Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 30

        Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Publicación: 1 episodio cada sábado (si se puede)
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Gabriella Yu

*Capítulo 30: Jo y Amy Están en Peligro*


/Las cosas se han puesto muy feas para nosotros, ¡jamás hubiera pensado que estaría involucrada en algo tan peligroso como una protesta! Pero intentaré no tener miedo; yo sé que mientras esté con Jo, nada malo me sucederá… /

Como una ola incontenible, la turba iracunda los alcanzó en un santiamén, pasando al lado de nuestros protagonistas sin siquiera reparar en ellos, llevándose casi por delante a la pobre Jo; pero ésta, testaruda y fuerte como era, intentó mantenerse férreamente al lado de su hermana y su amiguito para protegerlos, pero no pudo evitar algunos golpes provocados por los revoltosos en fuga, que supo soportarlos como una heroína.

—¡Jo! ¡Jo! ¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo! —Amy gritó aterrada, aferrándose fuertemente al vestido de su hermana, llorando a más no poder.

—¡Sólo quédate en donde estás y no te sucederá nada! —le pidió, manteniéndolos a ambos bajo la protección de su cuerpo, como una gallina que protege fieramente a sus pollitos de los depredadores.

—¡No llores, Amy! —le rogó Tom, intentando ser valiente a pesar de que se moría de miedo y un par de lágrimas asomaban por sus ojos castaños—. ¡Te prometo que yo me encargaré de protegerte de lo que sea aunque me cueste la vida!

La jovencita lo miró sorprendida, con un dejo de incredulidad.

—¿D-de veras?

—¡Pues claro, tonta! —le guiñó el ojo mientras le dedicaba una sonrisita tranquilizadora—. Los hombres valientes jamás prometemos en vano.

Amy no dijo nada más, nunca había escuchado semejante declaración por parte de un muchacho de su misma edad, así que no pudo evitar ponerse ligeramente sonrojada, sintiéndose muy alagada.

Estaba a punto de darle las gracias cuando, de repente, se escucharon las fuertes detonaciones de los rifles de los soldados, asustándolos tanto a ella como a Tom, quienes se lanzaron inmediatamente a los brazos de Jo, asustadísimos.

—¿Qué no eras muy valiente, Tom? —le preguntó la temblorosa Amy, volviendo su rostro hacia él.

—¡P-por supuesto! Lo que pasa es que… los disparos me tomaron por sorpresa —sonrió avergonzado.

No lo quería admitir, pero se sentía muy seguro bajo la protección de la valiente hermana mayor de su amiga.

Tan sólo habían pasado un par de minutos, pero para Jo le habían parecido una eternidad. Aquellas personas llenas de resentimiento y pavor pasaban sobre ella como si fuera un simple perro callejero, sin importarle si le hacían daño o no; pero como se sentía la única responsable por la seguridad de Amy y Tom, estaba dispuesta a soportarlo todo aunque estuviera aterrorizada o se expusiera ella misma a la muerte.

De improviso, alguien le habló:

—¿Pero qué demonios estás haciendo aquí? —escuchó una voz masculina con un leve acento extranjero.

Al volverse, grande fue su sorpresa al reconocer a aquel que le había hablado: ¡no era otro que el mismísimo Mario Mazzini! ¿De todos los sujetos indeseables que conocía, por qué debía ser justamente él el que la encontrara?

—¿Qué te parece que estoy haciendo, tonto? ¡Estoy protegiendo a mi hermana de los salvajes sin sesos como tú que andan corriendo como locos sin importarle si pisotean a alguien inocente!

Mario frunció la boca tan molesto como ella y la tomó bruscamente del brazo, obligándola a ponerse de pie.

—¡No seas idiota, chiquilla! ¡Si se quedan aquí con seguridad van a salir lastimados!

Mientras todo esto ocurría, Anthony y Steven se encontraban entre ambos bandos intentando reunir toda la información posible y evitando a la misma vez de no ser el blanco de los proyectiles, cubriéndose detrás de los árboles que había en las aceras.

—¡Ja, ja, ja! ¡Esto resultó mejor de lo que esperaba, amigo! ¡El jefe nos pagará muy bien! —Steve comentó alegremente mientras volvía a cargar su máquina fotográfica—. Espero tomar alguna buena imagen... —murmuró, deseando encontrar una perfecta toma sin movimiento que demostrara toda la intensidad del momento—. ¡Lástima que no se pueden tomar fotos en movimiento! Ojalá a alguien se le ocurriera inventar algo así…

—Desde un principio temí que esto iba a ocurrir cuando Sandra me contó lo que planeaba hacer con ese delincuente de Mazzini —replicó Anthony, anotando apresuradamente en su libreta todo lo que veía, tratando de no perderse ningún detalle.

—Esos dos tienen ideas muy peligrosas, ¿no?

—Te equivocas; es Mario Mazzini el de esas ideas, Sandra simplemente le sigue la corriente.

Steven se le quedó mirando muy fijo.

—Oye… ¿No crees que ella…? —no se animó a continuar por temor a herir los sentimientos de su amigo, pero él se encargó de completar la pregunta.

—¿Qué ella está enamorada de él? Francamente no lo sé —respondió sin apartar la vista de la trifulca que parecía crecer por momentos—. Creo que Sandra es una chica muy voluble y se enamora con facilidad de los hombres con carácter e iniciativa.

—Como tú.

—Y como Mazzini. Realmente no me molesta que le guste otro muchacho, pero creo que debería decidirse de una vez para no tener que jugar con los sentimientos de nadie.

—Tal vez no sea esa su intención y simplemente esté confundida —logró sacar una buena foto a un revoltoso desmayado en el suelo, a quien los policías habían herido en la cabeza con un formidable garrotazo.

—O simplemente quiera llamar la atención de Mazzini y darle celos.

Steven se volvió hacia su amigo.

—¿Realmente crees eso, Anthony? Deberías tenerte más confianza con las mujeres. Tal vez te estás equivocando con Sandra, puede ser que ella realmente te quiera y tú no la quieres aceptar y prefieres seguir esperando a que Jo note que existes.

Anthony sonrió.

—Con Sandra exponiendo su vida por una protesta liderada por Mario Mazzini, me suena a que ella sí está enamorada de él, mi amigo.

—Y el que tú sigas poniendo pretextos, me suena a que sigues enamorado de Jo, mi amigo —replicó con una pícara sonrisa.

Anthony guardó silencio por algunos segundos, parecía pensativo a pesar de mantener su atención en la batalla campal que acontecía frente a sus ojos. Finalmente sonrió.

—Ya cállate y haz tu trabajo —replicó.

Steven simplemente se alzó de hombros y se ocupó nuevamente de volver a cargar su cámara fotográfica. Al intentar ajustar el foco, grande fue su sorpresa cuando divisó al mismísimo Mario Mazzini con la inesperada Jo, juntos, forcejeando entre ellos.

—¡Anthony! ¡Mira hacia tu izquierda! ¡Es Jo!

—¿¡Quién! ¿¡Jo! —el aludido obedeció de inmediato, quedándose boquiabierto al comprobar la verdad. ¿Qué demonios estaba haciendo ella en ese lugar?

Apretando los puños y los dientes con furia, tomó una rápida decisión y le entregó su libreta al desconcertado Steve.

—¿Q-qué vas a hacer? —inquirió.

—¿Qué qué es lo que voy a hacer? ¡Pues a enseñarle a ese tipo a no propasarse con Jo! —y desoyendo los llamados de su amigo, Anthony se lanzó a la calle tratando de abrirse paso entre la marea de revolucionarios y policías que se encontraban luchando en medio, evitando a cada paso los golpes y los disparos que intercambiaban violentamente entre ellos. Estaba dispuesto a llegar al otro lado de la calle para ir al rescate de Jo, pero esta tarea le resultó bastante difícil puesto que casi no lo dejaban avanzar.

—¡Ven, te digo! —Mario insistió, tomándola por el brazo, atrayéndola por la fuerza hacia él.

—¡Ni loca! ¡Suéltame ahora mismo! —se quejó Jo, tratando de desasirse mientras que Amy, desesperada, lo golpeaba como podía con sus pequeños puños.

—¡Suelta a Jo! ¡Suéltala ya! —exigía.

Tom, en cambio, intentaba treparsele encima con la intención de morderlo.

Mario se rió por aquellos intentos inútiles de "derrotarlo" por parte de los tres, así que decidió cortar por lo sano y tomó repentinamente de la cintura a la asustada Amy y la colocó sobre su hombro sin siquiera soltar el brazo de la ya muy furiosa escritora.

—¿Qué crees que estás haciendo? ¡Bájala inmediatamente antes de que te abofetee! —lo amenazó, insistiendo aún más en soltarse mientras el pobre Tom intentaba en vano bajar a Amy de los fornidos hombros del italiano, pues éste era bastante alto.

—¡Más vale que la bajes si no quieres que te de una buena paliza! —lo amenazó.

—¡Ja, ja, ja! ¿Qué crees que estás haciendo, chiquillo? Espero que siempre seas así de valiente porque no creas que voy a estar cuidando a otro bebito más —se burló, mirándolo desdeñosamente.

—¡Yo no soy ningún bebito, cretino! —replicó furioso.

Mario sonrió, y sin más preámbulos comenzó a correr hacia un callejón, llevándose a Jo a rastras por detrás de él con el pobre de Tom arreglándoselas para seguirlo, desapareciendo todos de la vista del preocupado Anthony, quien aún seguía luchando por avanzar entre la muchedumbre que lo apretujaba.

—¡No! ¡JOOOOO! —gritó desesperado, extendiendo la mano en dirección hacia el callejón inalcanzable.

Entre tanto, en la pensión de los Kirke, nadie imaginaba lo que estaba sucediendo en la zona residencial de la ciudad, simplemente se la pasaban conversando alegremente sobre los preparativos para la fiesta y el baile de navidad, pero la inesperada entrada del ex esclavo John, (ahora tipográfico del diario /Newcord Times /en la ciudad en donde vivía la familia March), atropellando todo a su paso, llamó poderosamente la atención de los que se encontraban en la sala.

—¡Pero, John! ¿Qué manera es esa de entrar a una casa ajena? —Meg lo regañó escandalizada por su comportamiento.

—¡Se-señorita March…! ¡Yo…! —apenas pudo decir, apoyando sus morenas manos sobre las rodillas, tratando de recuperar el aliento, puesto que había venido corriendo en cuanto supo sobre las terribles noticias.

—Vamos, habla John; ¿qué es lo que ocurre? —lo animó el prometido de Meg, quien se encontraba sentado en el mismo sillón que ella.

La respuesta no se hizo de esperar.

—Ve-verá, señor Brooke, lo que ocurre es que cuando me encontraba haciendo las compras que la señora Kirke me había encargado en el almacén, una mujer entró apresuradamente sólo para contarle a la dueña que había habido una revuelta frente a la casa del gobernador y que en ese momento los rebeldes se estaban enfrentando a muerte con la policía…

—Eso es terrible, John —la señora Kirke lo interrumpió, muy preocupada—. Ya había escuchado rumores sobre las intenciones que tenían los inmigrantes de hacer valer sus derechos, pero no creía que serían capaces de algo así. Llegar a la violencia… No creo que la solución de las cosas pase por ahí.

—Debe ser muy peligroso estar allí —advirtió Laurie, muy pensativo mientras Beth y Jeremy bajaban apaciblemente por las escaleras para reunirse con ellos.

—Así es, señorito Laurie, y justamente es eso lo que me preocupa —asintió la señora.

—Resulta cruel decirlo, pero mientras ninguno de nosotros esté en esa clase de disturbios, no deberíamos preocuparnos demasiado —comentó Sally, a quien no se le había escapado el detalle de la pareja recién llegada al salón.

—Lo sé, señorita; y quizás esté en lo cierto, pero lo que sucede es que esa mujer también dijo que había visto a una joven aprendiz de actriz que se hospedaba en esta casa metida en medio de ese disturbio… —John Moore tragó saliva, muy preocupado. Todos se le habían quedado mirando en un incómodo silencio—. Yo… yo me preguntaba si no sería la señorita Jo…

—¡No, no! ¡Eso es imposible! ¿Qué dices, John? ¡Jo jamás estaría metida con gente de esa clase! —Meg replicó escandalizada, volviéndose entonces hacia la señora Kirke, desesperada—. ¿No, no es cierto, señora Kirke? Usted tiene a otras actrices hospedando aquí, ¿verdad?

La buena mujer no hizo otra cosa que negarlo lentamente con la cabeza, retorciéndose las manos por lo nerviosa que se encontraba.

—Me temo que no, señorita March. Yo estoy especialmente orgullosa de hospedar a la única actriz y escritora en mi casa…

—Oh, Dios… Jo… Eso quiere decir que también los niños… —sollozó la joven, tapándose la cara con las manos mientras John la tomaba entre sus brazos para consolarla.

Todos se habían quedado fuertemente impactados y aterrorizados; con la tez tan blanca como un papel.

Tan afectada como los demás, Beth se aferró al brazo de Jeremy, sorprendiéndolo, era como si ella estuviera buscando algún tipo de consuelo en él.

—Beth, yo…

—¡Ni loco me quedo aquí sentado sin hacer nada! —exclamó Laurie, poniéndose de pie en un santiamén, interrumpiendo al joven pianista—. ¡Iré ya mismo a buscar a Jo y a los niños y los traeré a rastras aquí!

—¿Has perdido la razón, Laurie? ¡Ahora es muy peligroso ir solo allá! —John replicó de inmediato, separándose de su novia para interponerse en el camino de su ex pupilo.

—¡Me importa un bledo eso! ¡Si Jo está en peligro es mi deber ayudarla! —y luego de reafirmar su decisión, lo hizo a un lado y se dispuso a marcharse, pero su ex tutor lo detuvo otra vez, tomándolo firmemente de la muñeca, obligándolo a volverse.

—¿Por qué me detienes? —se quejó el muchacho—. ¡Tú también harías lo mismo si fuera Meg la que estuviera en peligro, ¿verdad?

Tan tranquilo como siempre, el joven hombre le sonrió y le dijo:

—Y también lo haría por cualquiera de sus hermanas, Laurie; es por eso que voy a acompañarte.

—¡Oh, John! —exclamó Meg, juntando las manos con ansiedad, sintiéndose tan orgullosa como asustada por su bienestar.

—Yo también iré con ustedes —declaró el muchacho negro—. Le debo mi libertad a la señorita Jo y a su familia, es lo mínimo que puedo hacer por ellos.

—Sea —asintió Laurie con una semi sonrisa de agradecimiento, sus ojos negros brillaron intensamente—. Vámonos ya.

—¡Esperen un momento! —la flemática voz inglesa de Jeremy los detuvo, obligando a todo el mundo a volverse hacia él, sorprendidos; éste permaneció tan imperturbable como siempre, con la frágil Beth a su lado, mirándolo muy asustada y expectante.

—¿Por lo menos saben cómo deben actuar o qué calle tomar para no ponerse ustedes mismos en peligro? —fue la inesperada pregunta del joven pianista.

Los muchachos se miraron entre ellos, incapaces de contestar a esa pregunta.

—¿Tú sí sabes, Jeremy? —quiso saber Sally, mirándolo con cierta incredulidad al igual que el resto. ¡Él se veía tan frágil como para demostrar que era un hombre de mundo!

—Claro que lo sé. He vivido entre esa gente y sé muy bien cómo debemos infiltrarnos sin llamar la atención y poder buscar a miss Jo, miss Amy y al joven Tom sin ningún problema.

—¿Estás seguro de que podrás hacerlo? —inquirió John, preocupado por la endeble salud del valiente muchacho y su reciente fractura.

—Sí —asintió con determinación.

Conociendo todos su terquedad y la urgencia del momento, accedieron a seguir sus consejos y trazar un plan para rescatar a los infortunados lo más pronto posible.

/No sé qué se le habrá ocurrido a Jeremy, ¡pero espero que él, Laurie o Anthony nos rescaten de ese "entrevido" de Mario Mazini! No entiendo cómo Jo tiene esa clase de amigos… ¡Se lo contaré a papá y a mamá!/


*Notas de Una Autora Descuidada:*

*¡Hola a todas! ¿Cómo están? Por fin pude publicar otro capi, espero que les haya gustado ^_^ ¿Qué pasará ahora que todos se han enterado de los problemas de las hermana March? ¿Quiénes lograrán rescatarlas? ¿Mario se comportará con Jo? ¿Por qué la ayuda? ¡Muy pronto lo leerán! XD*


Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 29

Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 31



Notas de una Bloggera Descuidada:
¡Hola, mis queridos arrinconados! ¿Cómo están? 
Sigo viendo el anime Babel II, el dorama japonés Zettai Kareshi,  sigo editando el kdrama La Mujer de Mi Esposo, sigo subtitulando la miniserie japonesa Inspector Zenigata, sigo estudiando japonés y dibujando mi webtoon Anshel y escribiendo mi novela ligera Fenómenos. ¡Siempre ocupada mientras trabajo!

¡Gracias por visitar el blog!
¡Cuídense y no olviden comentar!
Sayounara Bye Bye!

Yu-Chan 💖




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