Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 13: Escape del Templo Sagrado*

            Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

PRIMERA PARTE: LA SAGRADA ESPADA DE ODÍN


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 13: Escape del Templo Sagrado*


—¿A dónde creen que van? Necesito probar el filo de mi nueva espada con
alguien —les dijo el temible pirata, sonriendo repulsivamente mientras
alzaba la filosa arma sobre sus cabezas.

—¿No sería mejor probarla con un buen pedazo de queso, señor Morgan?
Sería más saludable para todos, sobre todo si comparte los trozos —fue
la inesperada réplica del mismísimo doctor Christian Jacobson, dejando a
todos boquiabiertos.

Morgan hizo chirriar los dientes, aquel joven impertinente le hizo
recordar a la sarcástica forma de hablar de aquel viejo doctor que
siempre lo había hecho rabiar desde que lo había conocido.

—No tengo idea de dónde saliste tú, maldita rata fastidiosa, pero te
cortaré esa maldita lengua de víbora que tienes.

—Mejor analogía sería la lengua de loro —corrigió el porfiado doctor,
crispando los nervios de "Sangre Negra", poniéndolo realmente furioso.

—¡¡¡Cállate de una vez, maldito perro!!! —gritó, atacándolo con un
movimiento de espada vertical, dispuesto a partirle la cabeza, pero
afortunadamente Seagull reaccionó rápido, previendo el ataque, empujando
al doctor a un costado y lanzando bruscamente a Alwine al suelo,
intentando al mismo tiempo bloquear el golpe de Morgan con su propia
espada, pero ésta se partió en dos como si fuera mantequilla apenas fue
tocada.

Rápido y afortunado como era, Seagull pudo evitar que el mismo golpe
cayera sobre él haciéndose a un costado, pero instantáneamente recibió
de lleno una poderosa patada en el estómago, viéndose lanzado hacia el
otro extremo del salón, chocando contra la pared, quedando desmayado.

"Sangre Negra" estaba maravillado por el inmenso poder que emanaba de la
espada, envolviéndolo con su aura sagrada, volviéndolo invencible. Su
sed de sangre y muerte se apoderó de su espíritu corrupto con más
intensidad que antes. Volviendo su horrible rostro hacia el mismísimo
Christian Jacobson, quien aún permanecía tirado en el suelo, se dirigió
hacia él con la intención de ensartarlo con su nueva espada.

Dándose cuenta de las malvadas intenciones de aquel sanguinario pirata,
Christian intentó ponerse de pie, pero sus piernas aún no le
respondieron como él quería y volvió a caerse, así que trató de alejarse
como pudo, arrastrándose con la ayuda de sus brazos. Él no estaba
dispuesto a dejarse matar otra vez, no ahora que tenía la oportunidad de
reiniciar su vida, reencontrarse con Annete y convencer a su sobrina
Isabel a cambiar su vida. Pero su esfuerzo era inútil, Morgan ya estaba
sobre él.

Pisándole los faldones de la casaca negra, el pirata puso fin a su huída.

—¿A dónde crees que vas, cara bonita? Aún no termino contigo —se burló.

Pero fresco como una lechuga, el doc volvió su sonriente rostro hacia
él, con una tranquilidad excelentemente fingida a pesar de su profunda
preocupación:

—¿Ya nos llevamos así, señor Morgan? Me siento muy halagado por su
piropo, pero me siento con la obligación de advertirle que prefiero a
las mujeres y no tengo ninguna inclinación de la clase que usted
pretende sobre mí, así que lamento mucho frustrar alguna ilusión
romántica que se haya hecho sobre mí, señor Morgan.

Ni con insultos habrían logrado dejar tan perplejo a "Sangre Negra",
quedándose muy lívido y con la boca bien abierta, ¡hasta sonrojado!

—¡¡¡YO TE VOY A CERRAR ESA MALDITA BOCA DE UNA VEZ, MALDITO INFELIZ!!!
—gritó terriblemente furioso, atacándolo inmediatamente con la espada
para el horror de la pequeña Alwine, quien también permanecía tirada en
el suelo, con el cuerpo entumecido por el terror que le inspiraba aquel
sanguinario pirata.

Afortunadamente Egmon intervino a tiempo; utilizando sus habilidades de
arquero le lanzó una flecha que fue a alojarse certeramente entre las
costillas del maligno pirata, hiriéndolo gravemente. El elfo, a pesar de
que no era tan bello como la mayoría de los de su raza, poseía en sus
facciones una atractiva mezcla de rudeza y delicadeza. Su porte era
elegante, delgado pero bien formado, vestido con oscuras ropas. Bien
asentado sobre el suelo, su semblante serio, una mirada de terrible
advertencia y aún sosteniendo el arco entre sus manos, resultaba ser
sencillamente majestuoso.

Pero, a pesar de haber sido un golpe certero, Morgan no estaba
mortalmente herido ni jamás lo estaría mientras siguiera siendo el
elegido para portar la fabulosa espada sagrada. Sacándose la flecha de
su cuerpo como si fuera una simple astillita, comenzó a reírse con
desprecio, haciendo vibrar las paredes del salón.

—¡¡¡Jwah, jwah, jwah!!! ¡¿Cómo te atreves a atacarme con una simple
flechita, maldito anormal?! ¡¡Jamás lograrás matarme mientras tenga esta
espada!! ¡¡Yo soy invencible!!! ¡¡¡Jwa, jwa, jwa!!!

Y así, olvidándose por fin del doctor, "Sangre negra", enceguecido por
su poder y su sed de sangre, caminó hacia Egmon con intenciones de
asesinarlo. El elfo, sin inmutarse, sacó otra flecha de su aljaba, la
tensó con su arco y se la lanzó. El pirata, como el mejor de los
esgrimistas, en menos de un segundo hizo a un lado la flecha con su
espada, a unos cuantos centímetros de su rostro. Y así ocurrió con cada
flecha que Egmon le iba lanzando a medida que iba avanzando acercándose
a él.

Fastidiado porque sabía que aquel sujeto lograba evadir sus ataques
gracias a las habilidades que le otorgaba la espada, Egmon finalmente
volvió a desenvainar su espada, preparado a hacerle frente cuerpo a
cuerpo como el valiente guerrero que era.

Morgan sonrió burlonamente, sabiendo de antemano que todo esfuerzo por
derrotarlo por parte de aquel extraño sujeto sería sencillamente inútil.

Los ojos de ambos hombres se cruzaron, determinados a enfrentarse.

—¿Qué intentas hacer, maldito? ¿Vencerme? —le preguntó con sarcasmo,
parado frente al elfo a pocos centímetros de distancia, con la espada
descansado a un costado.

—Sabes muy bien que no podré hacerlo mientras tengas la Sagrada Espada
de Nibelungo en tus manos, humano, a la que obtuviste sin merecerlo
siquiera. Estoy dispuesto a luchar contra ti para evitar que asesines a
seres inocentes con tu brutalidad, y también estoy dispuesto a dar mi
vida por ello.

La enorme determinación y bravura de Egmon eran innegables así como
también la temeridad y la obstinación de Morgan. El silencio del
preludio de la inminente batalla gobernó todo el lugar, dejando a todo
el mundo expectante; nadie se atrevía a mover un sólo dedo, temerosos de
que cualquier movimiento que hicieran, por más insignificante que éste
fuera, provocaría el enfrentamiento de aquellos dos.

Súbitamente, ambos combatientes gritaron casi al mismo tiempo que
entrechocaban sus espadas, dando así un repentino inicio al combate,
trenzándose en una lucha encarnizada con el valiente Egmon llevando
todas las de perder mientras Morgan siguiera portando la espada de Odín
entre sus manos.

Egmon era muy ágil, casi acrobático en sus movimientos, esquivando,
brincando e interceptando con su espada cada ataque que el pirata
descargaba sobre él. En contra partida, "Sangre Negra" era muy fuerte y
bestial en la pelea, y su nueva espada le otorgaba además una victoria
segura sobre su enemigo por más hábil que éste fuese.

Y así como estaba escrito y predicho, la espada del elfo pronto fue
partida en dos de un solo golpe por la santa espada, siendo herido en el
pecho y lanzado de bruces al suelo. El pirata estaba eufórico, ¡qué
poderosa arma era la que tenía ahora! Lentamente fue acercándose el
guardián herido, regodeándose con la victoria que había conseguido sin
esfuerzo alguno y la perspectiva derramar más sangre.

Viendo que su hora de morir se acercaba, el valeroso Egmon se puso
dificultosamente de pie dispuesto a seguir luchando como fuese con una
pequeña daga. ¡Que nadie dijese que él era un cobarde!

Al ver aquel diminuto cuchillito, Morgan se rió a carcajadas con gran
desprecio.

—¿Crees que podrás hacerme daño con esa navajita, maldito idiota?
¡¡Pronto te sacaré esa estúpida idea de la cabeza arrancándotela de los
hombros!!

Y para el horror de todos, el sanguinario pirata descargó un poderoso
golpe sobre el indefenso elfo. Alwine, que estaba con el doctor, se
refugió entre sus brazos, cerrando los ojos con fuerza y cubriéndose
aterrorizada los oídos para no escuchar el horrible grito de agonía de
la víctima. Pero, segundos después, ningún sonido llegó hasta ella, así
que alzó la vista, sorprendiéndose con lo que vio.

Su madre, la poderosa guardiana de la Espada de Odín, se había
interpuesto valientemente entre Morgan y Egmon, tomando por sorpresa al
primero. Sin pronunciar una sola palabra, la elfo colocó velozmente la
palma de su mano a unos cuantos centímetros del estomago del pirata y
una espacie de diminuta esfera de luz apareció en ella, creciendo
rápidamente hasta tener el tamaño de una pelota mediana, haciéndola
explotar en un inmenso destello de luz y energía, lanzando al
sorprendido pirata muy lejos de allí, haciéndolo atravesar el enorme
muro de hielo endurecido, provocando un boquete y del que él no volvió a
aparecer.

Todo el mundo se quedó boquiabierto, pero la Dama sabía que no había
tiempo qué perder.

—Tenemos que irnos de aquí de inmediato; él regresará muy pronto —les
dijo mientras Egmon se ponía en pie con la mano en la herida, mirándola
con una mezcla de admiración y vergüenza.

—¿Por qué? ¡Lo derrotaste! —replicó Seagull, que ya había recuperado el
conocimiento justo a tiempo para poder presenciar semejante demostración
de fuerza.

—No. Nadie lo derrotará mientras él porte la Sagrada Espada de Nibelungo
—rebatió—. Debemos marcharnos antes de que él despierte.

—¿"Marcharnos"? ¿Es que mi Señora piensa irse con ellos? —preguntó
Egmon, tan sorprendido como preocupado—. ¡Eso no hará más que agravar
aún más su imagen ante el Sagrado Concejo de los Elfos!

Al escuchar eso, ella se volvió y lo miró con dulzura, pero sus ojos
seguían mostrando una gran determinación.

—Lo siento, Egmon; pero acompañaré a mi hija a la tierra de Midgard.
Está decidido.

El guerrero guardó silencio por unos segundos, animándose luego a
reafirmar sus sospechas.

—¿Usted le pidió al dragón Fafnir que se dejara derrotar por ese pirata
para que pudiera reclamar el derecho de portar la Sagrada Espada, verdad?

—Sí —asintió, y su semblante pareció entristecerse un poco—. Perdóname,
Egmon, pero yo quería tener un verdadero motivo para poder salir de este
lugar y pasar un tiempo con mi hija por más corto que éste fuera.
Creerás que todo esto es una locura descabellada, ¿pero alguna vez has
podido imaginarte el terrible dolor que padece mi corazón al verme
separada de las personas que amo y condenada a un encierro permanente?
Extraño a Fhillipe cada segundo de mi vida y lo mismo me pasa con mi
hija y ya no lo puedo soportar. No puedo soportar toda la crueldad con
la que los Altos Elfos me han tratado, ni al confinamiento solitario y
eterno al que me han condenado, alejada de mi amada niña. ¿Qué más puedo
perder ya?

—Podría morir… —respondió casi en un murmullo. Las lágrimas se negaban a
salir de sus ojos.

—¡Oh, Egmon! ¡Tú no entiendes! —exclamó compasivamente, colocando su
blanca y delgada mano sobre la mejilla de su guardián—. Pero te
comprendo. Jamás lograrás entenderme si antes no te has enamorado y
tenido tu propio hijo. ¡No te imaginas el vacío y la soledad que puede
habitar en un corazón lleno de tristeza!

Egmon abrió la boca para responderle, pero un horrible rugido de furia
se escuchó desde el sitio en donde el pirata había sido lanzado,
haciendo estremecer todo el lugar.

Bartolomé "Sangre Negra" Morgan había despertado y estaba dispuesto a
vengarse.

—¡Ya es demasiado tarde para escapar! —exclamó Alrun llena de angustia
pero tan alerta y serena como siempre, girando sobre sí misma hacia el
lugar en donde había arrojado al malvado pirata. Podía detenerlo un poco
más, pero Morgan ya conocía de lo que ella era capaz y sería mucho más
difícil derrotarlo, corriendo el riesgo de ser herida con la espada.
Tuvo miedo, pero al volver su mirada hacia su hija, supo que debía hacer
hasta lo imposible para que aquel sujeto no la lastimara.

Dando un paso hacia adelante, con la mirada fija en el mismo Morgan que
ya emergía del hueco, declaró:

—Váyanse. Yo me ocuparé de detenerlo ya que todo esto ha sido por mi
culpa y debo hacerme responsable de mis actos.

—¡¡No, mamá!! —gritó Alwine, corriendo toda llorosa hacia ella para
abrazarla con todas sus fuerzas—. ¡No quiero que te mueras!

—Doctor, llévesela de aquí de inmediato —pidió con voz grave, tratando
de permanecer indiferente al dolor de su hija y al de ella misma.

Comprendiendo el gran esfuerzo y sacrificio de la mujer por separarse de
su hija además del inminente peligro que se cernía sobre ellos,
Christian actuó sin demora y apartó, no si esfuerzo, a la sollozante
Alwine de su madre.

—¡¡¡Mamá!!! —gritó desesperada, pataleando a más no poder.

Alrún volvió su triste semblante hacia su hija, sonriéndole cariñosamente.

—Recuerda que siempre te quise, Alwine, y también tu padre. Te ruego que
me perdones por esto y cuida siempre de tu padre adoptivo.

Luego de decir esto e ignorando el desconsolado llanto de su hija, se
volvió hacia el sanguinario pirata dispuesta de defender con su vida a
su hija Alwine y los demás para darles una oportunidad de escapar.

—¡¡¡Juah, juah, juah!!! ¿Así que quieres enfrentarte e mí, perra? ¡¡No
volverás a tomarme por sorpresa con tu maldita magia, bruja!! —una
sonrisa siniestra y lasciva apareció en su asqueroso rostro—. Cuando te
derrote te demostraré lo que es estar con un hombre como yo… ¡¡¡JUAH,
JUAH, JUAH!!!

Alrun frunció el entrecejo, enfurecida, con las manos crispadas por la
insolencia de aquel hombre. Egmon seguía en el mismo lugar, tan
aterrorizado como desesperado. Y mientras Christian intentaba llevarse a
rastras a Seagull Hood y a Alwine porque éstos intentaban ir en su
ayuda, él comprendía muy bien que nada podían hacer para ayudarla.
Mirando cada tanto hacia esa mujer que estaba dispuesta a dar su vida
por ellos enfrentándose a semejante monstruo, su admiración por ella fue
creciendo más y más.

Y así, dispuesta jugarse el todo por el todo, Alrun comenzó a caminar
hacia Morgan dispuesta a enfrentar su destino, pero alguien la tomó
repentinamente del brazo, deteniéndola. Ella se volvió muy molesta,
sabiendo inmediatamente de quién se trataba.

—¡Egmon! ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Tú debes ser el guardián de
Alwine, no lo olvides! ¡Ahora ve con ella, ¡¡te lo ordeno!!

El elfo negó lentamente con la cabeza, dejando traslucir un inmenso
sentimiento de culpa y dolor en su rostro, pero también uno gran
determinación.

—¡No, mi Señora! ¡La que debe ir con ella es usted!: ¡su madre! Yo soy
quien debe quedarse aquí a enfrentar a ese monstruo porque que yo…
¡porque yo fui quien los delató a usted y al señor Phillipe frente al
Consejo Sagrado!

—¡¿Qué?! —exclamó incrédula, con voz lívida. Las lágrimas comenzaron a
brotar de sus ojos—. T-tú, fuiste tú el que nos traicionó… ¿Por qué?
¿Por qué lo hiciste?

Egmon bajó la mirada, le daba vergüenza tener que mirarla a los ojos.

—Porque… Porque fui un tonto… Yo creía firmemente que era una blasfemia
y una deshonra permitir que usted, un ser de su categoría, se mezclara
con un humano, un ser inferior y repugnante… Pero cuando hice la
denuncia inmediatamente me di cuenta de que había cometido una
estupidez; y mayúscula fue mi culpa cuando presencié el valeroso
suicidio del señor Phillipe por usted y su hija —Alzó de nuevo el
rostro, estoico y frío, pero muy decidido a pagar sus culpas—. Por ese
pecado que cometí contra ustedes dos estoy dispuesto a dar mi vida sin
dudarlo, mi Señora—. La soltó y le dio la espalda, dispuesto a pagar con
creces su terrible error—. Espero que algún día me perdone.

Las lágrimas de la bella elfo recorrieron sus suaves y pálidas mejillas
mientras lo veía marchar, sentía una mezcla de furia y dolor en su
corazón por la verdad recién descubierta. Pero ella no era una mujer
rencorosa y sabía perdonar, pero también comprendía que iba a tomarle
bastante tiempo perdonar a Egmon. Si él quería lavar su pecado
entregándose a sí mismo como sacrificio, ella estaba dispuesta a
permitírselo por más que no le gustara, así que ella también se volvió
de espaldas y comenzó a caminar hacia donde estaban los otros, tratando
de ignorar todo lo que iba a suceder detrás suyo. Egmon, comprendiéndolo
todo, sacó las espadas gemelas cortas que portaba en su espalda y se
dirigió con paso firme y decidido hacia el mismísimo pirata, quien lo
estaba esperando con ansia.

—Tu sacrificio será en vano, maldito. Cuando te arranque la garganta iré
por esa bruja y le daré su merecido.

—Eso jamás lo permitiré —replicó Egmon, empuñando con firmeza ambas
espadas e inmediatamente soltó un grito de guerra y se arrojó
valientemente en contra de su enemigo, por lo que ambos comenzaron a
luchar sin tregua alguna.

Alrún trató de endurecer su corazón, a hacer oídos sordos al sonido de
la batalla; apretó los puños, se mordió los labios y se unió a su hija,
abrazándola con todas sus fuerzas en un intento de encontrar algún tipo
de consuelo para su dolor.

—No te preocupes, Alwine: aquí está tu mamá.

La niña también la abrazó y Alrun la levantó en brazos y miró a los
otros dos. Una mirada llena de decisión y sufrimiento.

—Debemos irnos de inmediato, que el sacrificio de Egmon no sea en vano.

Seagull y Christian asintieron, y luego de echarle un vistazo al
valiente guerrero (no sin sentir impotencia uno y admiración el otro),
salieron rápidamente por la puerta. Alrun, a pesar de que se sentía
traicionada y defraudada por Egmon, el dolor que le provocaba al pensar
que seguramente él encontraría la muerte a manos de aquel sanguinario
pirata, se volvió para dedicarle una triste mirada de despedida antes de
desaparecer por detrás la puerta.

—¡¡No escaparán!! —gritó el malvado, corriendo detrás de los fugitivos,
pero el elfo se interpuso rápidamente en su camino.

—¡Yo soy tu contrincante ahora, Morgan! ¡La lucha es conmigo!
¡¡¡Aaaaaahhh!!! —y otra vez se lanzó en contra de su mortal enemigo con
una velocidad y agilidad asombrosas, casi danzando con las espadas
gemelas, girando sobre sí mismo como si fuera un torbellino.

Toda aquella demostración de habilidades dejó estupefacto a "Sangre
Negra", ni siquiera el almirante Jacobson –el único que lo había
derrotado– había demostrado semejante agilidad. Tan asombrado estaba que
el elfo logró clavarle ambas espadas en el estómago, quedado ambos
frente a frente, a unos cuantos centímetros de distancia, pudiendo
sentir las respiración del otro sobre sus propios rostros.

—¿De verdad crees que me hiciste daño con eso? —preguntó el pirata,
sonriendo burlonamente.

Egmon, sorprendido, abrió los ojos cuan grandes eran. ¡Todo estaba
perdido para él!

En un segundo Morgan lo tomó del cuello con su poderosa garra y lo
levantó del suelo, estrangulándolo. El elfo llevó sus manos a la de su
atacante en un vano intento de liberarse, pero nada podía hacer, aquel
pirata era demasiado fuerte para él. Soltando una estruendosa carcajada,
"Sangre Negra" lo lanzó contra la pared, haciéndolo rebotar en ella para
luego caer pesadamente sobre el suelo, dejándolo casi sin sentido.

Sacándose ambas espadas del estómago, Morgan caminó tranquilamente hacia
su víctima.

—Deberías saber que esa espada me hace prácticamente invulnerable,
maldito demonio —le dijo, deteniéndose a su lado y mirándolo con crueldad.

Y sin nada más qué decir, Morgan le propinó un pisotón tan terrible a la
pierna del guerrero, que se la quebró, haciéndolo gritar de dolor.

—Con eso bastará para que no te me escapes —declaró, pasando la lengua
sobre sus labios, regodeándose en su maldad—. Los hombres de tu raza
parecen muy femeninos... Me pregunto si cuando te someta gritarás como
una mujer. ¡Juah! ¡Juah! ¡Juah!

Ante semejante amenaza, Egmon, tan furioso como aterrorizado, comenzó a
arrastrarse de espaldas en un inútil intento de escapar de aquel sujeto
lleno de crueldad y perversión, pero éste lo agarró del pie y lo
arrastró hacia él, fracturándole el tobillo de la otra pierna con un
poderoso codazo. Egmon gritó de dolor al mismo tiempo que se volvió y
sacó otro cuchillo que escondía en una de sus botas para clavárselo en
el cuello. Segundos después de derramar abundante sangre de su herida,
Morgan comenzó a reírse otra vez; tomando fuertemente la muñeca del
elfo, le dijo mientras se la retorcía.

—Te dije que jamás me harás daño con tus malditos juguetitos, maldito
estúpido. Basta ya con tus sorpresitas, es hora de que sepas en el
maldito lío en el que te has metido por hacerte el héroe…

Egmon estaba aterrorizado, era la primera vez en su vida que alguien lo
derrotaba de esa manera tan humillante. ¿Es que acaso todo estaba
perdido para él? ¿No había nada más que hacer que sufrir semejante
humillación por parte de aquel depravado? Sonrió, después de todo, se lo
merecía por haber traicionado a su Señora.

"No lo hice solamente porque no estaba de acuerdo con su relación con
aquel humano, mi Señora —pensó tristemente—, lo hice también porque
siempre la he amado con toda mi alma y mi corazón":

Mientras tanto, Seagull y todos los demás habían llegado a la costa, una
barrera infranqueable hacia su libertad y seguridad.

—¿Cómo vamos escapar si no tenemos ni un miserable bote? —se quejó el
capitán, casi histérico.

—No te preocupes por eso —le dijo Alrun con admirable tranquilidad
mientras metía la mano en su alforja y sacaba de él un diminuto
barquillo que cabía cómodamente en la palma de su mano—. Nos iremos en esto.

—¿Cómo? ¿Esa cosita? ¿Y cómo vamos a caber en eso si no tenemos el
tamaño de una hormiga?

—Tal vez crezca… —se arriesgó el doctor, tan sereno como siempre.

—¡Sí! ¡Es un barquito mágico! —saltó Alwine, llena de alegría con la idea.

—Bueno, admito que he visto muchas cosas raras últimamente, pero eso
sería ya demasiado —se quejó Seagull, rascándose la cabeza.

Murmurando un conjuro mágico en un idioma extraño, Alrun lanzó el
barquito a las aguas del mar y éste creció inmediatamente de tamaño,
dejando a todos completamente anonadados.

—Es una magia basada en /Skidbladnir/, el barco plegable de nuestro dios
Freyr. Subamos a bordo —explicó, pero nadie entendió a lo que se refería
con eso.

Una vez que estuvieron todos a bordo, el barco de aspecto vikingo
comenzó a alejarse de las costas que Alrun conocía muy bien. Abrazada a
Alwine, ella mantenía la mirada fija en el templo al igual que el doctor
Jacobson.

—¿Podrá soportar la pérdida? —le preguntó preocupado.

—Sí —asintió sin apartar la mirada. Estaba segura de que así sería
mientras siguiera pensando que perdía más a un traidor que a un fiel
servidor—. Pero estoy muy preocupada por la suerte que pueda correr
Egmon con ese hombre cruel.

Se volvió hacia él un tanto angustiada.

¿Sabe de lo que ese pirata es capaz de hacer, doctor?

El aludido asintió.

—Es capaz de lo peor…

Con el corazón oprimido, Alrun volvió su rostro hacia el templo que iba
alejándose cada vez más y más, confundiéndose poco a poco en el
horizonte helado. De pronto, un tremendo y furioso rugido se escuchó con
tanta fuerza que pareció partir el cielo en dos, seguido por una
ensordecedora explosión, sobresaltando a todo el mundo. Volviendo sus
miradas hacia el templo, que era de donde había provenido semejante
alboroto, vieron con gran asombro cómo un enorme dragón emergía del
mismo templo, haciéndolo pedazos.

—¡Es el guardián Fafnir! —exclamó la hechicera, aferrándose con fuerza a
la baranda del barco.

Con mirada trémula, todos observaron cómo la gigantesca bestia comenzaba
a luchar, posiblemente contra Bart "Sangre Negra" Morgan. Mientras el
barco se alejaba cada vez más y más de la costa, rumbo a los mares de
Midgard, Alrun rezaba porque Egmon por fin encontrara la paz que tanto
necesitaba luego de haber sufrido en silencio durante tantos años por la
traición que había cometido en su contra.



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