Fanfic Los Miserables -Una Segunda Oportunidad- *Capítulo 1: El Salvador de Javert*

 Sinopsis: Es la historia de Jean Valjean, un convicto que estuvo injustamente encarcelado por 19 años por haberse robado una rebanada de pan. Al ser liberado de su injusta condena, Valjean trata de escapar de su pasado, lleno de maldad y depravación, para vivir una vida digna y honesta, pero es perseguido durante décadas por el despiadado policía Javert después de haberse saltado la condicional. Cuando Valjean accede a cuidar a Cosette, la joven hija de Fantine, sus vidas cambiarán para siempre.




UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD

Un asesino quiere vengarse de Javert pidiéndole ayuda de Jean Valjean, pero Valjean rescató a Javert de las aguas del Sena y todo cambió entre ellos. Una nueva amistad y una vieja amistad están ahora en juego hasta el punto de arriesgar las vidas de todos los miembros de la familia de Valjean.

Género: drama, suspenso, amistad
Pareja: ninguna
Calificación: para mayores de 13 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 7 capítulos
Estado: en proceso/sin acabar
Año de creación: 2007 (Publicada en Fanfiction)
Escritora: Gabriella Yu


PRIMERA PARTE:

SALVANDO UN ALMA

*Capítulo 1: El Salvador de Javert*


Cuando apenas lo vio lanzarse de espaldas al agua con las manos
esposadas, Jean Valjean no podía creer lo que el inspector Javert había
hecho¡acababa de sacrificar su propia vida para dejarlo ir! (o eso
parecía ser). No entendía cómo un hombre como Javert, tan centrado y
serio, hiciera algo tan radical como eso. Ése hombre no actuaba como el
verdadero inspector de policía que él había conocido hacía ya varias
décadas atrás, en vez de entregarlo a la justicia lo dejaba libre
matándose. ¿Acaso Javert había perdido la razón?

Mientras se levantaba del suelo, nuestro protagonista vio cómo la figura
de Javert desaparecía bajo el agua, llevándose consigo el terrible
pasado de Valjean así como también el miedo a ser descubierto y encarcelado.

Un poco impactado por la escena, Jean Valjean trató de alejarse de allí
a paso cada vez más rápido. Poco a poco una hermosa sonrisa afloró en su
rostro al darse cuenta de que ya no tenía nada más qué temer y que ahora
podría vivir como un verdadero hombre libre junto a su querida hija Cosette.

Pero, a medida que se iba alejando cada vez más y más del lugar en dónde
Javert se había lanzado al agua, Jean Valjean dejó de sentirse tranquilo
para comenzar a sentirse culpable y muy preocupado por el final que
había escogido su antagonista.

No, aquello no estaba bien, un hombre tan honorable y visiblemente
desesperado no se merecía un final tan indigno como ese. ¡Debía hacer
algo de inmediato¡No podía permitir que una persona así muriera por
él¡Tenía que salvar su vida!

Ya tomada aquella decisión, Jean Valjean regresó corriendo hacia la
orilla en donde vio a Javert parado por última vez y se quitó
rápidamente los zapatos para luego lanzarse audazmente a las peligrosas
aguas del río Sena, dispuesto a rescatar a su carcelero y perseguidor,
sin siquiera tomar en cuenta la locura de tal acción, ya que aquel lugar
en especial, era muy peligroso hasta para el más habilidoso nadador.
Abría que estar loco para lanzarse al agua.

Jean Valjean no sabía si saldría vivo de allí, ya que las arremolinadas
aguas parecían empujarlo inescrutablemente hacia las oscuras
profundidades del río, pero pensó que valía la pena arriesgar su vida
por la de Javert, ya que, de alguna manera, sentía que aquel hombre no
tendría a nadie quien llorara su muerte.

Mientras se sumergía más y más por las enturbiadas aguas del río Sena,
rezaba a Dios porque encontrara rápidamente a Javert, y si llegaban a
perecer los dos, le encomendaba también su alma y la de Javert.

Nada ocurrió después, los minutos pasaron y las aguas del río Sena
volvieron a aquietarse después del lanzamiento de JeanValjean.

Cosette iba y venía por la gran sala de su casa, dejando que sus
pensamientos volvieran hacia su querido padre luego de que el doctor le
asegurara que Marius ya estaba fuera de peligro.

La pobre joven no podía dejar de pensar en su padre, el verlo marcharse
con el policía para entregarse a la justicia después de haber rescatado
a Marius de las barricadas, le había partido el corazón. ¡Ella no quería
perder a su padre justo cuando por fin él había aceptado a Marius¡Todo
era tan injusto¡Ella no quería que las cosas terminaran así¡Aquel
condenado inspector era una desgracia para su familia!

–¡Oh, papá, papá! –gimió mientras lloraba con amargura–. ¿Cómo quieres
que sea feliz sabiendo que tú te sacrificaste por mi futuro con Marius?

Estaba tan inmersa en su desesperación, que cuando escuchó que la puerta
principal se abría violentamente, no pudo evitar sobresaltarse y dar
pequeño un grito. Al darse media vuelta, se quedó completamente
paralizada por la sorpresa, lo que acababa de ver era algo realmente
increíble.

–Cosette… –dijo su padre muy cansado mientras permanecía parado en el
umbral de la puerta con el inspector Javert desmayado en sus brazos.
Ambos estaban completamente empapados–, necesito ayuda, llama a madame
Toussaint…

–P-pero, papá¿qué sucedió? –apenas pudo decir la joven, pues aquello la
dejó sin habla.

–Javert trató de suicidarse tirándose al río Sena –le respondió mientras
lo acostaba sobre un sillón y comenzaba a aflojarle las ropas.

–¿Pero por qué¡Pensé que te quería arrestar!

–¡Cosette! –su padre no tenía tiempo qué perder–. ¡Luego te lo contaré
todo¡Ahora llama a Madame Toussaint¡Y si el medico ya se encuentra aquí,
que venga él también!

Aún un tanto desconcertada, la chica salió despedida de la habitación en
busca de la regordeta criada tartamuda y el doctor.

Mientras esperaba, Jean Valjean comenzó a buscar la llave de los
grilletes en los bolsillos de la ropa de Javert para poder abrirlas y
liberar así sus manos.

–¡Dios santo¿En dónde la metiste? –se quejó al no poder encontrarlas.

Quizás se le había caído en la vereda empedrada o se le había perdido en
las aguas del río. Valjean se levantó y comenzó a mirar a su alrededor,
buscando algo que lo ayudara en su desesperada empresa, entonces, su
ingenio surgió nuevamente en su auxilio–. ¡Las tijeras de podar!

Entonces, nuestro protagonista salió disparado hacia el jardín e
inmediatamente volvió con el objeto buscado. Rápidamente se puso manos a
la obra y con un fuerte apretón, la cadena y la tijera se rompieron,
liberando por fin a Javert. Valjean miró entonces a su antagonista, pero
éste seguía desvanecido. Acto seguido, el padre de Cossete se dirigió
hacia la chimenea y comenzó a encender el fuego con unos maderos que
tenía allí. Ambos, tanto él como Javert, estaban muertos de frío y
debían entrar en calor cuanto antes. En eso, entraron al salón el médico
y madame Toussaint, quienes se sorprendieron un tanto con aquella
extraña escena.

–¿Qué fue lo que pasó? –preguntó de inmediato el doctor mientras
comenzaba a revisar al inspector Javert.

–Se cayó al río Sena, yo lo rescaté.

El profesional se volvió hacia él muy enfadado y le dijo:

–No me mienta, Monsieur Fauchelevent –y levantó una de las manos del
paciente–¿qué significan estos grilletes es sus muñecas?

Valjean se mordió los labios, y enseguida comprendió que sería una
tontería mentirle al doctor.

–Quiso suicidarse. ¿Se recuperará?

–¿Estuvo mucho tiempo en el agua? –preguntó mientras seguía revisándolo.

–Cuando lo saqué ya no respiraba…, tuve que comprimir su pecho varias
veces y hacerle respiración boca a boca, luego de unos momentos, escupió
mucha agua y volvió a respirar, pero luego perdió la conciencia.

El médico asintió con la cabeza.

–Se recuperará, pero como usted dice que trató de suicidarse, tardará
bastante en hacerlo. ¿Y usted cómo se encuentra?

–Cansado y mojado, pero estaré bien.

–Eso debo decidirlo yo, Monsieur Fauchelevent. Quiero que usted y él se
cambien de ropa y se abriguen muy bien. Permanezcan junto al fuego para
elevar la temperatura del cuerpo, tomen religiosamente los remedios que
les recetaré –lo miró con severidad–. Quiero que se cuiden, ambos ya son
hombres mayores y la resistencia ya no es la misma que en la juventud:
podrían pescar una neumonía y usted sabe lo que eso significaría.

–Todo se hará como usted lo indique, doctor Bernard, descuide–. Y luego
agregó bastante preocupado: – ¿Cómo está el muchacho?

–Delicado, pero se recuperará. Ya he aconsejado a Madame Toussaint y su
hija Cosette cómo cuidarlo.

Se despidió del dueño de la casa y acto seguido se dirigió hacia la
puerta acompañado por la criada, y antes de salir a la calle, volvió su
rostro hacia Valjean y le dijo:

–Usted ha salvado la vida de dos personas el día de hoy, señor
Fauchelevent, pero debo advertirle que éste hombre intentará matarse de
nuevo, se lo advierto, su vida ahora está en sus manos.

Y se retiró, dejando a Jean Valjean muy preocupado y pensativo. ¿Sería
posible que Javert intentara suicidarse otra vez? Él siempre había
creído que el inspector era una persona muy fuerte emocionalmente, pero
veía que no era así. ¿Qué le habría sucedido para hacer semejante cosa?

Dirigió su vista hacia el inspector Javert, quien aún permanecía sin
sentido y seguía respirando con dificultad. Valjean frunció el
entrecejo, pensando que si él lo había rescatado, se haría cargo
personalmente de mostrarle un nuevo camino en la vida y darle una razón
para seguir viviendo.

Nuestro protagonista decidió que ya era tiempo de llevarlo a una
habitación para que se recuperara.

El inspector Javert era alto y pesado, pero Jean Valjean era aún más
alto y mucho más fuerte debido a los trabajos forzados en las canteras,
y sin ningún problema, pudo alzarlo nuevamente en brazos para llevarlo a
la única habitación que quedaba libre en la casa, una que supuestamente
servía como dormitorio para algún invitado que visitara la casa (cosa
que nuestro protagonista evitaba que sucediera a toda costa). Allí
depositó al inspector en la cama para luego dirigirse hacia su propio
cuarto, en donde Marius Pontmercy convalecía bajo los cuidados de una
hermosa "enfermera".

–¿Qué fue lo que dijo el doctor, papá? –quiso saber Cosette mientras su
padre se cambiaba de ropa tras una elegante mampara.

–Dice que Javert se recuperará, pero cree que intentará matarse otra vez.

Luego de unos momentos de silencio, mientras acariciaba la afiebrada
frente de su novio, Cosette preguntó angustiada:

–¿Por qué lo salvaste, papá? Ahora él no nos dejará en paz…

–Cosette, mide lo que estás diciendo –le reprochó suavemente mientras
salía vestido con ropas secas y con un bulto de ropa bajo el brazo–. ¿Me
crees capaz de dejar morir a alguien frente a mis ojos cuando sé que
puedo ayudarlo?

–No, papá… –lo miró con admiración–¿pero porqué tenías que salvarlo
justo a él?

La miró en silencio por unos momentos, un tanto pensativo.

–Él necesita ayuda desesperadamente, Cosette, y creo que no tiene a
nadie quién lo ayude.

Dicho esto, se retiró de la habitación dejando a su hija un tanto
confundida y preocupada. La joven rezaba para sus adentros que la
muestra de bondad de su padre para con el inspector, no se volviera en
su contra.

Una vez en el dormitorio en donde descansaba Javert, Jean Valjean se
dispuso a encender el fuego de la chimenea para luego cambiar las ropas
mojadas del policía por otras que le pertenecían a Valjean y luego lo
tapó muy bien con varias frazadas. Cuando terminó de hacerlo, notó que
la frente del inspector estaba perlada, así que le colocó su mano
derecha en la frente y con la izquierda en su propia frente. Frunció el
entrecejo un tanto preocupado: Javert ardía en fiebre.

Rápidamente fue a llenar una palangana con agua para luego mojar un paño
en ella y colocárselo después en la afiebrada cabeza. Pareció que Javert
había sentido esto, pues abrió los ojos lentamente y miró hacia donde
estaba Valjean. Éste, tomado un poco de sorpresa, le dijo:

–Tranquilo, Javert, estoy aquí para ayudarlo.

El inspector de policía nada dijo, parecía no haberlo reconocido, luego
cerró nuevamente los ojos y volvió a quedarse dormido.

Nuestro protagonista se le quedó mirando por unos instantes para después
suspirar profundamente y levantarse de la silla en donde estaba sentado
al lado de la cama en donde convalecía su tenaz pero confundido enemigo.

–Va a ser muy interesante todo esto… –murmuró.

Aquella noche, como Marius estaba en su dormitorio, Jean Valjean se
quedó a dormir en la habitación de huéspedes junto a Javert, acostándose
sobre un cómodo sillón que había allí y tapándose muy bien.

En aquel extraño silencio, luego de que la noche anterior se escucharan
disparos, cañonazos y gritos, Jean Valjean dirigió su vista hacia el
inspector Javert, quien permanecía completamente dormido, y se preguntó
por enésima vez si había hecho lo correcto en salvarlo de las aguas del
Sena.

Mientras tanto, en un bosque que estaba a prudencial distancia de la
prisión de Tolón, el malvado convicto Pierre LeBlanc se había ocultado
dentro de una fría cueva para tratar de pasar la noche y comenzar a
tramar su plan de venganza. Primero tenía que averiguar en dónde se
encontraba viviendo el inspector.

–Muy pronto, Javert, muy pronto volveremos a encontrarnos y desearás
nunca haberme metido en prisión.



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