiera
descansar allí y recuperarse, pues la tensión de la cirugía lo estaba estresando.
Por supuesto
que Hideki Kaji intentó protestar, pero estaba tan decaído que no tuvo muchos
ánimos para oponerse y se fue de allí con el doctor Ebina.
Ya liberado de
la presencia de los dos, Akira se acercó nuevamente a su antiguo vecino y amigo
de la infancia.
—¿Fue mi hijo
el que le hizo eso, verdad? —preguntó éste, sin quitar la vista de la sala de
cirugía.
—Si.
Ryoma sonrió.
—Hizo un
excelente trabajo. ¿Sabe que estudió medicina? Destacó en cirugía y anatomía,
tuvo las notas más altas de su generación. Es un genio para provocar daño.
—El doctor
Hiruma está a punto de llegar —lo interrumpió, tratando de contener su furia.
—¡Ah! —se
volvió hacia él, tan sonriente como su hijo—. Los negocios son tan importantes
como la salud, ¿verdad? Cuando llegue, hágalo pasar aquí para ultimar los
detalles de nuestro contrato.
—Así será —se inclinó
ligeramente, segundos después, vio entrar a Michiko con el nuevo pulmón a la
sala para finalizar el trasplante bipulmonar.
Mientras ella
realizaba el procedimiento quirúrgico con gran destreza, un rápido vistazo
hacia el observatorio le dio a entender que algo serio estaba pasando allí:
Kaji y Ebina ya no estaban, pero en cambio había aparecido el doctor Hiruma y
se estaba saludando muy gustosamente con el padre de Ishida y con Akira. Frunció
el ceño. ¿Qué estaban tramando aquellos tres?
—Finalizado el
trasplante del pulmón derecho. Traigan el corazón para el trasplante cardíaco y
prepárense para conectar al paciente al sistema de circulación extracorporal.
Comenzando con la cardiectomía.
Para cuando la
cirujana terminó de extraer el corazón, Hiruma, sonriendo de oreja a oreja,
nuevamente le dio la mano a Ryoma Ishida.
—Fue un gusto
hacer este negocio con usted, señor Ishida —declaró.
—Lo mismo
digo, Director Hiruma. Espero que cumpla con lo que acordamos —había un dejo de
amenaza en su voz.
—¡Oh! ¡No va a
ser ningún problema para mí, ja, ja, ja! Tenga por seguro que cumpliré con mi
palabra.
—Estoy seguro
de eso, Director Hiruma —aclaró Akira, sonriente.
—¡Fantástico!
¿Qué le parece si luego de la cirugía vamos a festejar? —propuso Ryoma.
—¿No está
preocupado por su hijo? —quiso saber Akira.
—No. Ustedes
dos me aseguraron el éxito de esta cirugía, ¿para qué preocuparme? En todo caso,
ustedes deberían estar preocupados.
—Eh… Sí, si…
—Hiruma se rió entre dientes un tanto nervioso.
—Bien, ya que
estamos de acuerdo con eso, ¿qué les parece si seguimos observando a su
brillante cirujana?
Los otros dos
asintieron y se sentaron junto con el gánster para presenciar los últimos pasos
de aquella larga cirugía.
—¿De dónde
sacó los donantes tan rápido? —quiso saber Hiruma.
—Mis hombres
son muy fieles. Dos de ellos se ofrecieron para donar un pulmón cada uno y el
tercero, el más fiel de todos, sacrificó su corazón por mi hijo.
—¡Oh! Eso es…
fantástico… —murmuró, arrepintiéndose de haber preguntado, volviendo su
atención a la grandiosa Michiko, quien ya había comenzado a trasplantar el
nuevo corazón de Kenzo Ishida.
Dos horas
después, todo había terminado y Michiko se retiró de la sala quirúrgica tras
haber realizado tres cirugías complicadas en cuatro horas y media.
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