Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 40: El Verdadero Asesino*

                   Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

SEXTA PARTE: TORTUGA

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 40: El Verdadero Asesino*


La repentina aparición del almirante George Jacobson dejó a todo el
mundo boquiabierto, en especial al capitán Seagull Hood, quien ya sabía
la verdadera identidad de éste. El ver a Isabel vestida como hombre, lo
había dejado sinceramente anonadado. Sabía que la amaba con locura, pero
también supo que ella jamás iba a amarlo.

—Yo me haré cargo de este bandido —repitió el almirante, caminando hacia
donde se encontraban el capitán Hood y Morgan mientras su fría mirada se
posaba acusadoramente sobre la capitana Jacky Sparrow y el ex comodoro
James Norrington. Asustado, James se apartó como pudo de la pirata,
quien lo miró muy sorprendida y sin comprender del todo su extraña
actitud—. Ese hombre debe pagar por todas sus fechorías.

Seagull, sin quitarle la vista de encima a Isabel, se apartó
prudentemente de Morgan hasta que ella se detuvo orgullosamente delante
de éste último.

—Póngase de pie, capitán Bartolomé Morgan, lucharemos como caballeros.

El aludido la miró detenidamente y poco a poco comenzó a levantarse. Más
allá, Annete y Billy corrieron muy preocupados hacia donde se
encontraban Jacky y James.

—¡Señorito Norrington! ¿Qué le ocurrió? ¿Quién le hizo esto? —quiso
saber la francesa mientras se arrodillaba ante él y comenzaba a
revisarlo cuidadosamente y le dirigía una acusadora mirada a la capitana
Sparrow.

—… Ella no me hizo nada, madame Foubert… Fue ese maldito pirata… —le
aclaró el ex oficial, quien seguía sentado en la arena.

—Nada, ¿eh? Pues por su culpa usted perdió su dignidad y todo lo que le
había costado lograr durante todos estos años, señorito Norrington,
además de haberle roto el corazón, claro.

—¡Oiga! —se quejó Jacky, a quien el jovencito Billy se había lanzado a
sus brazos, dichoso por verla de nuevo.

—¿Acaso osará negarse, señorita Sparrow? —la enfrentó furiosa,
poniéndose de pie para mirarla a los ojos—. Todo lo que dije es cierto.
¡Admítalo!

James y Billy la miraron detenidamente al igual que Alwine y Elena,
quienes se habían acercado a presenciar aquella interesante escena.
Jacky, sintiéndose presionada, miró nerviosamente a cada uno de ellos
hasta que finalmente posó su mirada sobre James Norrington.

—Bueno, yo… —comenzó a balbucear—. Yo… Yo… No…

—¡Ah! ¿Lo niega, usted?

Y sin que nadie se lo esperara, madame Foubert le dio a Jacky una buena
cachetada, haciéndole girar la cabeza.

—¡Ouch! —Sin volverse, la aporreada pirata se llevó la mano a su
adolorida mejilla. ¡Hacía tanto que no la golpeaban de esa manera!—.
Esto me lo merezco…

Se volvió y miró a madame a los ojos.

—Con sinceridad, madame Foubert, si yo dijera que usted está equivocada
con sus conjeturas, entonces usted quedaría como una deshonesta y yo
también quedaría como una deshonesta, pero, si yo dijera que usted está
en lo cierto en sus conjeturas, entonces usted quedaría como una honesta
y yo también quedaría como una honesta, así que, honestamente hablando,
ambas somos tan honestas como deshonestas.

Todos parpadearon bastante confundidos con aquel extraño discurso, pero
Annete no era mujer de quedarse en el molde, así que, agarrando a la
capitana por el cuello de la camisa, exclamó:

—¡Usted es la única culpable de lo que le pasó a mi niño y no tiene por
qué negarlo, señorita Sparrow o juro que la haré ingresar por la fuerza
a un instituto correccional de señoritas para que aprenda a comportarse
como tal!

Jacky se le quedó mirando con los ojos y la boca bien abiertos, jamás en
su vida la habían amenazado con internarla en un instituto. Estuvo a
punto de replicarle, pero la interrumpió una risotada bastante
estruendosa por parte de Elena, quien ya se estaba quedando sin aire por
culpa de su ataque de risa. Furiosa, madame Foubert se volvió hacia la
impertinente jovencita y puso los brazos en jarra mientras le clavaba
una gélida mirada.

—¿Qué le parece tan gracioso, señorita? —la miró de arriba abajo con el
ceño fruncido por el desagrado que le inspiraba—. Veo que usted tiene
mucha menos educación que la señorita Sparrow. Debería contemplar la
idea de acompañarla al internado y aprender la buena educación que tanta
falta le hace.

—¿Acaso perdió el juicio, vieja loca? ¡Nadie me dice lo que tengo que
hacer! ¡Ni siquiera aquel bondadoso doctor!

Annete estuvo a punto de abofetearla por su impertinencia, pero se
detuvo inmediatamente cuando escuchó aquellas últimas palabras. Lo
primero que se le vino a la mente fue el bondadoso rostro de Christian
Jacobson.

—¿De quién hablas? ¿Cuál doctor bondadoso? ¡Dime! —quiso saber.

—¡Oh! Yo… —balbuceó la muchacha al ver cómo había reaccionado aquella
austera mujer. Seguramente ésta lo conocía.

—¡Habla de una vez! —la tomó por los hombros con las manos crispadas—.
¡A cuál doctor te refieres!

Pero Elena no podía hablar, estaba asustada, tenía miedo de que aquella
ruda mujer reaccionara con violencia cuando supiera lo que ella le había
hecho al doctor.

—Tenía un nombre muy bonito —intervino tímidamente la pequeña Alwine—,
aunque no me gustaba su significado…

Annete se volvió hacia la pequeña y, arrodillándose, la tomó por los
brazos, hablándole con un tono menos duro, casi dulce, esperanzada.

—Dime, pequeñita: ¿cómo se llamaba ese doctor?

Ella la miró con esa inocencia propia de su edad, comprendía todo con
mucha facilidad, pero podía adivinar que su respuesta podría causarle
mucho dolor a aquella señora.

—… Era un nombre muy bonito —repitó en un susurro—… Se llamaba Christian…

—¿Christian? ¿Christian? —repitió Annete, abriendo enormemente sus ojos
verdes—. ¿Conoces su apellido?

—No me acuerdo… —fue la frustrante respuesta de la niña.

Dando un suspiro de fastidio, madame Foubert se puso en pie luego de
acariciar secamente la cabeza de Alwine y se volvió hacia Elena, quien
la miraba como si fuera la culpable de algo muy malo.

—¿Y tú? ¿No te acuerdas cómo se apellidaba?

Asustada, la aludida lo negó con la cabeza. Aquella mujer de dura mirada
le daba mucho miedo.

—… ¿Cree que se refieran al doctor Jacobson, /nanny…/? —le preguntó
James tan preocupado como extrañado por el destino de aquel hombre tan
sabio.

Annete estuvo a punto de responderle, pero fue el almirante, que estaba
escuchándolo todo con mucha atención, quien respondió, pues había
decidido que ya era tiempo de que ellos supieran la triste y dolorosa
verdad acerca de su tío.

—Sí, ése hombre era mi tío, James —declaró sin quitarle la vista de
encima al capitán Morgan—. Éste maldito fue quien lo asesinó frente a
mis ojos cuando intenté salvarlo cerca de estas costas.

—¡¿Qué?! —exclamó madame Foubert, impactada—. ¿Christian está muerto?
No, no puede ser… —pronto sintió cómo se le llenaban los ojos de
lágrimas. Ya no habrían más juegos de ajedrez, ya no habrían más
combates de inteligencia entre los dos, ya no volvería a ver su sonrisa
tan burlona, inteligente y bondadosa a la vez. Ya nunca más volvería a
verlo… Y jamás se casaría con él…

Todos conocían al buen doctor y todos reaccionaron de manera diferente
frente a aquella horrible revelación. Rompiendo a llorar amargamente, la
pequeña Alwine se lanzó a los brazos de Billy, quien, bastante
confundido y avergonzado, no sabía si quitársela de encima o dejar que
lo abrazara; Elena se hincó sobre la arena y comenzó a acariciar a su
perro, agachando la cabeza y tratando de disimular las lágrimas de culpa
que luchaban por salir de sus ojos; James se aferró con fuerza a la mano
de Jacky, quien se percató de que él estaba temblando; madame Annete
Foubert, en cambio, mientras las lágrimas comenzaron a brotar de sus
ojos, cerró los puños con inusual fuerza y apretó la mandíbula de tal
forma, que hizo chirriar sus dientes.

—¡Acabe con ese hombre, almirante Jacobson; vengue la muerte de Monsieur
Jacobson! ¡Un hombre tan perverso como ése no tiene ningún derecho a
permanecer con vida sobre esta tierra de Dios después de haber asesinado
a un caballero! —le pidió con voz sibilante, clavando su mirada de
halcón sobre Morgan, fulminándolo.

Todos se le quedaron mirando, impresionados por la fría y decidida
actitud de aquella mujer. Hasta Isabel se le quedó viendo, pues, aunque
madame Annete Foubert aparentaba ser una mujer muy fría y recta, era muy
femenina y llena de sentimientos fuertes, más femenina de lo que ella
podría haber llegado o llegaría a ser jamás. Conmovida, la pequeña
Alwine soltó a Billy y tomó la mano de la francesa con su pequeña
manito, por lo que Annete, sorprendida, la miró detenidamente. Había
algo en los ojos celestes de aquella niña que le hacía recordar la
inusual bondad de su querido y amado Christian.

—¿Lo querías mucho? —preguntó la niña.

—Sí. Mucho —respondió después de unos momentos.

—Yo también lo quería mucho… —y de los ojos de Alwine comenzaron a
brotar algunas lágrimas hasta que pronto rompió a llorar
desconsoladamente mientras madame Foubert, conmovida, se puso en
cuclillas para estrecharla suavemente contra su pecho, permitiéndole que
se desahogara todo lo que quisiera mientras que ella también comenzaba a
llorar en silencio, recordando que una vez, Christian le había afirmado
que ella también tenía un corazón bondadoso a pesar de haberlo ocultado
orgullosamente tras su fría e insensible armadura. En tanto, Elena, la
culpa la carcomía terriblemente al saberse la culpable indirecta de la
muerte del doctor. Si ella no los hubiera delatado a esos piratas,
seguramente él estuviera con vida y, tal vez, proponiéndolo ser su padre.

Y así, con el corazón hecho pedazos, la jovencita se lanzó al suelo y
rompió a llorar amargamente.

—¿La escuchaste? —le preguntó Isabel a "Sangre Negra"—. Tus días están
acabados, ahora nadie te ayudará a escapar de tu merecido final… Pero...
—Dirigió su fría mirada hacia la capitana Jacky Sparrow—, ahora tengo
algo mucho más importante que hacer… —Volvió su atención hacia Seagull—.
No dejes que se escape, pronto me encargaré de él.

El aludido asintió un tanto consternado, aun no podía asimilar la idea
de ver a su querida Isabel en el papel de almirante… ¿Cómo podía ella
desperdiciarse de esa manera?

Entonces, ya decidido con lo que iba a hacer, el almirante Jacobson se
dirigió determinante hacia Jacky. En su hermoso rostro se podía adivinar
lo que ella quería hacer, y no era algo muy bueno. James también lo
había adivinado y se había puesto en pie lo más rápido que pudo,
colocándose frente a la asustada pirata, interponiéndose entre ella y su
amiga. Billy también había comprendido la terrible situación, así que él
también se había colocado delante de James y Jacky, temblaba como una
hoja, pero era muy valiente y decidido.

En cambio, Annete, Alwine y Elena, a pesar de que no conocían muy bien
al almirante, lograron intuir algo muy peligroso en ese hombre, un
sentimiento de peligro muy diferente del que inspiraba "Sangre Negra",
que era como el de muerte. El almirante Jacobson inspiraba uno de
espantoso terror, uno que Annete jamás se hubiera imaginado sentir,
estremeciéndola completamente.

Sin decir una sola palabra, Isabel Jacobson apartó bruscamente a Billy a
un costado, lanzándolo al suelo.

—¡No! —exclamó James en cuanto ella se paró frente a él—. Por favor,
amigo, no le hagas daño. Ya te dije que ella no fue capaz de cometer
semejante atrocidad…

—Quítate —fue la áspera orden del oficial.

—No lo haré, George; quiero que entres en razón. Ella o él no pudieron
hacerlo, ¡eran demasiado pequeños! ¡Tienen casi nuestra edad!

Isabel sonrió condescendientemente.

—Eso ya lo sé, ¿crees que soy estúpido? Tal vez Jack Sparrow no asesinó
a mis padres y a mi… hermana, pero lo que sí es seguro es que estuvo en
ese maldito navío formando parte de la tripulación de esos piratas… —Su
rostro se contorsionó horriblemente—. ¡¡Y juré que todos esos malditos
piratas que nos abordaron morirían!! —Señaló a la asustada y sorprendida
pirata—. ¡¡Jack Sparrow era uno de ellos y no será la excepción!!

—¿Qué? —fue todo lo que pudo decir Jacky, pues estaba tan sorprendida y
confundida como los demás, no podía entender aquellas acusaciones, nada
de eso tenía sentido. ¿De qué estaba hablando aquel loco?

—George, yo entiendo lo que sientes, pero en esto estás equivocado…
—Norrington intentó hacerla entrar en razón, no quería que su mejor
amiga asesinara a la mujer que él aun amaba.

—¡¡Por amor de Dios, James, ella es una maldita pirata!! ¡¡Deberías
haberla mandado a la horca desde el primer momento que la viste!!

Isabel estaba perdiendo el control de sí misma, su rencor largamente
alimentado durante años, su vida vivida a medias, su falsa identidad, el
rechazo de su propuesta de matrimonio, la muerte de su tío, su
frustración… todo había comenzado a rebasar el límite de su cordura,
amenazando con perderla en cualquier momento.

—Tal vez tengas razón, amigo mío, pero perseguirla por un crimen que no
cometió es injusto.

—¿Injusto? ¿Injusto? —repitió furiosa—. ¡¿Qué demonios sabes tú sobre lo
que es injusto, James Norrington?! ¡¡Quítate de en medio!! ¡¡No la
defiendas más!!

—¡No! ¡No lo haré! ¡Estás cometiendo un error! ¡Recapacita! ¡Esto ha ido
demasiado lejos! —la enfrentó extendiendo los brazos como aquella vez
que la defendió del ataque del pequeño Beckett y su grupo en el patio de
la escuela militar.

—Quítate de en medio, James, te lo advierto… —le propuso con una
peligrosa voz sibilante, sus ojos brillaron con una furia demencial.

—No lo haré. No permitiré que cometas un error del que luego te
arrepentirás —le dijo con gran decisión.

—¡Ja! ¿En verdad crees que me arrepentiré de asesinarla? Qué poco me
conoces, amigo mío… Ahora, quítate de en medio o me veré obligado a
quitarte por la fuerza —volvió a amenazarlo.

James tragó saliva, sabía de lo que era capaz Isabel pero no estaba
dispuesto a ceder, no permitiría que ella cometiera semejante error.

—No me haré a un lado, George; tú sabes que jamás lo haría —declaró al
final.

Jacky lo miró admirada, aun si su Norry declaraba que ya no la quería,
que la odiaba, era capaz de arriesgar su propia vida por ella. ¿Qué otra
muestra de amor era más grande que sacrificar la propia vida por otra
persona?

—Bien…, si eso es lo que quieres… —dijo Isabel con un tono de voz tan
amenazador que helaba la sangre a cualquiera.

De pronto y sin dar tiempo a nadie de reaccionar, el almirante le
propinó un fortísimo golpe de puño en la herida que Norrington tenía en
el abdomen, provocando que éste cayera de bruces al suelo, a un costado.
Con la rapidez de un rayo, Isabel desenvainó el sable japonés y con
inimaginable velocidad colocó su filosa hoja sobre el cuello de la
asustada y sorprendida pirata. Seagull Hood y todos los demás no podían
dar crédito a lo que estaban viendo, no lograban entender nada de lo que
estaba pasando, absolutamente nada.

—¡Joven Norrington! —exclamó muy asustada su ex institutriz mientras se
lanzaba a su lado y lo tomaba entre sus manos mientras él trataba de
soportar el tremendo dolor que le había causado semejante golpe—. ¿Está
usted bien? ¡Joven Norrington!

—… Sí, estoy bien…, no se preocupe, madame Foubert… —le respondió con
voz débil, dirigiendo su atención hacia donde se encontraba Jacky.
Grande fue su angustia al darse cuenta de lo que pasaba. Trató de
levantarse, pero no lo logró, el golpe que Isabel le había dado lo había
dejado muy debilitado y adolorido.

—¿Pero qué es lo que está pasando? No entiendo… —preguntó Annete.

—… El almirante cree que Jacky formó parte de la banda de piratas que
asesinó a su familia cuando él era un niño…

—¿Cómo? ¿Y usted se atrevió a mezclarse con una mujer así, señorito
Norrington? ¿Con una asesina? —lo censuró enojada.

—… Ella no es ninguna asesina, madame Foubert… —la corrigió mirándola a
los ojos, ofendido—… Muy a pesar mío o no, jamás he escuchado que el
capitán Jack Sparrow haya asesinado a inocentes…

—¿Un pirata que no asesina? Eso es algo muy difícil de creer, señorito
Norrington, muy difícil de creer… —replicó de mala gana—. Todos los
piratas son asesinos.

—No todos son asesinos… Algunos no lo son… —murmuró mirando muy
angustiado hacia Jacky.

Mirando de reojo al filoso sable y luego al peligroso almirante
Jacobson, la capitana Sparrow no pudo hacer otra cosa que sonreír
tontamente.

—¿Perdón? ¿Podría explicarme, con sinceridad, de qué se me acusa?
—pidió—. Porque si voy a ser acusado o, en su defecto, acusada de lo que
usted me acusa, ya que usted es el acusador, tengo el derecho de saber
de lo que se me acusa, /¿savvy?/

Isabel frunció el entrecejo ante tanta palabrería inútil, pero como su
mente era rápida, no le molestó demasiado como para tener que protestar.

—No te hagas la estúpida —dijo—. ¿De verdad no sabes por qué te odio
tanto como para matarte?

—Ejém… —carraspeó—. Si diría que es por causa de Norry, podría
atribuirlo a los celos… Pero no sabría definirlo si serían celos de
amistad o de… amor… Cosa que lo convertiría a usted en algo que he
estado sospechando durante tanto tiempo… —respondió algo dubitativa.

Isabel estaba sorprendida, quizás aquella pirata había descubierto su
verdadera identidad. Pero eso no la amedrentó del todo de sus
intenciones originales. Volvió a hablar, y lo hizo fingiendo seguridad y
sarcasmo a pesar de que sentía que su corazón golpeaba con enorme fuerza.

—¿Ah, sí? ¿Y qué crees que soy?

Jacky Sparrow la miró de reojo antes de contestar.

—Bueno, pues… a Norry nunca le gustó mi teoría…

—¿James? ¿Y qué tiene que ver James con todo esto?

—Mucho, se lo aseguro.

—¿En serio? ¿Y qué esperas para decírmelo? Vamos… —acercó su amenazante
rostro al de ella—, dímelo…, con sinceridad…

—Este… Usted se va a enojar conmigo… —replicó insegura mientras bajaba
la vista y juntaba la yema de los dedos índice.

—Mire, Jacky Sparrow…: yo ya estoy enojada con usted y eso no…

—Capitana Jacky Sparrow —la interrumpió alzando la vista.

—¿Cómo?

—Capitana Jacky Sparrow. Así se dice —le aclaró.

Apenas terminó de escucharla, Isabel la tomó rbuscamente por el cuello
de la sucia camisa y comenzó a sacudirla frenéticamente, furiosa.

—¡No me venga con estupideces, Jacky Sparrow! ¡Me importa un comino lo
que sea usted! ¡Si no me dice de una vez qué es lo que sospecha de mí,
esas serán sus últimas palabras! ¡Se lo juro!

—¡Está bien! ¡Está bien! ¡Se lo diré!

El almirante dejó de sacudirla y la miró con gravedad.

—Bien. Te escucho.

Curiosos, Seagull y Morgan (que estaban más lejos), Annete, Elena,
Alwine y Billy (a éste último se lo explicaba todo la ex institutriz
mediante las señas) trataron de escuchar con mucha atención las
siguientes palabras que saldrían de la boca de la atolondrada pirata,
excepto James, quien ya estaba sospechando la respuesta y se lamentaba
por la estupidez de Jacky.

—… Bueno… —comenzó a hablar la pirata amenazada—. Yo siempre le dije a
Norry que me parecía que usted era… gay…

Todos parpadearon perplejos durante unos segundos, pero cuando la idea
penetró en sus mentes, todos comenzaron a reírse descaradamente a
carcajadas del almirante Jacobson, quien estaba hecho una verdadera
furia. ¿Cómo se atrevía esa desgraciada pirata a catalogarla como gay
frente a todo el mundo?

—¡¡Guarden silencio o juro que ninguno saldrá bien parado de esta
maldita isla!! —amenazó terriblemente iracunda. Todos se callaron en el
acto y trataron de desviarle la mirada, carraspeando.

Jacky, quien con James eran los únicos que no se habían reído, miraba a
uno y a otro lado sin lograr entender nada de lo que había pasado,
adivinando que ahora el almirante Jacobson tenía algo más en la lista de
acusaciones en contra suya.

—Esteee… No dije eso para que se rieran… —aclaró.

Rubicunda, Isabel volvió su aplastante atención hacia ella y le dijo con
un tono más que furioso y amenazante:

—¿Acaso te crees muy graciosa, imbécil? —dijo—. Tal vez James sea una de
las razones por la que te odio, pero no se compara en nada con la
verdadera razón por la que quiero tomar revancha... —Acercó aún más el
rostro contra el de la preocupada pirata—… Te odio porque tú fuiste uno
de los piratas que participaron en el asesinato de mi familia…

—¿Q-qué…? —fue todo lo que pudo decir la acusada.

—¿Acaso no eres tú en realidad el capitán Jack Sparrow? ¡Contesta! —los
ojos de Isabel centellaron de ira.

—Sí —respondió más por obligación que gusto.

—¿Y no estuviste a bordo de un barco pirata llamado /Captain Blood/
cuando eras un niño? ¿Acaso no estuviste a bordo cuando atacaron a un
navío mercante ingles llamado /Saint Prudence/ y asesinaron a toda su
tripulación?

—¿/Captain Blood/? —repitó Jacky—¿/Saint Prudence/?

De pronto, lejanos recuerdos volvieron a su mente, recuerdos que creía
haber olvidado hacía mucho tiempo porque no eran dignos de recordarse.
Eran recuerdos horribles, sangrientos…Recuerdos que no tendría que tener
si no fuera por un estúpido error infantil… Aquellos mismos recuerdos
que lo habían hecho decidir trabajar al servicio de la East India
Company. Pero había algo que no concordaba bien, algo que no encajaba en
esa terrible historia… Él recordaba no haber asesinado a nadie, todo lo
contrario, él había salvado la vida de una pequeña niña… La única
sobreviviente de aquel terrible ataque pirata a un inocente navío
mercante… La única sobreviviente… Una niña… Una hermosa niña…

Entonces, sus oscuros ojos se posaron sobre el rostro del almirante,
aquel hermoso rostro masculino… Demasiado hermoso para ser un hombre…

—¡Oh! ¡No puede ser…! ¡Tú eras…! —murmuró sorprendida ante el inesperado
descubrimiento que había acabado de hacer.

Pero justo cuando estaba a punto de revelárselo, el capitán Bart "Sangre
Negra" Morgan la interrumpió con una horrible y estruendosa carcajada.
Furiosa, Isabel volvió su rostro hacia él.

—¿Qué le parece tan gracioso, imbécil? Recuerde que usted será el
próximo en morir después de que me encargue de esta desgraciada.

Morgan dejó de reírse y permaneció en silencio por algunos segundos,
mirando al almirante con ojos crueles y burlones.

—Yo pienso que usted el imbécil, almirante Jacobson… —se atrevió a decir.

—¿Pero cómo se atreve a insultarme de esa manera, maldito impertinente?
—protestó furiosa, pero no soltó a Jacky en ningún momento.

—Se lo merece… Usted no ve más allá de sus narices, almirante. Está
completamente ciego. Esa mujerzuela jamás asesinó a nadie cuando era un
muchachito, un grumetillo de agua dulce; es más, era un completo inútil,
y si yo hubiera sabido que aquella maldita mocosa aun estaba con vida y
se encontraba escondida en algún lugar del barco inglés, la habría
buscado hasta encontrarla para vengarme de esto… —le dijo mientras se
corría el oscuro y enmarañado cabello de la oreja que le quedaba.

Los ojos de Isabel se agrandaron cuan grandes eran al ver que la oreja
de aquel horrendo pirata estaba cortada en la punta. ¡Había sido su
pequeño hermano quien valientemente había atacado al agresor de su madre
mordiéndole rabiosamente la oreja hasta cortársela! ¡Aquella maldita oreja!

De pronto, a su mente volvió la imagen de aquel individuo flacucho y
repulsivo: los ojos inyectados en sangre, los dientes negros, su sed de
sangre y sufrimiento… El mismo que había asesinado a su familia a sangre
fría.

—¡Tú! —exclamó con el rostro desencajado por la ira—¡Tú fuiste siempre
ese maldito que asesinó a mis padres y a mi hermano! ¡Todo este maldito
tiempo fuiste tú! ¡Y ahora asesinaste a mi tío!

Morgan sonrió, era una sonrisa fría y cruel, sus ojos, burlones, la
miraban con gran interés.

—Así es, mi querido almirante… ¿O debería decir: mi querida almirante?


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