Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 41

                   Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Yu-Chan

ÚLTIMA PARTE: EL LARGO Y TORTUOSO CAMINO HACIA EL AMOR

*Capítulo 41: La Bondad de Laurie*


/Nosotros nunca lo supimos, pero Jo había disimulado muy bien su dolor cuando vino a despedirnos… La verdad, es todo culpa suya por ser tan "chicazo" y orgullosa, pero ahora está sufriendo muchísimo y no hay nadie para ayudarla… ¡Un momento! ¡Está Laurie! ¡Yo sé que él la ayudará!/

Había pasado un mes desde que Jo se había enterado de la partida de Anthony y el descubrimiento de su amor por él, Laurie iba y venía muy preocupado en su habitación y toda la familia March, el señor Laurence, los Brooke y John Moore se habían marchado hacía ya tres semanas atrás, dejándolos solos en New York.

El cuarto de Jo se encontraba sumido en las más negras tinieblas debido a que las cortinas de las ventanas estaban corridas, los muebles estaban cubiertos por una fina capa de polvo porque habían sido abandonados por su pesarosa dueña que yacía recostada pesadamente sobre una cama desatendida. De rato en rato la atacaba un llanto furioso que ahogaba con la ayuda de una almohada, en donde enterraba su rostro arrasado por las lágrimas. Una fuerte depresión había minado su carácter de tal manera que había dejado de escribir sus novelas, de asistir a las clases de teatro y al salón de lectura. Sólo había encontrado la fuerza y el ánimo suficientes para cuidar de las niñas Kirke en un vano intento de aparentar normalidad, pero la madre de las niñas hacía rato que se había dado cuenta de que su niñera había perdido aquel brillo especial que emanaba su fuerte personalidad, viéndose ahora muy apagado su ánimo.

Jo suspiró amargamente, acostada de lado, observaba entre lágrimas sus finas y largas manos morenas. Había logrado mantenerse lo más normal posible cuando se despidió de sus padres y de sus hermanas el día en que partieron hacia New Cord, no quería que ellos se dieran cuenta de que se estaba muriendo de dolor por dentro. En cuanto se vio libre de la presencia de sus familiares, corrió hacia la pensión y se encerró en su cuarto para llorar desconsoladamente la pérdida de Anthony. No tenía remedio, se había comportado como una idiota con él hasta el punto de romperle el corazón con sus hirientes palabras. ¿Cómo podía ser tan malvada con las personas que la amaban? ¡Era la segunda vez que se comportaba de esa manera sin importarle los sentimientos ajenos! Había prometido antes su madre que iba a cambiar su carácter irascible y había fracasado miserablemente haciéndole daño al muchacho que siempre había estado allí para apoyarla en su carrera como escritora y actriz.

Cuando supo que él se había marchado, supo que lo mucho amaba; cuando comprendió que nunca más volvería a verlo, supo lo mucho que lo iba a extrañar.

A medida que iban pasando los días, su incredulidad ante la partida de Anthony había pasado a una absoluta y apesadumbrada certeza de la dura realidad, condenándola a un sufrimiento que le parecía interminable. Jo pasaba su mayor parte del tiempo encerrada en su habitación, llorando silenciosamente, pero durante la noche daba rienda suela al llanto, siempre con la cara pegada en su almohada para no ser escuchada por nadie. Al día siguiente, se presentaba a almorzar como si nada malo le ocurriera, pero su palidez y las oscuras ojeras de su rostro demacrado le revelaban al mundo la pena que llevaba su alma y su corazón.

Obviamente Laurie ya se había percatado de su silencioso dolor, cada vez trataba de mantener una conversación con ella, se daba cuenta de que la mayor parte del tiempo su mente permanecía ausente. En un principio no sabía qué pesar, pero varios días después de la partida de su abuelo se había enterado de la partida de Anthony hacia la India. Laurie se negaba a admitir que el sufrimiento de Jo era fruto de aquel inesperado acontecimiento, pero cuando ató cabos y recordó que Anthony se le había declarado sólo para ser cruelmente rechazado por ella, comprendió que todo tenía sentido: la declaración de Anthony, el rechazo de Jo, la partida de Anthony y el dolor de Jo. ¿Acaso ella se había arrepentido de su decisión? ¿Realmente amaba a ese periodista engreído? Esa idea primero lo había molestado muchísimo, dejándose llevar por los celos, pero luego de un par de días su enojo dio paso a la comprensión y a la preocupación por los sentimientos de Jo: ella estaba sufriendo terriblemente a causa de sus propios actos y ahora más que nunca necesitaba un hombro en el cual llorar.

En eso estaba pensado cuando iba y venía en su habitación cuando oyó que la puerta del cuarto de Jo se abría y se cerraba. Laurie miró hacia el reloj que tenía sobre el escritorio y se sorprendió al saber que ya eran más de las siete y media de la tarde. Había pasado más de cinco horas encerrado en su habitación y había perdido las clases vespertinas de la universidad.

Muy pronto borró aquella preocupación de su mente al recordar el sufrimiento de Jo y salió disparado de su cuarto dirigiéndose escaleras abajo hasta toparse con la señora Kirke, a quien le preguntó si había visto a Jo.

—Acaba de salir a la calle, señorito Laurence —le respondió muy preocupada—. Hace mucho frío afuera y no se puso su abrigo.

—No se preocupe, señora Kirke, yo se lo llevaré —le dedicó una sonrisa tranquilizadora mientras se dirigía rápidamente hacia la percha que se encontraba al lado de la puerta principal, en donde colgaban los abrigos de los pensionistas.

La afligida mujer se volvió hacia él, retorciéndose las manos.

—Señorito Laurence… ¿Usted sabe lo que le ocurre a la señorita March? Estoy muy preocupada por ella…

El aludido terminó de abotonarse el saco y seguidamente tomó el de Jo.

—No tiene de qué preocuparse, señora Kirke, siempre estaré al lado de Jo para ayudarla en lo que necesite.

Con su característico optimismo, el chico salió a la calle como un rayo y, luego de titubear por unos momentos sobre la acera, se decidió por tomar el camino que llevaba hacia la plaza. Mientras se alejaba, la preocupada señora Kirke se quedó en la puerta viendo cómo se alejaba de allí a toda prisa.

—Espero que pueda ayudarla…

XOX

La luna resplandecía en el cielo oscuro y sin estrellas cuando el reloj de la plaza marcó las ocho de la noche, Laurie llegó y divisó a Jo sentada en uno de los bancos que se hallaba cubierto por las sombras del los árboles, otorgándole una atmósfera lúgubre y solitaria. Se quedó perdido en sus pensamientos por unos segundos antes de decidirse a hablar con ella, pero cuando apenas dio un paso hacia su objetivo, apareció Mario Mazzini desde el otro lado del camino y se acercó a Jo en cuanto la vio.

—¿Qué estás haciendo en este lugar, "Señorita Huracán"? —le pregunto con tono sarcástico.

Jo tardó en contestar.

—Déjame en paz.

Ella ni siquiera lo enfrentó con la mirada, como solía hacerlo cada vez que se encontraban. Mario enarcó una ceja, un tanto sorprendido.

—¿De modo que es verdad, eh? —puso los brazos en jarra—. Realmente estabas enamorada de ese periodista papanatas.

—¡No le digas así! —exclamó, levantando la cabeza para fulminarlo con la mirada.

El italiano sonrió satisfecho, le encantaba hacer enojar a esa chica de fuego. No todo estaba perdido, después de todo.

—Entonces es verdad, lo amas —insistió—. ¿Podrías decirme qué diablos le viste?

—¡Vi que por lo menos no es un tipo maleducado como lo eres tú! —se puso de pie con los puños crispados, muerta de furia y a punto de llorar de rabia.

Mario soltó una estruendosa carcajada de burla.

—¡No me digas! —Fijó su profunda mirada en los ojos de la muchacha—. Entonces, dime, "señorita Huracán": ¿por qué lo humillaste si tanto lo amabas?

—¡Oh! Yo… —la pobre Jo se puso tan colorada como un tomate, su valor se había evaporado como por arte de magia para dar lugar a la culpa y a la vergüenza.

—Vamos, Jo, no te pongas así; yo te entiendo.

—¿Eh? —la joven escritora parpadeó varias veces, confundida—. ¿De veras?

—Claro que sí, mi querida Jo, te comprendo muy bien porque ambos somos almas gemelas.

—Yo no creo que seamos iguales —replicó, recuperando parte de su carácter.

—Vamos, Jo, admítelo. Los dos poseemos el mismo carácter: somos malos, fuertes, directos, fríos en el amor y calientes en nuestros principios, nos interesa un pepino los sentimientos de los demás y vamos a nuestro aire.

—Qué cosas horribles estás diciendo, a mí sí me interesan los sentimientos de los demás.

—¿De veras, Jo? A mí me parece todo lo contrario, hiciste huir a ese condenado periodista al infierno.

—¡Oh! ¡Ya basta! ¡Cállate! —rabiosa, Jo se volvió, dándole la espalda. Sus manos se cerraban como garras apretujando los pliegues de su falda y sus ojos estaban empañados por las lágrimas.

—Qué, ¿no me digas que ahora te arrepientes? —levantó las dos cejas, sonriendo con curiosidad.

—Sí, estoy arrepentida de haberlo tratado tan mal, ¿contento?

—¡Por supuesto que no! ¡Es a mí a quien tienes que amar, Jo!

—sorpresivamente, la tomó fuertemente del brazo y la hizo volverse de golpe hacia él.

—¡Oye! ¡Suéltame!

—¡No! ¡Tienes que escucharme, Jo! —la tomó por ambos brazos tan fuerte que la hizo soltar un pequeño grito de dolor—. ¡Yo te amo, Jo! ¡Desde la primera vez que te vi supe que éramos almas gemelas! ¡Debemos estar juntos y dar rienda suelta a nuestro verdadero yo!

—¡¿Qué?! ¿Te volviste loco, Mario? ¡Te dije que tú y yo no somos iguales! ¡Jamás aceptaré estar con un tipo como tú! —Jo se debatía de entre las manos de su captor, pero este era demasiado fuerte para ella.

—¿Por qué no, eh? ¿Por qué no puedes estar conmigo? ¡Podrás comportarte como te dé la maldita gana y yo nunca te obligaré a cambiar! ¡Me gustas así, malvada!

—¡No! ¡Yo no quiero ser una persona malvada, es por eso que nunca voy a aceptarte! ¡Tú haces salir lo peor que hay en mí y eso me asusta!

—¿Te asusta, dices? ¡Pero, tonta! Te aseguro que con el tiempo te acostumbrarás y terminará gustándote.

—¡Jamás! ¡Suéltame! —trató de liberarse otra vez, pero, para su horror, él la agarró fuertemente por ambas mejillas, atrayéndola hacia él.

—¿Quieres que te demuestre lo bueno que es comportarse como te de la gana sin importarte por lo que dirán los demás santurrones, Jo? —acercó su rostro al de ella, siempre con una sonrisa malvada en su atractivo rostro moreno.

—¡No! ¡Déjame ya o te juro que te golpearé! —tomó las grandes manos del muchacho y quiso sacárselas de encima, pero era una tarea inútil hasta para una mujer de cierta fuerza física como ella. Jo maldijo su condición femenina.

Mario se rió con ganas.

—¿Y por qué no lo haces? —aproximó su boca a la de ella, y susurró seductoramente:

—Me fascinan tus golpes…

De pronto, un fuerte puñetazo impactó duramente sobre su quijada, lanzándolo contra el suelo.

—¡Laurie!

—¡Maldición! —se quejó Mario, limpiándose con la mano la sangre de la comisura de la boca.

El mencionado héroe estaba parado al lado de nuestra protagonista, erguido como un Hércules, los ojos llameantes como un incendio y los puños convertidos en garras cerradas.

—¿Cómo te atreves a tratarla de esa manera, animal?

Furioso, el italiano escupió su propia sangre hacia los pies de Laurie y se puso dificultosamente de pie. ¡No podía creer que ese entrometido dandi lo había derrotado con un solo puñetazo!

—Maldito entrometido, juro que te mataré —y para el susto y la alarma de la pareja, el peligroso revolucionario sacó un puñal del bolcillo de su ajada pero igualmente pulcra chaqueta.

Comprendiendo que Mario Mazzini hablaba en serio, Jo y Laurie retrocedieron un par de pasos para poner una distancia más segura entre ellos y su atacante, pero Laurie siempre se mantuvo delante de Jo en un intento caballeroso de protegerla.

—Yo no tengo ningún arma, Mario, ¿es que no puedes pelear como un hombre y enfrentarte a mí utilizando sólo los puños? —lo desafió en la única manera en que sabía que podía evitar una catástrofe.

—Pero, Laurie… —Jo quiso quejarse, pero él no se lo permitió, volviéndose hacia ella con una tranquila sonrisa y colocándole el abrigo sobre los hombros.

—No te preocupes, Jo, tú más que nadie sabes que los muchachos arreglamos las cosas de esta manera, ¿no es cierto, Mario? —se volvió hacia él, pero su amable mirada había cambiado por una amenazadora.

—Cierto —asintió, guardando el puñal en su antiguo lugar—. Vamos a molernos a puñetazos para ver cuál de los dos es más hombre y el más indicado para quedarse con ella.

—Ya te dije que Jo no es ningún premio. Voy a pelear contigo porque la ofendiste, no para ver quién es el más hombre —le replicó mientras se sacaba el abrigo y se lo entregaba a Jo.

Mazzini sonrió burlón.

—¡Estupideces! Sólo dices puras cursilerías que leíste por ahí en las novelitas para niñas.

—¿Cómo dices? ¡Ya verás! —Laurie se arremangó rápidamente mientras Jo se ponía pálida como un fantasma. Quería detenerlo, pero sentía que sus piernas no paraban de temblar debido a aquella situación hostil como por su propia condición emocional.

—Te lo repetiré cuando estés en el suelo escupiendo tus propios dientes, para que lo entiendas —el italiano también se arremangó y se puso en posición de boxeo al igual que su contrincante que ya se había apartado de la ofuscada Jo.

La pelea comenzó sin que ella pudiera hacer nada para evitarla, los muchachos comenzaron a golpearse fuertemente en el rostro o esquivando cuanto podían algunos de esos golpes, muy pronto se habían sacado sangre y varias veces cayeron al suelo. Mario, siendo un chico de la calle, sabía pelear muy bien y también podía soportar muy bien los golpes, así que era el que más golpes daba y el que menos recibía; y Laurie, a pesar de que estaba en clara desventaja en cuanto a la experiencia pugilística, era igual o mucho más tenaz que su contrincante, por lo tanto el ganador de aquella pelea aún no estaba claramente definido.

En un momento dado, Laurie se lanzó contra Mario como un toro furioso, lo tiró contra el césped y ambos rodaron colina abajo hasta chocar contra unos arbustos, en donde se revolcaron y golpearon a más no poder como dos perros rabiosos. Fue entonces cuando la pobre Jo pudo recuperar algo de su propio valor y corrió colina abajo pidiéndoles en vano que se detengan, pero ninguno de ellos le prestó atención.


La pelea habría continuado si en ese preciso momento no hubiera aparecido un policía que los detuvo de inmediato dándoles unos cuantos bastonazos para detenerlos. En cuanto ambos pugilistas se pusieron de pie, el policía los recriminó duramente y los amenazó con llevarlos a la cárcel. En eso estaba cuando de pronto el policía se le quedó mirando a Mario y lo reconoció enseguida como uno de los revoltosos más buscados de la revuelta que había sucedido a finales del año pasado, pero, en cuanto intentó detenerlo, el italiano le propinó tal puñetazo en la nariz que lo hizo volar hacia los arbustos en donde se quedó unos momentos enredado, momento que Mario aprovechó para huir como un condenado mientras gritaba:

—¡Te daré tu merecido otro día, maldito dandi, y Jo será mía te guste o no!

Segundos después, el policía, ya recuperado, corrió detrás del fugitivo, perdiéndose ambos entre las sombras de los árboles de la plaza, dejando a la pareja de jóvenes bastante confundida.

—¡Ouch! —gritó Laurie, llevándose la mano a la majilla tras sentir que una de sus muelas se había quebrado. Durante la pelea casi no había sentido dolor, pero ahora que todo había pasado, parecía como si el cuerpo se le estuviera partiendo en dos—. ¡Pega fuerte ese desgraciado!

Jo volteó hacia él y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¡Oh, Laurie! ¿Pero cómo pudiste hacer algo así? ¡Podría haberte asesinado por mi culpa!

—Vamos, Jo, no te pongas así —le sonrió tranquilamente, aún con la mano en la mejilla—, no iba a permitir que ese tipo te tratara de esa manera.

La joven bajó la cabeza en una asombrosa actitud de derrotismo.

—Es que… tal vez me merezco un trato así, Laurie… —murmuró, sorprendiéndolo.

—¡¿Pero qué diablos estás diciendo, Jo?! ¡Por supuesto que no lo mereces!

—¡Claro que lo merezco! —gritó al borde de la desesperación, alzó la cabeza con el rostro arrasado por las lágrimas y con los puños fuertemente apretados hasta el punto de hacerse sangre—. ¡Me merezco esto y mucho más por haberle roto el corazón a Anthony! ¡Merezco casarme con un tipo como Mario que me haga ver lo mala persona que soy en realidad! ¡No merezco ser feliz por que soy una mujer despreciable y perversa! ¡Prometí no volver a ser mala y fallé, no soy digna de ser una March! —entonces, cayó de bruces al suelo en donde comenzó a llorar amargamente porque ya no podía seguir soportando todo el dolor que la estaba agobiando por dentro—. ¡Soy mala, soy mala! —repetía, con el rostro pegado al suelo, arrancando frenéticamente el césped con las manos.

Laurie se quedó como piedra por unos segundos sin poder creer lo que estaba viendo hasta que por fin reaccionó y, conmovido, se arrodilló frente a su amiga y colocó suavemente ambas manos sobre sus temblorosos y esbeltos hombros.

—Vamos, Jo, no te pongas así, no seas tan dura contigo misma, tú no eres una persona mala, te lo aseguro.

—No, Laurie, soy mala, muy mala… —alzó la cabeza hacia él—… Lastimé a Anthony por culpa de mi estúpido orgullo y lo peor de todo que hice que se fuera de aquí… ¡que se fuera de los Estados Unidos! ¡Por mi culpa! ¡Mi culpa! ¡Y no puede decirle lo mucho que lo amo en verdad! ¡Lo único que hice fue hacerle daño! ¡No me di cuenta que lo amaba hasta que lo perdí y ahora es demasiado tarde para decírselo! ¡Soy una estúpida mujer, orgullosa y malvada!

—No, Jo, no es así; yo sé que eres buena, te conozco, y nada de lo que hagas hará que piense lo contrario de ti.

—¡Oh, Laurie, qué tonto eres! —y se lanzó a sus brazos para dejar correr ríos de lágrimas, descargando todo el dolor que había anidado en su desgarrado corazón.

Angustiado por ver a su amada Jo tan destrozada, Laurie la abrazó con todas sus fuerzas, tratando de reconfortarla. Y mientras lo hacía, su corazón también se rompió al comprender que había perdido a Jo para siempre.

/El pobre Laurie es un amor, ¿verdad? Siempre está ayudando a Jo y la muy boba no se da cuenta de lo que tiene a su lado hasta que lo pierde… Me pregunto si sucedería lo mismo si perdiera a Laurie…/


*Notas de una Autora Descuidada:*

*La pobre Jo está destrozada y es el deber de Laurie reconfortarla y ayudarla a sobreponerse al dolor… ¿Logrará hacer que Jo vuelva a ser la de antes? ¡Lo sabremos en el próximo capítulo!*

¡Ya faltan como 6 capítulos para que termine esta historia! ¿Con quién se quedará Jo? ¡Lo sabremos en el capítulo final: el Epílogo!*

*Muchas gracias por leer!*


Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 40




Notas de una Bloggera Descuidada:
¡Hola! ¿Cómo están? Espero que bien 😉
Terminé de ver el anime Blue Seed y me gustó mucho, ahora comencé a ver el anime 7 Seeds, sigo viendo el drama japonés Escuela Técnica Asuko, editando el drama japonés Kami Tunes, sigo subtitulando la miniserie japonesa Inspector Zenigata, estudiando japonés, repasando inglés y dibujando mi webtoon Anshel y escribiendo mi novela ligera Fenómenos. ¡Siempre ocupada mientras trabajo!

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Sayounara Bye Bye!

Yu-Chan 💖
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