Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 46: Mentiroso, mentiroso.*

                        Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

ÚLTIMA PARTE: LA TRAVESÍA FINAL DEL PERLA NEGRA

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 46: Mentiroso, mentiroso.*


Mientras el artista le daba los últimos toques al espectacular
planisferio que había realizado en una de las paredes de la elegante
oficina de Lord Cutler Beckett, éste último desenvainaba la hermosa
espada que había fabricado el talentoso armero William Turner y que
alguna vez le había pertenecido al comodoro Norrington.

—No hay nada como conocer la forma exacta del mundo, nuestro lugar y
nuestro deber en él… ¿no lo cree así, señor Swann? —le dijo al antiguo
gobernador de Port Royal, Weathervy Swann, quien se encontraba esposado
y custodiado por dos soldados de casaca roja.

—Le aseguro que esto no es necesario —replicó el pobre padre de
Elizabeth, refiriéndose a las esposas que aprisionaban sus muñecas,
despojado de sus ropajes elegantes que llevara en tiempos mejores.

—Le hice venir aquí porque creí que le interesaría saber en dónde está
tu hija… —le dijo Beckett con la fría tranquilidad que lo caracterizaba,
haciendo caso omiso a las quejas de Swann.

—¿Qué es lo que sabe? —quiso saber, muy preocupado por la suerte de su
hija, de quien no sabía nada desde que se habían separaron en el puerto.

—Recientemente la vieron en la isla Tortuga —comenzó a contarle Mercer,
quien se encontraba en el otro extremo de la habitación, oteando
tranquilamente a través de un dorado telescopio—. Se fue en compañía de
los conocidos piratas Jack y Jacky Sparrow y otros fugitivos de la justicia…

—¡Ah! ¿La justicia? No lo creo —replicó con ironía el ex gobernador. A
esas alturas estaba convencido de que el poder significaba mucho más que
la justicia para Inglaterra.

—Incluyendo al anterior dueño de esta espada…; si no me equivoco —lo
interrumpió el malvado Lord, envainando la espada con cierto disgusto
para luego guardarla en una caja de madera que estaba sobre una mesita—.
Nuestros barcos los persiguen. Se administrará la justicia con cañones,
espadas y todo tipo de brutales piezas de metal despiadadamente
afilados… —Aquello sonaba a una terrible y amenazadora advertencia—. A
mí me parece desagradable siquiera contemplar el horror que enfrentaran
todos a bordo… —se volvió para mirarlo.

Comprendiendo que aquello era una amenaza directa hacia su querida hija,
Weathervy Swann suspiró derrotado.

—¿Qué quiere de mí? —preguntó finalmente.

—Su autoridad de gobernador, su influencia en Londres y su lealtad a la
East Indian Trading Company, caballero —exigió, más que pidió.

—A usted, más bien —replicó mordazmente el enfurecido gobernador, pero
conservando su temple de fino caballero.

Sin hacer caso a aquellas palabras, Lord Beckett se acercó a Swann,
haciendo ostentación del poder que tenía sobre él.

—¿Lo libero, entonces?

Luego de observar detenidamente las esposas, el afligido prisionero tomó
definitivamente una decisión.

—Sólo lo hago por mi hija… Le pido que haga lo que esté en sus manos
para salvar su vida…

Y mientras Mercer lo liberaba de las esposas, el triunfante Beckett no
perdió el tiempo para seguir burlándose de Swann y afirmar su posición.

—¿Lo ves, Mercer? Todo hombre tiene un precio que está dispuesto a
aceptar, aun por aquello que espera no vender nunca… —comentó mientras
caminaba hacia el planisferio bajo la rencorosa y apesadumbrada mirada
de Weathervy Swann, quien se restregaba sus adoloridas muñecas recién
liberadas.

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Uno de los pasatiempos de los piratas y de la gente común, era un juego
de dados que tenía varios nombres dependiendo de dónde o quienes lo
jugaban: /Liar's dice/ en inglés, /Dudo/ en castellano y /Dados Pirata/
para los piratas. Podían participar dos, tres, cuatro personas, quizás
más, aunque con muchas se volvía lento. Cada una necesita cinco dados y
un cubilete.

Al mismo tiempo, todos agitaban sus dados y los volcaban sobre la mesa,
cuidando que quedaran ocultos con el cubilete para nadie pudiera ver qué
números salieron. Con cautela y en secreto, cada jugador miraba qué
números le tocaron. No sabía nada de los números de los demás.

Después empezaban las apuestas. El primer jugador decía un número del
uno al seis y una cantidad. Por ejemplo, «/dos cuatros/». De esta manera
estaba apostando que sobre la mesa había /por lo menos/ dos dados que
tienen el número cuatro, *contando todos los demás dados*, los suyos y
los de los demás. ¿Pero cómo podía saberlo, si solamente veía sus
propios dados? Ahí estaba la gracia del juego.

El siguiente jugador en la ronda tenía dos opciones: podía subir la
apuesta o desconfiar de la apuesta anterior.

Para subir la apuesta tenía que elegir un número mayor o mantener el
número pero aumentar la cantidad de dados. En nuestro ejemplo podría
decir «Dos cincos» o bien «Seis cuatros».

Si decidía desconfiar, todos los jugadores levantaban sus cubiletes y
revelaban los dados que tenían. Si la apuesta resultaba correcta y
efectivamente se reunía la cantidad de dados indicada (o más), el que
había desconfiado perdía. Si la apuesta no era correcta, perdía el que
la había hecho.

Al que perdía se le retiraba un dado. Después se jugaba otra ronda con
exactamente las mismas reglas. Cuando un jugador se quedaba sin dados ya
no podía jugar más y se levantaba de la mesa; así se seguía hasta que
solamente quedaba un jugador.

Una variante más estratégica y divertida consistía en que los unos
cuenten como comodines. Si sobre la mesa había cinco cuatros y dos unos,
entonces la apuesta «Seis cuatros» era correcta: los unos contaban como
cuatros.

Y este juego era el que ahora jugaban los tripulantes del /Holandés
Errante/.

Los dados cayeron sobre la cubierta, revelando así la fortuna de quien
los había lanzado. Hacía rato que la tormenta había acabado y ahora el
fantasmal navío se dejaba mecer tranquilamente por las olas de una noche
sosegada. Tres miembros de la tripulación maldita, a cuál de ellos más
monstruoso, se encontraban jugando a los dados pirata, apostando lo
único que les pertenecía: sus años de servicio y sus almas…

—Apuesto… diez años —declaró uno de ellos una vez que los dados fueron
cubiertos bajo los cubiletes.

—También diez años —apostó el otro.

—Es un trato… —dijo el tercero.

Entonces, cada uno de ellos espío bajo su cubilete, mirando
sigilosamente sus propios dados para saber qué número apostarían.

—¡Cuatro cuatros! —propuso uno de ellos. Y así, cada uno comenzó apostar
a su vez.

Tanto William Turner como su padre y otros miembros de la tripulación se
encontraban observando detenidamente el desarrollo de aquel juego.

—¿Sabes cómo es? —le preguntó su padre.

—Lo entiendo, es un juego de engaños —contestó sin quitar la vista del
juego—. Tu apuesta incluye todos los dados, no solamente los tuyos… ¿Qué
están apostando?

—Lo único que tenemos: años de servicio… —le respondió sombríamente.

De repente, una idea muy arriesgada comenzó a nacer en la mente del
audaz muchacho para poder averiguar en dónde estaba la llave que tanto
buscaba, pero… ¿podría llevarla a cabo?

—¿A cualquiera de la tripulación se le puede retar? —preguntó.

—Sí, a cualquiera.

Era todo lo que él necesitaba saber.

—¡Yo reto a Devy Jones! —declaró de repente ante el asombro de todos los
presentes.

"Bootstrap", preocupado, quiso replicarle, pero en ese momento
comenzaron a escucharse el continuo golpeteo de la pata de crustáceo de
Davy Jones, provocando, con cada paso que daba, un miedo aterrador a
cada planta o animalito marino que vivían en las enmohecidas y húmedas
paredes de los mamparos y el casco de la embarcación, ocultándose ante
su vista.

Y así, ante la aterrada mirada de algunos y la burla de otros, el
capitán Daby Jones hizo su aparición bajando lentamente por los
escalones de la escalera que conducía a aquel lugar.

—Acepto el reto —declaró, pues había escuchado el reto.

Rápidamente los hombres de Jones acondicionaron una vieja y podrida mesa
para los nuevos jugadores. Will se puso de pie en cuanto el capitán del
/Holandés Errante /se acercó a él. Toda la tripulación se encontraba
reunida ente semejante espectáculo tan pocas veces visto; nadie quería
perderse el desenlace.

—¿Qué arriesgas? —preguntó el macabro y terrorífico comandante.

—Mi alma —fue la sorprendente respuesta de nuestro protagonista—. Una
eternidad de esclavitud.

—¡No! —exclamó su padre, terriblemente preocupado. ¿Es que su hijo había
perdido la cabeza? ¡Jamás podría ganarle a Davy Jones! ¿En qué estaba
pensando?

—¿Contra qué? —siguió preguntando el desafiado luego de sonreír
burlonamente.

—Quiero esto —contestó, sacando el lienzo de entre sus ropas, lanzándolo
a la mesa.

Intrigado, Jones lo alzó con las pinzas y lo extendió ante sus ojos,
asombrándose con lo que vio. Al sagaz muchacho no le pasó desapercibida
aquella expresión, comprendiendo que Jack Sparrow le había dicho la
verdad acerca del cofre y de la llave.

—¿Quién te dijo de la llave? —le preguntó alarmado el capitán.

—Eso no forma parte del juego, ¿verdad? —fue la dura réplica del joven,
creyéndose muy seguro de sí mismo y sentándose en su asiento—. Si no
quieres, no juegues —lo desafió.

Viéndose entre la espada y la pared, arriesgándose a que sus propios
hombres lo tomaran como un cobarde ante el reto de un muchachuelo, Davy
Jones decidió tomar asiento él también frente a la mesa de juego. Y,
ante la expectativa de su joven retador, sacó la tan ansiada llave de
entre los apéndices de su barba para volver a ocultarla otra vez. Un
pequeño tentáculo había hecho todo ese trabajo y era el mismo que
escondía la llave.

Y así, cada uno tomó su correspondiente cubilete con sus respectivos
dados (Will los blancos y Jones los negros) y se dispusieron a iniciar
el juego sacudiendo los dados en el interior de los vasos para
colocarlos de golpe boca abajo sobre la mesa; pero grande fue la
sorpresa de ambos cuando "Bootstrap Bill" Turner colocó de repente su
propio cubilete sobre la mesa, entre medio de los otros dos, invitándose
él mismo al juego.

—¡¿Qué haces?! —le reclamó furioso el capitán Davy Jones.

—Como él, voy a apostar. Igualo su apuesta —replicó con decisión el
entrometido.

—¡No! —exclamó Will, alarmado—. No lo hagas…

"Bootstrap" notó el tono de advertencia en aquellas últimas palabras,
comprendió que su hijo tenía un plan, pero ya era demasiado tarde, él
tenía que jugar y trataría de ayudarlo en lo que pudiera.

—Ya está hecho… —le dijo con pesar para luego poner toda su atención en
el juego, no debía fallar—. Yo decido: apuesto 3 dos. ¿Qué apuesta, capitán?

El aludido sonrió y declaró:

—Cuatro cuatros.

Will dirigió su vista a uno y a otro cubilete, consciente que estaba en
sus manos la salvación de su prometida Elizabeth. Su corazón golpeaba
con fuerza, estaba muy nervioso y tenía que pensar muy bien en su apuesta.

—Cuatro cincos… —dijo al fin.

Davy Jones miró a "Bootstrap", quien estaba sentado a su izquierda,
deseoso de saber si éste apostaría o declaraba mentiroso a alguno de los
dos.

—… Seis tres… —fueron sus nerviosas palabras.

El capitán del /Holandés Errante/ rió de buena gana y le dio un vistazo
a sus propios dados, levantando ligeramente el cubilete. Sus cinco dados
negros mostraban cuatro dados de 5 y uno de 4.

—¡Apuesto siete cincos! —declaró satisfecho.

Preocupado, Will hizo lo propio y miró lo que tenía en sus dados
blancos: tres de 5; uno de 2 y un dado de 1, que le valía como un comodín.

"Bootstrap Bill" Turner también miró sigilosamente sus dados rojos:
tenía tres de 2 y dos de 3. Igualmente preocupado, dirigió su mirada a
su hijo, quien se encontraba sentado a su derecha y le tocaba apostar o
arriesgar.

—Ocho cincos —declaró finalmente el muchacho, arriesgando su alma al
cruel Davy Jones.

Angustiado, su padre miró al capitán, quien no podía dejar de regodearse
por su próxima y segura victoria.

—¡Ja, ja, ja! ¡Bienvenido al /Holandés Errante/, chico! —declaró Jones,
por lo que "Bootstrap" se vio obligado a arriesgar su propia alma por su
querido hijo.

—¡Doce cincos! —exclamó decidido, mirando desafiante a Davy Jones—. Doce
cincos… —repitió—. Di "te miento" o apuesta más.

Will lo miró sorprendido, pues su padre estaba obligando a su propio
capitán a perder.

—¡¿Y que me llamen mentiroso a mí también?! —exclamó furioso,
comprendiendo las intenciones de su subordinado. Entonces, alzando el
cubilete de "Bootstrap" para mirar los dados, se dio con que él no tenía
ni un solo cinco, por lo tanto, su apuesta no tenía lógica alguna.

—¡"Bootstrap Bill", nos engañaste y vas a pasar una eternidad en esta
nave! —le gritó.

Entonces se puso en pie, ya más calmado pero muy contrariado por el
resultado, y miró a nuestro joven protagonista.

—Joven Turner —le dijo—, puede desembarcar cuando quiera... ¡la próxima
vez que toquemos puerto! ¡Ja, ja, ja!

Y así, riéndose maliciosamente al igual que su brutal y mutante
tripulación, se marchó de allí, dejando completamente solos a padre e hijo.

—¡Tonto! —se quejó Will a su cabizbajo padre—¿Por qué lo hiciste?

—Yo quería que ganaras. No podías perder… —confesó con tristeza.

—No se trataba de ganar o de perder, ¿entiendes?

"Bootstrap Bill" se le quedó mirando por unos instantes, asimilando sus
palabras.

—¡La llave! —exclamó, sorprendido al comprender las verdaderas
intenciones de su hijo—¡Sólo buscabas la llave! ¡Querías saber dónde estaba!

Más tarde, aquella misma noche, justo cuando casi toda la tripulación
del /Holandés Errante/ se encontraba descansando, William Turner y su
padre subieron a la cubierta principal dispuestos a realizar el plan que
habían tramado para robarle a llave a Davy Jones.

Con su hijo esperándolo en la escotilla, "Bootstrap Bill" Turner se
acercó al timonel de turno, quien era un ser horriblemente mutado con
una especie marina porque ya había perdido toda su humanidad. Tratando
de parecer tranquilo y natural para no despertar sospechas.

—El capitán me envió a relevarte —le dijo, pero su compañero se le quedó
mirando, dudando—. El capitán lo ordenó. Son sus órdenes —volvió a decir
ésta vez con más énfasis, por lo que el timonel terminó por ceder y se fue.

Ya libre de caminar por la solitaria cubierta y con su padre vigilando
para ponerlo sobre aviso por cualquier peligro, Will aprovechó para
dirigirse hacia el camarote de Jones.

Bajo el chirrido de la puerta recién abierta, entró sigilosamente al
extraño compartimiento principal, cuyas paredes húmedas y enmohecidas le
daban al lugar una tétrica apariencia de abandono, iluminado por viejos
y herrumbrados candelabros incrustados en las paredes. El olor de la
humedad y la putrefacción era penetrante, la pesadez del ambiente era
casi sofocante, los pocos muebles, incluyendo un globo terráqueo, eran
de un apagado color pardo. Del techo colgaban todo tipo de líquenes y
musgo. Pero a nada de eso le prestó demasiada atención, pues toda su
atención estaba centrada frente a él, en donde se encontraba el capitán
Davy Jones profundamente dormido sobre su fantasmal órgano. Conteniendo
la respiración y con el corazón golpeándole furiosamente en el pecho,
caminó lentamente en puntas de pie hasta llegar al lado de su enemigo, a
quien miró detenidamente para cerciorarse de que éste estuviera bien
dormido. Una vez que se hubiera asegurado de que no había peligro
alguno, tomó una pluma de un tintero y una vara que estaban sobre el
órgano e intentó levantar cuidadosamente con ellas algunos apéndices de
la mandíbula que cubrían la llave que tanto buscaba. Por un momento
Jones pareció querer despertarse, lo que paralizó a Will, pero viendo
que éste continuaba dormido, volvió a intentarlo. Una vez que hubo
levantado un par de tentáculos, logró divisar la llave en la profundidad
de aquellas extremidades. Emocionado, colocó la vara en su boca e
intentó alcanzar la llave con su mano libre, pero, desafortunadamente,
uno de los tentáculos resbaló de la pluma y golpeó algunas teclas del
órgano, provocando un horrible sonido que paralizó de miedo al muchacho
y despertó brevemente a Davy Jones. Pero, para la buena estrella de
nuestro protagonista, quiso que también el tentáculo activara una cajita
musical de metal con la forma de corazón y con un rostro femenino
grabado en la tapa, cuya dulce melodía volvió a sumir al adormilado
capitán del /Holandés Errante/ en un profundo sueño. Will, quien había
cerrado los ojos con fuerza y contenido la respiración, los volvió a
abrir y suspiró aliviado. Luego de dejar pasar unos segundos para
asegurarse de que Davy Jones seguía profundamente dormido, sacó el
lienzo enrollado que Jack le había entregado y lo intercambió por la
llave, engañando al pequeño apéndice que la guardaba. Una vez conseguido
su objetivo, se marchó de allí, dejando al capitán Davy Jones
intensamente dormido bajo la dulce melodía de su cajita musical.

Ya en cubierta, se dirigió hacia el lugar en donde se encontraba su
padre, quien estaba preparando un bote para su huída.

Colgándose la llave al cuello, se acercó a él un tanto triste y
apesadumbrado. Ahora que por fin se encontraba con su padre, tenía que
abandonarlo a semejante suerte.

—Toma, llévate esto también —le dijo "Bootstrap Bill" entregándole un
pequeño objeto alargado luego de haberle proporcionado un bolso con
algunos víveres—. Ahora rema hasta alcanzar tierra y quédate ahí —le
aconsejó para luego agregar con tristeza—: …Siempre supe que moriría en
el océano, pero nunca quise que compartieras mi destino…

Will examinó el pequeño objeto que su padre le había dado: era un
pequeño y viejo cuchillo con su funda de cuero.

—Tú tampoco tenías por que elegir un destino así para ti —había cierto
reproche en su voz.

—Te diría que hice lo que tenía que hacer cuando te abandoné para
convertirme pirata, pero te mentiría al decir que no era lo que yo
quería —le confesó su padre—. No me debes nada, Will, vete ya.

—Sabrán que me ayudaste —replicó preocupado.

—¡Ja, ja, ja! ¿Qué más pueden hacerme? —ironizó.

Pero el tierno y noble corazón del muchacho se negaba a dejar a su
recién descubierto padre abandonado a su suerte a pesar de que éste lo
había abandonado a él y a su madre para poder piratear, no era esa su
naturaleza y estaba dispuesto a ayudarlo como fuera.

—A cambio de esto te hago una promesa —le dijo, colocando ante él el
regalo de su padre—: Buscaré cómo liberarte de Jones. No descansaré
hasta perforar su corazón con este puñal… No voy a abandonarte, lo prometo.

Aquellas sinceras palabras conmovieron profundamente a "Bootstrap Bill"
Turner, y, mientras veía a su hijo marcharse de allí, rezó con toda su
alma por que todo saliera le saliera bien.

Mientras Will se alejaba lentamente del /Holandés Errante,/ remando a
bordo del pequeño bote, pensaba que la mejor manera de saber cómo podía
liberar a su padre del yugo de Davy Jones, era consultarle a Tía Dalma.
Claro que su prioridad era conseguir la libertad de su amada Elizabeth,
entregándole la llave a Jack Sparrow para que éste le diera la brújula
que Beckett tanto quería. ¿Pero por qué el capitán Jack Sparrow querría
obtener el corazón de Davy Jones? Eso lo averiguaría tarde o temprano.


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