Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 42: El Misterio de Alwine es Revelado*

                     Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

SEXTA PARTE: TORTUGA

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 42: El Misterio de Alwine es Revelado*


El momento era sublime, tenso, único. Tanto el tiempo como el espacio
dejaron de existir a su alrededor. El sentido del movimiento había
desaparecido sin dejar rastros de su existencia ante la estática
posición de ataque y defensa que ambos contendores mantenían uno frente
al otro.

No había para los espectadores imagen o sonido alguno que acaparara su
atención más que aquella escena detenida a punto de cobrar una salvaje y
sorprendente animación. Las pupilas se achicaron, las bocas se
entreabrieron, tragaron saliva, el sudor comenzó a recorrer sus cuerpos,
sintiendo cómo se tensaban los músculos al presentir que le momento tan
esperado estaba ya sobre ellos.

Isabel Jacobson y el capitán Seagull Hood se miraban directamente a los
ojos, con sus músculos rígidos pero con sus mentes libres de todo
pensamiento, estaban prestos a comenzar su enfrentamiento, cuyo
resultado decidiría el destino de ambos. Confiada en sus habilidades
como espadachín, Isabel estaba segura de poder derrotar a un hombre tan
presuntuoso como Seagull; y éste, a su vez, también confiaba plenamente
en sus facultades para vencerla en la pelea que ambos estaban a punto de
comenzar.

La brisa golpeó sus rostros, meciendo los cabellos castaños del pirata y
la peluca de Isabel, quien se había quitado el tricornio antes de
iniciar la pelea.

—¿Listo? —preguntó con una media sonrisa.

—Listo —respondió con otra sonrisa.

Nada más se dijeron hasta que, de pronto, ambos gritaron al mismo tiempo
y se lanzaron el uno contra la otra con una pasmosa velocidad, chocando
ambas espadas con una fuerza tal que a todos les pareció escuchar el
atronador rugido de un trueno. Ambos giraron al mismo tiempo y sus
espadas volvieron a chocar para luego dar un salto hacia atrás para
quedarse mirando detenidamente.

—Nuestras fuerzas están igualadas —dijo Seagull, siempre sonriente—. Veo
que me decías la verdad acerca de nuestro enfrentamiento anterior; no
estabas en buenas condiciones.

—Y yo debo admitir que usted es realmente muy bueno con la espada,
capitán Seagull Hood, a pesar de poseer una gran boca. A estas alturas
yo ya lo habría derrotado… —ella le replicó también con una sonrisa,
pero inmediatamente su rostro cambió de expresión, poniéndose muy seria
mientras tomaba otra pose de lucha muy diferente a la anterior, una en
dónde llevaba su sable japonés al costado derecho de su cabeza, en
posición vertical.

—… pero le aseguro que no pasará mucho tiempo hasta que lo haya logrado
—declaró.

—Y yo digo que no pasará mucho tiempo hasta que tú te conviertas en mi
esposa, preciosura —rebatió sonriente.

—¡Cállate! ¡Eso jamás sucederá! ¡¡Aaaaaaaaahhh!! —y se lanzó sobre él
con una fuerza y velocidad tan asombrosa, que apenas le dio tiempo a
Seagull de eludirla, recibiendo una ligera cortada en uno de sus
costados en cuanto ella había bajado la espada.

El capitán Hood se miró la herida muy sorprendido, tapándola
instintivamente con la mano. Isabel, quien permanecía tranquilamente de
pie, dándole la espalda y mirándolo por sobre su hombro, sonrió
condescendientemente mientras se llevaba el sable sobre su hombro.

—¿Lo ves? —le dijo—. Jamás seré tu esposa puesto que jamás lograrás
derrotarme con tus estúpidas e infantiles técnicas de esgrima.

—Tienes mucha razón. Jamás podré derrotarte si no te tomo en serio…
—rebatió mirándola detenidamente.

—¿Qué? —exclamó sorprendida—. ¿Acaso quieres decir que hasta ahora no
has estado peleando en serio? ¡Ja, ja, ja! Ni pienses que voy a creerte
esa patraña.

—No es ninguna patraña, preciosura, hablo muy en serio… —le dijo
mientras se ponía en posición de ataque al estilo de la esgrima
europea—. Yo también he practicado muy duro para ser el mejor espadachín
de los siete mares.

—¡Ja, ja, ja! ¿Tan sólo los siete mares? —lo miró condescendientemente—,
pues yo soy la mejor del mundo y voy a demostrártelo acabando con tu
vida… —y también se preparó para el ataque.

Isabel Jacobson fue quien atacó primero, lanzándose nuevamente con una
peligrosa estocada contra el apuesto pirata, quien esperó hasta último
momento para esquivar el ataque haciéndose a un costado, dejando pasar
de largo a la mujer y aprovechando el momento para dejarla en ridículo
con un inofensivo golpe de espada en el trasero, haciéndola trastabillar.

Mientras Segull festejaba la broma con una teatral carcajada poniendo
los brazos como jarra, la agredida se dio media vuelta terriblemente
furiosa, llevándose la mano a su trasero golpeado.

—¡Tú! ¡Maldito desgraciado! ¿Pero cómo te atreves a hacerme esto?
—protestó con la cara roja por la indignación al percatarse de que los
demás también estaban riéndose de ella, exceptuando a James Norrington,
quien se encontraba tan sorprendido como ella.

Rabiosa e indignada, Isabel se volvió hacia ellos y les advirtió que
cerraran la boca si es que querían salir con vida de aquella horrible
isla. Todos se callaron, excepto el capitán "Sangre Negra" Morgan, a
quien ella le lanzó una horrible mirada de advertencia.

—De todas formas vas a matarme, ¿no es así, perra? —le dijo acertadamente.

Dando un suspiro de fastidio, Isabel se acercó inmediatamente a él y le
propinó una buena patada en el estómago, dejándolo sin aire y encorvado
de dolor, arrodillado en la arena.

—Tiene razón, capitán Morgan —le dijo mirándolo con desprecio y
altanería—, de todas formas voy a matarlo, pero antes me aseguraré de
que sufra de tal manera, que me pedirá de rodillas que acabe con su vida
de una vez por todas.

Y diciendo esto, se volvió hacia el sonriente Seagull y lo apuntó con su
sable.

—A ti no te va a ir mejor —le dijo.

Antes de que éste pudiera reaccionar, Isabel ya se había lanzado contra
él en una frenética pero bien realizada seguidilla de espadazos,
obligándolo a bloquear los golpes lo mejor que pudo hasta que, para la
sorpresa de ella, el capitán Hood brincó y pasó por encima de ella con
una ágil voltereta, aterrizando detrás para propinarle otro latigazo en
el trasero, haciéndola gritar tanto por la sorpresa como por el golpe.

—¡Ja, ja, ja! ¡Con eso aprenderás a no ser tan caprichosa, cariñito!
¡Ja, ja, ja! —se burló descaradamente.

Enfurecida, la avergonzada almirante se volvió velozmente junto con un
terrible y rápido golpe de espada, logrando herir al desprevenido pirata
en el estómago. Herido, el sorprendido hombre retrocedió unos pasos
hasta que echó a correr hacia la ribera, por lo que Isabel sonrió muy
orgullosa al ver aquella cobarde actitud y se fue corriendo tras él para
seguir ajustándole las cuentas.

Seagull Hood se detuvo cuando el agua del mar le llegó hasta los
tobillos y se volvió para esperar a su rival, quien, al alcanzarlo,
intentó atacarlo nuevamente pero el astuto pirata pateó con fuera el
agua, lanzándosela a los ojos y dejándola ciega el tiempo suficiente
como para volver a azotarle el trasero con su espada y salir corriendo
lo mejor que pudo hasta las palmeras. Con la paciencia ya acabada,
Isabel giró sobre sus pies y lo contempló largamente con sus ojos claros
lanzando chispas de furia.

—¡Esto jamás te lo perdonaré, capitán Seagull Hood! ¡Nadie me hace
quedar en ridículo! ¡Nadie!

Y diciendo esto, nuevamente corrió en dirección al divertido agresor,
quien comenzó a utilizar hábilmente como escudo cada palmera que
interpuso entre él y ella.

—¿Qué pasó, almirante George Jacobson? —le preguntó mientras esquivaba
casi sin problemas uno de los ataques de su enemiga—. ¿Mis grandiosas
habilidades lo superan?

—¡Tonterías! —exclamó rabiosa lanzando otro golpe—. ¡Usted jamás me
superará, capitán Seagull Hood!

—¿Ah, no? ¿Y qué le parece esto? —y cuando apenas terminó de decir esto,
aprovechando la estocada que Isabel le había lanzado, el pirata la tomó
inesperadamente de la muñeca y la atrajo rudamente hacia él y la besó
tan profundamente que la dejó completamente atontada, mirándolo como una
idiota.

—¿Lo ve? —le sonrió triunfante para luego soltar una carcajada
sobreactuada—. ¡Usted terminará convirtiéndose en mi esposa, preciosura!
¡Ja, ja, ja!

A la distancia, tanto James como los demás no podían creer lo que
estaban viendo: ¡el poderoso e invencible almirante Jacobson estaba
siendo ridiculizado por un vulgar pirata!

—¡Wow! ¡Se besaron! —festejó Jacky batiendo las palmas llena júbilo—.
¡Pronto habrá boda! ¡Y ron! ¡Mucho ron!

Pero la pirata no pudo seguir festejando, puesto que notó que James le
había lanzado una terrible mirada de desaprobación. Frunciendo el
entrecejo, Jacky se cruzó de brazos y le dijo muy molesta:

—Me imagino, ex comodoro James Norrington, que usted no estará celoso su
amiguita, ¿verdad? —cada palabra que ella había pronunciado, rezumaban
de celos.

—Mi querida Jacky —comenzó a decir con su habitual altanería—, no son
los celos o el ron lo que deberían preocuparte, sino de lo que Geor…
Isabel puede llegar a hacer cuando se toma en serio un combate.

—¿Eh? —exclamó mirándolo muy sorprendida.

—¿Qué quiere decir con eso, señorito Norrington? —preguntó Annete.

James volvió su atención hacia el combate que mantenían su amiga y el
capitán Seagull, y sonriendo levemente.

—¿Realmente creían que un pirata tan ridículo como ése podría
derrotarla? La conozco muy bien y la he visto combatir contra poderosos
rivales durante todos estos años… pero nadie tan ágil y habilidoso como
ese pirata, pero eso no significa que tiene la batalla ganada… —la
mentalidad de oficial afloró en su semblante, quitándole algo de su
demacrada humanidad—. Ella lo derrotará cuando aclare su mente y la
libere de todo sentimiento y pensamientos…

Jacky lo miró muy preocupada para luego dirigir su atención hacia los
combatientes. Tal vez James podía ser un hombre cariñoso, honesto y
bueno, pero cuando notaba que su fría mentalidad de militar dominaba
aquellos nobles sentimientos, se preguntaba si realmente lograrían ser
felices alguna vez.

Mientras tanto, ya dueña de sí misma, Isabel se limpió la boca con la
mano, sintiendo verdadera repugnancia por aquel beso no deseado.

—Usted me da asco, capitán Seagull Hood —le dijo mirándolo con unos ojos
terriblemente fríos.

El aludido sonrió burlonamente.

—No dijiste eso cuando estuvimos en la cama, preciosura —fue su
inesperada réplica.

—¡¡Eres un maldito!! —gritó furiosa, lanzándole uno de sus más poderosos
ataques, cortando la palmera en dos y obligando a un sorprendido Seagull
a retroceder inesperadamente, cayendo al suelo pesadamente al tropezar
con una piedra.

Aprovechando aquel descuido, la oficial saltó inmediatamente sobre su
oponente para estacarlo con la punta del sable, pero el pirata pudo
esquivar aquel ataque a duras penas rodando sobre sí mismo y comenzar a
brincar hacia atrás para evitar que ella lo cortara con una peligrosa
seguidilla de golpes furiosos y bien realizados.

La sonrisa de confianza del capitán Hood que había tenido desde un
principio, había desaparecido por completo al darse cuenta de que Isabel
había cambiado completamente su estrategia de pelea, llegando a ser
mucho más agresiva y mortal que antes.

Con la ropa hecha jirones, finalmente se vio obligado a utilizar todas
sus fuerzas para bloquear el último ataque de ésta. Mirando directamente
a los ojos mientras hacían fuerza uno contra otro, espada contra espada.

—Creo que te subestimé, querida… —le dijo esbozando una sonrisa.

—Aun no he demostrado todo mi poder, capitán Seagull Hood —le respondió
también con una sonrisa.

—¿Y qué esperas para demostrarlo? Yo tampoco lo he utilizado, ¿sabes?
Puedo derrotarte en cualquier momento, además… —los ojos de Seagull
brillaron con la expectativa—, sé que serías una estupenda esposa para
un hombre como yo.

Ella se rió socarronamente.

—Qué interesante —dijo—, pero lamentablemente para usted, yo pienso que
James Norrington es el hombre perfecto para mí, ¿sabe?

—¿Él? —le dirigió una corta mirada de desaprobación al aludido antes de
volver nuevamente su atención sobre Isabel—. Lo siento, pequeña, pero me
parece que su corazón pertenece a la hermana de Jack Sparrow… Y no lo
culpo, ella es realmente muy sensual…

—¡Oh! ¡Cállese, idiota! —replicó furiosa—. ¡Él terminará siendo mi
esposo cueste lo que me cueste!

—Por lo que veo, eso es tan sólo otro de tus caprichos, preciosura —le
dijo—. Te aseguro que jamás serás feliz con él porque, por lo que he
visto, él es mucho más sentimental que tú y yo a pesar de esconderse
detrás de la indiferente máscara de un oficial —la miró fijamente—. Vas
a hacerlo miserable.

Isabel sonrió con cinismo.

—Hablaste como mi tío… —De pronto, pareció sumergirse en los recuerdos,
pero enseguida volvió a la realidad—Pero no creas que vas a convencerme,
yo sé que él y yo seremos felices siempre y cuando estemos juntos por el
resto de nuestras vidas.

—Te equivocas, y lo sabes muy bien…

—En ese caso —sus ojos se volvieron como el hielo—, él jamás se quedará
con ella. Jamás permitiré que ellos se queden juntos… ¡Sería una
terrible vergüenza para la corona Inglesa el que uno de sus hombres se
case con una pirata!

Entonces, Seagull no pudo evitar mirarla con una mezcla de asombro y
lástima.

—Eres una mujer caprichosa, insensible, egoísta y fría… ¿Cómo alguien
con una belleza insuperable y grandes habilidades puede ser tan
perversa? ¿Entonces por qué te acostaste conmigo? Pensé que habías
llegado a sentir algo por mí…

—¡Ja, ja, ja! —se rió con desprecio—. ¿Crees que lo hice porque me
gustaste? ¡Claro que no, tonto cretino! ¡Solamente lo hice porque era
algo que yo quería hacer!

—¡Pero yo soy un pirata! ¿Acaso no te arrepientes de lo que hiciste
conmigo? —preguntó incrédulo.

—Por supuesto que no —su rostro perdió toda expresividad humana—. Yo
jamás me arrepiento de lo que hago.

—¿Aunque estés equivocada? —preguntó sorprendido.

—Aunque esté equivocada. Yo siempre sé lo que hago y nunca siento
remordimientos por mis actos pasados, capitán Seagull Hood.

El pirata se le quedó mirando boquiabierto, impresionado por la
extremada frialdad de aquella hermosa mujer que parecía ser un ángel
pero que poseía el corazón de un cruel demonio. Aún así, él sabía que la
seguía amando.

—Ya basta de tanto palabrerío y terminemos con esto de una vez —dijo
ella de repente, volviéndolo a la realidad.

Seagull sonrió.

—De acuerdo —asintió con la cabeza, sonriendo nuevamente—. Éste será
nuestro último ataque, el definitivo.

—Muy bien.

Entonces, ambos giraron velozmente hasta quedar de espaldas uno contra
la otra. Los pocos segundos que transcurrieron desde aquel momento
parecieron interminables para todos porque intuían que aquello sería el
último y definitivo movimiento de ambos espadachines. Tanto Isabel como
Seagull eran igualmente buenos con el sable, pero las técnicas que
utilizarían sería lo que decidiría cuál de los dos era el mejor.

De pronto, ambos se volvieron con una velocidad asombrosa y chocaron sus
espadas varias veces, provocando una lluvia de chispas hasta que
nuevamente volvieron a girar sobre sí mismos y sus espadas quedaron
increíblemente a unos cuántos centímetros del cuello de su oponente. Los
dos habían utilizado la misma técnica; los dos eran igualmente buenos…

—Ha sido un empate —fue la sentencia de James mientras sus compañeros se
habían quedado con la boca abierta, impresionados.

Pronto, los serios semblantes de Isabel y Seagull se relajaron hasta
esbozar una tenue sonrisa de satisfacción.

—Veo que decías la verdad cuando declaraste que eras muy bueno con la
espada, capitán Hood —dijo ella.

—Y yo admito que tampoco mentías, cariñito —replicó él.

—Esto ha quedado en un empate hasta que volvamos a enfrentarnos de
nuevo. ¿Está de acuerdo con eso?

—¿Otro enfrentamiento? Muy bien, para entonces te derrotaré y serás mi
esposa.

—Y yo le advierto que si lo derroto, significará la muerte para usted.

—Bien, correré el riesgo.

—Estamos de acuerdo, entonces.

Y así, tanto la oficial como el pirata, apartaron el filo de sus sables
del cuello de cada uno y la envainaron con gran satisfacción, pues ambos
jamás habían tenido una pelea tan excelente y entretenida como la que
habían protagonizado. Pero Isabel tenía que hacer algo muy importante
antes de marcharse de la isla, así que se dirigió prestamente hacia el
lugar en donde se encontraban el capitán Bart "Sangre Negra" Morgan y el
señor Smith.

—¡Espera! —exclamó Seagull tomándola fuertemente del brazo—. ¿Es que
realmente piensas asesinar a ese tipo después de todo?

—¡Claro que sí! ¡Tú no te metas en esto! —exclamó irascible mientras se
desembarazaba bruscamente de él—. ¡Ese maldito bastardo asesinó a mis
padres y a mi hermanito y a quién más sabe Dios! ¡Tengo todo el derecho
de vengarme! ¡No por nada he invertido toda mi vida para cumplir mi promesa!

Y acercando su bello rostro al de él, declaró con gran determinación:

—Es mi derecho y ni tú ni nadie van a impedírmelo, ¿comprende, capitán
Seagull Hood? —viendo que él ya no iba a oponerse a su voluntad, Isabel
se dirigió con paso seguro hacia Morgan, quien la miraba detenidamente
sin siquiera pestañar.

—Comience a orar si es que cree en algún Dios, capitán Morgan —le dijo
mientras desenvainaba la espada dispuesta a cortarle la cabeza—, éste es
el final de sus días.

Pero justo cuando ella alzaba el arma para descargar el golpe fatal
sobre su victima ante los aterrorizados ojos de Smith, quien sostenía
fuertemente el libro entre sus brazos, "Sangre Negra" murmuró:

—Es una lástima que una mujer tan hermosa y fuerte termine siendo una
miserable cobarde como lo soy yo…

La oficial se detuvo de golpe, sorprendida.

—¿Cómo dice?

—Dije que, al final, resultó ser tan miserable y patética como yo —le
respondió mientras la miraba con desprecio.

—Esas van a ser sus últimas palabras, capitán Morgan —y se dispuso a
ejecutarlo, pero el pirata no se dio por vencido y estaba dispuesto a
disuadirla.

—¿Está feliz de haber sido derrotada por aquel imbécil?

Isabel se detuvo otra vez, ofendida.

—Yo no fui derrotada, hubo un empate —aclaró.

Entonces, el horrible hombre soltó una carcajada de burla:

—¡¡Jua, jua, jua!! Veo que después de todo usted resultó ser, al final
de cuentas, una mujer débil y estúpida como las demás…

—¿Débil y estúpida? —repitió furiosa.

—Claro, solamente una mujer podría estar contenta con un empate.

—¡¡Yo soy una mujer!!

Morgan volvió a reírse, pero esta vez no fue con un marcado tono de
burla, sino de menosprecio.

—Eso quedó claro, almirante, pero todos lo admiraban y le temían cuando
era un hombre —dijo—, pero ahora que a demostrado que es una mujer como
cualquier otra sin nada en especial, pues… ya no creo que se la admire
como antes…

Isabel Jacobson bajó el sable, y mientras inclinaba la cabeza y achicaba
los ojos, preguntó con suspicacia:

—¿A dónde quiere llegar con todo esto, capitán Morgan? ¿Qué quiere? ¿Qué
le perdone la vida? Está muy equivocado si cree que haré eso.

—¡Oh! No lo dudo, almirante, pero pensé que, tal vez, como le gusta
tanto los combates y ser la mejor en ellos, ambos tengamos un último y
espectacular combate, digno de nuestra reputación y así vengaría a su
familia con verdadero esfuerzo y honor.

—Si usted fuera mejor espadachín que el capitán Seagull Hood, tal vez
aceptaría su desafío, pero lamentablemente para usted, su sanguinaria y
truculenta reputación es mucho más impresionante que su habilidad con la
espada.

—Eso se puede arreglar… —fue la sorprendente revelación de Morgan,
llamando poderosamente la atención de Isabel.

—Explícate —pidió muy interesada.

Morgan sonrió satisfecho, tal vez podría salirse con la suya.

—Existe una leyenda sobre una poderosa espada que está ubicada en un
antiguo y misterioso templo de las tierras del norte cerca de los
límites entre el fin del mundo y las puertas de Asgard, la residencia
sagrada del dios Odín. Se dice que esa espada perteneció alguna vez a
ese poderoso dios y que tiene el poder de hace invencible en la batalla
a quien la porte… Yo quería esa espada con la sola intención de
derrotarla a usted, almirante, por eso había buscado ese maldito libro
que tiene el imbécil.

—¿Qué contiene ese libro?

Esta vez, antes de que el pirata lograra responderle, el aventurero fue
quien lo hizo:

—Este magnífico libro contiene numerosas pistas y claves para encontrar
los tesoros ocultos de las leyendas y los mitos de la humanidad, las
bestias y los dioses. Durante siglos, mi familia se dedicó a investigar
y recopilar toda la información que contiene —declaró con arrogante orgullo.

Isabel estaba francamente impresionada y, sin que Smith pudiera
impedirlo, le arrebató el dichoso libro de las manos.

—¿Entonces éste es el famoso Libro del Destino? —inquirió hojeándolo con
desusado interés, pues ella era una fanática coleccionista de
antigüedades—. A primera vista no parece la gran cosa, como su dueño,
pero su contenido es increíblemente valioso… Puede cambiar el destino de
quien consiga los tesoros que ofrece…

—¿Lo ve, almirante? Es por eso que quiero pedirle tiempo para encontrar
esa espada y enfrentarla en una de las batallas más épicas del la
historia de la humanidad —le dijo Morgan, cuyas seductoras palabras
terminaron por convencer a Isabel.

—¿Una de las batallas más épicas de la historia de la humanidad?
—repitió mientras cerraba el libro—. Se equivoca usted, capitán Morgan,
nuestra pelea será la batalla más legendaria de la historia de la
humanidad, digna de mi gloriosa venganza y que quedará para siempre en
los anales de la historia.

Se volvió hacia Smith y le devolvió el libro mientras decía:

—Levántese del suelo, capitán Morgan. He tomado una decisión y le he
perdonado la vida para que busque esa espada libremente a cambio de que
nos enfrentemos en una espectacular batalla final. ¿Está de acuerdo?

—Estoy de acuerdo… —sonrió victorioso mientras se ponía en pie—. Pero
necesito otra cosa tan importante como el libro para conseguir la Espada
de Odín, almirante Jacobson.

—¿Qué es? —preguntó volviéndose hacia él.

—¡Aquella niña! —exclamó apuntando hacia la pequeña Alwine, quien se
encontraba tan sorprendida como los demás, ¿qué había pasado con la
venganza de Isabel? Como nadie había escuchado nada de lo que ellos
habían hablado, no lograban entender nada de lo que estaba ocurriendo.

—¿Para qué la quieres? —lo miró amenazadoramente—. Juro que si le pones
una mano encima, nuestro acuerdo jamás se llevará a cabo.

Bart "Sangre Negra" sonrió algo desencantado.

—Lamentablemente no puedo hacerle daño, ella es lo que necesito para
abrir las puertas del templo de Odín… Esa mocosa es una descendiente
directa de los elfos...


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