Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 32: Un Amor que Nunca Fue*

                              Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

CUARTA PARTE: EL DESTINO DE JAMES NORRINGTON


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 32: Un Amor que Nunca Fue*


Jade y los demás subieron a la cubierta principal justo a tiempo para
ver a la tripulación de Davy Jones abordando al /Emperatriz/ para poner
punto final a la batalla… ¡y encontrar a Norrington liderando el ataque!

—¡Maldito! —gritó la chica, furiosa, desenvainando las espadas gemelas y
lanzándose inmediatamente sobre el sorprendido James Norrington.

—¡No! ¡Espera! —exclamó Elizabeth, extendiendo la mano en un vano
intento de detenerla.

Todo pasó en un segundo. Nadie pudo reaccionar ante aquel repentino
ataque, salvo el capitán Jones, quien afortunadamente detuvo a Jade
golpeándola en la cabeza con su enorme pinza de cangrejo, dejándola sin
sentido en el suelo ante la mirada atónita de los demás. Sus sirvientes
corrieron a auxiliarla.

Molesto, se volvió hacia Norrington.

—Si no fuera porque trabajas para ese maldito de Beckett, ya estarías
muerto. ¿Ésa es la clase de preparación que tiene un almirante de la
Armada inglesa?

—Sí… —asintió mecánicamente. Apenas lo había escuchado porque toda su
atención estaba puesta en la hija de Weathervy Swann.

—Elizabeth… —murmuró aturdido, dando un paso hacia ella—. ¿Qué estás
haciendo aquí?

—¡Oh! ¡James! ¡James! —exclamó con desesperación, corriendo ansiosa para
abrazarlo con todas sus fuerzas, actitud que lo sorprendió—. ¡Creí que
jamás volvería a verte!

—¡Gracias al cielo que estás viva! —dijo James a su vez, abrazándola
también con la misma intensidad que ella, pero el tono de su voz sonaba
con una rara mezcla entre la felicidad y la tristeza—. Tu padre se va a
alegrar de que estés a salvo

—No, yo soy quien debe darte las gracias por haber salvado su vida
—replicó, volviendo sus ojos llenos de lágrimas hacia él—. ¡Toda mi vida
no alcanzará para agradecerte!

—… ¿De modo que ya se encontraron…? —la soltó lentamente, sintiéndose
traicionado—… Le pedí que no se lo dijera nada a nadie…

—¿Cómo pudiste pedir algo así? —replicó ofendida—. ¡No seas tan injusto!
¿No te das cuenta de que todavía hay personas que te quieren de verdad?

—Elizabeth… —se sorprendió. No esperaba esa clase de palabras de parte
de su antigua prometida. Alzó el semblante y su mirada se cruzó con la
de Tía Dalma, quien no le quitaba la vista de encima.

—¿A qué hombre llaman ustedes capitán? —preguntó Davy Jones de repente.

Ninguno de los prisioneros quiso responder, cosa que enfureció al monstruo.

—¡Respondan o les juro que en un segundo formarán parte de mi tripulación!

Todos se asustaron, pero aún así no estaban dispuestos a poner a la hija
de Sao Feng en peligro.

—Yo soy el capitán de esta nave —respondió el valiente capitán Seagull
Hood dando un paso al frente ante la atónita mirada de sus compañeros.

Elizabeth apretó el brazo de Norrington para llamar su atención.

—Debo hablar contigo —susurró.

James sonrió tristemente. ¡Cuántas veces había deseado que ella se
dirigiera a él con tanta familiaridad!

—Llévenselos a todos a la prisión y remolquen el barco —ordenó con su
tono de oficial—. Esta mujer será mi invitada.

—Gracias, señor —agradeció la joven mientras el furioso Davy Jones
acataba sus órdenes.

—¿Quieres tomar o comer algo, Elizabeth? —James le ofreció con
amabilidad en cuento estuvieron instalados en su oscuro y fantasmagórico
camarote.

—No… Gracias —se sentó en una silla mientras miraba horrorizada a su
alrededor.

El oficial la imitó.

—¿No te parece el lugar más adecuado para un traidor como yo? ¡Quién
hubiera pensado que el gran comodoro Norrington terminaría en un lugar
como este!

—¡Oh, James! ¡No seas tan cruel contigo mismo! —se quejó, luego pareció
entristecerse—. Todos cometemos errores…

Él la miró desconcertado.

—¿Acaso te sucedió algo?

—No —respondió precipitadamente, tratando de sonreír. Era demasiado
orgullosa como para hablar de sus propios problemas.

Norrington pareció no haberse convencido del todo y la miró de reojo.

—¿Por qué no me lo cuentas todo?

—¿Eh? —palideció, poniéndose muy nerviosa.

—Cuéntame sobre cómo es que tú y los demás terminaron a bordo del
/Emperatriz/ —le aclaró para tranquilizarla.

—Son demasiadas cosas para contar cuando hay algo verdaderamente
importante que deberías saber —le aclaró aliviada una vez que los
colores volvieron a sus mejillas.

A James se le paró el corazón y su rostro palideció considerablemente.

—¿Jacky…, está bien? —preguntó, temiendo lo peor.

—Ella está embarazada.

Impactado, James cayó se dejó caer sobre una silla, blanco como un fantasma.

—¿Em… barazada…? —apenas pudo decir, su mirada perdida en el vacío.

—¡James! ¡James! —repitió angustiada, levantándose de su silla e
inclinándose para sacudirlo por los hombros—. ¿Me oyes? ¡Reacciona!

Lentamente pudo volver a tener el dominio de sí mismo, logrando fijar
sus ojos en los de Elizabeth.

—Ahora sé… por qué me odia tanto…

—¡Oh, no, James! —lo abrazó, estrechándolo fuertemente contra ella—. ¡Te
aseguro que ella no te odia!

Él también la abrazó, apoyando su mentón sobre el hombro de la joven,
tal y como ella lo estaba haciendo.

—La traicioné y ahora le hice eso… ¿Cómo no va a odiarme entonces?

—¿Es que no estás feliz por la noticia? —, extrañada, Elizabeth se
apartó un poco para mirarlo a la cara—. ¡Vas a ser padre!

James sonrió, era una sonrisa muy triste.

—Claro que estoy feliz de saberlo, ¡siempre ha sido mi sueño! Tú lo
sabes… Pero no quiero que mi hijo venga a un mundo gobernado por gente
como Beckett… —Se puso trabajosamente de pié mientras la hija del
gobernador lo seguía con la mirada—. Y es por eso que ahora más que
nunca debo hacer las cosas bien.

—¿A qué te refieres? —le preguntó con un dejo de temor, incorporándose
ella también.

Él se volvió hacia ella con una expresión tan decidida que la sorprendió.

—Ya lo verás. Ahora es mejor que te vayas con tus compañeros.

—Pero…

—No te preocupes —le sonrió tiernamente mientras le colocaba suavemente
la mano sobre su esbelto hombro y la miraba con triste nostalgia—. Esta
misma noche los liberaré ahora que sé de qué lado estoy.

—¿Pero eso no te pondrá en peligro? —lo tomó ansiosa del brazo. Su
preocupación era tan sincera que logró conmover profundamente al
oficial, quien, con mano trémula, acarició suavemente su mentón.

—Mi vida a tu lado no significa nada, Elizabeth —sus ojos verdes
brillaron como esmeraldas, recordando lo mucho que la había amado en el
pasado a pesar de que nunca había sido correspondido—. Pude salvar la
vida de tu padre y espero hacer lo mismo por la tuya…, pero nada de eso
me absolverá de mis otros errores…

Su mirada se perdió en lontananza, oscureciéndose. El arrepentimiento,
el dolor y la profunda y silenciosa amargura reaparecieron en su
demacrado rostro, sólo entonces Elizabeth se percató de lo delgado y
envejecido que estaba. Tan solo era una triste sombra del gran hombre
que había sido antes. Sintiéndose profundamente conmovida, desvió su
mirada hacia un costado…, horrorizándose inmediatamente con lo que vió.

—¡James! ¿Qué te pasó? ¿Quién te hizo esto? —inquirió, tomándolo
desesperadamente de la mano derecha, que estaba ligeramente colorada e
hinchada, la dio vuelta y le corrió la manga. En la muñeca del
almirante, ahora había una marca hecha recientemente con un hierro al
rojo vivo: era la letra P.

—¡Pirata! —exclamó impresionada, tapándose la boca con la mano mientras
que con la otra lo sujetaba de la muñeca.

Ahora que él llevaba esa marca tan significativa, nunca más podría
volver a Inglaterra con la frente en alto porque siempre sería señalado
por todos como un vil pirata y no como el correcto caballero que era.
Jamás volvería a ser lo que antes había sido, jamás.

Avergonzado, James retiró rápidamente su mano, dándole la espalda de
inmediato.

—¿Ahora comprendes por qué no puedo abandonar esta nave? —le dijo—. Debo
vengarme de Beckett aunque me cueste la vida conseguirlo… Sólo así tú,
Jacky y mi hijo podrán vivir en paz.

—¡Pero no tienes por qué sacrificarte para eso! —exclamó la chica,
desesperada por ayudarlo—. ¡Tu vida vale tanto como la mía!

James sonrió tristemente y se volvió hacia ella. Sus ojos verdes estaban
vidriosos.

—Ya es demasiado tarde para mí, Elizabeth. Muchas personas murieron por
mi culpa y yo debo pagar por eso… Y ni siquiera dando mi vida podré
redimirme de mis pecados… —su mirada volvió a perderse. Elizabeth,
destrozada, se vio obligada a aceptar que él nunca más volvería a ser el
arrogante pero noble caballero de antes.

Se acercó a él y colocó suavemente su mano en la frente.

—Tienes fiebre… —le dijo con un tono muy suave.

—Es por la quemadura —le respondió con el mismo tono de voz. Era
extraño, pero aquella pequeña muestra de afecto lo había aliviado
bastante—. Pero no te preocupes, comenzó a ceder desde ayer; pronto
pasará y estaré completamente bien.

Elizabeth lo miró con una mezcla de ruego y desesperación.

—Acompáñanos —le pidió, pillándolo por sorpresa—. James, ven conmigo.

Él estaba perplejo, ¡cuántas veces había soñado con esas palabras!
Elizabeth se veía tan hermosa como un ángel, como siempre la había visto
a través de los años. Ella nunca dejaría de ser un hermoso sueño para
él, uno que siempre había sido inalcanzable.

—Debes irte ahora, Elizabeth. Cuando llegue el momento retrasaré el
cambio de guardia el tiempo necesario para liberarte a ti y a los demás.

—¿Pero te irás con nosotros? —le preguntó ansiosa.

James guardó silencio por algunos segundos. Finalmente esbozó una tenue
sonrisa.

—Yo después iré contigo cuando me asegure de que nada los amenace.

Pero Elizabeth se percató de la falsedad de sus palabras.

—No es cierto —replicó.

Él comprendió que de nada servía engañarla, lo mejor era dejar las cosas
en claro y despedirse de una vez.

—Nuestros destinos se habrán enlazado, Elizabeth; pero jamás se unieron…
—le dijo. Deseaba besarla, pero eso sería traicionar el amor que sentía
por Jacky—. Vete ahora.

—No… —negó débilmente, comenzando a sollozar, aferrándose fuertemente de
su brazo.

—Será lo mejor para ambos —insistió—. Dile a tu padre que siempre lo he
estimado mucho.

—No, James. No digas esas cosas. ¡Tú vendrás conmigo y se lo dirás tú
mismo! —llorosa, se aferró enérgicamente a sus brazos, comenzando a
desesperarse. ¡Él se estaba despidiendo!

—¡Guardias! —llamó. No quería seguir escuchándola o terminaría por ceder.

—¡No! —gritó entre desesperada y testaruda—. ¡Ven conmigo!

—¡Guardias! —llamó con más fuerza, deshaciéndose bruscamente de ella—.
¡Guardias!

—¡No! ¡James!

—¡Vete! —Angustiado, la tomó por los brazos, mirándola directamente a
los ojos—. ¡No hagas esto más difícil para mí, Elizabeth! —Se le hizo un
nudo en la garganta—…. Yo… siempre estuve enamorado de ti, Elizabeth, y
aunque nunca me quisiste siquiera la mitad de lo que yo a ti, jamás me
perdonaría si llegara a pasarte algo malo, ¿comprendes?

Ella se le quedó mirando detenidamente con la boca entreabierta y,
dejándose llevar por la impresión del momento, lo besó tiernamente en la
boca, dejándolo absolutamente pasmado.

Lentamente apartó sus labios de los de él, sintiéndose abochornada y
preguntándose por qué lo había hecho.

—Después de Will y mi padre, eres lo más importante para mí —le dijo en
cuanto recuperó la voz.

James se quedó estupefacto. En ese momento entraron los soldados.

—¿Sucede algo, almirante? —preguntó uno de ellos, sacándolo de su
ofuscación.

—Sí. Quiero que se la lleven. Enciérrenla con los suyos.

—¿Qué? ¡No! —se negó la chica, pero era ya demasiado tarde, los guardias
la apresaron sin demora y se la llevaron a rastras de allí—. ¡No!
¡James! ¡No!

Norrington sonrió tristemente.

—Adiós… —se despidió.

Una vez que la puerta se hubo cerrado dejándolo completamente solo,
James se dirigió hacia su escritorio, abrió uno de sus pequeños cajones
y extrajo de él la misma daga que Weathervy Swann había tratado de
utilizar para apuñalar el corazón palpitante de Davy Jones.

La miró detenidamente. Sus ojos brillaron con una rara mezcla de
determinación y excitación.

—Llegó el momento de que el /Holandés Errante /tenga un nuevo capitán.



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