Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 33: La Aparición de Davy Jones*

            Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

QUINTA PARTE: DAVY JONES

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 33: La Aparición de Davy Jones*


Una vez que la pequeña tripulación del /Perla Negra/ logró conseguir la
información que tanto buscaba por parte de Tía Dalma, pusieron rumbo a
la dirección que ella les había proporcionado para poder encontrar al
/Holandés Errante/ y a su capitán –Davy Jones–, para robarle la llave
que abriría el cofre en donde él había guardado su corazón tras su
desengaño amoroso.

Según la tradición que se pasaba de generación en generación, se contaba
entre los marineros que el /Holandés Errante/ era un barco fantasma que
no podía volver a puerto, condenado a vagar para siempre por los océanos
del mundo. Cuando este navío era oteado en la distancia, a veces se lo
veía resplandeciendo con una luz fantasmal. Si otro barco lo saludaba,
su tripulación maldita trataba de hacer llegar sus mensajes a tierra a
sus seres queridos, muertos siglos atrás.

Habían muchas versiones acerca de su origen; una de ellas era que una
terrible epidemia había infectado a toda tripulación, a la que, por ese
motivo, no se le permitió desembarcar en ningún puerto, siendo
condenados desde entonces -barco y marineros- a navegar eternamente sin
posibilidad de pisar tierra. Aquel desastre posiblemente había ocurrido
en el siglo XVII.

Davy Jones era ahora el actual capitán del /Holandés Errante/, su
extraño y horrible aspecto era una mezcla entre un ser marino y
demoníaco. Su aspecto era de un hombre mitad pulpo, los tentáculos de su
rostro se asemejaban a su cabello y barba, y su brazo izquierdo era una
gran y poderosa tenaza de cangrejo. Los dedos de su otra mano eran
también tentáculos, siendo el índice el más largo. Su pierna derecha era
como una pata de crustáceo. Todo un monstruo capaz de aterrorizar a
cualquiera.

La misión de Davy Jones era recorrer los mares tomando como prisioneros
a los supervivientes de los navíos que previamente había hundido. Todo
aquel que era capturado por Jones tenía dos opciones: morir a manos de
la tripulación maldita o unirse a ella por cien años hasta convertirse
en parte de su barco al final de dicho plazo.

La llave que tanto querían los capitanes Sparrow y William Turner, podía
abrir el cofre en donde Davy Jones había guardado su corazón, y, quien
tomara posesión de él, podía obligarlo a seguir sus órdenes y así
controlar los océanos, incluso a matarlo, ya que era su único punto
vulnerable.

Afirmado en la balaustrada de la cubierta de popa, Will Turner dedicaba
sus pensamientos hacia su propio incierto destino y el de su amada
Elizabeth. ¿Cómo estaría? Hacía un par de días que no sabía nada de ella
y eso lo preocupaba muchísimo; rezaba porque nadie se hubiera atrevido a
hacerle daño, ni siquiera a ponerle la mano encima.

Will suspiró tan frustrado como enojado, ¿por qué tenía que haberles
pasado todo eso justo el día de su tan anhelado casamiento? ¿Por qué
todo se confabulaba contra ellos? ¿Es que acaso jamás tendrían un
momento de paz para poder vivir como una pareja normal con una vida
normal como todos los demás? Desde el preciso momento en que ambos
habían conocido a Jack Sparrow, sus vidas habían cambiado para siempre.
Pero, gracias a los problemas que él les había causado, Will había
podido declararle finalmente su amor a Elizabeth, logrando que ella lo
aceptara como su esposo. Tal vez, si Jack Sparrow no hubiera aparecido
en sus vidas junto con la maldición del oro de Cortés, a estas alturas,
Elizabeth ya estuviera casada con el comodoro Norrington.

¿Qué les deparaba el destino ahora que pendía sobre ambos una orden
judicial? La seguridad de un hogar confortable y una vida común y
corriente había desaparecido de su horizonte y, tal vez, para siempre.

Pero Will Turner amaba a Elizabeth con toda su alma y su corazón, y
estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, hasta arriesgar su
propia vida con tal de verla libre de las ambiciosas manos de Beckett.

—… Aunque sinceramente preferiría permanecer a tu lado todo el resto de
nuestras vidas para poder amarte para siempre, mi querida Elizabeth…
—murmuró un tanto deprimido mientras sacaba el colgante de su bolcillo y
se quedaba observando detenidamente la moneda que su padre le había
mandado antes de morir, aquella que Tía Dalma había cambiado su poder
maldito para un uso más provechoso.

—¿Se puede saber qué te preocupa, joven William? —quiso saber el maestre
Gibbs, acercándose a él, apoyándose también sobre la balaustrada.

El chico, después de sonreírle amistosamente, volvió su preocupado
rostro hacia la moneda que se balanceaba frente a sus ojos,
sosteniéndola de la cadena con su mano.

—¿Crees que todo lo que dice Tía Dalma siempre se cumple?

—¡Ah! ¿Te preocupa su vaticinio sobre tu futuro?

—Más bien me preocupa su vaticino sobre mi muerte.

—¡Oh! Hablas de eso… —murmuró Gibbs, dándose vuelta y apoyando su
espalda sobre la balaustrada.

Luego de un prolongado silencio, el segundo al mando del /Perla Negra/
comenzó a hablar suave y cuidadosamente, como si escogiera cada una de
sus palabras para no preocuparlo.

—Bueno…, joven Will, generalmente, lo que dice Tía Dalma… la mayoría de
las veces resulta… cierta.

—¿Pero el destino se puede cambiar, no es así? Una vez que se sabe lo
que va a pasar —Will se negaba a admitir que las cosas podían terminar
de la peor manera posible. Él era un muchacho muy valiente, pero lo
asustaba el hecho de dejar sola a Elizabeth en un mundo que parecía
volvérseles en su contra.

—Yo creo —comenzó a decir Gibbs mientras se volvía para mirar a su
amigo—, que el destino se puede cambiar cuando uno sabe lo que va a
pasarle en el futuro. —Le colocó la mano sobre el hombro para
reconfortarlo—. Ya no pienses más en eso y ten fe en que todo saldrá
bien al final, ¡ni siquiera Poseidón logrará separarte de tu novia!

Al ver que el inocente muchacho asentía con toda confianza sus palabras
de apoyo, Gibbs no pudo evitar sentirse algo culpable, pues tenía pleno
conocimiento de las verdaderas intenciones de sus capitanes, oscuras
intenciones que perjudicarían inevitablemente a la joven pareja. Pero no
tuvo mucho más tiempo para sentir remordimientos, puesto que vio al
capitán Jack Sparrow salir corriendo de su camarote y acercarse
apresuradamente hacia ellos, notándoselo muy alarmado.

—¡Maestre Gibbs! ¿No ha visto por aquí a mi querida hermanita? No está
en mi camarote...

—No, mi capitán; no la he visto desde que usted la encerró ayer en su
camarote cuando ella se puso histérica y quiso desertar.

—Me sorprende que no la hayas atado —comentó Will con ironía.

—¡La até! —Jack aseguró nerviosamente— ¡Pero me olvidé de que ella es yo
y yo soy ella y que ella sabía perfectamente cómo desatar mis nudos así
como yo sabría cómo desatar sus nudos!

Will y Gibbs se miraron como si aquello no los sorprendiera en lo más
mínimo.

—¿Cuándo fue la última vez que la vio, mi capitán?

—Creo que…, hace como tres horas…

—Bueno, pues, entonces ella aún podría estar aquí o... quizás no… Es el
tiempo suficiente para que haga cualquier cosa.

—¿Ya revisaste la bodega, Jack? —preguntó Will, encogiéndose de hombros.

Al escuchar aquella lógica sugerencia, Jack se quedó como absorto en sus
pensamientos por espacio de unos segundos, con el rostro lívido por el
horror y la boca muy abierta, pues recién había caído en la cuenta de
que el primer lugar que Jacky habría visitado, sería la bodega en donde
guardaba su preciado y delicioso ron.

—¡¡No!! —exclamó, sobresaltando a sus amigos—. ¡¡La bodega!! ¡¡Mi ron!!
¡¡Mi amado ron!! —Se volvió hacia ellos muy alarmado— Creo, caballeros,
que será mejor bajar ya mismo a la bodega, buscar a la borracha de mi
hermana, sacarla a patadas de allí y rescatar el ron.

Muy intrigados por ver cómo iba a terminar todo aquello, Will y Gibbs
siguieron a Jack Sparrow rumbo a las escaleras. ¿Encontrarían allí a la
capitana? Es más, ¿aún estaría ella a bordo del /Perla Negra/? Desde que
Jacky se había enterado de que el comodoro James Norrington aun estaba
con vida, había comenzado a actuar de una manera bastante extraña (mucho
más que de costumbre), por lo que se habían visto obligados a encerrarla
en su camarote antes de que cometiera alguna locura.

Una vez que los tres hombres bajaron por las escaleras que conducían
hacia la cabina de las literas de la tripulación y atravesado la
despensa de los alimentos, llegaron finalmente ante la puerta de la
bodega, en donde se guardaba celosamente el ron, encontrándose asegurada
bajo llave.

—¿Qué es lo que esperas encontrar aquí, Jack? ¿A la capitana ahogada de
borracha? —le preguntó Gibbs sarcásticamente mientras su capitán abría
la puerta y los tres se quedaban parados bajo el umbral, mirando hacia
la profunda oscuridad de la bodega.

—No, mi querido Gibbs —corrigió el aludido—; más bien sería: "qué es lo
que /no/ espero encontrar".

—¿Y qué es lo que "no" esperas encontrar? —inquirió Will.

—Bueno, joven Turner —le respondió mientras le rodeaba los hombros con
el brazo derecho—, eso se podría interpretar de diferentes maneras
dependiendo la interpretación que cada uno le dé a las diferentes
maneras de interpretarlo, /savvy?/

—… Ajá… —asintió el muchacho sin tener la más remota idea de lo que todo
eso significaba.

—¿Tú… crees que no encontrarás lo que has venido a encontrar aquí, no es
verdad? —preguntó el maestre Gibbs tratando de utilizar la misma jerga
que su capitán.

—No; te equivocas una vez más, mi estimado amigo. ¿Cómo puedo encontrar
aquí lo que no he venido a encontrar si lo que no está jamás se puede
encontrar? —lo corrigió Jack muy sonriente mientras le daba una linterna
encendida a cada uno, quienes las recibieron un tanto perplejos.

—Tú buscarás por allá; Will por ahí; y yo por acá ¿entendido? —les dijo
mientras les indicaba con su mano las oscuras y diferentes direcciones
por donde tenían que iniciar su búsqueda.

—¿Qué haremos si no encontramos a su hermana, capitán?

Jack se encogió de hombros.

—Pues, mejor para ella y peor para mí.

—¿Y si la encontramos? —Will quiso saber.

—Pues, peor para ella y mejor para mí.

—¿Y si no la encontramos ni a ella ni al ron? —volvió a preguntar Gibbs,
cada vez más preocupado por el ron.

—Bien; si la encontramos aquí ahogada de borracha luego de haberse
tomado tooodo /mi/ ron: peor para ella y tanto peor para mí —declaró con
un leve tono de amenaza en su voz.

Acto seguido, nuestros tres protagonistas comenzaron a registrar cada
pulgada de la bodega esperando encontrar lo que estaban buscando, pero,
lo único que consiguieron fue encontrar –para la desesperación del
capitán Jack Sparrow– botellas vacías y muchas, muchas ratas no muy
amistosas que se encontraban ocultas entre los cajones. Luego de diez
minutos de infructuosa búsqueda, justo cuando Jack comenzaba a estar al
borde de un ataque de nervios y enloquecer al darse cuenta de que no
había una sola gota de ron en la bodega, Will, con ayuda de su linterna,
logró divisar entre la oscuridad un pedazo de papel clavado con un
cuchillo en uno de los costados de las estanterías.

—¡¡Aquí hay algo!! —les avisó inmediatamente a sus compañeros, quienes
corrieron rápidamente a su lado sorteando los obstáculos que habían en
su camino, pues aquel lugar era bastante desordenado.

—¿Qué es lo que dice? —quiso saber Gibbs mientras trataba de recuperar
el aliento tras la carrera.

—Dice: "Si te atreves a seguirme, mi querido hermanito, echaré todo el
ron por la borda apenas te vea". —Se volvió hacia sus sorprendidos
compañeros—. Es un mensaje de Jacky.

—Sí. Ya nos dimos cuenta —replicó Gibbs con un dejo de ironía, luego,
éste se volvió hacia su pálido capitán y le dijo—: Eso termina de
explicarlo todo, Señor. De por sí, el no poder encontrar en éste obvio
lugar a su hermana, significa que ella ya no se encuentra entre
nosotros. La capitana Jacky Sparrow se ha marchado del /Perla Negra/
llevándose todo el ron de a bordo.

Blanco como un fantasma, Jack Sparrow se volvió hacia Will y le arrebató
el papel de las manos para leer él mismo su contenido y dar luego un
doloroso grito al cielo.

—¡¡AAARRRGGGH!! ¡¿Por qué siempre se desquitan con el ron?! ¡¡Es
completamente inocente de toda culpa!! —Leyó el papel una vez más—. ¡¡La
muy deshonesta lo tomó de rehén y se escapó asegurándose de que no
pudiéramos seguirla!! ¡¡Esa, esa, esa especie de mujer me las pagará!!
¡¡Nadie priva al capitán Jack Sparrow de su elixir divino!!

—Pero, Jack, ¿la crees capaz de una cosa así? ¿Tirar el ron por la
borda? ¿Ella que es tu otra mitad? —inquirió Gibbs un tanto incrédulo
porque conocía muy bien el excesivo "afecto" que ambos capitanes le
profesaban a aquella bebida.

Volviéndose lentamente hacia su segundo al mando, Jack Sparrow declaró
con voz sombría:

—Sí, la creo capaz de cualquier cosa… Ella está enamorada.

—¡¡Que el Dios bendito de los siete mares nos ampare a todos!! ¡¡El
Juicio Final ya está sobre nosotros!! —fue toda la declaración que Gibbs
pudo exclamar mientras se llevaba desesperadamente las manos a la cabeza
y salía disparado hacia la cubierta principal como si hubiera perdido la
razón.

Pensando que Gibbs estaba exagerando con su dramatismo, Will se acercó a
Jack Sparrow quien seguía buscando, esperanzado, alguna botella de ron
que su hermana hubiera pasado por alto.

—¿Por qué crees que Jacky hizo todo esto? —le preguntó, pues aún no
estaba muy convencido de la relación amorosa que ella tenía con el
comodoro Norrington.

Dejando su búsqueda a un lado, Jack se puso de pie y lo miró detenidamente.

—¿Acaso crees que tú eres el único capaz de hacer cualquier cosa por la
persona que amas, muchacho?

Will prefirió no contestar a esa pregunta, pues le resultaba muy difícil
aceptar que alguien quisiera de verdad al desapasionado e intolerante
comodoro, y mucho menos, que lo quisiera Jacky Sparrow.

El capitán del /Perla Negra/ se le quedó mirando por espacio de unos
segundos, lo miraba como si estuviera un poco decepcionado de él.

—¿Sabes que a veces me haces dudar de tu honestidad, muchacho? —le dijo
al fin, mirándolo como si le diera a entender que la respuesta saltaba a
la vista por sí misma—¿Acaso no te has dado cuenta de que mi… hermana
está, /en verdad/, perdidamente enamorada del comodoro James Norrington,
un tipo aburrido, soso, malgeniado, odioso, pesado e inglés...? —Se
detuvo y frunció el entrecejo algo pensativo—…. La verdad, no sé qué le vio.

Y mientras el capitán Sparrow se encogía de hombros y se marchaba de
allí, Will no se quedó muy convencido con aquella respuesta, pues no le
cabía en la cabeza que una pirata de la misma calaña de Jack Sparrow
(por no decir que, después de todo, era el mismísimo capitán Jack
Sparrow pero en versión femenina) se hubiera enamorado perdidamente de
Norrington hasta el extremo de amenazar a su otro yo con tirar por la
borda algo que supuestamente era el elíxir de sus vidas. Eso era algo
realmente incomprensible para él, ya que solamente había visto siempre
el lado frío y severo de aquel hombre.

—Ellos son tan diferentes… —murmuró frunciendo el entrecejo—. Me resulta
casi imposible verlos juntos como un par de enamorados…

Y, un poco impresionado con aquella visión, Will decidió irse a cubierta
con los demás miembros de la tripulación, esperando que la deserción de
la capitana Jacky Sparrow no hubiera afectado en nada la visita que
tenían planeado hacerle a Davy Jones. Lejos estaba él de adivinar que
aquel loco accionar por parte de Jacky Sparrow había trazado
definitivamente su destino.

Habiéndose juntado nuevamente con Gibbs en la cubierta del barco, el
capitán Sparrow se reclinó sobre la balaustrada al lado de su
subordinado y guardó silencio mientras oteaba hacia el horizonte, sumido
en profundas cavilaciones.

—¿Qué harás ahora? Tu mejor carta se fue, está confirmado. Ana María
acaba de encontrar a Pintel y a Raggeti completamente borrachos;
suponemos que la capitana los sobornó con unas cuantas botellas de ron
para poder fugarse tranquilamente en uno de los botes… Si el Kraken
atrapa a la capitana —lo miró gravemente—, no sabremos lo que pueda
ocurrirte a tí…

Antes de contestarle, el aludido volvió sus ojos oscuros hacia el joven
Will Turner, quien recién había salido de la bodega y se dirigía ahora
hacia donde estaba Ana María tratando de reanimar con un cubo de agua a
Pintel y a Raggeti, quienes se encontraban completamente dormidos sobre
la cubierta principal, roncando a diestra y siniestra.

Regresando su atención hacia el mar, Jack le respondió con marcada seriedad:

—Tal vez deberíamos volver nuestra atención hacia el plan original, mi
estimado señor Gibbs —murmuró mientras ambos volvían sus confabuladoras
miradas hacia el joven armero.

--

A todo eso, a varias leguas de distancia de su amado /Perla Negra/, su
segunda (o primera) capitana se encontraba remando con todas sus
energías a bordo de la chalupa que había robado. Su rostro estaba
radiante de felicidad al sentirse por fin en completa libertad de sus
actos, lejos de las imposiciones de Jack y las desconfiadas miradas de
su propia tripulación, pues éstos aún no habían logrado asimilar del
todo la idea de que era la otra mitad del capitán Jack Sparrow. Una
pícara sonrisa embellecía su rostro moreno y sus ojos negros brillaban
con la expectativa de quien va al encuentro de lo más querido. De tanto
en tanto, su traviesa mirada se detenía sobre el saco repleto de
botellas de ron, que, según ella, también le pertenecían siendo la otra
mitad de su "hermano".

Jacky sonrió, le había hecho una buena jugada a su hermanito y le
hubiera gustado muchísimo ver su rostro de furia y consternación; una
vez más, ella se le había adelantado a sus planes.

Aunque Jaky sabía que corría un grave riesgo al navegar en medio del mar
a bordo de un insignificante bote, pudiendo ser descubierta por la
"mascota" de Davy Jones, el Kraken, confiaba en el frasco con tierra que
Tía Dalma le había entregado para estar relativamente a salvo de aquel
monstruo marino y, aunque sintiera mucho miedo, el deseo de volver a ver
a James era lo que le deba valor necesario para seguir adelante con su
alocado y arriesgado plan.

De tanto en tanto, mientras remaba, tomaba un sorbo de ron de una
botella que tenía a su lado. Su mente y su corazón estaban fijos en la
idea de volver a posar sus labios sobre los de su querido oficial de la
marina, de volver a escuchar su flemática voz inglesa, sus regaños, de
volver a ver sus miradas de desaprobación, su sonrisa… En fin, Jacky
había comprendido definitivamente que lo extrañaba con locura y que
sentía la inmensa necesidad de estar junto a él para amarlo y
fastidiarlo a lo largo de toda su vida. ¿Pero estaba dispuesta a
abandonar su vida de pirata para permanecer al lado de su querido
enemigo? ¡Por supuesto que no! Para permanecer a su lado, su Norry debía
aceptarla como su amante si quería estar con ella; nada de casamiento ni
de compromisos, no señor, ella (o él) era una pirata.

Jacky frunció el entrecejo, aun la preocupaba lo que Tía Dalma le había
dicho sobre el estado actual de James, que ya no era el mismo de antes y
que estaba al borde de la perdición. ¿Qué le había pasado en Port Royal?
¿Por qué había buscado refugio en Tortuga sabiendo que allí había muchas
personas deseosas de acabar con su vida? Jacky debía averiguar lo que le
había ocurrido y ayudarlo en lo que pudiera, pues estaba casi segura de
que, después de todo, era por su culpa.

Y así, con su cabeza repleta de preocupaciones y anhelos, la capitana
Jacky Sparrow había iniciado un nuevo rumbo en su vida, apartándose de
su otro yo para convertirse en una persona independiente, un ser con una
nueva personalidad pero siempre con la base de lo que había sido antes.
Por fin, Jacky Sparrow aceptaba que era una mujer y que debía
aprovecharlo de la mejor manera posible, como siempre lo había hecho a
lo largo de toda su vida con todas las cosas que se le habían presentado.

--

Cuando por fin el /Perla Negra/ logró llegar hasta las coordenadas que
Tía Dalma les había proporcionado para que encontraran al /Holandés
Errante/, la noche los había recibido con una tempestuosa tormenta capaz
de hacer zozobrar a cualquier navío que se aventurara a navegar por
aquellas latitudes, pues éstas se encontraban dominadas por peligrosos
escollos capaces de partir en dos el casco o la quilla de un barco como
si éste fuera una simple nuez. Y era eso lo que justamente le había
sucedido a un navío mercante, que, para su mala fortuna, la tempestad lo
había arrojado sin piedad contra los arrecifes, destruyéndolo. Un
incidente que, por lo visto, había ocurrido recientemente.

La embarcación se encontraba partida en dos, totalmente destrozada por
aquellos crueles arrecifes, mostrando un fantasmagórico espectáculo a
todos los espectadores del /Perla Negra /que lo observaban en silencio,
un tanto impresionados, desde una distancia prudencial. Para Gibbs,
supersticioso como era, le parecía que aquella funesta escena era un muy
mal presagio para los planes de su capitán.

—¿Ése es el barco que están buscando? ¿Ése es el /Holandés
Errante?/—quiso saber el joven William Turner, pues no se encontraba muy
convencido con lo que veían sus ojos. Si aquel navío destruido era el
temible /Holandés Errante/, las leyendas sobre él habían sido bastante
exageradas—. No parece gran cosa…

—Tampoco tú —rebatió inmediatamente el capitán Jack Sparrow, pues no le
convenía que el perspicaz muchacho se diera cuenta de que aquel barco no
era el que ellos buscaban. Mientras se acercaba a la barandilla para
observar al desafortunado navío que se encontraba varado entre los
escollos, le dijo—: No lo subestimes ni nos subestimes…

Al notar que Gibbs no lo secundaba, Jack le propinó un discreto
golpecito por lo bajo para espabilarlo, logrando de inmediato su cometido.

—Debió golpearse en el arrecife —Gibbs arguyó rápidamente al darse
cuanta hacia dónde quería llegar su capitán.

—¿Y cuál es tu plan? —le preguntó Jack a Will, quien seguía mirando
fijamente hacia la embarcación destruida.

—Acercarme a la nave con un bote y registrarla hasta dar con tu maldita
llave y regresar aquí con ella —respondió con gran presteza y decisión.

—¿Y si algún tripulante te ve?

—Me abriré paso con mi espada y asesinaré a quien se cruce en mi camino.
—Fue todo lo que dijo, y se marchó dispuesto a realizar su cometido.

—Me gusta. Simple y fácil de recordar —comentó tranquilamente Jack
Sparrow a Gibbs para luego marcharse detrás del muchacho.

Unos minutos más tarde, todo estaba listo para que el valiente William
Turner iniciara su aventura para conseguir la libertad de su prometida
Elizabeth.

—¡Su carruaje lo espera, Señor! ¡Ja, ja, ja! ¡Ouch! —se rió
dolorosamente Raggeti una vez que le dejó lista una chalupa sobre las
tempestuosas olas del mar, aún amarrada al casco del /Perla Negra/
mientras el joven bajaba por la escalerilla llevando una lámpara
consigo, pues aquella noche era particularmente oscura porque la luna
había sido cubierta por grandes nubarrones negros.

Pintel y Raggeti sufrían es esos momentos las consecuencias de su
borrachera: una terrible resaca.

—¡Oye! —le llamó la atención el capitán Sparrow, quien estaba asomado a
la balaustrada junto a Gibbs, Ana María y Pintel—. ¡Si por desgracia te
capturan, diles que te manda Jack Sparrow para saldar su deuda! ¡Puede
que te salve la vida!

—Dudo mucho que pronunciar tu nombre sea una garantía de vida… —se mofó
Ana María cruzándose de brazos.

—¡Shit! ¡Él no debe enterarse de nuestros verdaderos planes! —le sugirió
Jack en voz baja, llevándose el dedo índice a la boca como señal se
silencio.

—¡A mí no me metas en tus intrincados y traicioneros planes, Jack
Sparrow! ¡Yo no tengo nada que ver con esto! ¿Entendido? —y luego de
propinarle una buena cachetada, Ana María se marchó muy enfadada.

—No hay duda de que la tengo comiendo de mi mano… —comentó con una falsa
sonrisa mientras se llevaba la mano a su adolorida mejilla.

Luego de recibir una despedida en francés por parte del chistoso de
Raggeti, Will se alejó remando de la seguridad del /Perla Negra/,
ignorando las verdaderas intenciones de Jack Sparrow y la verdadera
identidad del navío encallado. Reuniendo el valor necesario para
enfrentarse a lo desconocido, ya que no tenía idea de lo que le esperaba
a bordo del barco que creía ser el que él tanto buscaba, estaba
dispuesto a enfrentarse a lo que fuera por la libertad de Elizabeth.
Segundos después, Will observó cómo las luces provenientes del barco
pirata iban apagándose una tras una hasta dejarlo oculto entre las
oscuras penumbras de la noche. Seguramente, el capitán Jack Sparrow
había dado la orden a sus hombres de que las apagaran, deseoso de no ser
ubicado por Davy Jones.

Aun seguía lloviendo torrencialmente cuando Will logró llegar hasta los
restos del navío encallado y subió sobre lo que quedaba de él. Ayudado
con la tenue luz de la farola, logró iluminar las ruinas del barco con
la intención de encontrar a algún superviviente del desastre, pero
solamente pudo encontrar algunos tripulantes muertos, quienes
seguramente habían perecido al estrellarse el barco contra los
arrecifes. Pero justo cuando más convencido estaba que esa embarcación
no era la que él estaba buscando y que seguramente Jack Sparrow lo había
engañado otra vez, Will divisó a un marino que se encontraba izando unos
aparejos, así que decidió acercarse a él para preguntarle si aquel barco
era realmente el /Holandés Errante/. Pero en cuanto estuvo a su lado,
comprendió que nada iba a poder preguntarle, ya que aquel marinero se
encontraba en un lamentable estado demencial, pues no paraba de jalar
frenéticamente los aparejos mientras se daba órdenes a sí mismo,
ignorando la presencia del recién llegado.

—¡Marinero! ¡Marinero! —Will intentó llamar su atención, pero el
tripulante seguía con su afanosa y desquiciada tarea.

—¡Izar el foque! ¡Detenerlo con un viraje completo! ¡Ordenes del
capitán! ¡Ordenes del capitán! —repetía, presa de un enfermo frenesí.

—¡Es inútil, han encallado!

—¡No! —negó inmediatamente el marinero, prestándole por fin la atención,
mirándolo fijamente a los ojos y temblando de pies a cabeza debido al
frío y al miedo. Parecía estar dominado por el terror—. ¡Está debajo!
¡Su aliento apesta! ¡Él ya está aquí!

Will no pudo entender con exactitud a qué se refería, quedándose
bastante perplejo, pero en ese mismo momento, sintió que algo había
caído pesadamente desde uno de los mástiles detrás suyo, así que decidió
dejar al trastornado marinero seguir con su infructuoso trabajo e ir a
ver qué era lo que había caído más allá sobre la parte de la cubierta
que estaba inundada.

Al acercarse un poco, notó que el bulto no parecía ser otra cosa que
otro tripulante de aquella desafortunada embarcación; un hombre que
intentaba arrastrarse por la cubierta semi hundida hacia un lugar más
alto. Al ver eso, Will corrió en su ayuda, ignorando que otros marineros
que se encontraban con vida estaban escondidos entre los despojos del
barco, muertos de miedo, como si estuvieran esperando lo peor… al mismo
Lucifer.

Colgando la linterna en un gancho, Will se dispuso a ayudar al
desdichado, pero, al volverlo boca arriba, enorme fue su sorpresa cuando
vio que aquel marinero tenía el rostro completamente desfigurado, como
si estuviera sufriendo una horrible metamorfosis.

Asustado, Will se puso inmediatamente de pie con un respingo y, justo en
ese preciso momento, hubo una repentina explosión de agua detrás de él,
haciéndolo volverse para poder presenciar completamente atónito algo
realmente increíble, algo que, hasta aquel momento de su vida, jamás se
hubiera imaginado ver:

Emergiendo de entre las tempestuosas y oscuras aguas del mar, el temible
/Holandés Errante/ hacía su aparición. Saltando rápidamente sobre la
balaustrada del navío encallado, Will se dispuso a presenciar la llegada
del verdadero barco fantasma, aquel que tanto había buscado.

El /Holandés Errante/ tenía todo el aspecto de un barco embrujado, era
sencillamente aterrador. Parecía tener cientos de años de antigüedad,
toda la madera del casco y la arboladura estaba ya envejecida, casi
pútrida, gobernada por la humedad, algas y conchas. Sus dos filas de
escotillas eran las oscuras bocas de rostros fantasmales. Pero era su
proa la que más llamaba su atención, pues el bauprés se parecía a la
boca dentada de un monstruo marino, dotado de enormes espolones
dispuestos a hundir las embarcaciones de sus desdichadas victimas.

Chorreando agua por todas partes, el barco fantasma se acercó
rápidamente hacia el navío encallado, dispuesto a cobrar su recompensa.
De repente, y sin que nadie se lo esperara, horribles piratas mitad
hombre y mitad criatura marina, aparecieron de repente desde cualquier
parte del barco encallado, dispuestos a hacer prisioneros a sus
asustados tripulantes. Entonces, uno de aquellos seres grotescos,
sirviente de Davy Jones, se acercó hasta donde se encontraba William
Turner, quien seguía observando al barco fantasma, y lo sorprendió
diciéndole:

—¡Póstrate en cubierta para rendirte y suplica por tu vida! —y sin
mediar más palabra, lo atacó con unos pesados eslabones.

Will, quien era un muchacho muy decidido, ágil e inteligente, no se dejó
intimidar y, con un excelente salto, logró esquivar el ataque de aquel
infame, desconcertándolo, para luego sacar su espada y derrotar, con un
excelente dominio del esgrima, e enemigo tras enemigo que osaba en
atacarlo. Al notar que comenzaba a ser verdaderamente superado en
número, nuestro joven y apuesto muchacho introdujo rápidamente la hoja
de su espada en un barril de brea y la encendió golpeándola contra la
linterna que había traído desde el /Perla Negra/.

—¡Apártense! ¡Atrás! ¡Vamos! ¡Atrás! —amenazaba, blandiendo el llameante
sable contra quien osaba acercarse a él para atacarlo, pero, aunque
aquellos extraños seres retrocedían ante aquella hoja encendida, seguían
rodeándolo más y más, hasta que uno de ellos se atrevió a abalanzarse
contra él y Will se vio obligado a defenderse, abriéndole el estómago de
un sablazo.

Grande fue la sorpresa y la repugnancia que le causó al ver que, del
abdomen de aquel sirviente de Davy Jones, al abrirse comenzó a derramar
sobre la cubierta, agua, peces y otros seres del mar en vez de entrañas,
revelando así, su procedencia maldita.

Pero Will no tuvo más tiempo para seguir sorprendido, pues, al volverse
detectando peligro detrás de él, recibió un terrible golpe sobre su
rostro propinado por uno de sus enemigos, dejándolo fuera de combate,
caído sobre la cubierta y rodeado de las risas burlonas de aquellos
extraños seres que habían logrado capturarlo al fin.

--

Arrodillados sobre la cubierta llena de agua del /Holandés Errante/,
William Turner y cinco marineros que habían sobrevivido a la catástrofe
de su barco que habían sido capturados por la tripulación maldita de
Davy Jones, se encontraban esperando la llegada de éste. Algunos se
encontraban muertos de pánico, otros estaban ya resignados a su suerte,
pero, nuestro joven herrero, quien ya antes había pasado por situaciones
difíciles, trataba de mantenerse sereno a pesar de sentirse bastante
preocupado por su situación.

Entonces, ante el terror de los prisioneros, un sonido sordo y
terrorífico provocado por una pata de crustáceo, comenzó a escucharse
repetidamente sobre la cubierta. Davy Jones había salido de su camarote
y ya estaba entre ellos.

—Viven sólo cinco hombres. El resto ya murió —le informó su segundo al
mando, un hombre que se parecía mucho a un pez martillo, en cuanto el
recién llegado se hubo detenido junto a él.

Sin decirle nada al respecto, el tenebroso capitán del /Holandés
Errante/ siguió con su camino, pasando frente a Will, quien jamás en su
vida había visto algo tan horripilante como aquel extraño ser que se
parecía más a una rara mezcla de criaturas marinas que a un ser humano.

Todos sus prisioneros, menos Will Turner, trataron de no mirarlo,
clavando sus miradas hacia la cubierta principal. Davy Jones siguió con
su inspección en completo silencio hasta que se detuvo frente a uno de
ellos, el que más aterrorizado estaba entre todos. Davy Jones se colocó
en cuclillas frente a aquel pobre infortunado y guardó silencio mientras
encendía su extraña pipa y aspiraba tranquilamente su humo. El infeliz
marinero ni siquiera intentó mirarlo, no quiso ver la grotesca cabeza de
pulpo ni los pequeños ojillos llenos de crueldad que Davy Jones poseía
sobre su pálido rostro desprovisto de una nariz humana. Su expresión era
fría e insensible.

—¿Temes a la muerte…? —le preguntó al fin con una voz sibilante y
cavernosa mientras apagaba el fuego de su improvisada "cerilla" con una
de las pequeñas válvulas de su rostro. Exhaló el humo sobre el
aterrorizado marinero y siguió hablando:

—¿Le tienes miedo a ese oscuro abismo…? —los tentáculos que hacían las
veces de cabello y barba se movían cada uno a su voluntad—. Todos lo
actos que cometiste se revelan. Se castigan tus pecados al fin… —siguió
persuadiendo al pobre desdichado, comenzando a convencerlo con sus
palabras. La voz de Davy Jones era cavernosa, amenazante, pero él sabía
cómo hacerla suave y persuasiva—. Yo puedo ofrecerte un escape…

—¡No lo escuches! —lo interrumpió uno de los prisioneros que había
encontrado un poco de valor entre sus rezos, pero enseguida volvió a
bajar la vista tras haberse acobardado de nuevo al notar que Davy Jones
lo había fulminado con su mirada, enojado y sorprendido por su
impertinencia.

Notando que aquel marinero sostenía entre sus manos temblorosas un
rosario, Davy Jones se paró frente a él y lo tomó bruscamente del cuello
con su enorme tenaza roja de crustáceo.

—¿Acaso la muerte no te asusta? —le preguntó un tanto amenazante
mientras volvía a fumar su enorme pipa.

—Será lo mejor, Señor, me arriesgaré —replicó el aludido, temeroso pero
decidido.

—¡Hacia el abismo! —ordenó inmediatamente el capitán del /Holandés
Errante/ a uno de sus tripulantes, quien de inmediato le cortó el cuello
al desdichado marinero y lanzó su cuerpo al mar ante el terror y la
indignación de sus compañeros, pues ése era el macabro destino que los
esperaba si se negaban a formar parte de su tripulación maldita.

—¡Eres un maldito! —exclamó enojado uno de ellos, por lo que Davy Jones
se volvió molesto hacia él y le dijo:

—La vida es cruel, ¿por qué no habría se serlo también la muerte? —al
ver que el hombre que había hablado bajaba la vista en señal de derrota,
Davy Jones dirigió su atención hacia el marinero que había estado
convenciendo antes se ser interrumpido y siguió con su discurso:

—Yo les ofrezco otra opción: únanse a mi gente y pospongan el juicio
final. Sólo cien años en mi tripulación…

El tembloroso hombre alzó la vista y lo miró, él no quería arder para
siempre en el infierno a causa de sus pecados.

—¿Te gustaría servirme?

—¡Sí! ¡Yo quiero servir! —afirmó desesperadamente, decidiendo vender su
alma a un demonio que consideraba mejor que el mismo Lucifer.

—¡Excelente! —exclamó Davy Jones lleno de satisfacción, prosiguiendo su
camino, pero se detuvo casi de inmediato al llamarle poderosamente la
atención la presencia del joven William Turner.

—¡Tú no estás agonizando o moribundo! ¿Oh sí? —exclamó entre intrigado y
alarmado—. ¿Cuál es tu propósito aquí?

Temeroso, Will dudaba en utilizar la razón que Jack le había propuesto,
pero al final, se decidió a hacerlo.

—… Jack Sparrow me envió a saldar su deuda…

Incrédulo, Devy Jones se acercó aun más y volvió a repetirle la misma
pregunta:

—¿Cuál es tu propósito aquí?

—Jack Sparrow… me envió a saldar su deuda… —volvió a repetir,
sintiéndose bastante atemorizado por la poderosa presencia de aquel
extraño ser.

Jones, luego de volver a escuchar la misma respuesta, comprendió que el
capitán Jack Sparrow seguramente no debería andar muy lejos de allí, y
le dio mucho gusto saberlo.

—¡Je, je, je! ¿Eso hizo, eh? ¿En serio? ¡Y me gustaría mucho aceptar su
oferta!

Mientras tanto, a bordo del /Perla Negra/, el capitán Jack Sparrow
observaba aquella escena con ayuda de su catalejo. Grande fue su
preocupación cuando vio cómo Davy Jones volvía su rostro para mirarlo,
como si supiera que estaba siendo observado desde la distancia por él.
Alarmado, Jack bajó el catalejo para darse con la desagradable sorpresa
de que el mismo Davy Jones estaba parado justo delante de él, como si
éste se hubiera tele transportado hasta el barco pirata.

Con gran inquietud, Jack observó cómo los miembros de su aterrorizada
tripulación eran capturados por la gente maldita de Jones que había
aparecido de la nada como lo había hecho su capitán.

—¡Oh! —fue lo único que atinó a decir Sparrow al volver su atención al
capitán del /Holandés Errante/.

—¡Tienes una deuda qué pagar! —exigió muy molesto Davy mientras
comenzaba a acercarse amenazadoramente hacia nuestro protagonista, quien
comenzó a retroceder a cada paso que su acusador daba sin quitarle la
vista de encima—. ¡Mandaste como capitán en el /Perla Negra/ durante
trece años! ¡Ése fue nuestro acuerdo!

—En realidad, técnicamente, fui capitán durante dos años, luego se
amotinaron mis hombres… —Jack quiso defender su punto.

—¡Entonces fuiste un mal capitán pero capitán de todos modos! ¡El
miserable capitán de un capitán! ¿No es así? —Se dirigió hacia sus
subordinados y agregó con tono burlón y triunfante:

—¡Sé bien que durante todos estos años te has presentado cómo el
"Capitán Jack Sparrow"!

Todos los hombres de Davy Jones comenzaron a reírse de Jack al ver cómo
su intento de desvincularse del trato era tirado por la borda gracias a
la sagacidad de su amo, pero, el capitán Sparrow aun tenía un as bajo la
manga y no se daría por vencido de ningún modo, así que giró sobre sí
mismo y se dirigió muy confiado hacia Jones.

—Te envié mi pago, un alma que sirva en tu nave. Lo tienes por allá, a
bordo —le señaló sonriente hacia el /Holandés Errante/.

—¡No es lo mismo! ¡Un alma no vale igual a otra…!

Como un tonto y sin darse cuenta, el capitán Davy Jones había caído en
la trampa tendida hábilmente por su deudor.

—¡Ajá! Veo que estamos de acuerdo en establecer que mi propuesta tiene
validez, ahora sólo hay que fijar el precio —le propuso con una gran
sonrisa al conseguir que su acusador aprobara sin querer su punto.

—¿Precio? —repitió Jones un tanto desconcertado al saberse atrapado por
sus propias palabras, mirando de reojo al pícaro pirata.

—A ver… ¿Cuántas almas consideras que vale la mía? —le preguntó Jack con
tono tentador.

Luego de pensarlo unos segundos, Jones respondió:

—Quiero cien almas… Y tienes… ¡tres días para conseguirlas!

—¡Gracias! ¡Qué amable! Envíame al muchacho y saldré en este mismo
instante… —comenzó a decir el triunfante capitán Jack Sparrow mientras
se daba media vuelta y se alejaba de Davy Jones, pero, sorpresivamente,
el subordinado con cabeza de pez martillo le cortó el paso, amenazándolo
con un gruñido.

—¡El muchacho se queda como señal y parte! —Rebatió inmediatamente Davy
Jones, negándose a que el otro se saliera con la suya—. ¡Es un pago de
buena fe! Así sólo te faltan 99 ahora, ¡Ja, ja, ja!

Preocupado por el giro que comenzaba a tomar las cosas, Jack no quiso
darse por vencido y declaró mientras se le volvía a acercar:

—¿No te presenté a Will Turner? Es noble, heroico… Un estupendo soprano…
Vale cuatro al menos... Bueno, tal vez tres y medio… —lo miró
directamente a la cara, sabiendo que lo siguiente que diría tocaría de
cerca los sentimientos humanos latentes de aquel monstruo—. ¡Oh! Y quizá
olvidé mencionar… que está enamorado… De una chica… —Comenzó a rodearlo,
Davy Jones se había quedado muy serio y Jack siguió hablando—. Iban por
casarse, muy pronto. Están prometidos… —Se detuvo detrás de Jones, su
voz era muy persuasiva—. Separarlo de ella y ella de él, sería menos
cruel que dejar que se unan en santo matrimonio, ¿eh?

Pero el capitán del /Holandés Errante/ no iba a dejar que aquel sucio
tramposo lo persuadiera, y, endureciendo su corazón y volviendo su
rostro hacia él, declaró:

—¡El muchacho se queda! ¡Faltan 99 almas más! ¡Sí! —se volvió hacia
Jack, hablando esta vez con más calma pero con marcado sarcasmo:

—Pero me pregunto, Sparrow: ¿no te arrepentirás? ¿Podrás soportarlo?
¿Eres capaz de condenar a un hombre sin ninguna culpa, a un amigo leal a
una vida de servicio en tu nombre y tú sales libre para navegar a tu antojo?

Luego de pensarlo seriamente por algunos segundos, Jack esbozó una gran
sonrisa y declaró:

—Sí, no me quejo, lo soportaré. ¿Lo sellamos con sangre? Bueno, eh…
¿tinta? —se corrigió, aludiendo a la apariencia de pulpo de Jones.

Molesto, Davy Jones tomó bruscamente la mano del sorprendido pirata con
su horrible, babosa y viscosa mano provista de tentáculos en vez de
dedos (su dedo índice era mucho más largo que los demás), causándole
asco a nuestro protagonista.

—Tres días, ¿oíste? —Jones quiso soltarse de la mano de Jack, pero le
costó hacerlo por culpa de su propia mano pegajosa. Cuando lo logró, le
dio la espalda y procedió a marcharse de allí.

—Tres días… —volvió a repetir.

—A menos que… —lo interrumpió Jack con tono misterioso, por lo que su
interlocutor se dio media vuelta y lo miró exacerbado.

—¿A menos que qué, Sparrow?

—A menos que en vez de los 100 hombres (contando con el soprano de mi
amigo), te entregue a mi… hermanita…

Al escuchar tan inesperada proposición, el capitán Davy Jones se quedó
tieso como una tabla, incrédulo.

—¿Qué has dicho? ¿Tu "hermanita"?

—¡Ah! Veo que "Bootstrap" no te ha puesto al tanto sobre ella… O su
fidelidad hacia ti tiene sus límites o los caracoles que tienes pegados
por toda tu ropa le han sorbido el cerebro… —se burló Jack.

—¡Bah! ¡Eso no importa ahora, Jack Sparrow! —protestó Jones, quien de
inmediato caminó hasta él y se plantó delante con actitud amenazante,
inclinándose un poco—. Lo que importa ahora es que me espliques de dónde
demonios sacaste una hermana.

—¡Oh! Eso es fácil de explicar si conoces una maldición… —hizo una pausa
para darle más suspenso a sus palabras, y, inclinando su cabeza como
quien cuenta un secreto, dijo:

—¿No has escuchado por ahí sobre "La Maldición del Anillo de la
Calavera"? y no me refiero al fic, sino a una verdadera maldición…

Jones se irguió, frunció el entrecejo y guardó silencio por espacio de
algunos segundos hasta que comenzó a reírse estrepitosamente,
consternando al capitán del /Perla Negra/.

—¿Así que el gran capitán Jack Sparrow ha sido tan estúpido como para
ponerse el Anillo de la hechicera Jetzabel? ¡Era de esperarse! ¡Ja, ja,
ja! —se burló.

—Veo que sí has escuchado hablar sobre esa maldición… —Jack no pudo
evitar sentirse humillado, pero logró rehacerse enseguida, como siempre
y siguió con su plan—. Pues verás, logré deshacerme de la maldición, en
cierta forma, pero mi alma y mi cuerpo se dividieron así que… ahora
tengo una hermana, una hermana gemela. Es igualita a mí nada más que es
una exuberante mujer… —comenzó a rodearlo otra vez, volviendo su voz muy
persuasiva—. ¿Cómo describírtela? Ella es como el mar…, hermosa,
salvaje, cambiante, inquieta, igual de indomable y tenaz… —Lo miró de
reojo—. ¿No te hace recordar a alguien?

Davy Jones lo miró con una mezcla entre angustia y desesperación que
supo dominar muy bien.

—Puedo entregártela, /¿savvy?/ A cambio del joven y de las otras 99
almas, después de todo, ella es yo y yo soy ella, es lo mismo que si yo
me entregaría… —propuso suavemente.

Jones no respondió de inmediato, pero luego de pensarlo un poco mientras
trataba de dominar sus sentimientos, declaró mientras se marchaba:

—Tráeme a tu hermana junto con 50 almas más y te devolveré al muchacho.
Tienes tres días.

Y así, Davy Jones desapareció junto con su gente, confundiéndose entre
la oscuridad de la noche y dejando a los tripulantes del /Perla Negra/
bastante asustados.

—Avaro… Mi hermana vale por lo menos 100 almas gracias a su rareza…
—Jack se quejó y se miró la mano que Jones le había tomado y vio cómo la
mancha negra que "Bootstrap" Bill Turner le había dejado desaparecía
completamente y lo liberaba momentáneamente del amenazante ataque del
Kraken a él y a su hermana.

—Eh… ¡Maestre Gibbs! —llamó a su amigo.

—¿Sí? —le preguntó éste acercándose a él.

—Eh… Me siento sucio y extraño… —le dijo un tanto confundido. Gibbs no
sabía si su capitán se refería a la traición que le había hecho a Jacky
o a la suciedad de su mano.

—¿Puedo saber por qué has decidido entregarle tu hermana a Davy Jones?
—quiso saber.

—Eso es muy sencillo de resolver, maestre Gibbs. Pues, verás: ella se lo
merece por haberse llevado /mi/ ron y /mi/ sombrero. Nadie se mete con
lo que más quiero, ni siquiera mi otra mitad —arguyó muy satisfecho.

El aludido se encogió de hombros, viendo que a su capitán no le faltaba
razón.

—¿Y cómo piensas encontrar a Jacky y obtener todas esas 50 almas en tres
días?

—Por suerte no mencionó ni "mu" la condición en que tenían estar esas
almas… y, además, tú y yo sabemos exactamente hacia dónde se fue mi
hermanita… —le contestó astutamente mientras contemplaba su mano sucia.

—¡Ah! ¡Tortuga!

—Tortuga —repitió el capitán Jack Sparrow, limpiándose la mano sobre la
camisa de su disgustado subordinado.

--

Mientras tanto, en otro lugar del Mar del Caribe, el /Edinburgh Trader,/
navegaba por sobre las silenciosas aguas del mar bajo un noche oscura y
propicia para los cuentos de terror que se contaban entre los marineros
dados a la superstición; pero eso no era lo que ahora le preocupaba al
capitán del barco mercante, no, pues tenía otros motivos mucho más
importantes en mente, y no eran muy agradables de tratar.

—¡Es un ultraje! ¡Un escándalo! —se quejaba frente a dos de sus hombres,
arrojando sobre el escritorio un montón de facturas—: ¡Tarifas
portuarias por anclaje! ¡Por atracar e incluso por pilotaje! ¡Dios
bendito! ¿Trabajamos para enriquecer la East India Trading Company, ahora?

Muy disgustado, se encaminó hacia el ventanal de la cabina mientras que
sus hombres –que no eran otros que los dos marineros que se habían
puesto a discutir entre ellos por el misterioso vestido encontrado– se
miraban significativamente entre ellos.

Su capitán tenía toda la razón, la Compañía Británica de las Indias
Orientales (mejor conocida por ellos como la /British East India
Company/) había sido fundada por un grupo de empresas e influyentes
hombres de negocios que obtuvieron el 31 de diciembre de 1600 la /Carta
real/ de manos de la reina Isabel I de Inglaterra con la intención de
garantizarle los privilegios del comercio en la India. La /carta real/
dio a la nueva compañía el monopolio de todo el comercio en las Indias
Orientales.

La carta real le concedía el permiso exclusivo para comerciar con las
Indias Occidentales durante 15 años y su sede se situaba en la ciudad de
Londres.

El primer punto de comercio en la India se estableció en el puerto de
Surat en 1608. Los importantes beneficios que consiguió la empresa
durante los primeros años, hicieron que el rey Jacobo I de Inglaterra
les renovara la /carta real/ en 1609, concediéndole la exclusividad del
comercio a la Compañía durante un periodo de tiempo indefinido.

Los comerciantes se vieron a menudo envueltos en enfrentamientos con los
holandeses y portugueses que se encontraban en la zona del Océano
Índico. La victoria sobre los portugueses en la Batalla de Swally (1612)
facilitó que la compañía británica se ganara el favor del emperador
mogol que permitió a los británicos comerciar en todos los puertos de su
imperio en 1615.

La compañía pronto eclipsó a los portugueses que habían establecido sus
bases en Goa y Bombay. En 1647, la compañía británica tenía 23 fábricas
y 90 empleados en la India.

Los negocios de la compañía se centraban en el algodón, la seda, el
índigo y el té. Además, iniciaron algunas incursiones en el negocio de
las especias, hasta entonces monopolizado por los holandeses. En 1711
establecieron un punto de comercio en Cantón, China, para comerciar con
té y plata.

En 1670, el rey Carlos II de Inglaterra les concedió el derecho de
capitanear ejércitos y formar alianzas, declarar la guerra o establecer
la paz y ejercer la jurisdicción tanto civil como criminal en las zonas
en las que operaba la compañía (siendo éste el caso en Port Royal). La
compañía, que sufría ataques por parte de los nativos y de otros
competidores comerciales, desarrolló un importante despliegue militar.
En 1689, la compañía era casi una "nación" dentro de la India
continental que administraba de forma independiente las zonas de Bombay,
Madrás y Bengala y que poseía una fuerza militar tremendamente
intimidatoria.

¿Cómo entonces podrían unos simples marinos mercantes hacerle frente a
la poderosa East India Company?

—Me temo, Señor que… Tortuga es el único puerto libre que queda en estas
aguas —se animó a decir el de brillante calva que tenía algunos kilos de
más.

—Es un puerto pirata, ¿lo olvidas? —se volvió ofendido—¡No voy a ir! ¡Lo
siento! Soy un marino honrado, vivo de mi trabajo y me gusta dormir
tranquilo cada noche…

Y mientras él decía todo eso, una presencia fantasmal pasó rápidamente
por detrás del ventanal, confundida entre la tétrica oscuridad de la
noche, asustando a los dos marineros y llamando la atención del capitán
al ver sus expresiones de terror en sus rostros, pues él, al estar de
espaldas, no había visto al fantasma.

—¡S-señor! —tartamudeó muerto de espanto el marinero más delgado,
señalándole la ventana a su capitán y sin poder pronunciar una palabra más.

A pesar del terror que sentían, la curiosidad humana pudo más y los tres
hombres de acercaron a la ventana para otear hacia el oscuro exterior
nocturno detrás de la seguridad de los cristales y tratar de averiguar
qué era lo que habían visto pasar hacía unos momentos. Grande fue su
espanto cuando volvieron a ver el vestido de la difunta novia pasar por
delante de ellos.

Aunque estaba muerto de miedo, el capitán decidió averiguar de una buena
vez lo que quería aquel fantasma, así que se dirigió rápidamente a
cubierta seguido por sus temerosos subordinados.

Una vez en la cubierta principal, los tres hombres se sorprendieron
cuando vieron el vestido de novia suspendido delante del palo mayor.

—¡Está flotando! —exclamó uno de ellos.

—Es increíble…, nos está pidiendo algo —dijo el otro marinero mientras
los demás miembros de la tripulación se acercaban muy temerosos pero
atraídos inevitablemente por aquel alboroto.

Todos se asustaron cuando vieron que la manga del vestido los señalaba,
especialmente al capitán de la nave.

—¿Qué es lo que quiere…? —dijo el marino de apariencia más educada al
notar que el vestido señalaba ahora hacia babor.

Más valiente que los demás, el capitán se acercó un poco más que los
demás para tratar de averiguar lo que significaba todo aquello.

—¡Quiere darme una señal…! —exclamó al final.

De pronto, el vestido se dirigió diagonalmente hacia abajo en dirección
hacia el mar.

—¡¿Qué está haciendo!? —preguntó el amigo del marinero pelado mientras
él, sus compañeros y el capitán se apiñaban en la balaustrada para poder
ver lo que hacía el espectro; pero, para su terror, el vestido regresó y
pasó velozmente por sobre sus cabezas, provocando que todos se agacharan
profiriendo gritos de pánico.

Entonces, la falda del vestido chocó contra una linterna encendida que
se encontraba cobre una escotilla, lanzándola al suelo en donde se
rompió y esparció su aceite en llamas por sobre una ínfima parte de la
cubierta principal.

—¡Es por allá! ¡Busquen una señal! —exclamó el capitán, señalando hacia
estribor por donde se había dirigido el vestido endemoniado.

Para el fastidio de Elizabeth (quien era la que había estado manipulando
desde un principio su propio vestido de novia desde lo alto del mástil
mayor como si fuera una marioneta ayudada con unos remos y unas sogas)
los marinos mercantes corrieron hacia la borda de estribor.

—¡Allá, miren! —les dijo el marinero de calva cabeza mientras señalaba
hacia las oscuras aguas que tenían enfrente.

—¿Dónde, dónde? —quiso saber uno de sus compañeros mientras trataba de
mirar entre la oscuridad.

—¡Se ve algo! ¡Es la señal! —volvió a insistir el primero.

—Son las algas —replicó su compañero.

—Las algas sirven de señal —rebatió.

—Parecen entrañas… —comentó temeroso el delgado marino mercante.

—Esa sí sería una mala señal… —comentó el capitán.

Y sin que nadie se diera cuenta, Elizabeth bajó rápidamente del mástil
con la ayuda de una soga para caer suavemente sentada sobre uno de los
barriles que se ubicaba justo detrás de sus compañeros de tripulación,
quienes seguían debatiendo sobre la posible señal del fantasma.

—¿Qué es eso de allí? ¡Aquí se ve algo! —exclamó en voz alta la chica
disfrazada de muchacho, llamando la atención de los cinco hombres,
quienes se volvieron de inmediato y se dirigieron hacia el lugar que
"él" les señalaba, que era justo el lugar en donde la linterna se había
roto.

Y, para la sorpresa de todos los presentes (menos de Elizabeth quien era
la que había tramado todo aquello), sobre una parte de la cubierta
principal se encontraba perfectamente escrita con aceite llameante la
palabra:

Tortuga

--

Tortuga se extendía todo a lo largo del horizonte marítimo frente a los
hermosos ojos negros de la capitana Jacky Sparrow. Un nuevo amanecer
comenzaba a alumbrar tenuemente la silueta de aquella isla caribeña que
servía como refugio a los elementos más repudiados por la sociedad,
encontrándose entre ellos, la persona que ella había venido a buscar.

Luego de un cuarto de hora, la chalupa de la pirata había cubierto la
poca distancia que la separaba de aquel lugar y había tocado puerto sin
ningún contratiempo, momento que llenó a nuestra protagonista de emoción
y ansiedad al tomar verdadera conciencia de que muy pronto se
encontraría con su querido Norry y le confesaría al fin lo mucho que lo
amaba.

Sí, Jacky estaba más que dispuesta en aceptar lo que verdaderamente
sentía por él desde hacía ya bastante tiempo, desde aquellos meses en
que había vagado por distintas aguas antes de que volviera a encontrarse
con él y su "hermano".

"Muy pronto estaré a tu lado, mi querido Norry —pensó—. Ya verás lo bien
que te hará escucharme decir que te amo…".

Pero Jacky no tenía idea de lo mucho que había cambiado su amado
comodoro y lo mucho que eso la iba a afectar. Ya nada iba a volver a ser
como antes, nunca más.

Y mientras ponía nuevamente sus pies sobre el puerto de Tortuga, ella no
tenía idea de que, su peor enemigo, Isabel Jacobson, se encontraba a
media hora de distancia de aquella misma isla, con las intenciones de
entrevistarse con su amigo James Norrington y proponerle una vuelta
gloriosa a la Royal Navy.


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