Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 11: El Reencuentro*

                                                 Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

SEGUNDA PARTE: NO TODO LO QUE SE PLANEA SALE BIEN

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 11: El Reencuentro*


Haciendo un enorme esfuerzo, Annete Foubert logró levantarse del suelo
arenoso entre vacilaciones y mareos. No veía muy bien y le dolía
terriblemente la cabeza, que la tenía toda despeinada y ensangrentada.
La bala solamente la había rozado.

A medida que comenzaba a caminar algo tambaleante y arrastrando los
pies, la mujer comenzó a recordar lo que había pasado: Chrsitian, los
piratas, las amenazas, las súplicas del doctor, su propia confesión de
amor, la confesión de amor por parte de él, el arma, la disculpa y el
disparo, y luego, oscuridad…

La pobre mujer no sabía si las intenciones de Christian habían sido
asesinarla o dejarla inconsciente para que la creyeran muerta y la
dejaran abandonada en la playa… ¡Pero aquello había sido tremendamente
arriesgado¿Acaso Christian sabía lo que estaba haciendo¿Y si realmente
lo que quería era matarla? No, aquello no podría ser así, debía confiar
en él…

Terriblemente ofuscada, Annete se tomó la cabeza con ambas manos y
emitió un pequeño grito ahogado. ¡No podía creer que aquella noche
terminara así¡Justo cuando se decidía a entregar su corazón y ser
feliz¡No era justo!

—No… —susurró—, debo confiar en él o no seré digna de su amor… Debo ser
fuerte…

Y entonces, bajo la lluvia torrencial, madame Foubert volvió a caminar,
dirigiéndose con cierta dificultad hacia la casa del comodoro James
Norrington e informarle lo sucedido lo más rápido posible. Quizás,
lograrían detener a los piratas y recuperar a Christian a tiempo.

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Mientras Isabel se cambiaba de ropas en su cuarto luego de haber
regresado de los acantilados, James Norrington se curaba las heridas que
tenía en el rostro y en la mano. La herida que más le dolía era la de la
mano, puesto que había sido la más profunda y peligrosa, pero aquel
intenso dolor no era nada comparado a lo que sentía en su alma y en su
corazón al haber perdido tan valiosa amistad. No podía creer que todo
había terminado tan catastróficamente entre los dos después de tantos
años de entrañable amistad. ¡Ahora ella ni siquiera quería dirigirle la
palabra! Aquella terrible situación lo asfixiaba sobremanera…

Angustiado, luego de terminar de vendarse la mano, el comodoro se cubrió
el rostro con las manos tratando de contener su aflicción, quedándose
muy quieto y en completo silencio sentado sobre el sofá rodeado de la
oscuridad que invadía impunemente toda la sala, afuera, la lluvia
parecía querer menguar. Y así pasó un buen rato hasta que el almirante
George Jacobson hizo su aparición. James alzó la vista y se le quedó
mirando tristemente.

—Vengo a anunciarte que estoy listo para partir —avisó sin ninguna
emoción en su fingida voz masculina.

—¿Entonces…, no hay manera de que cambies de opinión?

—No. Ya no deseo estar en este lugar… —hizo una pausa y agregó con un
dejo de ira en su estoica voz:

—Y tampoco deseo permanecer más tiempo a tu lado.

—Isabel… —comenzó a decir mientras se levantaba de su asiento, pero ella
no lo dejó seguir.

—¿Isabel? Yo no conozco a ninguna Isabel, comodoro Norrington. Usted
está parado ante el almirante George Jacobson —lo miró severamente—, y
que no se le olvide eso, oficial, o veré que su carrera militar termine
en este preciso momento.

Sorprendido ante tan inesperada amenaza, James decidió permanecer en
completo silencio, no quería correr el riesgo de perder también su
comisión. Y entonces, en ese preciso momento, Isabel se dio cuenta de
todo el poder que ahora tenía al formar parte del almirantazgo; James
estaba en sus manos y eso le daba absoluto placer ya que podía hacer de
él lo que quisiera. Pero como ella era una persona que calculaba sus
posibilidades y no le gustaba apresurarse demasiado hasta estar segura
de su victoria —que con su propuesta de matrimonio había fracasado
estrepitosamente— sabría esperar el momento oportuno para volver a
tratar de convencer a James de ser su esposo, tanto por las buenas como
por las malas.

—Permaneceré aquí hasta que mi tío regrese y, cuando él esté listo,
regresaremos a Liverpool —dijo al fin y se sentó en una elegante silla,
cruzándose de brazos y permaneciendo completamente inmóvil y en
silencio. Tan furiosa estaba con su amigo, que ni siquiera quiso
preguntarle cómo estaba de sus heridas.

Luego de un corto silencio, el comodoro se animó a preguntar sobre lo
que pasaría entre el doctor y su ama de llaves, a lo que Isabel contestó
de muy mala gana que eso tendrían que resolverlo lo más pronto posible
en cuanto ellos estuvieran en casa, pues estaba decidida a marcharse de
allí lo más pronto posible.

Nuevamente reinó el silencio en toda la habitación, los sirvientes que
anteriormente habían acudido a la sala alertados por el ruido de vidrios
rotos, habían sido despachados por Norrington, quien les dijo que había
tropezado con la pata de la mesa y que se había caído sobre la ventana,
rompiéndola. Para tranquilizarlos, también les había dicho que no había
nada de qué preocuparse por él, que apenas se había hecho unos rasguños
y él mismo se había encargado de curarse las heridas.

Y así había transcurrido cerca de una hora hasta que los dos escucharon
que alguien había llegado a la puerta principal haciendo sonar
reiteradas veces la campanilla. Una de las criadas de la casa fue a
abrir la puerta.

Un terrible grito de alarma proveniente de la joven, hizo que los dos
oficiales tomaran sus armas y salieran disparados hacia la entrada
principal para averiguar lo que estaba ocurriendo, dándose de lleno con
la horrorosa escena de una casi inconciente madame Fouber, quien tenía
la cabeza cubierta de sangre entre los brazos de la aterrorizada muchacha.

Actuando con la rapidez mental que la caracterizaba, Isabel salió de su
estupor tan pronto como entró en él e inmediatamente puso manos a la
obra. Hizo reaccionar a James, quien se había quedado un tanto anonadado
con semejante escena, y lo mandó a atender a madame Foubert e intentar
preguntarle lo que había ocurrido, mientras tanto, ella mandó a uno de
los criados a llamar a un doctor, preguntándose para sus adentros si a
su tío también la había pasado algo malo.

Cuando apenas la pobre mujer terminó contarle lo sucedido al comodoro
Norrington, éste mandó a llamar a uno de los soldados que estaba de
guardia en el jardín y le ordenó que trajera al teniente Gillette de
inmediato. Alarmada por eso, Isabel se acercó para averiguar lo que
había pasado.

—Lo siento, George —respondió James con un dejo de tristeza y alarma en
el rostro—, pero unos piratas atacaron en la playa a madame Foubert y a
tu tío… A él se lo llevaron.

Desde que había muerto su familia, Isabel Jacobson jamás había sentido
otra vez la horrible sensación de un completo vacío e inseguridad a su
alrededor, sintiéndose vulnerable y asustada, pero ahora aquella
sensación volvía de nuevo y la aterrorizaba. No podía creer todo
aquello, su tío, que siempre la había acompañado en casi todas sus
campañas, jamás le había ocurrido nada malo, y ahora se enteraba que
unos desalmados piratas se lo habían llevado. ¡Quizás, ya sería
demasiado tarde para salvar su vida!

James, al ver que su amiga se había quedado completamente muda y
petrificada por lo que había escuchado, trató de darle fuerzas para que
volviera en sí. Juntos, tenían que decidir la mejor manera de resolver
aquella devastadora situación.

—¡George! —exclamó mientras la tomaba por lo hombros y la sacudía un
poco—. ¡Escúchame, George¡No es momento para turbarse¡Tienes que
reaccionar para que podamos hacer algo por tu tío¡Tenemos que ir a
rescatarlo¡Se lo llevaron¿Entiendes¡Si hubieran querido lo habrían
matado en ese mismo momento¡¡Él aún está con vida!!

Aquello último revivió a la joven y la hizo volver en sí, miró a su
amigo un tanto avergonzada por su débil reacción y enseguida se apartó
de su lado, quedándose en absoluto silencio, sumida en las más profundas
y oscuras cavilaciones.

Luego, James había ordenado a sus dos criadas que llevaran a madame
Foubert hasta su habitación y que la asistieran solícitamente en lo que
pudieran hasta la llegada del doctor. Mientras tanto, él comenzaría a
prepararse para ir a su despacho y reunirse con sus oficiales de alto
rango para tramar la captura del los osados piratas y el rescate del
doctor Jacobson. Claro estaba, que tenía que poner al gobernador Swann
al tanto de tan terrible situación.

Una vez llegado el preocupado teniente Gillette, los tres oficiales
partieron en carruaje hacia la oficina del comodoro Norrington ubicada
en la base militar de Port Royal. George no pronunció una sola palabra
durante todo el viaje, permaneciendo aislado de lo que comentaban sus
compañeros. Una vez llegados al lugar en cuestión, se apearon y subieron
las escaleras de la base y entraron en la oficina, en donde los esperaba
un ansioso gobernador Swann que ya había sido informado de la situación
por uno de los soldados comandados por el comodoro. Afuera, en el
puerto, los soldados comenzaban a alistarse para un inminente
levantamiento de anclas.

Dentro del despacho, luego de haber aclarado la procedencia de las
accidentales heridas del comodoro Norrington, las estrategias militares
no se hicieron de esperar, ya que el secuestro de una persona tan noble
y buena como lo era el doctor Christian Jacobson, era una ofensa y no
iba a quedar impune.

Mientras el comodoro marcaba una ruta que posiblemente habrían tomado
los piratas, todos los presentes comentaban sobre lo acontecido:

—¿Cree usted que esos sujetos que estropearon el baile de mi hija hayan
tenido que ver con el secuestro del doctor Jacobson? —inquirió el
gobernador.

A James le cayó como una bomba aquella pregunta, ya que aún estaba
fresco el confuso recuerdo de la extraña mujer besándolo y diciéndole
que ella era Jacky Sparrow.

Carraspeó un poco nervioso antes de contestar.

—No es muy probable, señor. Es casi seguro que esos dos impertinentes
hayan sido unos timadores de poca importancia.

—Yo no estuviera tan seguro —interrumpió el almirante con una mirada tan
penetrante que podría haber hecho temblar hasta el más valiente
espadachín de todos—, tal vez /sí/ tenían algo que ver. Tal vez los
mandaron como espías.

Los demás se le quedaron mirando boquiabiertos.

—Puede que sea o no sea así, almirante —replicó James—, pero yo no creo
que haya sido gente de Morgan, ya que ellos no suelen hacer esas cosas.

—¿¡MORGAN!? —repitieron los otros al unísono, completamente sobrecogidos.

—¿Y-y por qué piensa que u-un monstruo como ése sea el responsable del
secuestro del doctor Jacobson? —preguntó muy asustado el gobernador de
Port Royal, como si tuviera al mismo pirata en frente.

—Madame Foubert ha tenido la fortaleza de ánimo como para haber podido
darme una descripción de los tres desalmados que atacaron al doctor
Jacobson, Señor, y he llegado a la conclusión que el pirata en cuestión
no podía haber sido otro más que el terrible capitán Bartolomé "Sangre
Negra" Morgan: alto, sucio, corpulento, malhablado, de largos cabellos
negros y barba enmarañados, vestido de negro, dientes podridos, maldad
pérfida, una oreja cortada… —suspiró—. No hay otro pirata con esa
descripción más que él…

Luego de oír aquello, todos se quedaron en absoluto silencio, sabiendo
en su interior que hubiera sido mejor para el noble doctor Jacobson
estar muerto antes que en manos de aquel terrible e insensible monstruo.
Isabel, como era de esperarse, era la más afectada por eso, ya que se
sentía culpable por haber tratado tan mal a su tío la última vez que se
habían visto. Ahora resultaría casi imposible pedirle disculpas; quizás,
él ya estuviera muerto en el fondo del mar.

—Morgan, Dios mío… Dios mío… —murmuraba escandalizado el padre de
Elizabeth—. ¡Pobre amigo¡Pobre!

—¿Seguimos trazando el posible curso a seguir, comodoro Norrington?
—quiso saber el teniente Gillette, pero antes de que el aludido le
respondiera, el almirante Jacobson intervino.

—Nadie hará nada, yo mismo me ocuparé de este asunto.

Todos lo miraron muy sorprendidos.

—Pero almirante… —quiso replicar Norrington.

—Nada de "peros" —replicó de inmediato mirándolo con encendida furia en
los ojos—. Al que secuestraron fue a mi tío y a nadie más, no hay
necesidad de que ustedes intervengan en esto, ya que esto se ha vuelto
completamente personal… —se acercó a James hasta quedar frente a
frente—. Esa acción fue para vengarse de mí y de nadie más, así que
nadie más indicado que yo para resolver esto. Morgan está buscando una
manera de enfrentarse a mí y ha querido herirme a través de mi tío… ¡Y
juro que este crimen no quedará impune! —gritó golpeando fuertemente la
mesa con su puño.

Se alejó del comodoro y se dirigió hacia la ventana, tanto como para ver
el puerto como para respirar el aíre del mar que tanto le hacía falta a
su atribulada mente. Apoyó las manos sobre el marco, suspiró
visiblemente y agregó:

—Es muy probable que mi tío ya esté muerto, pues no he sabido de nadie
que haya sobrevivido bajo la tiranía de Morgan, además, sería una
verdadera estupidez si ustedes van tras él y dejan desprotegida a Port
Royal… —se dio media vuelta y los miró determinantemente a todos—. Les
sugiero que olviden este asunto y no se metan en lo que yo decida hacer.
Si alguien va a castigar a ese individuo, ese alguien será yo, y que no
se hable más.

Y diciendo esto, se dirigió velozmente hacia la puerta y la atravesó
como un rayo bajo la mirada atónita de los demás.

—¡Pero ese hombre es incorregible! —protestó el gobernador Swann—.
¿Acaso piensa enfrentarse él solo a tan temibles piratas¡Es inconcebible
y hasta insolente con nuestro ofrecimiento de ayuda¡Pobre doctor
Jacobson¡Pobre hombre!

Dirigiéndole una mirada significativa, James decidió ir tras Isabel para
persuadirla de que le dejara ayudar.

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Afuera, en el puerto, un enorme navío se preparaba para levar anclas y
llevar al almirante George Jacobson de regreso a Inglaterra. Se
encontraban en los últimos preparativos cuando los marineros recibieron
con verdadera sorpresa y aflicción la terrible noticia del destino de
Christian Jacobson. Todos lo conocían muy bien y pronto se reunieron
para rezar por la vida de tan querido y bondadoso personaje.

Mientras le daba las últimas órdenes al timonel, George vio llegar a
Norrington, quien se había apresurado para alcanzarlo antes de que partiera.

—¿Qué haces aquí? —preguntó frunciendo el ceño en cuanto el visitante se
detuvo a su lado.

—Vine a convencerte de que me permitas ayudarte a rescatar el doctor
Jacobson.

—Ya me escuchaste antes, mi decisión ya está tomada y no me retractaré.
Yo mismo me encargaré de este problema.

—¡Pero será muy peligroso!

—¡Jah¿Y cree que eso me preocupa? Me has visto pelear antes y Morgan no
significó ni significará nada para mí, tendré su cabeza colgada del palo
mayor en un mes.

—Pero tal vez te haya tendido una trampa, no creo que hubiera capturado
a tu tío sin saber las represalias que le seguiría.

—¡Bah! No es necesario que me recuerde esa posibilidad, no en vano he
llegado al almirantazgo, no me rebaje a la condición de un ignorante,
comodoro Norrington.

—Esa no era mi intención, George…

—¡Tráteme con más respeto, comodoro! —le advirtió su amiga con ojos
centellantes de ira—. ¡Voy a acusarlo de desacato a la autoridad si no
me trata como se debe!

Con visible sorpresa, James se sobresaltó con aquellas duras palabras
que venían de quien aún consideraba su mejor amiga.

—Lo siento mucho, señor, no volverá a pasar —respondió inclinando la
cabeza, poniéndose rojo como un tomate.

—Muy bien… —asintió con la cabeza, satisfecha de tener gran dominio
sobre él—. Recuerde su lugar y no replique más mis órdenes… Ahora váyase
a tierra, le prometo que lo mantendré al tanto sobre este asunto.

Triste y adolorido, el comodoro obedeció sin chistar y se dispuso a
marcharse, no antes de que Isabel terminara de atormentarlo aún más.

—Recuerde, comodoro Norringon, que ya no tiene usted un amigo en mí y
cuando yo regrese, veré la forma de hacerle pagar por lo que me hizo pasar.

James se detuvo, quiso replicar pero enseguida se dio cuenta de que iba
a ser en vano, así que cruzó la cubierta y bajó a tierra, destrozado.
Luego de dirigirle una triste y última mirada a quien fuera alguna vez
su más íntima y querida amiga, se marchó. Tras verlo alejarse
definitivamente, Isabel suspiró un tanto triste, pero como la furia y el
despecho aún latían furiosamente en su pecho, no le dirigió ni un solo
pensamiento positivo.

—¡¡Prepárense para zarpar junto a la marea alta!! —ordenó secamente a
sus hombres— ¡¡Tenemos a unos caballeros de fortuna que perseguir y
ejecutar!!

Y mientras sus hombres trabajaban arduamente, Isabel rezaba con todas
sus fuerzas por que su tío aún estuviera con vida para poder liberarlo
lo más pronto posible y ajustar cuentas con Morgan.

Mientras tanto, en una de las bodegas de mercaderías del puerto, Jack y
Jacky Sparrow, ya vestidos como era su costumbre, se encontraban
escondidos tras unas cajas de madera, esperando el momento oportuno para
salir. ¿Qué era lo que hacían allí si su plan original era que los dos
embarcaran inmediatamente en el /Perla Negra/ apenas hubiera terminado
el baile? La respuesta era que la capitana Sparrow había querido
quedarse en Port Royal a pesar de las protestas de su "hermanito", quien
no quiso dejarla sola, no porque estaba preocupado, sino porque no
confiaba en ella. Y, mientras aguardaban, se dedicaron a tramar con
inusitada diligencia sus negros y dispares planes.

—¿Estás segura que quieres quedarte aquí, hermanita? —preguntó el pirata
a la vez que sacaba impunemente una botella de exquisito ron de una de
las cajas que acababan de abrir y, mientras se la bebía sentado en el
piso de madera y apoyando la espalda sobre otra caja y limpiándose el
oído con su dedo meñique, agregó —¿Por qué no me dices de una vez qué es
lo que estás tramando?

La pirata no respondió inmediatamente, pues se dedicaba más a mirar el
puerto a través de las rendijas de las cajas, vigilando, esperando a que
"cierta" persona pasara por allí.

—¿Para qué quieres que te lo diga? —respondió al fin sin desviar un
segundo la vista—. No quiero que intervengas en mis cosas; recordarás
que hicimos una apuesta y no quiero que interfieras, "hermanito".

—Es por esa razón que dejé ir solo a Gibbs al /Perla Negra/,
"hermanita", no tengo la intención de dejarte ganar la apuesta.

Jacky lo miró de refilón y sonrió mientras sacaba otra botella y la
abría con su acostumbrada experiencia y comenzaba a acercarse a Jack.

—Eso es trampa, hermanito, no te comportas como un hombre honesto.

—Eso es porque no soy un hombre honesto, hermanita; si yo fuera un
hombre honesto entonces perdería la apuesta porque entonces tú serías la
deshonesta, pero si tu fueras la honesta entonces yo ganaría la apuesta
puesto que yo entonces, sería el deshonesto.

—Pero si ambos seríamos honestos, entonces cualquiera de los dos ganaría
la apuesta honestamente, pero como no somos honestos, entonces
difícilmente ganaríamos la apuesta honestamente, por lo tanto, como
ambos aceptamos que somos deshonestos, resulta evidente que cualquiera
de los dos ganaría la apuesta cometiendo actos completamente
deshonestos¿verdad?

—Hablas honestamente con la verdad, hermanita.

—¿Entonces no te molestarás si hago algo completamente deshonesto?

—¿Honestamente hablando? Déjame pensarlo… Mmm…. Sí, honestamente
hablando, sí.

Y sin que el capitán Jack Sparrow se lo esperara, su "hermanita" le
partió la dura botella de ron sobre la cabeza, dejándolo desmayado boca
abaji sobre el polvoriento piso de madera.

Mientras lo miraba condescendientemente, murmuró sonriente:

—Honestamente, no me importa tu opinión —luego miró lastimeramente el
pico roto de la botella que aún goteaba ron y llevaba en su mano. Le dio
un enorme beso— ¡Qué pesar tener que hacerte esto siendo tú el único
amor de mi vida¡Pero no me negarás cuánta ayuda me prestas cada vez que
te necesito!

Y aprovisionándose de un buen par de botellas de ron bajo el brazo,
Jacky Saparrow dejó abandonado a su compañero para salir a hurtadillas
del galpón y dedicarse a seguir a cierta persona que había visto pasar
hacía unos momentos frente al galpón, quien no era otro más que el
comodoro James Norrington.

Sin que éste se diera por enterado, pues aún estaba triste y furioso con
el asunto de Isabel, Jacky lo seguía a hurtadillas muy de cerca sin
quitarle la vista de encima y a la vez tratando de no ser descubierta
por algún que otro soldado que vigilaba la seguridad y el sueño de las
personas que aún dormían en sus casas.

Pero, unas cuantas gotas de lluvia que cayeron sobre su lastimado
rostro, hizo que James se olvidara por unos momentos de Isabel y se
sintiera vigilado, entonces comenzó a darse vuelta cada tanto tratando
de descubrir a su supuesto acechador pero la pirata siempre lograba
esconderse —para no ser vista— tras alguna caja, bolsa, carro o hasta
finalmente detrás de Murtogg y Mullroy, quienes ni siquiera se habían
dado cuenta porque permanecían dormidos, parados codo contra codo y sien
contra sien, como si fueran un par de pollos.

De repente, Norrington regresó molesto hacia el par de amigos, tras los
cuales se encontraba Jacky oculta y agazapada, mordiéndose nerviosamente
los labios y rezando porque James aún no la descubriera.

—¿¡Estas con formas de cumplir con sus deberes, soldados!? —exclamó
parándose frente a ellos y despertándolos de sus sueños con un sobresalto.

Murtogg y Mullroy, algo confundidos por el sueño y asustados al verse al
descubierto por su oficial al mando, no hacían más que balbucear
tonterías e incoherencias.

—¡Ya basta¡Ni siquiera debería permitirles que abrieran la boca¡No hay
excusa que valga para semejante desatino¡Quedan ambos relevados de sus
puestos hasta que yo se los diga!

—¡Sí, Señor! —asintieron los dos poniéndose bien derechitos, haciendo
enojar aún más a su superior.

—¡¡Márchense inmediatamente!!

Asustados, Murtogg y Mullroy obedecieron los más rápido que pudieron,
dejando al descubierto a una desprevenida Jacky Sparrow que justo en ese
momento estaba de espaldas sentada al estilo indio y bebiéndose un buen
poco de ron esperando a que la reprimenda parase.

Reconociendo inmediatamente aquella vestimenta extravagante, el
sorprendido comodoro Norrington desenfundó inmediatamente su arma y le
apuntó.

—¡Capitán Jack Sparrow¡Puede usted considerarse prisionero bajo la ley
de la Corona!

Jacky se quedó helada, con el pico de la botella en su boca y con los
ojos completamente abiertos como platos. No había sido intención que
Norry la descubriera tan pronto, aún quería seguir divirtiéndose con él.
Un tanto nerviosa y hasta temerosa, comenzó a volverse lentamente hacia
el comodoro hasta que sus rostros se enfrentaron.

Incrédulo ante lo que veía, James abrió su boca y sus ojos tanto grande
como pudo, atónito ante aquella inesperada aparición de la persona que
más había amado en toda su vida y a la que había creído perdida para
siempre. ¡Todo aquello tenía que ser un error¡Estaba viendo visiones¡Se
había vuelto loco! Sin embargo… allí estaba ella, allí estaba Jacky
Sparrow en carne y hueso.

—¿Ja-Jacky¿E-eres tú en verdad…?

Mullroy y Nurtogg se volvieron para mirar y la capitana del /Perla
Negra/ pensó que lo mejor sería encontrarse con Norry a solas para poder
tratar sus "asuntos" en privado, así que sin mediar palabra, salió
corriendo hacia las callejuelas de las bodegas, rauda como una liebre,
perdiéndose entre las tenues penumbras de la moribunda noche. Aquella
reacción tomó por sorpresa al oficial, pero se repuso enseguida con la
esperanza de atraparla y ajustar cuentas con ella.

—¡¡Rápido¡¡Tras ella!! —exclamó mientras se disponía a iniciar la
persecución, pero cuando apenas dio unos pasos, se dio cuenta que los
fusileros ni siquiera habían reaccionado.

—¿Pero qué les ocurre? —se volvió para recriminarlos—. ¿Acaso no
escucharon que les di una orden¿Por qué no se mueven?

Un tanto asustados y confundidos, los compañeros de armas se miraron
significativamente para luego mirar tontamente hacia su enfadado superior.

—E-es que usted dijo que estábamos relevados; Señor…, no podemos seguir
sus órdenes… —comenzó a decir Murtogg.

—… Y-y también nos dijo que nos avisaría cuándo volveríamos a estar bajo
sus órdenes, Señor —acabó de decir Mullroy.

James Norrington dio un bufido de fastidio¿cómo podía ser posible tener
a aquel par de tontos bajo sus órdenes?

—¡Inútiles¿Acaso son tan idiotas¡Les acabo de dar una orden¡Obedézcanla
inmediatamente si no quieren que los meta en un calabozo por
incompetencia y desacato!

El comodoro no necesitó repetir otra vez aquella orden, ya que los
asustados fusileros salieron corriendo torpemente tras la fugitiva y,
suspirando cansadamente, él también se internó en las callejuelas con la
esperanza de encontrarla.

Ya recuperada del susto y del impacto de haberse encontrado con Norry
tan de repente, la capitana Jacky Sparrow se había perdido entre los
corredores y recovecos de las callejuelas del puerto, que aunque no era
muy grande, era lo bastante intrincado como para perderse a propósito en
ellos. Con la esperanza de encontrarse a solas con Norry y mientras
entretejía velozmente su maquiavélico plan en su mente, trataba de
mantenerse algo visible para que su perseguidor pudiera seguirle el
rastro. Murtogg y Mullroy eran visiblemente unos incompetentes y no
tenía porqué preocuparse por ellos, ya que perdían su rastro por más que
ésta se los mostrara para que llamaran al comodoro Norrington.

Con las carabinas en sus torpes manos, los fusileros tropezaban con cada
caja o fardo que se encontraban¡y hasta se encontraron de repente con un
enorme y feroz perro negro, que furioso por haber sido interrumpido en
su sueño porque Mullroy le había pisado la cola, comenzó a perseguirlos
por todos lados. Los pobres soldados corrieron despavoridos tratando se
salvar sus retaguardias a toda costa, olvidándose de su misión y de su
superior.

Sin saberlo, ya que se encontraba rastreando en otro sector, el comodoro
James Norrington se había quedado completamente sólo en la búsqueda de
la fugitiva. Mientras caminaba sigilosamente entre las penumbras de los
viejos edificios que funcionaban como bodegas o embarcaderos, evitando
tropezar con cada objeto que se encontrara en su camino, sabía que Jacky
iba delante de él, era como si le permitiera seguirla, lo guiaba, podía
oler su fuerte olor a ron, sus movimientos extraños, su presencia, su todo.

Al dar una vuelta por una de las esquinas de una vieja y pequeña
construcción, el comodoro se dio de lleno frente a una de las bodegas
más grandes y antiguas de Port Royal. Era tenebrosa y no tenía ningún
deseo de entrar para inspeccionar su interior, la repentina aparición de
Jacky lo había impresionado demasiado y, para una persona del siglo
XVIII, podía llegar a interpretarlo como la desagradable aparición de un
espíritu.

—Será mejor que regrese con refuerzos… —murmuró un tanto asustado
mientras se disponía a dar la media vuelta y marcharse de allí, pero
justo en ese preciso momento, comenzó a llover otra vez, con más furia
que antes. Un enorme rayo partió el oscuro cielo en dos e iluminó todo
el lugar, y para sorpresa de James, pudo ver por unos segundos en el
portón abierto del edificio, la silueta de Jacky Sparrow, de pie,
mirándolo. James dio un respingo, espantado, pero la oscuridad había
vuelto y la figura de la pirata había desaparecido.

Norrington se llevó la temblorosa mano al pecho, sentía una enorme
ansiedad, el corazón le golpeaba como un martillo en el pecho, su
respiración era tan acelerada que podía escucharse a sí mismo. Ni
siquiera todo el entrenamiento del mundo podría haberlo preparado para
aquel momento, si la visión de su amada Jacky era un fantasma o producto
de su imaginación o si fuera ella en carne y hueso, tenía que
descubrirlo por sí mismo.

Reuniendo fuerzas y valor, como si estuviera por enfrentarse a un enorme
contingente de enemigos, aspiró aire y entró a la bodega.

Adentro todo estaba completamente oscuro, las cajas y fardos de
alimentos se encontraban apilados listos para ser embarcados en un barco
mercante o distribuidos en Port Royal; sea cual fuera su destino, para
James Norrington solamente eran un montón de objetos oscuros que
mantenía oculta a la misteriosa persona que estaba buscando. Dio unos
cuantos pasos, con el sable en una mano y el arma en la otra, listo para
cualquier emboscada. La tormenta arreció aun más pero faltaba cerca de
media hora para que amaneciera y eso le daba cierta tranquilidad.

De pronto, un precipitado ruido de cajas se dejó escuchar y se sintió a
alguien caer bruscamente al suelo y proferir una ahogada blasfemia.

—¿Jacky¿Eres tú? —preguntó James estirando un poco el cuello en un vano
intento de ver en la oscuridad—. ¿Te has hecho daño?

Silencio… la capitana Sparrow había quedado impresionada con la última
pregunta, realmente no se lo había esperado, pero era una prueba segura
de que él aún estaba enamorado y que nada tenía que ver el hechizo roto
de la Maldición de la Calavera.

—Interesante… —murmuró mientras aún estaba tirada sobre el polvoriento
suelo después de haber tropezado con unas pequeñas cajas—. Creo que el
tonto de Jack tiene la apuesta completamente perdida…

"Es hora de hacer mi espectacular e inolvidable aparición" —pensó
sonriendo malvadamente.

—¿Jacky? —James volvió a preguntar sin animarse a seguir adelante, tenía
miedo y vergüenza de estar haciendo el ridículo si la persona que estaba
buscando no era la que él esperaba, después de todo¡le habían pasado un
montón de cosas en esa noche! —. Jacky…, si eres tú déjate ver, por
favor… no sabes lo mucho que te he extrañado… —la voz pareció
quebrársele—… Jacky, te lo pido, ya deja de atormentarme de esta manera…
¡Ya no podré soportarlo por más tiempo!

Aunque conmovida por aquellas desesperadas palabras, Jacky Sparrow trató
de mantener la entereza tratando de convencerse a sí misma de que no
sentía nada por el comodoro y que solamente se daría a conocer
nuevamente a él sólo por conveniencia y nada más. Poco a poco fue
apartándose de las cajas apiladas que la mantenían oculta y se dejó
mostrar del todo frente al angustiado hombre, quien se le quedó mirando
como si estuviera parado frente a él un fantasma.

Al ver que el comodoro nada lograba decir, la pirata decidió dar el
primer paso a pesar que se encontraba bastante nerviosa. No entendía muy
bien el motivo, puesto que ya lo había visto en el baile de máscaras.

—… He vuelto para fastidiarte una vez más, mi caballero… —palabras
cursis, pero sabía que funcionarían.

James, al verla allí, parada en frente suyo, hablando tonterías como
casi siempre lo hacía, demostrándole que no era ningún fantasma ni
ninguna visión, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Tal vez
fue el dolor y el abandono que había sentido aquellos últimos meses tras
la pérdida de Jacky, la angustia de haber perdido la amistad a su mejor
amigo o las copas que había tomado de más, pero sea cual fuera la razón,
James soltó las armas y caminó con los brazos extendidos hacia la
sorprendida pirata, a quien en cuanto alcanzó, la abrazó con todas sus
fuerzas atrayéndola suavemente hacia sí. La capitana Sparrow no hizo
nada para evitarlo, el solo hecho de sentir su cuerpo contra el suyo la
hacía estremecer como nunca antes lo había hecho, aún así, no deseaba
abrazarlo.

Y así, mientras permanecían en completo silencio bajo el ruido de una
lluvia torrencial y dentro de una sucia bodega de puerto, Jacky y James
se volvieron a encontrar oficialmente luego de estar tanto tiempo
separados, sin adivinar siquiera que aquel reencuentro marcaría sus
vidas para siempre.


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