Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 39

                 Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Yu-Chan

*Capítulo 39: La Declaración Amorosa de Anthony*


/El baile ha comenzado, ¡mi primer baile! Todos estamos muy contentos y parece que Tom se disculpará por las cosas feas que me dijo porque lo veo ir y venir cerca mío, como si no se animaría a decirme algo… Jo sigue de mal humor y Beth y Jeremy siguen siendo la pareja más linda del baile. ¡Cuánto los envidio!/

Cerca de las 10 de la noche, el baile estaba en su apogeo, los festejantes estaban de muy buen humor y el pequeño Tom había hecho las paces con Amy ofreciéndole un flan y jugo de naranja. Anthony y Laurie rondaban alrededor de Jo sin animarse todavía con invitarla a bailar, pues suponían que, si seguía de mal humor, sería muy perjudicial para la salud.

El otro Tom, el divertido amigo pelirrojo de Laurie, se había quedado absolutamente prendado de la sencillez de la tímida Michelle y, luego de algunos torpes intentos, logró invitarla a bailar. Como era de esperar, ella se negó. Tal negativa desorientó un poco al muchacho, pero, como él también era un chico comprensivo y testarudo, finalmente la entendió y se pasó toda la noche conversando con ella sobre temas musicales, artísticos y filosóficos, descubriendo entonces lo mucho que congeniaban entre ellos. A Michelle le costaba mucho ser sociable, pero estaba muy agradecida con aquel muchacho que se había acercado a ella para conversar sin importarle su timidez, haciéndola reír con sus ocurrencias.

Meg y John, como era de esperarse, bailaron juntos toda la noche al igual que Beth y Jeremy; en cambio, Betty y Robert se la pasaron peleando casi todo el tiempo, pero siempre terminaban juntos al final.

Como Sandra no tenía pretendientes ni tampoco novio, se permitió bailar con Laurie, Anthony y Fei Long, evitando cruzar su mirada con Mario, pues aún conservaba algunos sentimientos de amor hacia él y se avergonzaba de ello. Albert, en cambio, dedicó toda su atención a la comida mientras que Dany, Isaías y James ponían la música con sus destrezas en el piano, el violín y el violonchelo, respectivamente.

Aún así, la reina del baile fue Amy, quien se dio el lujo de bailar alegremente con Laurie, Anthony, John (el prometido de Meg), John Moore, Fei Long, el pequeño Tom y, aunque primero se asustó, también bailó con el mismísimo Mario Mazzini.

Parada delante de las cortinas y con las manos detrás de la espalda, Jo había empezado a cansarse de su propio malhumor y, sin darse cuenta, sus pies habían comenzado a seguir el ritmo de la música, deseosa de salir a bailar. Terminó recriminándose a sí misma por haberse enojado con Laurie por una tontería, estaba segura de que él no la invitaría a bailar porque estaba muy ocupado con Amy, pero depositó sus esperanzas en Anthony, a quien miraba de soslayo de vez en cuando.

El buscado periodista estaba tomando una vaso de naranjada cuando se dio cuenta de los latentes pedidos de auxilio de Jo. Por unos segundos los nervios lo gobernaron, pero la expectativa de poder bailar con ella por primera vez devolvieron su valor, así que dejó el vaso sobre la mesa y caminó con paso decidido hacia la chica.

Jo se percató inmediatamente de la aproximación de Anthony y no pudo evitar ponerse colorada como un tomate.

"Qué tonta soy —pensó, estrujando nerviosamente con las manos la falda del vestido rosa con vuelos del mismo color—, ¿por qué me pongo así? Sólo vamos a bailar…, si es que viene a eso, claro".

—¿Me permites bailar esta pieza contigo, Jo? —le propuso con una gran sonrisa, ofreciéndole el brazo en cuanto estuvo a su lado.

La invitada se le quedó mirando con la boca abierta como una completa idiota, pero pudo reponerse enseguida y tomó rápidamente el brazo de su amigo. ¿Por qué se estaba comportando de esa manera tan idiota esa noche?

—Pues claro que sí, para eso estamos aquí, ¿no?

Y allí estaba, por fin, la exuberante personalidad de Jo.


Feliz como nunca antes había estado en su vida, Anthony la llevó hasta el centro del salón y comenzaron a bailar un hermoso vals. Laurie no podía dar crédito a lo que veían sus ojos, dejó de bailar con la extrañada Amy y sintió cómo la furia y los celos comenzaron a devorar su corazón. Mario, entretanto, se deleitaba observando aquella escena, apoyado cómodamente en el alféizar de una de las ventanas, cruzado de brazos. Aquello se iba a poner muy interesante, si Laurie perdía los estribos, claro.

—Vaya, no sabías que eras tan buen bailarín, Anthony —lo felicitó una Jo muy feliz—. ¿Asistes a muchos bailes?

—¿Yo? Claro que no, Jo, recuerda que siempre estoy ocupado con mi trabajo.

—¿Y entonces?

—Fui a varios bailes cuando era más joven, cuando tenía la edad de tu hermana Beth, más o menos, pero dejé de ir cuando comencé a trabajar como periodista, tal vez unos dos o tres años antes de conocerte. Pero, aparte de eso, creo que siempre se me dio bien eso de bailar —sonrió, no pudiendo evitar sentirse orgulloso por las alabanzas de Jo.

—¡Ah! Vanidoso como siempre, ¿eh, Anthony? —se burló.

—¿Yo, vanidoso? Claro que no —parpadeó, fingiendo sorpresa.

La joven volvió a reírse. No sabía por qué, pero se sentía muy feliz a su lado. Tampoco podía explicarse por qué no había notado antes que las manos de Anthony eran grandes y fuertes, que sus ojos azules brillaban con una mezcla de picardía e inteligencia y que su nariz era recta pero elegante. Era alto, más alto que su primo David y era mucho más maduro e inteligente que Laurie. En definitiva, Anthony Boone era muy atractivo, como hombre y como persona.

Con esos pensamientos aún en su cabeza, Jo fijó sus ojos sobre la sonrisa de su compañero y no pudo evitar pensar en cómo se sentiría besar esos labios.

—¡Oh, diablos! ¿Pero en qué demonios estoy pensando? —abrió los ojos desmesuradamente, sus mejillas se ruborizaron y se quedó como clavada en el suelo, dejando de bailar.

El joven periodista se detuvo también, parpadeando muy extrañado.

—¿Estás bien, Jo? ¿Qué te pasa? En mi vida te escuché decir dos maldiciones seguidas.

Grande fue su sorpresa cuando ella volteó la cabeza, avergonzada. Sus trémulas manos estaban cerradas fuertemente sobre su falda.

—No es nada, no te preocupes.

—Pero, Jo, estás temblando.

—¡Bah! ¡Tonterías! Te lo estás imaginando —y dicho esto con un tono de voz entre el enfado y los nervios, Jo le volvió la espalda y salió disparada hacia la calle, dejando a Anthony completamente confundido al igual que Laurie, quien había estado observándolo todo, con la diferencia que éste último también estaba furioso, pensando que Anthony había ofendido a Jo de alguna manera.

Afuera, en la calle, nuestra joven protagonista no podía detener su agitación, respirando bocanadas de aire frío y con la mano sobre el corazón que no paraba de latir a gran velocidad, como si estuviera fuera de control. Tampoco podía dejar de temblar, no por el frío, sino por la ansiedad de lo que acababa de suceder… ¿Por qué demonios había pensado por segunda vez en besar a Anthony? ¿Qué diantres le estaba pensando? Sabía que algo había cambiado desde aquella vez que se tropezó y cayó sobre él en su cuarto, pero desde que Mario había cometido la desvergonzada acción de besarla contra su voluntad, no había podido dejar de pensar en cómo sería ser besada por alguien que sí valiera la pena, alguien a quien ella le gustara… Y era Anthony, ese periodista un tanto presuntuoso, ése que siempre la había apoyado y ayudado cada vez que su trabajo se lo permitió, ése que la trataba como a su igual pero que a la misma vez no olvidada ser un caballero, ése que a pesar de ser maltratado y gritoneado por ella siempre la aconsejaba y la soportaba… Y ése que era, al fin de cuentas, un muchacho muy atractivo, amistoso, inteligente, maduro y elegante a pesar de su pobreza, era de quien ella se había enamorado sin darse cuenta.

Sí, ella, la que siempre había proclamado con orgullo su soltería eterna, había caído en las redes infranqueables del amor, enamorándose del mismísimo sujeto que la había llamado "chiquilla ignorante" hacía tres años atrás.

A pesar del conocimiento de su descubrimiento, Jo no podía creer semejante veredicto, no, ella no podía estar enamorada de él, era prácticamente imposible. ¿Cómo pudo pasarle tal cosa?

—Oye, Jo, ¿te sientes bien?

La pregunta de Anthony la sobresalto, sintiéndose otra vez muy nerviosa y avergonzada.

Él estaba parado bajo el umbral de la puerta, observándola con una mezcla entre preocupación y extrañeza.

Jo no se atrevió a volverse, tenía miedo de que él pudiera leer su mente o su corazón.

—No seas tonto, Anthony, claro que estoy bien. ¿Por qué me lo preguntas?

—Es que, como saliste casi corriendo del salón, pensé que algo malo te había sucedido.

—Pues ya ves que nada me pasa; ¿Por qué no te vuelves para adentro? Yo iré después, así que ya no me molestas —replicó con tono cortante, cruzándose de brazos, tratando de ocultarle sus verdaderos sentimientos. La horrorizaba el hecho de verse descubierta ante Anthony.

Nada más escuchó por parte de él, sólo el silencio en aquella noche fría, con la brisa helada soplando a través de su vestido, así que creyó que se había retirado al salón, dejándola sola.

Suspiró, ya más tranquila, su aliento dibujó una silueta sin forma frente a su rostro. Lo peor había pasado, ahora debía tratar de olvidar toda la tontería que se le había ocurrido acerca de su "enamoramiento" hacia Anthony.

—Hay algo… que siempre quise decirte, Jo.

A Josephine March se le paró el corazón y los ojos se le pusieron como platos al escuchar aquellas inesperadas palabras salidas de la boca del mismísmo Anthony, quien en realidad no se había marchado, sino que se había acercado más a ella, deteniéndose a unos cuantos pasos de su espalda.

—… N-no quiero escucharlo —Un estremecimiento recorrió todo su cuerpo y no pudo evitar que el tono de su voz saliera como estrangulada.

Anthony pareció titubear, pero decidió que, ya que había iniciado por fin la confesión de su amor, debía terminarla.

—Ya no puedo seguir callando lo que mi corazón siente por ti, Jo.

Y allí estaba lo que tanto había temido escuchar por parte de él desde hacía ya tres años atrás, la chica se mordió los labios y se puso palidísima como un fantasma, no podía dejar de temblar y ni su corazón dejó de latir con salvaje fuerza. Sin quererlo, la emoción la había gobernado por completo al escuchar aquella confesión.

—Anthony, yo… —No se atrevía a volverse, le daba miedo y vergüenza enfrentarlo y revelarle así sus verdaderos sentimientos hacia él después de haber predicado tanto su soltería o sus crueles desplantes.

—No, déjame por lo menos decirte esto, Jo —le rogó, levantando la mano hacia ella pero sin atreverse a tocarla—. No sabes lo difícil que es para mí confesarte mis sentimientos conociendo lo que opinas sobre estas cuestiones del amor.

Jo permaneció en silencio, primero porque se sentía muy confundida y, segundo, sentís curiosidad por escuchar al hombre que parecía conocerla muy bien hasta el punto de saber que podría estar haciendo el ridículo.

Anthony se aclaró la garganta antes de seguir, tratando de reunir el valor suficiente para enfrentarse a aquella joven tan arisca. Pero, el que ella guardara silencio, era de por sí algo prometedor, animándose a seguir adelante.

—Jo, no me fijé en ti como mujer desde aquella vez que me abrazaste bajo aquel viejo árbol cuando el cielo parecía caerse sobre nosotros, ¿lo recuerdas? ¡Fue inolvidable!

Claro que lo recordaba, estaba roja de vergüenza, sus ojos nuevamente se agrandaron, tragó saliva y se mordió los labios. Aquella tarde, su tan cacareado valor se había escurrido entre los brazos de Anthony en cuanto escuchó aquel horrible trueno, haciendo añicos su orgullo y lanzándola desesperada a los brazos protectores de su, en ése entonces, compañero accidental de refugio.

—No sabes cuántas veces traté de decirte lo mucho que me gustabas, pero siempre terminabas rechazándome de una u otra forma, antes de que yo pudiera siquiera pronunciar una sola palabra… Jo —colocó su mano sobre el hombro de la joven, estremeciéndola—, mira, Jo: tú sabes que soy pobre pero también soy muy trabajador, nunca podré darte las comodidades de las que antes disfrutabas con tu familia en Gettysburg, pero sí me ocuparé de que no te falte nada y te apoyaré en todo lo que necesites para que puedas desarrollarte como escritora y actriz, como siempre lo he hecho desde que te conocí...

Jo bajó la cabeza, pues sabía que todo lo que había escuchado era verdad a pesar de que ella siempre se había molestado por los consejos de Anthony, comprendiendo luego de que él siempre había tenido la razón.

Sintió que él presionaba ligeramente su hombro, y supuso que también estaba tan nervioso y asustado como ella.

—¿Sabes que tú eres la mujer indicada para mí, Jo? —sonrió devotamente—. Tu forma de ser tan libre, resuelta y emprendedora, fue la que me motivó a ser más que un simple periodista de pueblo, me motivó a buscar más allá de mi mismo y encontrar nuevos y grandes horizontes, llenos de posibilidades, y crecer como profesional de la prensa escrita. Dime, Jo: ¿crees que soy el hombre correcto para ti? ¿Lo crees? —Rió ligeramente y sacó su mano del hombro de la joven—. Discúlpame si no soy de aquellos tipos que pronuncian hermosas palabras de amor, Jo, no se me da muy bien esas cosas sobre el romance, pero también sé que esas cosas no te gustan porque te parecen falsas…

Jo volteó ligeramente su cabeza hacia Anthony pero sin llegar a verlo. Todo lo que él había dicho era verdad, la conocía muy bien en ese aspecto.

—Querida Jo —siguió, un poco más seguro de sí mismo pero sin dejar de temer una reacción agresiva por parte de ella—, no te pido que me aceptes ahora, podemos seguir siendo amigos si quieres, pero sólo dime si podrás darme una oportunidad para demostrarte lo mucho que te amo y de todo lo que soy capaz de hacer por ti… ¿Me darás entonces alguna esperanza, mi querida Jo? ¿Qué dices? ¿Quieres que sigamos siendo sólo amigos o podrás darnos una oportunidad para ser más que amigos?

El silencio fue lo que siguió a esas pacientes y, a la vez, desesperadas palabras de amor y Jo comprendió con espanto que había llegado el momento de contestar. Era lo menos que podía hacer por el esfuerzo que había hecho Anthony de mostrarle lo que sentía su corazón.

Enarcó las cejas, esforzándose por concentrarse en sus propias emociones. ¿Sentía algo por Anthony? De todos los chicos que había conocido hasta ese momento, él era el único que había logrado "incomodarla" alguna vez. También había sido el único que le había abierto los ojos hacia un mundo nuevo lleno de infinitas vivencias, llenándola de entusiasmo. Podía sentirse muy cómoda a su lado hasta el punto de jugar o discutir con él, podía asombrarse y maravillarse con su inteligencia y conocimientos, él era un caballero pero también un buen amigo que siempre le aguantaba sus desplantes y le perdonaba sus diabluras y que siempre estaba allí, cuando se lo permitía su trabajo, para ayudarla o apoyarla. En resumen: Anthony era un buen hombre, honesto y trabajador, sincero y lleno de sueños e ideales, dispuesto a llevarlos a cabo. A veces era un cascarrabias, lo sabía, pero al fin de cuentas era un cascarrabias adorable.

Sonrió al comprender lo mucho que lo conocía después de todo, ¿por qué no darse a Anthony y a ella misma una oportunidad? La libertad de elección que él le otorgaba no lo hacía cualquier hombre, acceder a su petición no significaba que aceptaba un compromiso de matrimonio, no, sino una prueba de amor para comprobar si se pertenecían el uno al otro y, sin no era así, permanecerían como amigos y nada más.

—S-sólo estaremos más tiempo juntos, ¿verdad? —se animó a preguntar sin atreverse a volverse para mirarlo.

—Sí, Jo, nada más —afirmó, comprendiendo la pregunta—. Sólo iremos al teatro, a pescar, a tomar café, a pasear por el campo, al salón de lectura o cualquier cosa que tú desees hacer. Yo no te obligaré a hacer nada de lo que no quieras porque quiero que te sientas cómoda y libre para descubrir lo que tu corazón y tu mente dicten, sin ningún tipo de presión.

La muchacha volteó ligeramente hacia él, aún dubitativa.

—¿Podrás esperar hasta que me decida?

—Claro que sí, te esperé durante tres años, así que puedo esperar más.

—¿No te molestarás si al final decido que seamos sólo amigos?

—Bueno, me sentiría algo defraudado, pero nunca molesto, pues yo fui el que te propuso esto, ¿no?

Jo permaneció unos segundos más en completo silencio, pensando intensamente, luchando contra su antigua declaración de que jamás tendría novio ni que tampoco se casaría con nadie. Pero, pasar más tiempo con Anthony no significaba que serían novios, sino que se conocerían mucho más de lo que ya se conocían. No sabía si realmente lo amaba, sabía que sentía algo muy especial por él, pero debía comprobar si era amor o sólo un simple cariño amistoso.

Entonces, finalmente se decidió, una pequeña sonrisa iluminó su rostro moreno y sus ojos brillaron llenos de alegría; se giró completamente hacia Anthony para darle su respuesta cuando… ¡vió a Laurie parado en la puerta del salón, mirándolos con los ojos abiertos de par en par! ¡Él lo había escuchado todo!

/¡Wow! ¿Pueden creerlo? ¡Anthony se le declaró a Jo! ¿Qué pasará ahora que Laurie apareció? ¿Qué decidirá hacer mi hermana? ¿Le sacará los ojos a los dos? ¡La que les espera! Si yo fuera alguno de ellos, ya habría echado a correr… Pero creo que tampoco me habría declarado porque tendría mejor gusto para escoger pareja, eso así. /


*Notas de una Autora Descuidada:*

*¡Waaaaahhhh! ¡Y llegamos a la parte crucial de la historia! ¿Qué sucederá? ¿Qué decidirá Jo? ¿Laurie y Anthony se pelearán? ¡Lo sabrán en el próximo capítulo!*


Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 38




Notas de una Bloggera Descuidada:
¡Hola! ¿Cómo están? Espero que bien 😉
Sigo viendo el anime Blue Seed, comencé a ver el drama japonés Escuela Técnica Asuko, comencé a editar este mismo drama, sigo subtitulando la miniserie japonesa Inspector Zenigata, estudiando japonés, repasando inglés y dibujando mi webtoon Anshel y escribiendo mi novela ligera Fenómenos. ¡Siempre ocupada mientras trabajo!

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Sayounara Bye Bye!

Yu-Chan 💖
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