Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 37

               Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Yu-Chan


*Capítulo 37: Sobre Cosas del Carácter y el Deber*


/Por fin mi hermana Jo decidió invitar a Anthony a nuestra celebración de año nuevo, pero parece que está muy confundida con lo que le pasó el otro día con ese malvado italiano… ¿Qué será?/

Ajena a lo que ocurría con su hermana Beth, Jo iba y venía a lo largo de la acera en donde se encontraba la editorial /New York Chronicle/. Como era ya fruto de su carácter, caminaba de manera muy poco femenina, dando grandes zancadas, tenía las manos enguantadas metidas en los bolsillos del abrigo, la cabeza baja con el seño fruncido, perdida en sus pensamientos, tropezando y disculpándose con los transeúntes con los que chocaba, quienes volvían la cabeza pensando que la pobre estaba demente. 

De repente, se detuvo de golpe frente a la puerta y miró decididamente hacia la escalera.

—¡Pero, bueno, tonta! ¿A qué rayos le tienes miedo? —Se dijo, para darse valor— ¡Sube a verlo y díselo de una buena vez, caramba, o te quedarás aquí dando vueltas hasta muy entrada la noche!

Y aprovechando aquel arranque de valor, dejó de lado su orgullo y subió rápidamente las escaleras antes de correr el riesgo de arrepentirse.

Grande fue la sorpresa de Anthony y sus compañeros cuando la vieron entrar a la oficina del primer piso, abriendo la puerta con un solo y brusco movimiento.

—¡J-Jo! ¿Pero qué haces aquí? —preguntó, soltando el lápiz con el que estaba haciendo algunas correcciones al relato que había escrito en su borrador sobre lo que ocurrido el día del enfrentamiento entre los jóvenes revolucionarios y la policía.

—¡Uh! ¡La que se va a armar! —exclamó Steven, bajando rápidamente los pies del escritorio, preocupándose por la salud de su amigo, pues estaba muy enterado del carácter furibundo de la aspirante a escritora.

De pronto, Jo se dio cuenta de cómo había entrado, así que miró a su alrededor y notó que los compañeros de Anthony la estaban observando detenidamente entre la curiosidad y el recelo.

—¡Que tengan un buen día a todos! —se inclinó tan pronto como volvió a incorporarse—. Discúlpenme si fui grosera al entrar así.

—¡Oh, no! No tienes de qué preocuparte, pequeña —le sonrió amistosamente la secretaria del jefe de la editorial, levantándose de su asiento para acercarse coquetamente a ella—. Estás buscando a Anthony, ¿verdad?

—¿Pero cómo lo sabe? —pestañeó un tanto asombrada.

Frida soltó una pequeña carcajada, tapándose la boca delicadamente mientras se tomaba la libertad de colocar su brazo alrededor de la cintura de Jo.

—¡Pero, querida! ¿Cómo ni iba a saberlo? ¡Anthony siempre está hablándonos de ti! ¡Nos tiene hartos!

—¿¡Cómo! —abrió los ojos como platos, con las mejillas arreboladas y la ira a flor de piel.

Antes de que aquella chispa iniciara un tremendo incendio, Anthony se puso de pie como ayudado por un resorte y salió disparado para interponerse entre su entrometida compañera de trabajo y Jo.

—¡J-Jo! ¿Qué te parece si más tarde voy a visitarte a la pensión? Creo que podré hacerme un tiempo…

—No, no, no —lo interrumpió, negando con la cabeza y las manos—. Escucha, Anthony: si no tienes tiempo, no vayas, ¿bien?

Y, para la consternación y desencanto del joven periodista y de sus compañeros, ella se dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta por donde había entrado, la abrió y se detuvo bajo el umbral, girando su cabeza hacia él.

Aún así, por lo menos, trata de hacerte algo de tiempo libre para venir a celebrar el año nuevo con nosotros, ¿eh? —le sonrió amistosamente y se despidió con la mano—¡Te esperamos a partir de las ocho de la noche en el salón de reuniones del barrio de los artistas! ¡Nos vemos hasta entonces, Anthony!

Y desapareció detrás de la puerta, dejando a todo el mundo boquiabierto.

—Vaya, te felicito, mi amigo —lleno de júbilo, Steven puso bruscamente la mano sobre el hombro de Anthony, sobresaltándolo.

—¿Eh? ¿Cómo? —parpadeó, mirándolo detenidamente para luego sonreírle calmadamente—. Bueno, no es para tanto, Steven, Jo sólo me invitó a celebrar el año nuevo con ella y sus amigos.

—¿Ya lo había hecho antes? —preguntó la siempre entrometida Frida.

Anthony se quedó pensativo por algunos instantes antes de responder.

—Pues no, nunca lo hizo.

—¡Entonces, ahí está, amigo! ¡Por fin se está enamorando de ti! —el fotógrafo le palmeó fuertemente la espalda, haciéndole perder un poco la estabilidad.

—¡Oh, Vamos! —se llevó la mano a la nuca, sonrojándose ligeramente—. ¿Jo enamorada? Me parece algo difícil de imaginar, no sabes cómo es ella en verdad, es demasiado orgullosa como para admitir sentir ese sentimiento por un hombre.

Frida se encogió de hombros y se encaminó elegantemente a su escritorio.

—Entonces, a esa chiquilla le falta madurar —dijo—, pero ya verás cuando lo haga, y entonces me dirás si fue capaz de dejar su infantil orgullo a un lado para decirle "te amo" a un hombre.

El joven periodista puso los brazos en jarra y esbozó una pequeña media sonrisa.

—Es algo que no puedo ni siquiera imaginar, Frida, pero te aseguro que de nada me ayudas si eres indiscreta con Jo.

La mujer le sonrió también, pero más fresca que una lechuga.

—De nada, querido —y se sentó frente al escritorio para continuar con su trabajo interrumpido intencionalmente.

Entretanto, Jo caminaba rápidamente por la acera del parque que se encontraba cerca del diario, perdida en sus pensamientos que giraban incesantemente alrededor de un tema en especial: su primer beso.

No era que le hubiera gustado, no, en verdad le había desagradado sobremanera, sencillamente lo odiaba, pero no podía quitarse de la cabeza la idea de que mejor hubiera sido otro el que la besara.

Frunció el entrecejo, allí estaba la verdadera cuestión: ¿quién podría ser ese otro? A los únicos muchachos que conocía lo suficiente eran Laurie, Anthony y David.

Una especie de estremecimiento la hizo sacudir la cabeza con asco cuando el último nombre cruzó por su mente. ¡Ni loca recibiría un beso de David! Antes que él, prefería que la besara una rata.

Siguió caminado, se fijó a ambos lados de la calle y cruzó hacia la otra manzana para seguir cómodamente con sus cavilaciones.

¿Laurie? Laurie tan sólo era su amigo, un buen amigo, y no deseaba, ni por asomo, que su gran amistad se transformara en otra cosa porque sabía muy bien que ambos terminarían peleándose por pequeñeces y lo echarían todo a perder, sin dejar esperanzas para, aunque fuera, siguieran siendo amigos. No, Laurie tampoco podría ser.

¿Anthony? Anthony era un presuntuoso, sí, vanidoso también, pero en el sentido varonil de la palabra. Fueron muchas las veces en que le pareció que él estaba flirteando con ella, y como era muy arisca, siempre se las ingeniaba para "cortarle el rostro". Le molestaba muchísimo aquella clase de cosas que a la mayoría de las chicas gustaba, prefería que un hombre dejara de hacer esas tonterías y fuera más sincero con sus emociones sin necesidad de lisonjear estúpidamente.

Pero… ¿y si Anthony no se comportara de esa manera? después de todo, él era un muchacho muy maduro, inteligente y emprendedor, además de ser alto y atractivo y poseedor de una sonrisa encantadora...

—¡Cáspita! ¿En qué diablos estoy pensando? ¡Qué tonta soy! —se quejó, llevándose ambas manos a sus arreboladas mejillas, espantada y avergonzada de sus propios pensamientos—. ¡Argh! ¡Ese maldito de Mario me las pagará en cuanto lo vea! ¡Sólo me hace pensar en estupideces como si fuera una tonta cabeza de chorlito!

—¿Y en qué te hago pensar, eh? —le preguntó el mencionado italiano, provocando que Jo se diera el respingo y el susto de su vida.

—¡Ah! ¿Eres un idiota o qué? —se quejó, llevándose la mano al corazón, fulminándolo con la mirada.

—Un italiano —respondió frescamente, haciendo que la muchacha se enojara aún más.

—Bueno, si vas a mofarte de mí, más te vale que sigas con tu camino y me dejes en paz —y continuó con su camino, furiosa, con los puños y los dientes apretadísims. Si tan sólo fuera un chico en vez de una chica, lo pondría en su lugar al italiano.

Mario se le quedó mirando muy divertido por unos instantes antes de comenzar a seguirla, caminando muy orondo por detrás de ella.

Jo enarcó la ceja y frunció la boca, sabía que él la estaba siguiendo y eso no hacía más que ponerla más y más furiosa. Una manzana después, ya no pudo seguir tolerando por más tiempo aquella situación, se quedó plantada de repente y se volvió hecha un demonio hacia un sobresaltado Mario.

—¡No sé qué te traes entre manos, Mario Mazzini! ¡Pero más te vale que te des la media vuelta y te alejes de mí o si no te daré tal bofetón que nunca podrás olvidar!

—¡Uyuyui! ¡El volcán Jo hizo erupción! —se burló, levantando ambas manos, encolerizando aún más a la joven escritora, quien finalmente se dejó llevar y le lanzó un formidable cachetazo, dándole justo en la mejilla, haciéndole volver el rostro.

Arrepentida y avergonzada por perder los estribos de esa manera, Jo se llevó la mano hacia el pecho, cubriéndola con la otra. Sólo Amy había logrado hacerle perder la cabeza cuando ésta le había quemado adrede su novela, y Jo se había prometido a sí misma y a su madre en que dominaría su carácter iracundo. Ahora, Mario Mazzini había logrado desequilibrarla de nuevo.

Sintiéndose frustrada y aún llena de ira, Jo se dio la media vuelta y pretendió escapar corriendo de allí, pero el italiano le dijo algo que la detuvo de inmediato.

—¿Tanta vergüenza te da ser tú misma, Jo?

Lentamente, la chica se dio vuelta y lo miró de reojo.

—Una mujer no debe comportarse así… —replicó de mala gana.

—¡Bah! ¡Esas cosas son tonterías! —se alzó de hombros con una sonrisa burlona—. Ideas de viejas puritanas y de hombres machistas que no soportan que sus mujeres tengan carácter.

—¿Cómo puedes decir eso tan horrible? ¡Mis padres no son nada de eso!

—¡Ja! Te apuesto a que tus padres son buenas personas con buenos principios, ¿verdad? Así ser buena chica es fácil, ¿no te parece? Pero, dime, Jo, ¿qué pasaría si terminas casándote con un patán sin principios que sería capaz de golpearte todos los días, ¿eh? ¿Serías capaz de aguantarte golpizas por un amor enfermizo hacia él o por los principios que te enseñaron tus padres?

—¿Pero qué dices? ¡Nunca me pasaría algo así! ¡La gente no es tan mala!

—¡Oh, Jo, Jo! —negó con la cabeza con un gesto condescendiente, poniendo los brazos en jarra—. ¡Qué poco has vivido! Crees eso porque siempre te rodearon buenas personas, pero deberías saber que también hay espinas en tu mundo de rosas.

"¡Diablos! ¡Qué buena frase dijo este tipo! —pensó Jo—…. Deberé recordarla para utilizarla más adelante en una de mis futuras novelas…".

—Muy por el contrario de lo que crees, Mario, esas "espinas" también tienen su lado bueno y, por ende, tienen esperanza de salvación —replicó triunfante.


—¡Oh, qué bien! ¡Hasta das sermones de iglesia! —levantó las manos con las palmas hacia el cielo, burlándose de Jo, haciendo que enrojeciera hasta la coronilla.

—¡Oye, no te burles! ¡Lo que digo es verdad! ¡Todas las personas tienen su lado bueno!

—¿Eso es lo que crees, pequeña ingenua? —sonrió entre dientes. Furioso, pero ocultándolo muy bien, se agachó hacia Jo hasta casi tocar su nariz con la de ella, haciéndola retroceder un paso.

—¡¿P-pero qué haces? —se quejó, poniéndose aún más nerviosa que antes. Mario ignoró sus protestas.

—¿Sabes una cosa, chiquilla? Las espinas seguirán siendo espinas por más que las riegues con hermosas palabras de bondad. Nunca podrán transformarse en rosas si su naturaleza es perversa. Mi madre era una hermosa y compasiva rosa italiana, criada como tú con la idea de ser siempre una mujer sumisa y obediente con su esposo, más allá de todo lo que pase, con tal de mantener la familia unida —sonrió una vez más, pero esta vez era una sonrisa dolorosa—. Sí, esas malditas enseñanzas que logran aplacar el verdadero carácter de una mujer, convirtiéndolas en borregos estúpidos de ojos lastimosos, quitándoles todo su atractivo como el ser único que una vez fueron, obedeciendo la voluntad de sus esposos sin quejarse y sin decir lo que realmente piensan… Mi madre, según me contaron mis malditos abuelos, solía ser una niña de carácter fuerte, así que, temiendo que nunca encontraría un esposo, la "domesticaron" hasta que por fin se convirtió en una señorita de buenos modales, incapaz de hacerse valer como persona. Luego conoció a mi maldito padre, ése, que por más que la iglesia o mi madre intentaron cambiar con hermosas palabras de amor, bondad y redención, la golpeaba siempre que se le daba la gana, estuviera borracho o no, la maltrató hasta matarla. Sí, la mató, la mató frente a mis ojos y yo no pude hacer nada en ese momento. ¿Sabes cuántas veces le había dicho a mi madre que nos fuéramos de casa? ¿Sabes cuántas veces ella me dijo que esperáramos, que él cambiaría con el amor de Dios? Ahora mi madre está muerta y mi maldito padre ya tiene a otra mujer a quien maltrata a diario. Todos los días pienso que si mi madre no hubiera sido tan ingenua, podríamos estar juntos ahora, pobres, como siempre, pero juntos y felices… —se enderezó, se cruzó de brazos y sonrió—. ¿Y bien, Jo? ¿Aún crees que cualquier espina puede transformarse en una rosa? No niego que eso pueda ocurrir, pero también existen personas que jamás cambiarán y seguirán siendo unos malditos patanes por más buena voluntad que tengan las personas por cambiarlos.

—Yo… Yo no sabía eso… —Jo estaba francamente impresionada, jamás había escuchado semejante historia. Después de todo, había estado viviendo en una torre de marfil. Anthony tenía mucha razón, debía conocer mucha gente para acrecentar su experiencia y poder convertirse en una excelente escritora.

—Escucha, amiga —un sonriente Mario se pasó la mano sobre su rizada cabeza negra—, no te conté todo esto para que sintieras pena por mí, sino para que sepas que debes ser tú misma, ése es tu encanto.

—Pero ser yo misma casi le cuesta la vida a mi hermana Amy. Me enojé tanto con ella por una maldad que me hizo que no la perdoné sino hasta que casi se muere por mi culpa.

—Bueno, eso sí que fue culpa tuya, por lo que veo —sonrió con sorna.

—¿Qué? ¡Pero…!

Mario negó con el dedo para que guardara silencio y colocó su mano sobre su esbelto hombro.

—Una cosa es la debilidad de carácter (o exaltación) y otra es negar tu verdadera esencia, Jo. ¿Sabes por qué nunca me gustó Sandra? Porque ella es capaz de negar su esencia por el amor de un hombre. Yo no creo que tú seas capaz de algo así, creo, moldearte para gustarle a un hombre. No sé si alguna vez te casarás, pero trata de no cambiar para agradarle a un hombre, debes ser mejor, pero no diferente, si algún tipo se enamora de ti, trata de que se enamore también de tu forma de ser y que no trate de cambiarte, sino de soportarte las mañas que tengas.

Jo torció el gesto un tanto disgustada.

—Eso que dijiste al final no fue muy caballeroso de tu parte.

—¡Bah! ¿Y quieres que cambie mi forma de ser sólo para agradarte, señorita huracán?

—¿Señorita huracán? —Jo puso los brazos en jarra, fingiendo que estaba enfadada, pero, unos segundos después, ambos se estaban riendo de buena gana.

—¿Quieres que te acompañe a tu casa, Jo? Ya está anocheciendo y los tipos como yo abundarán en las calles —le propuso, siempre con marcada ironía.

—Está bien —lo miró de reojo—. Todo lo que pasó entre nosotros el otro día, está enterrado y olvidado, ¿de acuerdo? A pesar de tu arrogancia, me pareces un tipo estupendo aunque me hagas perder la paciencia con tus burlas.

—¡Ah! ¿Qué sería de los hombres sin la lástima de las mujeres? —se mofó—. Me disculpo sinceramente por mi comportamiento del otro día, Jo, tú me gustas mucho, pero creo que soy muy nocivo para ti, así que prefiero que seamos muy buenos amigos porque creo que eres una chica de lujo.

¿Eh? ¿Qué gustas mucho de mí? —parpadeó varias veces, sorprendida con la franqueza de Mario—. ¡Vaya que eres lisonjero, ¿eh?

El italiano soltó una carcajada tan estrepitosa que hizo que varios transeúntes se voltearan para mirarlo con desaprobación, poniendo a Jo un tanto incómoda.

—Bueno, vámonos ya si quieres acompañarme —le dio la espalda y comenzó a caminar con las manos metidas en los bolsillos—. Pero te advierto que, aunque siga tus consejos, nunca me olvidaré de las sabias enseñanzas de mi madre.

Mario esbozó una media sonrisa y, con unas cuantas trancadas, estuvo al lado de la joven March.

Caminaron en silencio hasta que llegaron a la puerta de entrada de la mansión de los Kirke. Antes de entrar, Jo se detuvo en la escalinata y se giró hacia Mario.

—Tengo pensado invitar a todos mis amigos del salón de lectura a un baile de año nuevo que organizaremos mis hermanas, Laurie y yo. ¿Te gustaría asistir? La haremos en el salón de reuniones del barrio de los artistas.

Mario se alzó de hombros, aparentando desinterés.

—Si ya somos amigos, iré.

—Pues claro que ya somos amigos, bobo.

—Muy bien —le hizo una despedida con la mano al estilo militar—. Nos veremos entonces, "señorita huracán".

Y se marchó silbando una tonadita alegre de su país natal, metiendo las manos en los bolcillos de los pantalones y caminando como si ninguna preocupación nublara su mente. Jo se le quedó mirando, esbozando una gran sonrisa.

"Podrá ser un patán —pensó—, pero no cabe duda de que es un buen tipo"

—¿Ése era Mario Mazzini? —preguntó Laurie, sobresaltándola.

La aludida se volvió y encontró a su amigo de pie en la puerta de la pensión. Se lo notaba muy molesto, otro tanto preocupado y un poquito curioso.

—¿Sabes, Laurie? —Jo estaba de muy buen humor como para ponerse a dar explicaciones o reprocharle su intrusión—. Si alguna vez llegara a casarme, espero que lo haga con un hombre que me acepte tal y como soy, con mis cosas buenas y malas y que no intente moldearme a su gusto.

Dicho esto, se metió a la casa, dejando a Laurie bastante perplejo. Luego sonrió lleno de felicidad.

—Pues ten la seguridad que yo te acepto tal cual eres, Jo.

Y entró él también a la pensión, muriéndose de ganas por saber de qué estaba hablando su amiga con aquel italiano buscapleitos, pero, ya más curtido en cuanto a su relación con ella, sabía que debía ser paciente, dominar su curiosidad y esperar a que Jo se lo contara todo ella sola.

/No sé si habrá sido un consejo bueno o malo, pero parece que Mario no es un mal tipo, creo yo, y que se preocupa por Jo… No lo entiendo mucho, pero parece que, aunque le dijo que gusta de ella, no está interesado en conquistarla. ¡Qué hombre tan raro! /


*Notas de una autora descuidada:*

*Bueno, ahora sí que Mario y Jo hicieron las paces además de que ella por fin invitó a Anthony al baile sin ponerse a pelear con él. Pero el beso que Mario le dio a Jo no caerá en saco roto y se verán las consecuencias en la noche del baile de año nuevo XD*


Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 36



Notas de una Bloggera Descuidada:
Comencé de ver el anime Blue Seed, aún no sé que drama comenzar a ver este fin de semana, terminé de subtitular el kdrama La Mujer de Mi Esposo, sigo subtitulando la miniserie japonesa Inspector Zenigata, estudiando japonés y dibujando mi webtoon Anshel y escribiendo mi novela ligera Fenómenos. ¡Siempre ocupada mientras trabajo!

¡Gracias por visitar el blog!
¡Cuídense y no olviden comentar!
Sayounara Bye Bye!

Yu-Chan 💖
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Comentarios

  1. Disculpa, soy yo de nuevo jeje ¿No volviste a saber nada de natsuki23_love?

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    Respuestas
    1. Hola! Nada de nada... Son pajaritos de paso por el blog... Una pena... 😢

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