Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 32: Visitando a Tía Dalma*

           Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

QUINTA PARTE: DAVY JONES

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 32: Visitando a Tía Dalma*


Nada más se dijo entre ellos durante el resto del viaje, y después de
navegar otro trecho más por aquel escabroso y oscuro pantano, los botes
se adentraron a una zona mucho más misteriosa y bizarra, en donde varias
cabañas se encontraban construidas sobre lúgubres árboles de pantano o
columnas de madera por encima del agua pantanosa, iluminadas
fantasmagóricamente por gran cantidad de velas, puesto que, en aquel
lugar, la luz del sol jamás lograba entrar.

A pesar de que ya habían visitado aquel lugar con anterioridad, ninguno
podía evitar el sentirse asustados y preocupados, tanto por la
misteriosa Tía Dalma como por las insistentes miradas de sus anónimos
vigilantes que se ocultaban entre las sombras que el horrible pantano
ofrecía.

—No se preocupen, compañeros —comenzó a decirle a los demás el capitán
Jack mientras se apeaba de su pequeña embarcación y se aferraba a la
escalera que lo llevaría hacia la choza de Tía Dalma una vez que le proa
del bote hubiera tocado el tronco del árbol que funcionaba como los
cimientos de la lúgubre morada de la pitonisa—, Tía Dalma y yo somos
amigos, como uña y carne. Desde hace años, es más. Casi inseparables…
Antes… Hace mucho… Lo éramos… Fuimos… Tiempo atrás… —terminó divagando
muy confundido.

—Yo te cuido la espalda —ofreció Gibbs.

—Es lo de adelante lo que me preocupa —replicó bastante preocupado su
capitán.

—¿Cómo puedes tenerle miedo a Tía Dalma después de todo lo que hizo por
nosotros, hermanito? —le recriminó Jacky mientras se paraba al lado suyo.

—¿Acaso tú confías plenamente, enteramente, completamente en ella,
hermanita?

—¡Por supuesto que confío plenamente, enteramente, completamente y,
además, sinceramente en ella, hermanito!

La miró detenidamente un tanto desconcertado, ladeando la cabeza.

—¿Y…, entonces por qué estás más blanca que un papel, hermanita?

—¿Yo? ¿Blanca como un papel? ¡Claro que no, idiota! ¡Ni que fuera
fantasma! ¡Yo confío plenamente en Tía Dalma! —exclamó bastante nerviosa
negando rotundamente que estaba muerta de miedo a pesar de que estaba
temblando como una hoja.

—¿Ah, sí? —sonrió pícaramente—. Bueno, pues ve tú primero, hermanita.

—¿Yo? —abrió los ojos cuan grandes eran.

—Sí. Tú —acercó su rostro al de ella mientras ponía los brazos en jarra
y le sonreía maliciosamente—. ¿O es que la capitana Jacky Sparrow tiene
menos valor que su querido hermanito?

Mirando de soslayo a los demás, Jacky los oyó murmurar entre sí acerca
de la innata cobardía de los capitanes Sparrow, así que se vio obligada
a demostrarles lo contrario. Tragando saliva y maldiciendo mentalmente a
Jack, Jacky trató de juntar valor y creer en sus propias palabras acerca
de Tía Dalma.

—No seas idiota, hermanito. Yo, la gran capitana Jacky Sparrow, tiene
muchísimo más valor que su eunuco hermano, el capitán Jack Sparrow, por
lo tanto, iré yo primero —le dijo con un mal disimulado nerviosismo.

Haciendo a un lado a su molesto hermano, Jacky se aferró a la escalera y
le dijo:

—Vigila el bote.

Y mientras ésta subía, Jack, que no quería quedarse solo en aquel
siniestro lugar, se volvió hacia Gibbs y le dijo:

—Vigila el bote —y se fue detrás de su hermana.

—Vigila el bote —le dijo a su vez Gibbs a Will, y siguió a su capitán.

—Vigila el bote —le dijo Will a Ana María, quien, ni lerda ni perezosa,
se volvió hacia Ragetti, quien se encontraba detrás de ella y le dijo:

—Vigila el bote —y se fue detrás de Will. Ni loca se quedaría sola afuera.

—Vigila el bote —le dijo entonces Ragetti a su amigo Pintel, quien se
encontraba detrás de él, y se fue detrás de Ana María.

—Vigila el bote —le dijo éste a Marty, marchándose también detrás de su
amigo.

—Vigila el bote —dijo el enano sin dudarlo dos veces, marchándose
inmediatamente detrás de los demás.

—¡Wah! ¡Vigila el bote! —le ganó de mano el astuto loro al pobre Cotton,
quien, para su desgracia, era mudo, así que el ave se fue volando
dejándolo solo, desconcertado y resignado a bordo del bote, en donde se
sentó a lamentar su desgracia.

Asomando furtivamente la cabeza por la ventana de la vieja puerta de
madera, Jacky la abrió lentamente provocando un crujido característico
de aquellas antiguas y e hinchadas puertas, llamando la atención de Tía
Dalma, quien estaba sentada frente a una vieja mesa repleta de
artilugios para adivinación y diferentes hechizos.

Una sonrisa extraña y casi tenebrosa emergió de su rostro al verla entrar.

—¡Jacky Sparrow…! —saludó a la recién llegada, levantándose lentamente
de su silla.

—¡Tía Dalma! —saludó Jacky, tratando de dominar su miedo y aprensión
mientras penetraba en aquella habitación llena de objetos extraños y
tétricos.

—Ya era tiempo de que visitaras a tu vieja amiga… —su voz sonaba tan
misteriosa como su aspecto.

—¡Oh! Es que he estado muy ocupado… ¡ocupada! en estos días, /savy?/…
—excusó la aludida mientras miraba a su alrededor, como si esperara que
el mismo diablo cayera repentinamente sobre ella.

—¿Aún sigues hablando como un hombre, querida? —se acercó a ella—.
Deberías aceptar de una vez que era una mujercita y hablar como tal… —la
miró fijamente a los ojos con su penetrante y oscura mirada—. ¿O quizás
tal vez sea eso lo que logró conquistar a tu querido oficial de la
marina, por quien estuviste ocupada durante todos estos días?

—¿Eh? —Jack no pudo evitar sorprenderse con aquel comentario a pesar de
que ya sabía que Tía Dalma era una excelente pitonisa—. Entonces… ¿lo
sabes todo?

—Sí… —sonrió satisfecha—, lo sé todo.

Quedándose con la boca abierta, Jacky deseó preguntarle acerca de James,
pero justo entes de que lograra hacerlo, el capitán del /Perla Negra/
hizo su aparición en dicha habitación, haciendo que Tía Dalma se
olvidara de Jacky.

—¡Jack Sparrow! —la sonrisa de la extraña y morena mujer se amplió aún
más al verlo e hizo a un lado a la pirata para dirigirse hacia el recién
llegado.

—¡Tía Dalma! —saludó tan nervioso como su hermana, caminando con su
típico vaivén.

—Siempre supe que el viento te devolvería a mí algún día… —se rió ella,
pero enseguida se le borró la sonrisa al ver entrar al joven Turner.

—Tú —le dijo muy seria mientras lo señalaba con el dedo y llamaba su
atención—. El destino re reserva un transcendental cometido,
cubriéndote…, William Turner.

El muchacho no pudo evitar sentirse interesado por el extraño cometario
de la pitonisa, por otra parte, aquel comentario llamó la atención de
los capitanes Sparrow.

—¿Por qué me dice eso, Tía Dalma? —quiso saber.

—¿Quieres saberlo?, pues deberías intentar conocerme mejor… —le dijo
insinuantemente, a lo que Jack y Jacky decidieron intervenir de
inmediato, pues no era conveniente que ella sedujera al inocente
muchacho con sus hipnóticas palabras.

—¡Nadie conocerá a nadie! ¡Venimos por tu ayuda y no nos vamos sin ella!
—exclamó rápidamente el capitán Sparrow, logrando atraer la atención de
la pitonisa y rompiendo así su poder seductor sobre Will.

—¡Así es! ¡Además, el muchacho es todo mío, yo lo vi primero! —aclaró la
capitana mientras se aferraba al brazo del desconcertado joven y le
sacaba la lengua a la pitonisa.

—Eso ya lo veremos, queridita… —amenazó sonriente la aludida.

Mirando fijamente al muchacho y a su hermana, Jack se tomó del hombro de
Tía Dalma y la alejó de ellos.

—Creí que te conocía mejor… —protestó.

—No tan bien como yo esperaba —replicó decepcionada ante la confundida
mirada de William Turner y de reproche de Jacky.

—Ven —llamó la pitonisa al prometido de Elizabeth.

—Ven —la imitó Jack mientras corría la silla para que el muchacho se
sentara en ella.

—Ve —le dijo Jacky a Will mientras lo empujaba hacia ellos.

Una vez sentado frente a la mesa, la tarea de Tía Dalma comenzó.

—¿Qué servicio puedo darte? ¿Eh? —le preguntó lenta y seductoramente
mientras acariciaba el mentón del apuesto muchacho para luego cambiar
rápidamente de tono, un tono bastante comercial y exigente hacia los
capitanes Sparrow—. ¡Oigan! ¡Ya saben que espero un buen pago!

—¡He traído un buen pago! —sonrió Jack alzando sus dedos índices,
llamando a Pintel con un silbido, quien de inmediato le trajo una jaula
tapada con una funda sucia que el capitán destapó, dejando al
descubierto al mono de Barbossa en su interior.

—Mira esto —le indicó mientras tomaba la jaula y sacaba su mosquete para
dispararle al peludo animalito, haciendo gala de su perpetuidad—. Es un
mono inmortal, nada mejor. ¡Supéralo!

—Y está totalmente libre de pulgas a pesar de que su amo sí lo está,
/savy?/ —aclaró Jacky, como si estuviera haciendo alguna clase de
propaganda de algún producto comercial.

Tomando la jaula sin decir nada al respecto, Tía Dalma abrió la puerta y
dejó que el mono saliera disparado de su interior hacia un rincón de la
choza.

—¡No! ¡No tiene idea de lo que nos costó atraparlo! —se quejó Gibbs.

—Acepto su pago, es un pago justo —dijo tranquilamente la pitonisa,
ignorando la queja del primer oficial y apartando la jaula de la mesa.

—Buscamos esto —comenzó a decir Will Turner mientras sacaba el pergamino
de su camisa y lo extendía sobre la mesa ante los sagaces y serios ojos
de Tía Dalma, quien lo observó detenidamente—, y el objeto que abre.

—¿Y la brújula que me compraste? —ella le preguntó de repente a Jack
Sparrow mientras éste husmeaba entre medio de sus cosas—. ¿No puede
guiarte hasta ella?

—Tal vez… Es posible —respondió dubitativo y renuente a dar
explicaciones—. ¿Por qué?

—¡Aaaah! ¿Qué pasa Jack Sparrow? ¿No sabes lo que quieres? —se burló la
mujer mientras se sentaba en su sillón de mimbre, disfrutando el momento
e incomodándolo terriblemente— o es que sí lo sabes y te asusta
reclamarlo como tuyo, ¿eh?

—Ella también tiene una brújula y no sabe lo que quiere o… sí lo sabe y
le asusta reclamarlo como suyo… —replicó Jack tratando de desviar la
penetrante mirada de Tía Dalma hacia su hermana Jacky, quien comenzó a
mirar hacia todos lados bastante nerviosa.

—¡Oh! ¡Ten por seguro que se trata de la segunda opción! ¿No es así,
capitana Jacky Sparrow? —le preguntó mientras la atravesaba con sus
perspicaces ojos, poniéndola aún mucho más nerviosa que antes.

—¡Ejem! —carraspeó mientras sentía que todas las miradas se dirigían
hacia ella, examinándola—. Yo…, no sé… yo…

—Esta llave abre un cofre —la interrumpió intencionalmente Tía Dalma,
comenzando a explicar las dudas de sus "clientes" y evitar que acosen
con preguntas innecesarias a Jacky—, y lo que buscas es lo hay dentro de
él, ¿no es cierto?

—¿Y qué contiene? —preguntó Gibbs muy emocionado.

—¿Oro? ¿Joyas? ¿Increíbles objetos de inestimable valor sin dueño
alguno? —aventuró Pintel.

—Nada malo, espero… —comentó Ragetti luego de mirar un frasco repleto de
ojos frescos que se encontraba colgado al lado de él.

—¿Han oído el nombre de Davy Jones, verdad? —inquirió ella con su
extraña sonrisa—. Un hombre de mar, un marino grande, astuto y sagaz…
Hasta que se entrometió con aquello que hace sufrir a los hombres.

—¿Qué hace sufrir a todo hombre? —preguntó el joven William bastante
intrigado mientras Jack y Jacky aprovechaban el momento para sus
furtivos actos de pillaje dentro de la vieja habitación.

—¡Oh! ¿Tú qué crees que será? —inquirió sonriente mientras acariciaba
suavemente la mano del aludido.

—¿El océano? —aventuró Gibbs.

—¿Las sumas? —adivinó Pintel.

—¿La dicotomía entre el cielo y el infierno? ¿La disyuntiva entre el
bien y el mal? —fue la inusual propuesta del poco avispado Ragetti, a
quien todos miraron atónitos.

—Una mujer —aclaró Jack.

—Exactamente —apoyó Jacky.

Gibbs y los demás se miraron sorprendidos e intrigados.

—Una mujer… ¡Davy se enamoró! —terminó de decir Tía Dalma.

—¡No, no, no ,no, no! Yo oí que decían que se enamoró del mar —replicó
Gibbs inmediatamente.

—¡La misma historia, diferentes versiones! ¡Y todas son ciertas!
—rebatió la pitonisa muy segura de sí misma para luego seguir explicando
llena de orgullo como si se tratara de ella misma—. Verán, ella era como
el mar…, tan cambiante, dura ¡nada dócil!, inquieta, igual de indomable
y tenaz… El jamás dejó de amarla —sonrió—, pero el dolor que le causaba
era demasiado intenso como para seguir vivir… Más no el suficiente como
para causarle la muerte, ¿eh? —aclaró.

—¿Qué fue exactamente lo que Jones metió en ese cofre? —preguntó Will.

—Él metió su corazón —respondió suavemente, llevándose románticamente
una mano al pecho.

—¿Literalmente o figuradamente? —quiso saber el poco lúcido Ragetti.

—¡No pudo literalmente guardar su corazón en un cofre! —le replicó su
amigo Pintel, pero enseguida comenzó a dudar y volvió su rostro hacia la
pitonisa—. ¿O sí?

—Ya no valía la pena sentir las satisfacciones de la poca felicidad de
las fugaces dichas que traía la vida, así que… —respondió mientras su
rostro se volvía serio, cruel— ¡el hombre se extirpó con gran furia el
corazón del pecho, lo guardó en el cofre y lo ocultó en algún remoto
lugar sobre la faz de la Tierra… —bajó la vista hacia el lienzo—. La
llave siempre la lleva encima tooodo el tiempo…

Levantándose de su asiento, William Turner se dirigió bastante molesto
hacia los hermanos piratas.

—Ustedes lo ocultaron —acusó.

—Claro que no lo ocultamos —rebatió Jack.

—¿Cómo crees? —dijo Jacky.

—No sabíamos dónde tenía la llave, ¡Ah!, pero ahora ya lo sabemos
—explicó tranquilamente el capitán Sparrow—. Sólo hay que subir a bordo
del /Holandés Errante/ de Davy, tomar la llave y tú podrás volver a Port
Royal y salvar a tu mujercita, ¿eh?

—¡Y todos contentos! —exclamó Jacky maravillada mientras Will sonreía
irónicamente.

Pero justo cuando Jack y Jacky se disponían a marcharse de allí ahora
que sabían lo que buscaban, Tía Dalma los detuvo.

—¡Enséñame tu mano! ¡Extiéndanla! —le ordenó a Jack mientras se
levantaba rápidamente de su asiento.

Algo renuente a obedecerla, Jack Sparrow se volvió sonriendo
nerviosamente y quiso enseñarle la mano derecha, pero un severo gesto de
la pitonisa le hizo borrar la sonrisa y extender de mala gana la otra
mano, que aún permanecía vendada.

Tomando la mano del capitán Sparrow, la mujer deshizo la envoltura hasta
que dejó al descubierto la temible "mancha negra" ante los asombrados
ojos de los demás, quienes no podían creer lo que veían sus ojos.

—¡La mancha negra! —exclamó Gibbs mientras giraba sobre sí mismo
mientras se sacudía la ropa con las manos lleno de terror como si
quisiera sacarse de encima una terrible peste, pues sabía muy bien lo
que eso significaba—. ¡La mancha negra! ¡La macha negra!

Pintel y Ragetti lo imitaron con presteza.

—Por si les interesa, estoy aquí y sigo teniendo la vista perfecta,
tranquilos —aclaró Jack sonriendo un tanto ofendido.

—¡Ja! ¡Te tratan como un leproso, hermanito! ¡Ja, ja, ja! —se burló su
hermana.

Luego de dirigirle una mirada asesina, su hermano se volvió hacia Tía
Dalma y le dijo:

—¿Por qué no la revisas a ella también? Te aseguro que te sorprenderá.

—No lo creo… —exclamó sonriente la aludida mientras tomaba por sorpresa
la mano de Jacky y le quitaba el vendaje para dejar expuesto ante los
ojos aterrorizados de los demás, otra "mancha negra".

—Ustedes dos comparten una misma alma y una misma vida —comenzó a
explicar mientras Gibbs, Pintel y Ragetti se sacudían y giraban sobre sí
mismos—, es lógico que también compartan la mancha negra enviada por
Davy Jones, puesto que cuando hicieron el trato, ambos eran uno solo.

—¿Entonces es verdad que ella es la parte femenina de Jack? —preguntó
William sintiéndose aún bastante incrédulo.

Sonriéndole provocativamente, la aludida asintió con la cabeza.

—Aún no he logrado revelar el misterio de esta separación tan inusual
—dijo—, pero estoy segura de que la Maldición del Anillo de la Calavera
aún sigue sobre Jack Sparrow de alguna manera, sino, ¿cómo se explicaría
la aparición de una versión femenina de Jack Sparrow? —Y volviéndose
hacia Jacky, la miró a los ojos un tanto amenazante.

—Respóndeme con la verdad y no trates de engañarme —le dijo—. Quiero que
me digas si aún sentías algo especial por el comodoro Norrington cuando
volviste a recuperar el sentido luego de haberte separado de tu… "hermano".

Un tanto avergonzada y luego de pensarlo un poco, la aludida respondió
con un "no".

—¿Y ahora? ¿Sientes algo por él? —volvió a preguntar.

—Yo… —esta vez, la pirata dudó muchísimo en decir la verdad gracias a su
orgullo masculino que aún mantenía en sus ser.

—Ella lo confesó, Tía Dalma, dijo que lo ama —respondió Jack mientras
hacía a un lado a su hermana—, nos lo dijo cuando abandonamos al
comodoro a su suerte después de haberla rescatado del cadalso, /savvy?/

—¡Oye! —protestó Jacky sintiéndose muy agraviada y avergonzada ante
todos gracias a las indiscreciones de su hermano.

—¡Shit! —la hizo callar la pitonisa para luego caminar hacia ella y
colocarle una mano en el hombro mientras le sonreía irónicamente—. Dime,
querida, ¿te enamoraste de él o solamente sentiste atracción física?

Mirándola de reojo por unos momentos mientras que sentía que todas las
miradas expectantes se posaban en ella, exclamó:

—¡No necesitamos hablar de esto! ¡Ya sabemos lo que queríamos buscar y
nos iremos inmediatamente! —y al decir esto, quiso marcharse de allí,
pero Tía Dalma no la dejó, aferrándose fuertemente a su brazo.

—No, querida —negó con la cabeza sin perder la sonrisa—. Tú te quedas
aquí y me respondes exactamente lo que te pregunté, solamente así podré
saber la causa de la separación y ver si podré volverlos a reunir
nuevamente… ¿No es eso lo que quieres el fin y al cabo?

Mirándola de soslayo por espacios de unos segundos, Jacky asintió y dijo:

—Primero sentía mucha atracción física por Nor… por él, pero ahora,
ahora que lo he conocido mejor, yo…, yo… Bueno, yo… —no dijo más nada,
pero se entendió perfectamente: la capitana Jacky Sparrow se había
enamorado en serio del comodoro James Norrington.

—¡Bueno! ¡Esto sí es digno de recordarse por siempre! —declaró Ana María
mientras los demás murmuraban entre ellos, muy sorprendidos por aquellas
revelaciones.

—Entonces… —comenzó a decir Jack—, ¿podemos unirnos o no otra vez?

—¡Ah! ¿Sientes que te falta algo, no es así, capitán Jack Sparrow? —se
rió Tía Dalma para luego cambiar a una expresión muy seria—. Lamento
decirles que la separación parece ser fruto de la misma maldición y no
por un tierno acto de amor… Así que resultará bastante difícil volverlos
a reunir de nuevo.

—¿Pero entonces, cuál de los dos es el verdadero capitán Jack Sparrow?
—preguntó Pintel.

Todo el mundo guardó silencio, esperando la tan esperada respuesta.

—Los dos son el verdadero capitán Jack Sparrow —respondió sonriente—,
pero a medida que cada uno vaya adquiriendo diferentes experiencias en
sus vidas por separado, comenzarán a notarse algunas diferencias en sus
personalidades… —volvió a ponerse seria—, y entonces, yo ya no les
recomendaría volver a unirse, pues correrían el riesgo de perder
completamente la razón.

—Yo pensé que ya la habían perdido… —comentó Will arqueando una ceja.

Luego de dirigirle una mirada asesina al atrevido muchacho, Jack quiso
sacarse una duda de encima.

—Y si alguno de los dos muere antes que el otro, ¿qué podría pasar?

A Tía Dalma se le oscureció el rostro.

—No estoy muy segura, pero creo que una parte de ustedes morirá y jamás
volverán a ser los mismos…

Entonces, un desagradable silencio se adueñó de toda la habitación,
sumergiendo a todos en sus propios pensamientos hasta que la pitonisa
volvió a hablar.

—Bueno, por el momento, hagámonos cargo de /esos/ pequeños problemitas.
Tengo lo que necesitan… —dijo sonriendo mientras miraba hacia las manos
de los Sparrows para luego marcharse hacia otra habitación detrás de una
cortina y comenzaba a buscar algo entre todo aquel desorden. Luego de
unos instantes, después de que todos sus visitantes habían comenzado a
cruzar sus nerviosas miradas tras haberla escuchado revolver entre sus
cosas y hablar consigo misma, pero, mientras tanto, Jack tomó un anillo
de la mesa y Jacky un hermoso colgante de plata que tenía un cangrejo
con forma de corazón.

—Davy Jones no puede tocar puerto *—*dijo mientras salía de la otra
pieza con dos grandes jarrones de vidrios transparente bajo cada brazo
mientras los demás volvían su atención hacia ella*—. *No puede pisar
tierra más que una vez cada diez años *—*Jack y Jacky la miraron
extrañados*—. *En tierra estarán seguros, capitanes Sparrow… Por eso
deben llevar consigo *—*les dijo mientras le entregaba a cada uno su
correspondiente frasco.

Jack lo tomó con sumo cuidado y dijo un tanto incrédulo:

—Tierra. Esto es un jarrón con tierra…

—Sí *—*asintió seriamente la pitonisa.

—¿Y crees que este jarrón con tierra va a servirnos si lo llevamos?
*—*replicó sin mucho convencimiento al igual que su hermana.

—Si no la quieren… ¡devuélvanmelos! *—*amenazó ella.

—¡No!—Jack se negó rotundamente, abrazándose fuertemente al jarrón
muerto de miedo.

—¡No le hagas caso a este idiota, Tía Dalma no sabe lo que dice! ¡Tomó
mucha agua de mar y se le saló el cerebro! —Jacky trató de defenderse,
negándose a entregar su frasco.

—Entonces, sí les servirán… *—*sonrió burlonamente satisfecha su vieja
amiga mientras que los capitanes Sparrow miraban a todos con absurda
desconfianza, alejándose un poco de ellos, llegó el turno a William Turner.

—Tú —le dijo, acercándose lentamente hacia él, poniéndolo algo
nervioso—. Tu destino parece que se volverá muy ambiguo…, extraño… Ten
cuidado, veo una gran batalla entre dos bandos en donde tú podrías
perder la vida… —sacó algo del escote de su vestido y se lo extendió
frente a los ojos del muchacho, quien los abrió enormemente al reconocer
aquel objeto.

—¡La moneda que me entregó mi padre cuando yo era un niño! —exclamó.

—Sí… —asintió sonriente la pitonisa—. Es la misma que le entregué al
comodoro cuando su vida peligraba y, como verán, con mi propio poder le
he hecho algunos "arreglitos" para nuestra beneficencia…

—Bueno, eso lo explica todo —comentó Jacky.

Luego de dedicarle una corta mirada a la pirata, Tía Dalma volvió su
atención hacia el joven armero y le dijo:

—Tómala. Llévatela siempre contigo y te aseguro que te será de gran ayuda.

Sin decir una sola palabra, Will la tomó entre sus manos, y luego de
observarla unos momentos, se la colgó al cuello, pues Tía Dalma le había
colocado una cadenita de oro.

Una vez hecho esto, la pitonisa se dirigió hacia Jacky Sparrow y,
tomándola del brazo, la obligó a seguirla para apartarse un poco de los
demás para que no oyeran su conversación.

—Escucha atentamente, Jacky Sparrow… —le dijo en un tono muy grave—: tu
oficial está perdido, ya no es el mismo que conocías hasta hace poco… Su
corazón ya no guarda buenos sentimientos y podría ser capaz de hacer
cualquier cosa con tal de verse vengado… —La miró fijamente a los ojos—.
Ten mucho cuidado con él, yo le advertí de las desilusiones, pero, por
lo que veo, no me escuchó y ahora cree que lo traicionaste.

—¡Pero yo no lo traicioné! —se quejó Jacky—. ¡No me permitieron ir por él!

—Poco importa eso ya —la interrumpió—, ahora, lo que importa, es
salvarlo de las consecuencias de sus actos… Veo en su futuro enormes
desdichas y sufrimientos… La amargura y el arrepentimiento lo
perseguirán hasta el día de su muerte —la miró detenidamente—, a menos
que tú salves su alma, capitana Jacky Sparrow. No quiero pensar que tu
aparición fue cosa del capricho, sino cosa del destino… La salvación del
comodoro James Norrington y, quizás, también las de los demás…

Por primera vez en su vida, Jacky pudo sentir el enorme peso de una
tremenda responsabilidad sobre sus espaldas, y era algo que no le
gustaba nada en lo absoluto.

—No te olvides del amor que le tienes a ese hombre —le aconsejó Tía
Dalma—. Él no es malo, pero es de esas personas demasiado rígidas que se
rompen al menor viento fuerte. Tú eres flexible y debes ser su sostén
hasta que él pueda recuperarse de sus heridas… Su corazón está roto,
pero si su alma también llegara a romperse, nunca más volverá a ser lo
que era antes —la miró fijamente a los ojos—. No dejes que eso ocurra,
no dejes que una triste sonrisa en su rostro revele una enorme culpa a
causa de sus actos pasados…

—¿Por qué nos ayudas tanto, Tía Dalma? —quiso saber.

Ella sonrió.

—No lo sé muy bien —le respondió melancólicamente—, pero creo que tú y
tu desafortunado enamorado me hicieron tenerles algo de… simpatía. Un
lejano recuerdo que viene a mi mente…

Y dejando la frase a medio contar y a Jacky con las ganas de escucharla,
la pitonisa se marchó hacia donde se encontraban los demás, dejando a
Jacky sumida en profundas meditaciones.

—Ahora, supongo que debemos buscar el barco de Davy Jones —le dijo
William Turner en cuanto ésta se acercó a ellos.

Asintiendo sonriente al muchacho, Tía Dalma tomó asiento frente a la
mesa y juntó con las manos varias pinzas de cangrejo y dijo mientras las
soltaba:

—Un indicio…, ¡Veamos el destino!

Y entonces, aquellas pinzas le revelaron a Tía Dalma el lugar exacto en
donde se encontraba el /Holandés Errante/.

*--*

—Es un honor volver a verlo, almirante Jacobson —saludó Becket con una
falsa sonrisa en cuanto su visitante había hecho acto de presencia en el
despacho luego de haberse hecho anunciar con uno de los sirvientes.

—Lo mismo digo, Lord Becket —saludó el recién llegado mientras tomaba
asiento frente al escritorio del aludido. George Jacobson no sonrió, no
se sentía de ánimos fingir cortesía alguna.

Al astuto Cutler Beckett no le pasó desapercibida aquella extraña
actitud y estaba determinado a averiguar las razones.

—¡Ah! ¿Se enteró entonces de mi nombramiento?

—Por supuesto, siempre estoy al tanto de todo.

Pero en realidad no era así. Tan sólo un par de horas atrás se había
enterado de la deserción de su amigo James tras haber ayudado a escapar
a una pirata desconocida para luego ser condenado a la horca.

Cuando el capitán del /Intrépido Brabucón/ la había dejado en el puerto,
Isabel, quien se había disfrazado nuevamente de hombre, se había
dirigido inmediatamente hacia la casa de James Norrington, dándose con
la desagradable sorpresa de que nadie había quedado en aquel lugar,
todos, absolutamente todos se habían marchado de allí. ¿Qué objeto tenía
quedarse en una casa que ya no tenía dueño? Aquel silencio proveniente
de una ausencia obligada y desafortunada, con todas las pertenencias y
los recuerdos de su dueño olvidadas para siempre, le hizo recordar a
Isabel todo lo que había perdido en tan sólo algunos días: a su querido
tío, su amistad con James y su tan poco valorada virginidad, dándose
cuenta de que todo había vuelto a cambiar otra vez, su vida había dado
otro giro, tomando otro rumbo que parecía llevarla más hacia su propia
perdición que a un futuro asegurado. ¿Qué había pasado con aquella mujer
muy segura de sí misma que se permitía sentir algo de piedad por los
demás? ¡Desde que James la había rechazado ella se había vuelto una
persona terriblemente fría, insensible y cruel! No, no era así, el
cambio se había iniciado cuando la capitana Jacky Sparrow había
aparecido en su vida para quitarle a /su/ James, ella era la culpable de
todo y debía averiguar si es que aquella pirata que James había ayudado
a escapar era Jacky Sparrow.

Como había dejado algo de sus ropas en el dormitorio de huéspedes que su
amigo le había cedido tan amablemente cuando ella y su tío habían estado
de visita la última vez, Isabel se vistió con las vestiduras propias de
un almirante y había dejado la antigua casa de James para encaminarse
inmediatamente hacia la residencia de Lord Cutler Beckett y obtener una
entrevista con él. Aunque aquel estúpido pirata que sabía bailar y
cantar como un bufón, estaba al tanto de todo lo que había ocurrido en
Port Royal durante su ausencia y se lo había contado todo, aún le
faltaba saber algunos más, y Beckett era el indicado para ello.

A Isabel, por alguna razón inexplicable en ella, no le había surgido la
necesidad de asesinar a Seagull a pesar de que éste decía saber ciertas
cosas acerca de ella, descubiertas, gracias, a su convalecencia en el
camarote principal del /Intrépido Brabucón/. De alguna manera, ella
sentía que podía confiar en él a pesar de que era un sucio pirata… Pero
le había llamado poderosamente la atención la forma en que él se le
había quedado mirando cuando ella se marchó del barco, parecía estar muy
triste por su partida a pesar de haberse mostrado siempre sonriente
durante todo aquel el tiempo. ¿Acaso podría ser cierto de que él se
había enamorado perdidamente de ella? ¿Podría ser posible? Él era guapo,
inteligente, divertido, romántico, fuerte, ágil y fanfarrón, pero
desgraciadamente era un asqueroso pirata y eso era un punto muy grande
en su contra, por lo tanto, para Isabel, él era su enemigo y jamás
llegaría a ser lo contrario por más que éste le demostrara una y otra
vez que era un buena persona. Pero… ¿por qué entonces no podía dejar de
pensar en él?

Isabel sonrió, le causaba gracia la forma en que el capitán Hood había
tocado puerto en Port Royal de una manera totalmente segura y tranquila,
pues éste, haciendo uso de su astucia y sus recursos clandestinos, había
cambiado la bandera pirata por una de Suecia, haciendo pasar a su amado
barco, por uno dedicado al comercio, presentando la debida documentación
a los magistrados del puerto. ¿Por qué no desenmascararlo? ¿Por qué no
acusarlo de pirata y mandarlo a la horca? Isabel no lo sabía, pero había
algo en él que le hacía recordar mucho a su querido y poco valorado tío
Christian. Quizás era eso lo que lo en salvaba de no ser eliminado por ella.

—Todos creíamos que usted había muerto cuando atacó al terrible capitán
Morgan su propio barco hace unos días, almirante Jacobson. El capitán
del /HMS The Avenger/, el teniente Lazzart, me aseguró que el barco
pirata se fue a pique demasiado rápido hacia las profundidades del mar y
que no pudieron hacer nada al respecto por usted ni por su tío, pues no
pudieron rescatarlos entre la oscuridad y las arremolinadas aguas del
mar —le dijo Beckett, sacándola de sus pensamientos.

—Mi tío, el doctor Christian Jacobson fue cruelmente asesinado por el
pirata Bart "Sangre Negra" Morgan —le contó con un tono terriblemente
frío, sus ojos no revelaron otra cosa más que el brillo de la venganza—.
Lo mató frente a mis ojos y logró herirme a traición… No tuve más
remedio que lanzarme por la borda antes de que me atrapara… —Cerró
fuertemente sus puños, tratando de contener sus emociones—. ¡Pero juro
que esta infamia no quedará en la nada! ¡Buscaré, encontraré y asesinaré
a ese maldito pirata!

—Ya veo… —dijo Beckett mientras le servía una copa de Brandy—, eso fue
lo que pasó… Pobre doctor Jacobson, él era realmente un caballero, un
verdadero santo.

Esta vez, las palabras de aquel venenoso hombre eran sinceras, pues a
pesar de que Cutler un hombre muy frío y calculador, sentía una especial
admiración por aquel doctor a quien todos le guardaban profundo respeto,
hasta él mismo.

George se le quedó mirando detenidamente antes de llevar la copa a sus
labios.

—Pero… —Becket comenzó a decir perspicazmente mientras colocaba los
codos sobre la mesa y se inclinaba un poco hacia adelante—, ¿cómo es que
usted logró escapar de las garras de la muerte, almirante Jacobson?

—Afortunadamente, fui rescatada por un navío mercante —le respondió
luego de un corto silencio, mirando fijamente hacia los ojos de su
interlocutor—. Ellos curaron mis heridas y me trajeron hasta aquí.

—En ese caso, no sé si decirle que usted tuvo mucha suerte o no,
almirante Jacobson.

—Yo tampoco puedo decidirme, Lord Beckett. Perdí a mi querido tío, pero
salvé mi vida.

Entonces, el representante de la East India Company se echó sobre el
respaldar de la silla y entrelazó los dedos de la mano, siempre con su
odiosa expresión de vanidad y arrogancia.

—¿Puedo saber el motivo por lo que lo trajo hasta mi, almirante
Jacobson? ¿O es que solamente vino a conversar sobre sus recientes
desventuras en el mar?

—Es usted un hombre muy perspicaz, Lord Beckett, con razón ha llegado
usted a la poderosa posición en la que se encuentra en estos momentos,
si olvidamos, claro, lo que realmente es usted —había un poco de rencor
en sus palabras, haciendo alusión al pasado.

—¡Oh! ¡Vamos, almirante Jacobson! ¿Por qué no olvida de una vez nuestras
refriegas infantiles? Ya hemos crecido y nos hemos convertido en hombres
hechos y derechos… ¿Por qué entonces no olvidar nuestros viejos rencores
y empezamos de nuevo? —comenzó a decirle con el tono conciliador que
siempre usaba cuando tenía que negociar con alguien—. Con mi poder
comercial y su poder militar, podríamos llegar a hacer cualquier cosa
que nos propongamos lograr, ¿no se da cuenta? ¡Tendríamos tanto poder
sobre este mundo que nada ni nadie podría negarse ante nuestros deseos!

El almirante se le quedó mirando detenidamente por algunos momentos,
rumiando aquella apetitosa idea. ¿Pero le convenía unirse a ese
desagradable hombre?

—¿Seríamos tan poderosos como para dominar a los demás y exterminar a
los que nos desagradan? —preguntó muy interesado, pensando en su amigo
James y los odiados piratas.

—En eso estoy ahora —respondió el codicioso Lord—. He hecho algunos
"arreglos" beneficiosos…

—¿Cuáles?

Cutler Beckett se ladeó hacia adelante y murmuró, como quien quiere
contar un secreto:

—¿Acaso puedo confiar en usted como para revelarle mis planes, almirante
Jacobson?

—Definitivamente, si con sus planes le da más grandeza a Inglaterra y a
nuestro rey, Lord Beckett.

—¡Oh! ¡Pues entonces está arreglado! —exclamó lleno de malsana felicidad.

Y así, aquel despiadado comerciante de la East India Company, le reveló
a Isabel todo su plan acerca de las órdenes judiciales contra Elizabeth
Swann, William Turner y James Norrington, le contó sobre la brújula de
Jack Sparrow, el Kraken y Davy Jones.

Luego de haberlo escuchado atentamente, Isabel sabía muy bien a qué
atenerse, pero había algo que la incomodaba: Jacky Sparrow.

—El comodoro James Norrington es un amigo muy querido para mí, como
usted deberá saberlo muy bien, Beckett. Casi no estoy de acuerdo con su
arresto, pero me veo con la obligación de admitir que él permitió que el
capitán Jack Sparrow escapara en alguna oportunidad…

—No olvide usted de su primer intento por liberarlo de mis manos cuando
Jack Sparrow era una mujer hace unos meses atrás, eso contaría… dos veces.

—No. No me he olvidado de eso… —replicó muerto de furia al acordarse de
que aquella vez, James estaba dispuesto a perder la vida en sus manos
para defender a ese pirata travestido—. ¿Entonces usted lo acusa por eso
también?

—Por eso y además por haber liberado a la mismísima Katrina Watson de la
horca por ser una pirata hace tan sólo unos días.

—¡¿Cómo?! —exclamó atónita—. ¡¿Dijo usted "Katrina Watson"?! ¡Pero si
esa mujer era el mismísimo capitán Jack Sparrow! ¡No puede ser! ¿Acaso
volvió a convertirse en una mujer?

—Veo que usted no está al tanto de los últimos acontecimientos,
almirante Jacobson… —le dijo sonriente, disfrutando el momento.

Ya más tranquilo, Geroge trató de controlar sus sentimientos. Lo que le
había contado el capitán Seagull Hood había resultado ser muy cierto.

—… Me han contado algo al respeto, pero no con lujo de detalles...

—Bueno, entonces me veo con la obligación de narrarle toda la historia
de principio al fin —le dijo mientras le volvía a servir otro poco de
Brandy para luego inclinarse hacia atrás y posar su espalda sobre el
espaldar de la silla—. Prepárese, porque esta es una historia muy
difícil de creer…

—A estas alturas, dudo mucho que no pueda creer en imposibles —replicó.

Muy informado acerca de la relación entre el comodoro Norrington y
Katrina Watson gracias a sus informantes y espías, Lord Cutler Beckett
le contó todo lo que había ocurrido entre aquellos dos durante su
ausencia; desde su encuentro, el compromiso, la partida del comodoro en
busca del capitán Jack Sparrow, el naufragio, el desenmascaramiento de
Katrina Watson, su detención como la capitana Jacky Sparrow y su
inesperada liberación por parte del comodoro Norrington y el capitán
Jack Sparrow, y era eso último lo que justamente más le llamaba la
atención tanto a Beckett como a Jacobson. ¿Por qué había dos Jack Sparrows?

Muerta de celos y de furia tras conocer el estúpido accionar de su
amigo, mientras trataba de contener su ira cerrando los puños con
tremenda fuerza, Isabel dijo:

—Supongo que también acusan al comodoro Norrington por los 150 hombres
muertos en alta mar y la pérdida de dos naves de la Armada Naval, ¿no es
así?

—Así es, el Almirantazgo no tuvo duda alguna y él no tiene esperanza de
salvación a menos que… —hizo una breve pausa, intentando agregarle más
suspenso al asunto—, a menos que me traiga él mismo la brújula que quiero.

—¿Se refiere a que sería perdonado con la Patente de Corso? —preguntó
muy interesada, pues debía hallar la forma de ayudarlo a salir de aquel
terrible trance por el que estaba atravesando a causa de sus imprudencias.

—Exactamente.

—¿Y en dónde está él ahora? ¿En la cárcel? Quiero verlo inmediatamente.

—¿En la cárcel, dice? Pues me temo que lo estuvo, almirante, pero su
amigo fue liberado del cadalso en el momento justo de su ejecución,
ayudado por Madame Foubert y un chico italiano, quienes después se
escaparon con él a bordo de un barco pesquero.

A pesar de haberse impresionado por la noticia de que James había
caminado hacia la horca, Isabel tuvo que admitir que les estaba
enormemente agradecida a esos dos que nunca le habían caído muy bien.

—¿Y dónde cree usted que esté ahora?

—¡Oh! ¡Eso no fue ninguna dificultad para mí averiguarlo! —exclamó muy
ufano mientras sorbía un poco de Brandy de su copa—. Mis espías ya lo
encontraron, ¿y qué mejor lugar para un traidor que la mismísima Isla
Tortuga?

—¿¡En isla Tortuga!? ¡Pero allí lo asesinarán a la menor oportunidad!
¡James tiene demasiados enemigos en ese lugar! —replicó terriblemente
preocupada.

—Puede ser —asintió algo pensativo—. Supongo que, como fue abandonado
cruelmente a su suerte por su amante, la supuestamente capitana Sparrow,
ahora él esté buscando la manera de acabar con su propia vida…

—¿Dices que ella lo abandonó? —preguntó muy interesada.

—Eso creo, pues ella jamás volvió para ayudarlo cuando iban a colgarlo…
—su voz se hizo más misteriosa—. Él ya debe estar muy arrepentido de sus
actos irreflexivos, se lo aseguro, estaría muy dispuesto a hacer
/cualquier/ cosa por volver a ser lo que era antes…

Isabel alzó sus fríos ojos celestes y miró directamente hacia los
burlones ojos de su interlocutor. Aquella suposición la atraía de
sobremanera.

—Me uniré a usted, Lord Cutler Beckett, si me garantiza que la Patente
de Corso será únicamente utilizada para el perdón del comodoro James
Norrington.

Beckett sonrió satisfecho.

—Muy bien, así será si él me trae lo que quiero: la brújula de Jack Sparrow.

—Delo por hecho, iré yo mismo a proponerle el trato —se puso de pie.
dispuesto a marcharse de allí.

—¿Acaso se atreverá a marcharse a Tortuga, almirante Jacobson? ¡Es una
locura! ¡Lo asesinarán!

—Aún no ha nacido la persona que logre hacer eso, Lord Beckett —replicó
con orgullo—. Además, ¿quién más que yo para lograr convencer al
comodoro Norrington de que aún tiene posibilidades de salvación?

"A parte, claro, de volver a proponerle matrimonio —pensó muy
satisfecha—. Dudo mucho que se niegue ahora que aparentemente todo está
perdido para él y esa mujer, por quien lo dio todo, terminó por
abandonarlo… ¡Por fin seremos marido y mujer!

—¿Entonces, cuento con su apoyo, almirante Jacobson?

Mirándolo siempre con frialdad, ella respondió:

—Contará conmigo en lo que sea, siempre y cuando garantice el perdón de
James Norrington.

—Le vuelvo a repetir que garantizaré su perdón y será promovido a
almirante si él me consigue lo que estoy buscando.

—Bien, que así sea entonces… —George Jacobson se volvió para marcharse,
pero Lord Cutler Beckett aún tenía algo más qué decir.

—Y el premio será aún mejor si me trae… a la capitana Jacky Sparrow.

Lentamente, el almirante se dio media vuelta para mirarlo entre
sorprendido e inquisitivo.

—¿Traer a la capitana Jacky Sparrow? ¿Pero está seguro de lo que dice?
¿Realmente cree que esa mujer era la capitana Jacky Sparrow?

—Segurísimo, mi estimado almirante. Mis informantes me han asegurado que
ella era la viva imagen del capitán Jack Sparrow, sólo que, en vez de
ser un hombre, era una mujer… Algunos aseguran qu e—Se levantó y se
dirigió hacia una de las ventanas, bastante pensativo—. No sé lo que
sucedió con Jack Sparrow y su doble personalidad, pero estoy seguro que
terminaré por averiguarlo…

—¿Sus intenciones para con esa mujer, si ella llegara a ser Jacky
Sparrow, son las mismas que las que tenía en un principio?

Lord Cutler Beckett volvió su rostro hacia él, sus ojos brillaron con la
posibilidad de una próxima y lujuriosa venganza.

—Si ella tiene algo que ver con Jack Sparrow; si ella es quien creo que
puede ser… Quiero tener la posibilidad de hacerle saber lo mucho que la
detesto…

Isabel sonrió, de alguna manera, aunque no le agradaba en lo más mínimo
aquella idea, si lograba hacer una alianza con Beckett, significaba
sacarse de encima a aquella sucia pirata, vengarse de Jack Sparrow y
casarse con James, bien valía la pena hacerlo.

—No creo que el comodoro Norrington sea capaz de entregársela, Lord
Beckett —le dijo—, pero yo sí lo haré con mucho gusto.

—¡Oh! ¡Me imagino que querrá al señor Norrington libre de todo compromiso!

Había algo de doble sentido en aquellas palabras, pero Isabel pudo
simular muy bien la repugnancia que le causaba aquel hombre.

—Nos vemos en unos cuantos días, Lord Cutler Beckett —se despidió—.
Pronto verá al futuro almirante Norrington trayéndole lo que usted tanto
desea.

—Lo esperaré con ansias, almirante. Que tenga una muy buena travesía… —y
agregó maliciosamente—. Y espero también, que su relación con el futuro
almirante James Norrington se arregle a las mil maravillas…

Luego de dirigirle una mirada significativa, el almirante Jacobson salió
de la habitación, desapareciendo detrás de las estilizadas y costosas
puertas. Beckett, sonriéndose burlonamente, volvió a sentarse en su
silla, extasiado por su reciente descubrimiento.

—Bueno, bueno… —murmuró mientras juntaba la yema de los dedos de sus
manos—, veo que el almirante Jacobson siente algo muy "especial" por
James Norrington… Pero yo me pregunto ahora… ¿sentirá lo mismo él por el
almirante?

--

Mientras tanto, en otro lugar de Port Royal, en el sector comercial del
puerto, el capitán Seagull Hood se encontraba observando el hermoso
atardecer que le ofrecía aquel día que se despedía de todos, pensando
inevitablemente en su querida Isabel y su frío desprecio. ¿Cómo era
posible que él, el mujeriego más codiciado por todas las mujeres del
mundo, se había enamorado de la mujer más insensible que había conocido
a lo largo de toda su vida? Sabía que ella lo detestaba, pero eso no le
importaba, tan solo le importaba que ella estuviera bien y nada más…
¿Pero lograría olvidarla? No lo sabía con certeza, solamente sabía que
le llevaría mucho tiempo olvidarla y curar las heridas de su corazón
causadas tras su rotundo rechazo.

—… Siempre y cuando pueda soportar las cicatrices… —murmuró tristemente.

—¡Vaya! ¡Hace mucho tiempo que no te veía suspirando de esa manera, mi
querido amigo! —se oyó una voz amistosa detrás de él, obligándolo a
voltearse y dedicarle una sonrisa afectuosa.

—¿Acaso una mujer tiene algo que ver son esos suspiros? —le preguntó
quien le había hablado, quien era un hombre de avanzada edad, flaco y de
rostro colorado pero bondadoso, vestido con ropas finas y costosas.

—Puede ser… —sonrió el aludido, apoyándose sobre la barandilla del
balcón de aquella vieja pero lujosa casa.

—¿No será tu gran protectora, la marquesa Émilie du Chatelet, la
causante de esos suspiros? —adivinó el viejo comerciante.

Seagull no perdió la sonrisa ni por un instante a pesar de haber
escuchado el nombre de aquella joven dama tan amable a quien le debía
tanto, pues siempre estaba dispuesta a ayudarlo en lo que sea. Quizás
había cierta atracción entre ellos dos, pero a ambos los separaba
enormemente sus estilos de vida, sus posiciones sociales y sus obligaciones.

—No lo creo, Sir Thomson —le dijo con aire soñador—, lamentablemente no
es ella quien ha roto mi corazón…, jamás lo haría. Pero… creo que me he
enamorado de la mujer equivocada y estoy pagando el precio con creces.

—Oh, ya veo… —murmuró desencantado mientras se sentaba en la mecedora y
comenzaba a balancearse lentamente llevándose una pipa a la boca—.
¿Puedo saber quién es ella, hijo?

El capitán Hood se tomó su tiempo para contestar.

—No. Lamentablemente no puedo revelar su nombre… la pondría en evidencia
y tal vez la condenarían a muerte.

—¡Ah! La cosa es seria… —replicó, exhalando un poco de humo hacia el
cielo—. ¿Qué piensas hacer ahora?

Seagull dirigió su vista hacia el horizonte marítimo y suspiró
profundamente.

—Volveré a Tortuga y me dedicaré a olvidarla completamente con las
dulces compañías que allí se me ofrecen tan voluntariamente… —volvió a
sonreír con un dejo de tristeza en sus ojos.

—Eso es lo mejor, quizás encuentres a alguien que sepa merecerte.

Seagull no dijo nada más, solamente se volvió de cara al sol y pensó que
lo mejor sería marcharse de allí a la mañana siguiente y tratar de
olvidar a Isabel.

—Bueno… —dijo—, tal vez conozca a otra mujer tan especial como ella…
Aunque los dudo mucho.


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