Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capitulo 10: Sueños Rotos*

                                                Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

SEGUNDA PARTE: NO TODO LO QUE SE PLANEA SALE BIEN

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capitulo 10: Sueños Rotos*


La brisa que corría sobre la playa era fría y helada, calaba hasta los
huesos y presagiaba un desenlace fatal para el valiente y sereno doctor
Christian Jacobson en manos del cruel pirata Bartolomé "Sangre Negra"
Morgan, quien había decidido comenzar de una vez por todas su cruel
venganza en contra de la única persona que lo había derrotado y
apresado: el sobrino del mencionado doctor, el almirante George Jacobson.

El capitán Morgan, recién desembarcado de su propio y flamante barco
pirata bautizado con el nombre de /La Muerte Anunciada/, que había
conseguido mediante asesinatos y amenazas en Isla Tortuga, reuniendo
luego a la tripulación más sanguinaria e insensible de aquellos lugares,
alistándose para su cruel venganza en contra del famoso almirante. El
pirata sabía que era casi imposible ganarle en combate a semejante
contrincante, pero también sabía que había algo que podía hacerse al
respecto, algo que podría cambiar el curso del destino a su favor y
lograr derrotar a Jacobson en plena lucha. Pero antes de hacerlo,
primero tenía que "divertirse" un poco y después encontrar el objeto de
su interés que lo ayudaría a realizar sus planes.

Y allí estaba ahora, frente a Chirstian Jacobson, el desafortunado tío
del almirante Jacobson. Con él empezaría su venganza.

—Debo suponer que viene usted por mi sobrino, señor Morgan —dijo el
doctor Jacobson mientras se incorporaba tranquilamente sin demostrar
miedo alguno en su ser.

—No por el momento, doctorcito, no por el momento... —sonrió
malignamente, mostrando sus podridos dientes marrones—, más bien he
venido a darle muerte a usted, doctorcito… —lo miró usted me vengaré del
maldito almirante.

Christian comprendió de inmediato que su suerte estaba echada, pues
sería completamente inútil tratar de escapar, ya que dos piratas más se
encontraban detrás de él, cortándole la retirada. Era mejor no demostrar
miedo y aceptar la inminente muerte con orgullo y valentía, jamás se
doblegaría ante semejantes bandidos de mala calaña. Su única
preocupación era que madame Foubert apareciera justo en aquel momento y
expusiera su inocente vida al peligro. Debía actuar de inmediato. Debía
ser asesinado rápidamente para que aquellos peligrosos piratas se fueran
de allí entes de encontrarse con Annete.

—Muy bien —dijo mientras comenzaba a caminar hacia el pirata y extendía
los brazos—, entonces hágalo de una vez, no pierda el tiempo para
realizar su venganza.

Morgan y los demás se quedaron atónitos, jamás habían conocido a alguien
que se entregara a la muerte en forma tan pacífica y orgullosa.

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Mientras tanto, ignorando lo que ocurría en la playa, el ofuscado y casi
ebrio comodoro James Norrington, entraba a su casa luego de haber
despachado a sus soldados por todo Port Royal en busca de los dos
ladrones luego que se diera por finalizado el baile de disfraces
accidentado. Con un terrible dolor de cabeza y una ansiedad que lo
mataba, se dejó caer pesadamente sobre el gran sillón verde musgo que
estaba frente a la apagada chimenea, dejando su tricornio sobre una
mesita de caoba.

Con la mirada fija en el vacío, trató de recordar aquel extraño
incidente que había pasado con la que se suponía que era la capitana
Jacky Sparrow, que aún no lograba asimilar del todo. ¿Y si realmente
hubiera sido ella¿O no¿Y si alguien estaba tendiéndole una trampa usando
sus sentimientos por Jacky¿Su borrachera le habría jugado una mala
pasada¡Todo resultaba tan irreal! Por otro lado, su preocupación por
Isabel había aumentado, ahora sabía muy bien a lo que ella pretendía con
él: casarse.

James suspiró y se hundió aún más en el sillón, dejando caer los brazos
a los lados, preocupado y apesadumbrado. ¿Cómo era posible que ella se
hubiese enamorado de él¿Acaso no habían sido siempre los mejores
amigos¿Cómo se le había ocurrido a Isabel la idea de que se casaran? Si
acaso era eso a lo que ella se habría referido en la fiesta, pues si no,
no tenía porqué haberse aparecido vestida de mujer exponiéndose a que
alguien la descubriera, bien podría haber asistido como el almirante
Jacobson. Estaba claro que no había duda de sus intenciones.

Cerró los ojos y volvió a suspirar quedamente. ¿Cómo explicarle a Isabel
que él no tenía la más mínima intención de convertirse en su esposo¿Qué
más veía en ella a una gran amiga que a una mujer¿y no a una posible
esposa? Él sabía del carácter fuerte que poseía Isabel y que últimamente
había dejado salir gracias a su odio hacia Jacky Sparrow… Entonces, al
cruzársele ese pensamiento, james abrió sus ojos cuan grandes eran,
vislumbrando por fin la razón por la que Isabel siempre se ponía furiosa
con tan solo escuchar aquel nombre¡ella estaba celosa¡Entonces Isabel sí
estaría enamorada de él¡Ya no había ninguna sombra de duda en ello!

Entonces, sumido en la más profunda aflicción, Norrington se levantó del
sillón y se dirigió lentamente hacia la ventana, y llevando las manos
hacia atrás, se dedicó a mirar hacia la negra oscuridad de la noche.
Rogaba fervientemente porque su amiga dejara esas locas ideas románticas
y se dedicara a cultivar la hermosa amistad que los había unido durante
tanto tiempo.

Y así estaba, inmerso en sus pensamientos en la oscuridad de aquella
elegante habitación hasta que escuchó que alguien abría la puerta y
entraba lentamente. Girando suavemente sobre sí mismo, James miró hacia
la entrada y se encontró con que Isabel estaba parada bajo el marco de
la puerta, vestida como una dama y mirándolo de una manera tal que nunca
antes lo había hecho.

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—Veo que el doctorcito tiene agallas… —dijo el pirata para luego soltar
una terrible carcajada, dirigirse amenazante hacia su victima—, me
gusta, pero no crea que eso lo liberará del infierno que tengo planeado
para usted, doctorcito…

Y sin decir nada más, le dio un tremendo bofetón que lo lanzó de bruces
al suelo y sus anteojos volaron lejos de su sorprendido y adolorido
dueño. Morgan volvió a reírse estruendosamente, era su hobby maltratar a
sus victimas antes de matarlos y, el doctor, no iba a ser la excepción.

Echado de costado sobre la arena de la playa, con la mano en su mejilla
y luego de escupir un poco de sangre, Christian murmuró con tono jocoso:

—Debería trabajar como dentista, capitán Morgan, estoy seguro de que
haría un buen trabajo sacando muelas…

Los otros piratas, al escucharlo, comenzaron a reírse de buena gana por
semejante ocurrencia, pero una cruel mirada de advertencia por parte de
su jefe, se callaron, se llevaron las manos hacia atrás y comenzaron a
silbar como si nada hubiera pasado. Entonces, "Sangre negra" se inclinó
hacia Jacobson y lo tomó por la solapa de la casaca y lo levantó hasta
tenerlo cara a cara. Los pies del doctor se vieron suspendidos en el
aire, aquel pirata era muy alto.

—Veo que tiene sentido del humor, doctorcito…

—… Tanto como su altura, capitán Morgan… —sonrió con su simpática sonrisa.

—¿Así que quiere que lo mate ahora mismo?

—Si no es mucha molestia…

El pirata sonrió.

—Lo siento mucho, doctorcito, pero no puedo complacerlo por ahora… Me
encanta hacer sufrir a cerdos como usted antes de matarlos…

Y otro tremendo golpe de puño no se hizo esperar sobre el estómago del
valiente hombre de ciencia, a quien el desalmado pirata dejó caer al
suelo bufando de dolor.

—M-menos mal que traje medicina para el dolor de estómago… —dijo casi
sin aliento, provocando una vez más la hilaridad de los hombres del
cruel capitán.

—Veo que esto va a ser bastante entretenido —replicó Morgan antes de
propinarle una feroz patada a la cara, dejando al pobre Christian
tendido en el suelo con las manos en su ensangrentado rostro—. El perro
infeliz de ese estúpido almirante va a darse una muy desagradable
sorpresa cuando lo encuentre, doctor…

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—¿Isabel? —preguntó el comodoro Norrington, entre confundido y
ofuscado—¿pero qué haces aquí vestida de esa manera¡Es peligroso¡Alguien
podría descubrirte!

—Poco me importa si me descubren si tú no me dices ahora lo que quiero
escuchar —fue la asombrosa declaración de la joven mujer.

—¿C-cómo…?

—¡Oh, James! —exclamó ansiosa mientras atravesaba la habitación con los
brazos extendidos hacia su amigo hasta alcanzarlo y estrecharlo
fuertemente entre sus menudos brazos—. ¿Es que no te has dado cuenta lo
mucho que te he amado durante todo este tiempo?

Sorprendido, él también la abrazó pero sin decir una sola palabra. Ella
apoyó su arrebolada mejilla contra el pecho de su amigo y se sujetó
firmemente de su casaca.

—Desde que era una jovencita he estado perdidamente enamorada de ti,
James, pero nunca pude hacértelo saber… —confesó—. Todos estos años te
he amado en silencio, tratando de oprimir mis románticos sentimientos
hacia ti hasta que mi adolorido corazón no pudo resistirlo más, tenía
que decirte esto tarde o temprano… —lo miró a la cara, su silencio no
hizo otra cosa mas que alentarla para seguir rebelando sus sentimientos.

—Me resigné a no decirte nada cuando me enteré que tenías intenciones de
casarte con la hija del gobernador Swann, pensé que sería lo mejor para
los dos pero, cuando me enteré que habías roto tu compromiso con ella,
sentí que mis esperanzas volvían a renacer... —volvió a colocar su
cabeza sobre el pecho de su amigo—. A pesar de eso, yo tenía cosas más
importantes que revelarte mi amor, y también mi orgullo y mi recién
descubierta timidez fueron motivos para que guardara silencio Pero, a
pesar de todo, no me había dado cuenta de lo mucho que te amaba hasta
que te vi con esa descarada y horrible pirata… —levantó otra vez la
cabeza y miró a james, éste estaba mirando hacia el vacío con un
semblante sereno e inexpresivo.

—¡Oh, James! —exclamó mientras se aferraba con más fuerza a la casaca—.
¡No sabes lo terriblemente celosa que me sentí cuando me di cuanta de la
forma que la mirabas a ella¡Se notaba muchísimo que estabas perdidamente
enamorado de esa mujer! —su mano derecha soltó la casaca y se cerró en
un puño bajo su brillante mirada—No tienes idea de cuánto odié a esa
horrible mujer, veía cómo ella se divertía con tu dolor y tú igual la
seguías pasara lo que pasara, totalmente embelesado por ella… En un
principio lo atribuía a esa maldita maldición del anillo, pero cuando se
rompió el efecto y noté que tú seguías prendado de la aquella ilusión,
se me partió el alma al darme cuenta de que tu amor por ella había sido
completamente sincero…

Y tomándolo fuertemente de la casaca otra vez, dijo:

—¡La odié a ella con toda mi alma¡Te odié a ti por ser tan estúpido¡Me
odié a mi misma por quererte tanto¡Odié mi pasado, odié mi presente y
odié mi futuro¡Odié a mis padres por haberme abandonado¡Odié a esos
malditos piratas que los asesinaron¡Odié a mi tío por permitirme salirme
con la mía¡Volví a odiarme a mí misma por fingir ser alguien que no
era¡Odié el hecho de que por mi venganza jamás podría estar a tu lado
como tu amante esposa!

Por fin, James volvió su mirada afligida hacia ella y notó que ésta
estaba llorando profusamente en silencio.

—Lamento haberte hecho sufrir tanto, amiga mía, no sabía que sintieras
todo eso por mi… —le replicó dulcemente mientras secaba las lágrimas de
Isabel con la mano—, pero está mal odiar tanto, con el tiempo, hace
mucho daño…

Isabel sonrió, era lo mismo que le decía su tío. Se apartó un poco de
los brazos de Norrington, y secándose las lágrimas con el revés de las
manos, dijo:

—Pensé que tú odiabas a los piratas…

El comodoro sonrió y negó suavemente con la cabeza.

—No —replicó—, yo no odio a los piratas, simplemente cumplo con mi
deber, y mi deber es defender a la gente decente que trata de vivir sus
vidas de acuerdo a la justicia del hombre y de Dios. Gente como los
caballeros de fortuna son los que viven de acuerdo a la violencia, al
robo y a la inmoralidad, y esa gente tiene que pagar sus sucios actos de
acuerdo a las leyes de la Corona y luego ante la Ley de Dios. No, mi
querida amiga, yo no odio a los piratas, lo que no soporto son sus actos
que traicionan a la confianza del pueblo... —Hizo una breve pausa y
luego agregó un tanto avergonzado: —Yo antes pensaba que los piratas
eran de la peor clase, pero debo admitir que no todos son iguales… Hay
algunos que son… verdaderos caballeros.

—¡Jah¿Caballeros¿Caballeros dices¿No querrás decir "damas"? —replicó
Isabel con ironía mientras se apartaba aún más de los brazos de James
hasta soltarlo para comenzar a caminar por toda la habitación
gesticulando con los brazos—. Tú dices eso porque aún sigues enamorado
de esa estúpida pirata¿verdad?

—Isabel…

—¡No me digas nada más, sería completamente inútil! —se volvió a él
furiosa—. ¿Acaso ya te has olvidado de lo que me hicieron esos
"caballeros" como tú los llamas¿Te has olvidado del asesinato de mis
padres y de mi hermano¿Te has olvidado de las atrocidades que cometen
aquellos "caballeros" sobre sus desafortunadas víctimas a lo largo de
todos sus robos¿Te has olvidado que esa puerca pirata se rió de tus
sentimientos hasta el último momento¿Y así dices que no los odias¡Tú no
sabes lo que dices!

James Norrington guardó silencio por unos momentos, mirando a Isabel que
tenía con los puños crispados tratando de contener su dolor y frustración.

—Sé que tienes razón, Isabel, hablaste con la verdad, pero yo…, pero yo
no los odio, la verdad es que no siento nada por ellos.

Isabel lo miró fijo, atravesándolo con su odio y dolorosa madurez.

—Ahora dices eso porque nada malo te han hecho a ti, pero cuando por fin
te hayan hecho algo que te destruya, dime entonces si no los odiarás.
¡Ni siquiera te parecerá suficientemente justa la ley del hombre o la
Ley de Dios! —ella se acercó aún más y lo tomó de la mano, mirándolo
directo a los ojos—. Aún posees un alma noble, James, pero ten por
seguro que algún día se corromperá por confiar en quien no se lo merecía.

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Mientras tanto, el pobre y valiente doctor Jacobson sobrellevaba lo
mejor que podía el castigo que le infringía el cruel pirata apodado
apropiadamente "Sangre Negra". Christian soportaba estoicamente los
golpes de puños y patadas que le propinaba el rufián, y tampoco se
hicieron esperar algunos dolorosos cortes con un cuchillo, propiedad de
dicho pirata.

Tirado en el suelo y escupiendo sangre, el doctor aún no perdía su buen
sentido del humor y se mantenía lo más tranquilo posible a pesar de los
terribles dolores que tenía que sufrir a causa de las heridas que tenía
por todo el cuerpo. Su ropa estaba hecha jirones, sus anteojos y su
máscara estaban rotas sobre la arena, la sangre que perdía estaba
esparcida a su alrededor.

Podría decirse que Bart "Sangre Negra" Morgan estaría feliz con el
castigo propinado a su pobre victima, pero al ver que el doctor no se
doblegaba ante él ni ante los golpes y ni siquiera ante el dolor, se
sentía furioso y desencantado, pues estaba acostumbrado a que sus
victimas suplicasen, llorasen o gimiesen por sus vidas, en cambio, aquel
hombre cincuentón se mantenía firmemente sereno ante la adversidad y,
sobretodo, ante él.

—No me tiene miedo¿verdad, doctorcito de pacotilla? —preguntó entre
dientes mientras se acercaba lentamente hacia el adolorido doctor.

Para responderle, Christian se incorporó un poco y lo miró con una
entereza increíble y una sonrisa afable en su rostro sereno.

—… Eso sería relativo, ciertamente, pero no veo la necesidad de perder
la calma ante tal desgracia, pues nada cambiará…

Los tres piratas se quedaron boquiabiertos, jamás se hubieran imaginado
semejante declaración. Furioso, el capitán tomó al doctor del brazo
izquierdo y lo levantó bruscamente del suelo y lo colocó frente a él de
manera que lo mirase a la cara.

—Voy a hacerle chillar como a un sucio cerdo, doctorcito de pacotilla…
—amenazó.

—Lo dudo mucho, puesto que no soy un cerdo…

La burlona réplica hizo gruñir de furia al cruel pirata, quien
inmediatamente comenzó a torcerle el brazo tan fuerte, que los huesos
comenzaron a crujir bajo semejante presión. Christian, manteniendo una
calma extraordinaria ante semejante maltrato, dijo:

—Va a rompérmelo…

De pronto, un horrible ruido de huesos rotos se escuchó y el brazo
izquierdo del doctor quedó fracturado ante el gozo de su verdugo, pero
mayúscula fue su sorpresa cuando su víctima, arrodillada en el suelo con
la mano derecha sujetándose el brazo inutilizado y soportando el
horrible dolor que sentía, replicó tranquilamente:

—¿No se lo dije…?

Morgan se quedó boquiabierto, sus hombres comenzaron a murmurar entre
ellos impresionados por la fortaleza demostrada por aquel hombre que
parecía ser un completo debilucho. Temiendo que sus subordinados
comenzaran a apreciarlo, su jefe decidió acabar con la vida del doctor
de una buena vez y, sacando el alfanje de su vaina, lo levantó hacia el
oscuro cielo y dijo:

—Veo que estoy perdiendo el tiempo con usted, doctorcito, voy a acabar
con su vida de una sola vez, cerdo maldito.

—¡Qué bien! Ya me estaba aburriendo… —declaró sonriente mientras seguía
arrodillado en la arena.

Enfurecido, el miserable pirata procedió a cortarle la cabeza, pero,
ante la sorpresa de todos, y sobre todo, la de Christian Jacobson, la
voz enérgica de una mujer se dejó escuchar:

—¡¡Alto¿¡Qué creen que están haciendo, miserables¡¡Déjenlo en paz o
llamaré a la guardia!!

Desconcertados, los cuatro hombres se volvieron hacia la que había
hablado, y grande fue el estupefacción del buen doctor cuando vio que la
mujer en cuestión no era otra más que la testaruda ama de llaves del
comodoro Norrington, madame Annete Foubert.

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Un completo silencio reinaba por toda la casa del comodoro James
Norrington, la servidumbre se encontraba durmiendo en sus habitaciones
al igual que el pequeño Billy en la suya, ninguno tenía idea de lo que
estaba pasando en la sala de estar de la casa, ni tampoco tenía la
remota idea de lo que pasaría a continuación, ni siquiera el propio
Norrington.

Dentro de dicha habitación, James e Isabel permanecían abrazados en
completo silencio, con sus corazones palpitando fuertemente al compás de
sus sentimientos y pensamientos. Ella permanecía con la cabeza apoyada
sobre el pecho de su amigo, con los ojos cerrados; en cambio, Norrington
la abrazaba también, como un amigo a una amiga, pero con los ojos
abiertos, preocupado.

—Tú no has venido simplemente a darme un sermón¿verdad¿Te vestiste como
mujer para asistir al baile y demostrarme algo? —preguntó el comodoro
llamando la atención de su amiga, quien lo miró detenidamente al rostro.

—Me dijiste que me daría cuenta de tus intenciones si lo pensaba mejor,
pero… —vaciló unos momentos—, quizás haya malinterpretado tus intenciones…

—¿Entonces ya sabes a lo que me refería? —las mejillas de Isabel se
arrebolaron por la emoción que sentía.

—Sí… —asintió en un susurro, casi como si estuviera obligado a hacerlo.

—¿Entonces aceptas ser mi esposo? —inquirió emocionada, mirándolo con
ojos esperanzados, a los que James de vio obligado a desviar la mirada y
cerrar los ojos con fuerza.

Tardó en responder, aquellos segundos le parecieron interminables para
Isabel, quien se apartó de él y comenzó a recorrer la sala con una
impetuosidad inusitada en ella, hablando sin parar mientras parecía
danzar por todo el lugar:

—¡Oh, James¿Te imaginas¡Abandonaríamos la armada y nos fugaríamos para
poder vivir juntos en un hermoso paraíso escondido en algún lugar del
Nuevo Mundo¡Sería un sueño hecho realidad¡Tendríamos una hermosa casa e
hijos preciosos¡Oh¡Lo he soñado durante tanto tiempo¡Por fin podremos
ser felices¿Te das cuenta¡Adiós rencor¡Adiós odio¡Adiós venganza¡Adiós
horrible pasado¡Por fin podré decir que soy realmente dichosa!

Cada inocente palabra pronunciada por su amiga, fue como un terrible
aguijón que se clavaba en el corazón del noble oficial, quien amaba a
Isabel no como a una mujer, sino como a una gran amiga a quien jamás
hubiera deseado provocarle ninguna clase de daño… Pero allí estaba ella,
soñando con un imposible y él se vería obligado a romperle aquellos
hermosos sueños de un solo golpe, arriesgándose a romper también su
corazón y, tal vez, perder para siempre su amistad.

—Isabel… —comenzó a decir con voz firme pero suave—, Isabel, no sabes
cuánto te agradezco por haberme puesto en un lugar tan importante en tu
corazón…. No siempre he tenido semejante suerte y continuamente me he
resignado, como un caballero, a dar un paso hacia el costado… —caminó
hacia ella y la abrazó fuertemente—. Por eso es que te debo tanto, amiga
mía, tu cariño y amistad hacia mí son mis tesoros más importantes que
pueda tener y no quisiera perderlos por nada del mundo…

A la joven no le gustó demasiado aquellas palabras, pues solamente
hablaban de "amistad" y nada más, no era para nada de lo que ella había
esperado escuchar.

—… por eso es que no puedo aceptarte como a mi esposa, Isabel, no quiero
perder tu valiosa amistad por un sentimiento que no siento
realmente¿entiendes?, no puedo amarte como a una mujer, pero sí puedo
quererte como a la mejor amiga que siempre he tenido.

Al escuchar aquellas dolorosas palabras, la almirante comenzó a
enfurecerse poco a poco, sintiéndose frustrada, adolorida y avergonzada
por haber expuesto sus sentimientos tan tontamente para que sean
pisoteados sin compasión por aquel tonto que no la valoraba lo
suficiente como para amarla.

—Por favor, no te enojes conmigo, amiga mía —siguió diciendo mientras
colocaba una de sus manos sobre la rubia cabeza de ella—, mi intención
no es lastimarte, pero no quiero que pierdas el tiempo conmigo. Si
quieres cambiar de vida no me opondré, tienes el derecho de hacerlo por
todo lo que has pasado… —sonrió entre lágrimas—. Aunque normalmente lo
consideraría una especie de traición a la Corona a la que hemos jurado
lealtad, pienso que tus padres y tu tío se sentirían muy felices si
decidieras vivir tu vida como una verdadera mujer…

Isabel comenzó a cerrar sus puños con desmesurada fuerza y a rechinar
los dientes con una furia tremenda que comenzó a cegarla.

—… y yo también me sentiría muy feliz al ver que mi mejor amiga por fin
pudiera abandonar su vida dedicada a la venganza para formar una familia
y ser completamente feliz…

—¡¿Y QUÉ DEMONIOS SABES TÚ DE LO QUE ME HARÍA FELIZ?! —gritó furiosa
apartándose violentamente de su sorprendido amigo para luego empujarlo
con tanta fuerza que éste perdió pie y cayó pesadamente sobre la
ventana, rompiéndola y lastimándose apenas el rostro y demasiado la mano
derecha.

Arrodillado en el suelo, mirándose estupefacto la mano lastimada, no se
dió cuenta de que el anillo de Jacky que siempre llevaba en el bolsillo
de su casaca se había salido y caído sobre el piso alfombrado. No podía
creer lo que estaba pasando entre él y su amiga¡ella había perdido la razón!

Cegada por una ira incontenible, Isabel se acercó a él y lo tomó
brutalmente de la solapa de la casaca y lo obligó a mirarla a la cara.

—¡¡Si realmente quisieras verme feliz te casarías conmigo!! —acusó
mientras lo sacudía bruscamente.

James, aunque fuera un soldado firmemente curtido en la batalla, la
repentina reacción brutal de quien consideraba ser su mejor amiga, lo
había dejado anonadado de tal manera, que apenas lograba balbucear
algunas palabras incoherentes que de nada sirvieron, pues Isabel parecía
enfurecerse más y más en contra de él.

—¡¡Cállate¡¡No quiero escucharte más!! —gritó con los ojos desorbitados.
Aquel hermoso rostro que otrora pareciera al de un ángel, se había
transformado en el vivo rostro de un demonio.

Desencajada, lanzó al infortunado hombre al suelo, quien cayó boca abajo
cuan largo era sobre el piso.

Al alzar la cabeza, James vió por fin el dorado anillo que yacía
olvidado sobre la alfombra, y como un efecto dominó, Isabel siguió su
mirada y se encontró con aquel objeto que la dejó estupefacta.

—¡El anillo! —murmuró la joven despechada, reconociendo en el acto de
quién era.

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La grandeza de Annete Foubert pudo verse en aquel momento: a pesar de su
sobrio traje de fiesta, a pesar de ser una mujer madura, ella se
mantenía firmemente parada sobre las arenas de la playa, con la fija
mirada de un halcón, los brazos a los costados de su cuerpo manteniendo
los puños cerrados, el espíritu dispuesto a la batalla para defender a
su enamorado. Chritian jamás había visto semejante grandeza en nadie,
ella era una mujer excepcional y se alegraba muchísimo de haberla
conocido y enamorado de ella… salvo ahora, que por su culpa peligraba su
vida y hasta su virtud.

El desalmado pirata se le quedó mirando al igual que sus compañeros,
pero en vez de admiración, éste sintió desprecio y mofa por ella.

—¿Qué fue lo que dijiste, perra? —inquirió sarcásticamente.

Annete se asombró por el desagradable insulto dirigido hacia su persona,
ya que no estaba acostumbrada a semejante trato, pero enseguida se
rehizo y replicó orgullosa y valientemente:

—He dicho que lo dejen en paz o llamaré a la guardia, miserable pirata.
Si siguen lastimándolo, van a arrepentirse, se los aseguro —levantó su
cabecita con aire de superioridad.

En vez de preocuparse por semejante amenaza, los tres piratas comenzaron
a reírse a carcajadas de la impertinente mujer, quien se sentía muy
ofendida y humillada al verse tomada a la chacota.

—¡¡Estoy hablando en serio, partida de miserables sin provecho¡¡Mucho
harán por la gente decente si se entregan a la justicia y se dejan pasar
por el cadalso!!

Al oír eso, los piratas dejaron de reírse y la miraron con una terrible
expresión de furia en sus rostros. Entonces el capitán Bartolomé "Sangre
negra" Morgan, decidió que ya era momento de cerrar aquella impertinente
boca y dio un paso hacia ella.

—¿Cómo una maldita perra como tú osa en amenazarme con la horca? —y
apuntándola amenazadoramente con ella, gritó furioso:

—¡¡Perra infeliz¡¡Una prostituta como tú tiene que mantener el pico
cerrado si no quiere que se la monte un monstruo como yo!!

Annete dio un respingo al escuchar semejantes palabras, estaba asustada,
pero no escaparía.

—¡¡BASTA!! —exclamó de repente muy ofendido doctor Jacobson, poniéndose
de pie para defender a su deshonrada dama—. ¡¡Un caballero jamás le
habla así a una dama!!

Y antes de que alguno de los tres piratas reaccionara, el buen doctor,
moviéndose con rapidez extraordinaria, agilidad propia de la familia
Jacobson, le arrebató los dos arcabuces de las fundas del cinturón del
sorprendido Morgan y, tomando una distancia prudencial entre su amada
Annete y los sorprendidos facinerosos, declaró:

—¡Pobre de aquel que ose siquiera con tocarle un solo cabello a esta
dama o juro que no volverá a ver la luz del sol!

Todos lo miraron estupefactos, pero una vez pasada la primera impresión,
los dos subalternos de Morgan comenzaron a reírse a más no poder,
creyéndolo un completo fanfarrón, sólo su jefe se mantenía serio. De
pronto, antes de que pudiera ninguno reaccionar, Christian disparó en
contra de uno de ellos, dándole certeramente en la pierna, obligando al
pirata herido caer al suelo aullando de dolor y sosteniéndose la pierna
lastimada. El otro pirata dejó de reírse y su capitán, quien no se había
movido un solo centímetro, se puso mucho más serio que antes.

—Les advierto, caballeros, que poseo una puntería excelente —advirtió el
doctor.

Morgan lo miró detenidamente, sabiendo que aquel hombre hablaba con la
verdad, ya que con la forma que le había arrebatado las armas y
disparado hacia su subalterno —pues era mucho más fácil disparar hacia
el cuerpo que hacia las extremidades—, supuso que el doctor no era de
esos que hablaban por hablar. Pero había algo que aquel caballero no
había previsto y el malvado pirata echó a reír estruendosamente.

—¡¡Juah juah juah¡¿Crees que puedes hacer algo usted sólo, maldito
doctor de pacotilla?! —lo apuntó con el dedo sonriéndole malignamente,
mostrando sus asquerosos dientes pútridos—. Le queda una sola bala,
doctorcito, y nosotros aún somos tres y le advierto que aunque yo posea
este tamaño, no soy muy fácil de herir con un arma —bajó el brazo,
triunfante—. ¡Haga lo que usted haga, no podrá evitar que lo matemos y
me lleve a esa perra al barco para que todos abusemos de ella¡¡Juah juah
juah!!

Tremendamente preocupado, Christian se volvió hacia Annete.

—¡Váyase de aquí, Annete¡Corra¡No permita que la atrapen!

—¡No! —se negó firmemente—. ¡No voy a dejarlo sólo¡Prefiero morir a su lado!

—¡Pero, madame…!

—¡No¡No insista! —rebatió con los ojos arrasados por las lágrimas
mientras sujetaba fuertemente la falda de su vestido—. ¡Debo estar a su
lado tanto en los momentos buenos como en los malos! —comenzó a ponerse
colorada—… Po-porque yo… yo… yo le amo, Christian.

Mientras los piratas comenzaron a mofarse de ella y a advertirle que si
intentaba escapar la atraparían fácilmente, el doctor se había quedado
boquiabierto con semejante revelación, su corazón rebosó tanto de
alegría como de dolor. ¡Qué mala suerte habían tenido con toparse con
aquellos peligrosos hombres justo ahora cuando se decidian a ser
amantes! Frunció el ceño, debía salvar la vida y la virtud de su amada a
cualquier precio, aún a costa de su propia vida. ¡Jamás permitiría que
le pusieran una sola mano encima!

—… Annete… —le dijo, sonriendo tristemente—, yo también te amo…
Perdóname, por favor…

Y antes de que alguien pudiera moverse siquiera un centímetro, el doctor
apuntó a la mujer con el arma cargada y disparó.

El eco del disparo se escuchó a lo largo de toda la playa, rebotando en
los acantilados y promontorios. Los tres piratas miraron estupefactos a
la mujer caer mortalmente sobre la arena con un certero disparo en la
cabeza.

—E-está muerta… —dijo asombrado el segundo pirata que se había acercado
a verla—… Ese tipo la mató sin dudar…

Jacobson nada dijo, seguía mirando tristemente hacia Annete, soltando el
arma humente que cayó pesadamente sobre la arena. El dolor de su brazo
izquierdo al que había sometido a semejante esfuerzo, no era nada
comparado a lo que su corazón sentía.

Morgan sonrió, y dirigiéndose hacia el doctor, le dijo:

—Valiente, mi querido doctorcito, muy valiente. Prefirió matar a esa
perra que dejármela para mí y para mis muchachos… Jamás vi semejante
muestra de… ¿amor¡¡Juah Juah Juah!!

Entonces, el doctor se volvió hacia él y le replicó en un tono bastante
molesto:

—Jamás vuelva a referirse a esa dama con palabras tan repugnantes como
esa, Morgan, si aún le queda algo de "humanidad" en su alma corrupta,
sabrá que el castigo divino tarde o temprano caerá sobre usted y le hará
pagar todos sus pecados como se lo merece, pobre imitación de persona.

Furioso por aquellas palabras, el pirata descargó un terrible golpe de
puño, como si fuera un martillo, sobre la cabeza del doctor, quién cayó
de bruces al suelo, desmayado y con la cabeza sangrando.

—¡Llévense a este perro infeliz a bordo! —gruñó— ¡Nos vamos inmediatamente!

—Pero, señor —replicó asustado el pirata—¿es que acaso no vamos a
matarlo como usted lo planeó?

—¡Imbécil¡Solo limítate a seguir mis órdenes! —rebatió furioso, y
volviéndose hacia su otro subalterno, el que estaba herido, exclamó—¡Y
si tú no te levantas ahora mismo y lo ayudas a meter a esa piltrafa al
bote, te juro que te sacaré las tripas y se las daré de carnada a los
tiburones!

Sin esperar a que se lo repitiera, el aterrorizado hombre se levantó de
un solo brinco y caminó como pudo hacia su compañero y le ayudó a llevar
al desfallecido doctor al bote.

"Sangre negra", antes de seguirlos, caminó lentamente hacia la mujer
muerta y se detuvo en cuanto se colocó a su lado. Luego de observándola
largamente, la escupió en el rostro y se marchó son sus hombres rumbo a
/La Muerte Anunciada/, que los estaba esperando a la vuelta de un
promontorio.

—Con ella bastará para que sepan qué le ha pasado a éste infeliz…
—comentó en voz baja.

El bote se perdió entre las tinieblas de la noche y desapareció en la
oscuridad bajo las primeras gotas de una lluvia torrencial.

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Mientras tanto, James Norrington se había dado cuenta que el anillo de
su amada jacky se había caído sobre la alfombra, con tan mala suerte que
su amiga Isabel también lo había visto. James trató de tomar el anillo
antes que ella, lo hizo pero, inmediatamente, Isabel le pisó la
lastimada mano con el zapato haciéndolo gemir de dolor y soltar dicho
objeto. Enfurecida y sorprendida, la joven tomó el anillo del suelo y lo
observó con los ojos desorbitados por la furia y el desencanto.

—¡¿Podrías explicarme por qué sigues llevando este maldito anillo?!
—exigió rabiosa mientras su amigo se levantaba del suelo con una actitud
culpable y avergonzada.

—¡¡Responde!! —exigió tomándolo de la solapa de la casaca empujándolo
violentamente contra la pared—. ¡¿Por qué aún tienes este maldito anillo?!

James reunió fuerzas de flaqueza para responderle, pues sabía muy bien
lo que su respuesta podría provocar en Isabel.

—… Todavía no puedo olvidarla, Isabel, aún… aún siento algo por ella…Es
por eso que no puedo aceptarte como mi esposa, no sería justo para
ninguno de los dos, sobre todo para ti.

Isabel Jacobson jamás había sentido tanta ira y frustración como en
aquel momento, escuchar por la propia boca de su amado que él aún estaba
enamorado de una mujer que jamás lo había tenido en cuenta la llenaba de
una irrefrenable locura violenta. ¡Él se había burlado de ella¡Él¡Su
supuesto mejor amigo¡Todos sus sueños se habían ido al diablo por culpa
de su estúpido amor hacia una maldita pirata!

—¡¡Eres un maldito traidor!! —gritó a la vez que le propinaba un
tremendo golpe de puño a la cara lanzándolo nuevamente al suelo.

Muy adolorido y con la mano en la fracturada nariz, James Norrington se
sentó cansadamente sobre el suelo y apoyó su espalda sobre la pared,
tratando de contenerse para no intentar defenderse de su amiga, sin
intención alguna de levantarle la mano ¡jamás se le hubiera ocurrido
golpear a una mujer¡Le habían enseñado a respetar a todas las mujeres
como un perfecto caballero! Solamente la dejaría desahogar su dolor como
ella quisiera¿quién como él sabía sobre el dolor de ser rechazado por la
persona que más había amado sobre el mundo?

Al ver que él no decía ni hacía nada al respecto, la furia de Isabel
creció¡siempre el mismo tonto con las mujeres! Y cegada por la ira, sin
pensar en lo que hacía, la mujer tomó la espada del comodoro con claras
intenciones de hacerle daño.

Viendo que su vida corría peligro y que su amiga había perdido la razón,
James trató de calmarla tratando de hablarle con calma.

—I-Isabel… —dijo mientras alzaba la mano con un además de detenerla—,
Isabel, no hagas algo de lo que podrías arrepentirte por el resto de tu
vida… Por favor, no arruines tu vida por mí, no lo mereces. ¡Ojala
pudiera amarte como tú lo deseas¡Dios sabe que podría intentarlo!...
pero no puedo ir en contra de mis principios…, no puedo hacerlo… Sé muy
bien que me arrepentiría con el tiempo y eso no podrías soportarlo y yo
tampoco… —la miró suplicante—. Por favor, mi querida Isabel, mi querida
amiga, volvamos a ser como antes, volvamos a los tiempos aquellos en que
tan sólo éramos los mejores amigos que siempre estaban unidos y
confiaban el uno para el otro… Te lo suplico, por favor…

Temblándole la espada en la mano, la pobre muchacha logró conmoverse por
aquellas palabras, pero aún su corazón seguía herido por el rechazo e
inyectado por el odio hacia Jacky Sparrow, y, bajando el sable, declaró:

—Aquellos tiempos jamás volverán, James, no deberías aferrarte al pasado
de esa manera, resulta demasiado doloroso…

Él la miró detenidamente.

—Tú siempre lo has hecho, amiga mía.

Isabel frunció el ceño, indignada, pero entendió que su amigo tenía toda
la razón, ella no era quién para darle ese consejo. Fastidiada, dejó
caer la espada al suelo y mirándolo largamente, dijo:

—Ya nunca más seremos lo que antes fuimos, James Norrington, ya nunca
más —se dio media vuelta para marcharse, pero antes de cruzar el umbral
de la puerta, volvió a hablar pero sin volverse para mirarlo:

—Me iré inmediatamente de aquí, pero te juro que volveré y tú te
arrepentirás por haberme rechazado.

Y se marchó aquella joven que ya nunca más volvería a ser su amiga,
dejando a un atribulado James Norrington sentado en el suelo, cabizbajo
y herido.

Afuera, una vez que Isabel caminó hacia uno de los acantilados y luego
de observar por un buen rato aquel oscuro y lluvioso paisaje, lanzó el
anillo al mar lo más lejos que pudo.

—Qué lástima que ya no existas, maldita infeliz —dijo—, me hubiera
encantado acabar con tu inmunda vida.

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Cuando la lluvia comenzó a caer implacablemente sobre toda la zona de
Port Royal, en la playa, en donde yacía el cuerpo de Annete Foubert, las
gruesas gotas lograron despertarla, levantándose como quien se despierta
tras haber soñado una horrible pesadilla.

Si comprender aún todo lo que había pasado y luego de tocarse la
adolorida y ensangrentada cabeza, la mujer miró a su alrededor y se dio
cuenta que aquellos sucios y peligrosos piratas, se habían llevado a su
amado.


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