Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 43: El Plan de Isabel*

                     Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

SEXTA PARTE: TORTUGA

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 43: El Plan de Isabel*


—¿Dices que esa niña es una descendiente directa de los elfos? —repitió
Isabel muy interesada mientras miraba a Alwine—. Fascinante… No sabía
que esa antigua raza aun existía

Aquella idea no la sorprendía en nada, ya que ella misma había invertido
parte de su tiempo buscando antigüedades místicas y encontrado muchas de
ellas para formar parte de su fantástica colección que tenía en su casa
de Liverpool.

Entonces, sonriendo maliciosamente, ella se volvió hacia Morgan y le dijo:

—Puedes llevártela, pero te daré un par de condiciones.

—¿Cuáles? —quiso saber el pirata, frunciendo el entrecejo con disgusto.

—Que me entregues ese libro y que el capitán Seagull Hood acompañe a la
niña en el viaje.

—¡No! —Smith se negó inmediatamente, abrazando con fuerza el libro
contra su pecho—. ¡Este libro me pertenece y jamás se lo entregaré a nadie!

Al escuchar esto, el truculento pirata le dirigió una terrible mirada de
fría advertencia, provocando que el viejo y obeso aventurero se
aterrorizara y cambiara de idea para salvar su pellejo.

—Puedo entregarle el libro —Morgan le dijo a Isabel—, pero no me gusta
la idea de que ése perro estúpido se embarque en mi barco.

—Bien —sonrió maliciosamente mientras tomaba la empuñadura de su sable—,
si usted no acepta mis términos, me veré obligada a acabar con su vida
en este mismo instante…

Al ver que ella lo tenía con las manos atadas, "Sangre Negra" soltó un
gruñido de furia.

—Está bien —respondió entre dientes—. Ése imbécil nos acompañará, pero
no respondo lo que le sucederá a él y a esa mocosa cuando consiga la espada…

Isabel Jacobson lo miró detenidamente.

—Ése es un riesgo que tanto ellos como yo correremos —replicó con
impresionante frialdad.

Tanto Seagull como los demás no tenían idea de lo que Isabel y Morgan
estaban tramando a sus espaldas, pero a la sagaz capitana Jacky Sparrow
no le pasó inadvertido que el libro que tanto deseaba pasara de las
temblorosas manos de Smith a las seguras manos de Isabel.

Antes de que la almirante se volviera hacia los demás para comunicarles
su trato, el capitán Morgan le pidió un pergamino que se encontraba en
el interior del libro.

—Con la ayuda de ese pergamino lograré dar con la condenada espada —fue
la explicación del pirata.

De mala gana, Isabel abrió el libro y buscó y rebuscó hasta que encontró
algo parecido a un viejo papel amarillento que estaba doblado.

—¿Es éste? —le preguntó extendiéndoselo.

—Sí —le respondió mientras lo tomaba.

Luego de dirigirle una mirada poco amistosa, la oficial se dirigió con
paso rápido y decidido hacia James y los demás.

Jacky, suponiendo que ahora ésta veía a acabar con su vida, juntó las
manos y comenzó a suplicar por su vida, ocultándose detrás de un
sorprendido Norrington.

—¡No me corte el pescuezo, almirante! ¡Juro que jamás volveré a
acercarme a Norricito ni a su paquete! —decía en su falso clamor,
mirando a la oficial con ojos de cachorro abandonado mientras James le
clavaba la vista, furioso—. ¡Lo juro por los huesos de mi madre y de mi
padre! (aunque él no este muerto todavía…) Tendrá clemencia, ¿verdad?

Pero grande fue el desconcierto de la capitana Sparrow y el de los demás
cuando ésta pasó de largo -luego de asesinar a Jacky con la mirada-, y
tomar repentinamente a Alwine de la mano para comenzar a arrastrarla en
dirección al capitán Morgan, quien sonreía perversamente, dispuesto a
recibir a la niña.

—Ah, bueno; si prefieres llevarte a la mocosa, por mí no han ningún
problema… —comentó Jacky, lavándose las manos y mirando hacia otro lado
mientras se llevaba las manos hacia atrás y comenzaba a silbar una
tonadilla pirata.

El valiente Billy, sabiendo que aquello no estaba bien, quiso impedir
que la almirante se llevara a su amiga interponiéndose en su camino,
pero ésta lo apartó bruscamente, lanzándolo a la arena mientras Alwine
hacía todo lo posible para soltarse, sin conseguirlo.

—¡No te resistas! ¡Tú vendrás conmigo! —Isabel le dijo secamente,
arrastrándola por la fuerza.

—¡No! ¡No quiero! —negó la pequeña, pero nada podía hacer, su fuerza no
era nada comparada a su captora.

James, tan sorprendido y alarmado como los demás, corrió tras ellas para
averiguar lo que estaba pasando.

—¿Pero qué es lo que estás haciendo, Isabel? ¿Acaso has perdido la
razón? —le preguntó bloqueándole el camino—. ¡Se suponía que debías
eliminar a ese pirata! ¿Por qué le llevas a la niña? ¡Está asustada!
¿Por qué no la sueltas?

Isabel se detuvo y le lanzó una mirada terriblemente amenazadora,
atemorizándolo.

—No te metas en esto —le dijo—. Hice un trato con Morgan y voy a
cumplirlo —y, haciéndose a un lado, siguió con su camino con la pobre
Alwine llorando desesperadamente.

En cuanto James quiso volver a insistir, fue sobrepasado rápidamente por
Billy, quien, decidido, se aferró de la mano de Alwine e intentó que
Isabel la soltara. Pero ésta le propinó una buena cachetada, lanzándolo
nuevamente al suelo. Furioso, Norrington tomó a su amiga firmemente del
brazo y la hizo volverse para que lo mirara.

—¿¡Pero qué estás haciendo, demonios!? ¿¡Estás loca!? ¡¡Suéltala!!

—¡Ya te dije que no te metas en esto! —le gritó, propinándole un buen
golpe de puño en el estómago, dejándolo arrodillado en el suelo, adolorido.

—¡Norry! —exclamó Jacky, corriendo hacia él junto con el ama de llaves
mientras Billy lo ayudaba a ponerse de pie.

—¡Isabel ha perdido el juicio…! —les dijo muy afligido en cuanto ellas
estuvieron a su lado para auxiliarlo.

—¿Y qué? —le dijo la capitana del /Perla Negra/ alzándose de hombros,
tratando de quitarle importancia al asunto—. Todos estamos un poquito
locos, /¿savvy?/

—¡Pero ella es mi amiga…! —exclamó con una angustia y tristeza infinitos
en sus ojos verdes, conmoviéndola.

El capitán Seagull Hood estaba tan impresionado como Elena, pero éste
decidió intervenir, desenvainando su espada y colocándosela
amenazadoramente en el cuello de Isabel.

—¿Qué crees que estás haciendo? —le dijo—. ¿Piensas entregarla a ese
maniático? Realmente eres una mujer muy despiadada…

La aludida sonrió burlonamente y desvió la hoja de la espada con su mano
libre.

—No deberías preocuparte por el bienestar de esta pequeña —le dijo—, ya
que tú irás con ella para evitar que le suceda algo malo.

—¡¿Qué?! ¡No puedes decidir por nosotros!

—Claro que puedo. Si no haces lo que te ordeno, acabaré con tus hombres
y con todos los que conocen mi verdadera identidad —lo amenazó mirándolo
con impresionante frialdad—. Decide: o la acompañas para salvar su vida
o no la acompañas y condenas a todos a una muerte segura. Y bien sabes
que cumpliré con mi promesa…

El capitán Hood se le quedó mirando como quien mira algo que nunca
imaginó ver, pero dándose cuenta que la vida de todos estaba en sus
manos (además de tener la oportunidad de acabar con Morgan durante la
travesía y rescatar a la pequeña damisela de sus pervertidas manos),
decidió lo que era más prudente y conveniente de hacer.

—Está bien, preciosura —le respondió con una sonrisa fingida—, tus
deseos son órdenes para mí. Acompañaré a la pequeña damita.

La almirante sonrió triunfante y empujó a Alwine a sus brazos.

—Bien, se la encargo encarecidamente, capitán Seagull Hood, usted es el
único que puede cuidarla de ese maldito asesino… —la sonrisa se borró de
su rostro y se puso muy seria—. Yo no soy tan insensible como todos
piensan, ¿sabe? No quiero que le ocurra nada malo…

Y entonces, dirigiéndose hacia los demás, declaró:

—He hecho un trato con el capitán Morgan, y, en memoria de mis padres,
hemos acordado un duelo definitivo en cuanto él obtenga una espada
legendaria con ayuda de esta niña.

Asombrados, James, Annete y hasta Elena quisieron protestar, pero ella
no los dejó.

—No tienen por qué preocuparse por la suerte de Morgan ni de la niña. Yo
me encargaré de buscarlo más adelante y ajustar las cuentas con él; y en
cuanto a la pequeña, el capitán Seagull Hood se encargará de su
bienestar acompañándola durante toda la travesía hasta que sea
encontrada la espada.

—¿Pero por qué tienen que llevársela? —preguntó el ama de llaves—. ¡Es
una imprudencia dejarla en manos de ese criminal tan peligroso!

—Morgan la necesita porque ella pertenece a la raza de los elfos y es la
única que puede ayudarlo a obtener la espada —fue la sorprendente
revelación. Todos intercambiaron incrédulas miradas entre sí.

—¡Tonterías! —exclamó Norrington con cierto sarcasmo—. ¿Cómo puedes
creer en la existencia de una raza que jamás existió?

—Hay muchas cosas de las que te sorprenderías saber que existen, mi
querido Norry… —comentó Jacky con preocupación.

Tanto Alwine como Seagull se habían quedado muy sorprendidos, pero para
la niña era algo mucho más importante porque por fin sabía algo sobre
ella misma. Nunca nadie le había contado cuál era su origen y quiénes
habían sido sus padres, ya que, desde que tenía uso de razón, recordaba
haber sido cuidada por una vieja mujer hasta que esta murió bajo la mano
de Morgan, quien la había tomado como su esclava hacía ya unos meses.

—¿S-soy un elfo…? —repitió confundida—. ¿Y qué es eso?

Isabel abrió la boca para responderle, pero fue Smith quien lo hizo con
su habitual pedantería:

—Los elfos, niñita, son una raza menor de dioses en la mitología nórdica
y germánica, representados como hombres y mujeres de gran belleza que
viven en bosques, cuevas o fuentes. Son considerados como seres de larga
vida o inmortales y con poderes mágicos… Sencillamente maravilloso, ¿no
creen?

—¡Ja! ¿Dioses inmortales? ¿Poderes mágicos? ¡Pero qué enorme estupidez!
—replicó James—. ¡Ni por un segundo creeré en semejante patraña!

—¿Y si se lo demuestro? —fue la sombrosa propuesta del viejo aventurero.

—¿Demostrármelo? —repitió molesto—. ¡Bah! Déjense de tonterías y liberen
a esa pobre niña de todo esto. Ustedes no tienen ningún derecho en
obligarla participar en semejante locura.

Sin darle importancia a sus palabras, Smith se acercó a la asustada y
confundida Alwine y, agachándose un poco, le propuso con tono amable:

—¿Quieres saber quién eres en realidad, pequeña? ¿Qué te parece
averiguarlo curándole las heridas a ese hombre? —señaló hacia el
sorprendido James Norrington.

Estupefacta con aquella inesperada idea, la niña se le quedó mirando
entre temerosa y confundida. ¿De verdad ella era un elfo? ¿Un ser mágico
que podía curar a la gente? ¿Entonces no era humana como su querido
padre Christian? Aquello no era justo, ella no quería ser diferente a
los demás; no quería ser diferente a su padre... Entonces, la pequeña
Alwine no pudo evitar comenzar a sollozar, sintiéndose muy asustada y
confundida, por lo que James, al verla reaccionar de ese modo, protestó
inmediatamente:

—Bien, ¿ven lo que han logrado con decir semejantes estupideces? ¡La
pobre niña está llorando! ¿Por qué no la dejan en paz de una vez?

—Estoy de acuerdo con el señorito Norrington —lo apoyó madame Foubert—,
están confundiendo a la niña con sus cuentos.

Frunciendo el entrecejo, Isabel miró acusadoramente al viejo aventurero.

—¿Realmente es verdad lo que dices acerca de esta niña? —le preguntó.

—Claro que sí, estoy seguro de que es verdad —aseveró ofendido—. Si
usted tiene la molestia de levantarle el cabello, verá que sus orejas
son diferentes a las nuestras.

Por unos segundos, la oficial dudó en hacerlo porque no quería incomodar
a Alwine ya que sentía cierta ternura por ella, pero, endureciendo el
corazón, se acercó a la pequeña e hizo lo que Smith le había aconsejado.

—Es… verdad… —asintió muy asombrada al ver que las orejas de Alwine eran
diferentes a las normales, ya que eran puntiagudas.

Todos se asombraron al verlas, hasta se atemorizaron al confirmar que
aquella niña era un ser sobrenatural.

—¡Maldita sea! ¡Estuve con una pequeña rata monstruo! —exclamó Elena
mientras se ocultaba detrás de Norrington.

—U-una señorita no ma-maldice, jovencita —replicó asustada el ama de
llaves sin poder evitar corregirla, ocultándose también detrás de su ex
pupilo.

—… Interesante, muy interesante… —fue lo único que dijo Jacky,
llevándose la mano al mentón en una clara actitud meditativa para
sacarle provecho a la situación.

Billy, como todos los demás, se había quedado muy impresionado con lo
que había visto, pero al notar la infinita tristeza y desesperación de
Alwine y la actitud negativa de los demás, sintió que era una injusticia
tratarla de esa manera tan cruel por ser diferente y corrió hacia ella
para abrazarla y consolarla con su amistad.

Pirata, el perro de Elena, hizo lo mismo que el italianito, solamente
que éste comenzó a lamerle el rostro hasta hacerla reír con ganas.

—Muy bien —dijo Isabel llamando la atención de todos luego de obligarse
a apartar su vista de aquella tierna escena—, ya basta de perder el
tiempo y acaten mis órdenes si quieren salir con vida de esta condenada
isla… —los miró a todos amenazadoramente—. Los muertos no hablan,
¿recuerdan?, desde ahora en adelante permanecerán callados como una
tumba acerca de todo lo que han visto y oído en este lugar.

—¿Y qué quiere que hagamos, almirante? —preguntó James un tanto
reticente a acatar sus ordenes bajo semejante amenaza.

—Como he dicho antes, quiero que la niña y el capitán Hood acompañen al
capitán Morgan y al señor Smith en su búsqueda por la Espada de Odín. El
joven Billy se quedará con usted, señor Norrington, y yo partiré
inmediatamente a Inglaterra acompañada por madame Foubert y la muchacha.

—¿Yo? —protestó Elena inmediatamente, poniendo los brazos en jarra y
frunciendo la boca—. ¿Acaso se ha vuelto más loca de lo que está, vieja
desquiciada? ¡Jamás me iré de aquí! Yo nací en Isla Tortuga y jamás
pondré un solo pie en su odiosa y puerca tierra inglesa!

—Entonces no tendré más remedio que silenciarte… —la amenazó
desenfundando su sable, dirigiéndole una terrible mirada de advertencia.

Elena tragó saliva, pero era lo suficientemente testaruda como para
protestar.

—Igual vas a matarme como a una rata en cuanto estemos allá, ¿verdad?

—No seas idiota —replicó—, si quisiera matarte, ya lo habría hecho, ¿no
te parece? Quiero asegurarme de que no digas nada en este lugar;
prefiero llevarte a mi residencia para que trabajes decentemente para mí
antes que te quedes aquí y abras la boca como la idiota testaruda que
eres y me obligues a asesinarte.

Aquella proposición de un trabajo obligado era no era muy tentadora para
Elena, pero se lo pensó mejor y decidió arriesgarse antes que verse
ensartada como un embutido. Aún si aquella loca se la llevara para
convertirla en su sirviente, tendría asegurado un plato de comida y una
cama confortable todos los días de su vida. Después de todo, no tenía
nada qué perder.

—Está bien… —asintió de mala gana—, pero debe prometerme que Alwine
estará bien…

La pequeña niña la miró agradablemente sorprendida, Elena jamás la había
llamado por su nombre. Comprendiendo que su amiga por fin le había
tomado cariño, se le llenaron los ojos de lágrimas: además de haber
tenido un padre, ahora tenía a una hermana.

—El capitán Hood será quien estará a cargo de su seguridad, jovencita
—le contestó—. Toda la responsabilidad recaerá sobre él en cuanto partan
hacia su destino.

—Qué conveniente… —murmuró el aludido de mala gana.

—Bien, ya fue suficiente; hagan lo que les he ordenado y no me hagan
perder el tiempo —Isabel les ordenó con frialdad, pero James Norrington
ya no estaba muy dispuesto a seguir sus órdenes, no estaba muy de
acuerdo con su despotismo y se lo haría saber por primera vez en su
vida: enfrentaría a Isabel, no como su subordinado, sino como su amigo:

—Escucha, Isabel —comenzó a decir—: no estoy de acuerdo con tu plan,
pones en peligro a una inocente niña por culpa de tu orgullo. Te
aconsejo, por nuestra amistad, que olvides esta locura y acabes de una
vez con ese asesino o… o juro que el almirantazgo sabrá acerca de tu
secreto.

Jacky y Annete lo miraron un tanto sorprendidas con su rebeldía, pero,
como éstas no conocían de lo que era capaz Isabel, no se preocuparon
demasiado por los resultados que vendrían con su repentina actitud.

Atónita por la inesperada actitud disidente de su amigo, subordinado y
prometido, Isabel logró recuperar su temple y, sin decir nada, recorrió
el corto trecho que la separaba de él y lo tomó fuertemente del brazo
para obligarlo a caminar al lado de ella hasta quedar fuera del alcance
de los oídos de los demás, cerca de unas palmeras y detrás de una enorme
roca que los ocultaba de las curiosas miradas de los presentes.

—¿Qué crees que estás haciendo, James? —preguntó furiosa—. ¿Cómo te
atreves a ponerte en mi contra? ¡Somos amigos!

Él le clavó los ojos, ofendido.

—Pensé que ya no lo éramos por la forma en que me has tratado
últimamente, "amiga…"

Notando el tono de sarcasmo que James había utilizado en la última
palabra, sintió cómo la sangre comenzaba a hervirle en las venas.
Rabiosa, lo empujó bruscamente contra una palmera.

—¿¡Cómo te atreves a hablarme de esa forma, maldito borracho!? ¿¡Acaso
quieres que te mate aquí mismo!? ¡Esta es mi venganza y ni tú ni nadie
va ha decirme cómo realizarla!

—¡Eso no te da derecho a disponer de las vidas de los demás como se te
antoje! —replicó igualmente furioso.

A modo de respuesta, Isabel le propinó una terrible cachetada,
silenciándolo.

—¡Estúpido! ¡Claro que tengo el derecho de disponer de la vida de los
demás como me plazca! ¡Soy el poderoso almirante George Jacobson! —y,
tomándolo del cuello de la camisa y presionándolo fuertemente contra el
cocotero, acercó su bello y amenazante rostro al de él—. Tú, maldita
basura, no vas ha arruinarme con tus chantajes. Hicimos un trato y no
vas a romperlo por culpa de tu estúpido sentimentalismo… ¡Eres un
oficial y vas a cumplir con tus órdenes! ¿Entendido? ¡o yo misma me
encargaré de que tu querida pirata acabe sus días colgada de una soga,
secándose lentamente al calor del sol…!

Impactado con semejante amenaza, James, sintiendo una infinita tristeza,
por fin se convenció de que su querida amiga había perdido la razón.

—Estás loca… —murmuró, mirándola con lástima—; por dios, mi querida
amiga, finalmente has enloquecido…

La ruda franqueza de quien había sido su único y mejor amigo durante
toda su vida, había conmocionado dolorosamente en el corazón de la
joven, quien se vio obligada a soltarlo.

—Tal vez tengas razón, James —le dijo—, tal vez todo lo que he tenido
que pasar me haya afectado en cierta forma, pero sinceramente, mi
querido amigo, el día en que tú desees vengarte de alguien aún a costa
de tu propia alma, lograrás comprenderme.

—Ya he pasado por eso, Isabel —rebatió muy seguro de sus palabras—, y
créeme cuando te digo que he perdonado completamente a la persona que me
ha lastimado.

Su amiga sonrió con incredulidad.

—¿Tú crees? —fue su enigmática réplica.

Y mientras le daba la espalda, agregó:

—Te lo advierto, James: no te entrometas o me veré obligada a hacértelo
pagar… Y no olvides que debes robarle la brújula a esa pirata si es que
quieres volver a recuperar tu vida de antes.

Viendo a Isabel desaparecer detrás de la roca, Norrington suspiró muy
afligido y se dejó caer lentamente hasta quedar sentado en el suelo,
mirando tristemente hacia el horizonte en cuya lejanía podía verse una
dorada línea amarilla que comenzaba a disiparse a medida que caía la noche.

¿Por qué las cosas no eran como antes? ¿Por qué todo en su vida había
cambiado? La amistad de Isabel, el amor de Jacky y la seguridad de su
posición comenzaban a convertirse en un nostálgico recuerdo del pasado
que ya nunca más regresaría.

"No, —pensó con una triste sonrisa, obligándose a ser optimista—, aún me
queda el amor de Jacky y una esperanza de volver a recuperar mi vida y,
tal vez, ya concluida la venganza de Isabel, se le olvide esa loca idea
de casarse conmigo y volvamos a ser amigos como antes…".

Ya más animado con aquel pensamiento, James se puso en pie lo mejor que
pudo y comenzó a dar un paseo entre las palmeras para intentar despejar
aún más su atormentada mente, pero, grande fue su sorpresa cuando
escuchó, no muy lejos de allí, el murmullo de unas voces muy conocidas
para él.

Sintiendo curiosidad por lo que estuvieran hablando, se acercó
sigilosamente hasta donde se encontraban los dueños de aquellas voces,
siempre amparándose entre las sombras de las palmeras.

"Como lo sospechaba… —comentó para sí mismo mientras se asomaba
sigilosamente detrás de un cocotero—, ¡son Isabel y Jacky…! Pero es
extraño.., ¿por qué tendrán que hablar en secreto? Ambas son enemigas
juradas…

Y así, escondido detrás del cocotero, el ex comodoro James Norrington
escucharía una conversación que marcaría su destino para siempre.


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