Fanfic Los Miserables -Una Segunda Oportunidad- *Capítulo 4: Una Promesa Ante la Tumba de Fantine*

    Sinopsis: Es la historia de Jean Valjean, un convicto que estuvo injustamente encarcelado por 19 años por haberse robado una rebanada de pan. Al ser liberado de su injusta condena, Valjean trata de escapar de su pasado, lleno de maldad y depravación, para vivir una vida digna y honesta, pero es perseguido durante décadas por el despiadado policía Javert después de haberse saltado la condicional. Cuando Valjean accede a cuidar a Cosette, la joven hija de Fantine, sus vidas cambiarán para siempre.




UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD

Un asesino quiere vengarse de Javert pidiéndole ayuda de Jean Valjean, pero Valjean rescató a Javert de las aguas del Sena y todo cambió entre ellos. Una nueva amistad y una vieja amistad están ahora en juego hasta el punto de arriesgar las vidas de todos los miembros de la familia de Valjean.

Género: drama, suspenso, amistad
Pareja: ninguna
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 7 capítulos
Estado: en proceso/sin acabar
Año de creación: 2007 (Publicada en Fanfiction)
Escritora: Gabriella Yu


PRIMERA PARTE:

SALVANDO UN ALMA

*Capítulo 4: Una Promesa Ante la Tumba de Fantine*


Luego de que Javert perdiera el conocimiento tras el enorme esfuerzo que
había hecho para llegar hasta el puente estando aún enfermo, Jean
Valjean alquiló un carruaje en donde colocó suavemente al enfermo sobre
uno de los asientos mientras él se sentaba en el otro, dedicándose a
observarlo detenidamente, pensando en el sorprendente pedido que Javert
le había hecho.

Tras llegar a casa, alzó en brazos al policía y lo regresó a su
habitación para que descansara, luego, Jean le contó a su ansiosa hija
todo lo que había ocurrido y también sobre el sorprendente pedido de
Javert de visitar la tumba de su madre.

Cosette se quedó callada un largo rato después de esa revelación, sumida
en profundos y tristes pensamientos acerca de su madre fallecida, de
quien apenas tenía algún recuerdo borroso.

—Cosette —su padre la volvió a la realidad.

—¿Sí, papá?

Le sonrió dulcemente.

—¿No quieres venir con nosotros a visitar a tu madre? Es una tumba muy
triste, pero quizás no te importe…

—No, no me importa, papá —respondió con premura, dirigiéndose hacia él
para tomarlo de las manos y mirarlo a los ojos con un cariño tan
profundo que sólo una hija devota puede dar—. Quiero conocer el lugar en
donde descansa mamá. Quiero contarle lo feliz que soy gracias a ti y a
mi amado Marius y dejarle un ramo de flores para que ella también sea
tan dichosa como yo.

—Te aseguro, hija mía, que tu querida madre te mira desde el cielo y es
tan feliz como tú lo estás ahora.

—¡Oh, papá! — lo abrazó con todas sus fuerzas, llorando de tristeza por
la madre que casi ni recordaba y llorando de alegría por el padre que
Dios le había dado.

Jean la abrazó también, posando su barbilla sobre la temblorosa
coronilla castaña, sintiéndose dichoso por la hija que tenía y el nuevo
amigo que muy pronto iba a tener.

"¿Nos estás viendo ahora, mi amada Fantine? —pensó, atrapado entre la
felicidad y la tristeza al igual que Cosette porque en su corazón
anidaban tanto las ganancias como las pérdidas de la vida—. Somos
felices, y tu hija tendrá la dicha de conocer el amor de un marido
devoto y el cariño de su propia familia, tal y como seguramente
anhelaste para ella… ¡Oh, Fantine! ¡Nuestro tiempo juntos fue tan efímero!".

Javert sufrió otra recaída aquella noche, pero las pesadillas que tanto
lo habían atormentado no volvieron nunca más, dando paso a una mano
amiga que jamás lo abandonaría a su suerte.

XOX

Pasaron tres semanas hasta que el inspector Javert estuvo lo
suficientemente fuerte como para hacer el viaje hacia Vigo y poder
visitar la tumba de la mujer que Jean Valjean tanto había amado y que él
había sido el responsable de su precipitada muerte.

A pesar de las protestas de Cosette y su padre, Marius, ya más o menos
recuperado de su herida de bala, también había declarado sus deseos de
visitar la tumba de la madre de su prometida para poder presentarle sus
respetos, así que también su poco equipaje pasó a engrosar el de sus
demás compañeros de viaje a bordo del carruaje que los llevaría desde la
ciudad de París hacia el pueblo de Vigo.

El trayecto duró varios días y tanto Valjean como su hija se esmeraron
para hacer de aquel viaje más llevadero para los convalecientes. Marius
se dejaba llevar por las tiernas atenciones de su amada, pero Javert,
arisco como era, apartaba a su nuevo amigo con una mirada de puñal,
cruzándose de brazos y piernas para finalmente contemplar el horizonte
que se extendía por la ventanilla lateral del carruaje. Lejos de
sentirse agraviado, a Jean le causaba mucha gracia aquella reacción muy
propia de su ex cazador porque, a pesar de ello, Javert estaba allí con
él, compartiendo el mismo coche, de igual a igual.

Pero lo que más disfrutaba el ex presidiario, eran las noches en que
paraban en alguna posada para poder comer y dormir con más comodidad.
Cenar con todos sus seres queridos era el sueño hecho realidad para él.
Javert no hablaba gran cosa, pero Jean esperaba que con el tiempo y la
confianza mutua, por fin soltara la lengua. El inspector, a pesar de una
rudeza muy bien escondida bajo unos modales impuestos tardíamente,
parecía tener una gran inteligencia al igual que él. Si la amistad entre
ellos dos evolucionaba para bien, pasarían tardes muy agradables
conversando sobre cualquier tema que les apeteciera.

Jean Valjean estaba tan sumido en aquellos agradables pensamientos que
la voz de Javert lo sobresaltó.

—Pronto llegaremos a Vigo —anunció el inspector con voz neutra.

Tanto Cosette como Marius se apresuraron a otear por las ventanillas con
curiosidad juvenil. A pesar de que sus padres habían vivido allí,
Cosette no tenía ningún recuerdo de aquel pueblo que había sido el lugar
del ocaso en la vida de su madre. Los Thenardier, la detestable pareja
que la había criado un tiempo antes de que su padre la adoptara, jamás
habían siquiera hecho el intento de llevarla hacia el pueblo para
visitar a su madre.

Muy por el contrario de los dos jóvenes, los viejos sí anidaban
inolvidables recuerdos de aquel lugar, la mayoría siendo triste y
solitaria y muy pocos momentos felices. Pero el recuerdo que realmente
les había dejado una marca imborrable en sus almas y corazones, era el
fatídico y violento encuentro entre Jean Valjean y Javert en el cuarto
de la agonizante Fantine, quien, al presenciar la fuerte discusión entre
aquel ser diabólico y su salvador, falleció presa del horror y la
desesperación, anticipándose el final que le había esperado desde un
principio al contraer la mortal tuberculosis, dejando a su hija Fantine
en las manos de un destino incierto.

Sí, Jean Valjean y Javert se habían odiado mutuamente durante muchos
años después de aquel incidente, pero el noble corazón del primero se
había ablandado con el tiempo hasta que terminó perdonando las feas
acciones del inspector de policía. Ahora sólo éste último necesitaba
disculparse con la fallecida para poder perdonarse a sí mismo y dar
inicio a una nueva etapa en su vida.

No perdieron el tiempo paseando por el pueblo porque no tenían ningún
buen recuerdo qué rescatar de allí, sencillamente se dirigieron
directamente hacia el lugar en donde supuestamente Fantine había sido
enterrada ya que ninguno de los dos sabía con certeza qué había sido de
su cadáver cuando ambos abandonaron precipitadamente el pueblo cuando
toda la verdad salió a la luz en cuanto a la verdadera identidad del
amable alcalde de Vigo.

Luego de dar algunas vueltas por el pueblo buscando el lugar en
cuestión, por fin lo encontraron: era un sitio sobrio y llano en donde
enterraban a los sin nombre y a aquellos cuyas familias no tenían un
centavo como para otorgarles un entierro decente a sus seres queridos.
En definitiva, era un lugar deprimente y abandonado a su suerte en donde
no se tenía ninguna certeza del sitio en donde estaría enterrada Fantine.

Sintiéndose horrorizada e inmensamente apenada por la suerte que su
madre había tenido, Cosette se aferró fuertemente al brazo de su
prometido cuando comenzaron a caminar por detrás de su padre y el
inspector. Jean Valjean también se sentía muy dolido por ello, pero para
él el sentimiento era mucho mayor que el de su hija porque poseía muchos
recuerdos de la mujer que tanto había amado a pesar del poco tiempo que
habían pasado juntos. Estar en Vigo, buscando la tumba de Fantine, era
de por sí una tarea angustiantemente dolorosa.

—Después de tantos años es una pérdida de tiempo buscar alguna seña
—declaró el aparentemente impasible Javert, deteniendo todo pensamiento
de sus compañeros, quienes alzaron la vista hacia él con el rostro
descompuesto por el dolor.

El inspector se volvió hacia ellos, manteniendo su sangre fría ante la
mirada de reproche de los otros tres.

—Propongo que, como no sabemos en dónde está enterrada la mártir
Fantine, recemos por el descanso de su alma en el centro de este
detestable cementerio.

Padre e hija se miraron consternados. Después de todo, él tenía razón,
no harían más que perder el tiempo buscando algo que jamás encontrarían.

Y así, los cuatro se arrodillaron luego de que Cosette dejara un ramo de
petunias en el centro. Jean Valjean, con voz quebrada, comenzó a recitar
una oración en memoria de la muerta mientras que los demás, con las
cabezas gachas, guardaban respetuoso silencio.

Mientras Valjean oraba, Javert comenzó a sentir cada vez más la pesadez
de sus pecados sobre su corazón, sobre todo el pecado de la crueldad que
lo había hecho actuar como un demonio despiadado en contra de los que
merecían la piedad de una segunda oportunidad, y Fantine había sido una
de sus víctimas, una joven mujer que necesitaba ayuda desesperadamente
de algún buen samaritano. Él había sido muy cruel con ella hasta el
final de sus días, pero, afortunadamente, la pobre chica había obtenido
alguna especie de consuelo y seguridad en el noble corazón de su peor
enemigo: Jean Valjean. En un principio había pensado que, al ser los dos
delincuentes, se entendían, pero ahora comprendía que tan sólo la vida y
la sociedad habían sido terriblemente injustas con ellos. El peso de su
propia culpa le carcomía el alma, pero la esperanza de liberación que
Valjean le proponía le abría las puertas hacia una nueva vida, una vida
en la que la soledad, la rigidez de pensamiento y la culpa estarían
lejos de él.

Javert apretó aún más los dedos sobre las manos y hundió aún más la
barbilla sobre su pecho. ¿Había realmente vivido una vida? No. Nunca
había vivido, sólo la monotonía y las reglas habían regido su vida sin
siquiera permitirse el lujo de variarla con borracheras o mujeres, en el
peor de los casos, o formar una familia y tener amigos, en el mejor de
los casos. Sí, quería vivir, quería sentir el gozo de la vida aunque ya
fuera el ocaso de su vida. Jean Valjean le ayudaría, sí, pero necesitaba
el perdón de Fantine para seguir adelante.

Estaba sumido en esos pensamientos cuando escuchó que su amigo terminaba
de rezar.

Jean observó a Javert por el rabillo del ojo, preguntándose si él
tendría el valor y el arrepentimiento necesarios como para pedir perdón
y si lo estaba haciendo ya. Grande fue su sorpresa cuando el inspector
por fin se animó a murmurar unas cuantas palabras:

—Perdóneme, mi señora Fantine —fue todo lo que dijo, siempre con la
frente baja, tratando de ocultar sus lágrimas de arrepentimiento y el
temblor de sus manos.

Cosette levantó la vista, sorprendida; quiso decir algo pero su padre la
contuvo poniéndole la mano sobre su hombro.

Un cuarto de hora más tarde, luego de que Cosette y su padre se
despidieran de Fantine, Marius presentara sus respetos y el estoico
Javert contemplara todo el lugar sin moverse de donde estaba, el
carruaje volvió a partir hacia París con sus tres pasajeros a bordo
sumidos en profundas cavilaciones y sentimientos encontrados. Pero
pronto, como era de esperarse en los tiernos corazones de los
enamorados, los jóvenes recobraron sus ánimos y volvieron a sonreír al
contemplar el hermoso futuro que les deparaba su ya cercano compromiso
matrimonial. Viendo a su hija adoptiva tan feliz, Jean Valjean no pudo
evitar volver al presente y regocijarse con su dicha. Sólo el inspector
Javert permaneció en el más completo mutismo, contemplando el casi llano
paisaje a través de la ventanilla del carruaje. El ex presidiario no
tenía idea de lo que su nuevo amigo estaba pensando, pero esperaba que
por fin su alma se hubiera aligerado tan sólo un poco del profundo dolor
que lo aquejaba.

Tres días después, los cuatro viajeros llegaron a casa, ya de noche, y,
luego de una ligera cena preparada por madame Toussaint, todos se fueron
a la cama en sus respectivas habitaciones del primer piso.

—Buenas noches, papá —le deseó Cosette, besándolo en le mejilla con todo
el cariño que una hija amorosa podía profesar hacia su dedicado padre.

—Buenas noches, hija.

La chica se dio media vuelta para retirarse a su cuarto, pero enseguida
se volvió, con los ojos brillantes y las manos jugando nerviosamente
entre ellas.

—Papá…

—¿Sí, hija? Dime —alejó la mano del picaporte de la puerta, volviéndose
hacia ella con todo su corazón.

—Gracias por todo lo que hiciste por nosotras… —y volvió a besarlo, pero
esta vez en la frente, como señal de profundo respeto filial.

Rápidamente la joven Cosette se escabulló en el interior de su cuarto,
dejando a su padre con la dicha más grande que jamás hubiera podido
imaginar. Se volvió pues, lleno de alegría dispuesto a regalarse con un
buen sueño cuando sus ojos se toparon con los de Javert, fríos y sin
sentimientos, casi muertos, borrándosele la sonrisa en un segundo.

—Debo admitir, Jean Valjean —dijo, mientras posaba su mano sobre el
picaporte del cuarto que le había sido asignado, justo al lado del de su
antiguo enemigo—, que después de todo, tiene razón. Debo darle otro
sentido a mi vida.

—No sabe lo feliz que me hace escucharle decir eso, Javert.

Una imperceptible sonrisa se dibujó en los labios del policía.

—Sí, claro… Feliz… —se dispuso a ingresar a su cuarto, pero Jean aún
tenía algo más que decir.

—Javert, estoy seguro que Fantine lo perdonó.

El aludido se quedó petrificado unos instantes, con la mano cerrada
sobre el picaporte y con la mirada clavada sobre la puerta y, sin decir
una sola palabra, entró rápidamente a la habitación y cerró la puerta
tras de sí, dejando a su salvador un tanto consternado con su actitud.
Finalmente sonrió, Javert era así, poco afecto a las demostraciones pero
estaba seguro de que era eso lo que justamente hubiera deseado escuchar
de sus labios.

Con una sonrisa más amplia que la anterior, Jean Valjen se retiró a su
cuarto a descansar y a dedicar su corazón a los recuerdos que atesoraba
en él sobre su amada Fantine.

Con el alma un tanto aliviada por las palabras de Valjean pero con el
corazón agobiado por el peso de sus pecados y la convalecencia de su
enfermedad, Javert se acercó a la ventana y se quedó contemplando la
tranquila lluvia que caía sobre las empedradas calles de París. Luego de
estarse allí un buen tiempo, soltó un profundo suspiro y decidió que ya
era tiempo de acostarse porque el viaje lo había agotado más de lo que
había pensado. De pronto, cuando apenas se volvió, creyó ver por el
rabillo del ojo una sobra sospechosa en la acera del frente que lo
obligó a volverse inmediatamente hacia el cristal, encontrándose con
nada. Frunció el entrecejo, su instinto policial le decía que alguien
había estado allí, pero su sentido común le decía que todo era fruto de
su debilidad y su recién abandonada condición febril.

Se alzó de hombros inclinándose por aquella última opción y cerró las
cortinas para mudarse de ropas y meterse finalmente a la cama. Lejos
estaba de sospechar que efectivamente una ser cruel y malvado había
descubierto su último paradero, regocijándose con la fantasía de ponerle
las manos encima.




También te podría interesar...

ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS

Comentarios

X Queridos visitantes: Únanse a las redes sociales del blog para estar en contacto si algún día es eliminado de nuevo.