Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 38

                Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Yu-Chan


*Capítulo 38: El Baile de Año Nuevo*


/¡Jupie! ¡Por fin llegó el día del baile de año nuevo! ¡Mi primer baile! Hemos estado muy ocupadas preparándolo todo en el salón que alquiló Laurie para el baile, ¡estoy tan emocionada! Lo que no me esperaba era la visita de mis padres y el señor Laurence. Mis hermanas y yo estamos muy contentas por su visita, ¡pero lejos estábamos de imaginar el motivo por el que vinieron: ¡el posible viaje de Beth hacia China! / 

—¡Uf! Ya falta muy poco para terminar con los preparativos —suspiró Jo, terminando de colocar una boa verde de papel a lo largo de la pared. La joven escritora estaba subida a una escalera que sostenía su hermana Meg.

—Es verdad, no veo la hora de ponerme mi vestido nuevo. Es de un color amarillo pálido precioso. ¡Me hace ver tan blanca!

—Te verás preciosa con él, Meg, siempre es así. Listo. Pongamos la última.

Meg se hizo a un lado para que Jo pudiera bajar. Ambas se disponían a mover nuevamente la escalera cuando John hizo su aparición, ofreciéndose para ayudarlas.

—¿Pudieron conseguir todo? —Jo preguntó mientras los dos novios se daban un tierno y corto beso en las mejillas.

—Absolutamente, todo, mi estimada compañera de baile —Laurie se acercó a ellos con su acostumbrada sonrisa.

—¡Perfecto! ¡Entonces podremos comer ricos bocadillos! —batió las palmas con gran entusiasmo, comer era una de las cosas que más le gustaba hacer.

—¡Mmm! ¡Bocadillos! ¡Lo mejor de un baile organizado por la juventud! —exclamó Robert Beresford, terminando de colocar las velas en los candelabros de pie.

—Sí, sobre todo cuando se tiene un hambre monstruosa luego de limpiar el piso de un salón de convenientes proporciones para un baile —adjuntó Isaías Kent, quien estaba finalizando dicha limpieza junto con su amigo chino, Wong Fei Long, con la ayuda de dos trapeadores, sacándoles un brillo envidiable a las viejas baldosas.

—¡Wow! ¡Hicieron un muy buen trabajo con el piso! —los felicitó Sandra, mirando hacia ellos mientras colocaba un sencillo mantel sobre una de las pocas mesas que estaban colocadas alrededor del salón.

La silenciosa Michelle Jackson sonrió también, ubicando un hermoso centro de mesa hecho con flores de papel multicolores. Amy y Tom habían pasado todo un día armando aquellos adornos con la ayuda de Beth y Jeremy. Sus ojos cafés se cruzaron con los de Sally Moffat, quien la estaba ayudado amablemente a adornar las mesas y las dos sonrieron amigablemente. Ambas chicas, al tener el mismo carácter tranquilo, habían congeniado de inmediato.

—¿Betty no apareció? —quiso saber Sandra.

—Ni tampoco ese engreído de Mario —contestó Jo, cruzándose de brazos con un gesto de gran decepción y molestia—. Si no se molestaron en ayudarnos con los preparativos, no deberían molestarse por asistir al baile.

—Vamos, Jo, no seas tan rígida —le pidió Laurie—, si por eso fuera, Anthony tampoco tendría derecho a venir —sonrió con maliciosa picardía.

—¡Bah! Eso es diferente, Anthony tiene que trabajar, y dudo mucho que tanto Mario como Batty trabajen siquiera en algo.

—¡Oh, vamos, Jo! ¿Quién te entiende? Un día estás de lo más amigable con alguien y al otro día lo detestas —replicó mientras subía con una boa roja por la escalera sostenida por su ex tutor.

—Creo que Jo tiene el defecto de buscar la perfección en las personas —opinó Meg, ayudando a Sandra con la última mesa.

—Mentira. Yo no soy así —se quejó, tomando bruscamente una de las bandejas de sándwiches que Tom, el simpático amigo pelirrojo del salón de música de Laurie, traía junto al resto de la alegre pandilla.

Él y el resto de sus amigos, intercambiaron sus brillantes miradas llenas de picardía e interés, ¡por fin conocían a la chica que le quitaba el sueño a su amigo Laurie!

"Ummm… Comienzo a creer que Jo es tan prejuiciosa como Lizzy Bennet* —pensó Laurie con amargura, observándola de reojo mientras el objeto de su decepción colocaba la bandeja en la mesa de los bocadillos. Los recién llegados la imitaron... con demasiada galantería.

Con los estribos perdidos pero tratando de contenerse, Jo se limitó a asesinarlos fríamente con la mirada. Antes de que ella se pusiera en verdad espinosa, Laurie fue al rescate de sus imprudentes amigos y los apartó de la mesa lo más rápido que pudo para evitar el desastre.

—Bueno, Jo, creo que llegó la hora de irnos a casa y prepararnos para el baile —dijo Meg.

—¿Estás segura? —puso los brazos en jarra y miró a su alrededor, buscando alguna cosa más qué hacer.

—Meg tiene razón, Jo; tú y las demás chicas deberían irse ya antes de que se les haga tarde —le aconsejó John, colocando su mano sobre el hombro de la chica, sonriéndole amablemente—. Sé que a ustedes les toma tiempo ponerse más bonitas de lo que son cuando se trata de bailes y no quiero que tengan ningún contratiempo.

La aludida frunció el entrecejo.

—¡Bah! John Brooke, qué zalamero resultaste ser, ahora sé cómo lograste conquistar a mi hermana.

—¡Oh, Jo! ¡No digas eso! —sonrojada, Meg se llevó las manos a las mejillas, esbozando una hermosa sonrisa.

Todos comenzaron a reírse de buena gana y, al final, Jo cedió y tanto ella como todas las mujeres se volvieron a sus casas para prepararse y ponerse bonitas.

—Bueno, amigo, tu Jo no será la gran belleza, pero tiene una personalidad "apabullante" —se burló el pícaro de Tom.

Laurie le lanzó una mirada de puñal, pero Dany intervino con su acostumbrado sentido común:

—Creo que quien se case con ella no se aburrirá jamás, ¿no crees, Laurie?. Eso es mucho más importante que cualquier belleza física.

—Bueno… pienso lo mismo pero… —volvió su apesadumbrado rostro hacia la puerta por donde habían salido las chicas— a veces Jo tiene un carácter terrible y no sé si podré soportarla sin perder la cabeza…

—Laurie… —murmuró John, preocupado.


Pasaron algunos segundos sin decir nada hasta que James rompió el silencio, apuntando despreocupadamente hacia la mesa de los bocadillos.

—Albert se está comiendo los flanes…

Soltando algunas maldiciones, el grupo de jóvenes corrió hacia el glotón y lo alejaron inmediatamente de la deliciosa mesa antes de que acabara con todo lo que había en ella. ¡Con lo que se enfadarían las chicas si no quedaba nada de los bocadillos!

Y mientras que ellos evitaban aquel desastre culinario, todas las muchachas comenzaron con la ardua tarea de "ponerse bonitas" en cuanto llegaron a sus respectivas casas. Sandra y Michelle se fueron al hotel en donde se hospedaba Sally para probarse varios vestidos que ella estaba dispuesta a obsequiarles, y claro, Jo y Meg regresaron a la pensión de los Kirke para ayudar a sus hermanas menores con sus preparativos para su primer baile. Las cuatro chicas estaban muy entusiasmadas con la perspectiva de pasar solas su primer festejo de año nuevo preparado por ellas mismas. Los hermosos y elegantes vestidos de ensueño que tía March les había obsequiado les venía como anillo al dedo para esa ocasión. Como era de esperarse, Jo se encargó de Beth y Meg de Amy, logrando que ambas quedaran echas unas verdaderas bellezas. Luego, las mayores se dedicaron a su propio acicalamiento y pronto ellas también estuvieron listas.

Eran ya cerca de las ocho de la noche cuando las cuatro jóvenes salieron de las habitaciones que alquilaban y se toparon con los ya listos Laurie, Jeremy, John, el John de color y el pequeño e inquieto Tom, quien no paraba de moverse y desarreglarse la ropa, pues le parecía muy incómodo y hasta vergonzoso vestirse tan elegantemente.

Los muchachos las habían estaban esperando hacía como media hora y, sin que ninguno de ellos llegara a decirlo, concluyeron conjuntamente que la espera había valido la pena. ¡Las chicas estaban preciosas!

—Sus carruajes las esperan, mis hermosas princesas —les dijo Laurie, inclinándose galantemente, provocando una risita reprimida en las avergonzadas muchachas… Bueno, casi todas, pues a Jo, como siempre, aquello le había parecido una estupidez y bajó las escaleras muy malhumorada sin decirle una sola palabra al consternado joven.

—Beth, yo… te traje una flor —Jeremy extendió una hermosa rosa blanca hacia la sonrojada chica, quien la tomó delicadamente entre las manos—. Yo tengo una también, me la pondré en la solapa del saco.

—Entonces yo me la prenderé en el pecho —le replicó con un hilo de voz, colocándosela en el vestido de seda anaranjado pálido y tul blanco.

Con las mejillas arreboladas, su novio hizo lo propio.

—¡Oh! ¡Qué romántico! —suspiró Meg, llena de ternura, entonces, John la tomó suavemente de la mano.

—Lamento no haberte dado nada en esta noche tan especial, Meg.

—¡Oh! ¡No te preocupes por eso, John! —colocó su mano en la mejilla de su novio y le sonrió dulcemente—. Este momento debe ser más especial para ella que para mí —volteó a ver otra vez a la parejita de pianistas—. ¡Estoy tan feliz de que Beth haya encontrado el amor en un muchacho tan atento y educado como Jeremy!

Laurie nada dijo, pero no pudo evitar sentirse envidioso por el amor que se profesaban los flamantes novios. ¡Ojala Jo fuera más accesible en sus sentimientos!

—Qué bien te ves, Tom. ¿Qué tal me veo yo, eh? ¿Te parezco una princesa? —le preguntó Amy con su acostumbrada vanidad como hacía cada vez que estrenaba un vestido nuevo.

El molesto niño la miró de arriba abajo con la boca fruncida y los brazos cruzados sobre el pecho. Su amiga vestía un bellísimo vestido de seda verde manzana con volados verde oscuro y sus cabellos rubios estaban recogidos con una guirnalda de margaritas.

—¡Bah! ¡Pareces un perrito faldero! 

Apenas terminó de hablar, recibió un formidable chicotazo en la cabeza de parte de su hermano mayor.

—¡Ay! ¿Por qué me golpeaste? —se quejó, sobándose el chichón y mirándolo de reojo.

—Porque no fuiste un caballero con la pequeña Amy —replicó con tono enfadado—. Discúlpate con Amy, Tom, o te regresarás a casa con mamá mañana mismo.

El chico, avergonzado y cabizbajo, dudó varios segundos antes de hacerlo.

—… Perdón…, Amy.

Como respuesta, la niña hizo un puchero y sus ojos celestes se llenaron de lágrimas.

—¡No me importan tus disculpas! ¡Te odio! ¡Buuuuaaaaaah! —y bajó corriendo por las escaleras, llorando.

—¡Amy! ¡Ven aquí! —Meg la llamó, pero su hermana no obedeció y salió a la calle para reunirse con Jo.

—Bien hecho, Tom —John suspiró y se cruzó de brazos, mirando acusadoramente a su hermano menor—. Espero que arregles esto en el baile siendo cortes con Amy e invitándola a bailar todo el tiempo en que permanezcan en el baile, ¿entendido?.

—… Está bien —replicó de mala gana.

Minutos después, Laurie, Jo, Jeremy y Beth subieron a uno de los coches mientras que Meg, John, Amy y Tom abordaron el otro con John Moore como su cochero. No pudieron persuadirlo de que no lo hiciera, pero el diligente muchacho negro siempre estaba dispuesto a ayudar a quienes lo habían ayudado a escapar del ejército confederado.

Eran ya las ocho en punto de la noche cuando todos llegaron al salón, Sandra, Michelle y Sally ya estaban allí para recibirlos. Como Jo se había puesto de mal humor por el piropo de Laurie, se fue a un rincón y se cruzó de brazos con la esperanza de que, cuando comenzara la música, se le pasara el enojo. Pero, para su mala fortuna, fue Jeremy el que comenzó a tocar el piano y, aunque lo hacía majestuosamente, el sólo hecho de ver a Beth parada a su lado, observándolo con una mirada llena de infinito amor, no hizo más que ponerla de negrísimo humor, muriéndose de celos.

Veinte minutos después, llegaron Albert, Tom, Dany y James, el grupito de amigos de Laurie que muy pronto alegraron el lugar trayendo sus propios instrumentos de música e interpretando variados temas que gustaba a la juventud en esos días.

A las ocho y media, llegaron Robert y Betty, con los brazos entrelazados no hicieron más que confirmar de una vez su noviazgo ante los miembros de su grupo de lectura.

Pasados cinco minutos, Isaías y Fei Long hicieron acto de presencia con su habitual simpatía y humildad.

Ahora sólo faltaban Anthony y Mario para que el alegre grupo de parranderos estuviera completo para festejar la llegada del año nuevo. Al primero, seguro que lo detenía el trabajo; al segundo, nada, sólo su propia importancia.

En eso, afuera, a metros de la puerta principal del salón, Anthony se detuvo, pensando por enésima vez si hacía lo correcto con asistir al baile. Jo lo había invitado, sí, pero desde que había escuchado aquellas hirientes palabras de su parte, temía volver a escucharlas de nuevo, pero esta vez, cara a cara, y sabía muy bien que no iba a poder soportarlo.

Suspiró quedamente. Era una estupidez sentir miedo por eso, pero le asustaba horrores volver a sentir nuevamente el dolor que había sufrido su corazón. Tal vez Jo no lo sabía, pero ella era muy buena hiriendo a la gente con sus palabras irreflexivas.

Finalmente sonrió y se quitó el bombín, pasándose nerviosamente la mano enguantada sobre sus cabellos castaños.

—Creo que estoy exagerando un poco… Ella apenas tiene dieciocho años y es de esas chicas cuyas mentes maduran más rápido que sus corazones. Debo seguir esperando y ser paciente, sé que ella lo vale, estoy seguro.

—De eso no tengo duda, señor periodista.

Sorprendido, Anthony se volvió y se encontró frente a frente con el mismísimo Mario Mazzini, sonriéndole sarcásticamente, sus ojos azabaches brillaban con la perspectiva de una pelea de ingenio.

—Es de mala educación escuchar los soliloquios ajenos, señor Mazzini —le dijo con tono molesto.

—Cualquiera puede escuchar un soliloquio sin quererlo mientras que el autor de dicho soliloquio se queda en plena calle a riesgo de ser escuchado por cualquiera.

El joven periodista enarcó la ceja.

—Si no fuera usted un revolucionario insensato, señor Mazzini, estoy seguro de que me gustaría mantener una interesante conversación con usted.

—Si no fuera usted un periodista farsante, señor Boone, estoy seguro de que nos enfrascaríamos en conversaciones interesantísimas.

Ambos volvieron a sonreír, aún así, era más que evidente la intensa antipatía y tirantez que sentían entre los dos.

—¡Anthony! ¡Mario! ¿Qué están haciendo aquí afuera? ¿Por qué no entran al salón? —Laurie los había visto desde la puerta cuando se acercó a ver si alguno de ellos dos aparecían, sorprendiéndose de encontrarlos afuera, conversando.

—Señor Laurence, hace como dos semanas que no nos veíamos —lo saludó el periodista, extendiendo la mano hacia Laurie, quien la tomó sin dudar.

—Supongo que ambos hemos estado muy ocupados.

—Pensando en la misma joven, me imagino —intervino el italiano, sonriendo maliciosamente.

—¿A qué se refiere con eso? —Laurie volteó hacia él, muy molesto.

—Me refiero a Jo, ¿a quién más, si no? —replicó frescamente.

Laurie frunció el entrecejo y Anthony se le quedó mirando en silencio.

—Pensé que habíamos acordado una tregua, señor Mazzini, ¿o acaso lo ha olvidado? —se quejó el primero.

—¿Decir la verdad es romper nuestra tregua, señor Laurence? —replicó—. La verdad para nosotros, es la presencia de cierta escritora en este baile, una joven temperamental cuyo nombre masculinizado conocemos muy bien y que nos ha cautivado desde el primer día en que la conocimos y que nos ha rechazado una y otra vez nuestros sutiles avances hacia ella.

—No me gusta como lo dice —rebatió Laurie, ofendido.

—A mí tampoco me gustó, pero es la verdad —asintió Anthony.

—¿Cómo dices? ¡Anthony!

El aludido sonrió.

—Sin quererlo, Jo nos ha cautivado con su forma de ser, pero también esa misma forma de ser la que nos está lastimando, ¿o me equivoco? Esperar a que su corazón madure y que finalmente ponga fin a nuestro sufrimiento, nos está cansando demasiado.

El joven Laurence lo miró sorprendido.

—¿Así te sientes, Anthony? … No suenas como aquella vez que nos citamos en el café.

Anthony se alzó de hombros.

—Tal vez necesito unas vacaciones. No he tomado ninguna desde que comencé a trabajar como periodista en New Cord. Y tú sabes tan bien como yo que nuestra buena Jo es capaz de agotar a cualquiera con su temperamento.

—Te tomo la palabra —confirmó con una amplia sonrisa.

—… Creo que, esta noche será mi última oportunidad —continuó Anthony en voz baja, borrándole la sonrisa a Laurie, no sólo por lo que había dicho, sino por la gran tristeza reflejada en su voz.

—… Anthony, tú… ¿Estás bien?

El aludido alzó la cabeza y se le quedó mirando largamente para luego romper en carcajadas, sobresaltando al muchacho.

—¡Mi pobre Laurie! Sí que eres ingenuo, ¿eh? —Lo palmeó en la espalda, dirigiéndose hacia el salón—. Vamos adentro de una vez, ¿quieres? ¡Ja, ja, ja!

El joven Laurence se giró furioso hacia él, colorado como un tomate porque había caído como un chorlito en la broma de aquel astuto periodista.

—Ja, ja, ja… Qué gracioso —metió las manos a los bolsillos y lo siguió de mala gana.

Mario se quedó solo en la vereda, observando en silencio cómo sus dos rivales más fuertes ingresaban al edificio.

Sonrió. Sus cejas estaban arqueadas sobre sus ojos negros.

—Es verdad; Laurie es muy ingenuo —y entró él también al salón, de donde podía escucharse las risas de los festejantes acompañados por la buena música y el calor de la amistad.

/Sinceranente no entiendo a los hombres, y menos cuando hablan de mujeres… ¿Ustedes sí? Tom fue muy malo conmigo y yo no le hice nada a él; ese italiano malvado dijo que no iba a intentar nada con mi hermana, pero ahora no estoy segura si será así; y ese Anthony es el más raro de todos, en un momento está triste y al otro feliz… Y luego dicen que nosotras somos las complicadas./


*Notas de una Autora Descuidada:*

/**Lizzy Bennet, es la protagonista de la novela Orgullo y Prejuicio, escrita por Jane Austen en 1813, cuya forma de ver a las personas es muy parecida a la de Jo.*/

*¡Hola de nuevo! ¿Qué pasará en el baile? Ya lo veremos ^_^ Muy pronto Jo comprenderá que debe aprender a contener su carácter si no quiere seguir hiriendo a los demás con sus mordaces palabras, y esa lección la guiará hacia el hombre con el que compartirá toda su vida O.O*



Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 37




Notas de una Bloggera Descuidada:
¡Hola! ¿Cómo están? Espero que bien 😉
Comencé de ver el anime Blue Seed, y el drama japonés Escuela Técnica Asuko, terminé de subtitular el kdrama La Mujer de Mi Esposo, sigo subtitulando la miniserie japonesa Inspector Zenigata, estudiando japonés y dibujando mi webtoon Anshel y escribiendo mi novela ligera Fenómenos. ¡Siempre ocupada mientras trabajo!

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Sayounara Bye Bye!

Yu-Chan 💖
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