Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 35

             Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Yu-Chan

*Capítulo 35: Un Hermoso Regalo de Navidad*


/No puedo creer que Beth haya tenido el valor de salir ella sola a la calle, seguir a Jeremy y interponerse entre él y ese malvado del italiano justo cuando los dos dispararon… ¡El amor trasforma a la gente! Me pregunto si Jo cambiaría si se enamorara…/

—¡Miss Elizabeth! —desesperado, Jeremy soltó la pistola y corrió hacia ella al verla desvanecerse sobre el pasto, cayó de rodillas a su lado y la alzó entre sus brazos—. ¡Miss Elizabeth! ¡Miss Elizabeth! ¡Despierte, por favor! ¡Despierte!

Al ver que no volvía en sí, el miedo gobernó su razón y su corazón y no pudo seguir manteniendo su temple inglés, comenzando a sollozar con desesperación.

—¡No! ¡Miss Elizabeth! ¿Por qué hizo esto? ¿Por qué? ¡Yo no lo merecía! —la acunó sobre su regazo y se inclinó sobre ella, escondiendo el rostro entre los cabellos castaños de Beth, rompiendo a llorar amargamente.

Impactados con lo sucedido, tanto Mario como Emilio se acercaron lentamente hacia la desafortunada pareja, profesando una sincera admiración hacia el valor de la muchacha y una gran pena por su triste partida, sintiéndose culpables por ello.

—Esto era un duelo entre caballeros… —murmuró el italiano mientras dejaba caer la pistola de su mano—… Era un duelo entre caballeros…

Jeremy continuaba llorando desconsoladamente hasta que sintió que una pequeña, suave y temblorosa mano se posó sobre su mejilla empapada en lágrimas. Sorprendido, abrió los ojos y se encontró con la cansada pero cariñosa mirada de Beth.

—… No llores… Estoy bien… —le dijo con un hilo de voz, sonriéndole débilmente.

—¡Oh, Miss Elizabeth! ¿Por qué hizo esta tontería? ¡Podría haber muerto por mi culpa! —le reprochó suavemente, aunque aún estaba angustiado por la salud de su delicada musa.

Beth volvió a sonreír y se sonrojó visiblemente.

—… Lo hice porque… porque te amo… —fue la inesperada revelación, dejando boquiabierto al joven pianista—… No sé qué sería de mí si te perdiera… Tenía tanto miedo por ti que tuve que hacerlo…

—¡Oh, Beth! ¡Mi querida Beth! —Jeremy tomó la pequeña mano de su amada entre las suyas, sonriéndole entre lágrimas, emocionado como nunca lo había estado en su vida—. ¡Yo también te amo, Beth! ¡Te amo como no tienes idea! —tragó saliva, era hora de sincerarse—. Ya no puedo seguir ocultando mis sentimientos hacia ti porque te quise desde la primera vez que te vi, desde la primera vez que te escuché tocar el piano.

Entusiasmada al saber que su amor era correspondido, Beth comenzó a llorar de alegría.

—¡Oh, Jeremy! ¡Me has llamado Beth! ¡Qué alegría! ¡Qué alegría! —y se incorporó lo suficiente como para abrazarlo y esconder su rostro en el pecho de su amado, dando rienda suelta a sus lágrimas para dejar ir toda la angustia que la había atormentado desde la noche anterior.

Él también la abrazó con todas sus fuerzas, ya más tranquilo y dando gracias al Cielo porque Beth estaba bien. ¡Jamás se hubiera perdonado si ella moría por su culpa!

Mario Mazzini sonrió, poniendo un brazo en jarra.

—Todo terminó mucho mejor de lo que esperaba, parece que la valerosa niña está bien —giró su cabeza hacia su amigo—. El amor es mucho mejor que el duelo, ¿no te parece, Emilio? Es más emocionante.

—Eso creo… —asintió, aún perplejo con lo que había pasado.

A todo eso y sin que ninguno de ellos se diera cuanta, escondidos entre las débiles penumbras del bosque, se encontraban los emocionados Jo, Laurie, Meg, John Moore y Sandra, quien era la joven que los había alertado sobre aquel duelo clandestino.

También llegaron a la escena Anthony y John Brooke, quien había ido a buscarlo para ponerlo sobre aviso, quedando tan estupefactos como los demás, pero sin comprender nada de lo que estaba ocurriendo.

XOX

Tres días después, todos los habitantes de la pensión se encontraban muy atareados con los preparativos de la celebración de Nochebuena. Los sinsabores pasados habían quedado atrás: afortunadamente para Beth y los suyos, sólo había sufrido un pequeño raspón en el hombro al ser alcanzada por la bala de Mario, pero, gracias a ello, el proyectil se había desviado de su trayectoria, evitando que impactara en el pecho Jeremy. Tras semejante muestra de valor en el nombre del amor, Mario Mazzini decidió que no habría más duelos, pues no quería que su joven heroína volviera a sufrir por culpa suya al intentar lastimar a sus seres queridos.

Sandra también se sentía muy aliviada, por fin se había opuesto a las locuras de Mario y había actuado correctamente al avisar a Jo sobre el duelo entre él y Jeremy. Por fin volvía a ser dueña de ella misma sin tener que dejarse llevar por un amor irracional y no correspondido. ¡Era libre al fin!

Pasado el susto inicial, todo el mundo podía entregarse al regocijo de contemplar a la hermosa pareja que formaban Beth y Jeremy, quienes pasaban los días entre románticos paseos en el jardín o demostrando su gran talento en el piano… Claro que Jo no estaba del todo feliz con aquella situación, aunque deseaba lo mejor para su hermana, se sentía traicionada. Ya nada volvería a ser como antes con su querida Beth.

—¿Quieres que te ayude, Jo? —le preguntó un sonriente Laurie, de pie al lado de la pequeña escalera en donde estaba trepada Jo, quien estaba colgando algunas guirnaldas navideñas en la pared.

—¡Oh, Laurie! No te eberaba tan ponto —volvió la cabeza hacia él, con la boca llena de clavos.

El joven universitario tuvo que reprimir una sonrisita al ver aquella escena tan cómica.

—La verdad es que podría haberme quedado con mis amigos y recibir la Nochebuena en la universidad, Jo, pero creí que una damisela en problemas y con clavos en la boca podría necesitar la ayuda de su príncipe para colgar los adornos navideños.

—¡Oh, Laurie! ¡No te bules y ayúdame de una buena vez!

Molesta, quiso "despeinarlo" con la guirnalda que tenía en la mano, pero fue una mala maniobra que la hizo perder el equilibrio y caer hacia atrás, justo a los brazos del felicísimo Laurie.

—¿Lo notáis, mi hermosa doncella? ¡Vuestro caballero de dorada armadura le ha salvado de una caída vergonzosa! —se burló.

—¡Bueno! ¡Bueno! ¡Deja ya de mofarte de mí y bájame de una buena vez, Laurie Laurence! —se quejó, ya sin clavos en la boca, habiendo quedado todos desparramados por la alfombra.

—Como ordene, mi bella dama —dejándola bien paradita delante de la pequeña escalera, con los brazos en jarra, molesta por la embarazosa escena que había tenido que "sufrir" su orgullo.

—¿Y bien? ¿Vas a ayudarme o no?

—¡Claro! ¿Por dónde empiezo?

—Podrías empezar por pasarme los clavos que me hiciste caer —malhumorada, recogió el martillo de un manotazo y subió por la escalerilla hasta que quedó nuevamente en su cima.

—Vaya, y yo que pensé que tú habías dejado caer lo clavos porque quisiste darme un sopapo —dijo Laurie, alcanzándole uno de los clavos.

—¡Bah! ¡Tonterías! —se lo arrebató de las manos y comenzó a clavar furiosamente la guirnalda en la pared.

Pasaron algunos minutos antes de que Laurie decidiera incursionar por terrenos muy peligrosos para su integridad física.

—Oye, Jo.

—Qué.

—Bueno… —dudó unos segundos antes de seguir—. ¿Sigues enojada con lo de Beth y Jeremy?

Jo bufó fastidiada y golpeó el clavo con gran furia, dejándolo bien sujeto a la pared. Acto seguido, bajó rápidamente de la escalerita, la colocó en otro lado y volvió a subir sobre ella.

—Dame otro clavo —le exigió de mala manera.

Laurie obedeció en silencio, preguntándose si era seguro seguir preguntando sobre aquellos dos tortolitos sin que caiga sobre él toda la furia de un volcán en erupción.

Siguieron así hasta que Jo fue la quien rompió aquel incómodo silencio.

—Ese desgraciado me quitó a mi Beth, pero… —dejó de golpear con el martillo y miró detenidamente hacia el clavo que estaba sosteniendo contra la pared—… no creo que haiga otro hombre en el mundo capaz de amar a mi hermana de la manera que él lo hace.

Volvió a su labor y Laurie sonrió. A pesar de su furia y frustración, Jo parecía que por fin había aceptado a Jeremy como compañero de vida para su querida Beth. Claro que le costaba aceptarlo, ella era muy celosa de su familia, pero al ver cómo se amaban ambos pianistas, no le quedaba otra opción que aceptarlo a regañadientes. Beth era enteramente feliz, y eso era lo que realmente importaba.

Luego de que ambos terminaran de colgar los adornos navideños, se sentaron a tomar el té acompañados por Meg, John Brooke, Sally, John Moore y la señora Kirke.

—¿Qué haremos, Jo? —preguntó la mayor de los March, luego de tomar un poco de té.

—Qué haremos de qué, Meg —tomó varias galletas y se las comió de un bocado para la diversión de Laurie, quien estaba sentado al lado de ella en el silloncito grande.

—Ya sabes, sobre Beth y Jeremy… ¿Qué crees? ¿Deberíamos decírselo a mamá y a papá?

—Yo creo que deberíamos decírselo —intervino el sonriente Laurie, tomando un bizcocho.

—¿Y quién te preguntó a ti, Laurie Laurence? —se quejó Jo, asesinándolo con la mirada.

—¡Jo! —Meg la amonestó de inmediato—. ¿Pero qué modales son esos?

—Modales de hermana celosa —aclaró el incorregible Laurie, sin un ápice de temor por la represalia de la irascible escritora.

—¡Uy! ¡Laurie! —la chica se le abalanzó con los puños en alto dispuesta a darle su merecido, pero el acusado saltó como una langosta del sillón, librándose por un pelo, pero enseguida ella se levantó y comenzó a perseguirlo dando vueltas alrededor del mueble como si fueran un par de chiquillos.

—¡Por Dios! ¿Cuándo madurarán? —avergonzada, Meg se llevó la mano al rostro.

—A veces creo que nunca madurarán —declaró el ex tutor de Laurie, sin poder evitar el mismo sentimiento que su prometida.

Sally y el otro John tuvieron que sonreír detrás de sus tazas, temiendo que Jo los viera y se las tomara con ellos.

—Bueno, creo que llegó la hora de terminar con los preparativos para esta noche y preparar a las niñas —la señora Kirke se retiró rápidamente de allí para no tener que verse obligada a reírse a carcajadas al presenciar el infantil comportamiento de sus jóvenes inquilinos.

Media hora después, sólo quedaban en la salita Jo y Laurie, quienes ya se estaban disponiendo a alzar la bandeja del juego de té y llevarla a la cocina cuando alguien tocó la puerta.

—¡Yo voy! —exclamó Laurie, lanzándose hacia la entrada para recibir a la persona que había tocado a la puerta, dejando a Jo parada al lado del sillón, con la curiosidad pintada en el rostro y la bandeja en las manos.

Y mientras Laurie hablaba con el recién llegado en la escalerilla de la entrada, Jo fue y volvió rápidamente de la cocina, dejando el lavado de las tazas para después, y se apoyó en el respaldar del sillón, cruzándose de brazos y observando con sumo interés a su amigo mientras éste se despedía del visitante.

El radiante universitario cerró la puerta y se giró hacia ella, mostrándole un papel.

—¿Qué es eso? —inquirió Jo, acercándosele.

Laurie sonrió ampliamente.

—Es un telegrama.

XOX

Esa misma noche, ya todo estaba preparado para celebrar la Nochebuena en la pensión de los Kirke: el árbol de Navidad era una preciosura al igual que los adornos colgados en las paredes y los centros de mesa, la cena estaba lista y servida en el comedor y el piano bien afinado para cantar los villancicos.

Los pensionistas comenzaron a bajar uno por uno hacia el comedor para ocupar sus respectivos lugares en la mesa. Todos los miembros de la familia de los Kirke, Jo, Laurie, John Moore, Meg, John Brooke, Sally, Amy y Tom ya ocupaban sus puestos, todos vestidos para la ocasión, sólo faltaba la recién formada pareja de pianistas… y no se hicieron de esperar.

Cuando la joven pareja bajó las escaleras. Jeremy vestía un traje gris oscuro de buen corte, uno que su madre le había confeccionado para que asistiera a la Institución de Artes Musicales de Londres, sus cabellos rubios estaban recogidos en la nuca con una cinta negra y sus ojos celestes brillaban de emoción detrás de los cristales de sus anteojos; Beth tenía puesto un hermoso pero sencillo vestido azul oscuro, sus cabellos castaños estaban primorosamente peinados en trenzas y adornados con florecillas blancas. Con el brazo debajo del de Jeremy, llevaba a Milkian en el otro, quien ronroneaba de gusto adornada con un lazo rojo en su cuello.

Ambos bajaron cuidadosamente por las escaleras, pues Jeremy aún debía cuidar de su tobillo recién recuperado. Beth mantenía la cabeza gacha, sonrojada hasta la coronilla, pero su sonrisa era adorable, llena de amor, y la presencia de su amado le daba el valor de enfrentar sus más arraigados temores. Él, en cambio, permanecía altivo, como siempre, pero su otrora triste semblante estaba resplandeciente, adornado con una tenue sonrisa de orgullo y felicidad; de tanto en tanto miraba a su amada y no cabía en sí de gozo al verla tan hermosa y sencilla a la vez, como una margarita del campo.

—¡Oh! ¡Ellos se ven tan bien juntos! ¡Parecen la pareja perfecta! —festejó la romántica Amy, juntando ambas manos con gran emoción mientras Tom ponía cara de asco, pues el amor aún le parecía algo aborrecible y propio de los sentimientos femeninos.

Emocionada y sin quitarle la vista de encima a la joven pareja que se acercaba a la mesa, Meg apretó la mano de su John que descansaba sobre la mesa.

—¡Qué felicidad! ¡Mi hermanita se ve tan radiante que siento deseos de llorar de alegría!

Al llegar a la mesa, Jeremy corrió galantemente la silla para Beth y luego se sentó a su lado, quedando ambos entre Meg y Jo. De tanto en tanto, la escritora le lanzaba furiosas miradas al pianista, divirtiendo horrores a Laurie.

De pronto, mientras Beth conversaba con Meg, Jeremy se volvió hacia Jo y Laurie, sobresaltándolos.

—¿Saben? nunca les agradecí por todo lo que hicieron por mí.

—De nada, Jeremy —Laurie le guiñó un ojo—. ¿Ya somos verdaderos amigos, entonces?

El joven pianista sonrió.

—Sí. Ya estoy cansado de pensar siempre en mí y lamentar mis desgracias en vez de enfrentarlas; he sido un tonto egoísta y he tratado muy mal a la gente sin permitir que nadie se acerque a mí. Gracias por ofrecerme tu amistad incondicional a pesar de haberte tratado tan fríamente todo este tiempo, Laurie —extendió la mano hacia él.

—De nada, compañero, para eso están los amigos, ¡ja, ja, ja! —tomó la mano con la efusividad que lo caracterizaba, lleno de felicidad al saber que por fin Jeremy confiaba en él como amigo.

—¿Me perdonará algún día el haberle arrebatado a su hermana, Miss Jo? —la miró inquisitivamente, esperando una reprimenda, pues hacía mucho se había dado cuenta de la antipatía que ella le profesaba a causa de Beth.

—Llámame sólo Jo, Jeremy, y mejor preocúpate por hacer feliz a mi Beth siendo feliz tú también —dijo esta, mirando hacia el frente, intentado reprimir su enojo, pues sabía que estaba actuando egoístamente al mezquinar la felicidad de su querida hermanita y la de él.

Jeremy sonrió otra vez, era más de lo que podía pedir a Jo, pero, para la sorpresa de Beth, sus hermanas y Laurie, pronto la sobra de la tristeza volvió a aparecer en su pálido semblante.

—Sí, soy feliz, sí… —dijo—, pero aún siento un vacío enorme en mi corazón…

—Jeremy… —murmuró Beth, preocupada.

Laurie miró hacia el reloj y sonrió al ver que ya iban a dar las 10 de la noche, poniéndose finalmente de pie.

—Bueno, damas y caballeros, creo que llegó la hora de los regalos.

Los que escucharon aquella sentencia se le quedaron mirando muy extrañados al verlo dirigirse hacia la puerta justo en el momento en que alguien llamaba. Minutos después y cuando ya casi todos olvidaron momentáneamente el asunto, concentrándose en sus propias conversaciones, Laurie volvió con los regalos.

—¡Damas y caballeros! ¡Han llegado los regalos para el mejor pianista del mundo! —exclamó a espaldas de sus vecinas y amigos, y dejando a Jeremy petrificado de la impresión, sin el valor para atreverse a mirar.

—¡Oh, por Dios! —Meg se volvió y se levantó de la mesa, llevándose la mano al corazón.

—¡No puede ser…! —exclamó la señora Kirke, quien encabezaba la mesa—… ¡ellas son…!

El tembloroso Jeremy agachó la cabeza y apretó los puños sobre los pantalones, arrugándolos. Estaba tan emocionado que su corazón latía a mil por hora, sospechando ya de lo qué se trataban los regalos, pero, aún así, no se sentía con las fuerzas necesarias como para enfrentar a aquellas personas luego de lo que les había hecho.

De pronto, una delgada y pálida mano se apoyó en su trémulo hombro, estremeciéndolo desde la punta de los pies hasta la coronilla.

—¿Es que no vas a saludar a tu mamá, mi querido hijo? —sonó una voz familiar, dulce y cariñosa, una que no había escuchado hacía meses aunque le parecieran años, siglos...

Las lágrimas comenzaron a salir con fuerza de los ojos de Jeremy hasta que por fin se puso de pie, se dio media vuelta y se tropezó con la silla, cayendo de rodillas al suelo, aferrándose desesperadamente a la falda de su madre.

—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Perdóname, por favor! ¡Perdóname! —lloraba desconsoladamente.

—¡Oh, hijito! —se arrodilló también, estrechándolo fuertemente entre sus brazos, también llorando, pero de felicidad—. ¡No tienes nada porqué pedir perdón! ¡No sabes cuánto te he extrañado, querido mío!

—¡Mamá! ¡Mamita!

Jeremy ya no pudo decir nada más, se sentía el muchacho más feliz del mundo al volver a ver a su madre una vez más, aunque fuera la última. La tortura de haber estado separado de ella, había terminado al fin, liberándolo de todo sufrimiento.

Beth también lloraba de alegría, abrazada a una también llorosa Jo, quien ya estaba enterada de aquella visita gracias al telegrama que habían mandado desde el puerto. Las hermanas de Jeremy y su abuela también lloraban, dando gracias a Dios por haberlo encontrado sano y salvo luego de tanto tiempo sin saber nada de él.

La señora Kirke sonrió satisfecha, aquella Navidad iba a ser inolvidable.

/¡Wow! ¡Esto sí que no me lo esperaba! Ese Laurie, siempre dando esa clase de sorpresas… como aquella vez con mi papá cuando regresó de Washington, ¿lo recuerdan? ¡Fui muy feliz, tanto como Jeremy!/


*Notas de una Autora Descuidada:*

*¡Oh! ¡Por fin las cosas comienzan a pintar bien en esta historia para Jeremy! Sólo falta que Beth se entere de la enfermedad que lo aqueja… : ( En cuanto a Anthony, Mario y Sandra, pronto sabremos más de ellos en el siguiente capítulo ^_^*



Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 34



Notas de una Bloggera Descuidada:
Sigo viendo el anime Brain Powerd, el drama japonés Doctors, editando el kdrama La Mujer de Mi Esposo, sigo subtitulando la miniserie japonesa Inspector Zenigata, sigo estudiando japonés y dibujando mi webtoon Anshel y escribiendo mi novela ligera Fenómenos. ¡Siempre ocupada mientras trabajo!

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Yu-Chan 💖
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