Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 29

       Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Publicación: 1 episodio cada sábado (si se puede)
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Gabriella Yu

*Capítulo 29: ¡Revolución!*

/Muy pronto tendré la "opertunidad" de averiguar qué tanto ama mi hermana Jo a Anthony. Francamente me pregunto… ¿qué le ven a esa arpía gritona? Siempre se la pasa peleando, es terca como una mula, come como un cerdo y siempre rompe todo… ¡Yo puedo ser muchísimo mejor dama que ella!/

Mientras se dirigían hacia el edificio en donde vivía Anthony, nuestros dos jóvenes protagonistas se dedicaron a disfrutar de su inesperado paseo, con Jo haciendo de guía turística, papel que a ella le encantaba interpretar, a veces con demasiada euforia.

A pesar del entusiasmo del paseo, no pudieron evitar sentir una especie de pesada tención sobre los habitantes de la ciudad, como si éstos estuvieran nerviosos por algún acontecimiento que los chicos desconocían. Pero pronto sus sospechas quedaron en el olvido cuando llegaron al lugar en donde Jo había vivido por un tiempo, encontrándose en la entrada con la mismísima propietaria del edificio, que tenía una terrible cara de inquietud.

—Señora Man, ¿le ocurre algo malo? —le preguntó la joven escritora, preocupada.

—¡Oh, señorita March! Qué suerte que ha venido usted, ¡hacía tiempo que no la veía por aquí!

—Es que está celosa de Anthony y… —intervino Amy de inmediato, siendo prontamente silenciada por su hermana mayor, quien presurosamente le tapó la boca con la mano.

—¡Shiiit! ¡Calla, imprudente! —la amonestó, reprimiendo a duras penas las enormes ganas que tenía de abofetearla por lengua larga.

 La mujer se le quedó mirando muy interesada por el asunto, pero nuevamente la sombra de la preocupación volvió a su semblante, oscureciéndolo otra vez.

—¿Podría decirme qué es lo que le pasa, señora Man? —insistió la muchacha.

—Supongo que usted conoce a esa señorita que últimamente ha estado frecuentando al joven Anthony: la tal… Sandra, ¿verdad?

—¡Oh, sí, señora! ¡Muy bien! Ella es la novia de Anthony, y por eso mi hermana está… —volvió a intervenir Amy, recibiendo inmediatamente un terrible pisotón por parte de su furiosa hermana, haciéndola chillar de dolor mientras Tom torcía el gesto como si fuera él el que hubiera recibido aquel terrible golpe.

—Ella es la fundadora del club de lectura a donde asisto, señora —le sonrió, roja como un tomate.

—Pues es algo escandaloso.

—¿Qué cosa? ¿Fundar un club de lectura? —rebatió confundida.

—No, niña; sus ideas. Es chica tiene ideas muy raras.

—¿Qué ideas? —preguntó intrigada. Sabía que Sandra tenía ideales mucho más radicales que los de ella, pero no creía que llegara a tanto.

—Esas que tiene sobre las mujeres: libertad de trabajo, mismos derechos que los hombres, sobre el voto femenino y todo eso, ¿no le parece algo escandaloso?

—La verdad es que yo no le veo nada de malo todo eso, creo que las mujeres debemos tener los mismos derechos que el hombre.

La mujer la miró sorprendidísima, jamás había pensado que aquella jovencita tan inteligente también tuviera esas ideas extravagantes, impropias de una dama. ¿Qué clase de jóvenes eran esas que querías vestir pantalones en vez de faldas?

Meneó la cabeza antes de seguir hablando.

—Como quiera, señorita, pero no estoy de acuerdo con eso de que una muchacha inicie una especie de protesta frente a la casa del gobernador; ¡es una vergüenza!

—¿Cómo? ¿Una protesta? —inquirió sorprendida.

—Sí, señorita; y el joven Anthony también estará allí. ¡Ay! ¡Cómo le está llenando la cabeza de cosas raras esa señorita! Estoy segura de que van a tener problemas con la policía si logran juntar un buen grupo de chicas alteradas. Pero lo peor de todo es que han corrido rumores de que varias bandas muy peligrosas de los Cinco Puntos también van a participar en la protesta frente a la casa del gobernador. ¡Oh, Dios! ¿Se imagina usted lo que podría pasar si la policía o el ejército se ven obligados a actuar? ¡Será una completa matanza y ningún ciudadano decente podrá estar seguro en las calles! Y pensar que el joven Anthony se veía tan maduro como para meterse en esas cosas… —negó con la cabeza, decepcionada y entristecida.

Jo apretó los puños con fuerza, sus dientes casi chirriaron de la furia.

—Se equivoca usted, señora Man. Anthony puede ser un pesado arrogante, pero no es ningún inmaduro y tiene los pies bien puestos sobre la tierra.

Y salió corriendo en dirección a la casa del gobernador con la intención de encontrar a su amigo. Amy y Tom se le quedaron mirando boquiabiertos, pero finalmente comenzaron a correr por detrás de ella con todas sus fuerzas.

—¡Eeeeeh, Jo! ¡Espéranooos! —gritó su hermana.

A todo eso, frente a la mansión del gobernador, una muchedumbre integrada principalmente por revoltosos, inmigrantes, gente de color y marginados, se encontraba protestando bajo el sonido de tambores y gritos pidiendo por sus derechos a ser ciudadanos norteamericanos, ser tratados como tal y obtener los mismos derechos entre hombres y mujeres. Mezclados entre toda aquella gente cuya mayoría eran hombres, se encontraban Sandra y el mismísimo Mario Mazzini, codo a codo luchando por sus ideales. Más allá, algo apartados del populacho, se encontraban Anthony y su amigo Steven, registrando con lápiz y cámara todo lo que pasaba y esperando que, tarde o temprano, las cosas cambiarían para mal. Existía una gran posibilidad de que todo aquel asunto terminaría bajo la macana de alguno que otro policía como menos o bajo una tremenda y sangrienta represión por parte del ejército.

—Espero que haiga algunos incidentes qué fotografiar —comentó Steve, alargando el cuello como si quisiera ver más allá de lo que podía alcanzar su vista.

—No te preocupes, estoy seguro de que muy pronto comenzarán los problemas —agregó Anthony, muy preocupado a pesar de que su instinto de periodista le hacía desear que las cosas se pusieran al rojo vivo.

—¿Tu novia está allí, verdad?

El joven periodista no pudo evitar ponerse incómodo con aquel comentario, pero tampoco estaba dispuesto a hablar sobre ese asunto y ni mucho menos explicárselo a su amigo, así que, luego de lanzarle una mirada de puñal, replicó que no era el momento de hablar sobre ese asunto, volviendo su rostro hacia la multitud, escudriñándola, esperando alguna señal de antagonismo mucho más marcado del que estaban mostrando hasta ahora.

—¡Bah! ¡Para ti nunca es el momento! Algo me dice que estás con esa chica porque no tienes el valor de decirle que no o que la estás usando para olvidarte de tu "Jo".

La táctica funcionó, Anthony, visiblemente ofendido, por fin se puso en evidencia.

—¿Cómo se te ocurre semejante cosa, Steven? ¡Jamás utilizaría a una chica inocente para olvidarme de Jo!

—¡Ah! Entonces lo que pasa es que no tienes el valor de decirle que no estás interesado en ella, ¿verdad? —replicó, fresco como una lechuga.

Anthony se le quedó mirando bastante consternado, con la boca abierta. Una vez más, había caído en una de las tretas de su amigo.

—¡Oh! ¡Pero qué fastidioso eres! —se quejó, volviéndose.

Ambos permanecieron en silencio por varios minutos, observando la manifestación que poco a poco parecía que los ánimos iban caldeándose más y más a medida que nuevos integrantes iban uniéndose a ellos. Las voces iban subiendo de tono y el ruido que provocaban con los objetos y los palos que habían llevado para hacerse escuchar se hacía cada vez más intenso, casi insoportable para los finos habitantes de aquel barrio acomodado.

Steven sacó otra foto.

—Realmente no entiendo a Sandra —Anthony comenzó a explicar de repente, su amigo lo miró bastante sorprendido, pues no se lo había esperado—. Ella es muy interesante, tiene grandes sueños, cuida de su padre, quiere llegar a ser una gran escritora moralista y sabe mucho sobre la vida, pero… —se volvió hacia su amigo—, pero muchas veces siento que su mente está en otra parte cuando conversamos…

—¿La amas de verdad?

Anthony enmudeció. Era cierto que admiraba mucho a Sandra, pero…

—No lo sé.

Steven, afligido por su amigo, quiso ponerle la mano en el hombro para reconfortarlo, pero justo en es momento la paciencia de los revoltosos se acabó y comenzaron a arrojar una lluvia de piedras contra la casa del gobernador, rompiendo vidrios y dañando sus ornamentaciones y paredes blancas. Todo el mundo gritaba eufórico y los pocos habitantes decentes que se encontraban frecuentando aquellas calles, ajenos ante semejante protesta, se tomaron las de Villadiego.

—¡Ya está! ¡Esto se pondrá bien feo! —exclamó Steven.

No había terminado de decir esto cuando un gran contingente de policías apareció por una de las esquinas de la manzana, avanzando amenazadoramente hacia los insurgentes, quienes, lejos de sentir pánico, se prepararon para la confrontación con palos, armas blancas y algunas armas de fuego.

—¡Maldición! ¡Le dije a Sandra que era una malísima idea meterse en este asunto! —se quejó Anthony, comenzando a retroceder junto a Steven mientras buscaba insistentemente con la mirada a su amiga que no lograba encontrar entre tanta gente. ¿Por qué ella siempre se empecinaba en hacer cosas tan radicales hasta el punto de arriesgar su libertad y hasta su vida?

Unos cuantos metros separaban a la policía de los revolucionarios, expectantes ante la proximidad de un violento encuentro cuerpo a cuerpo. Todos permanecían sumidos en un silencio incómodo, casi insoportable.

—¡Sáquenlos de aquí! —gritó de repente el oficial de alto rango que comandaba a la policía.

—¡Derribemos a esos perros azules del gobierno! —gritó Mario Mazzini, al frente de su grupo. A su lado se encontraba Sandra, siempre dispuesta a seguirlo hasta las últimas consecuencias.

El choque entre los dos grupos fue tremendamente violento, en ambos bandos cayeron varios heridos y uno que otro muerto.

Mientras tanto, muy cerca de allí, Jo, Amy y Tom aún corrían hacia la casa del gobernador con la esperanza de encontrarse con Anthony. Jo lamentaba el hecho de no haber estado al tanto acerca de las intenciones de Sandra sobre la manera de conseguir la igualdad entre los hombres y las mujeres. ¡Había estado tan molesta con la relación especial que mantenía con Anthony que había dejado de asistir a las últimas reuniones del salón de lectura! Sabía que él tenía algunas ideas acerca de lo que una mujer debía hacer por sí misma, pero también sabía que jamás se le pasaría por la cabeza participar en una protesta que seguramente acarrearía una fuerte represión por parte de la policía y que, por consiguiente, no conseguirían nada, salvo empeorar la situación que querían cambiar. Anthony siempre había dicho que la violencia sólo traía más violencia. La señora Man estaba muy equivocada si creía que él se había convertido en uno de esos extremistas revoltosos que lo único que hacían era vivir sin hacer nada y hacer imponer sus ideas por la fuerza.

—¡Oye, Jo! ¿Crees que sea prudente ira allá? —preguntó Amy, muy preocupada, sacándola de golpe de sus pensamientos, ¡y no sin razón!

—Es cierto —asintió la aludida, deteniéndose en el acto y provocando que los chicos se estrellaran contra ella por detrás, golpeándose las narices.

—¡Ay! ¡Ten más cuidado, Jo! ¡Me has hecho daño! —se quejó la niña, sobándose la nariz.

Haciendo caso omiso a las protestas de su hermana, Jo se volvió y, con los brazos en jarra, dijo:

—Quiero que se vayan a casa ahora mismo, Amy.

La chica se le quedó mirando por espacio de un par se segundos.

—Está bien —asintió sin problemas, pues sentía mucho miedo por lo que podía pasar.

—¿Qué? ¿Por qué? ¡Ni loco pienso perderme esa cosa que llaman revolución! —Tom se quejó de inmediato, pues siendo un chico muy curioso y mucho más valiente que Amy, sentía que sería una tremenda ofensa a su hombría si huía de esa manera.

—¡Ah! ¿Con que el señorito no quiere hacerme caso, eh? —la joven frunció el entrecejo, inclinando el torso para que su rostro quedara en perfecta simetría con el de Tom—. ¡Tú vas a hacer lo que te digo y se van a ir de aquí ahora mismo!

—¡Pues no quiero! —replicó, cruzándose de brazos, terco como una mula.

—¡Pero hay que ver lo testarudo que eres! ¿Es que no te das cuenta de que esto podría ser peligroso?

Molesto, el chico volvió el rostro hacia ella, con los ojos brillantes por la determinación y la tozudez.

—Por si no lo sabes, los hombres estamos hechos para el peligro, así que si digo que voy a ir, ¡voy a ir!

—¿Con que esas tenemos, eh? —Jo también se cruzó de brazos, con la mirada amenazante. Era hora de aplicar la rudeza—. Si no me obedeces ahora mismo le diré a tu hermano lo mal que te has portado y estoy segura de que recibirás una buena tunda, Tom.

Ante semejante perspectiva, el chico pareció disuadirse, pero enseguida logró recomponer su ánimo al ocurrírsele una brillantísima idea.

—Pues yo creo que si no te acompaño, como es el deber de todo caballero, estoy seguro de que también recibiré una buena zurrada por cobarde, así que te acompaño y se acabó. Prefiero que me peguen por hacer lo correcto a que lo hagan por cobarde.

Jo sonrió, ahora sí sabía cómo convencer al niño para que se fuera.

—Bien, entonces, siendo tú un caballero, te pido que acompañes a Amy a casa. ¿No te parece muy peligroso que una niña de su edad ande sola por calles que apenas conoce?

—¿Eh? —Tom no se esperaba eso, así que se quedó bastante desconcertado.

—¡Es verdad, Tom! ¡Acompáñame a casa! —rogó la pobre Amy, sujetándose a su brazo, temblando de miedo—. N-no creo tener el valor de caminar sola hasta casa… ¡Me da un miedo horrible! Acompáñame, por favor, ¿sí? Mi hermana Jo puede cuidarse sola, al fin y al cabo es una marimacho…

—¡¿Qué dijiste? —exclamó furiosa, dispuesta a vengarse por esa ofensa con un buen coscorrón en la cabeza de su hermana, pero Tom la interrumpió.

—Está bien, Jo, acompañaré a Amy. ¡Es el deber de todo caballero acompañar a una dama! —y se goleó el pecho henchido de orgullo, dispuesto a demostrar que era un hombre hecho y derecho.

—¡Muy bien! ¡Así se habla, Tom! ¡Eres el príncipe valiente del cuento! —exclamó nuestra feliz escritora, haciendo chasquear los dedos, guiñándole un ojo.

—¡Oh, vamos! ¡No seas tan exagerada, ja ja ja! —se rió tan colorado como un tomate, llevándose la mano a la nuca.

Antes de marcharse, la afligida Amy se volvió hacia su hermana.

—Oye, Jo; ¿vas a cuidarte, verdad? No quiero que te pase nada malo, ¿sabes…? —frunció la boca, no pudo evitar que un par de lagrimones recorrieran sus mejillas.

Enternecida, Jo se inclinó para colocar sus morenas manos sobre los pequeños hombros de su hermana menor.

—No te preocupes, tontuela; te prometo que muy pronto volveré a casa con ustedes y todos nos reiremos por esta pequeña aventura. Ahora quiero que ambos se vayan de aquí, ¿sí? —le empujó la naricita con el dedo.

Amy asintió y Tom la tomó de la mano para obligarla a seguirlo al mismo tiempo que le pedía que se apurara.

—Tu hermana Jo debe de amar mucho a ese periodista, ¿no? Está dispuesta a arriesgarse por él —fue el comentario de muy poco tacto por parte del chico.

—¿No te lo dije? ¡Realmente está enamorada de él y la muy bestia no lo quiere admitir!

Jo pudo escucharlos muy bien a pesar de que lo habían dicho en voz baja, poniéndose muy irritada.

—¡Más les vale que pongan los pies en polvorosa antes de que les de un zapatazo en esas cabezotas de calabaza que tienen! —amenazó mientras intentaba sacarse dicha prenda, dispuesta a hacer realidad su amenaza.

Los dos niños se rieron y se dispusieron a echar a correr con todas sus fuerzas para evitar semejante reprimenda, pero sus intenciones quedaron truncas cuando vieron horrorizados una turba de gente iracunda que corría en medio de la calle en dirección contraria ellos, escuchándose insultos, gritos y disparos.

Aquello eran los revolucionarios que habían ido a protestar frente a la casa del gobernador y que ahora huían de la represión policial.

—¡Oh, por Dios…! —Jo apenas pudo decir, poniéndose de pie como en cámara lenta, dándose cuenta, por fin, de la gravedad del asunto.

Aterrorizada, dirigió su mirada hacia Amy, quien se había quedado como petrificada junto a su amiguito Tom, impresionados por lo que veían.

¡Niños! ¡Quítense del camino o los van a atropellar! —gritó, lanzándose como una desesperada sobre ellos con la intención de darles algún refugio.

Agachados y apretujados contra la pared, con el cuerpo de Jo cubriéndolos para protegerlos, ambos chicos comenzaron a rezar por que todo terminara bien.

/¿Qué nos pasará ahora? ¡Estoy tan asustada! ¡Jo, por favor, haz algo para salvarnos de esta!/


*Notas de Una Autora Descuidada:*

*¡Ups! ¿Qué sucederá ahora? ¡Jo, Amy y Tom se han metido en un lío tremendo! ¿Lograrán salir ilesos de semejante peligro? Los únicos tres o dos capítulos llenos de acción de este fic han comenzado… De aquí en adelante, comenzará la cuenta regresiva para que esta historia termine y se defina con quién se quedará nuestra Jo ^.^*


Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 28

Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 30



Notas de una Bloggera Descuidada:
¡Hola, mis queridos arrinconados! ¿Cómo están? 
Terminé de controlar los audios de los episodios de Doctor-X y comencé a ver el anime Babel II, sigo viendo el dorama japonés Zettai Kareshi,  sigo editando el kdrama La Mujer de Mi Esposo, sigo subtitulando la miniserie japonesa Inspector Zenigata, sigo estudiando japonés y dibujando mi webtoon Anshel y escribiendo mi novela ligera Fenómenos. ¡Siempre ocupada mientras trabajo!

¡Gracias por visitar el blog!
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Sayounara Bye Bye!

Yu-Chan 💖

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