Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 6: La Crueldad de Isabel Jacobson*

     Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

PRIMERA PARTE: LA SAGRADA ESPADA DE ODÍN


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 6: La Crueldad de Isabel Jacobson*


La primera reacción de Norrington fue instintiva; como militar, le
habían enseñado a estar preparado para actuar a la menor demostración de
peligro, por lo que, veloz como un rayo, tomó la empuñadura de su
espada, preparado para utilizarla al menor movimiento de su enemigo;
pero toda su disposición a la batalla desapareció en un segundo tras
reordenar sus ideas y comprender lo inútil de sus actos, por lo que la
presión de su mano sobre el mango de la espada se aflojó considerablemente.

—Isabel… —murmuró aterrorizado, todo el color de su rostro había
desaparecido al percatarse de que su ex amiga llevaba puesto su
impecable uniforme de almirante. Algo no andaba bien allí—… Tú… Tú
hiciste algo, ¿verdad? ¿Con Lord Beckett?

—No eres tan estúpido como aparentas, James —replicó la aludida,
comenzando a acercarse aterradora y lentamente hacia él—. A pesar de que
tu rendimiento en la academia fue menor al mío, siempre superaste al de
los demás cadetes.

—¿Acaso hiciste un trato con él? —insistió, tratando de no recordar
aquellos días de colegio en los que Isabel y él habían sido tan amigos.

—Eso resulta muy obvio, ¿no te parece? Si no, no llevaría puesto de
nuevo mi uniforme.

James retrocedió un paso, comprendiendo que ahora estaba a merced de la
furia de Isabel. Muy pronto pagaría por su traición. Su hora había
llegado. Ella, al notarlo tan nervioso y atemorizado, sonrió satisfecha.
¡Cómo iba a divertirse con él!

—¿Cu-cuál fue el trato que hicieron? —hizo esa pregunta en un vano
intento de posponer tan sólo unos segundos más el castigo que veía venir
en contra suya.

—No tengo por qué responder eso —le sonrió con una crueldad tan intensa
que el oficial no puedo hacer otra cosa más que retroceder aterrorizado
hasta chocar de espaldas contra la pared, pareciéndose aún más a un
animalito acorralado que temblaba ante su cruel predador.

—Yo…

—Guarda silencio —lo interrumpió con crudeza—. No quiero escuchar el
motivo por el que te atreviste a traicionarme porque ya lo sé—. Siguió
caminando lentamente hacia él, regodeándose de puro placer al notarlo
tan asustado. Le encantaba inspirar ese terror sobre James.

Evitando el escritorio, se detuvo frente al atemorizado hombre, a unos
cuantos centímetros de distancia. Acercando su rostro al de él, tomó
ambos brazos, aferrándose a ellos como si fueran garras poderosas. Con
el corazón queriéndosele salir por la boca, Norrington cerró los ojos
con fuerza al sentir el aliento de ella sobre su oído derecho.

—… Y por esa misma traición vas a sufrir como nunca has sufrido en tu
vida, mi querido amigo...

Pero James quiso defenderse antes de que ella le hiciera daño, tratando
de desenvainar la espada, pero Isabel fue mucho más rápida que él y le
propinó un bofetón tan fuerte y repentino que lo lanzó contra una maseta
que se encontraba en una de las esquinas, haciéndola mil pedazos.

—¡Ni siquiera te atrevas a levantarme la mano, infeliz! ¡No tienes
ningún derecho a hacerlo! —lo señaló con el dedo, furiosa—. ¡Tú fuiste
el traidor, no yo!

—¡Eso no es cierto! —replicó Norrington más por desesperación que por
valentía—. ¡Tú traicionaste nuestra amistad primero! ¡Me pediste algo
imposible y me humillaste!

Furiosa, Isabel se acercó a él tan veloz como un rayo y lo tomó
fuertemente del cuello, hincándose ante él para poder mirarlo al rostro.

—¡Lo que yo siempre sentí por ti fue amor, no amistad! —lo soltó con
desprecio y, poniéndose de pie, se dirigió hacia una de las ventanas
para mirar hacia afuera a través de los cristales, sonriendo con
maliciosa satisfacción.

—¿Por qué no te acercas a ver por la ventana? Te tengo una sorpresa que
ciertamente te gustará muchísimo.

James ni siquiera se atrevió a levantarse del suelo, pues estaba
simplemente aterrorizado, paralizado por miedo que recorría todo su ser.

—¿¡Qué te sucede!? ¡¡Ven aquí de inmediato!! ¡¡Obedece a tu superior!!
—gritó furiosa.

El oficial no supo cómo logró hacerlo, pues aquellos instantes jamás
existieron para él, pero pronto se encontró al lado de Isabel.

—Muy bien. Ahora quiero que mires hacia allá —le indicó hacia el lugar
en donde se encontraba el cadalso en dónde eran ejecutados los prisioneros.

Nervioso, Norrington obedeció e intentó enfocar su vista hacia la
dirección que Isabel le señalaba; observó uno por uno a cada pobre
desgraciado que estaba a punto se ser ejecutado por el verdugo hasta que
se dio con tres personas que él conocía muy bien, sobre todo una de ellas.

—¡Madame Foubert! —gritó indignado, apoyándose sobre el cristal.

En efecto, la mujer francesa quien había sido su niñera e institutriz se
encontraba entre aquellos que muy pronto iban a morir ahorcados,
acompañada por la joven Elena y el pequeño Billy.

James pensó que quello no podía ser verdad, ¡tan sólo una hora antes los
tres se encontraban sanos y salvos en casa su casa de Port Royal!

La pobre Elena, muerta de miedo, no dejaba de sollozar sabiendo que su
hora llegaría muy pronto.

—No llores —le dijo la siempre arrogante pero valiente francesa—. Tienes
que ser valerosa hasta el último segundo de tu vida.

—Para usted es fácil decirlo —replicó la impertinente muchacha—, ya
vivió casi toda su vida. ¿Qué más le da morir ahora? ¡Yo apenas tengo 16
años y apenas he conocido el amor! —entonces, a su mente volvieron los
recuerdos de un joven muchacho de cabellos oscuros y rostro moreno,
aquel joven pirata de carácter fuerte que le había prometido regresar a
Tortuga para liberarla de su prisión y que luego había recibido la
dolorosa noticia de que él se había casado con la hija de un pescador.

—Por lo menos tú conociste el amor —le confesó Annete con una triste
media sonrisa—. Yo nunca tuve el valor ni el interés de amar a nadie y
cuando tuve la oportunidad de hacerlo perdí al único hombre que logró
desestabilizar todo mi mundo…

Elena la miró llena de tristeza, sintiéndose muy culpable por el dolor
de aquella mujer que se había comportado durante los meses anteriores
como la madre que nunca había conocido.

—Lo siento, madame Foubert; no debí haberlo traicionado… ¡El doctor fue
una persona tan buena conmigo y yo fui tan injusta con él! —bajó el
semblante y nuevamente comenzó a llorar, arrepentida por lo que había hecho.

—No, querida; tú no tuviste toda la culpa —negó con la cabeza,
sonriéndole tristemente mientras que de sus bellos ojos celestes
comenzaron a derramar lágrimas de dolor, pues recordaba el sombrío
momento en que aquella muchacha le había revelado su terrible secreto.
En un principio Annete la odió con todo su corazón y la había tratado
peor que a un asesino, pero pronto se dio cuenta del sincero
arrepentimiento y el dolor de la chica y la había perdonado sin demora—.
Tuviste una vida muy dura llena de gente abusiva y nada confiable que te
hicieron creer que todos eran así y que solamente querían aprovecharse
de ti… Estoy segura de que Monsieur Christian estará muy contento al
saber que por lo menos logró que ya no siguieras pensando de esa manera…

—¿Entonces él no estará enojado conmigo por lo que le hice? —quiso saber
Elena con los ojos velados por las lágrimas pero igualmente esperanzada.

—Claro que no —le sonrió—. ¡Estoy segura de que él ahora nos está
esperando en el Cielo!

—¿Usted cree que el Cielo existe de verdad? —preguntó llena de ilusión.

—Por supuesto que sí, madeimoselle Elena —su rostro demostraba fuerza,
seguridad y determinación a pesar de las lágrimas, transmitiendo valor a
la muchacha—. Allí seremos felices y nada ni nadie volverán a lastimarnos.

Entonces, Elena volvió su moreno rostro hacia el cielo azul y dijo en un
susurro:

—¡Entonces quiero ir al Cielo para disculparme con el buen doctor!
—entonces miró hacia Annete y le sonrió llorando—. Lo único que lamento
es que ya no volveré a ver a mi pequeña ratita…

La mujer francesa le devolvió la sonrisa y dirigió entonces su atención
hacia el pequeño Billy, quien estaba parado al lado de Isabel, tan
asustado como un animalito acorralado. Como el chico era sordo, madame
no podía llamarle la atención, pero el sexto sentido de Billy, más
desarrollado que el de los demás, le hizo volverse hacia ella y recibir
así una cálida sonrisa reconfortante en un intento de transmitirle valor
y seguridad para el terrible momento que ya casi estaba sobre ellos.

Mirando ella también hacia el cielo, Annete rezó por la salvación de su
querido pupilo a quien amaba como al hijo que nunca había tenido:

"Por favor, Señor; otórgale a mi niño la felicidad que siempre ha
anhelado… ¡Hazlo fuerte frente a esta dura prueba al que lo estás
sometiendo!".

El verdugo ya estaba listo para ejecutarlos junto a los demás desgraciados.

Desesperado, James se volvió hacia Isabel, implorante.

—¡Isabel! ¡Te lo suplico! ¡No los ejecutes! ¡Hazlo por nuestra antigua
amistad!

La aludida, cruzada de brazos, negó con la cabeza, disfrutando
enormemente todo aquello.

—Eso no es motivo suficiente para que los salve.

Norrington se quedó paralizado por algunos segundos, confundido. Debía
hacer algo de inmediato para salvar a los suyos, lo que fuera. Ya había
perdido demasiado como para seguir perdiendo aún más… Eso ya no podría
soportarlo.

—¡E-entonces tómame a mí! ¡Yo soy al que realmente quieres, ¿verdad?!
¡Estoy dispuesto a casarme contigo con tal de salvar sus vidas! ¡Seré tu
esclavo! ¡Haré lo que me ordenes, pero por favor, no los mates!

Isabel sonrió con crueldad, llena de placer. ¡Cómo disfrutaba verlo
rebajarse de aquella manera!

—¿Sabes qué? Tú ya no me interesas más en lo absoluto; ni como hombre ni
como amigo —fue la terrible respuesta que dejó a James completamente
perplejo. Sólo le quedaba hacer una cosa más: humillarse. Cerró los
puños con gran determinación, haciendo chirriar los dientes.

—¡Por favor! ¡Te lo suplico! ¡Perdona sus vidas! —exclamó, postrándose a
sus pies, implorando piedad—. ¡Toma mi vida a cambio! ¡Haz de mi lo que
quieras pero salva sus vidas!

Los ojos de Isabel brillaron llenos de maldad, embriagada por el poder.

—Demasiado tarde —fue la terrible réplica.

James la miró asombrado e inmediatamente se puso de pie y corrió hacia
la ventana tan sólo para ver cómo los prisioneros eran fríamente
ejecutados, quedando colgados de las sogas atadas alrededor de sus
cuellos, oscilando como un peso muerto. Todo había acabado para ellos,
ya no había nada qué hacer.

—¡¡¡NNNNNNOOOOOOOOOOOO!!! —gritó, lleno de impotencia y frustración.
Furioso y con los puños crispados, se volvió inmediatamente hacia
Isabel. Sus ojos verdes brillaban por las lágrimas que los velaban—.
¡MALDITA! ¡ESTO NUNCA TE LO VOY A PERDONAR! —y diciendo esto, desenvainó
velozmente la espada y la atacó con un poderoso golpe vertical—.
¡¡AAAAAAAAHHHH!!

Pero Isabel, sonriendo condescendientemente, evitó aquel ataque con
absoluta facilidad haciéndose a un lado y propinándole un poderoso golpe
de puño en el estómago, dejándolo sin aire y obligándolo a caer de rodillas.

—Nunca podrás derrotarme, James —le dijo, mirándolo despreciativamente—.
Tus esfuerzos son inútiles; nunca lograste hacerlo en la academia… Yo
siempre fui mejor que tú en el combate de espadas…

—¡¡¡Ya cállate de una vez y saca tu maldita espada!!! —la interrumpió,
poniéndose de pie, dispuesto a vengar a sus seres queridos y perder la
vida en ello.

—Bueno, bueno. Como tú quieras —y desenvainó su arma como quien cree que
es una pérdida de tiempo.

Encolerizado por aquel desdén, Norrington volvió a atacarla, esta vez
con un rápido y poderoso sablazo diagonal, pero desafortunadamente
Isabel lo esquivó con destreza, colocándose justo detrás de él para
propinarle su propio ataque, cortándole la espalda y haciéndole gritar
de dolor.

—¡Ups! Creo que arruiné tu hermoso uniforme de almirante —se burló ésta,
llevándose afectadamente la mano a la boca, riendo despectivamente.

—¡Cállate y pelea! —replicó, volviendo a arremeter contra ella, esta vez
con la intención de luchar cuerpo a cuerpo, con estocadas de esgrima.
Pero Isabel reaccionó rápidamente y, con una velocidad increíble, pasó
como un rayo al lado de él, cortándole el estómago con un solo corte.

James apenas profirió una queja, pero cayó de rodillas al suelo, con la
mano izquierda en la herida y la otra aún sosteniendo su sable.

—Ríndete ya —le dijo ella, dándole la espalda, sonriendo victoriosa—,
jamás podrás vencerme luchando de esa manera tan patética conmigo.

—Jamás me rendiré… —replicó él, poniéndose penosamente de pie para
volverse lentamente hacia su enemiga, mirándola con enorme determinación
y rencor—. ¡Prefiero morir luchando que soportar por más tiempo el
infierno en el que me has metido! ¡No descansaré hasta haber vengado la
muerte de los demás!

Isabel no pudo evitar reírse con desprecio.

—¡Ja, ja, ja! ¡Pero qué ser tan patético y repugnante resultaste ser!
¿Cómo pude enamorarme de ti? Qué mal gusto tengo…

—Y yo me pregunto cómo una pareja tan buena y amorosa como tus padres
llegaron a tener por hija a un ser tan despreciable y sanguinario como
el pirata que los asesinó… ¿Acaso ésta es tu idea de otorgarles el
descanso eterno? No lo creo… Ellos deben estar muy decepcionados de ti…
Tan sólo eres una pobre niña confundida y asustada… Me das lástima, Isabel.

Isabel quedó considerablemente impactada por algunos segundos a causa de
aquellas palabras llenas de compasión por parte de su "amigo", pero la
vergüenza y la humillación que sintió al escucharlas pronto cambió por
una incontrolable ira llena de frustración. Con los puños crispados, se
volvió hacia él, furiosa.

—¡¡¡ERES UN MALDITO TRAIDOR!!! ¡¿CÓMO TE ATREVES A DECIRME ALGO ASÍ?!
¡¡¡TÚ ERES EL QUE DA LÁSTIMA AQUÍ!!!

Y sin que James Norrington lograra reaccionar a tiempo, Isabel le
atravesó el hombro izquierdo con la espada, dejándolo clavado contra la
pared, gimiendo de dolor y obligándolo a soltar definitivamente su
propia espada.

—¿Acaso creíste que lograrías que yo te matara diciéndome esas palabras,
maldito infeliz? —le preguntó mirándolo directamente a los ojos, no
queriendo admitir que lo que él había dicho era la pura verdad—. Te
mantendré vivo y a mi lado y me encargaré de hacer tu existencia tan
miserable que desearás morir todos los días sin poder conseguirlo jamás…

Trató de besarlo, pero él giró la cabeza para evitarlo. Aquel frío
rechazo hirió aún más el orgullo de Isabel, por lo que decidió vengarse
de inmediato.

Sonriendo cruelmente mientras acariciaba su mejilla, le dijo:

—¿Sabes qué? No quería decírtelo, pero tu querida prostituta está viva,
y si no quieres que me desquite con ella, más te vale que te comportes
conmigo, ¿sabes?

—¿Jacky está con vida? —inquirió volviendo su rostro hacia ella, con los
ojos bien abiertos de par en par. ¡Por fin sentía que una pequeña
lucecita de esperanza aparecía de entre toda la oscuridad que rodeaba su
triste existencia! ¡Su amada Jacky estaba viva!

—Sí, pero depende de ti el que ella siga con vida… —le advirtió,
tomándolo del mentón para así evitar que él no volviera a evitarla,
acercando labios a los de él.

Comprendiendo lo que ella quería hacerle entender, el acorralado oficial
no tuvo otra alternativa, así que cerró los ojos y se preparó para ser
besado por la mujer que él consideraba como a su propia hermana, su
mejor amiga. Ansiosa por ejercer su poder sobre él, Isabel capturó sus
labios con una ferocidad insaciable, cruel, provocando un dolor
indescriptible en su amigo, rompiéndole una vez más el corazón.

Las lágrimas habían comenzado a caer por todo su rostro a media que
sentía cómo Isabel comenzaba a recorrer su tembloroso y adolorido cuerpo
con sus ansiosas manos. Tal vez, si su mentalidad fuera otra, James
hubiera disfrutado en cierta manera aquellas caricias, pero como tenía
un gran sentido del honor y la moral, no podía evitar sentirse humillado
y angustiado por ser tratado de una manera tan ultrajante por la persona
que él aún consideraba su mejor amiga.

De pronto, una poderosa explosión se escuchó por todo el fuerte de Port
Royal, provocando que las paredes temblaran y poniendo a todo el mundo
alerta.

—¡¡¡Nos atacaaan!!! —se escuchó gritar a uno de los vigías. Furiosa y
frustrada, Isabel se apartó de Norrington y le sacó sin ningún cuidado
la espada del hombro, lastimándolo aún más.

—¡Maldita sea! ¿Quién se atreve a interrumpirnos? —y salió
inmediatamente de la oficina, dejando que endeble James Norrington
cayera al suelo cuan largo era, derrotado, avergonzado y adolorido.

Pero unos segundos después, cuando ya estaba a punto de desmayarse,
James recordó que Jacky aún estaba con vida, por lo que, con renovadas
fuerzas, se levantó como pudo y recogió su espada del suelo para
dirigirse directamente hacia los calabozos del subterráneo, que era el
lugar en dónde encerraban a los prisioneros más importantes y
peligrosos. Aquellos a los que no convenía ejecutar por su gran valía.

Sosteniéndolo la esperanza de volver a verla, James trató de no pensar
en el dolor de sus heridas tanto físicas como emocionales, tratando de
mantenerse fuerte ante la adversidad, abriéndose paso entre los soldados
que corrían despavoridos a su alrededor mientras el ataque del
desconocido enemigo continuaba. James siempre había sido un hombre
testarudo, y ahora era cuando más necesitaba de aquella "cualidad" para
encontrar a su amada a pesar de que sus fuerzas poco a poco comenzaban a
disminuir.

Mientras tanto, en las afueras del fuerte, navegando cerca de sus
escabrosas costas, los inesperados barcos árabes seguían atacando con
sus balas de cañón y flechas incendiadas a sus enemigos con un solo
objetivo, entrar al fuerte y rescatar a un prisionero en especial: la
capitana Jacky Sparrow.

Parado en la cubierta del barco insignia, ataviado con ropas
completamente negras, el joven y apuesto líder de aquella flota se
encontraba observando hacia el fuerte con el catalejo con una mirada
llena de determinación. Pronto llegaría el momento de enfrentar a los
ingleses en su propio terreno.

—Muy pronto te verás libre de esos ingleses sin corazón, capitana
Sparrow —declaró—. Yo, Nefud Yidda, prometo que así será. Lo juro.


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