Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 31

         Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Yu

Capítulo 31: El Primer Beso de Jo


/¡No! ¿Leyeron lo que está escrito aquí arriba? ¿En serio dice "el primer beso de Jo"? ¡La autora de este fic está completamente loca! ¿Quién se atrevería a besar a semejante esperpento?/

—¡Suéltame ya! ¿Quién demonios te has creído que eres? —se quejó Jo, intentando en vano soltarse de la poderosa garra que la tenía aprisionada por el brazo, pero Mario ni siquiera se molestó en responderle ni en soltarla, simplemente corrió hasta la vuelta del edificio y continuó por una callejuela estrecha, oscura y sucia, arrastrando a sus tres "rehenes" tras de sí y dejando atrás todo el tumulto provocado por el sangriento enfrentamiento entre los insurrectos y la policía.

—¿Acaso no me escuchaste? ¡Suéltanos ahora mismo! ¡Nadie le pone la mano encima a mi hermanita! ¿Me escuchas? ¡Voy a darte un par de bofetones que no lograrás olvidar por el resto de tu vida, cretino ignorante!

Apenas terminó de decir esto que el fornido muchacho la empujó de espaldas contra la pared, torciéndole ligeramente brazo y arrancándole un pequeño gemido de dolor a la sorprendida escritora.

—¡Jo! —gritó Amy, pálida del susto.

—Escúchame bien, niña —Mazzini casi pegó su rostro con el de la impresionada muchacha, tanto que ella pudo oler su aliento a cigarrillo, haciendo una mueca de asco—: deberías estar agradecida porque te salvé la vida a ti a este par de renacuajos inservibles. ¿Quién sabe lo que les hubiera pasado si alguno de esos malditos engendros enfermos los encontraba? Tú no sabes de lo que son capaces de hacer algunos de los rufianes más oscuros de los Cinco Puntos… Yo soy una seda al lado de ellos, ¿sabes? Así que más vale que cierres esa maldita e ignorante boca que tienes y me sigas sin chistar si no quieres que te de un buen golpe y te deje a ti y a tu hermanita a merced de esos hombres. ¿Entendiste, niñita?

Jo estaba furiosa, humillada y atemorizada por las advertencias y amenazas de aquel chico bestial, así que, con los puños cerrados y una penetrante y oscura mirada sobre él, apenas logró responderle con un "sí" entre dientes.

—Jo… —murmuró la afligida Amy al ver cómo el orgullo de su valiente hermana era pisoteado por aquel detestable sujeto.

—Muy bien —asintió Mario, victorioso, y enseguida se puso otra vez en camino hacia un destino que Jo, Amy y Tom desconocían por completo, siendo arrastrados a la fuerza por él.

XOX

Para cuando Anthony logró llegar al otro lado, casi enloqueció al no encontrar a Jo y a los demás en la callejuela, así que comenzó a correr con todas sus fuerzas para darles alcance hasta que se topó con una encrucijada, en la cual se detuvo en seco sin saber por cual camino seguir.

—¡Maldición! —se quejó, y miró hacia ambas direcciones esperando a ver a alguien que le sirviera de guía, pero, al no encontrar a nadie, se desesperó aún más.

Si llegaba a tomar la dirección equivocada, tal vez sería la perdición tanto para Jo como para los niños. Fue entonces que, en medio de su desesperación, una idea iluminó su confundida mente.

—¡Sandra! —exclamó, y regresó corriendo hacia la zona de la batalla, comenzando a buscar desesperadamente a la dueña del nombre entre la muchedumbre.

—¡Anthony! ¿Y Jo? —quiso saber Stephen, acercándose a duras penas hacia él entre el amontonamiento de la gente, los golpes y los disparos.

—¡No la encontré! ¡Llegué demasiado tarde! ¡Ese desgraciado de Mario Mazzini se la llevó! ¡Debemos encontrar a Sandra si queremos saber en donde se esconde ese granuja! ¡Tal vez así encontremos a Jo y a los niños antes de que ese maldito les haga daño!

—¡Muy bien! —gritó, comenzando a buscar él también a la joven.

Tuvieron suerte, pues después de cinco desesperantes minutos, Anthony logró divisar a Sandra introduciéndose rápidamente por la misma callejuela que había tomado el italiano. 

Seguramente iba a reunirse con él.

—¡Allá va! ¡Sigámosla! —exclamó el periodista, siendo seguido inmediatamente por su compañero hasta que lograron salir de la turba con el tiempo suficiente como para no perder de vista a la perseguida.

—¡Espera, Sandra! —le gritó Anthony en cuanto la vio, ella giró sobre sus pies casi en el acto, sorprendida. Tanto las ropas como el cabellos de la muchacha estaban bastante estropeadas por todo el jaleo contra las autoridades

—¡Anthony! —miró a uno y luego al otro en cuanto llegaron a su lado, entre molesta y extrañada—. ¿Pero qué están haciendo aquí? ¡Deberían estar cubriendo nuestra revolución! ¡Toda la ciudad debe saber la verdad sobre nuestra lucha y la represión a la que estamos sometid…!

—Olvídate se eso por un momento, por favor —la interrumpió el joven Boone, el tono de su voz apenas podía reprimir el enojo y la desesperación que sentía—. Sabes que todo esto me parece una soberana estupidez, pero no tengo tiempo para que discutamos sobre ello. Me preocupa Jo, ¿sabes? Hace unos minutos vi a Mario Mazzini llevársela por la fuerza por esta misma callejuela… ¡Ahora dime hacia dónde pudo habérsela llevado!

Sandra dio un pequeño respingo al igual que Stephen y, profundamente confundida, miró a Anthony. ¿Por qué Mario se la llevaría? ¿Por qué Jo estaba allí? ¿Por qué?

Al verla tan perdida, Anthony sintió compasión por la joven, comprendiendo que aquella revelación había sido un golpe muy duro para ella, así que la tomó fuertemente por los hombros y le dijo con voz suave pero firme:

—Escúchame, Sandra. No sé por qué Mario se llevó a Jo, pero lo que sí sé es que nunca me gustó la manera en que él siempre la miraba cada vez que estaban en un mismo lugar. Tampoco lo conozco lo suficiente como para saber si él es una buena o mala persona y no quiero arriesgar a Jo para descubrirlo. Ahora dime, Sandra, dime hacia dónde pudieron haberse ido —La miró casi suplicante—. Sé que le tienes mucha estima a los dos y que estás profundamente enamorada de él, por eso debes decírmelo para detener cualquier tontería que pudiera pasar entre ellos dos.

La pobre Sandra alzó la vista, sus ojos azules estaban sumergidos en lágrimas. Ella había hecho todo lo posible por olvidarse de Mario pues sabía que no le convenía… Era un chico malo y su padre jamás lo aprobaría porque la haría sufrir sin clemencia, pero… pero todo había sido inútil, ni siquiera la atractiva personalidad de Anthony había logrado desaparecer la gran atracción que sentía por el italiano. Sí, el amor era a veces muy estúpido. Anthony era mucho mejor persona que Mario, lo sabía, pero estaba perdidamente enamorada de éste último aún sabiendas que no le convenía y estaba dispuesta a seguirlo hasta el fin del mundo costara lo que le costara.

Llévame hasta el lugar en donde crees que deben estar, Sandra —insistió el joven periodista, sacándola de sus pensamientos—, sólo así lograremos aclarar todo este asunto de una buena vez sin perder más el tiempo, ¿comprendes?

Al fin la chica asintió, decidiéndose al fin y saliendo de su estado catatónico.

—Bien. Síganme —y echó a correr hacia la dirección que había tomado Mario anteriormente.

—¡Steve, tú quédate aquí por si ocurre algo! —le pidió Anthony mientras echaba a correr por detrás de la joven.

—¡Pero necesitarás ayuda contra ese granuja! —gritó.

—¡No si Sandra está conmigo!

Y su silueta desapareció detrás de la de Sandra en un recodo del camino, dejando al solitario fotógrafo imbuido en la inutilidad y los deseos de entrar en acción. Por un momento sintió la tentación de seguirlos a escondidas, pero su lealtad lo obligó a desistir de esa idea y decidió regresar al campo de batalla deseando que todo llegara a buen puerto.

Entretanto, Anthony suplicaba que, si Mario tenía malas intenciones, Jo hiciera uso de todo su temperamento para defenderse hasta que él llegara.

XOX

Mientras tanto, Laurie, John, John Moore y Jeremy había llegado hasta la zona del desastre luego de que la señora Man, la pensionista de Anthony, les había contado que Jo, Amy y Tom se habían dirigido hacia ese lugar para buscar al mencionado periodista. Los cuatro muchachos se quedaron atónitos cuando se encontraron con una escena espantosa: varios cuerpos sin vida se encontraban esparcidos por la calle mientras un pequeño grupo de revoltosos eran reducido a golpes por otro grupo de policías en medio de un barrio desbastado por los destrozos ocasionados por los manifestantes.

—¡J-Jo…! —apenas pudo decir el joven Laurence, muerto de miedo.

—¿C-cómo pudo traer a los niños hasta aquí? —dijo el novio de Meg, entre asustado y muy disgustado.

—Tal vez no pensó que las cosas fueran así, señor Brooke —la defendió el joven de color.

Jeremy, por su parte, nada dijo, simplemente recorrió fríamente todo aquel terrible cuadro de violencia con la poca vista que le quedaba, rezando porque Jo y los dos niños no se encontraran allí. De pronto, su mirada se quedó clavada sobre un joven a quien creyó reconocer.

—Dime, Laurie… —le avisó sin siquiera quitar la vista de su objetivo—. ¿Aquel muchacho no es acaso el fotógrafo amigo de Anthony?

—¿Eh? —el mencionado se volvió, sorprendido, siguiendo con la mirada hacia el lugar en donde los ojos de Jeremy estaban clavados.

—¡Ése es Stephen! ¡Vamos! ¡Quizás sepa algo sobre Jo! —y corrió como un desbocado hacia el fotógrafo, siendo inmediatamente seguido por el preocupadísimo John Brooke. Por su parte, como Jeremy aún no se había recuperado de su fractura, el otro John lo ayudó a moverse más rápido ofreciéndole generosamente su hombro para que le sirviera como sostén, por lo que pronto se reunieron con los demás en el momento en que Steve les contaba todo lo que había pasado.

—¡Maldito Mario! ¿Qué pretenderá con mi Jo? ¡Si llega a tocarle un sólo cabello juro que lo mato! —exclamó Laurie con una furia poco usual en él, sorprendiendo a su ex profesor, quien se vio obligado a calmarlo un poco.

—Contrólate, Laurie —le dijo con voz calmada pero firme, colocando la mano sobre su tembloroso hombro—. Antes de perder el control con suposiciones, deberíamos ir tras ellos, ¿no te parece?

—¿Ah sí? ¿Y cómo iremos, eh? ¿Acaso conoces en dónde vive ése desgraciado?

—Bueno… yo… —el pobre John no supo qué decir, pues no tenía idea de hacia dónde tenían que ir puesto que Steve tampoco lo sabía.

—Hablan de Mario Mazzini, el italiano revolucionario, ¿no es así? —los interrumpió Williams con una serenidad envidiable—. Yo sé en dónde puede estar; recuerden que viví un tiempo entre esa gente y todo aquel que vivió alguna vez en el bajo mundo lo conoce.

—¿Entonces qué estamos esperando? ¡Vámonos ya! —exclamó Laurie, tomándolo desesperadamente por el brazo.

—No lo presiones, Laurie, recuerda que está lastimado —le advirtió el prometido de Meg.

—¡Je! ¿Y eso es problema? —se volvió para observarlo con un brillo muy extraño en sus pícaros ojos negros.

—¡Oh! ¡Pero…! —John parpadeó varias veces, sintiéndose muy confundido.

Unos minutos después, Laurie, John Moore y Stephen Anderson corrían por detrás de John Brooke, que llevaba a Jeremy sobre sus espaldas y le iba indicando el camino que debía seguir para llegar hasta la casa de Mario Mazzini.

Aquella había sido la estupenda idea de Laurie. Su ex tutor era el más alto y robusto de todos ellos y le iba a resultar muy fácil soportar el peso del también alto pero delgado pianista. Con ello mataban dos pájaros de un tiro: encontrarían más rápido a Jo y evitarían que el pie de Jeremy sufriera más castigo.

En cuanto a Steve, él había visto una oportunidad única de inmiscuirse en aquel asunto uniéndose con Laurie y los demás. Anthony no le privaría de presenciar la caída de Mario Mazzini bajo los furiosos puños del joven Laurence… ¡Ya se imaginaba el titular de la noticia!: "Inocente Joven Raptada por Peligroso Revolucionario Italiano fue Rescatada por Dos de sus Pretendientes". Seguramente el diario agotaría su tirada con aquella estupenda noticia.

Y mientras Steve pensaba en esto, Jo, Amy y Tom fueron arrojados sin ninguna contemplación dentro de una sucia habitación ubicada en el tercer piso de un viejo edificio que se hallaba en medio del bajo mundo, que era el lugar en donde Mario los había llevado por la fuerza.

Hirviendo de rabia, la joven March se levantó del suelo y se enfrentó sin temor alguno contra su captor, quien se hallaba parado en medio de la puerta cerrada, observándolos seriamente.

—¿Por qué nos trajiste aquí? —se quejó con los puños fuertemente apretados y con los ojos chispeantes—. ¡Tiene que haber alguna razón o si no nos hubieras dejado ir a la primera oportunidad!

El chico Mazzini cerró los ojos y esbozó una inquietante media sonrisa.

—No me equivoqué contigo —dijo al fin, mirándola fijamente—. Eres una muchacha muy despierta y valiente… Me di cuenta de eso desde la primera vez que te vi.

—¿Eh? ¿Cómo? —parpadeó varias veces, desconcertada.

Quizás Jo no había entendido el mensaje que escondía las palabras del moreno, pero Amy, mucho más avispada en aquellos asuntos, lo comprendió en el acto y, por primera vez en su vida, no estuvo para nada de acuerdo con ello.

—¡Oye! —exclamó sin darse cuenta todavía de lo que estaba haciendo, interponiéndose valientemente entre su sorprendida hermana y el muchacho—. ¡Quítate esa idea de la cabeza, ¿eh? ¡Nadie se mete con Jo!, ¿sabes?

—¡Amy! —la joven escritora estaba francamente asombrada, ¿desde cuándo su hermanita era tan valiente como para enfrentarse contra un delincuente?

Obviamente, el pobre de Tom no comprendía nada de lo que estaba ocurriendo, pues aún permanecía en el suelo con la boca y los ojos bien abiertos.

Mario sonrió frente a las palabras de la niña y finalmente comenzó a reírse con ganas, enfureciendo a sus tres rehenes.

—¡No le veo nada de gracioso, eh? —se quejó la pequeña March, poniendo los brazos en jarra; pero una dura mirada de advertencia por parte del italiano la regresó a su lugar, comprendiendo que había sido una enorme tontería enfrentarse a él—. ¡Ay, mamita! —exclamó, palidísima, ocultándose inmediatamente detrás de su atónita hermana mayor y comenzando a temblar como una hoja.

—¿Y a ti que te pasa, eh? —le preguntó Jo, girando la cabeza para verla mejor—. Te estás portando muy raro, ¿sabes?

—Bueno, ya no quiero más interrupciones —declaró Mario para el alarma y la sorpresa de los demás, y caminó muy decidido hacia ellos.

—¡No te atrevas a tocarlas! —le advirtió el valiente Tom, levantándose para interponerse entre él y las chicas, dispuesto a pelear contra aquel fornido joven para defenderlas.

—¡Ya basta de tonterías! —exclamó, agarrando al niño por el cuello del abrigo, estirando el otro brazo por detrás de la sorprendida Jo para atrapar a Amy por el brazo y sacarla bruscamente de su refugio.

—¡No! ¡Suéltala! —gritó su hermana mayor, lanzándose contra Mario con la intención de golpearlo, pero éste fue más rápido que ella y la empujó fuertemente con el brazo que sostenía a Amy, lanzándola de cola al suelo.

—¡Jo! —gritó la pequeña, extendiendo la mano hacia la adolorida Jo.

—¡Amy! —contestó, poniéndose de pie para volver a enfrentar a aquel delincuente e intentar liberar a su hermanita menor; pero grande fue su sorpresa cuando vio cómo Mario la encerraba junto a Tom dentro de un armario, poniéndole el seguro para que no se escaparan.

—¿P-pero qué estás haciendo? ¡Sácalos de ahí inmediatamente! —exigió.

—No voy a hacerlo hasta que tú y yo hablemos —replicó, girando lentamente hacia ella.

Por un momento, Jo se asustó. El tono de voz y el extraño brillo en los oscuros ojos de aquel italiano no le había gustado nada de nada.

—¿D-de qué quieres hablar? —herida en su orgullo, se vio obligada a retroceder un paso. ¡Nunca había sentido aquella clase de miedo! Sentía como que su vida, su propia vida, corría verdadero peligro.

—De ti.

—¿De mí? ¿Y qué tengo de interesante para que quieras hablar sobre mí? ¿Eh? —retrocedió otro paso, pero esta vez se puso a la defensiva.

—Todo —fue la sincera respuesta.

—¡¿Cómo? —exclamó, sorprendidísima, al fin lo había comprendido todo—. ¡Pero tú estás loco!

—¡Exacto! ¡Y no encontré otra oportunidad para decírtelo sino hasta ahora porque siempre estás con ese maldito periodista o ese dandi malcriado!

—¿Cómo te atreves a insultarlos? ¡Ellos son muy buenas personas y valen diez veces más que tú!

Muy lejos de molestarse por aquella comparación, Mario sonrió. ¡Cómo admiraba el fuerte temperamento que tenía aquella muchacha!

—¿Y tú que sabes? Vamos a ver si después de esto sigues opinando lo mismo… —fue la alarmante declaración del atractivo chico, abalanzándose con paso decidido hacia ella.

—¿Qué dices? ¡No te atrevas a tocarme o te mato! — nerviosa, chocó de espaldas contra la pared.

Ya no tenía espacio para seguir retrocediendo y Mario ya estaba sobre ella, por lo que Jo se vio obligada a propinarle un buen puntapié en la tibia, haciéndolo chillar de dolor, obligándolo a agacharse, momento que aprovechó para salir del rincón y correr hacia el armario para liberar a su hermana y a Tom, quienes habían estado gritando como desesperados desde que el italiano los había encerrado.

—¡Jo, Jo! ¡Sácanos de aquí! —gritaba Amy mientras golpeaba fuertemente la puerta con sus pequeños puños.

—¿Y qué crees que estoy tratando de hacer, cabezota? —replicó mientras forcejeaba inútilmente con la manija del armario.

—¡Tú serás la cabezota!

—¿¡Cómo dijiste! ¡Ya verás cuando te saque de allí!

—¡Gulp!

Pero no pudo cumplir con su amenaza, puesto que Mario Mazzin la atrapó por la muñeca, obligándola a girarse sobre los pies para que los rostros de ambos quedaran enfrentados.

—Necesitas que alguien te baje los humos, Jo —declaró el muchacho, sosteniéndola firmemente por los brazos.

—¡Tú y qué ejército más, ¿eh? —lo desafió de inmediato, furiosa como un toro embravecido.

—Yo y nadie más —replicó, e inmediatamente la besó en la boca, silenciando un insulto que iba a brotar de los labios de la asombradísima muchacha.

—¡Eh! ¡Jo! ¡Jo! ¿Por qué te quedaste callada? ¿Te pasó algo? ¡Jo! —gritaba la afligida Amy, golpeando desesperadamente la puerta de madera maciza—. ¡JO! ¡Contéstame, Jo!

/¿Qué habrá pasado allí afuera? ¡Jo no me contesta! Tengo miedo… ¿Le habrá hecho algo malo ese malvado de Mario? ¡Por favor! ¡Que alguien nos ayude! ¡Laurie! ¡Mi Príncipe Azul! ¿En dónde estás cuando más te necesitamos? /


*Notas de Una Autora Descuidada:*

*¡Hola! ¿Cómo han estado? ¡Por fin he regresado a esta historia y esta vez será para seguirla y terminarla! Creo que nunca volveré a escribir una historia tan larga como la trilogía que escribí sobre Piratas del Caribe… ¡Las historias que podría haber escrito en ese tiempo! ¡Casi 5 años! ¿Pueden creerlo? O.O En fin, espero que les haya gustado el capi… No se lo esperaban tan pronto, ¿no? XD ¡Tampoco Jo! Ése Mario es un pillo… ¡se le declaró a Jo de una! Pero bueno, ya veremos cómo reacciona nuestra protagonista en el próximo capítulo… ¿Cómo creen ustedes que reaccionará? XD*


Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 30

Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 32



Notas de una Bloggera Descuidada:
Terminé de ver el anime Babel II y el dorama japonés Zettai Kareshi, ahora comencé a ver el anime Boogiepop Phantom y este fin de semana comenzaré a ver el drama japonés Doctors.  Sigo editando el kdrama La Mujer de Mi Esposo, sigo subtitulando la miniserie japonesa Inspector Zenigata, sigo estudiando japonés y dibujando mi webtoon Anshel y escribiendo mi novela ligera Fenómenos. ¡Siempre ocupada mientras trabajo!

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Sayounara Bye Bye!

Yu-Chan 💖



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