Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Prólogo*

Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

PRIMERA PARTE: LA SAGRADA ESPADA DE ODÍN


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Prólogo*


Los majestuosos picos helados de las inhóspitas regiones congeladas del
norte de Noruega se alzaban impertérritos a través de la inmensidad del
despejado cielo azul. Muy dentro de aquellas tierras salvajes e
inclementes, se encontraba la entrada a los límites del mundo humano y
el de los dioses: /Midgard /y/Asgard/. Allí mismo existía un magnífico
templo de hielo sólido enclavado a los pies de un maravilloso puente de
arco iris llamado /Bifrost/, hecho de fuego para que los gigantes de
escarcha del reino de /Jotunheim/ no pudieran atravesarlo y llegar hasta
/Asgard/. En aquel templo se encontraba una de las armas más poderosas
del mundo, una espada, que según las leyendas vikingas estaba consagrada
por el mismo Dios Supremo de /Asgard/: Odín. Dicha espada le otorgaba un
poder inimaginable para el que la portara siendo capaz de hasta quitarle
la vida al Dios más poderoso de todos, por lo que el dueño de dicha
espada podría llegar a dominar el mundo entero, casi convertido en un Dios.

Ésa era la espada que el malvado y sanguinario pirata, el capitán
Bartolomé "Sangre Negra" Morgan, hermano menor del famoso pirata que
respondía al mismo nombre, quería obtener para derrotar al espadachín
más poderoso de los siete mares: el almirante George Jacobson, a quien
ya conocía con la verdadera identidad de Isabel Jacobson, una mujer. Y
era más por ese motivo que "Sangre Negra" quería esa legendaria espada
de la que todos dudaban de su verdadera existencia, quería vengar su
orgullo tras haber sido derrotado vergonzosamente por una mujer.

Dentro del majestuoso y solitario templo habitaba una mujer hermosa,
esbelta, de largos cabellos dorados, tez blanquísima, orejas
puntiagudas, boca de labios finos pero atrayentes, el color de sus ojos
oscilaba entre celestes o violetas clarísimos, poseedores de una mirada
intensa y embrujadora. Vestida con ropajes largos de seda, tan finos que
hacía creer que allí el clima no era implacable. Su andar era como el de
un fantasma, deslizándose silenciosamente por los abovedados salones del
templo. Esta mujer etérea y delicada era la guardiana de la sagrada
espada de Odín y estaba muy enterada de que muy pronto aquel hombre
perverso llegaría a sus dominios para arrebatarle la poderosa arma.

De pie, con las manos delicadamente cruzadas sobre su regazo, la bella
mujer miraba a través de una de las alargadas ventanas del templo hacia
el basto mar casi congelado que se extendía frente a sus ojos.

—¿Está segura de que permitirá que ese horrible mortal tome la sagrada
espada, mi señora? —quiso saber, Egmont, su fiel sirviente que la había
acompañado durante siglos en su deber de custodiar dicha arma.

Ella no se volvió hacia él para contestarle, sus ojos seguían clavados
en el horizonte mientras el ocaso llegaba a su fin.

—Nunca he estado tan segura como ahora, Egmont. El destino predice una
gran batalla entre el bien y el mal en las lejanas aguas de /Midgard./
Además… —volvió su impasible rostro hacia él—. Mi hija Alwine está con él.

—… ¡¿Q-quéee…?! —apenas pudo exclamar el incrédulo hombre de lo
sorprendido que estaba, pues sabía que el regreso de la niña a los
límites de las tierras de /Asgard/ enfurecería terriblemente a más de un
Dios.

—¡Pero, mi señora! ¡No puede permitir que ella ponga un pie sobre este
lugar sagrado, le está prohibido! —le rogó.

—Eso ya lo sé —replicó con un leve dejo de furia en su voz—. Pero hasta
una madre como yo desea ver a su hija aunque sea una vez en su vida, y
eso es lo que deseo con todo mi corazón.

—Pero le está prohibido a usted también, mi Señora… —rogó más que
opinó—. El rompimiento de esta prohibición podría significar su muerte…

—Eso también lo sé —replicó en un susurro, resignada a su suerte,
volviendo su atención hacia las azuladas aguas del extenso mar—. Y ése
es un riesgo que pienso correr por mi hija.

Egmon guardó silencio, preocupadísimo por su señora Alrun, que así se
llamaba la sabia y noble mujer. Egmon era un elfo también, pero de una
clase más baja. Era más alto que ella pero su cabello era largo y negro,
su piel también era pálida, delgado y de profundos ojos azules, sus
delgadas cejas se arqueaban hacia arriba. Vestido casi igual que su
señora le profesaba una gran devoción hasta el punto de ser capaz de dar
su vida por ella. Si ella era una poderosa hechicera, él era un
espectacular guerrero.

Lentamente se aproximó a ella y se detuvo a su lado, contemplando él
también el inmenso mar.

—Entonces esto significa el principio del fin… —murmuró.

—Sí.

La triste y nostálgica mirada de Alrun se perdió en el horizonte,
sumiéndose en los distantes recuerdos de su pasado, recuerdos de un amor
encontrado y perdido, recuerdos de un castigo cruel y un destino sin
esperanzas. Aún así, deseaba reencontrarse con su hija así tuviera que
desafiar los designios de los Dioses, aún si eso significara su propia
muerte.

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El barco pirata navegaba lentamente por las desconocidas y casi
congeladas aguas del norte de Noruega, aquellas aguas que muy pocos se
atrevían a navegar por su peligrosidad: los témpanos podrían abrir el
casco de una embarcación como si fuera una nuez o las bajísimas
temperaturas podrían congelar la sangre de cualquier desdichado que se
aventurara a navegar por aquellas latitudes. Las leyendas se seres
mitológicos o artefactos poderosos habían atraído a un montón de
incautos que perecieron en extrañas circunstancias.

Aquellas regiones estaban cubiertas por un manto de misterio y peligro,
pero el capitán Bart "Sangre Negra" Morgan no estaba dispuesto a perder
el premio que tanto buscaba, recompensando sus esfuerzos. Sus ojos
enrojecidos observaban los enormes témpanos que se alzaban a ambos lados
de las aguas en donde su barco se encontraba navegando silenciosamente,
buscando alguna formación que no fuera natural, aquella que muy
posiblemente fuera el templo que tanto buscaba.

—¡¡Allí, capitán!! ¡¡A un cuarto entre la proa y babor!! —gritó el vigía
que se encontraba en el palo mayor, llamando la atención de toda la
tripulación quienes inmediatamente se apiñaron hacia babor, sobrecogidos
por el inmenso templo de hielo que se alzaba hacia esa dirección,
cimentado sobre una enorme masa del mismo material, a varios metros de
altura.

—¡Ese es el templo que guarda la Espada de Odín! —exclamó Smith, el
aventurero cazatesoros, el encargado de descifrar el mapa que los
llevaría hacia ése lugar.

Morgan sonrió satisfecho, muy pronto sería el espadachín más poderoso de
los siete mares y derrotaría definitivamente al odiado almirante Jacobson.

Mientras tanto, en una de las celdas de la bodega del barco, el capitán
Seagull Hood y la pequeña Alwine, prisioneros del cruel pirata,
intentaban por todos los medios de ver aquel lugar misterioso a través
de las diminutas rajaduras del casco.

—Creo que ya llegamos a nuestro destino —le dijo Seagull a la niña,
sonriéndole simpáticamente.

—Nos matará ¿verdad? Cuando ya no le sirvamos más —replicó la preocupada
Alwine. El bandido la miró muy preocupado.

—Jamás permitiré que te hagan daño, jamás. Hice una promesa y la
cumpliré —volvió a sonreírle, enmarañando los dorados cabellos de la
niña con la mano.

Ella sonrió también, pero fue una sonrisa efímera.

—No sé por qué —dijo mientras volvía a mirar a través de la rendija—,
pero éste lugar me provoca mucha tristeza…


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