Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 43

 Resumen del anime: Meg, amable y confiada. Jo, independiente y enérgica. Beth, tímida y callada. Amy, amable y precoz.  El padre de familia ha dejado su hogar para servir en la guerra civil estadounidense; luchando contra el ejército Confederado. En su ausencia, una batalla en la ciudad deja a su familia sin casa y él les aconseja buscar hogar en la casa de su Tía Marta, en la ciudad de Newford, Massachusetts. Allí pasan algunos días y aunque al principio, la Tía Marta no está del todo contenta con su presencia, pronto cambia de opinión y se encariña con cada una de las "mujercitas". Poco después se instalan en su nueva casa en los alrededores y conocen muchos nuevos amigos. Sus vecinos serán los Laurence, que viven en la casa de al lado y Laurie, el joven nieto del Sr. James Laurence se hará gran amigo de la familia March. Juntos, todos superan cualquier situación, logrando resolver cualquier problema para salir adelante.


¿QUÉ HUBIERA PASADO SÍ...?

Jo March, nuestra joven y temperamental protagonista, decide ir a vivir a New York para ampliar sus horizontes como escritora, tal y como su amigo Anthony Boone se lo recomendó antes de que éste partiera también hacia la misma ciudad. Pero Laurie Laurence, el vecino adinerado de la familia March, decide él también partir hacia New York para estudiar en la universidad y, algún día, poder declararle su amor a Jo antes de que Anthony lo haga también. El gran problema para ambos muchachos, es que la aficionada escritora tiene un temperamento fatal y es muy poco afecta a las declaraciones de amor... ¿Cual de los dos jóvenes logrará conquistarla?

Género: drama, romance
Pareja: Jo/Laurie, Jo/Anthony - Beth/Laurie, Beth/Jeremy
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 46 capítulos
Estado: completo
Escritora: Yu-Chan

*Capítulo 43: Erase Una Vez en China*


/Hace cuatro meses que Jo regresó a casa, mi hermana Meg se ha casado con el señor Brooke y se han ido a vivir a su propia casa… ¡voy a extrañarla muchísimo! Pero estoy segura que estará muy feliz al lado de su esposo, ¿no? Ella es mi modelo a seguir… Laurie asistió a la boda y se fue inmediatamente después de que terminó. A Jo y a mí nos pareció muy rara su actitud, pero supusimos que quizás ya tenía novia en Nueva York y que no podía pasar su tiempo sin ella. Pero lo que realmente nos preocupó muchísimo fue que repentinamente las cartas desde China dejaron de venir… No nos podíamos imaginar el porqué hasta que un terrible día de Julio recibimos un telegrama en donde nos avisaban que mi hermanita Beth se hallaba terriblemente enferma. Todos lloramos y rezamos por ella para que pudiera recuperarse y regresar pronto a casa, pero los telegramas siguientes no fueron muy alentadores… ¿Qué vamos a hacer ahora? ¡Ella está tan lejos! Ojala estuviera con nosotros, su familia… Tengo miedo que, si se muere mi hermanita, se muera también mi mamá con ella…/

Seis meses antes, Hong Kong, China…

—Mamá… ¿no notas a Beth un poco pálida y demacrada? He bajado mucho de peso en estos últimos tiempos —inquirió Fanny muy preocupada.

—¿Lo has notado tú también, hija? —miró hacia el lugar en donde la mencionada joven y su hijo estaban tomando el té—. Parece que ése médico chino tiene razón después de todo…

Hacía ya un año que se encontraban en Hong Kong y el tratamiento para la enfermedad de Jeremy había comenzado casi inmediatamente a su llegada. El médico chino que lo estaba tratando era un reconocido patriota llamado Wong Fei Hung que luchaba contra el tráfico de opio que asolaba su país. A pesar de sus veinte años de edad, ya había fundado una escuela de artes marciales y una clínica llamada Po Chi Lam. Era delgado y bajito, su cabello era muy largo y negro, solía llevarlo trenzado y le llegaba hasta más allá de la cintura, vestía ropas orientales muy sencillas y era demasiado serio para su edad, tal vez fruto de la estricta educación de sus padres.

Fue él quien notó que la vida de Beth se estaba extinguiendo a grandes pasos antes de que los demás lo notaran.

—Necesito revisar a la niña —les pidió a las alarmadas mujeres. Jeremy y el doctor Evans se escandalizaron. A todos les horrorizaba la idea de que a Beth la tocara un hombre chino, así que se opusieron firmemente.

Lejos de molestarse, Wong simplemente se llevó las manos hacia atrás y entrelazó los dedos.

—Pueden hacer lo que deseen, pero la vida de esa niña se terminará dentro de seis meses si no hacemos algo de inmediato.

—¿Seis meses? —Evans enarcó la ceja, incrédulo—. Tan sólo es un resfriado, ella no está acostumbrada al clima de este lugar, pronto se recuperará.

—El señor Williams mencionó que la señorita March sufrió de fiebre escarlatina hace un par de años, presiento que aún no se ha recuperado del todo de esa enfermedad. El chi de su cuerpo está desestabilizado y hay que estabilizarlo inmediatamente para evitar que siga deteriorándose hasta alcanzar la muerte.

—Usted sabe que no creo en esas brujerías, maestro Wong, me parecen puras habladurías, y más viniendo de un muchachuelo "sabelotodo" como usted —replicó molesto.

—Sé que no está de acuerdo con mi tratamiento, doctor, pero el señor Williams podrá dar fe a mi tratamiento de su afección ocular —volteó hacia el mencionado muchacho al igual que el doctor y todos los demás, poniéndolo algo nervioso al saberse el centro de la atención.

—Yo… —miró hacia la asustada Beth y luego volteó nuevamente hacia los doctores. No podía negarlo, por lo menos, el tratamiento de acupuntura que le estaba aplicando aquel doctor chino había detenido el proceso de su enfermedad—. Usted… ¿la tocará?

Wong pareció muy ofendido con aquella insinuación.

—Yo no soy un médico occidental —les dio la espalda—. Lleven a la joven a mi clínica cuando estén listos, pero recuerden: mientras más pronto, más oportunidad tendrá de sobrevivir a la muerte.

Y desapareció tras la puerta.

—¿Pero quién diablos se ha creído ese amarillo? —se quejó el insultado doctor Evans.

Una semana después y habiendo notado todos el desmejoramiento de Beth, Jeremy la llevó al consultorio de Wong Fei Hung bajo las protestas de Caroline, Fanny y del doctor.

Tal y como le había asegurado el médico chino, no hubo necesidad de que Beth se desvistiera, simplemente le miró la lengua, le tomó el pulso y le hizo algunas preguntas acerca de su vida, su personalidad y de lo que acostumbraba a comer. Después de eso, le prescribió una dieta especial, acupuntura, una serie de ejercicios que él mismo le enseñaría y remedios herbarios.

—Deberá enfrentar su enfermedad y la proximidad de su muerte con estas armas —le aconsejó a la asustada Beth—. Debe volverse tan fuerte y suave como el agua, sólo así logrará permanecer en el mundo de los vivos… —Siguió escribiendo la receta en una hoja—. En el momento en que sienta que la vida comience escapar de su cuerpo, pídale al señor Williams que la traiga, debo seguir la evolución de su enfermedad en un lugar armonioso —. Levantó la vista—. No tenga miedo, señorita March, le prometo que, al final, todo estará bien.

Cuando la joven pareja salió a la calle, caminaron en silencio un buen tiempo hasta detenerse debajo de un hermoso árbol de cerezos en flor.

—¿Te sientes bien, Beth? —la miró ansiosamente—. No me mientas, por favor.

La joven de dieciséis años tardó un poco en contestar.

—Lo siento, Jeremy, pero… hace rato que me siento algo extraña…

—¿Y por qué no me lo dijiste antes? Si el maestro Wong no lo decía…

—¡Es que no quería preocuparte! ¡Estabas tan ocupado con tu tratamiento! —desesperada, se el rostro para comenzar a llorar amargamente.

—¡Oh, Beth! ¡Mi amada Beth! —la estrechó cariñosamente contra su pecho—. ¿No sabes que de nada valdrá que me cure de mi enfermedad si tú no estás en mi vida?

—¡Oh, Jeremy! ¡Tengo tanto miedo! —escondió la cabecita en el pecho de su novio—. Siento que cada día que pasa se me escapa poco a poco la vida; últimamente me he sentido más y más débil… ¡Estoy tan asustada! ¡Tengo miedo de no volver a ver a mi familia!

—Debes confiar en el doctor Wong, Beth —habló con voz estrangulada—, sé que tan sólo tiene mi edad, pero parece mucho más capaz que cualquier otro médico que haya conocido… Y debemos tener fe en Dios también… Él nos ayudará, ya lo verás… Todo saldrá bien…

La pareja se quedó allí por un buen rato, siempre abrazada y llorando angustiosamente, asustados por la dura prueba que se avecinaba como una enorme nube negra sobre sus cabezas. A la distancia, el joven Wong Fei Hung los estaba observando detenidamente con el ceño fruncido.

A pesar de la incredulidad expresada por la familia de Jeremy y del doctor Evans, Beth siguió al pie de la letra las indicaciones médicas que le había recomendado el maestro Wong. A pesar de la fría debilidad que había comenzado a consumir su cuerpo, su mente había comenzado a fortalecerse como nunca antes. Pero tal y como le habían vaticinado, cuatro meses después de haber comenzado con el tratamiento, cayó gravemente enferma. A pesar de las protestas y las negativas del doctor Evans, Jeremy llevó rápidamente a Beth hacia la clínica Po Chi Lam, en donde quedó internada bajo el cuidado del médico chino. Tanto Jeremy como los demás, también se quedaron en la clínica, no sin antes enviar un telegrama a la familia de Beth informándoles sobre su enfermedad y pidiéndoles que rezaran por ella.

El doctor Evans, un tipo rubio, alto, de contextura fuerte y con un par de años más que la madre de Jeremy, miraba a su alrededor con gran desconfianza. Estaba sentado en una banca de madera junto a Caroline y su hija en el patio central de la clínica, que era un viejo edificio al estilo oriental de dos pisos en donde también vivían los aprendices del maestro Wong.

—Debería estar cuidando a esa niña —dijo—, ella necesita de los conocimientos médicos de occidente, no de estas /cosas/. Debí haberme opuesto con más energía a que la trajera a este lugar para que la trate ese charlatán.

—Estoy de acuerdo. Su familia nos la dejó con la confianza de que cuidáramos de Beth. ¡No podría volver a ver a nadie a la cara si ella muriera por mi culpa! —lo apoyó la afligida madre de Jeremy, quien ya le había tomado mucho cariño a Beth.

Fanny no dijo nada, no le parecía que aquel joven doctor chino fuera un charlatán, pero como siempre había escuchado desde pequeña que los chinos eran gente mala que no creía en Dios, tenía miedo de estar equivocada.

Entretanto, en una de las habitaciones de la casa, Beth se encontraba luchando por su vida desvanecida sobre una enorme cama.

—La enfermedad a comenzado a atacar su cuerpo —declaró Wong, inclinado sobre ella mientras colocaba con sumo cuidado una de las agujas de acupuntura en un punto especial en la planta del pie de la enferma—. Ésta será una batalla decisiva para ella y necesito que permanezca a su lado todo el tiempo posible, señor Williams—. Se incorporó y alzó su rostro hacia el afligido pianista—. Seguiré tratando su afección ocular pero usted deberá permanecer con el espíritu fortalecido para transmitirle esa fortaleza a su prometida, ¿ha entendido? Usted significa mucho para ella y ella luchará con todas sus fuerzas si usted permanece a su lado, firme como una montaña ante los vientos más fuertes.

—Entiendo —asintió con firmeza, se sentó en una silla al lado de Beth y la tomó suavemente de la mano. Ella pareció sentir su tacto porque sus cansados y ojerosos ojos se entreabrieron pesadamente, volviendo lentamente su rostro hacia él.

—… Je… remy… —murmuró débilmente.

—Tranquila, mi Beth, no te esfuerces —le susurró dulcemente mientras acariciaba con el dorso de la mano su calenturienta mejilla—. Te prometo que estaré a tu lado hasta que te recuperes. Ya verás cómo logramos salir con bien de todo esto, sólo debes ser fuerte y resistir.

La jovencita asintió con confianza y se volvió a dormir. Jeremy permaneció en silencio a su lado, sin dejar de mirarla ni tampoco soltar su mano.

Wong había observado todo aquello desde la puerta del cuarto, luego salió de allí cerrando la puerta con mucho cuidado y se dirigió con paso rápido hacia su oficina. Debía seguir investigando la mejor manera de vencer la oscura enfermedad de su paciente antes de que fuera demasiado tarde.

Una hora más tarde y cansado de esperar sin hacer nada, el doctor Evans dejó de caminar de aquí para allá con los brazos cruzados y se dirigió hacia el cuarto de Beth. Mientras caminaba por el pasillo, vio luz en la oficina del maestro Wong y decidió entrar para presentarle sus quejas y sus dudas acerca del tratamiento dado a la paciente. Grande fue su sorpresa cuando lo encontró dormido sobre una pila de libros desparramados por toda la mesa.

Torció el gesto muy disgustado. ¿Así era como aquel jovenzuelo trabajaba? Se acercó a él dispuesto a recriminarlo cuando notó que éste estaba temblando. Miró a su alrededor. Era cierto, estaban en invierno y, al quedarse dormido, al joven doctor se le había bajado la temperatura corporal sin darse cuenta de ello.

Dando un bufido de fastidio, se quitó el abrigo y se lo colocó suavemente sobre los hombros, pero, para su sorpresa, Wong despertó sobresaltado e instintivamente le propinó un buen puñetazo en la nariz, lanzándolo cuan grande era sobre el suelo.

—¿Pero por qué diablos me golpeó, maldito chino? ¡Usted está loco! —se quejó el doctor furiosamente, llevándose la mano a la ensangrentada nariz. Wong Fei Hung estaba de pie, completamente atónito, luego sintió que tenía algo encima y tocó el abrigo, sorprendiéndose aún más.

—Le pido mil disculpas, doctor Evans, no fue mi intención golpearlo, sólo fue una reacción del momento… Mis ancestros deben estar muy avergonzados por mi comportamiento y...

—Bien, bien, ya cállese —se puso de pie muy enfadado, preguntándose cómo un jovencito de ese tamaño había logrado propinarle tan formidable puñetazo cuando él, que practicaba el boxeo como deporte desde su juventud, había soportado los golpes de hombres mucho más musculosos y enormes—. No fue su culpa, fue mía por haberlo despertado así. No, no, quédese con el abrigo, no se lo quite hasta que su temperatura haya subido. ¿Cómo se le ocurre quedarse dormido con semejante frío?

—Le pido que disculpe mi incompetencia, doctor Evans, no fue mi intención quedarme dormido mientras estudiaba —replicó muy angustiado, avergonzado por su negligencia.

—Tampoco es para que se lo tome así, jovencito, sólo fue un descuido y nada más… ¿Qué estaba estudiando? —cambió de tema al notar las oscuras ojeras de su interlocutor, se acercó a la mesa y tomó uno de los libros, enarcó la ceja cuando vio que todo estaba escrito en chino.

—Creo que no le interesará, doctor Evans, son textos antiguos de medicina china acerca de la debilidad corporal y el equilibrio del chi.

—No, es verdad, no me interesa esta clase de tonterías —abandonó el libro sobre todos los demás y se volvió hacia la puerta, pero antes de salir, declaró sin volverse hacia Wong:

—Igualmente espero que su medicina salve a la chica porque yo hice todo lo que estuvo en mi mano para ayudarla durante estos meses y no logré nada.

Desapareció de la vista del joven oriental y éste se quedó inmóvil por unos segundos hasta que soltó un suspiro y apoyó ambas manos sobre la mesa, dejando caer la cabeza un tanto abatido. ¿Cómo diablos se había quedado dormido? ¡Era inaceptable! Acto seguido, tomó un par de libros, unas bolsas de papel con hierbas medicinales, la pequeña caja de agujas y salió del cuarto para volver con Beth y Jeremy.

Entretanto, el doctor Evans llegó con las dos mujeres en el momento en que uno de los discípulos se retiraba entre reverencias después de dejarles un poco de té. Las mujeres estaban sentadas alrededor de una pequeña mesa redonda de piedra caliza.

—¡No sabe de lo que nos hemos enterado sobre el maestro Wong, doctor Evans! —exclamó Caroline mientras le alargaba una taza de té.

—Sorpréndame —le dijo, sentándose incómodamente en otra de las sillitas.

—Como usted sabe que a pesar de su edad es uno de los mejores médicos y artistas marciales de toda China, también fue hijo de un maestro de las artes marciales y de una médica famosa.

—¿Fue?

—El doctor Wong perdió a sus padres, a sus hermanos y hermanas cuando apenas tenía quince años de edad —intervino Fanny—. Parece que sus padres eran tan patriotas como él y estaban en contra del tráfico de opio, así que una noche un grupo poderoso de traficantes quemó la casa con toda la familia adentro.

—Wong Fei Hung pudo salvar su vida porque esa noche se encontraba… ¿Cómo dicen ellos? ¡Ah! ¡Meditando! Se encontraba meditando cerca de una cascada —siguió Caroline—. Dicen que el chico era un poco rebelde a las órdenes de sus padres, pero cuando los perdió, cambió por completo y se volvió un muchacho muy serio y maduro, en tres años logró fundar su escuela de artes marciales y su clínica.

—Y como parece ser un joven superdotado, ahora no le falta ni alumnos ni pacientes y sigue luchando en contra el tráfico de opio. Increíble, ¿no? —exclamó Fanny—. Además, muy pronto se casará con una amiga de la infancia que vive en otra provincia. Es un matrimonio que se arregló entre sus familias cuando ellos eran pequeños.

—… Ahora entiendo… —declaró el pensativo doctor.

—¿Qué entiende? —inquirió Caroline, un tanto desconcertada.

—A él —y tomó otro sorbo de té, lo dejó sobre la mesita y se levantó ante la confundida mirada de las dos mujeres—. Voy a ver cómo va evolucionando la señorita March, ustedes prepárense porque pueden venir tiempos muy difíciles. En cuanto el doctor desapareció de la vista de las mujeres, la más joven se volvió muy ansiosa hacia la otra.

—¿Qué podemos hacer por Beth, mamá?

—Rezar —contestó con serenidad, tratando de mantenerse fuerte, debía serlo, sus hijos esperaban eso de ella.

Cuando del doctor Evans entró a la habitación de Beth, encontró a Wong Fei Hung colocando cuidadosamente algunas agujas en los brazos y piernas de la enferma. Jeremy se encontraba sentado a su lado y su rostro lucía pálido y desencajado. Se acercó a él sin hacer ruido.

—¿Cómo está? —susurró, inclinándose un poco.


—… El maestro dice que si ella no logra estabilizar su energía esta noche, la debilidad seguirá consumiéndola en los siguientes dos meses hasta que… —enmudeció. Un llanto desesperado amenazaba con escapar de su garganta de un momento a otro.

Julian Evans tampoco dijo nada más, se incorporó y contempló a la inconsciente joven que respiraba dificultosamente y al pequeño médico que se afanaba en su intento por ayudarla. Aún llevaba puesto el abrigo que le quedaba un poco grande y lo hacía ver más pequeño de lo que era. Suspiró y volvió su atención hacia la chica. Sería una gran pena perderla, al conocerla mejor durante el viaje, le resultó una joven muy bien educada, humilde, sencilla y tan buena como el pan. No, Dios no debería llevársela aún, ella tenía que seguir viviendo, casarse con Jeremy y tener hijos a quienes amaría con toda su alma. Notó que el muchacho chino se veía muy cansado, y las ojeras de sus ojos se habían marcado mucho desde la semana después en que había comenzado a cuidar a Beth. Tenía aprendices, pero había decidido cuidar personalmente de su paciente extranjera pero, cuando podía, salía a ver a sus otros pacientes en sus casas. Wong Fei Hung era muy fuerte, sí, pero seguía siendo un ser humano, podía cansarse y necesitar ayuda, como cualquiera.

—Tráigame un poco de agua en la palangana que está sobre la mesa —lo sobresaltó el inesperado pedido del médico chino, pero en cuanto se repuso, tomó la hermosa palangana de porcelana y fue en busca de agua del aljibe del patio trasero. Wong ni siquiera había levantado la cabeza para hablarle—. Pídale a las señoras que comiencen a rezar a su Dios, la enfermedad oculta de la señorita Beth llegará a su punto más alto dentro de muy poco, ella necesita toda la fuerza que logren enviarle los dioses y los rezos.

—Muy bien —asintió con disgusto y luego se fue.

"¿Rezar? ¿Dios? ¡Qué estupidez!" —pensó—. "Yo no creo en esas cosas, pero les avisaré de todos modos si eso las hace sentir útiles en algo".

Minutos después, Caroline y su hija Fanny rezaban entre sollozos con todas sus fuerzas, arrodilladas ante una pequeña cruz que la madre de Jeremy siempre llevaba consigo. Estaban asustadas, no querían perder a la bonísima Beth, ¡le habían tomado tanto cariño y Jeremy sufriría tanto sin ella!

Cuando el doctor regresó con el agua, encontró a Jeremy llorando y rezando fervorosamente arrodillado ante Beth, con los codos apoyados sobre la cama y la frente sobre las manos entrelazadas. Rápidamente Evans se dirigió hacia la cabecera de la cama y le colocó un paño con agua sobre la calenturienta fiebre de la joven que llamaba a su madre entre delirios.

—¿Por qué tiene fiebre?

—Porque con el tratamiento que le suministré la enfermedad que se encuentra latente en su cuerpo está reaccionado hasta su punto culminante y será expulsada junto con la fiebre, de esta manera ella salvará su vida —respondió Fei Hung, quien permanecía al lado de la enferma, atento a sus cambios.

El doctor Evans torció el gesto, aquello le parecía una estupidez, sin embargo no podía negar que tenía algo de sentido.

—Espero que sepa lo que hace —tomó el pulso de Beth y palideció—. ¡Su pulso se ha acelerado demasiado! ¿Pero qué diablos ha hecho usted?

—Es la última fase. Tenemos que esperar, si logra expulsar el chi maligno se su cuerpo esta noche, se recuperará, sino, seguirá debilitándose hasta la muerte —replicó, imperturbable como una piedra.

—¡Maldición! ¡Nunca debí permitir esto! —Caminó furioso hacia el médico chino, rodenado la cama y lo tomó bruscamente del cuello—. ¡Usted podría haber curado la enfermedad de Jeremy, pero condenó a muerte a esta inocente niña! ¡Si ella muere esta noche, juro que lo pagará!

—Ella no morirá esta noche, sólo se decidirá su destino —replicó manteniéndose sereno, pero con las cejas fruncidas.

—¡Y sigue insistiendo con esa estupidez, maldita sea! —lo sacudió, histérico. La impasibilidad de aquel muchacho le ponía los nervios de punta. ¿Cómo podía estar tan tranquilo cuando la vida de aquella tierna jovencita estaba a punto de perderse?

—¡Ya basta! —furioso, Jeremy se puso de pie, los médicos se volvieron hacia él y se sorprendieron. El talentoso pianista estaba llorando—… Se terminó… —dijo, temblándole los labios—… Ya todo acabó para mi Beth…

Wong Fei Hung abrió los ojos cuan grandes pudo, palideciendo.

—… No… No puede ser…

/¡No! ¡Nuestra Beth! ¡Nuestra amada Beth no pudo haber muerto! ¡No pudo haber muerto tan lejos de su casa! … Mi querida hermanita… ¿Se convertirá ahora en un ángel de Dios? ¿En una estrella más en el cielo? Aún no puedo creerlo… es mentira… ¡Ella no pudo haber muerto! Si la autora de este fic decide matarla… ¡yo la mato a ella también!/


*Notas de una Autora Descuidada:*

*¿Qué habrá pasado con Beth? ¿Realmente murió? ¡Lo leeremos en el siguiente capítulo! La verdad de la milanesa, es que he cortado mucho la historia de este fanfic, sobre todo las partes en que Beth y Jeremy eran los protagonistas, igualmente espero que les haya gustado ^_^ Wong Fei Hun (a no confundirse con Wong Fei Long de mi fic) realmente existió, nació en China en 1847 y era tan buen médico y artista marcial que pudo fundar con éxito una escuela y una clínica antes de los veinte años ^_^ Claro que yo le inventé una historia más trágica XD El actor chino Jet Li lo personificó varias veces en una serie de películas llamada "Erase una Vez en China". ¡Me gustaría hacer un manga sobre ese personaje!*


Fanfic Mujercitas -¿Qué Hubiera Pasado Sí...?- Capítulo 42





Notas de una Bloggera Descuidada:
¡Hola! ¿Cómo están? Espero que bien 😉
Sigo viendo el anime 7 Seeds, el drama japonés Escuela Técnica Asuko, editando el drama japonés Kami Tunes, sigo subtitulando la miniserie japonesa Inspector Zenigata, bueno, la verdad la dejé en pausa porque ahora estoy subtitulando el especial de Doctor-Y 2021, estudiando japonés, repasando inglés y dibujando mi webtoon Anshel y escribiendo mi novela ligera Fenómenos. ¡Siempre ocupada mientras trabajo!

¡Gracias por visitar el blog!
¡Cuídense y no olviden comentar!
Sayounara Bye Bye!

Yu-Chan 💖
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