Fanfic Los Miserables -Una Segunda Oportunidad- *Capítulo 6: Comienza la Venganza*

      Sinopsis: Es la historia de Jean Valjean, un convicto que estuvo injustamente encarcelado por 19 años por haberse robado una rebanada de pan. Al ser liberado de su injusta condena, Valjean trata de escapar de su pasado, lleno de maldad y depravación, para vivir una vida digna y honesta, pero es perseguido durante décadas por el despiadado policía Javert después de haberse saltado la condicional. Cuando Valjean accede a cuidar a Cosette, la joven hija de Fantine, sus vidas cambiarán para siempre.




UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD

Un asesino quiere vengarse de Javert pidiéndole ayuda de Jean Valjean, pero Valjean rescató a Javert de las aguas del Sena y todo cambió entre ellos. Una nueva amistad y una vieja amistad están ahora en juego hasta el punto de arriesgar las vidas de todos los miembros de la familia de Valjean.

Género: drama, suspenso, amistad
Pareja: ninguna
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 7 capítulos
Estado: en proceso/sin acabar
Año de creación: 2007 (Publicada en Fanfiction)
Escritora: Gabriella Yu


PRIMERA PARTE:

SEGUNDA PARTE: LA TELARAÑA

*Capítulo 6: Comienza la Venganza*


Aunque Jean Valjean no deseaba que Cosette tuviera contacto alguno con
su ex compañero de presidio Leblanc y sentía que había algo en él que lo
ponía nervioso, una especie de presentimiento que le advertía que debía
mantenerlo vigilado hasta que se marchara de París, no podía ignorar su
propio sentimiento de lealtad que siempre había profesado su alma hacia
aquellos que lo habían ayudado de una u otra forma en el pasado,
exigiéndole que fuera fiel hacia su antigua amistad y ayudara a Leblanc,
haciendo caso omiso de sus malos presentimientos.

Y así fue que, luego de dejar a Cosette en casa, regresó a buscar a su
antiguo amigo en el lugar en donde se habían encontrado y también se lo
llevó a su hogar, pero lo hizo entrar por la puerta que daba al patio
trasero para que nadie de la familia lo viera, sobre todo Javert. Jean
daba gracias a Dios de que su ex persecutor aún se encontrara en
trabajando. Si todo iba bien, el inspector jamás se enteraría de que un
prófugo estaría viviendo bajo el mismo techo, aunque sólo fuera por una
noche.

—Te quedarás en esta habitación hasta que sea el momento de sacarte de
Francia, Leblanc —le dijo mientras abría la puerta de un sencillo cuarto
ubicado al final de la casa, un sector en el que ni siquiera madame
Toussaint frecuentaba—. Te traeré algo de comer y ropa nueva, así que
puedes ponerte cómodo hasta que regrese.

Pierre Leblanc obedeció sin chistar, una leve sonrisa siniestra se
dibujó en su rostro.

—Siento no presentarte a mi familia, pero es mejor que los mantengamos
al margen de todo esto, Leblanc.

—Esas cosas nunca me importaron, Jean —respondió el fugitivo.

—… Es verdad… —asintió pensativo, su amigo Pierre jamás había sido un
hombre con educación, era tan bruto y tosco como una piedra manchada con
lodo—. Bien, entonces volveré en unos minutos con tu cena.

Y la puerta se cerró, dejando a solas a Leblanc en su nueva habitación,
regodeándose con su pronta venganza contra Javert. Por fin estaba dentro
de la casa en la que extrañamente también vivía aquel maldito inspector,
¿en qué diablos estaba pensando su viejo amigo Jean Valjean con darle
protección bajo su mismo techo? ¿Acaso había perdido el juicio o aquel
policía lo tenía amenazado? Muy pronto sabría de qué lado estaría, de
parte de él y su venganza o de su enemigo y la muerte misma.

Cuando nuestro protagonista regresó con una muda de ropa y con un plato
de sopa, carne, pan y vino, todos dispuestos en una bandeja de plata que
dejó sobre una tosca mesa de madera que se encontraba en el centro de la
habitación, se sorprendió cuando su amigo Leblanc cerró la puerta tras
de sí y se recostó sobre ella con los brazos cruzados, observándolo con
el ceño fruncido.

—¿Qué es lo que sucede, Leblanc? ¿Por qué cerraste la puerta? —Jean se
incorporó, sus músculos se tensaron y la alarma se disparó en su cerebro.

El aludido pareció estudiarlo en silencio, finalmente sonrió entre la
malicia y la burla.

—Dime, Jean… ¿por qué dejas que ese condenado inspector viva bajo tu
mismo techo?

Valjean entrecerró los ojos.

—¿Cómo lo sabes? ¿Acaso estuviste espiándonos, Leblanc? ¿…A qué viniste
realmente?

La sonrisa del prófugo se ensanchó y el silencio se hizo más pesado,
peligroso…

—Vine a asesinar a ese maldito infeliz de Javert.

En alguna parte de su ser, Valjean había temido escuchar esas palabras
de los labios de su amigo y compañero de presidio. Aquel presentimiento
que había sentido cuando se había reencontrado con él, había sido una
advertencia que no había querido escuchar de sí mismo.

—¿C-cómo?

—Dije que quiero vengarme de ese condenado policía y quiero que tú me
ayudes, amigo mío.

—¡¿QUÉ?! —abrió desmesuradamente los ojos, no se había esperado escuchar
semejante pedido.

¿Acaso has perdido la razón, Leblanc? ¡Jamás asesinaría a un policía y
mucho menos al inspector Javert! —exclamó, furioso, rugiendo como el
león que era.

La desagradable sonrisa del presidario fugado desapareció
inmediatamente, dejó caer los brazos a los costados, sus puños se
crisparon y sus ojos azules se oscurecieron, llenos de ira.

—¿Me estás diciendo, maldito infeliz, que no quieres ayudar a tu viejo
amigo a vengarse? ¿Acaso no te importa nuestra vieja amistad? ¡¿Todo lo
que pasamos juntos en esa maldita cantera?! ¡Éramos como hermanos y
cuidábamos nuestras espaldas! ¡¿Acaso ya te has olvidado de todas las
veces que te salvé el cuello, maldito desgraciado traidor?!

—¡Ninguna amistad vale un asesinato, Leblanc! ¡Piénsalo bien! ¡Si te
atrapan te condenarán a muerte!

—¡Ja! ¡Si me atrapan! —se burló, pero su sonrisa duró tan sólo un
segundo—. Eres tú el que debe pensar bien las cosas, Jean Valjean, te
juro que si no me ayudas a asesinar a ese condenado policía, habrá más
de un cadáver en esta casa.

Jean palideció ante tan terrible amenaza, comprendiendo al fin que había
sido una malísima idea ayudar a su ex compañero de presidio conociendo
muy bien cuán peligroso era. Ahora, por culpa de su bondad ciega, había
puesto en peligro a su familia y también a su reciente y muy valiosa
amistad. ¿Qué haría ahora? ¿Cedería a las demandas de aquel loco o se
opondría férreamente aunque aquello le costara su propia vida?

Poco a poco fue cerrando los puños a ambos lados de su cuerpo y apretó
los dientes hasta casi hacerlos chirriar. Sí, Jean estaba furioso,
furioso contra quien había sido su único amigo durante años y furioso
consigo mismo por haber sido tan ciego ante la maldad del hombre que
ahora lo amenazaba a él y a su familia.

Pero, debía tomar una decisión.

—Está bien, amigo, te ayudaré con la condición de que no dañes a mi hija
Cosette. Ella es una niña inocente que nada tiene que ver con la maldad
de nuestro mundo.

Leblanc sonrió funestamente.

—Trato hecho, entonces.

—¿Cuándo quieres hacerlo?

—Esta misma noche si es posible. ¡No veo la hora de romper su cuello con
mis propias manos! —exclamó con gran entusiasmo haciendo un ademán como
si realmente tuviera a su víctima entre sus garras—. ¡He soñado con este
momento casi toda mi vida y ya no puedo esperar más!

—Entonces te lo entregaré a medianoche —replicó con frialdad, ignorando
el sabor de la bilis en su boca. No podía evitar sentir asco por aquel
petulante sujeto a quien alguna vez había considerado como su amigo, un
igual.

—¡Magnífico! —susurró, saboreando ya el momento ya apartándose de la
puerta para dejar pasar a Jean.

—Tendrás que esperarme aquí hasta que yo regrese a medianoche con Javert
—pasó por su lado y tomó el pomo de la puerta, dándole la espalda a al
presidiario—. Claro que él no sabrá que estás aquí y…¡AGH!

Emitiendo un corto gemido de dolor, un inconciente Jean Valjean cayó
pesadamente sobre el suelo cuan largo era. De pie detrás de nuestro
caído protagonista, Leblanc sostenía entre sus manos la pesada bandeja
de plata en la que su antiguo amigo le había traído la cena. Sonrió muy
satisfecho con su obra.

—¿Me creíste estúpido, Jean? ¿Creíste que iba a quedarme aquí muy
tranquilo mientras ibas a hacerme arrestar con ese condenado inspector
de policía? Ahora todo se puso claro para mí… —sus ojos brillaron con la
perspectiva de una sangrienta masacre—: asesinaré a todos los que viven
bajo este maldito techo.



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