Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 30: Escapando de los Pelegostos*

         Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

QUINTA PARTE: DAVY JONES

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 30: Escapando de los Pelegostos*


Al día siguiente, muy cerca de las costas de la Isla Pelegostos, un
pequeño bote navegaba sobre las límpidas aguas color aguamarinas,
transportando unicamente a tres ocupantes: dos hombres y un perro,
quienes no eran otros más que Pintel, su amigo Ragetti y el perro de la
cárce de Port Royal, quien aun llevaba las llaves de las celdas en su
hocico. Los tres se dirigían directamente hacia las costas de la isla,
pues habían divisado para su fortuna, al /Perla Negra/ encallado en la
playa.

—Creo que fue gracias a la Divina Providencia que escapamos de la cárcel
—declaró el delgaducho Ragetti con gran convencimiento después de haber
ojeado (con su único ojo) las páginas de una Biblia que llevaba en sus
manos.

—Pues yo creo que fue por mi gran astucia. ¿No es así, perrito? —aclaró
Pintel mientras remaba y se volvía hacia el perro que se encontraba
parado sobre sus patas traseras en la proa del bote.

—¿Y cómo sabes si no fue la Divina Providencia la que te inspiró para
hacer tu plan? —insistió Ragetti para luego volver a la lectura del
libro—. Aun así, no pienso robar ningún barco…

—No es "robar", es "rescatar" —Pintel quiso disfrazar la verdad—. ¿Y
desde cuándo te importa eso?

—Desde que ya no somos inmortales —declaró Ragetti con seriedad—.
Debemos cuidar nuestras almas, aquí lo dice…

—¡Pero si tú no sabes leer!

—¡Es la Biblia!... Te dan crédito por intentar

—¡Fingir que se lee la Biblia es mentir! —replicó fastidiado Pintel—.
¡Eso te resta puntos y además molesta a… —señaló hacia arriba para
referirse al Altísimo, pero entonces, los repentinos ladridos del perro
los hicieron desviarse de su discusión teológica hacia algo más terrenal.

—¡Ahí está…! ¡Mira! —exclamó Ragetti al divisar el /Perla Negra/.

Ansioso por llegar a tierra, el perro saltó a las aguas del mar y se
dirigió velozmente hacia la playa ante la sorpresa de los dos piratas,
ex miembros de la tripulación de Hector Barbossa cuando éste era el
capitán del /Perla Negra/.

—¿Y ahora qué le pasa? —preguntó Raggeti un tanto extrañado mientras
miraba el perro.

—¿Habrá visto a un pez-gato tal vez? —bromeó Pintel encogiéndose de
hombros para luego comenzar a reírse de su propio mal chiste.

Su amigo Raggeti, que era de "pocas luces"; tardó un poco en entenderlo,
pero cuando lo hizo, comenzó a reírse con ganas.

—¡Qué bobo eres! —se burló del can.

Una vez llegado a las blancas arenas de la playa, el mojado perro se
sacudió el agua de encima y se volvió para mirar a sus compañeros de
viaje, a quienes la fuerza de las olas les había hecho perder el control
del bote provocando así su naufragio, justo cuando ya estaban llegando a
las costas de la playa.

—¡Vamos! ¡Sígueme! —Pintel le ordenó a su amigo mientras se dirigía
caminando penosamente con el agua a la cintura hacia el encallado navío
de Jack Sparrow.

Riéndose de alegría, los dos compañeros (y el perro) comenzaron a correr
alrededor de la nave, muy entusiasmados tras haberla encontrado al fin.
¡Ahora tendrían un barco que sería únicamente comandados por ellos!

—¡Aquí está! ¡Y es sólo para nosotros! —festejó Pintel, deteniéndose
ante la grandeza del /Perla Negra/.

—¡Y está subiendo la marea, eso ayudará! Además, en cierto modo,
rescatar y salvar son casi la misma cosa —declaró Ragetti, también muy
entusiasmado y olvidándose así de sus antiguas convicciones religiosas.

—¡Así se habla, viejo! ¡Eso es verdad, como un templo! —lo apoyó su amigo.

Pero mientras se alegraban de su buena fortuna, ambos dejaron de reírse
cuando escucharon en la lejanía los "tam-tam" de unos tambores que los
obligaron a mirar hacia las altas espesuras de las montañas, que era de
donde provenían aquellos malos augurios.

—Supongo que lo mejor es salvarla lo antes posible…, ahora que nuestras
almas son tan vulnerables y todo eso… ¿no? —declaró Ragetti con la carne
de gallina, pues sabía muy bien que en aquel lugar habitaban terribles
caníbales.

—¡Amén a eso! —lo apoyó Pintel haciendo apresuradamente sobre sí mismo
la señal de la cruz.

Acto seguido, los dos piratas procedieron a liberar al barco de sus
ataduras y subirse a él para preparar todos los aparejos necesarios para
esperar la marea alta y así hacerse a la mar para alejarse de aquellas
temibles costas.

Mientras tanto, en la aldea de los Pelegostos, la ceremonia había
comenzado dando paso al ruidoso repiqueteo de los tambores y los
frenéticos bailes fetichistas de los nativos. Todos los aldeanos se
encontraban celebrando la próxima ascensión de sus dioses que muy pronto
se convertirían en parte de ellos.

Jack y Jacky se encontraban sentados en sus respectivos tronos uno al
lado del otro, con su rostros morenos revelando su preocupación tanto
por sus propias vidas como la de Elizabeth y la de los demás. Sin que
nadie se diera cuenta, los dos hermanos ya habían tramado un magnífico
plan de escape que muy pronto utilizarían en el momento oportuno.

Y así, quitándose entre ellos el pobre tricornio —pues no cesaban de
pelear por él—, cuatro de sus devotas servidoras se acercaron a ellos
para colocarles al cuello un par de morbosos collares que por cuentas
tenían grotescos dedos de los pies de las pobres victimas humanas que
habían caído en manos de los Pelegostos. Luego de quitarle una vez más
el sombrero a su hermana Jacky, el capitán del /Perla Negra/ se dispuso
a cortarle la uña a uno de los dedos gordos con su boca ante la cara de
asco que puso su hermana.

—¿Y por qué, de paso, no le limas las uñas también, hermanito? —le
preguntó irónicamente mientras recuperaba su sombrero y se lo volvía a
colocar sobre su cabeza.

—Buena idea, hermanita, y de paso, también las voy a pintar —le replicó
sonriente a la vez que volvía a arrebatarle el tricornio.

--

A todo eso, William Turner se encontraba encerrado en una gran jaula
circular hecha con huesos junto a Gibbs, Ana María, Cotton y Marty,
suspendidos a más de cien pies de altura sobre un profundo acantilado.
Los demás miembros de la tripulación del /Perla/ que aun quedaban con
vida, se encontraban encerrados en otra jaula a varios metros de
distancia de sus otros compañeros.

—¿Cómo es que ahora hay dos Jack Sparrow en vez de uno solo? —quiso
saber nuestro joven protagonista.

—No lo sabemos —le contestó Ana María—. La capitana Jacky apareció de
repente y ni siquiera ella sabe por qué se separó de Jack Sparrow.

—Entonces… ¿se separaron? —frunció el entrecejo muy confundido.

—No tenemos ni la más remota idea de lo que les paso, Will —le respondió
el maestre Gibbs—, pero con tan sólo permanecer al lado de la capitana
se comprende que es la mismísima Jack Sparrow, pero en versión femenina.

El chico volvió a fruncir el entrecejo mientras ladeaba la cabeza.

—¿Pero por qué tenía que ser mujer?

—Eso tampoco lo sabemos —se quejó Ana María—, pero te aseguro que no
soportarías a esos dos juntos ni un solo minuto, ¡son realmente
insoportables! ¡Pelean cada rato como si fueran dos niños malcriados!

—Quizás Tía Dalma sepa algo al respecto… —propuso Will.

—Justamente pensábamos en ir a visitarla antes de encallar en este nido
de caníbales… —replicó Gibbs tristemente.

Luego de estarse unos momentos en silencio mientras observaba el
profundo precipicio a sus pies, el joven herrero le preguntó por qué los
Pelgostos estaban adorando a los dos capitanes como si fuera sus reyes.

—Parece que les llamó su atención el enorme parecido que hay entre ellos
dos y los convirtieron en sus jefes —declaró el aludido.

—¿Y por qué nos hicieron esto si ellos son los jefes? —preguntó Will
bastante desilusionado.

—Sí, los Pelegostos los convirtieron en sus jefes, pero deben actuar
como jefes si quieren seguir siendo los jefes —le aclaró Gibbs mientras
se asomaba a los "barrotes" de la jaula.

El muchacho suspiró cansadamente.

—Así que no tienen elección, son tan prisioneros como nosotros… —dijo.

—Peor, Will, puedes estar seguro. En realidad, es que los Pelgostos
piensan que Jack y su hermana son Dioses en su forma humana… —y luego
agregó gravemente—: así que les concedieron el máximo honor de
liberarlos de sus prisiones de carne y hueso…

Will lo miró muy confundido sin saber a qué atenerse con esas palabras,
entonces, para darle a entender a lo que el maestre Gibbs se refería,
Cotton tomó su mano y le mordió los dedos haciéndolo aullar de dolor.

—¡Ay! ¡Suelta! —Gibbs le gritó bastante adolorido mientras retiraba
rápidamente su mano maltratada de las fauces casi desdentadas de Cotton
y dirigía su atención hacia el ruido de los tambores.

—Se los van a comer asados… —aclaró con gran preocupación.

—¿Y en dónde está el resto de la tripulación? —volvió a preguntar el
joven Turner.

—¿Ves estas jaulas, Will? —le respondió después de mirar los morbosos
"barrotes" que conformaban aquella jaula—, las hicieron después de que
llegamos a esta isla….

Al comprender que aquellos huesos pertenecían a los demás miembros
desaparecidos de la tripulación del capitán Jack Sparrow, Will apartó
rápidamente su mano de la jaula con una mueca de asqueada impresión en
el rostro.

—El banquete ya va ha comenzar —declaró Gibbs bastante angustiado—.
Cuando los tambores callen… —miró al muchacho—, Jack y Jacky habrán muerto.

—Pues no nos quedaremos aquí esperando a que eso ocurra, ¿o sí? —replicó
éste, tratando de pensar en una idea para salir de allí.

--

En ese mismo instante, en la aldea en donde estaban preparando el
"banquete" divino, las celebraciones se volvieron mucho más frenéticas a
medida que llegaba el momento de encender el fuego del sacrificio, por
lo tanto, los hermanos Sparrow decidieron que ya era el momento de
llevar a cabo inmediatamente su magnífico plan. Levantándose de su
trono, luego de discutir con su hermana para decidir quién lo haría,
Jack se dirigió hacia los nativos.

—¡No! ¡Hey! ¡No, no! ¡Más leña! ¡Hoguera grande! ¡Hoguera grande! —les
pidió llamándoles la atención mientras exageraba haciendo gestos con sus
brazos—. ¡Mucho fuego! ¡Mucho fuego! ¡Yo soy el jefe, quiero mucho
fuego! ¡Ahora!

Viendo que, afortunadamente lo obedecían, Jack decidió seguir con el
resto de su plan, por lo tanto, se dio media vuelta y miró a sus dos
guardianes reales, quienes siempre lo estaban vigilando a él y a su hermana.

—¡Hey! ¡Aguki esnikuls esnikuls! ¡Tutsli! ¡Más leña! ¡Vamos! ¿Qué esperan?

Los dos Pelegostos se miraron un tanto desconcertados, pues no sabían
qué hacer, pero Jacky decidió intervenir luego de poner los ojos en
blanco un tanto fastidiada y se levantó de su trono para dirigirse hacia
los dos nativos a quienes comenzó a empujar mientras decía:

—¡Aguki nikuls nikuls! ¿Qué esperan? ¡Mi hermano y yo queremos mucho
fuego! ¡Queremos más leña! ¡Rápido o nuestra ira descenderá sobre
ustedes como un águila hambrienta! ¡Hagan felices a sus dioses! ¡¡Tutsli!!

Y mientras los guardias obedecían rápidamente sus órdenes, Jacky se unió
junto a su hermano y sonrieron satisfechos.

Los guardias pelegostos también estaban muy contentos de serles de ayuda
a sus dioses gemelos, pero en cuanto depositaron un gran tronco sobre la
futura fogata, se les borró la sonrisa cuando se dieron cuenta que los
tronos estaban completamente vacíos, salvo los cetros emplumados que aun
permanecían allí, sus dioses habían desaparecido tras haberles tomado el
pelo para poder fugarse ante sus narices.

Corriendo muy a su manera (con los brazos cómicamente extendidos y
alborotados), los hermanos Sparrow cruzaron a toda velocidad uno de los
tantos puentes colgantes y, como ninguno de los dos quería estar detrás
del otro, cada uno de ellos jalaba al otro de las ropas para que éste
quedara detrás y sirviera así de escudo para el primero. Sin saber hacia
dónde escapar, los capitanes siguieron corriendo dando un par de vueltas
sobre sí mismos hasta que Jack se paró de golpe frente a la peligrosa
orilla de un profundo precipicio en donde casi había tenido la desgracia
de caerse, pero en cuanto quiso darse vuelta para alejarse de allí,
Jacky llegó de golpe y chocó contra él, quien después de balancearse
precariamente a orillas del precipicio, se cayó ante la sorpresa de su
hermana, quien se arrodilló a orillas del despeñadero y comenzó a llorar
desconsoladamente la desgracia ocurrida.

—¡No sabía que me estimabas tanto como para llorar por mí, hermanita!
—exclamó Jack de pronto, provocando que Jacky se sobresaltara por la
impresión y se asomara cuidadosamente al abismo para ver hacia abajo.

Y allí estaba su hermano, suspendido sobre el precipicio y aferrado a
una de las tantas raíces que sobresalían de las paredes del precipicio.

—¡Idiota! ¡No lloro por ti, hermanito! —exclamó ofendida.

—¿No? ¿Y entonces por qué llorabas?

—¡Lloraba por /mi/ sombrero! —le respondió mientras se lo arrebataba de
la cabeza y se lo colocaba para luego ponerse de pie y marcharse de allí
con el mentón en alto.

—¡Oye! ¡Hermanita! ¡Ayúdame! —le pidió Jack entre afligido mientras
pataleaba en el aire y se sujetaba fuertemente de la raíz con ambas manos.

—¿Así como me ayudaste a rescatar a mi querido Norricito, hermanito?
¡Nunca! ¡Arréglatelas tú solo! —le replicó mientras le hacía un gesto
obsceno con la mano y entraba a una choza a husmear su interior.

Y mientras maldecía para su hermana y a su "Norricito", el capitán Jack
Sparrow se vio obligado a valerse por sí mismo y trepó trabajosamente la
poca distancia que lo separaba de la orilla. Una vez sentado sobre suelo
firme, Jack se dispuso a tomar aliento y recuperar sus fuerzas. Una vez
recuperado, se levantó y tomó sonriente una de las largas cañas
amarillas que se hallaban amontonadas sobre el suelo con la idea de
utilizarla, pero enseguida se le borró la sonrisa al percatarse de que
la idea de usarla como garrocha o una especie de puente, no iba a dar
buenos frutos. Desencantado, la dejó en su lugar y se dirigió
inmediatamente hacia la choza en donde Jacky se había metido, con la
esperanza de hallar algo que lo ayudara a descender por el precipicio.

Aquella choza se encontraba repleta de las cosas más variadas que jack
se hubiera imaginado jamás, pues allí había varios juegos de platería,
cofres repletos de los más diversos objetos y todo un horripilante
conjunto de filosos cuchillos, cuchillas, hachas y machetes que colgaban
morbosamente del techo, esperando para ser usados en algún banquete caníbal.

—¡Vaya! Veo que no te estrellaste contra las rocas, hermanito, ¡pero qué
mala suerte tengo! —le comentó irónicamente en cuanto lo vio entrar.

—Lo que pasa era que tenía que recuperar algo mío, hermanita —le replicó
quitándole el tricornio y colocándoselo sobre su cabeza.

—¡Oye! ¡Ese sombrero es mío! —se quejó la capitana mientras intentaba
arrebatárselo otra vez, pero éste la tomó de una se sus muñecas y le
dijo mientras llevaba su dedo índice a la boca.

—¡Shiiit, hermanita! ¡Guarda silencio y veamos si en ésta sucia cueva
encontramos algo que nos ayude a escapar!

—¿De casualidad no buscabas algo como esto, hermanito? —le dijo mientras
le dirigía una mirada terriblemente asesina y le mostraba una soga
enrollada ante los ojos de su otro yo. —Sí, exactamente era eso lo que
yo buscaba, hermanita —asintió sonriente mientras tomaba la soga y se la
colgaba al hombro disponiéndose a salir de la choza, pero Jacky lo
detuvo en cuanto sus ojos oscuros se posaron sobre algo que ya conocía
desde hacía mucho tiempo. Y no era algo muy agradable de recordar.

—¡Oye! ¡Mira esto, hermanito!

Curioso, Jack se aproximó y tomó la lata que ella le había extendido y
notó perplejo que era un embase de paprika y que llevaba la marca de la
/East India Company/ en su base.

Frunciendo el entrecejo con disgusto, ambos capitanes cruzaron sus
miradas algo nerviosos y se dispusieron a marcharse de allí, no antes de
que Jacky tratara de quitarle el tricornio y ambos comenzaran a
manotearse como dos chiquilines malcriados peleándose por un dulce. Y
así salieron de la choza, pelándose ridículamente hasta que volvieron
sus miradas al frente y dejaron de manotearse poco a poco.

—¡Ay, que mal…! —exclamó asustado el capitán Jack Sparrow mientras veía
ante ellos a un gran grupo de furiosos pelegostos armados con sus
temibles lanzas, mirándolos muy ofendidos y listos para capturarlos.

Sonriendo estúpidamente, Jack levantó el brazo de su consternada hermana
y comenzó a echarle la paprika en la axila.

—¡¡Oye!! ¡¿Pero qué estás haciendo?! —se molestó mientras su hermano le
echaba aquel condimento en la otra axila ante la extrañeza de los nativos.

—Te sazono, ¿eh? —le dijo sonriente—. Es para que tengas mejor sabor,
hermanita.

Y de un empujón, la entregó a los consternados pelegostos.

—Bueno, ahí la tienen. Está lista y deliciosa, se los aseguro. Que la
disfruten muchísimo, pues tiene unas muy buenas "pechugas", /¿savvy?/
—les dijo sonriente.

Minutos más tarde, en medio de la frenética ceremonia pelegosto, Jack y
Jacky se encontraban atados espalda contra espalda en una larga vara
horizontal, una arriba y el otro abajo, dispuestos como un par de pollos
listos para ser rostizados bajo las brasas. Jack Sparrow no se había
salido con la suya.

Dos fuertes hombres los depositaron sobre un par de gruesas ramas que
servían de sostenes sobre la pira.

—Bien hecho, buen trabajo… —Jack los felicitó de mala gana por la
excelente recopilación de leños y ramas secas para la hoguera.

—No tanto. Deberían haber hecho dos piras en vez de una… —se quejó Jacky
un tanto incómoda con los rayos del sol sobre sus ojos.

--

Mientras tanto, en el acantilado en donde Will y los demás se
encontraban encerrados en grandes jaulas de huesos, ya habían puesto en
marcha su desesperado plan. Empujando y balanceando dichas jaulas como
si fueran un par de péndulos, nuestro joven héroe y sus compañeros de
aventuras trataban de alcanzar la otra pared del acantilado para poder
aferrarse de las raíces que sobresalían de ella. Entre gritos de euforia
y desencanto cuando fallaban su objetivo, ambos grupos ni siquiera
llegaron a tocar una sola raíz en el primer intento, al segundo intento
lograron tomarse de algunas raicillas, pero fueron tan pocas que no
soportaron el tirón y se cortaron, pero, al tercer intento, por fin
ambos grupos lograron aferrarse fuertemente a las duras y fuertes raíces
de la pared.

—¡¡Saquen las piernas y empiecen a escalar!! —ordenó el maestre Gibbs en
cuanto vio que el primer paso ya estaba cumplido.

—¡Arriba! ¡Necesitamos a todos para poder tripular al /Perla Negra/!
—dijo Will mientras las dos jaulas comenzaban a subir gracias a los
esfuerzos de sus prisioneros, pues todos querían llegar a la seguridad
que les ofrecía el /Perla/.

—¡En realidad no necesitamos a todos! —exclamó uno de los piratas que
estaba en la otra jaula, quien era el que había liderado a gran parte de
la tripulación cuando se quejaron ante los capitanes Sparrows por la
falta de acción y botines un par de días atrás—. ¡Con seis son suficientes!

De pronto, un tenso silencio se hizo entre ellos y detuvieron su ascenso
unos momentos para mirarse mutuamente.

—¡Uy! ¡Qué dije…! —se quejó el pirata dándose cuenta de que ahora, el
que llegaba primero a la sima, se haría con el mando del /Perla Negra/,
pues, en cada jaula había gente suficiente para comandarla.

Dándose cuenta de lo mismo, Will lo pensó mejor y miró a Gibbs como si
quisiera buscar en él una respuesta. Éste asintió con la cabeza y
entonces el muchacho les ordenó a los demás que siguieran escalando. Y
así, una frenética carrera por llegar hacia la sima inició entre los dos
grupos de prisioneros para ver cuál de ellos llegaba primero y abordaba
el barco pirata, convirtiéndose en una peligrosa carrera contra el
tiempo gracias a los pelegostos.

—¡Qué pasa! ¿No pueden más? —se quejó el enano Marty, quien era el único
que no servía de mucha ayuda en aquellos momentos, pues sus brazos y
piernas eran demasiados cortos.

—¡Usen los músculos, muchachos! ¡Suban! —les aconsejó Gibbs.

—¡Oye! —se quejó Ana María, sintiéndose discriminada.

—¡Oh! ¡Lo siento! —se disculpó—. ¡Usen los músculos, muchachos y /muchacha/!

—¡Eso está mejor! —sonrió triunfante la joven mujer.

Pero, sin que ninguno de ellos se diera cuenta, a varios metros de
distancia, un joven pelegosto había comenzado a cruzar uno de los
puentes colgantes, poniendo en peligro el arriesgado plan de los piratas
si llegaba a verlos y a dar la voz de alarma a los demás.

—¡Tenemos que llegar primero! —seguía diciendo el maestre Gibbs.

—¡Quietos! ¡Alto! ¡Silencio, silencio! —Will le pidió en un susurro a
Gibbs que se callara y dejara de dar órdenes, deteniendo todos al darse
cuenta del repentino peligro que los acechaba.

—¡Alto! ¡Silencio! ¡No se muevan! —les advirtió a los que estaban en la
otra jaula, logrando llamar su atención para que se detuvieran.

Y así, los dos grupos de prisioneros centraron su atención en el nativo,
quien ya se encontraba recorriendo la mitad del puente sin haberse
percatado en lo absoluto de lo que estaba sucediendo allí abajo.

Viendo una oportunidad de adelantarse al otro grupo, el hombre que
comandaba al otro grupo de piratas, les hizo una silenciosa señal a sus
compañeros para que comenzaran a trepar ante el espanto de Will y su
gente, quienes comenzaron a pedirles que se detuvieran porque corrían el
riesgo de ser descubiertos por el nativo.

Haciendo caso omiso a las advertencias de los demás, el grupo traidor
siguió trepando por la pared, burlándose cómicamente de los otros con
risas y sonrisas silenciosas, hasta que, para la mala suerte de todos
ellos, su líder, quien en vez de aferrarse a una de las raíces que
sobresalían del muro de tierra, se aferró a una temible y venenosa
serpiente de coral, logrando asustarlo tanto a él como a sus compañeros,
provocando que se soltaran de sus asideros y cayeran inevitablemente al
vacío entre desesperados gritos de angustia, llamando desafortunadamente
la atención del joven guerrero pelegosto, quien vio cómo se cortaba la
larga soga que mantenía colganda aquella jaula gracias al repentino
tirón provocado por la caída y los lanzaba directamente a los oscuros y
mortales abismos del acantilado. Apenas terminado aquel espectáculo, el
joven pelegosto se percató de que los otros prisioneros estaban a medio
camino de la libertad.

—¡¡Muévanse!! —ordenó Will Turner al darse cuenta de que habían sido
descubiertos.

—¡¡Suban!! —apremió Gibbs al mismo tiempo.

Todos obedecieron inmediatamente y comenzaron a subir desesperadamente
por la pared para poder llegar rápidamente a su destino antes de que
aquel isleño diera la voz de alarma al resto de la tribu.

--

En tanto, un nativo que llevaba una antorcha encendida en su mano
derecha, corría a través de uno de los puentes colgantes rumbo al lugar
del sacrificio para así dar inicio a la nefasta ceremonia.

—¡¡Aaah!! ¡Fair, fair! —exclamó excitado en cuanto llegó frente a los
demás miembros de la tribu, desencadenando un enorme frenesí entre ellos
y una enorme preocupación entre los hermanos piratas, viendo con horror
cómo el hombre que llevaba la antorcha se acercaba a la pira para
encenderla.

—¡He-hermana! ¡Muéstrales tus atributos para que los seduzcas y nos
perdonen la vida! —Jack le pidió desesperado.

—¿Estás idiota o qué, hermanito? ¡No quiero que me violen! —se ofendió
la aludida, quien estaba atada a espaldas de su descarado hermano.

—¿Y ahora te preocupa eso, hermanita? ¡El capitán Jack Sparrow jamás se
preocupó por algo así!

—¡Claro! ¡Porque el capitán Jack Sparrow es un hombre! ¡Pero ahora yo
soy la capitana Jacky Sparrow y no me hace nada de gracia que me violen
unos sucios caníbales para que tú te salves, hermanito! Además… ¡tú no
me ayudaste a rescatar a mi Norry!

—¡Uf! ¿Otra vez con ese cuento, hermanita? —bufó fastidiado mientras los
pelegostos los observaban discutir bastante intrigados—. ¿Cuándo lo vas
a olvidar?

—¡Jamás mientras esté con vida, idiota!

—Pues…, menos mal que no será por mucho tiempo… —murmuró muy preocupado
mientras veía que su verdugo volvía a acercar la antorcha a la pira para
encenderla de una buena vez.

Pero justo en ese momento, el joven nativo que había presenciado el
intento de fuga de Will y sus amigos, se acercó corriendo hacia su gente
y comenzó a avisarles nerviosamente sobre lo sucedido. Muy confundidos y
sin saber qué hacer al respecto, todos los presentes dirigieron sus
interrogativas miradas hacia sus "dioses" para saber qué decisión debían
de tomar.

Jack y Jacky miraron a su alrededor un tanto sorprendidos y fastidiados.
¿Acaso aquellos salvajes no podían tomar decisiones por sí mismos?

—¡Síganlos! ¿Qué esperan? ¡Vayan por ellos! ¡Perilora! —les ordenó su Dios.

Llenos de frenética excitación, todos los pelegostos comenzaron a gritar
y a correr hacia el acantilado en donde se encontraban los demás
prisioneros para detenerlos y volverlos a capturar.

Pero, para la mala suerte de los horrorizados capitanes, Jack vio cómo
el pelegosto encargado de encender la hoguera, tiraba descuidadamente la
antorcha demasiado cerca de la pira, encendiéndola. El capitán Sparrow
comenzó a llamar desesperadamente a los nativos, pero ninguno le hizo
caso y muy pronto nuestros protagonistas quedaron a solas ante el fuego
que comenzaba a encenderse bajo ellos.

—¡Ay, no! ¿Qué hago?—se quejó Jack y comenzó a soplar desesperadamente
la llama para que se apagara, pero lo único que consiguió fue avivarla
aún más, extendiéndose por gran parte de la pira.

—¿Qué? ¿Qué pasa? ¡Dime, hermanito! —quiso saber su hermana, quien no
podía volver la cabeza para ver lo que estaba ocurriendo debajo suyo.

—¡N-nada! ¡N-no pasa nada, hermanita! —respondió horrorizado el capitán
del /Perla Negra/ mientras comenzaba a soplar inútilmente con mucha más
fuerza las avivadas llamas de la hoguera.

--

Con gran esfuerzo, Will y los demás lograron llegar hasta la sima del
acantilado, y ahora debían buscar la manera de liberarse de aquella
abominable jaula de huesos.

—¡Corten la soga! —apremió el joven herrero—. ¡Busquen una roca!

Y mientras nuestros aventureros se encontraban en la intensa tarea de
buscar la roca adecuada que cortara sus ligaduras, Jack y Jacky Sparrow
se encontraban en una situación mucho más "ardiente" que su tripulación.

—¡¿Pero qué demonios estás haciendo, hermanito?! —quiso saber la
capitana cuando sintió que el aludido comenzaba a sacudir la vara en
donde estaban atados—. ¿Por qué está haciendo calor tan de repente? ¡Hay
olor a quemado!

—¡Muy pronto lo sabrás, hermanita! —exclamó Jack, que de un solo
sacudón, dejó abajo a su otro yo mientras él se quedaba arriba. Ambos,
habían cambiado sus posiciones.

—¡Ah! ¡Por fin un poco de brisa fresca para el gran capitán Jack
Sparrow! Ahí tienes todas la respuestas a tus preguntas, hermanita
—comentó alegremente mientras Jacky exhalaba un grito de desagradable
sorpresa al ver las llamas debajo de ella.

—¡¡Aaah!! ¡¿P-pero qué es esto?! ¡¡No me dijiste que habían prendido la
fogata esos caníbales eunucos!!

—Quería que te llevaras una sorpresa, hermanita…

—¡Y me dejas a mí a merced del fuego! ¿Por qué mejor no te quemas tú?

—Vamos, hermanita —comenzó a decir tranquilamente como si tuviera todo
el tiempo del mundo—, tú bien sabes que da igual cuál de los dos se
queme, ya que los dos somos la misma persona: el magnífico capitán Jack
Sparrow, por lo tanto, suponiendo ahora lo que estamos suponiendo,
claro, si tú supones lo que yo supongo lo que estás suponiendo, da igual
cuál de los dos se queme, /¿savvy?/

—¿Sabes lo que estoy suponiendo en éste mismo momento, hermanito?

—No…

—¡¡Que eres un idiota eunuco!! —y antes de que Jack replicara a eso,
Jacky le dio un sacudón a la vara y logró volver hacia arriba, dejando
al capitán del /Perla/ nuevamente boca abajo, frente al fuego que ya
estaba tomando mucha más fuerza que antes.

Desesperado y con los ojos desorbitados, Jack comenzó a soplar
nuevamente el fuego con la inútil intención de extinguirlo, pero con
ello comprobó que estaba empeorando la situación, así que volvió a dar
un fuerte sacudón y nuevamente dejó a Jacky ante el fuego, quien también
comenzó a soplarlo desesperadamente para darse cuenta de que nada valía
y, una vez más, sacudió la caña con la ayuda de su cuerpo y logró poner
a Jack ante el fuego mientras ella respiraba agitadamente boca arriba el
tan anhelado aire puro.

Por espacio de unos minutos, Jack y Jacky siguieron luchando por quién
dejaba abajo a quién, pero viendo que con esa actitud infantil a nada
llegarían, decidieron probar otra cosa. Y así, trabajando en equipo, los
dos hermanos comenzaron a sacudir fieramente la vara de abajo hacia
arriba hasta que lograron desencajarla de sus asideras, y ambos cayeron
pesadamente sobre el suelo al lado de la pira encendida gracias al
tremendo impulso que habían tomado.

—¡¡Mi sombrero!! ¡¡Se cayó al fuego!! —gritó de pronto la capitana al
darse cuenta horrorizada que el tricornio que llevaba en su cabeza había
caído accidentalmente a las voraces llamas.

—¡¡Sácalo!! ¡¡Sácalo!! ¡¿Qué estás esperando, hermanita?! ¡¡Está
sufriendo!! —exclamó desesperado Jack Sparrow mientras comenzaba a
patalear desesperado para librarse de las sogas que ataban sus pies.

Arriesgando su propia integridad, Jacky logró sacar el tricornio del
fuego con ayuda de su boca, pues aún permanecía atada como su hermano y,
mientras se levantaban del suelo, lo sacudió con fuerza con su cabeza
para poder apagar el pequeño fuego que se había prendido al tricornio,
pero, con tan mala suerte, que solamente consiguió avivarlo aún más,
llenando de pánico a la capitana.

—¡¡Mfh!! ¡¡Mnmfh!! ¡¡Mnnmpfffh!! —comenzó a balbucear completamente
histérica, llamando la atención a su otro yo.

—¡¡Tíralo al suelo!! ¡¡Tíralo al suelo!! —gritó el otro lleno de pánico,
sintiéndose impotente al tener la manos aún atadas detrás de su espalda.

Jacky obedeció de inmediato y una vez que el tricornio cayó al suelo,
Jack comenzó a pisotearlo hasta lograr apagar el fuego en el estropeado
sombrero.

—¡Uf! ¡Menos mal que no se quemó demasiado! —suspiró aliviado y agregó
bastante enojado:

—Si no hubiera sido por mí, ya estaría quemado.

Su hermana no dijo nada al respecto, pues estaba contemplando con
tristeza su estropeado cabello que se había chamuscado un poco con al
fuego cuando había sacado a su amado sombrero de la fogata.

Alzando el tricornio con los dientes, Jack decidió que ya era hora de
marcharse de allí.

--

Justo en el mismo momento en que Will lograba cortar la soga de la que
se encontraba atada la jaula, un griterío proveniente de la selva llamó
la atención de toda la escasa tripulación del /Perla Negra/. ¡Los
nativos ya venían en su busca!

—¡Muevan a la jaula! ¡Háganla rodar! —ordenó el joven Turner en cuanto
vio que una importante cantidad de furiosos caníbales comenzó a salir de
la espesa vegetación corriendo velozmente hacia ellos, portando sus
temibles lanzas.

—¡Empujen! —les pidió y todos comenzaron a hacer rodar la jaula con la
ayuda se sus brazos y sus piernas como si fueran ratones corriendo
dentro de una esfera.

Pero justo cuando habían tomado una buena velocidad y control sobre su
extraño transporte, se toparon con un declive que les otorgó mucha más
velocidad, obligándolos a rodar cuesta abajo y perdiendo lamentablemente
el control de la jaula y dejándolos a todos metidos en una especie de
remolino, completamente alborotados. Luego de recorrer un buen trecho
entre la espesa vegetación (con la fortuna de no haber chocado contra
ninguno de los tantos árboles que abundaban por allí), finalmente
cayeron por otra pendiente mucho más pronunciada que la anterior,
haciéndolos volar y gritar por sus vidas como nunca antes lo habían
hecho. Después de tocar tierra, la jaula siguió rodando sin control
hasta toparse con una flexible palmera que detuvo su alocada marcha tras
haberse trepado un poco sobre ella para luego volver a caer al suelo con
todos sus ocupantes completamente mareados, descompuestos, golpeados y
desordenados. Pero no tuvieron mucho tiempo para recuperarse, puesto que
los pelegostos aún los seguían de cerca vociferando a toda voz y
blandiendo sus temibles armas.

—¡Levanten la jaula! ¡¡Ya!! —exclamó Will Turner muy alarmado mientras
se levantaba y constataba el peligro.

—¡Ya escucharon! —lo secundó Gibbs mientras hacía lo propio—. ¡Como el
vestido de una dama!

—¡Oye! —enseguida protestó Ana María, sintiéndose muy ofendida con aquel
comentario machista a la vez que se ponía en pie para cumplir con el
pedido del joven Turner, no sin antes proporcionarle un buen cachetazo
al pobre maestre.

—¡Lo siento! ¡Pero es que en el guión original tú no estás con nosotros!
—se disculpó Gibbs, frotándose la adolorida mejilla, disponiéndose a
volver a empujar la dichosa jaula, dejando a la pobre muchacha bastante
confundida con aquel extraño comentario.

Levantando la jaula con todas sus fuerzas y dejando sus piernas salir
por debajo de ella, nuestro amigos piratas comenzaron nuevamente su
cómica, desesperada y alocada carrera para tratar de escaparse de sus
enemigos, corriendo a más no poder (excepto Marty, el enano, que no
alcanzaba ni por asomo el suelo debido a sus cortos miembros inferiores,
quien solamente amagaba sus movimientos) para no ser alcanzados por los
nativos que los perseguían desde muy cerca.

--

Mientras tanto, en una posición muy incómoda ya que ambos compartían la
misma vara y permanecían atados espalda contra espalda, los dos
capitanes del /Perla Negra/ corrían con gran dificultad a través del
precario puente colgante hasta pasar corriendo sobre una cerca piedras
apiladas, de donde casi se cayeron a un costado debido a su poca
estabilidad.

—¿Qué te parece si mejor tratamos de soltarnos de nuestras ataduras,
hermanito? En este estado, jamás avanzaremos —propuso Jacky, quien era
la que siempre iba corriendo de espaldas.

Haciendo caso a la propuesta de su otro yo, Jack y ella comenzaron a
forcejear nerviosamente sus ligaduras dando pequeños saltitos hasta que
se percataron de que un niño pelegosto los estaba observando con la boca
abierta de asombro y preparado de antemano con un cuchillo y un tenedor
en cada mano, listo para el banquete prometido.

Los hermanos piratas le sonrieron algo presurosos y enseguida se
acercaron al chico para que Jack pudiera arrebatarle el cuchillo de la
mano y utilizarlo para poder cortar sus ataduras, asustando al pequeño
muchachito, quien salió corriendo de allí.

—¡Rápido! ¡Córtalas ya! ¿Qué estás esperando, idiota? —lo apremió Jacky
mientras él intentaba cortar las sogas y balbuceaba algunas palabras en
contra de su irrespetuosa hermana.

Pero nunca llegó a cortarlas, puesto que ambos se dieron cuenta de que
habían sido descubiertos por dos mujeres pelegastos que llevaban consigo
dos bandejas repletas de fruta.

Viendo que su hermano no reaccionaba, Jacky le propinó un buen taconazo
en el trasero para fustigarlo, obligándolo a emprender una alocada
embestida hacia las mujeres y reprimiendo un grito de dolor porque aún
mantenía sujetando entre sus dientes el sombrero de Jacky. Cabe aclarar
que, teniendo Jacky el esbelto cuerpo de una mujer, era mucho más ligera
que su hermano, quien siempre se veía obligado a transportarla sobre sus
espaldas. Las pelegostos no tuvieron ningún problema en hacerse a un
lado, permitiendo que ambos piratas siguieran de largo y estrellaran la
punta de la caña contra una pila de cocos. Cuando Jack se apartó de
ellos, notó que un coco había quedado ensartado en la punta de la vara,
así que decidió aprovecharla y, con el impulso de su propio giro, logró
lanzarlo en contra de las mujeres con la intención de noquear a alguna
de las dos. Pero no lo logró, puesto que una de ellas lo atajó con ambas
manos a poquísimos centímetros de su rostro, bañándola con su deliciosa
leche. Terriblemente furiosa, la mujer bajó el fruto y los asesinó con
la mirada. Ambas mujeres estaban dispuestas a acabar con aquellos
insolentes.

--

A todo eso, William Turner y los demás miembros de la reducida
tripulación del capitán Jack Sparrow, aún intentaban escapar de sus
hambrientos y molestos perseguidores que seguían pisándoles los talones
con su increíble velocidad fruto de su estilo de vida.

—¡Sigaaan! ¡No dejen de correr! —exclamaba nuestro joven armero, dándole
ánimos a los demás.

Pero gracias a la tupida vegetación tropical y sus ansias de alejarse lo
más rápido posible del los Pelegostos, ninguno de ellos se dio cuenta de
que estaba a punto de terminárseles el camino, cayendo de repente desde
una alta cornisa hacia una profunda hondonada entre aterrorizados gritos
de pavor proferidos por nuestros despavoridos protagonistas. Luego de
una caída libre de varios metros de altura, la jaula y todo su contenido
cayó brutalmente en contra de las aguas de un río subterráneo,
haciéndose pedazos y dejando libres a sus prisioneros, quienes bajo el
temible ataque de las flechas que los nativos les dirigían desde las
alturas, se alejaron nadando ayudados por la corriente del agua.

--

Atacados ferozmente por las dos mujeres pelegostos, los dos hermanos
Sparrow trataban de evadir la enorme cantidad de proyectiles que ellas
les lanzaban entre histéricos gritos frenéticos con la intención de
golpearlos con dichos proyectiles que no eran otra cosa más que frutas
tropicales.

--

Asediados continuamente por las peligrosas y mortales flechas de sus
enemigos, Will y los demás seguían nadando por las aguas del río en la
búsqueda de una favorable salida hacia la libertad de aquel oscuro
lugar, con la fortuna, de que ninguno de ellos había sido alcanzado por
aquellas flechas.

--

Mientras tanto, nuestros capitanes seguían evadiendo las frutas evitando
ser golpeadas por ellas. Poco a poco, con verdadera puntería, algunas de
las frutas fueron clavándose en las puntas de la caña, que permanecía
horizontal gracias a la incómoda posición de los hermanos y su intento
de evadirlas.

--

—¡Cúbranse! —les pidió su contramaestre a sus subordinados mientras
seguían evitando el toque mortal de la lluvia de flechas que había
comenzado a arreciar terriblemente sobre ellos. Debían evitar a toda
costa que alguno de ellos resultara herido o muerto por los pelegostos.

--

Melones, sandías, papayas, ananás y demás frutas tropicales volaban por
los aires disparadas por las dos mujeres pelegostos, dirigiéndose no
solamente a sus "dioses", sino también, estrellándose contra cualquier
cosa alrededor de ellos, haciendo mil pedazos los frutos.

—¡¡Ya basta!! —pidió la capitana Jacky Sparrow, deteniendo a sus feroces
atacantes y sus proyectiles de frutas.

Y, ante la consternación de aquellas mujeres, vieron ante ellas… a una
verdadera brocheta humana, teniendo como ingredientes, a Jack, Jacky y
un montón de frutas ensartadas a ambos lados de la vara.

--

Guarecidos en una gruta al final del río subterráneo en donde la
corriente se introducía hacia las entrañas de la Tierra por brechas más
profundas e infranqueables para los seres humanos, Will, Gibbs, Ana
María, Cotton y Marty, se encontraban muy afligidos mientras intentaban
permanecer ocultos ante los ojos de sus peligrosos enemigos. Pero eso no
fue posible, ya que, desde las alturas y entre la vegetación de la isla,
decenas de pelegostos emergieron con la intención de rematarlos con sus
arcos y flechas.

Nuestros protagonistas ya se hubieran dado por muertos, pero la
repentina aparición del niño que había descubierto la fuga de los dioses
gemelos, obligó a los pelegostos a olvidarse de ellos y centrar su
atención en una fuga mucho más importante.

—¡Paka! —exclamó tratando de llamar la atención a sus mayores y
apuntando en dirección a la aldea—. ¡Nade-e kaga! ¡Nade-e kaga!

Comprendiendo entonces la gravedad de la situación, los cazadores
prefirieron ir en busca de los dioses fugados, abandonando a sus otras
presas de menor importancia. Y aunque Will y los demás no sabían a qué
venía esa repentina reacción, pudieron respirar aliviados, ya que no
corrían el riesgo de morir por el momento.

--

Dando un terrible grito de "guerra" para asustar a las mujeres, Jacky
volvió a propinarle un buen taconazo en el trasero a su hermano, quien
salió corriendo lo más rápido que pudo, pasando de largo entre medio de
las pelegostos, pero, tras el peso de la fruta que llevaba delante de
él, lo hizo inclinarse hacia abajo y clavar la punta de la caña contra
un montón de rocas, que, debido al gran impacto, la elasticidad de la
vara, la velocidad con que había corrido Jack y el poco peso que ambos
hermanos ostentaban, hizo que la caña se arqueara como un elástico,
levantara a los piratas por los aires y se disparara hacia adelante
girando por los aires junto a todo su cargamento, cruzando
inesperadamente el precipicio de una orilla a la otra, permitiendo a
Jack Sparrow caer de pie al otro lado del acantilado y a su hermana, que
se había liberado de sus ataduras gracias al revoleo, caer de espaldas
contra el suelo.

Levantándose del suelo un tanto adolorida y sacudiéndose el polvo de la
ropa, Jacky miró a su otro yo, quien aún permanecía parado a la orilla
del precipicio, sonriéndole incrédulo ante la suerte que habían tenido,
pero entonces, para la desagradable sorpresa de Jack Sparrow, poco a
poco las frutas ensartadas en la vara comenzaron a resbalar hacia abajo
y encima de él, provocándole un peligroso contrapeso que comenzaba a
inclinarlo hacia abajo en dirección al precipicio.

—¡¡Mmmfh!! —desesperado, viendo que comenzaba a inclinarse hacia atrás
estando aun atado a la caña, le pidió ayuda a Jacky, quien permanecía
parada frente a él con una graciosa expresión de sorpresa en su rostro.

Pero, en vez de ayudarlo, Jacky le quitó el tricornio de la boca y se lo
colocó mientras, sonriente, acercaba su rostro al de él y le decía:

—Gracias por cuidar mi sombrero, hermanito, ya puedes irte… ¡adiós! —y
lo empujó suavemente con el dedo índice mientras le sacaba la lengua en
un claro gesto de burla y venganza.

Y mientras Jack caía de espaldas hacia el precipicio, desapareciendo
ante la vista de su traidora y sonriente hermana, ésta se acercó a la
orilla del acantilado y le grito:

—¡¡Eso fue por Norry, hermanitooo!!

—¡¡Esta me la vas a pagar, hermanitaaa!! —replicó su hermano mientras caía.

Con cierto aire de indiferencia, las dos nativas lo vieron caer a lo
largo del acantilado al igual que su hermana, quien no se había dado
cuenta de que uno de sus tobillos aún permanecía enredado de un extremo
de la soga que muy pronto la arrastraría hacia abajo.

Cayendo horizontalmente entre el angosto espacio entre paredes del
acantilado, los extremos de la resistente caña comenzaron a raspar
dichos muros que cada vez eran más angostos hasta que, de repente, se
trabaron y el impulso provocó que las ligaduras del capitán Jack Sparrow
se aflojaran, lanzando a éste al vacío desenrollándose como si fuera un
trompo hasta finalmente quedar colgado de uno de sus pies, terriblemente
mareado. A Jacky, todo esto le hubiera hecho mucha gracia, pero justo en
el momento en que Jack caía por el acantilado junto con la vara, la
pirata fue cómica y abruptamente arrastrada hacia abajo gracias a la
cuerda que aún la había mantenido unida a su hermano

Sin darle mayor importancia a lo ocurrido y dando por perdidos a sus
"dioses", las mujeres pelegostos decidieron marcharse a hacer cosas más
importantes que ver a un par de tontos caer por un precipicio.

Mientras tanto, Jack se encontraba rezando boca abajo por que no se
resbalara la vara de las paredes y que la soga que lo contenía
resistiera lo suficiente y no se cortara para no verse estrellado contra
el suelo.

—Sólo quédate así, sólo quédate así —decía mientras juntaba las manos
como si le estuviera rezando al extremo de la caña—. Sé buena chica, eso
es, quédate así…

Pero justo cuando Jack había creído que se salvaría de una terrible
caída, la capitana Jacky Sparrow cayó repentinamente del cielo y, para
la fortuna de ella y desgracia para el otro, ésta se aferró con todas
sus fuerzas a la cintura de su hermano, dándole tal tirón, que la vara
comenzó a correrse.

—Vaya… —él comentó al darse cuenta de lo que iba a ocurrir.

—¡Oh, no! —se quejó Jacky mirando hacia abajo.

Y entonces, la caña se corrió y nuestros capitanes cayeron al vacío
profiriendo horribles gritos de terror. Como si fuera un desfile,
primero iba cayendo nuestro capitán seguido por su hermana, y a ésta la
seguía la vara aun cargada de frutas, por lo que Jack fue el primero en
caer de espaldas contra un frágil puente colgante, rompiéndolo y pasando
de largo, atravesando dolorosamente otros cinco puentes, uno tras otro,
agujereándolos para la sorpresa de un nativo que se encontraba vigilando
sobre uno de los mencionados puentes, hasta que su accidentada
trayectoria terminó dolorosamente en el suelo, estrellándose contra él y
quedando bastante atontado. Como los puentes habían "detenido" en cierta
forma su caída, el golpe contra el suelo no había sido tan tremendo.

Quejándose de dolor, el capitán Jack Sparrow, no pudo prever que su
hermana había seguido la misma trayectoria que él, así que cuando se dio
cuenta, ya era demasiado tarde.

—Oh, oh… —se quejó cuando vio a Jacky venir cayendo desde arriba
gritando como una desesperada hasta terminó estrellándose brutalmente
sobre él, terminado por sacarle el poco aire que aun le quedaba a
nuestro capitán. A diferencia de él, nada había "frenado" la caída de
Jacky, pero, afortunadamente para ella, había caído sobre algo menos
duro que el mismo suelo.

—¡Mmm…! ¡Pero qué bonitos pechos…! —comentó Jack un tanto mareado al ver
los bellos atributos de su hermana sobre su cara—… Hacía mucho tiempo
que no los toco… ¿Puedo…?

—¡Bah…! ¡Púdrete, hermanito…! —se quejó la capitana Jacky Sparrow
haciéndose a un lado, saliendo de encima de él y quedando tendida a su
lado, completamente rendida y adolorida.

Pero, ella no había sido la única en caer desde arriba, puesto que la
vara y las frutas los habían seguido a ambos y estaban a punto de caer
sobre ellos.

—¿Eh? —incrédulo y asustado, Jack pudo ver venir a la caña
peligrosamente de punta hacia ellos.

—Oh, no… —suspiró Jacky.

Afortunadamente para los dos hermanos, la caña se clavó justo entre
medio de los dos, seguida por una lluvia de frutas destrozadas sobre
nuestros protagonistas.

Por fin, y aunque sintieran como que los habían molido a palos, Jack y
Jacky se encontraban fuera del alcance de sus carniceros nativos pelegostos.

--

Mientras tanto, en la playa, Will, Gibbs, Ana María, Cotton y Marty, se
dirigían corriendo a toda velocidad hacia el /Perla Negra,/ dispuestos a
embarcarse bajo sus alas protectoras.

Ignorando la llegada de los verdaderos dueños del barco, Pintel y
Ragetti, seguían con sus labores marinas.

—¡¡Suelta la amarras!! ¡¡La amarras!! —gritaba apremiante Pintel a su
compañero desde la orilla de la playa, pues la marea ya había comenzado
a subir y el barco pirata muy pronto vería su oportunidad de desencallar.

Pero Ragetti estaba muy lejos de obedecer aquella orden, puesto que se
encontraba peleando por su ojo de madera con el monito del capitán
Barbossa, quien se lo había arrebatado.

—¡Oye! ¡Ladrón! ¡Ven acá, bola de pelos! ¡Dámelo! —se quejó cuando el
animalito se le adelantó, tomando con sus manitos el ojo que se
encontraba rodando por la cubierta perseguida en cuatro patas por su
tuerto y flacucho dueño.

A salvo sobre uno de los cañones, Jack (que así se llamaba el mono),
comenzó a mordisquear el ojo para la aflicción de su dueño

—¡No lo muerdas! —suplicó, pero entonces, logró escuchar a su amigo,
quien seguía pidiéndole que soltara las amarras, así que se levantó y se
dirigió hacia la balaustrada en donde se encontraba el loro de Cotton.

—¡Tiene mi ojo! ¡No me lo devuelve! —le dio las quejas a su amigo.

—¡¿Cómo lo recuperaste la última vez?! —le preguntó Pintel un tanto
fastidiado justo en el momento en que Gibbs y los demás llegaban hasta
donde él se encontraba, tomándolo por sorpresa.

—¡Excelente! ¡Hicieron la mitad el trabajo! —lo felicitó el maestre
Gibbs pasando de largo ante el sorprendido pirata.

—¡Lo hicimos para ustedes, sabíamos que volverían! —mintió, presuroso
por quedar bien ante los legítimos tripulantes de la nave.

—¡¡Muchachos, a zarpar!! —ordenó Gibbs.

—¡Aun falta Jack! —se detuvo el joven Turner—. ¡Sin él no me voy!

Gibbs quiso replicarle, pero justo en ese mismo momento, para la
sorpresa de todos, escucharon la voz del mencionado capitán, a quien
vieron salir corriendo como loco detrás de la falda de un montaña a
varios metros de distancia del ellos, acompañado por su contraparte
femenina, quienes, al ver el /Perla Negra/, doblaron corriendo hacia esa
dirección.

—¿Ésa es Jacky Sparrow? —preguntó Will entre feliz y maravillado de ver
que ambos se habían escapado de las fauces de los pelegostos.

Pero aquella felicidad duró muy poco cuando William Turner y los demás
vieron aparecer con horror a un enorme grupo de salvajes pelegostos que
corrían furiosos blandiendo sus armas en contra de los hermanos fugados
a quienes perseguían incansablemente.

—… Tal vez sí me vaya… —comentó el joven muchacho tragando saliva al
notar el peligro que se le avecinaba, dirigiéndose presuroso hacia el
barco con los demás asustados miembros de la tripulación.

—¡¡Huyamos, ahora!! —ordenó Gibbs inmediatamente mientras todos
comenzaban a abordar el /Perla/ para tomar sus posiciones y zarpar lo
más rápido posible y alejarse de aquella condenada isla repleta de
peligrosos caníbales.

—¿Pero qué están haciendo? —inquirió Will al ver en la lejanía, a Jack y
a Jacky tironeando algo mientras corrían.

—¿Están peleando por el tricornio? —preguntó Gibbs un tanto consternado.

—¡Esos tontos! —exclamó muy enojada Ana María mientras ponía los brazos
en jarra—. ¡Solo a ellos se les ocurriría pelear por un cochino sombrero
en un momento como éste!

—¡Suéltalo! ¡Es mío! —gritó Jack mientras intentaba arrebatarle el
sombrero a su hermana.

—¡No! ¡Este tricornio es mío! ¡Suéltalo tú! —replicó enojada negándose a
soltarlos.

Y así siguieron por el espacio de unos momentos hasta que, Jack, siendo
más fuerte que su hermana, logró quitarle el sombrero de las manos y
empujarla hacia la arena, cayendo ésta, sentada sombre el suelo.

Ya estaba a punto de quejarse, cuando su instinto la hizo volver su
rostro hacia atrás para percatarse horrorizada, que los caníbales
estaban muy cerca de ella y a punto de atraparla. Gritando despavorida,
Jacky se levantó del suelo en un santiamén y salió disparada hacia
adelante, evitando que la capturaran por muy poco.

En cuanto logró alcanzar a su hermano, le sacó el sombrero de la cabeza
y lo empujó hacia atrás para que fuera a él a quien atraparan los
temibles pelegostos que les pisaban los talones. Y entonces, comenzó
otra escena cómica entre los hermanos Sparrow, enojado con su hermana,
Jack la tomó por el cinturón y la jaló hacia atrás para que fuera ella
la última mientras le quitaba el sombrero. Pero, Jacky, al verse en
semejante posición, decidió hacer lo mismo y, tomando del cinturón de su
hermano, lo tironeó detrás suyo a la vez le quitaba el tricornio y se lo
colocaba sobre su cabeza. Dando un grito de desesperación al ver a los
nativos tan cerca de él, Jack volvió a jalar a su hermana detrás suyo al
tiempo que recuperaba el tricornio y se lo ponía. Furiosa, Jacky volvió
a jalar a Jack hasta dejarlo atrás de ella mientras le quitaba el
sombrero de la cabeza. Fastidiado, Jack hizo otro tanto con Jacky y
luego ésta volvió a repetir la misma acción contra él, y así, ambos
piratas siguieron comportándose como niñitos caprichosos haciendo lo
mismo cada instante mientras se escapaban de los pelegostos y se
dirigían al /Perla Negra/.

—¡¡Velas a todo lo que dan!! —Gibbs seguía dando órdenes a la vez que
subía por el casco del barco mientras los hermanos Sparrows se cruzaban
con el perro que había venido con Pintel y Ragetti, quien se encontraba
parado en medio de la playa ladrándoles a los pelegostos.

—¡Buen perro! —le dijo Jack mientras pasaba corriendo al lado del can.

Gritando como locos y peleando por quién dejaba atrás al otro y se
quedaba con el tricornio, los capitanes Sparrow por fin lograron llegar
hasta su amado /Perla Negra/ tras haber chapoteado desesperados la
orilla del mar, temiendo que su propia tripulación los dejara librados a
su suerte. Cave aclarar, que Jack y Jacky, también se pelearon por quién
subía primero por el casco de la nave, empujando y tironeando al otro
hasta que por fin, ambos se aferraron a las cuerdas al mismo tiempo que
el otro.

Desesperados y frustrados, los pelegostos se detuvieron a la orilla del
mar mientras veían cómo sus dioses escapaban de ellos negándoles un
suculento sacrificio.

Sintiéndose muy orgullosos tras haber escapado de aquellos locos, los
capitanes decidieron despedirse de ellos con su chascarrillo preferido.
Y así, extendiendo sus brazos al mismo tiempo en señal de despedida,
exclamaron:

—¡Y como nikuls nikuls decía: "Todos recordarán éste día como el día en
que casi se comieron al…"! —pero entonces, una inesperada ola los golpeó
de lleno, empapándolos completamente tanto a ellos como a su humor, así
que decidieron seguir trepando para abordar de una vez al /Perla
/mientras terminaban de mala gana su típica frase:

—… al capitán Jack Sparrow...

—¡Capitana Jacky Sparrow! —corrigió Jacky muy molesta mientras le
descargaba un fuerte sopapo en la nuca de su hermano, quien la miró
furioso y le dijo mientras se friccionaba el golpe:

—¿Qué te parece: "capitanes Sparrows", mi fastidiosa hermanita?

—Me parece fantástico. Vamos a nuestro camarote para festejar nuestro
acuerdo con mucho ron —le contestó sonriente mientras se apresuraba a
llegar a cubierta seguida por un preocupadísimo Jack Sparrow.

—¡Oye, hermanita! ¡Debemos arreglar eso de a quién le pertenece todo el
cargamento de ron!

Mientras tanto, los pelegostos se deshacían en lamentaciones al ver cómo
los dioses gemelos de alejaban de la isla a bordo de aquel enorme bote
negro, pero entonces, entre sus numerosas quejas, a todos les llamó la
atención unos insistentes ladridos a sus espaldas y, que al volverse, se
dieron cuenta de la presencia del perro y toda lamentación cesó
inmediatamente al encontrar un nuevo objeto de su admiración.

Dándose cuenta en lío en el que se había metido, el pobre animal dejó de
ladrar y salió huyendo a través de la playa perseguido frenéticamente
por sus nuevos adoradores.


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