Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 4: El Padre de Alwine*

    Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

PRIMERA PARTE: LA SAGRADA ESPADA DE ODÍN


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 4: El Padre de Alwine*


—Tu padre se llamaba Philippe Deneuve y era un habitante de la tierra
Midgard —le reveló con voz sosegada mientras caminaban hacia el altar en
donde la sagrada espada permanecía suspendida en el aire por un poder
misterioso.

—¿U-un habitante de… de… qué? —quiso saber Alwine sin lograr comprender
del todo a su madre.

Alrun se detuvo y la miró cariñosamente.

—De Midgard, querida; la Tierra de los Humanos en donde tú has vivido
hasta ahora.

—¿La tierra de los humanos? ¡Entonces mi papá era un humano! —exclamó
con los ojos abiertos de par a par, tan contenta como sorprendida.

—Así es, querida; él fue un ser humano maravilloso y debes sentirte
orgullosa por ser su hija.

—¿Y qué pasó con él? —quiso saber el capitán Seagull Hood, siempre
inclinado hacia el sentimentalismo y la curiosidad.

La interpelada alzó la vista, una hermosa mirada llena de tristeza y rencor.

—Él murió para salvar la vida de Alwine y mi honor.

Todos se quedaron boquiabiertos, impactados con aquella inesperada
revelación.

—¿Pero cómo pudo suceder algo así? —insistió Seagull.

—Porque así lo dictó el Sagrado Consejo de elfos de /Alfheim/ al
enterarse del fruto de mi unión con un humano, lo cual me estaba
absolutamente prohibido por ser la guardiana sagrada de la espada de
Odín y un ser superior a los humanos. —Todo esto lo había dicho con un
tono frío e insensible, ocultando su furia y dolor tras una serena y
pálida máscara—. Para ellos mi acto de amor era degradante y vergonzoso,
algo que sería muy mal visto y hasta sería objeto de la burla de todos
los reinos de /Yggdrasil/ y debía ser castigado con celeridad…

Haciendo una breve pausa, las delgadas cejas de Alrun se arquearon,
dejando salir una voz casi ronca de su garganta.

—El castigo por mi sacrilegio fue que Philippe se ofreciera a sí mismo
como sacrificio en honor al dios Odín para que perdonara nuestro pecado.
Si Philippe aceptaba suicidarse, el Consejo perdonaría la vida de Alwine
(que aún no había nacido) y yo seguiría siendo la guardiana de la espada
prometiendo que jamás volvería a poner un pie fuera de este templo que
sería mi prisión para el resto de mi vida. Si Philippe se negaba a dar
su vida por nosotras, podría marcharse hacia su país y entonces nosotras
seríamos las que hubiéramos tenido que sacrificar nuestras vidas.

—Pero él optó por la primera opción, ¿verdad? —soltó Seagull,
reprimiendo la rabia que sentía por aquella injusticia.

Los ojos de Alrun brillaron.

—Sí. Él se lanzó valientemente desde lo más alto de un precipicio y
Alwine fue apartada de mi lado apenas nació y condenada al exilio en
Midgard. —La miró llena de tristeza mientras acariciaba su cabecita—. Yo
siempre recé para que algún alma caritativa que cuidara de ti… ¡La culpa
de saberte desamparaba me rompía el corazón y me llenaba de angustia!
¡Oh, Alwine! ¡Hubiera dado hasta mi vida por haberte evitado todo el
sufrimiento que viviste!

—¡Mamita! —exclamó la niña, arrojándose sobre ella para abrazarla con
todas las fuerzas de sus bracitos, llorando desconsoladamente.

—¡¡Insensatos!! —gritó el pirata, enfurecido por tanta injusticia,
golpeando la helada pared con su puño—. ¡¿Cómo pueden ser tan crueles?
¡Aún cuando Philippe haya dado su vida por ustedes esos malditos tipos
del Consejo siguen castigándolas!

—La vida está llena de injusticias, capitán Seagull —replicó Alrun,
siempre manteniendo sus sentimientos bajo control—, pero también está
llena de pequeños gozos que valen la pena vivirlos…

Y con esto miró tiernamente a Alwine, acariciándole la cabecita mientras
la niña seguía aferrada fuertemente a ella.

—Tu padre llegó a estas remotas tierras un día de verano a bordo de un
barco militar. Ninguno de su tripulación pudo ver este templo porque yo
me había encargado de ocultarlo con mis poderes tras un espeso manto de
niebla. Me llamó la atención el hecho de que luego de unas semanas todos
se marcharan de estas costas excepto tu padre, que se quedó viviendo en
una cabaña que él y sus compañeros habían construido. Aquello me pareció
muy extraño y tanto Egmon como yo estuvimos vigilándolo desde una
distancia prudencial, pues no queríamos que él supiera acerca de nuestra
existencia.

Ahora voy a describirte cómo era tu padre tanto en su personalidad como
en su apariencia, hija: él era alto, bastante alto; de casi dos metros,
su cabello era de un castaño oscuro, largo y ondulado que siempre
sujetaba en la nuca con una cinta negra; sus ojos eran del color de la
miel, de mirada intensa e inteligente; su nariz era larga y recta; boca
ancha y algo fruncida, demostrando que era un hombre terco. Era esbelto
pero con buena forma; su piel, antes blanca, era para entonces morena,
tostada bajo los rayos del sol. Cuando caminaba era como si fuera capaz
de llevarse todo por delante, era un hombre muy seguro de sí mismo y una
persona que le gustaba mucho la soledad, pero rodeado por la naturaleza
a la que tanto quería. Para ese entonces tendría más de 30 años.

Solía encontrársele sentado en alguna roca o algún tronco, escribiendo
en unos cuadernillos algunas veces o mirando el mar en otras. Sintiendo
gran curiosidad por lo que él escribía, un día utilicé un hechizo sobre
mí misma y me disfracé como una humana, presentándome ante él como una
habitante más de aquella región, huérfana de padre y madre y
descendiente de los vikingos.

En un principio él pareció molestarse un poco con mi presencia, pero al
enterarse que yo era descendiente de verdaderos vikingos quiso saber
sobre los mitos y leyendas que supuestamente habían pasado de generación
en generación en mi "familia".

En un comienzo creí que él andaba por detrás de la Sagrada Espada, pero
pronto me enteré que él era una especie de historiador de la tierra de
Midgard y que ahora se encontraba escribiendo un libro sobre los
vikingos y sus creencias.

Al saber sobre el verdadero motivo de su presencia en los límites entre
Midgard y Asgard, me tranquilicé y no creí que él fuera un verdadero
peligro para nosotros, sobre todo cuando me contó que permanecería en
estas regiones durante un año, fecha en la que sus amigos vendrían a
recogerlo.

Era una locura para cualquier habitante de Midgard permanecer siquiera
un mes en tierras tan remotas e inhóspitas como lo eran éstas, pero tu
padre era un hombre decidido y ya había vivido en los sitios más
peligrosos de su mundo por el sólo hecho de recopilar información acerca
de la historia de su propia raza, así que, por la fuerza, él también era
una especie de aventurero y explorador además de historiador, por lo
tanto sabía mucho acerca de la supervivencia en regiones peligrosas.

Cuando terminé de relatarle todo lo que yo supuestamente sabía acerca de
las raíces vikingas de mi familia, decidí retirarme y no volverlo a ver
nunca más, manteniendo el templo siempre oculto a su vista… —Alrun
sonrió—. Pero en cuanto le di la espalda, él me dijo: "Espero poder
verla otra vez, madeimoselle; su presencia me resultó muy gratificante a
pesar de que yo no se lo haya demostrado".

No me dijo nada más, simplemente volvió su regio rostro hacia el mar,
con la vista perdida en el horizonte. Pasaron días antes de que yo me
decidiera a verlo nuevamente, pues había algo en él que me atraía
irremediablemente y creo que era porque tenía un aire a misterio en su
distante personalidad. Siendo Philippe una persona tan áspera, me sentí
muy especial cuando él me pidió verme de nuevo. Aunque tu padre nunca
demostró sus verdaderos sentimientos desde un principio, pudo demostrar
a cambio un enorme conocimiento acerca de la historia y costumbres de
Midgard, además de los estudios que hacía sobre la naturaleza sabía
muchas historias ficticias. Éstas eran mis favoritas y él siempre me las
relataba con una voz llena de calidez, contrastando con su personalidad
aparentemente distante.

Tu padre no era un hombre amargado ni mucho menos antisocial, solamente
era una persona seria y muy madura tras haber visto lo mejor y lo peor
del ser humano durante sus continuos viajes y expediciones alrededor de
su mundo. Una vez, él me había dicho que era una especie de científico:
un enciclopedista. En un principio no supe muy bien a lo que él se
refería, pero pronto comprendí que era algo así como un hombre
ilustrado, uno que siempre está estudiando o investigando para aportar
sus conocimientos y descubrimientos a la humanidad, y aunque él parecía
ser una persona insensible, se volvía muy apasionado cuando encontraba
algo que le interesaba.

Durante todo un año continué visitándolo, acompañándolo en sus
expediciones algunas veces y en sus sesiones de caza en otras, puesto
que sus amigos le habían dejado una buena provisión de pólvora, un arma,
un cuchillo y una caña de pescar. Pero la mayoría de las veces lo
ayudaba a anotar sus observaciones, dibujar y escuchar sus historias
sentados al abrigo del fuego, afuera viendo las estrellas o adentro de
la cabaña cuando hacía mucho frío. Philippe nunca me preguntó en dónde
vivía yo, cosa que me intrigó y preocupó muchas veces porque me hacía
dudar si él sabía o no acerca de mi verdadera identidad, pero siempre
descartaba aquella posibilidad por creerla muy poco probable, ¿cómo
podría él conocer mi verdadera identidad? Llegué a pensar que su egoísmo
no le permitía pensar en las personas que lo rodeaban. Pero todo eso
cambió cuando, luego de un año, el barco militar francés que lo había
dejado en estas tierras apareció en el horizonte con las claras
intenciones de venir a recogerlo.

Yo me encontraba de pie a su lado, mirando junto con él aquel diminuto
puntito que lentamente se hacía cada vez más grande a medida que se
aproximaba a la costa. No comprendía por qué, pero me sentía muy triste
al pensar que ya nunca más volvería a ver la serenidad de Philippe ni a
escuchar sus maravillosas historias. ¡Su sola presencia significaba
mucho para mí! No sabía si él sentía lo mismo, dudaba de sus verdaderos
sentimientos hacia mí y eso me mortificaba considerablemente.

Ya no pudiendo soportar aquella dolorosa situación, decidí marcharme
antes de verlo abordar aquel barco. "Ya me voy. Que tengas un feliz
retorno a tu hogar", le dije, volviéndole la espalda mientras trataba de
reprimir las lágrimas que luchaban por salir, haciéndome sentir como la
más grande de las idiotas; pero grande fue mi sorpresa cuando él me tomó
firmemente por la muñeca y me dijo con voz segura pero un tanto trémula:

"¿Por qué me abandonas antes de revelarme tu verdadero nombre?".

Aquella inesperada pregunta me dejó paralizada, pálida y boquiabierta,
pero logré dominarme y responderle con lógica, sacudiendo inútilmente la
mano para que la soltara.

"No comprendo lo que quieres decir. Ya te dije mi nombre".

"Me dijiste el nombre de una joven que no conozco, pero no me dijiste el
nombre del ser sobrenatural del cual me enamoré".

Con los incesantes y rápidos latidos de mi corazón golpeándome
furiosamente el pecho, no me atreví a volverme para mirarlo a la cara.
Aquella sorprendente revelación de su amor por mí me había dejado sin
fuerzas para nada, pues comprendía que yo también estaba perdidamente
enamorada de él. ¿Cómo había pasado semejante cosa? ¿Cómo una de las
elfos más respetadas y poderosas del reino de Alfheim, Guardiana Sagrada
de la Gran Espada Balmung, se haya enamorado de un mortal? ¿De un
habitante de Midgard? ¿Cómo había sucedido? Tal vez sucedió
gradualmente, poco a poco, sin darme cuenta fui enamorándome de él, de
su forma de ser, de su presencia, de sus silencios cuando ambos
contemplábamos las estrellas y, aunque nunca me demostró lo que sentía
verdaderamente por mí más allá de su amable caballerosidad, siempre me
sentí de alguna manera cobijada bajo un manto de ternura, seguridad y
tranquilidad cada vez que estaba a su lado.

Pero también comprendí al instante que lo nuestro iba a ser imposible ya
que estaba absolutamente prohibido para mí, pues yo tenía un deber muy
importante qué cumplir, mucho más que enamorarme, así que, envalentonada
y endurecida por aquella dura realidad, tuve el valor de volverme y
mirarlo a los ojos, dispuesta a mentirle o a decirle la cruda verdad si
era necesario, rompiendo con seguridad nuestros corazones. Pero él lo
comprendió todo antes de que yo dijera nada; Philippe siempre había sido
un hombre muy inteligente, intuitivo y observador. Me dijo que no le
mintiera, que desde un principio había sabido que yo no era un ser
humano y que solamente había sido cortés conmigo para aprender más sobre
mí y así poder escribir su libro, pero que poco a poco fue enamorándose
de mí, casi sin darse cuenta.

"Siempre creí que el amor era simplemente una reacción química del
cerebro" me dijo, "¿Cómo pude ser tan insensible? ¡Este sentimiento es
realmente maravilloso y estoy dispuesto a pagar un alto precio con tal
de amarte y ser amado por ti!".

Él siempre había permanecido ante mí como un hombre frío y distante, y
ahora que él me mostraba por fin sus sentimientos más íntimos, era yo la
que debía permanecer dura e insensible como una roca, aunque mi interior
estuviera muriendo de dolor.

"Olvida ya ese tonto sueño" le dije, "Aunque yo también te amara lo
nuestro sería imposible. Vete con los tuyos y olvídate de mí".

Pude ver el dolor reflejado en su rostro, pero traté de permanecer firme
en mi decisión.

Philippe no era un soñador, era un hombre muy realista y comprendió de
inmediato el por qué de mi negativa y no insistió más, soltándome por
fin la mano.

Alrun se miró la mano, como si el recuerdo de aquel momento se hubiera
quedado impreso en las líneas de la palma.

—En el mismo instante que tu padre soltó mi mano —la guardiana continuó
con su relato—, sentí como si una inmensa soledad me rodeaba por
completo y una infinita tristeza atravesaba mi alma y mi corazón; y
cuando él me dio la espalda fue como si mi razón de vivir también me
diera la espalda. Cuando comenzó a alejarse de mí sentí deseos de
gritarle que no se marchara y que se quedara conmigo, ¿cómo podría
seguir con mi vida luego de haber permitido que se marchara el único ser
que había amado en mi vida? Pero no tuve el valor pero sí la suficiente
determinación como para no hacerlo…

Alrún hizo una corta pausa, poniendo a todos más ansiosos de lo que ya
estaban.

—…Nuestra historia hubiera terminado allí mismo si Philippe no hubiera
vuelto su rostro hacia mí para decirme:

"Dime tu verdadero nombre; solamente te pido eso… ¿No comprendes que la
única manera de sobrellevar esta soledad es conocer el nombre de la
mujer que amo y repetirlo hasta mi muerte?".

Yo me quedé atónita, pues comprendí que yo también me sentiría muy sola
cuando él ya no estuviera a mi lado, cuando ya no lo viera nunca más
porque su vida sería mucho más corta que la mía así que, con el corazón
hecho pedazos, le revelé mi verdadero nombre y mi verdadera apariencia.

"Mi nombre es Alrun, la Sagrada Guardiana que custodia los límites entre
Midgard y Asgard".

Philippe estaba muy sorprendido, pero, como siempre, supo dominar muy
bien sus sentimientos, permaneciendo sereno.

"Gracias, Alrun. Nunca te olvidaré".

Había un dejo de tristeza en su voz que me conmovió, y cuando él me dio
la espalda e inició su marcha hacia la playa, alejándose lentamente de
mí, me di cuenta que lo amaba más que cualquier cosa y que no podía
dejarlo marchar así. ¡No me importaba lo que sucediera después conmigo!
Tomada ya mi decisión, le grité que me detuviera. Él me obedeció
enseguida, pero no se volvió hacia mí, así que corrí hacia él para
pedirle que se quedara conmigo…

Y aquel tierno momento volvió a la mente de Alrun, que rememoró en su
corazón aquel atesorado recuerdo en vez de revelárselo a los demás.

Ella se había acercado a él por la espalda, abrazándolo amorosamente por
la cintura y apoyando suavemente la frente sobre su ancha espalda.

—No te vayas; quédate conmigo… —le pidió mientras las lágrimas
comenzaron a bañar su hermoso rostro—… Yo también te amo…

Philippe no dijo nada, simplemente se volvió hacia ella, la observó con
enorme ternura y, tomándola suavemente del mentón, la besó.

Seagull y Alwine intercambiaron sus miradas, extrañados por el repentino
silencio de la elfo, quien se había quedado mirando hacia la nada con
las mejillas arreboladas. Carraspeando, el capitán intentó volverla al
presente.

—¡Ejém! ¿Y qué fue lo que pasó después?

Avergonzada pero ocultándolo muy bien, Alrun continuó con su relato,
cuyos ojos violáceos comenzaron a encenderse por una inmensa furia
contenida, los puños crispados, las delgadas cejas arqueadas a medida
que iba hablando.

—Durante un año mantuvimos nuestro romance en secreto con la ayuda de
mis poderes, pasamos momentos maravillosos encontrándonos en la cabaña
que pasó a ser mi segundo hogar, dando tranquilos paseos por la playa
junto a tu padre, escribiendo historias, conversando y acompañándonos en
nuestra soledad… Pero un frío día de invierno los miembros del Sagrado
Consejo de Elfos aparecieron sorpresivamente ante nosotros para
sentenciarnos por nuestras acciones, como ustedes ya saben.

Yo llevaba dos meses de embarazo y tu padre no cabía en sí de tanto
gozo, ¡te adoraba antes de que nacieras, hija!, así que no dudó un
instante en aceptar su terrible destino… ¡Philippe demostró cuán grande
era el valor de su alma sacrificándose a sí mismo para salvar nuestras
vidas!

Nuevamente Alrun se perdió en aquellos lejanos y dolorosos recuerdos del
pasado, acordándose del momento en que ella, los miembros del Consejo y
Philippe se encontraban en la sima de uno de los más altos picos
helados, al borde de un profundo y oscuro abismo, lugar en donde él
debía lanzarse hacia el vacío para dar su vida por ellas.

—Ve y cumple con tu destino —le ordenó el más viejo de los elfos.

Philippe asintió, su rostro no reflejaba ninguna clase de sentimiento,
pero antes de cumplir con su sentencia se acercó a Alrun y acarició
lenta y suavemente su dorado cabello y su mejilla, con los ojos
vidriosos al igual que los de ella.

No pudiendo soportar ya tanto dolor, Alrun tomó desesperada aquella
rústica pero cariñosa mano, tratando de mantenerla más tiempo sobre su
mejilla mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse sobre ellas.

—Sé fuerte, mi amor, como siempre lo has sido —le pidió él, sonriéndole
afectuosa y valientemente—. No te culpes por esto; no me arrepiento el
haberte conocido porque por fin he conocido la verdadera felicidad
gracias a tu amor. Dile a mi hijo o a mi hija que su padre lo amó tanto
que estuvo dispuesto a dar su vida por él…

Por primera vez desde que lo había conocido, Alrun se sorprendió al ver
una lágrima deslizarse por el rostro de Philippe.

—… Lo único que lamento es que no podré volver a verte nunca más… —logró
decirle para luego besar caballerosamente la esbelta mano de su
desconsolada amaba, soltarla y caminar sin vacilar un instante hacia el
precipicio.

Alrun permaneció de pie en el mismo lugar, conteniendo las lágrimas
mientras veía impotente al hombre que amaba detenerse al borde del
abismo, girar su cabeza para mirarla por última vez y despedirse de ella
con una sonrisa. Un segundo después, el valiente humano que se había
atrevido a desafiar los designios de los dioses para amar a un ser
inalcanzable, se lanzó hacia el vacío, encontrando la muerte por los
seres que amaba.



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