Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 31: Revelaciones*

          Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

QUINTA PARTE: DAVY JONES

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 31: Revelaciones*


Una vez todos a salvo de los temibles pelegostos, la tripulación del
/Perla Negra/ se dispuso a maniobrar el barco y alejarse lo más rápido
posible de aquella horrible isla en donde varios de sus compañeros
habían perecido cruelmente bajo los voraces apetitos de los isleños.

—¡Alejémonos de esta monstruosa isla cuanto antes y salgamos a mar
abierto! —pidió el maestre Gibbs con gran ansiedad a sus dos capitanes
cuando éstos apenas habían a bordo.

—Sí a lo primero, sí a lo segundo, pero con la condición de que siempre
nos mantengamos en aguas poco profundas… —dijo Jack mientras miraba un
tanto extrañado a los reaparecidos Pintel y a Ragetti cuando éstos los
cubrían sumisamente a ambos con sus casacas secas.

—¿Acaso no estaban ustedes en prisión? —quiso saber Jacky.

—¡Oh! ¡Es que la Divina Providencia nos ayudó a escapar, mi capitana!
—contestó rápidamente el nervioso Ragetti.

—¡Oh, sí! ¡Y justo a tiempo para tener al /Perla /Negra listo para
ustedes, mi capitana! —agregó Pintel igualmente nervioso.

Frunciendo el entrecejo, Jacky prefirió escuchar la conversación que
mantenían su hermano y el maestre Gibbs, que prometía ser más interesante.

—Eso es un poco contradictorio, capitán Sparrow —replicó confundido el
mencionado Gibbs, aludiendo a los deseos de su capitán de salir a mar
abierto pero sin adentrarse a mar adentro.

—¡Bah! Eso no debería sorprenderte, Gibbs, Jack siempre ha sido un
idiota —comentó Jacky, dedicándole una linda sonrisa de desprecio a su
hermano.

En vez de replicarle, Jack le arrebató el tricornio de la cabeza y se lo
colocó en la suya mientras volvía su atención hacia su maestre.

—Tengo mucha fe en tu destreza en la navegación, maestre Gibbs —replicó
seriamente.

—Y yo tengo fe en que alguna vez… —comenzó a decir su hermana,
acercándosele con un contoneo muy seductor— ¡¡dejes en paz a mi sombrero!!

Y le quitó el tricornio luego de darle una buena patada en sus partes
íntimas, dejando a su hermano terriblemente adolorido mientras todos los
demás lo miraban lastimeramente con la cara fruncida al imaginar el
dolor que estaría sintiendo su capitán.

—¿Dó-dónde está el mono…? Necesito dispararle… —pidió Jack cuando al fin
pudo recuperar su voz. Estaba furioso y terriblemente estresado,
necesitaba desquitarse con la mascota inmortal de Barbossa.

De pronto, el ojo de madera de Ragetti cayó desde arriba, y mientras él
se arrojaba muy contento hacia la cubierta para alzarlo y limpiarlo con
una escupida, los demás alzaron la vista y vieron al mono correr a
través de los aparejos de las velas.

Sacando decididamente su carabina del cinturón, Jack se dispuso a
utilizarla en contra de la odiosa mascota del capitán Barbossa, pero,
como siempre, alguien lo interrumpió.

—¡Jack! ¡Jacky! —exclamó seriamente William Turner mientras se
aproximaba muy decidido hacia los capitanes.

—¿Eh? —el aludido volvió su rostro hacia él.

—Elizabeth está en peligro.

—¿Has considerado vigilarla más de cerca? Podrías encerrarla bajo llave,
quizás bastaría —aconsejó un tanto molesto el capitán Sparrow mientras
comenzaba a dirigirse hacia el castillo de proa. Él tenía sus propios
problemas en qué preocuparse.

—¡Ya está encerrada en prisión! ¡Condenada a la horca por haberte
ayudado! —replicó el joven armero aún más molesto y desilusionado al ver
como reaccionaba la persona en quien Elizabeth confiaba ciegamente.

—Llega un momento en que a veces hay que asumir las responsabilidades de
los errores cometidos —rebatió lavándose las manos de todo compromiso en
el asunto mientras terminaba de subir los escalones seguido por el
muchacho y su hermana Jacky.

Sintiéndose muy desesperado al no encontrar una ayuda satisfactoria en
su supuestamente amigo Jack Sparrow, Will le sacó repentinamente el
alfanje a Jacky y colocó diestramente su filo sobre el cuello del
capitán del /Perla Negra/, amenazándolo.

—Necesito tu brújula, Jack —le dijo con gran determinación a la vez que
le dirigía una mirada de soslayo al objeto deseado que se encontraba en
el cinturón del pirata—. La cambiaré por su libertad.

—Pues entonces, toma el de mi hermana —respondió—. Ella también tiene
una y no necesitamos dos brújulas en un hermoso barco como éste.

—/Navío/. Se dice /Navío/, hermanito —corrigió Jacky muy molesta.

—Es lo mismo —se quejó Jack, poniendo los ojos en blanco bastante
fastidiado.

—¡No es lo mismo! —replicó la pirata, acercándosele.

—¡Es lo mismo!

—¡No es lo mismo!

—¡Es lo mismo!

—¡No es lo mismo!

—¡Oh, no! ¡Aquí vamos de nuevo! —se quejó Ana María mientras se llevaba
la mano a la cabeza.

—Aunque sean una la mitad del otro, son muy diferentes entre sí a pesar
de ser la misma persona —comentó Gibbs, a lo que la joven morena lo miró
un tanto extrañada con aquel comentario.

—No te entendí —dijo.

—Yo tampoco me entendí… —confesó tristemente.

Frunciendo el ceño bastante enfadado al ver cómo discutían ambos
"hermanos" ignorándolo completamente, Will se dio media vuelta y le
colocó rápidamente el filo de la espada en el cuello de la espantada
capitana, callándolos a los dos.

Alzando los brazos muerta de miedo y mirando hacia el filo de la espada,
exclamó:

—¡Está bien! ¡Está bien! ¡El idiota tiene razón! ¡Es lo mismo!

—¡Eso no me importa! —exclamó desesperado y luego agregó—: Jack tiene
razón, no necesitan dos brújulas teniendo una.

—¡Ah, claro! ¿Y por qué tengo que ser yo el que te entregue la brújula?
—exclamó ofendida—. ¿Me lo ordenan porque soy una mujer? ¡No es justo!
¡Eso es discriminación! ¡Ana María! —se volvió hacia la joven pirata
llamando su atención y dejando a William bastante perplejo—. ¡Comencemos
una huelga contra la injusta discriminación de la que somos objetos!
¡Formaremos un sindicato de piratas agraviadas y molestas!

Y mientras levantaba su puño al cielo, dueña de un enorme orgullo
seguida por una frenética Ana María que la secundaba en su protesta
feminista, declaró con vehemencia:

— ¡¡Que se hundan en el averno estos sucios cerdos machistas
discriminadores!!

—¡¡Sí!! ¡¡Que se hundan!! —repitió la joven pirata con gran ímpetu
mientras alzaba su puño al cielo, imitando a Jacky Sparrow.

—¡¡Que vivan los derechos de la mujer!! —siguió declarando ante toda la
preocupación varonil de a bordo.

—¡¡Sí!! ¡¡Que vivan!!

—¡¡No a la maternidad!!

—¡¡No!! ¡¡Buuuuh!!

—¡¡No a los casamientos obligados!!

—¡¡No!! ¡¡Que se casen con un perro si quieren que alguien obedezca sus
órdenes!!

—¡¡No al analfabetismo!!

—¡¡No!! ¡¡Yo quiero aprender a leer!!

—¡¡Fuera las camisas opresoras del hombre!!

—¡¡Sí!! ¡¡Fuera las camisas!!

—¡¡Sí al voto femenino!!

—¡¡Sí al vo…!! ¡¡QUÉEE…?? —y para su propia suerte y la desilusión de
todos los presentes, Ana María reaccionó justo a tiempo antes de sacarse
completamente la camisa frente a los ojos de todo el mundo.

"¡Maldición! ¡Faltó tan poco para que lo hiciera de verdad!" —se quejó
la tramposa capitana Sparrow, habiendo preparado la escena de adrede
para poder ver los pechos de la muchacha.

Terriblemente furiosa y avergonzada, Ana María se acercó a ella y puso
los brazos en jarra.

—¿Así que los derechos de la mujer, eh?

—Eeeeh… Exacto —sonrió muy nerviosa.

—¡¡Pues ahí tienes tu derecho a ser abofeteada!! —y le propinó una buena
cachetada que la lanzó justo los brazos del sorprendido William Turner.

—¡Por las barbas de Neptuno! ¡Qué cachetada! —exclamó la capitana con la
mano en su adolorida mejilla mientras observaba a su compañera marcharse.

—Buen intento, hermanita, lástima que no resultó —la consintió muy
frustrado el capitán Jack Sparrow.

—¿Te encuentras bien? —quiso saber el amable e inocente muchacho, a lo
que Jacky decidió divertirse un poco con él, así que, abrazándose a su
cuello y acercando su bello rostro al de él, le contestó con tono seductor:

—Mientras esté a tu lado, jamás me sentiría mal, mi joven potrillito…

Viendo que las cosas se estaban poniendo muy extrañas y se habían ido
por las ramas del asunto que lo había llevado hasta allí, Will soltó
repentinamente a la capitana, provocando que ésta cayera de cara al suelo.

—¡Jack! —exclamó, volviendo a colocar el afilado alfanje sobre el cuello
del aludido—. ¡Estoy hablando en serio! ¡Necesito esa brújula con
desesperación! ¡Necesito liberar a Elizabeth! ¡No quiero perder más
tiempo con sus payasadas! ¡Dame la brújula!

Notando que el chico estaba realmente decidido a hacer cualquier cosa
por salvar a su novia, Jack cruzó miradas cómplices con su hermana
mientras ésta se levantaba del suelo.

—¡Señor Gibbs! — Jack lo llamó mientras se sacaba despectivamente la
espada de encima.

—¿Sí? —contestó el aludido, quien se encontraba cerca de ellos al mando
del timón y adivinando que a su capitán de la había ocurrido una idea
siniestra.

—Es necesario navegar río arriba…—le susurró al oído mientras miraba de
soslayo al joven Turner— Necesito que nos lleves hacia /el río/….

Muy preocupado y percatándose de que era peor de lo que él pensaba, dijo:

—¿Por "necesario" te refieres a una necesidad nimia o fugaz? O tal vez
sea un capricho ya pasajero, señor, una absurda fantasía.

—No, es una necesidad real, integra y flexible —le respondió
sencillamente a la vez que se dirigía hacia la balaustrada del castillo
de proa para otear el horizonte.

—Lo que necesitamos, es volver a Port Royal de inmediato, sin tardanza
alguna —declaró Will, acercándosele.

—William —comenzó a decir el capitán Jack Sparrow mientras que su
hermana se colocaba al lado del chico y le sonreía conciliadoramente—,
cualquiera de nosotros va a darte la brújula… si tu quieres ayudarnos a
buscar esto —terminó de decir mientras sacaba un viejo lienzo del
bolcillo interior de su casaca y lo extendía ente los ojos castaños del
joven armero.

Aquel lienzo no era otra cosa más que aquel que Jack Sparrow había ido
en su busca en la prisión turca.

Will lo observó lleno de extrañeza el dibujo de una llave.

—¿Quieren buscar… esto? —preguntó.

—No —lo corrigió—. /Tú/ quieres buscar esto. Porque al encontrar esto,
te encontrarás encapacitoriamente al encuentro y/o localizando tu
descubrimiento, cuando aparezca, que aparte de ese gran descubrimiento,
hallarás una manera de salvar a tu querida novia…, como se llame, /¿Savvy?/

Muy confundido por toda aquella palabrería sin sentido, Will se volvió
hacia Jacky en busca de una entendible traducción.

Bufando un poco fastidiada, Jacky le tradujo de mala gana:

—Dice que cuando encuentres esa llave, también encontrarás otro modo de
salvar a Elizabeth…

—¿Y si no la encuentro?

—Entonces, Jack, amablemente, te dará su brújula.

—¿Y quién dijo que /yo/ seré quien le entregue la brújula? —se quejó
Jack inmediatamente—. ¿Por qué no se la entregas tú, hermanita?

—¡Claro que no! ¡Dale la tuya, hermanito!

—¡No! ¡Mejor dale la tuya!

—¡No! ¡La tuya!

—¡No! ¡La tuya!

—¡No! ¡La tuya!

—¡No! ¡La tuya!

Y así, los hermanos Sparrow volvieron a comenzar una de sus infaltables
peleas caprichosas ante el asombrado muchacho, quien miraba a uno y a
otra respectivamente, hasta que colmaron su paciencia.

—¡Ya basta ustedes dos! —exclamó mientras los separaba—. ¡Me da igual
cual de los dos me da su brújula, siempre y cuando me la den! —y,
dirigiéndose hacia Jack, tomó el lienzo y preguntó:

—¿Esto es lo que salvará a Elizabeth?

En vez de responder a esa pregunta, Jack decidió comprobar algo en los
conocimientos del muchacho, para asegurarse.

—¿Qué saber acerca de Davy Jones? —quiso saber.

Un tanto pensativo, mientras fruncía el entrecejo tratando de recordar
algo sobre el hombre que portaba ese nombre, respondió que no sabía
mucho acerca de él.

Jack y Jacky se miraron muy contentos.

—Sí, esto va a salvar a Elizabeth —le respondió al fin el capitán
Sparrow, muy satisfecho con la ignorancia del pobre muchacho.

--

Al día siguiente de su primera noche de pasión, Isabel se había
levantado muy temprano en la mañana, dejando al capitán Seagull Hood
completamente dormido sobre la cama. Una vez vestida con uno de los
tantos hermosos vestidos que él le había regalado, salió a cubierta para
pensar en todo lo que le había ocurrido aquella inolvidable noche, y,
apoyándose sobre la balaustrada y mirando hacia las costas jamaiquinas,
ella se dejó llevar tanto por sus pensamientos como por sus sentimientos.

La noche anterior había experimentado el placer más grande de su vida al
haberse dejado arrastrar por sus impulsos más bajos e inmorales que
habían permanecido latentes en su interior, haciendo el amor una y otra
vez con aquel sucio pirata que tanto detestaba. ¡Jamás había imaginado
en sus más de 30 años que hacer el amor era la experiencia más
maravillosa que se podía experimentar! ¡Casi tan excitante como ganar
una batalla! Claro que había sentido un poco de miedo al principio,
además de haber estado bastante nerviosa, pero se había controlado
perfectamente, demostrándole a aquel hombre que ella podía mostrarse tan
profesional en algo que desconocía como en algo en lo que era una erudita.

Isabel sonrió satisfecha, ahora ella por fin era toda una mujer y se lo
demostraría a James apenas se diera la oportunidad. ¿Él quería a una
cualquiera como esposa? Bueno, eso le daría y también le demostraría que
ella sabía tanto de sexo como él… ¡Caería rendido a sus pies en cuanto
supiera toda la pasión que ella podía entregarle! Ahora sabía lo que le
gustaba a los hombres, y estaba dispuesta a satisfacer todas las
necesidades íntimas de James para conquistarlo. ¡Al fin sería suyo!

Pero, a parte de la experiencia, Isabel había decidido que, sabiendo
hacer el amor como a ella le gustaba, ningún hombre, ni siquiera James,
le impondría nunca nada sobre cualquier lecho. Ella era dueña absoluta
de su vida y de su cuerpo, y nadie se impondría ante ella en cualquier
aspecto de su vida. Ella tendría, como siempre, el poder y el control
sobre todas las cosas.

Aun así, aunque sintiera que había ganado algo precioso, no podía evitar
sentirse sucia al haberle permitido a un asqueroso pirata tocarla de esa
manera. ¡Hasta se ruborizó muy avergonzada cuando pensó en lo que le
hubiera dicho su tío Christian si se hubiera enterado de lo que ella
había hecho! Pero… ¿importaba eso ya ahora que él estaba muerto? No lo
sabía, pero sí sabía que ella misma había cambiado desde que James la
había rechazado aquella noche, cuando ella estaba dispuesta a ser su
esposa, entregarse a él y olvidar así su doloroso pasado. Pero también
se preguntaba si aquella oscura personalidad suya no se había mantenido
oculta todo aquel tiempo detrás de una fría máscara de rectitud e
integridad. ¿Ella habría sido así si sus padres no hubieran muerto? ¡Por
supuesto que no! ¡Ella habría sido una mujer normal como tantas otras!
Tal vez habría conocido a James de otra manera y seguramente se habrían
casado… Pero nada de eso había pasado, ella jamás podría haberse
convertido en una distinguida dama como lo había sido su madre y
enamorar a James sin tener que haberle rogado a casarse con ella… Todo
había sido por culpa de los piratas, nadie más que ellos habían sido los
culpables de haberle provocado una vida tan llena de angustia y rencor.
Todos debían ser eliminados, absolutamente todos.

—Malditos piratas… —murmuró muerta de rabia mientras hacía rechinar sus
dientes—, juro que no dejaré a ningún pirata con vida sobre la faz de la
Tierra…

—¡Buenos días, mi amor! ¿Has dormido bien anoche? —la saludó
repentinamente el capitán Seagull Hood mientras salía de su camarote y
se estiraba muy satisfecho por el nuevo y hermoso día después de haber
pasado una noche más que maravillosa.

Viendo que ella no le decía nada, él se acercó sonriente y le rodeó
cariñosamente la cintura con su bien formado brazo.

—Realmente la pasé muy bien anoche, ¿sabes? Y yo que pensaba que eras
una inexperta en el amor… Pero veo que me he equivocado y debo
inclinarme a tus pies… —y le hizo una graciosa venia, inclinándose ante
ella.

Isabel lo miró despectivamente, cruzándose de brazos.

Sin querer percatarse de aquella actitud tan fría que ella le
demostraba, Seagull siguió proyectando su amor con gran emoción.

—¡Ah! ¡Será magnífico el que tú y yo vivamos juntos como marido y mujer!
¿Te imaginas todo lo que disfrutaremos? ¿Las aventuras que tendremos
juntos a lo largo y a lo ancho de los siete mares? Todos dirán: "¡Allí
viene el heroico Seagull Hood, acompañado por Isabel Hood, la mujer más
hermosa de todas la princesas piratas que se hayan visto jamás en los
siete mares!

—¡No! —exclamó Isabel apartándose bruscamente del sorprendido pirata—.
¡¿Quién te ha dicho que yo quiero pasar el resto de mi vida contigo,
sucio animal?! ¡Jamás aceptaría ser una pirata y ni mucho menos casarme
con uno!

—¡P-pero…! —el pobre Seagull no podía creer lo que estaba oyendo, pues
había estado seguro de que ella se había enamorado perdidamente por él—.
¿Y lo que hicimos anoche? ¿No significó nada para ti?

—¿Significar algo para mí, dices? ¡Ja, ja, ja! ¡No seas ingenuo! —le
divirtió sobremanera ver la profunda expresión de desencanto en el
apuesto rostro varonil de aquel pirata—. ¡Solamente fue para mi una
entera satisfacción y no para querer tener algo especial contigo! ¿Pero
quién te has creído que eres para que yo me sintiera atraída por un
sucio y asqueroso pirata como tú? —sonrió cruelmente—. Tan sólo eres un
pobre diablo creído de su propia imagen…

Completamente impactado por aquella brutal confesión por parte de la
mujer que lo había enamorado, Seagull hizo un esfuerzo más que increíble
para volver a sonreír y aparentar indiferencia mientras sentía que su
destrozado corazón se caía a pedazos al igual que sus sueños.

—¡Vaya! ¡Menos mal que me hiciste saber lo que piensas en realidad!
—dijo sonriendo falsamente—. Por un momento pensé que te habías
enamorado de mí y que no me dejarías en paz hasta que lograras casarte
conmigo!

—¿Y por qué dijiste todas esas cosas? —ella quiso saber, incrédula ante
sus palabras.

—¡Bah! Solamente fue para ponerte a prueba para ver cómo reaccionabas, y
si te hubieras puesto contenta, te habría mandado directamente hacia
Port Royal, porque… ¿sabes? —se golpeó el pecho con el puño para darle
más impacto a sus palabras—El capitán Seagull Hood es una gaviota tan
libre como el mar y ninguna mujer lo atrapa en sus redes.

—Pues, después de todo, deberás mandarme hacia Port Royal —le replicó
sonriente.

—¿Y por qué razón si los dos la pasamos fantástico? —le preguntó extrañado.

Entonces, mirando hacia el horizonte, justo cuando la ciudad de Port
Royal comenzaba a hacerse visible, ella le contestó con marcada arrogancia:

—Porque el comodoro James Norrington está esperándome —lo miró
sonriente—. Él es mi prometido, ¿lo sabías?

Pero si ella había esperado una reacción de desagradable sorpresa en el
rostro de Seagull, mayor fue su desconcierto cuando éste le contestó
entre sonriente y atónito:

—¡Vaya! ¿Dices que el comodoro Norrington es tu prometido? Pues creo que
ahora ambos están parejos, querida, ambos se engañaron.

—¿Por qué dices eso?

—Porque tan sólo hace unos días, cuando yo estaba a punto de zarpar de
estas aguas, me enteré que el comodoro Norrington había arriesgado su
vida y su rango tras haber salvado de la horca a su amante…: una pirata,
la hermana gemela del capitán Jack Sparrow.

--

Mientras tanto, en el muelle de Port Royal, un barco mercante llamado
/Edinburgh Trader/, terminaba de levar anclas y soltar las velas con
toda la tripulación lista para zarpar e iniciar una nueva travesía
comercial.

Ya en alta mar, cuando todos estaban ocupados con sus quehaceres, uno de
sus tripulantes que se encontraba limpiando la cubierta, hizo un
extraordinario descubrimiento: un vestido de novia.

En aquellos tiempos, la gente podía ser demasiado supersticiosa, así
que, al haber encontrado aquel vestido entre medio del cargamento del
barco, había despertado una histeria colectiva entre toda la tripulación
sobre el origen y la causa de aquella prenda.

Intrigado por el escándalo que se había armado en cubierta, el capitán
del /Edinburgh Trader,/ decidió salir de su camarote y averiguar lo que
estaba ocurriendo entre su agitada tripulación.

—¿Qué es lo que sucede? —preguntó en cuanto vio que dos de sus marineros
se encontraban tironeando un vestido, enzarzados en una fuerte discusión.

Luego de que todos guardaran silencio, el capitán agregó con sarcasmo al
ver el vestido en manos de dos de sus hombres:

—Si les gusta el vestido y quieren usarlo, sólo compártanlo, primero se
lo pone uno y después el otro.

Toda la tripulación rompió en carcajadas mientras los dos hombres que
tenían dicha prenda miraban a su alrededor un tanto molestos.

—No se trata de eso, Señor —le dijo el que parecía más culto—. La nave
está embrujada —fue su sorprendente declaración.

—¡Ah! ¿Eso crees? —replicó incrédulo—. ¿Y tú qué crees? —le preguntó al
otro que tenía peor apariencia que su compañero y además era calvo.

—Hay… una presencia femenina a bordo, señor… —le respondió bastante
nervioso mientras miraba a su alrededor—. Todos los hombres lo perciben…

Tomando ahora más en serio aquella inusual situación, el capitán puso
los brazos en jarra y miró preocupado hacia aquel vestido, pensando.

—Es el fantasma de una dama, enviudada antes de la boda, supongo —agregó
temeroso otro de los marineros mercantes, uno bastante menudo y que se
encontraba en medio de los ostros dos—. Que busca a su esposo que se
ahogó en el mar.

—Debió ser doncella. Lo más probable es que fuera virgen —agregó otro
que era un tanto viejo—, y eso trae mal presagio, por lo que cuentan.

Y mientras esta supersticiosa conversación se llevaba a cabo, un joven
muchacho que se encontraba barnizando la madera de la balaustrada y que
era el único que se mantenía apartado de toda aquella situación, volvió
su esbelto rostro hacia ellos, escuchando atentamente las palabras que
entre ellos se decían. Aquel muchacho no era otro más que la joven
Elizabeth disfrazada de hombre, llevando la cara sucia para no ser
reconocida como representante de su género femenino.

—¡Por eso propongo que arrojemos el vestido por la borda con la
esperanza de que el espíritu lo siga…! —habló el primer hombre,
arrebatándole el vestido a su compañero.

—¡No! —negó asustado el hombre calvo mientras tomaba la prenda entre sus
manos—. Eso no alejará al espíritu, señor, lo enojaría aun más. Lo que
hay que hacer es averiguar qué necesita el espíritu, y luego…

—¡Devuélvelo! —replicó su compañero, tironeando el vestido y haciendo
oídos sordos a su sugerencia.

—¡Suéltalo! —rebatió el otro, tironeando con fuerza y negándose a soltarlo.

Elizabeth no pudo reprimir una sonrisa de burla al ver que aquellos
hombres volvían a pelearse por su vestido de novia. El plan parecía
marchar sobre ruedas.

Viendo que sus hombres volvían a perder el control, el capitán decidió
intervenir con racionalidad.

—¡¡Basta!! ¡¡Silencio!! ¡Son un par de idiotas supersticiosos y esto los
ha trastornado! ¡Son historias solamente! —les arrebató el vestido muy
enojado—. ¡La impresión que yo tengo es que esto indica es que tenemos
un polizón a bordo! —a Elizabeth no le gustó nada aquella sugerencia—.
¡Al parecer una mujer joven! ¡Quiero que registren todo el barco y la
encuéntren!

Todos los miembros de su tripulación comenzaron a mirarse entre ellos,
algo incrédulos ante las lógicas palabras de su capitán.

—¡Ah! Y… —agregó éste con picardía su capitán— es probable que esté desnuda…

—¿Has oído? ¡Desnuda! ¡Hay que correr! —exclamó muy emocionado el primer
hombre que había hablado.

Y así, el capitán había logrado hacer desviar la atención de su
tripulación hacia algo más concreto y agradable para ellos, quienes,
excitadísimos por hacer ese gran descubrimiento femenino, comenzaron a
buscar frenéticamente por todo el barco a la polizona que,
probablemente, estaría desnuda. Elizabeth, para guardar las apariencias,
también inició su propia búsqueda, rezando para sus adentros que
aquellos sujetos no la descubrieran. ¡No quería imaginar siquiera lo que
harían con ella si la encontraban!

--

Más tarde aquel mismo día, el /Perla Negra/ se encontraba anclado cerca
de la costa en una región oscura y pantanosa, frente a la desembocadura
de un afluente llamado Río Pantano, por donde los hermanos Sparrow ya se
encontraban navegando sobre un par de botes acompañados por su reducida
tripulación y el joven Will Turner, con la intención de visitar
nuevamente a la famosa pitonisa llamada Tía Dalma.

Cotton (y su loro), Ana María y Marty iban en el primer bote junto con
Jack; Will, Gibbs, Ragetti y Pintel iban en el segundo bote con Jacky y,
mientras recorrían aquellas oscuras aguas en medio de un silencio
sobrecogedor que se rompía bajo los monótonos trinos de las aves o
chillidos de las bestias que allí habitaban, rodeados por siniestros
árboles y observadores silenciosos, un lugar cubierto por una espesa
niebla por donde apenas se abrían paso algunos ases de luz, Will quiso
saber algo que lo había intrigado desde que se había reencontrado con
los capitanes Sparrow.

—¿Por qué Jack y su hermana le temen al mar abierto? —preguntó, llamando
la disimulada atención de Jacky, quien iba en la proa del barco oteando
algo nerviosa a su alrededor al igual que su hermano.

—Mira, si crees en estas cosas…, en cuentos… —comenzó Gibbs a explicarle
con su habitual locuacidad misteriosa para contar historias, espantando
especialmente al miedoso de Ragetti—, hay una bestia que obedece a Davy
Jones, ¡una feroz criatura con tentáculos gigantes que succiona la piel
de la cara hasta arrancarla y arrastran una nave entera hacia la
profunda oscuridad eterna!

Y luego de hacer una breve pausa para aumentar el suspenso a su
narración, reveló el nombre de dicha bestia—: ¡El Kraken!

Todos se miraron muy preocupados —excepto Jacky, quien seguía mirando
hacia adelante, escuchando disimuladamente—, pues cada uno de ellos
habían escuchado hablar de aquel terrible monstruo alguna vez en sus
vidas, y no era algo muy agradable de recordar.

Viendo cómo reaccionaban a sus palabras, el maestre Gibbs siguió con su
narración:

—Se dice que el hedor de su aliento apesta a… —hizo una mueca de asco—.
Imagina que justo ante de dejar este bello mundo sólo oigas el rugido
del Kraken y sientas el fétido olor de mil cadáveres en descomposición…
Suponiendo que /creas/ en estas cosas.

—¿Y con esa llave, Jack y su hermana se salvarían? —preguntó intrigado
el muchacho.

—Esa es justo la pregunta que ellos buscan contestar… —Hizo una pausa
antes de agregar un tanto resignado—, hasta el punto, incluso, de llegar
visitarla a… /ella./

—¿A /ella/? ¿Te refieres a Tía Dalma?—repitió intrigado, levantando una
ceja.

—Sí.

—¿Pero qué tiene de mal…?

—Cómo les gusta hablar mal de los ausentes, ¿verdad? —lo interrumpió la
capitana Sparrow un tanto molesta, volviendo su rostro hacia ellos—.
¿Acaso se olvidaron de la enorme ayuda que Tía Dalma nos prestó hace
unos meses cuando caí en la Maldición del Anillo de la Calavera? Ustedes
son bastante malagradecidos, /savvy?/

—Eso era justo lo que yo iba a decir —aclaró Will.

—Pero mi capitana —comenzó a decir su primer oficial—, ¿acaso olvida
usted su pasada relación con ella hace algún tiempo atrás?

Para William, aquello era bastante raro, pues en vez de imaginarse a
Jack y a Tía Dalma juntos, se imaginaba a Jacky con Tía Dalma.

—Confundes al muchacho, Gibbs —replicó ella mientras observaba
detenidamente al muchacho para luego volver su atención hacia Gibbs—. Es
cierto que cuando yo era un hombre hubo algo entre nosotros dos, pero
como bien tú bien dijiste: eso quedó en el pasado. "Lo pasado pisado",
/Savvy?/

—¡Pero ella no es una mujer confiable, mi capitana! —protestó.

—Te equivocas de punta a punta, Gibbs, ella es MUY confiable para mí.

Gibbs frunció el entrecejo y preguntó:

—¿Dices eso porque ella salvó la vida del comodoro Norrington, capitana?

Ella lo fulminó con la mirada y luego le volvió la espalda mientras se
cruzaba de brazos.

—Puede ser… Por lo menos demostró ser mucho más confiable que todos
ustedes, partida de cobardes.

Luego de un breve silencio, Will se acercó aún más a Gibbs y preguntarle
por lo bajo.

—¿A qué se refiere con eso? Se la ve muy molesta con ustedes…

—Lo que pasa, Will —miró de reojo a su capitana—, es que nosotros no
quisimos ayudarla a rescatar al comodoro Norrington cuando éste la ayudó
a escapar de la horca en Port Royal el otro día, así que… creemos que de
verdad ella /siente/ algo por él, y como seguramente ya sospechamos, al
pobre ya lo habrán ahorcado por alta traición por haber liberado a una
pirata.

—Pero el comodoro Norrington no está muerto —fue la sorprendente
revelación del joven Turner—. Bueno, eso creemos Elizabeth y yo.

Sin volver su rostro hacia el muchacho y sintiendo la cara muy caliente,
Jacky pudo controlar sus emocionados y confundidos sentimientos así como
los agitados latidos de su corazón tras haber escuchado que su Norry aún
estaba con vida.

—¿A qué te refieres con eso de que /creen/ que está con vida? —preguntó,
dominando apenas el tono ansioso de su voz.

—Pues, en el momento en que iban a ahorcarlo, la dama francesa y el
pequeño Billy lo rescataron justo a las puertas de la muerte y se lo
llevaron quién sabe dónde.

Durante unos segundos interminables, todos guardaron silencio, esperando
ver la reacción de Jacky Sparrow tras haberse enterado que el comodoro
James Norrington posiblemente estuviese con vida, pero, ella no se
volvió para mirarlos en ningún momento, simplemente siguió dándoles la
espalda manteniendo los brazos cruzados sobre su pecho.

A medida que todos comenzaban a mirarse, ésta los sobresaltó diciendo:

—Will, ¿tú querías la brújula para entregársela a Beckett para que éste
liberara a Elizabeth, no es así?

—Así es.

—Pues olvídate de la mía —fue la terminante decisión, dejando a todos
muy sorprendidos, especialmente a William Turner.

Y mientras seguían navegando a través del Río Pantano, la capitana Jacky
Sparrow lloraba en silencio inmensas lágrimas de alegría.

"¡Está vivo! —pensaba muy emocionada mientras se llevaba la mano al
agitado pecho—. "¡Mi Norry está vivo! ¡No murió! ¡Podré verlo de nuevo!"
—bajó disimuladamente su mano hacia la codiciada brújula—. "¡Con esto
podré encontrarlo de nuevo y muy pronto volveré a fastidiarlo todo lo
que yo quiera! ¡Y juro que esta vez no se me escapará ni habrá un no
como respuesta!".


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