Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 27: El Regreso de Lord Cutler Beckett *

      Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

QUINTA PARTE: DAVY JONES

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 27: El Regreso de Lord Cutler Beckett *


Se suponía que aquel día iba a ser el día más importante de toda su
vida, aquel en donde ocurriría uno de los momentos más especiales para
una mujer: su propia boda. Pero aquel día previsto para su casamiento,
iba a ser el comienzo de uno de los capítulos más terribles de su vida y
que lograría cambiarla para siempre.

Aquella mañana parecía haber estado especialmente predispuesta a
jugarles en contra, tanto para Elizabeth como para Will, pues había
comenzado a llover copiosamente sobre la ciudad portuaria de Port Royal,
volviéndolo triste y gris, como si aquel clima quisiera presagiar todo
el desastre que estaba a punto de caer cruelmente sobre aquella ciudad y
su gente, siendo también, un mal presagio para nuestra joven pareja a
punto de casarse. Pero aquello no era lo único que había ensombrecido la
alegría de su tan anhelada unión matrimonial, ya que los acontecimientos
ocurridos la semana anterior a su boda los había hecho replantear la
fecha se su casamiento.

Todo había comenzado con la repentina aparición del capitán Jack Sparrow
y su aún desconocida hermana en la noche del baile de su compromiso del
pasado sábado, disfrazados como comerciantes españoles y con
desconocidas intenciones; luego, el preocupante secuestro del doctor
Christian Jacobson por parte del temible y sanguinario pirata Bart
"Sangre Negra" Morgan; el repentino anuncio del casamiento del comodoro
James Norrington con la supuestamente desaparecida Katrina Watson; el
terrible naufragio de la flota de Port Royal y la asombrosa detención de
Jacky Sparrow; la repentina renuncia a su puesto del comodoro Norrington
y su escandaloso rescate de la capitana Sparrow, momento en que todos
habían tomado conocimiento de que Jacky Sparrow era la "hermana gemela"
del capitán Jack Sparrow, ya que Elizabeth y Will, quienes habían creído
siempre que eran la misma persona, los habían visto por separado a ella
y al capitán Jack Sparrow; el inminente linchamiento del comodoro por
parte de una enfurecida muchedumbre tras haber sido abandonado por los
hermanos Sparrow, su pronta condena a la horca y luego su inesperado
rescate por parte de sus sirvientes, madame Foubert y el pequeño pero
atrevido Billy y, después, la consiguiente desaparición de Norrington.

Nadie sabía a ciencia cierta hacia dónde se había marchado, pero muchos
suponían que se había dirigido hacia Tortuga, una isla llena de gente
indeseable a la cual él ya formaba parte y que seguramente iría a
reencontrarse con su amada pirata. ¡Triste final para el gran comodoro
James Norrington, el temible cazador de piratas!

Toda aquella cadena de lamentables acontecimientos por poco los hizo
posponer la fecha de su compromiso, pero no pudieron hacerlo debido a
que muchos de los invitados habían viajado desde muy lejos para asistir
a la ceremonia y no se los podía desairar de aquella manera sólo por
algunas tristes circunstancias que no venían al caso.

Pero si Elizabeth Swann, hija del gobernador de Port Royal, hubiera
sabido todo lo que estaba a punto de caer irremediablemente sobre ellos,
habría adelantado la fecha de su boda en vez de pensar en retrasarla.

Aquella mañana, todos los pobladores de la ciudad, se despertaron bajo
una repentina invasión militar.

Triste y llena de dolor, mientras la lluvia caía torrencialmente sobre
el jardín trasero de la iglesia en donde se celebraría la tan anhelada
ceremonia, la desconsolada novia permanecía arrodillada frente al altar
que se encontraba secundado por una deprimente vista del mar, vestida
con su tan anhelado y hermoso vestido de novia, sosteniendo
mecánicamente entre sus manos un delicado ramo de flores blancas,
Elizabeth se mojaba sin sentirlo, miraba sin ver, herida en sus
sentimientos al saber que nada había salido como lo había planeado, pues
todo estaba empapado, las sillas de los invitados desocupadas; el viento
se encargaba de desparramar las hojas de música de la orquesta; la
vajilla, en vez de estar repleta de té, se encontraba inundada por el
agua de lluvia... Mientras todos los invitados se guarecían bajo el
techo de la iglesia sintiéndose tan confundidos como ella, Elizabeth se
preguntaba con mucha preocupación en dónde se encontraba su prometido y
por qué no había llegado aún… Quizás algo lo había retrasado, estaba
segura de ello, pues no quería pensar que su querido Will se había
arrepentido de casarse con ella a último momento. No, ella estaba muy
segura de que él la amaba... pero… ¿qué estaba pasando entonces?

Mientras Elizabeth esperaba muy angustiada la aparición de William
Turner, la bandera de la Trading East India Company se alzaba imperiosa
sobre los mástiles de una poderosa y numerosa flota recién llegada a las
costas caribeñas de Port Royal, trayendo en sus entrañas a un rencoroso
y terrible enemigo del capitán Jack Sparrow: el coronel Lord Cuttler
Beckett, representante de la Trading East India Company.

Montado sobre un hermoso corcel blanco, éste personaje era transportado
sobre una plataforma de canoas por los propios hombres de la milicia que
había traído consigo, dirigiéndose hacia la costa, en donde una enorme
tropa de fieles marines habían comenzado a desembarcar de sus recién
llegados navíos para luego formar fila ante su comandante y comenzar a
sitiar impunemente la hermosa ciudad de Port Royal. Los pobladores de la
ciudad corrieron despavoridos hacia sus casas con la sola intención de
esconderse de aquella repentina invasión sin entender el porqué de tan
inesperado accionar por parte de la East India Company, o lo que era
más, de la propia Inglaterra.

Pero lo peor aún estaba a punto de empezar para nuestros protagonistas,
un contingente de soldados se dirigió inmediatamente hacia la herrería
de Brown para arrestar a una de las personas consideradas como traidoras
de la Corona Inglesa: el joven William Turner. Y así, irrumpiendo en el
mencionado lugar, los marines tomaron prisionero a su sorprendida
victima cuando ésta ya estaba a punto de asistir a su propio casamiento.

En tanto, mientras la joven y preocupada Elizabeth contemplaba
tristemente el horizonte marítimo tratando de adivinar lo que estaba
pasando y sin saber que estaba siendo observada desde una prudencial
distancia por un inescrupuloso hombre recién llegado y de oscura mirada,
un grupo de uniformados invadieron la iglesia ante los asombrados ojos
de los invitados que aún no lograban comprender nada de lo que estaba
ocurriendo. Minutos después, llegaron al lugar los soldados que habían
tomado prisionero al joven Turner, trayéndolo consigo. Entonces,
lanzando su ramo al suelo, Elizabeth Swann salió corriendo
inmediatamente hacia su encuentro.

—¡Will…! —exclamó mientras subía las escaleras en un casi triste
murmullo de preocupación y desencanto en cuanto lo tuvo en sus brazos y
se dio cuenta que estaba esposado—. ¿Por qué está pasando esto?

—No lo sé —respondió el aludido, que ni idea tenía del porqué le estaba
pasando semejante y desgraciada injusticia, aún así, intuía que debía
ser algo muy malo. Pero, parte de sus aflicciones de esfumaron al poder
ver con embeleso a su amada vestida con su hermoso traje de novia y,
sonriendo tristemente, le dijo que ella estaba bellísima.

Elizabeth le devolvió la misma sonrisa.

—Es de mala suerte ver a la novia poco antes de la boda… —replicó.

De pronto, abriéndose paso entre sus invitados y los recién llegados
oficiales, el agraviado padre de la novia apareció para presentar sus
quejas ante el causante de toda aquella desgracia. ¿Cómo se atrevían a
destruir la felicidad de su hija en el día más importante de su vida?

—¡Allí está! ¡Déjenme pasar! ¿Pero qué…? —exigió, pero inesperadamente
dos de los fusileros le bloquearon el paso cruzando amenazadoramente sus
lanzas ante el sorprendido y ofendido gobernador de Port Royal.

—¡¿Cómo se atreven?! —se quejó de inmediato ante el autor de semejante
desastre—. ¡Está fuera de su jurisdicción! ¡Retire a sus hombres! ¿Me
escucha?

Entonces, el aludido, el hombre encapotado que había estado observando
desde un comienzo a la frustrada novia y que ahora se encontraba mirando
hacia el altar, se dio media vuelta y se sacó la capa para entregársela
a uno de sus hombres.

El sujeto era un hombre joven que llevaba el peluquín propio de alguien
importante, muy bien vestido y con aire arrogante, era algo bajito pero
poseía una enorme confianza en sí mismo a parte de ser tremendamente
frío y calculador.

—Gobernador Weathervy Swann, han pasado meses… —saludó arrogantemente.

—¿Cutler Beckett? —preguntó muy asombrado el aludido. ¿Pero qué estaba
haciendo aquel desagradable hombre en aquel lugar? Se suponía que se
había marchado de Port Royal después del extraño incidente con unos
gigantescos monstruos en su residencia temporal hacía ya varios meses atrás.

—Ahora tengo título: soy Lord —aclaró el soberbio caballero.

Y entonces, como si aquello hubiera sido una señal, los soldados de
casacas rojas hicieron a un lado sus largas picas, permitiéndole al
gobernador seguir con su camino. Al verse por fin libre, Weathervy Swann
se dirigió hacia el recién llegado y declaró muy molesto:

—¡Siendo un Lord o no, no tiene razón ni autoridad para arrestar a este
hombre! —exclamó señalando al novio de su hija.

—La verdad sí tengo… —replicó tranquilamente el aludido para luego
llamar a su fiel guardaespaldas, el maestre Mercer, un sujeto alto y con
cara de pocos amigos, quien de un maletín sacó un amarillento sobre para
entregárselo a su Señor.

—Una orden judicial para arrestar a un tal William Turner —declaró
Beckett mientras le echaba un pequeño vistazo al papel para luego
cedérselo al sorprendido padre de Elizabeth, quien le lanzó una mirada
de extrañeza a los novios mientras tomaba el papel entre sus manos.

Luego de leerlo con el más absoluto desconcierto y preocupación,
incrédulo, Weathervy exclamó:

—¡Pero esta orden es para Elizabeth Swann!

—¡Ah! ¿Lo es? Lo siento, me equivoqué… —se disculpó maliciosamente
mientras comenzaba a buscar el otro papel y ordenaba al mismo tiempo que
arrestaran a la sorprendida joven, quien intentó evadirse de las manos
de los oficiales que acataron aquella orden mientras Will intentaba en
vano detenerlos, pero al encontrarse esposado y bajo la custodia de los
fusileros que lo habían detenido, nada podía hacer por ella.

—¡¿Con qué cargo?! —Exigió saber la hija del gobernador a la vez que se
debatía entre las fuertes manos que la sujetaban.

—¡Ajá! —exclamó el insensible Lord al encontrar el sobre que buscaba,
ignorando por completo el pedido de la muchacha y entregando el papel a
su impotente padre.

—Ésta sí es la de William Turner —le dijo.

Y al mismo tiempo que el gobernador leía el dichoso papel entre sus
crispadas manos y su hija trataba de acercarse a él para poder leer lo
que decía, el malvado Lord siguió con su lista de acusaciones.

—Y tengo otra para el señor James Norrington, ¿está presente? —preguntó
mientras alzaba el papel ante la vista de todos los estupefactos presentes.

—¡¿De qué nos acusa?! —volvió a exigir la detenida sin temor a
amedrentarse ante aquel hombre.

—El comodoro Norrington renunció a su puesto de oficial hace poco, señor
—aclaró el gobernador Swann.

Molesto, Beckett se volvió para mirarlo.

—Creo que eso no responde la pregunta que les hice —replicó. ¡Hacía
tanto tiempo que deseaba vengarse del hombre que había frustrado sus
planes de convertir a la versión femenina de Jack Sparrow en su esposa
para poder humillarla todas la veces que hubiera querido!

—¡Lord Beckett! —llamó su atención Will Turner, quien permanecía más
tranquilo que su prometida y deseaba que aquel desagradable hombre le
aclarara aquel angustioso asunto—. En lo que respecta a preguntas no
contestadas…

—Estamos bajo la jurisdicción del gobernador del rey en Port Royal —lo
interrumpió Elizabeth llena de indignación—, y debe decirnos por qué nos
está arrestando.

—El cargo… —respondió de inmediato su padre mientras leía el papel con
un dejo de ironía e incredulidad— es conspiración para liberar a un
nombre culpable de crímenes contra la Corona y el Imperio… y, además,
condenado a muerte… Por lo cual… —. No pudo seguir hablando, lo
siguiente era demasiado injusto y doloroso para él.

—Por lo cual… —Beckett siguió diciendo sin ningún asomo de piedad
alguna—, me temo que el castigo también es la horca —amenazó, y,
acercándose a Will, le dijo bajo un casi imperceptible tono de amenaza:

—No habrás olvidado a un pirata llamado Jack Sparrow…

—¡Capitán! —aclararon al unísono la ofendida y joven pareja. Ambos se
callaron, pero luego fue Elizabeth quien terminó de aclarar llena de furia.

—Capitán Jack Sparrow.

Lord Cuttler Beckett esbozó una burlona sonrisa ante aquel nombre del
hombre que tanto odiaba.

—Capitán Jack Sparrow —repitió—, sí, eso supuse…

Él aún no había olvidado todo el rencor que le tenía a aquel pirata que
lo había marcado para toda la vida, y, cuando hace poco había tenido la
oportunidad de vengarse de él cuando lo había alcanzado la Maldición del
Anillo de la Calavera, sus planes se habían frustrado tras su rescate
por parte del comodoro Norrington. Ahora estaba enterado que Jack
Sparrow había regresado a su normal condición de hombre, pero eso no
evitaría poder echarle las manos al cuello en cuanto tuviera la más
mínima oportunidad.

Su venganza había iniciado, y todos los que habían osado en ayudar a
escapar a dicho pirata, pagarían con su vida.

--

Ni en sus más terribles y negras pesadillas había imaginado Isabel el
tener que presenciar la muerte de su querido tío Christian, pero cuando
"Sangre Negra" lo mató ante sus propios ojos, supo que nada volvería a
ser como antes en su vida. James no la quería como ella lo había deseado
y ahora también la había abandonado su tío… ¿Por qué la vida siempre era
tan injusta con ella? ¿Qué era lo que había hecho de mal para que le
sucedieran aquellas injusticias?

Podía ver entre sueños el rostro afable y bondadoso de su querido tío,
siempre sonriendo. Se volvía a ver a ella misma como era en su niñez,
cuando su tío recién la había tomado a su cargo; ella corría y corría
entre la oscuridad para alcanzar a su tío que permanecía de pie en un
hermoso jardín iluminado por el sol, siempre sonriendo, pero, de pronto,
una oscura sombra aparecía detrás de él… ¡Era el pirata "Sangre Negra"
que blandía su espada sobre su inocente tío que seguía sonriéndole como
si nada malo estuviera a punto de ocurrirle!

Se removió en la cama en donde estaba acostada. Desesperada, pronunció
el nombre de su tío.

Cuando era pequeña, ella siempre había creído que en su tío habitaba un
hermoso ángel siempre dispuesto a entregar el amor que siempre estaba
dispuesto a dar. Pero una tranquila mirada entre triste y burlona, le
hacían recordar que su tío era un ser humano como todos los demás, pero
un ser humano lleno de bondad y perdón en su corazón… Pues, entonces…
¿la había perdonado tras haber arriesgado su vida para asesinar Morgan?
Esperaba que, desde el cielo, él lo hubiera hecho.

Amargas pesadillas la asaltaron durante aquellos tres días en que estuvo
atacada por la fiebre y el dolor, nuevamente podía ver cómo asesinaban a
sus padres y a su hermanito, el abandono de su amado James, quien
prefería seguir aferrado a un estúpido recuerdo… y ahora, y ahora
también podía ver cómo su tío moría delante de ella tras haber sufrido
una larga agonía debido a las torturas a las que había sido sometido por
parte de los piratas. ¡Pero cómo odiaba a esos piratas! ¡Los odiaba por
haberles arrebatado lo que ella más había amado en toda su vida!: sus
padres, su hermano, James y ahora su tío… Pero James aún estaba con
vida, y mientras lo estuviera, ella vería la forma de convencerlo para
casarse con ella y conservarlo a su lado para toda la vida… Él debía
pertenecerle, ser suyo, siempre…

—… James… —murmuró.

Poco a poco sus ojos comenzaron a abrirse hasta que pudo ver frente a
ella el techo del camarote en donde se encontraba. ¿En dónde demonios
estaba? ¿No se suponía que había caído por la borda de /La Muerte
Anunciada/ tras haber sido atacado por Bart "Sangre Negra" Morgan? Y
entonces, la imagen se su amado tío volvió a su mente y sus ojos se
llenaron de lágrimas.

—… Tío… —quiso incorporarse, pero un agudo dolor en la zona del abdomen
la detuvo. Sorprendida, notó que estaba vendada y que vestía ropas
limpias. Alarmada, miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba
recostada en una cama muy cómoda y grande en un camarote acogedor, bien
amueblado y bastante amplio.

—¿En dónde demonios estoy? —se preguntó extrañada, pero no iba a
quedarse con la duda, ella no era alguien que se quedaba con la duda,
así que, tomando toda clase de precauciones, se levantó lentamente de la
cama y se dirigió hacia los ventanales para observar el paisaje.

Frunció el entrecejo, solamente pudo ver el vasto mar azul a su
alrededor. Nada le revelaba el lugar en dónde se encontraba. Dando un
suspiro de fastidio, decidió echar un vistazo en una mesa repleta de
papeles que se encontraba en uno de los rincones de la cabina.

Como aún se encontraba bastante débil por la pérdida de sangre, la
hipotermia y la fiebre, caminó lentamente hacia la mesa y se dio con la
grata sorpresa de que en ella se encontraban varios mapas, compases y
una bitácora. Aquel lugar era el camarote del capitán de la nave, quien,
evidentemente, no era Bart "Sangre Negra" Morgan.

Luego se sentarse en la silla, Isabel procedió a leer la bitácora en
donde seguramente estarían escritas las coordenadas de la zona en donde
se encontraban y las últimas actividades de la tripulación. Enorme fue
su sorpresa cuando leyó lo siguiente en una de las últimas páginas del
libro:

/El gran navío francés, "Belle Femme", fue muy fácil de atracar, pues
todos eran simples marineros mercantes. Conseguimos hacernos de un buen
botín, ya que en él transportaban el oro que había conseguido la familia
Lumiere en América por medios crueles e ilícitos…/

"¡Piratas! —pensó muy indignada mientras cerraba de golpe la bitácora—.
¡Son unos malditos piratas! ¡¡Fui rescatada por unos sucios piratas!".

Y, levantándose inmediatamente de donde estaba, muy decidida tomó uno de
los sables que estaban colgados en la pared y se alistó para luchar en
contra de sus enemigos, a pesar de que éstos le habían salvado la vida.
Ya lista para la batalla que tendría a continuación, se dirigió hacia la
puerta de la cabina y la abrió.

Una oleada de aire fresco de mar golpeó su hermoso rostro, reviviéndola.
El mar era el único que jamás la traicionaría ni la abandonaría, pues
siempre estaba allí, en el mismo lugar de siempre. Amaba el mar y
pensaba que la mejor manera de morir, era en él.

—¡Oh! Veo que la dama ya se siente mejor —comentó alegremente el capitán
Hood en cuanto la vio (percatándose también de la espada que llevaba con
ella), sacándola de sus pensamientos—. ¿Pero no sería mejor haberse
quedado un tiempo más en la cama?

—¡Ja! ¿Sabiendo que estoy en un barco pirata? ¡Jamás! —replicó Isabel al
tiempo que se lanzaba al ataque de su enemigo, dispuesta a acabar con él.

Sin demostrar asomo alguno de sorpresa, el apuesto comandante soltó el
timón de la nave y sacando inmediatamente su sable, bloqueó el de su
atacante con relativa facilidad, y siempre, sin perder su hermosa
sonrisa burlona.

—¡Ajá! Veo que está usted muy bien entrenada en armas… —comentó
Seagull—. Usted es bastante fuerte a pesar de la gravedad de su estado.

Terriblemente furiosa porque aquel detestable pirata no la tomaba en
serio, Isabel comenzó una serie de veloces ataques muy poderosos, que,
si bien aunque ella no se encontrara al cien por ciento de todas sus
fuerzas, podría haber derrotado a cualquier oponente. Pero Seagull Hood,
el pirata más apuesto de todos los que habían surcado los siete mares,
no era un oponente cualquiera, puesto que logró esquivar todos su
ataques con tan sólo los sensuales movimientos de su esbelto pero bien
formado cuerpo masculino, sin siquiera utilizar su espada para
defenderse de los ataques de Isabel.

Como si estuviera danzando un baile extraño y burlón, el capitán
recorrió toda la cubierta de su nave seguido por su frenética enemiga,
quien no podía creer lo que le estaba pasando. ¡Por primera vez, desde
que había dejado de ser una chiquilla, había alguien que era superior a
ella en sus grandes habilidades de esgrimista!

"¡Seguramente aún no me he recuperado del todo!" —pensó ésta tratando de
buscar una explicación lógica a todo aquello.

Cuando la espada de Isabel chocó contra el mástil, el capitán del
/Intrépido Brabucón/ —que se había guarecido detrás de él—, sacó la
cabeza para observarla con una hermosa sonrisa en el rostro. Se lo
notaba muy entretenido.

—¿Por qué no deja este juego de niños y se va a su camarote a descansar?
Podría usted tener una recaída…

—¡¡Grrrr!! ¡¡Vete al diablo!! —exclamó ella mucho más furiosa que antes.
¡¿Cómo se atrevía aquel hombre a tratarla como una niña?! Pero justo
cuando trató de volver a atacarlo, sintió que la vista se le nublaba, la
cabeza comenzaba a darle vueltas y las fuerzas huían de su cuerpo.

"¡No! —pensó aterrorizada—. ¡No puedo desmayarme justo ahora!".

Y entonces, aunque no lo quisiera, se desvaneció sobre los brazos del
capitán Hood, quien inmediatamente había corrido a su auxilio.

Ya pasado aquel disturbio, la tripulación del /Intrépido Brabucón/ se
animó a acercarse a ellos, puesto que todos habían permanecido a
prudencial distancia de la sorpresiva batalla para no ser un estorbo
para su capitán, ya que, conociendo su magnífica destreza en el combate
de armas, ni siquiera se habían preocupado por que aquella mujer lograra
lastimarlo, solamente se habían dispuesto a entretenerse con la batalla.

—¿Qué va a hacer con ella, mi capitán? —preguntó su contramaestre
llamado McGiven que usaba unas graciosillos anteojos redondos.

—¡Pero qué pregunta, señor McGiven! ¡Pues ella volverá a mi camarote!
—exclamó mientras la alzaba en brazos y se dirigía hacia dicho lugar.

—Pero esa mujer intentó matarte, Seagull —replicó uno de sus hombres que
respondía al nombre de "Pequeño Tom" a pesar de su descomunal altura y
fortaleza muscular (haciéndole honor, claro, al "Pequeño Juan", amigo de
Robin Hood).

—Pues eso no es motivo para detenerme de ser un caballero, pequeño Tom
—le rebatió sonriente mientras ingresaba a su cabina.

—Mmm…. Me parece que a nuestro capitán le gusta esa mujer… —opinó
McGiven mientras ponía los brazos en jarra y torcía el gesto un tanto
resignado, pues su capitán tenía una enorme fama de enamoradizo y mujeriego.

—Pues no lo culpo, la dama en cuestión es una belleza —comentó su enorme
amigo.

—¡Aleluya por eso! —exclamó un obeso monje de vestiduras franciscanas
quien, a parte de ser el confesor de aquella extraña tripulación, era
también su cocinero.

Y mientras todos comentaban aquel incidente entre la recién llegada y su
capitán, este último se dedicaba a atender la herida de la desfallecida
Isabel con la ayuda de Adler, el médico alemán de a bordo.

"Realmente es muy bonita, muy bonita…" —pensó Seagull mientras observaba
con detenimiento el hermoso rostro de Isabel, sin siquiera imaginar, que
en los sueños de la mujer, ya había la imagen de otro hombre.

--

El /Perla Negra/ navegaba tranquilamente bajo aquella noche oscura y
cubierta por la niebla, permaneciendo cerca de las costas y cerca de una
prisión turca hacia donde el capitán Jack Sparrow había cometido la
locura de entrar en la búsqueda de un misterioso objeto.

Afirmada sobre la balaustrada, la capitana Jacky Sparrow, la mitad
femenina de Jack, suspiraba quedamente mientras dedicaba tristemente sus
pensamientos a un hombre en especial: el comodoro James Norrington, a
quien creía muerto hacía ya varios días atrás haber arriesgado su vida
tras rescatarla del cadalso.

A pesar que los de la tripulación ya no mencionaban nada sobre lo
ocurrido en el puerto, Jacky no dejaba de recordar a su amor perdido.
Mirar el mar, le recordaba a él: su aroma, su mirada, sus ojos; el
oleaje tan fuerte como algún abrazo de él; el cielo, las gaviotas, los
peces…, simplemente todo era él. Pero no podía siquiera llorar, no
servía de nada. Quería seguir adelante... aunque no tuviera motivo
alguno… Si tan solo no hubiera sido como ella era, pero era eso lo que
justo lo había enamorado a él…

Sumida en la más profunda tristeza, la mujer apoyó su barbilla sobre los
brazos cruzados y se dedicó a mirar las profundas y oscuras ondas que
producía el oleaje del mar. ¿Cómo era posible que ella (o él, en su
defecto), se hubiera enamorado del pesado y arrogante James Norrington?
En todo caso… ¿cómo era que había demorado tanto en aceptarlo? ¡El pobre
seguramente habría esperado que ella le demostrara tan sólo un poco de
su cariño y respeto…! A cambio de eso, solamente había recibido
humillaciones, burla y desdén por parte de ella…

Una lágrima de arrepentimiento recorrió su mejilla cuando recordó a su
pobre enamorado llorar por ella… ¡Él la había amado tanto que siempre le
había perdonado todas las maldades que ella le había hecho!

Un gran dolor comenzó a surgir en el corazón de Jacky, uno que no había
sentido hacía ya muchos años… Aceptando por fin que extrañaba los suaves
besos de su querido Norry, sus ocasionales y tristes sonrisas, sus
hermosos ojos verdes, sus regaños, sus conversaciones, su todo… Y a
pesar de que Norry ya no era un muchacho, poseía una atrayente figura,
una personalidad que en su exterior se mostraba recto, fuerte y
distante, pero cuando se lo conocía mejor, cuando él se dejaba conocer,
resultaba ser un hombre un tanto inseguro, sensible y con enormes deseos
de amar y de ser amado…

Pero él ya no estaba entre los vivos y ya no lo estaría más… Se había
marchado de la peor manera, sin saber que ella, realmente, sí lo amaba.

—Pero qué imbécil soy… —murmuró tristemente mientras se secaba las
lágrimas de su cara—, me he enamorado de un hombre… que ya está muerto…

De pronto, la sobresaltó la voz del contramaestre Gibbs, quien,
borracho, se acercaba a ella mientras cantaba una de sus famosas
canciones piratas. Decidida a que nadie notara su amargura, la capitana
se rehízo en un abrir y cerrar de ojos, recuperando toda su extraña y
alocada personalidad. Aún, su orgullo era más fuerte que su sinceridad.

—¿Aún no ha dado señales de vida, nuestro capitán, capitana Sparrow? —le
preguntó Gibbs en cuanto se detuvo frente a ella para luego echarse otro
trago de ron a la garganta, pues llevaba una botella de ese elixir en la
mano.

—Aún no, maestre Gibbs, parece que sus planes no se concretaron como él
quería —miró sin gran interés aquella rica y fuerte bebida, que antes,
siempre había logrado borrar sus más dolorosos recuerdos. Ahora no se
sentía de ánimos para beberlo, pues no creía que funcionaría aquel
remedio contra el nuevo dolor que la acosaba.

"Soy un auténtico eunuco fracasado…" —pensó sonriendo tristemente

Justo cuando el contramaestre Gibbs quiso preguntarle a su capitana el
por qué de su triste semblante, el repentino graznido de los negros
cuervos que sobrevolaban el barco pirata, los silenció,
sobrecogiéndolos. ¿Cuándo demonios regresaría Jack Sparrow para poder
levar anclas y marcharse de aquel horrible lugar? De toda la tripulación
del /Perla/, solamente Jacky sabía lo que Jack había ido a buscar.

Mientras tanto, en la extraña y alargada semi-edificación que componía
aquella terrible prisión turca, los aterrorizados prisioneros, que
estaban esposados tanto en las muñecas como en los tobillos, eran
conducidos brutalmente por los guardia cárceles hacia el interior de la
prisión luego de cruzar un largo puente natural que salía de los altos
acantilados de la costa. Muchos de los prisioneros se encontraban
enjaulados como pájaros, metidos minúsculas celdas suspendidas en el
aire, quienes poco a poco eran devorados vivos por los voraces cuervos
que tanto abundaban por aquel lúgubre lugar.

Los desgraciados que morían bajo semejantes malos tratos, eran
regresados al mar dentro de unos ataúdes que eran arrojados por otros
prisioneros desde los rocosos acantilados, hacia las rompientes. Muchos
de estos ataúdes se salvaban de ser destruidos entre las rocas y eran
conducidos mar adentro por la corriente.

Sabiendo lo que contenían esas cajas alargadas, muchos cuervos
aprovechaban aquellos empaquetados manjares gratuitos y se posaban sobre
ellos para comenzar a romper la madera con sus duros picos insistentes
para después servirse aquel delicioso majar que se encontraba en su
interior. Y eso justamente quiso hacer una de estas negras aves, pues
posándose sobre uno de los tantos ataúdes que flotaban sobre el agua,
comenzó con la afanosa tarea de hacer un hueco en él. No tuvo suerte,
pues luego de unos instantes, era volado en mil pedazos por la bala de
un mosquete, y del interior de dicha caja, el arma emergió como un
telescopio que examinaba todo a su alrededor y, que al ver que estaba
todo despejado, su dueño no tardó en aparecer, quien no era otro más que
el famoso capitán Jack Sparrow, quien había utilizado aquel ataúd para
escapar de aquella nefasta prisión.

Luego de procurar hacerse un buen espacio entre las quebradas maderas de
su lúgubre "barca", el pirata se colocó su viejo sombrero y miró a su
alrededor para buscar algo que lo ayudara a impulsarse hacia la
dirección deseada, pero, al no encontrar nada, decidió improvisar.

—Lo siento, amigo—se disculpó mientras le arrancaba una pierna a su
huesudo compañero—. ¿Te importa si la uso de remo…? Yo creo que no.

Y mientras remaba ayudado por aquel objeto tan singular, su querido
navío de velas oscuras, el /Perla Negra/ comenzaba a dejarle ver su
oscura silueta entre la neblina.

—Por fin regresa ese sucio patán… —comentó Jacky al lograr divisarlo
entre tanta bruma.

"¡Qué lástima que no le dieron el trato que se merecía!" —pensó
maliciosamente, pues aún estaba enfadada con él por haberle evitado ir a
recatar a James.

Extendiendo la mano para que su capitán la tomara cuando por fin éste
tocó con su féretro-chalupa el caco del barco, el pobre de Gibbs recibió
el huesudo "remo" de su capitán en vez de su mano.

—Lindo suvenir… —le dijo con ironía la capitana.

—La próxima vez te traigo un postre —replicó su hermano.

—Esto no es lo que habías planeado, ¿verdad? —se quejó su segundo al
mando después de mirar la pierna.

—Surgieron complicaciones. Percances, y los superé—rebatió
tranquilamente Jack Sparrow mientras Cotton le colocaba su capa.

Entregándole la huesuda extremidad a Cotton y su papagayo, Gibbs fue por
detrás de su capitán al igual que Jacky.

—¿Encontraste lo que fuiste a buscar? —le preguntó con ansiedad.

—¡Ajá! —asintió el aludido mientras sacudía un pedazo de tela ante los
ojos de su segundo al mando.

—¡Vaya! Pensé que habías ido a recuperar tu cerebro, hermanito —replicó
Jacky con sarcasmo.

—No, mi querida hermanita —le dijo con una falsa sonrisa—, si hubiera
ido a recuperar algo, hubiera sido tu perdida virilidad.

—¡Oh! ¡Pensé que ya habíamos perdido eso hacía ya mucho tiempo! —lo miró
fijamente—… desde que nos besamos con el comodoro Norrington, /¿Savvy?/

—Eso, no viene al caso, mi querida hermanita —le rebatió mientras alzaba
su pulgar y acercaba su rostro a ella—. Lo pasado, pisado… ¿lo recuerdas?

No queriendo que Jacky le dijera otra cosa, Jack se dio media vuelta
para seguir con su camino, pero se dio de lleno de frente con gran parte
de su tripulación (una mezcla de orientales y turcos), quienes parecían
estar un bastante molestos a juzgar por sus rostros ceñudos.

—Capitán, Capitana —comenzó a decir Gibbs, quien permanecía al lado de
sus alarmados jefes—, toda tu gente… y bueno, entre la que me incluyo yo
también, la verdad queremos ver más… joyas, sobre todo tras el chasco de
la Isla de la Muerte, que desapareció en el fondo del mar junto con el
tesoro y ese engreído de Nefud Yidda que no nos permitió que nos
lleváramos el tesoro de la Isla del Cuello Torcido…

—¡Y la marina real persiguiéndonos por todo el Atlántico! —se quejó uno
de los piratas turcos, interrumpiendo al contramaestre.

—¡Y el huracán! —exclamó Marty un tanto molesto entre los murmullos de
protesta de los demás.

—¡Y la maldición del anillo! —agregó Ana María, también muy enfadada.

Ambos capitanes torcieron el gesto.

—La verdad, es que llevamos demasiado tiempo sin hacer un poco de
"honesta" piratería —Gibbes les siguió explicando mientras los hermanos
pensaban seriamente que aquel asunto no les convenía, pues corrían el
riesgo de tener un desagradable motín a bordo.

—¿Joyas? —le preguntó el capitán Sparrow a su contramaestre.

—Sí, joyas —repitió el aludido con una sonrisa.

Y, dirigiéndose hacia el resto de la tripulación, Jack decidió hablar
con ellos para calmarlos.

—¿Es lo que todos piensan? —les inquirió—. Que su buen amigo…

—Y amiga —agregó Jacky mientras se acercaba a ellos con el dedo índice
alzado hacia arriba para darle más énfasis a sus palabras.

Jack le lanzó una miradita significativa antes de seguir con su
interrumpido discurso.

—¿En qué iba? —le preguntó de repente, frunciendo el ceño.

—"Que su buen amigo…" —apuntó Jacky.

—¡Ah! ¡Sí! —sonrió mientras juntaba la yema de los dedos—… ¿Que sus
buenos amigos, Jack y Jacky —miró de soslayo a su hermana, quien levantó
el pulgar en señal de aprobación—no cuidan de sus intereses como capitanes?

Todos comenzaron a mirarse un tanto perplejos hasta que el loro de
Cotton intervino en la conversación con su aguda lógica de pájaros.

—¡Wah! ¡Lo que se habla, dobla!

—¡¡Que repita eso!! —exigieron de inmediato ambos capitanes mientras
desenfundaban muy molestos sus mosquetes y apuntaban hacia pobre loro, a
quien Cotton, muy alarmado, le cubrió el negro pico con la mano.

—No se la tomen con el ave… —les dijo el mismo pirata árabe que había
hablado en un comienzo, cruzado seriamente de brazos—. Enséñanos qué hay
en el trapo que traes —exigió mientras le lanzaba una mirada de
curiosidad hacia aquel objeto.

Y antes de que el capitán Sparrow respondiera a esa pregunta, apareció
de repente frente a él el esquelético monito del capitán Hector
Barbossa, logrando asustar a todo el mundo y arrebatarle la tela a Jack,
salió disparado luego de que éste fallara el disparo, pero, Jacky fue
quien logró dar en el blanco cuando el animal intentaba escaparse sobre
la cubierta, dejando abandonado lo que había robado para huir con
presteza hacia otro sector de la nave.

—¡Ya saben que eso no sirve de nada! —protestó Gibbs, pues al mono no lo
podían matar debido a la maldición del oro de Cortez que aún llevaba encima.

—Para nosotros sí —contestaron al unísono los capitanes mientras Marty
recogía la dichosa tela del suelo y la extendía frente a sus ojos.

—¡Es una llave! —exclamó extrañado al ver su contenido.

—¡No! ¡Algo mucho mejor! —replicó su capitán mientras corría hacia él y
le arrebataba la pieza de tela entre sus manos y giraba sobre sí mismo
para mostrársela sonriente a los demás—: Es el dibujo de una llave.

Muy extrañados, Gibbs, Ana María, Cotton y los demás se acercaron a
observar el extraño dibujo de una gran llave que había en aquel pedazo
de tela vieja.

—Caballeros —comenzó a decir el capitán Sparrow para llamar su
atención—, ¿para qué son las llaves?

—¿…Las llaves… abren… cosas…? —respondió uno de los piratas árabes que
parecía ser de pocas luces, a lo que Gibbs sacó conclusiones rápidamente.

—Y abra lo que abra esa llave, dentro tiene que haber algo muy valioso,
¿verdad? Así que ahora hay que buscar lo que abre esta llave —dijo.

—No —rebatió Jacky mientras le arrebataba la tela a Jack mientras todos
volvían sus miradas hacia ella—. Si la llave no está, ¿con qué vamos ha
abrir lo que no tenemos lo que abre esa llave? De nada nos serviría
buscar el objeto que la llave abre y… que no tenemos… sin haber buscado
antes la llave que lo abre, ¿no? —terminó diciendo algo confundida por
sus propias palabras al igual que el pobre de Gibbs.

—¿Entonces, debemos buscar la llave? —preguntó éste último.

—No comprendiste nada a mi hermanita —rebatió seriamente desencantado su
capitán, difuminando la burlona sonrisa de Gibbs, y, dirigiéndose hacia
su tripulación, les preguntó si tenían más dudas. Nadie dijo nada.

—Entonces… ¿nos va a dar un curso? —preguntó Marty llamando su atención.

—¡Aaah! ¡El curso! —exclamaron al unísono los dos capitanes mientras
sacaban al mismo tiempo sus extrañas brújulas de sus cinturones y se
ponían a observarlas.

—¡Diríjanse hacia esa…! —dijeron al mismo tiempo, pero no pudieron
seguir, puesto que las agujas de ambas brújulas giraban como locas hacia
todas direcciones y terminaban por confundirlos

—… Me parece que no es… —seguían divagando mientras que con los dedos
índices alzados hacia arriba iban y venían según las ambiguas
direcciones de la brújula mientras toda la tripulación seguía dichos
movimientos con la cabeza hasta que…

—¡En dirección…, para allá!—exclamaron al final mientras indicaban con
sus manos en orientación a estribor.

—¡Capitán! —Gibbs, extrañado, quiso llamar la atención de ambos, pero
Jack lo interrumpió.

—Rapidito. Qué esperan, desplieguen las velas, conocen la rutina.
¡Rápido! ¡Ya! ¡A trabajar! —les ordenaba mientras se dirigía
tranquilamente hacia su camarote seguido por su hermana gemela, dejando
un tanto preocupado al pobre de su segundo al mando y al resto de la
tripulación obedeciendo las órdenes de Ana María.

Asomándose hacia la balaustrada, mirando hacia la dirección que su
capitán había fijado, el enano Marty volvió su preocupada mirada hacia
Gibbs, quien se había colocado su lado y le dijo:

—¿Ya habías notado… que últimamente nuestros capitanes se comportan un
poco más raro…? Creo… —se alzó de hombros un tanto indeciso.

Volviendo su angustiada mirada hacia adelante, Gibbs le respondió:

—Fijan el curso sin conocer el destino… Se ve que algo los espantó y los
mantienen preocupados… —Y con un tono más lúgubre, agregó—: Sabemos bien
que algo malo para los hermanos Sparrow, es malo para todos.

Y mientras el /Perla Negra /comenzaba a seguir el nuevo curso trazado
entre la espesa niebla que la envolvía, nadie de la tripulación se
hubiera imaginado de cuanta verdad había en las palabras del
contramaestre Gibbs.


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