Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 44: Norrington se Convierte en Pirata*

                      Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

SEXTA PARTE: TORTUGA

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 44: Norrington se Convierte en Pirata*


Una brisa fría se introdujo entre las palmeras, alcanzando a James y
atravesándolo, haciéndolo estremecer. No sabía por qué, pero aquella
frío estremecimiento le hizo tener un mal presentimiento. Sus ojos
verdes se fijaron intensamente sobre las dos interlocutoras, quienes, a
simple vista, podía notarse que jamás congeniarían entre sí.

—Bonita noche, ¿no? —comentó Jacky Sparrow mientras miraba un tanto
tambaleante hacia el oscuro cielo que comenzaba a iluminarse por las
estrellas—. Pasar una noche en Tortuga es extraordinariamente,
literalmente, figuradamente, ecuánimemente inolvidable si uno la pasa en
alguno de sus excelentes burdeles, /¿savvy?/ Éstos son de lo mejor de lo
mejor y sus mujeres son sinceramente exquisitas en todo sentido de la
palabra y… también en el sentido del físico… de la palabra… —divagó,
llevándose el pico de una botella de ron a la boca.

—¿De dónde sacó esa botella? —quiso saber Isabel.

—¡Oh! ¿Esto? —señaló con cierta indiferencia el objeto en cuestión—.
Pues es la misma pregunta que mi Norry se hace cada vez que recurro a mi
escondite secreto…

—¡Ya cállese de una vez! —la interrumpió furiosa, desenvainando su sable
para colocarlo inesperadamente en el cuello de la asustada pirata—. No
vuelva a referirse de esa manera a James Norrington, ¿entendido? O me
veré obligada a terminar con usted ahora mismo.

—¡Co-como usted ordene, almirante! —exclamó muy nerviosa y con las cejas
en alto—. Ya no volveré a decirle "Norry" a Norricito.

—¡Grrr! ¿Está usted burlándose de mi, capitana Jacky Sparrow? ¿Para eso
me ha pedido que le conceda el /Parley/? Quiero que sepa que puedo
asesinarla en cualquier momento.

Sintiendo que el peligroso filo de aquella espada japonesa presionaba su
delgado y delicado cuello, Jacky decidió revelarle sus intenciones.

—Yo también he estado buscando ese libro, /¿savvy?/

—¿Ah, sí? ¿Y pretende que se lo dé? ¡Jamás haría una cosa como esa!

—Pero le conviene, almirante, se lo aseguro.

—¿Y de qué forma podría convenirme, eh? Nada de lo que me diga va ha
convencerme, capitana Sparrow, voy a asesinarla tarde o temprano… Tal
vez temprano…

Los ojos oscuros de la pirata brillaron traviesamente como cada vez que
se preparaba para decir algo impactante.

—James Norrington —le dijo—, sé que él le interesa y yo puedo despejarle
el camino para que nada ni nadie se interponga en su ruta, especialmente
yo, /¿savvy?/

Tanto Isabel como James se quedaron estupefactos con lo que habían
escuchado, pero sus reacciones fueron muy diferentes entre sí: mientras
el interés y la esperanza de la primera se acrecentaban, el corazón y el
alma del segundo comenzaron a resquebrajarse dolorosamente.

—¿Q-qué quieres decir? —logró preguntar Isabel, bajando lentamente el sable.

—Pero que obtusa resultó ser usted, almirante —sonrió
condescendientemente mientras le colocaba confianzudamente un brazo
alrededor de los esbeltos hombros de la mujer—. Lo que quiero decir es
que estoy dispuesto a entregarle a Norry a cambio del libro… ¿Qué me
dice? Tentador, ¿no?

Isabel estaba sorprendida, pero sentía que algo no estaba bien.
Asqueada, se sacó lentamente de encima el "cariñoso" abrazo de su enemiga.

—Yo creía que amabas a James, ¿qué pasó?

Jacky se encogió de hombros.

—Digamos… que me aburrí de él —la miró intensamente—… ahora me interesa
otra persona…

Al darse cuenta de que esa promiscua mujer estaba refiriéndose a ella,
Isabel carraspeó muy nerviosa y desvió la mirada sin poder evitar
ponerse colorada.

—Veo que él fue solamente un juguete para usted, capitana Sparrow… —le
dijo—. ¿Para qué quiere el libro?

Jacky la miró detenidamente, sonriéndole misteriosamente.

—Lo quiero para volver a ser uno con mi hermano —se acercó un poco más
al almirante Jacobson, casi sensualmente—, quiero volver a ser un
hombre, /¿savvy?/ El mismo sensual, atractivo y masculino capitán Jack
Sparrow… El sólo hecho de verla a usted me vuelven unas ganas enormes de
volver a ser un hombre, /¿savvy?/ —finalizó recorriendo con una
libidinosa mirada todo su cuerpo, poniendo a Isabel mucho más nerviosa
de lo que ya estaba, pues aquella mirada la hacía sentirse como si
estuviera completamente desnuda.

Apartándose bruscamente de su lado, volvió a carraspear e intentó
dominarse. Aquella era una oportunidad magnífica para librarse de aquel
estorbo y hacerse completamente con James Norrington.

—Me imagino que no estará usted mintiéndome, ¿verdad, capitana Sparrow?
Sepa que no volveré a perdonarle la vida si me engaña.

—¡Vamos, almirante! ¿Acaso le he dado motivos para hacerlo? —extendió
los brazos y se acercó a ella, balanceándose como era su costumbre,
sonriendo de oreja a oreja.

Acercando su sensual boca al oído de Isabel, murmuró:

—Sepa usted que estoy hablando con sinceridad, almirante; hablo con
absoluta franqueza, /¿savvy?/ —y alejando su rostro del de ella,
preguntó—: ¿Y bien, almirante? ¿Acepta el trato o no? ¡Es una ganga!

Mirándolo de reojo un tanto desconfiada, la aludida le volvió la espalda
para poder pensarlo mejor y, sorprendiéndose, creyó ver a alguien
esconderse rápidamente entre las palmeras.

—James… —murmuró al reconocer al espía. Él estaba allí, escuchando todo,
aquella era su oportunidad para convencerlo definitivamente de que se
olvidara de Jacky Sparrow y decidiera casarse con ella. La decisión ya
estaba tomada.

Y así, girando sobre sus pies, volvió a enfrentar a Jacky tratando de no
sonreír triunfalmente. Sacando el libro del bolcillo de su casaca, se lo
entregó diciendo:

—No es propio de mí confiar en los piratas, capitana Sparrow, pero he
decidido perdonarle la vida y a ayudarla a recuperar su verdadera
identidad; después de todo… usted fue quien salvó mi vida… —sonrió con
un brillo especial en sus ojos celestes.

Sintiéndose victoriosa, Jacky tomó el libro y lo guardó entre sus ropas.

—Mil gracias, almirante; le aseguro que jamás le daré motivos para
arrepentirse de su benevolente decisión… sobre todo más adelante…

—No lo creo —le replicó para luego marcharse de allí seguida por la
capitana del /Perla Negra/.

Resistiendo la tentación de volver su rostro hacia atrás para mirar a
James, Isabel no pudo evitar sonreír triunfalmente.

El silencio volvió a gobernar aquel lugar en cuanto ellas se fueron,
dejándose escuchar simplemente el tranquilo sonido de la brisa nocturna,
las olas y algunos animalillos nocturnos. Aquella calma hubiera
tranquilizado cualquier corazón, pero no el del ex comodoro James
Norrington, no el de él, pues habiendo sido cruelmente apuñalado por el
desprecio de la mujer que él había amado con locura, su corazón había
comenzado a sangrar como nunca lo había hecho en su vida. Por propia
voluntad, ella había dejado muy en claro que él ya no le interesaba más.
Las crueles palabras de Jacky atormentaban una y otra vez su atribulada
mente, comprendiendo de una vez que tan sólo él había sido un mero juego
para ella, que jamás lo había amado de verdad y que nunca lo había
tomado en serio, mintiéndole y usándolo descaradamente… ¡Y había sido
capaz de amarla, creerle y hasta de arriesgar su vida por ella! ¡Oh, qué
estúpido había sido!

Apoyado en la palmera con la cabeza a punto de explotarle, sintió que
las lágrimas empezaban a brotar sin control de sus ojos y que un
doloroso sollozo empezaba a luchar para ser exhalado de su adolorida
garganta. Temiendo que alguien lo escuchara y sintiendo el enorme deseo
de alejarse de allí, de alejarse principalmente de Jacky, comenzó a
correr torpemente hacia el pueblo de Tortuga, esquivando cada árbol o
arbusto que se interpusiera en su camino mientras comenzaba a llorar
desconsoladamente.

Luego de haber corrido un buen trecho, logró divisar las luces de aquel
odiado pueblo y se dejó caer de rodillas, apoyando las manos en el suelo
y respirando con gran dificultad, dejó que todo el dolor que sentía
escapara en un desconsolado sollozo. Lloró como nunca antes lo había
hecho, sintiendo que cómo su agrietado corazón terminaba por romperse
definitivamente, sumiendo su alma en una oscuridad tal, que nubló
completamente su juicio y no deseo otra cosa más que dejarse morir o
vengarse de aquella que lo había destruido, que se había burlado de él…
Alzó la cabeza, había dejado de llorar y poco a poco sus ojos verdes
cobraron un intenso brillo de desesperanza y maldad. Ahora estaba
decidido a actuar, ya no habrían más dudas para él: o era la muerte o la
venganza.

—¡Que todos se vayan al diablo! —murmuró furioso, golpeando el suelo con
el puño—. ¡Ser un caballero es una pérdida de tiempo! ¡Desde hoy
solamente pensaré en mí y en nadie más!

Y así, dirigiéndose hacia el pueblo con una nueva resolución en su
endurecido corazón, James Norrington abandonó su apatía para emprender
un plan de venganza en contra de los que ahora consideraba sus enemigos
y que marcaría el final de una época tranquila y feliz tanto para él
como para los que habían habitado Port Royal.

—¿En dónde está Norry? —preguntó la capitana del /Perla Negra/, mirando
a su alrededor con preocupación.

—Ya se lo dije, capitana Sparrow —le dijo Isabel con su habitual
frialdad mientras se acercaban a los demás—: me dijo que quería regresar
a ese apestoso pueblo para recoger sus cosas… —mintió para luego
volverse hacia ella, mirándola penetrantemente—. Dice que se embarcará
con usted para ayudarla a buscar un cofre… ¿Es eso cierto?

—Tan cierto como que usted le ordenó que me robara la brújula, almirante
—replicó con una falsa sonrisa—. Hicimos un trato, /¿savvy?/ Si él me
ayuda recuperar ese cofre, yo le entregaré mi brújula.

—¿Y ese cofre tiene que ver con su propósito?

—¡Sí! ¡Claro! —mintió presurosa.

Nada más se dijo entre ellas una vez que se reunieron con los demás.

—Bien —comenzó a decir la almirante—, ya todo está listo y arreglado; es
hora de marcharse de ésta horrible isla.

Se volvió hacia el capitán Bart "Sangre Negra" Morgan, quien no había
osado en escaparse de allí a pesar de que Isabel había estado ausente
por algunos minutos. Bien sabía que ella lo perseguiría y acabaría con
su vida. Sin bien él era un bruto, no era ningún tonto.

—Ya puede partir en busca de esa espada, capitán Morgan. El capitán
Seagull y la niña se irán con usted —lo miró amenazantemente—. Y no se
olvide nuestro encuentro futuro, capitán Morgan; acabaré con usted en
nombre de mi familia en cuanto nos volvamos a ver.

El aludido sonrió maliciosamente.

—No olvide que seré invencible con esa espada, almirante, dudo mucho que
logre acabarme.

—Y usted no olvide que esa espada no es la única especial que existe,
capitán Morgan —fue la sorprendente y preocupante réplica.

La pequeña Alwine estaba inconsolable, pero Seagull, de tierno corazón,
se arrodilló ante ella para tratar de confortarla.

—No te preocupes, pequeñita, ya verás cómo tú y yo volveremos a estar
lejos de ese individuo. Te prometo que jamás permitiré que te pase nada
malo y que nunca de dejaré sola.

Ella lo miró con los ojos arrasados de lágrimas.

—Todos me dejan sola —le dijo muy triste—… y extraño mucho a mi papá…

Seagull sonrió tiernamente y secó las lágrimas de la niña con su dedo.

—Yo nunca podré reemplazarlo, pero te prometo que jamás de dejaré sola.

—¿En serio? —lo miró esperanzada.

—En serio, pequeñita —le dijo acariciándole bruscamente la rubia cabecita.

Sabiendo que nada podían hacer para evitar las órdenes de la almirante
Jacobson, madame Foubert y Elena se vieron obligadas a seguirlas aunque
no quisieran. Aún así, la primera no podía evitar sentirse preocupada
por su ex pupilo, y así se lo hizo saber a Isabel, quien respondió con
una calmada frialdad.

—Él estará bien, madame. James se ocupará de volver a recuperar su honor
y regresar a casa de sus padres con orgullo. El joven Billy se encargará
de acompañarlo.

Aquella respuesta la tranquilizó un poco, así que se dedicó a pensar
melancólicamente en su querido difunto, el doctor Christian Jacobson, a
quien había rechazado por su propia estupidez y arrogancia.

Elena, quien no podía evitar sentirse preocupada por Alwine, le pidió a
Pirata, su perro, que acompañara a su amiguita. Mientras lo veía
marcharse hacia ella, la joven pensó que lo mejor sería era dedicarse
por completo a pedirle perdón al alma de aquel hombre tan bondadoso a
quien ella había entregado a los brazos de la muerte.

Billy, como todo buen caballerito, no quiso apartarse de Alwine, deseoso
de acompañarla él también, pero madame Foubert le dijo, mediante señas,
que necesitaba que él se quedara con James para estar más tranquila
respecto a él y sus acciones, pues temía que hiciera algo incorrecto.

En un principio, el italianito no supo qué hacer hasta que la pequeña
Alwine lo tomó de la mano y le hizo entender con una mirada suplicante
que lo que quería era que acompañara a ese hombre que parecía estar muy
solo y desesperado. Con un nudo en la garganta, Billy optó por quedarse
junto a su tutor y cuidarlo como alguna vez se lo había encomendado la
capitana Sparrow.

Despidiéndose con miradas angustiosas, finalmente todo el grupo se
separó, tomando cada uno un camino diferente que, sin sospecharlo,
también los llevaría hacia otro destino. Morgan, Seagull, Alwine, Smith
y Pirata siguieron su camino por la playa, dirigiéndose hacia el nuevo
barco de "Sangre Negra" y comenzar así su aventura; Isabel, Annete y
Elena tomaron el camino opuesto con la intención de llegar al puerto lo
más rápido posible y abordar el mismo navío mercante que había traído a
la almirante para partir inmediatamente hacia Inglaterra después de
hacer una breve escala en Port Royal para poner al tanto de todo a Lord
Cutler Beckett. Jacky y Billy se dirigieron hacia el pueblo atravesando
el bosque.

Con una esperanzadora sonrisa en el rostro y con el libro escondido
entre sus ropas, Jacky Sparrow no veía la hora de volver a encontrarse
con James Norrington para ponerlo al tanto de todo y fastidiarlo otro
poquito. Lejos estaba de imaginarse que él había escuchado su reveladora
conversación con Isabel Jacobson.

Mientras tanto, en medio de una malsana algarabía nocturna de
libertinaje desenfrenado, alocados juegos de tiro al blanco y mortales
peleas con espadas, muchos en isla Tortuga se habían anoticiado que el
famoso Jack Sparrow, el capitán del igualmente famoso /Perla Negra/,
estaba buscando integrantes para formar una nueva tripulación, se
presentaron muy ilusionados en la recientemente reconstruida taberna de
Mabel para enlistarse bajo el mando de tan "prestigioso" capitán.

Sentado frente a una mugrienta mesa del mencionado establecimiento de
mala muerte y rodeado de desenfrenados festejos y alegres notas
musicales de los violines, flautas y tamborcillos, Gibbs, el
contramaestre de nuestro querido pirata, se encontraba reclutando a cada
desafortunado hombre que se presentara ante él con las intenciones de
hacerse a la mar a bordo del /Perla Negra/.

—Dime: ¿por qué crees que eres digno de formar parte de la tripulación
del /Perla Negra/? —le preguntó seriamente a un enclenque, mugriento y
flacucho viejo que formaba fila junto a otros aspirantes de parecida
apariencia.

—La verdad, jamás he navegado en mi vida y me gustaría conocer el mundo
ahora que soy joven… —respondió sonriendo inocentemente.

—¡Pues servirás! Pon tu marca —le indicó el papel que se encontraba a su
lado sobre otra mesa mientras que su capitán se encontraba sentado cerca
de allí con el pie cómodamente apoyado sobre una mesa, sacudiendo su
brújula un tanto consternado en un vano intento de fijar un rumbo hacia
el lugar en donde se encontraba el cofre de Davy Jones

—¡El siguiente! —pidió Gibbs.

La próxima víctima era un hombre con un aspecto bastante desalineado y
sucio.

—Mi esposa se largó con mi perro… Llevo más de un mes ebrio y me tiene
sin ningún cuidado si vivo o no —declaró con vehemencia.

—Perfecto —asintió complacido—. ¡Siguiente!

Esta vez, el siguiente era un hombre de raza negra de "mejor" aspecto
que los anteriores, pero notándosele mucho menos animado.

—Me quedan sólo un brazo y una pierna —declaró sin muchas esperanzas de
ser contratado, pero Gibbs no era hombre de desperdiciar otra inocente
victima.

—Te toca el "Nido de Cuervo"… —le dijo, asignándole el lugar del
vigía—¡Siguiente!

—Desde que era un niño, siempre quise recorrer el océano, para siempre
—confesó otro hombre de tupida barba roja e insipiente calva.

—Y eso es lo que harás —replicó maliciosamente el contramaestre—. Allá,
pon tu marca.

—¡Gracias! ¡Qué amable! —le agradeció ingenuamente para luego dirigirse
hacia la mesa de al lado para firmar con una X sobre el papel del
contrato para legalizar su reclutamiento.

—¿Cómo va todo? —preguntó de repente el capitán Jack Sparrow, cansado de
insistir con su brújula.

—¿Incluyendo estos cuatro? Tenemos… —pensó detenidamente por un segundo,
respondiéndole con una sonrisa—: cuatro.

Entonces, notando que el siguiente de la fila se detuvo delante de él,
Gibbs volvió su atención hacia su provisoria labor de reclutamiento.

—¿Y cuál es tu historia? —le preguntó con una complacida sonrisa al
desconocido de horrible aspecto.

—¿Mi historia…? —comenzó a decir con una voz en la que se notaba un
marcado tono de irónico rencor— es la misma que tú historia pero un
capítulo atrasado… —Aquellas alarmantes palabras hicieron que a Gibbs se
le borrara la sonrisa y fijara aún más su atención sobre aquel sujeto
extraño pero ciertamente conocido.

—Perseguí a un hombre a través de los siete mares y me enamoré como un
loco de su, digamos, hermana… —Esta vez, fue a Jack Sparrow a quien
llamó la atención aquellas palabras, mirando al recién llegado con
verdadera atención, quien siguió con su discurso:

—La persecución me costó mi tripulación, mi comisión y mi vida; y el
salvarla a ella de la horca me costó mi razón… —finalizó su historia
alzando la botella de ron de la mesa de Gibbs para darle un buen trago.

—¿Comodoro? ¡Está vivo! —exclamó el contramaestre muy asombrado al
reconocer a James Norrington bajo el deplorable aspecto de aquel sucio
pordiosero.

—¡No! ¡Ya no lo soy! ¡¿Es que no me escuchaste?! ¡Y estoy vivo no
gracias a ustedes, por cierto! —Rebatió furioso para luego comenzar a
acercarse lentamente a él. Vestido con sus estropeadas ropas de
comodoro, James se había presentado nuevamente ante sus enemigos.

—Casi los acorralé cerca de las Islas Caimán… ¡y lo habría hecho de no
ser por el huracán! —exclamó con frustrada determinación mientras que
Jack, asustado, procedía a arrancarle una larga rama a la planta de
interior que estaba cerca de él. En un vano intento de evitar un posible
enfrentamiento con Norrington, trató de alejarse sigilosamente lo más
posible bajo su imrpovisado camuflaje herbal.

—¡No! ¿No trató de cruzarlo, verdad, señor? —aventuró Gibbs.

—Sí, fui tan loco como para intentar cruzarlo y ayudar a Jacky a escapar
de la horca…

—¡Pero usted nos ordenó que lo abandonáramos en Port Royal! —se excusó.

—Y eso es algo que no les costó hacer, ¿verdad? —sonrió
despectivamente—. ¿Y bien? ¿Me aceptan entonces o no?

Dubitativo, Gibbs no supo qué decir, por lo que James siguió hablando
cada vez con más odio en su voz:

—Todavía no dicen a dónde van… ¡¡A un buen lugar, espero!! —gritó a la
vez que volcaba repentinamente la mesa del contramaestre, tirando todo
al suelo (incluyendo al pobre de Gibbs, quien había caído de espaldas al
suelo) para luego dirigirse hacia el centro del salón con los brazos
extendidos con la intención de llamar la atención de los presentes.

—¡¿Les parezco o no digno de servir a las órdenes del gran capitán Jack
Sparrow?! —exclamó con sarcasmo mientras que, en el otro extremo del
salón, Jack intentaba huir camuflado inútilmente con la rama que apenas
lo cubría.

Pero James ya lo había tenido en la mira desde un principio y sacó el
mosquete en el momento preciso en que el pirata pasaba al lado de él por
detrás de una columna, apuntándolo impávidamente, deteniéndolo.

—¿… o te asesino ahora? —le propuso con gravedad.

Viéndose al descubierto, el capitán del /Perla Negra/ atisbó tímidamente
a su enemigo a través de las largas hojas de la rama para luego
inclinarse de atrás hacia adelante por detrás de la viga de madera en un
vano intento de evadirlo, pero el ex comodoro siguió todos sus
movimientos apuntándolo firmemente en la cabeza con el mosquete, por lo
que el capitán Sparrow se vio obligado a tomar una desagradable decisión
para salvar su pellejo.

—¡Contratado! —exclamó.

—¡Ja! Lo siento, las viejas costumbres no cambian… Es un hábito
arraigado… —replicó son una sonrisa muy poco amistosa, con la indudable
intención de disparar sobre el desgraciado pirata. Podía acabar con él,
no lo necesitaba para nada, tan sólo le interesaba su brújula y nada más.

Pero no pudo dispararle, ya que desafortunadamente para él, los hombres
que habían sido contratados anteriormente por Gibbs, se lanzaron encima
de él para detenerlo.

—¡Tranquilo, marinero! ¡Estás amenazando a tu capitán! —exclamó uno de
ellos mientras lo obligaban a apuntar hacia el techo de la posada.

Entre medio del forcejeo, James disparó y la bala fue a dar justo sobre
el duro metal de la araña suspendida del techo, rebotando e impactando
contra una botella que sostenía un borracho, haciéndola añicos. Molesto,
el hombre golpeó al tipo que se encontraba a su lado, creyéndolo
culpable de su desgracias, y entonces, desde ese mismo momento, comenzó
una estrepitosa batahola entre los presentes: golpes de puños y patadas
por parte de los hombres, arañazos y tiradas de cabello por parte de las
mujeres, y rompimiento de botellas sobre las cabezas por parte de todos.
Algunos caían por las escaleras o desde el pasillo del primer piso y
otros utilizaban los candelabros del techo para balancearse sobre ellos.
Y toda aquella frenética actividad se llevaba a cabo con el
acompañamiento de las alegres tonadas musicales de los músicos.

—¡Malditos borrachos! ¿Otra vez piensan destruir mi establecimiento?
¡Pues no les será tan fácil! —gritó enfurecida la dueña de la taberna,
sacando un buen par de mosquetes de su cinturón para comenzar a disparar
a diestra y siniestra contra cada desdichado que se cruzara por su camino.

Mientas tanto, James había logrado deshacerse de los que lo habían
detenido mediante varias patadas, desenfundando finalmente su sable.

Aprovechando aquel desastre, Jack decidió huir rápidamente de allí.

—¿En marcha? —le preguntó a su contramaestre mientras dejaba la rama en
uno de los jarrones.

—¡Sí! —asintió Gibbs levantándose penosamente del suelo y salir
corriendo detrás de su capitán.

Caminando sin ningún problema entre aquel desastre, esquivando cada
tanto con impresionante calma cualquier obstáculo que se interponía en
su camino, amén de no perderse un solo detalle de cada pelea que veía
entre hombres o hasta de mujeres, el capitán Jack Sparrow no se había
percatado de que la misma Elizabeth Swann había ingresado a la taberna
en ese preciso instante.

Mayúscula fue la sorpresa de ella cuando divisó a Norrington peleando
con espada en mano entre toda aquella gentuza a riesgo de su propia
vida. ¿Cómo había parado allí? Por el estado en que se encontraba,
Elizabeth supuso que él no lograría salir ileso de aquella pelea y
decidió intervenir uniéndose ella misma al altercado, utilizando su
propia espada contra aquellos borrachos. Afortunadamente, Will le había
enseñado a utilizarla con maestría.

Escapando de sus numerosos contrincantes que deseaban fervientemente a
acabar con su vida sin importarles ya las amenazas del gobernador de
Tortuga, James logró esconderse detrás de una viga para darle un trago a
la botella de ron que le había robado a Gibbs.

A todo eso, Jack y Gibbs habían llegado a las escaleras y comenzaron a
subir por ellas justo cuando golpeaban a un tipo contra la pared,
provocando que a éste se le cayera el tricornio por los escalones. Al
verlo, el capitán Sparrow se agachó para levantarlo justo en el momento
en que un botellazo se estrellaba contra la pared encima de él. Sin
percatarse de que se había salvado por muy poco de que no le rompieran
la cabeza, el pirata se probó el sombrero mientras seguía subiendo hacia
el primer piso y recibía, sin pedirlo, otro tricornio en sus manos de
otro borracho recién golpeado, por lo que, al pasar, le colocó el primer
sombrero a otro hombre para probarse el nuevo.

Mientras tanto, James Norrington se había unido nuevamente a la riña sin
percatarse de la presencia de Elizabeth, quien seguía combatiendo
valiente y hábilmente contra sus atacantes. Aprovechando que uno de
aquellos sucios borrachos era derrotado con un fuerte golpe de la
empuñadura del sable de Elizabeth, James tomó la botella que éste
llevaba antes de que cayera al suelo y siguió bebiendo más y más, sin
importarle la pelea y si lo asesinaban o no.

Ya en la planta alta, Jack intercambió cómodamente su sombrero por el de
otro hombre que se encontraba sentado en el pasamano del pasillo.

—Gracias, viejo —le dijo, tocando su pecho con la punta de sus dedos y
provocando, sin quererlo, que aquel desafortunado hombre cayera hacia atrás.

—¡Ups! —exclamó, y siguió caminando como si nada.

Pero aquel tricornio tampoco fue de su agrado, por lo tanto se lo colocó
a un tipo que estaba a punto de ser lanzado desde la planta baja hacia
el salón de abajo por otros rufianes. Y, haciéndose a un lado, les dijo
amablemente que continuaran, por lo que el desafortunado hombre fue
lanzado hacia abajo.

A todo eso, James y Elizabeth seguían combatiendo contra quienes osaban
enfrentarlos hasta que ya nadie más quiso hacerlo, manteniéndose todos a
una prudencial distancia a pesar de que seguían empuñando las espadas.
Viendo que dudaban en atacarlo, Norrington comenzó a incitarlos para que
lucharan contra él:

—¿Quieren pelear? ¿Eh? ¡¿Quién quiere pelear?! ¡Si forman una línea
ordenada los mataré de uno a uno! ¡A ver! ¿Quién se anima? ¿Quién es el
primero?

Fastidiada por aquella estúpida actitud de quien alguna vez había sido
su admirador, Elizabeth puso los ojos en blanco y tomó la botella que él
llevaba en la mano y se la partió en la cabeza, desmayándolo en el acto
y dejando a todo el mundo estupefacto.

—¡Quería darme el placer de hacerlo yo mismo! —declaró la joven en voz
alta, por lo que los presentes alzaron las jarras, las botellas y los
sables para celebrar la derrota de aquel sujeto tan detestable.

Minutos después, el ex comodoro James Norrington fue lanzado, sin mucha
ceremonia, de cabeza hacia un chiquero en las afueras de la taberna de
Mabel.

Una vez que los satisfechos borrachos se hubieran marchado de allí y que
los presentes se dispersaran, Elizabeth Swann se acercó lentamente al
lugar en donde yacía su decadente ex prometido para ayudarlo a ponerse
en pie.

—James Norrington, ¿qué hizo el mundo contigo? —le preguntó sintiendo
gran compasión por su amigo en cuanto él volvió su embarrado rostro
hacia ella.

—… No podrías haberlo dicho mejor… —le dijo mientras intentaba
levantarse con la ayuda de la muchacha, quedando ambos de pie y
mirándose a la cara en silencio.

—Creí que habías regresado a Inglaterra —le dijo ella.

—¿Cómo podría regresar allí luego de mi inapropiado comportamiento?
—rebatió con tono sarcástico—. Hasta mi padre me ha cerrado las puertas
de su casa…

Y bajando la mirada, murmuró adolorido:

—… y ni siquiera tengo a Jacky conmigo…

—¡Oh, James! ¡No tenia idea! Lo siento mucho… —le dijo compasivamente
mientras colocaba su delgada mano sobre la mejilla de Norrington,
provocando que éste la mirara muy sorprendido y esperanzado.

—¡¡QUITA TUS SUCIAS MANOS DE MI NORRY, PERRO ASQUEROSO!! ¡¡ÉL NO ES
NINGÚN GAY!!

Pero antes de que pudieran reaccionar a aquella advertencia, Elizabeth
era derribada sorpresivamente por la capitana Jacky Sparrow, que recién
había llegado y era quien, evidentemente, había gritado.

Con la pobre joven tendida en el barro del chiquero, la pirata, que
estaba sentada sobre ella, la tomó por el cuello de la camisa y comenzó
a sacudirla fuertemente, por lo que Elizabeth se vio obligada a
revelarle su identidad para no seguir siendo maltratada.

—¡Espera, Jacky! ¡Soy yo: Elizabeth! ¡La hija del gobernador Swann!

—¿¡Cómo!? ¿Elizabeth? —repitió asombrada, deteniéndose para mirarla
detenidamente para luego iniciar otra vez su brutal reprimenda,
terriblemente celosa—. ¡¡Perra asquerosa!! ¡¿Qué hacías con tus sucias
manos sobre mi Norry?! ¡¡Él ya no es tu prometido!! ¿Es que quieres a
todos los hombres bajo tu yugo? ¡Deja algo para las demás!

—¡Idiota! ¡Estás loca! —rebatió la agredida y comenzando a luchar ella
también, por lo que pronto ambas se encontraron peleando y rodando en
medio del lodo y de los espantados cerdos, insultándose entre ellas.

James, quien ahora estaba acompañado por Billy, se encontraba
francamente sorprendido por aquella inesperada escena, después de todo,
el ver pelear a dos atractivas mujeres en el barro era bastante
sugestivo. No se había percatado de que estaban siendo observados
sigilosamente por Mercer, la mano derecha de Lord Beckett.


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